No hay vestiduras blancas
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que hay un solo lugar al cual podemos ir para llenar todas nuestras necesidades.
Nancy Demoss Wolgemuth: Cristo, Él es la perla de gran precio. Él es la fuente de toda riqueza, sabiduría y gracia; y vamos a Cristo para llenar nuestras necesidades y eso es lo opuesto de buscar en nosotras mismas.
Me levantaré y a Jesús iré,
En Sus brazos me acogerá
Los brazos de mi precioso Salvador
Oh, allí diez mil encantos hay.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 6 de julio de 2023.
Cuando vas al doctor no quieres ser protegida de la verdad. Tú quieres un verdadero diagnóstico y un plan claro para seguir adelante.
Hoy Nancy nos enseñará acerca de una iglesia que necesitaba un verdadero diagnóstico y un fuerte tratamiento. Ella continúa la serie, La …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que hay un solo lugar al cual podemos ir para llenar todas nuestras necesidades.
Nancy Demoss Wolgemuth: Cristo, Él es la perla de gran precio. Él es la fuente de toda riqueza, sabiduría y gracia; y vamos a Cristo para llenar nuestras necesidades y eso es lo opuesto de buscar en nosotras mismas.
Me levantaré y a Jesús iré,
En Sus brazos me acogerá
Los brazos de mi precioso Salvador
Oh, allí diez mil encantos hay.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 6 de julio de 2023.
Cuando vas al doctor no quieres ser protegida de la verdad. Tú quieres un verdadero diagnóstico y un plan claro para seguir adelante.
Hoy Nancy nos enseñará acerca de una iglesia que necesitaba un verdadero diagnóstico y un fuerte tratamiento. Ella continúa la serie, La cura para una fe tibia.
Nancy: Si has estado con nosotras en los últimos días, sabes que estamos estudiando las palabras de Cristo a la iglesia en Laodicea, en Apocalipsis capítulo 3. Y hemos visto aquí algunas cosas muy fuertes. Hay algunas cosas pesadas que Jesús ha tenido que decirle a esta iglesia, y Él nos dice: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (v. 22).
No es solamente Laodicea. Son las iglesias a lo largo de la historia, iglesias en nuestros días que han tenido las mismas características. Y ha sido un mensaje pesado. Y hemos visto que la situación en Laodicea era espiritualmente desesperante, era extrema. Jesús no tiene ni una palabra de elogio, solamente palabras de preocupación y de carga para esta iglesia.
Pero la buena noticia es que su situación no era irremediable, y de eso se trata el evangelio, las buenas noticias para pecadores caídos.
Y permíteme regresar al texto, Apocalipsis capítulo 3, y leer lo que hemos visto hasta ahora, y entonces hoy continuaremos con la próxima parte del pasaje.
«Las palabras del Amén, el Testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios», dice esto. Y a propósito, cuando veo a ese que es el Testigo fiel y verdadero, ¿No te alegra que Jesús nos ama lo suficiente para hablarnos con la verdad, para darnos no solamente lo que queremos oír, sino lo que necesitamos oír? Esa es una expresión de Su amor como vamos a ver en el día de hoy. Él dice:
«Yo conozco tus obras: Que ni eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque dices, soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad y no sabes que eres un miserable, (literalmente, el miserable), y digno de lástima y pobre, ciego, y desnudo».
Entonces Él sigue diciendo en el versículo 18, y aquí está la esperanza:
«Te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas, y que no se manifieste la vergüenza de tu desnudez; y colirio par ungir tus ojos, para que puedas ver» (vv. 14-8).
Y me encantan esas palabras, «te aconsejo». Jesús les dice, «aquí está el diagnóstico y aquí está el pronóstico: Tú estás en mal estado, estás en malas condiciones, pero aquí está el remedio, la solución. Yo te aconsejo, tengo algo para ti, lo que necesitas para tu condición». Y ¿no es esa la gracia de Dios? La provisión sobrenatural de Dios para suplir nuestras necesidades.
«Te aconsejo». Esta es una frase dulce en medio de un mensaje pesado. «Te aconsejo, te exhorto, te motivo, tengo algo que ofrecerte». ¿Y quién está dando este consejo? Es el Consejero maravilloso. Es el que, no solo sabe dar el diagnóstico de lo que necesitamos, sino que sabe qué hacer, y tiene la provisión para satisfacer la necesidad en Él mismo.
Y estoy tan agradecida de que Él no los dejó donde estaban, y Él no nos deja donde estamos. Él les enseñó lo que ellos necesitaban y cómo obtenerlo. Y en este pasaje, Él quiere enseñarnos lo que necesitamos y cómo podemos obtenerlo.
Y a propósito, ¿dónde buscas consejo cuando necesitas ayuda espiritual? Tenemos muchas personas que nos escriben a Aviva Nuestros Corazones y nos mandan correos electrónicos, se ponen en contacto con nosotras. Y estoy muy agradecida de que lo hagan. Hacemos lo posible para animarlas, para motivarlas y para guiarlas hacia las Escrituras.
Pero lo mejor que podemos hacer es guiarlas hacia el Consejero maravilloso, porque a fin de cuentas, no hay ningún ser humano, no hay ningún terapista, no importa cuánto dinero pagues, no hay ningún libro, no hay ningún seminario, ni ninguna amiga, ni ningún esposo, no hay ningún pastor, no hay ningún recurso en el planeta que pueda llenar tus necesidades como Cristo puede llenarlas. No hay nadie como Jesús quien pueda llegar a la raíz de los problemas y que te pueda dar lo que necesitas para lidiar con esos problemas.
Es Jesús que dice: «Te aconsejo».
¿Dónde buscas consejo? ¿Miras hacia Él primero? ¿O miras hacia Él después de haber tratado otras cosas y encuentras que no te pueden ayudar? Si realmente quieres solucionar tus problemas, si quieres tratar tus problemas espirituales, si quieres tratar los problemas espirituales de tu iglesia, ve al Consejero maravilloso. Ve a Jesús.
Él dice: «Te aconsejo que compres de mí».
Y antes de que procedamos a decir cuál es el medicamento que Él prescribe, cuál es la receta, la solución; para poder ir hacia Él y comprar de Él, aquí queda implícito, que tienes que llegar a un punto en donde reconozcas tu necesidad, y en donde te pongas de acuerdo con Dios con lo que Él tiene que decir.
Recuerda que en el último versículo que vimos esta gente estaba diciendo: «Nosotros somos ricos, hemos prosperado, no necesitamos nada». ¿Si tú no necesitas nada, vas a ir de compras? Bueno, algunas de ustedes sí, pero te digo algo, a mí no me gusta ir de compras lo suficiente, como para hacerme salir si no necesito nada. Si voy de tiendas, usualmente es porque necesito algo.
Y la implicación aquí es, «vas a venir y vas a comprar esto de mí, porque reconoces que no eres rico, que no has prosperado, y que tienes necesidades». Te pusiste de acuerdo con Dios acerca de Su evaluación de que eres miserable, despreciable, pobre, ciego, y desnudo. Te has dado cuenta de que tienes necesidades. Si no reconoces eso, entonces no vendrás a comprar.
Para poder venir a comprar en el almacén de la gracia de Dios, de Jesús, tenemos que llegar al lugar en donde dejamos nuestras opiniones vanas y falsas acerca de nosotras mismas, donde nos humillamos y nos ponemos de acuerdo con Dios.
Y uno de nuestros equipos en (Life Action Ministries) estuvo en una iglesia. Y uno de ellos mandó un reporte la semana pasada para ponernos al día de lo que estaba sucediendo en esta reunión que estaban llevando a cabo en una iglesia en particular. Cuando los equipos entran en la iglesia, ellos reparten tarjetas para peticiones de oración a las personas que están ahí, y les dicen, «déjennos saber cómo podemos orar por ustedes como equipo».
Steve, el hermano de Life Action, mando este mensaje diciendo:
Ha habido un incremento inusual de transparencia en las peticiones de oración.
Hemos orado miles de peticiones esta semana, y quiero compartirles algunos ejemplos para que sepan cómo orar por nosotros cuando estamos orando por las personas, y así recordarles cuán grandes son las necesidades.
Y aquí están algunas de las cosas que escribieron en las tarjetas de peticiones en esta iglesia:
«Que pueda deshacerme de esta duda que me asedia».
«Por mi relación matrimonial, que pueda perdonar, pero es difícil confiar después de las tres infidelidades de mi esposo».
«Oren por mí. Estoy luchando con adicciones».
«Oren por mi hijo que es adicto a que le receten medicinas».
«Necesito soltar este resentimiento que tengo contra mi exesposo, que fue abusivo y esto me consume».
«Por mi matrimonio, por mi familia que están fuera de control».
Y así continúa la lista.
¿Sabes lo que está ocurriendo en esa iglesia? La gente está siendo honesta. Están diciendo: «Señor soy yo, soy yo que estoy aquí en necesidad de oración».
El Salmo 51 dice: «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios».
¿Qué es un corazón quebrantado?
- Es un corazón que es honesto delante Dios, es real
- Sin pretensiones
- Que no encubre o esconde cosas
- Que no trata de lucir mejor
- Que no trata de preservar la imagen
- Es ser honestas ante Dios y ante los demás acerca de la verdadera condición de nuestras vidas.
Y era necesario llevar a esta iglesia y a estos –llamados creyentes– a un punto donde estos que profesaban ser creyentes se dieran cuenta de que tenían necesidades. Jesús ve ese corazón en ellos, y les dice: «Te aconsejo que compres de Mí oro. Tú dices, «yo soy rico, pero eres pobre. Tú eres espiritualmente pobre. Puede que seas materialmente rico, adinerado, pero espiritualmente estás afligido por una gran pobreza, ven a Mí a conseguir el oro que necesitas», hablando espiritualmente.
Esto me recuerda ese pasaje en Isaías 55, los dos primeros versículos de ese capítulo, donde Él nos dice:
«Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura» (vv. 1-2).
Estás hambrienta. Tu alma está hambrienta. Tienes hambre. Y Jesús te dice: «Ven a mí y compra». La pregunta es: Si eres pobre, si no tienes dinero, ¿cómo puedes comprar? ¿Cómo puedes comprar oro si no tienes dinero? ¿Cómo pueden esos que están espiritualmente en bancarrota, comprar oro, vestido y colirio para sus ojos, para llenar sus necesidades?
Bueno, no está sugiriendo que podemos comprar la gracia de Dios, porque no podemos. De hecho, no tenemos nada que ofrecerle que Él necesite o quiera. La única cosa que podemos darle a cambio de Sus riquezas y de lo que desesperadamente necesitamos, ¿qué es? Es nuestra pobreza, nuestro vacío, nuestra necesidad.
Eso significa que tenemos que renunciar a toda autosuficiencia, a creerte justa por tus propios méritos y decirle: «Señor, estoy expuesta delante de Ti. Soy pobre, miserable, despreciable, desnuda y ciega. Te necesito». Y esas son palabras dulces a los oídos del cielo.
Él escucha eso, y te dice: «Te daré oro y comida, y todo lo que necesitas sin costo alguno. Ven y compra, y come hasta saciarte».
El autor de un himno de los 1700, lo dice de la siguiente manera:
En mis manos nada traigo a Ti, Simplemente me aferro a Tú cruz; desnuda, por vestido vengo a Ti ; indefensa en busca de Tu gracia: Muy sucia, hacia la fuente voy; muero si no me lavas Salvador. (Augustus Toplady, 1776).
Ese es el clamor, el llanto desesperado de una pecadora que se da cuenta de que tiene que recibir la gracia de Dios. Que no puede ganársela, que no la merece, que no puede trabajar para conseguirla, no la puede obtener como mérito. Está disponible solo por lo que Cristo ha hecho por nosotros en la cruz.
Entonces, ¿dónde podemos comprar todas estas cosas que nuestra alma necesita –oro, ungüento para los ojos y vestidos para nuestra desnudez? ¿Dónde los compramos? Jesús dice: «Cómprame a Mí» Lo compramos de Él. No hay otro lugar donde podamos conseguir lo que nuestra alma necesita. Solo Cristo. Solo en Jesús. Él es la perla de gran precio. Él es la fuente de todas las riquezas, la sabiduría y la gracia.
Acercarnos a Cristo para llenar nuestras necesidades es lo opuesto a mirarnos a nosotras mismas. Podemos confiar en Él porque los brazos de carne fallarán. No te atrevas a confiar en tus propios medios, apóyate en Él. En Jesús, en Cristo, la roca de la eternidad estaré firme. En Él encontramos todo lo que necesitamos.
¿Y qué es lo que debemos comprar? Bueno, aquí hay una exhortación triple, una oferta triple, una receta triple. Y trata con los problemas triples que Jesús ya ha diagnosticado: La pobreza espiritual, la desnudez y la ceguera.
Jesús ofrece la contraparte espiritual de estas tres industrias que hemos visto en Laodicea. ¿Recuerdas cuáles eran? La industria bancaria, la industria textil y la industria del ungüento, del colirio para los ojos. Y Jesús utiliza estas tres como imágenes. Él les dice: «Yo te ofrezco la contraparte espiritual de cada una de estas».
Y pienso que cada uno de estos tres artículos que Jesús ofrece, es una manera de referirse a la salvación genuina y a sus efectos en nuestras vidas.
Y vamos a ver cuáles son esos tres artículos:
Primero Él dice: «Te aconsejo que compres de Mí, oro refinado por el fuego».
Él ya les ha dicho que son pobres. Y esta es una palabra griega que literalmente significa destituida, no vivir en el borde de la pobreza, es declarada en bancarrota. «Tú no tienes nada que te ayude a navegar a través de esta vida, de modo que si eres pobre, ven a Mí y compra oro».
Y cuando hablamos de oro refinado por el fuego, vemos en 1 Pedro capítulo 1, que se refiere a una fe genuina, a una fe verdadera en Cristo, que ha sido probada por aflicciones ardientes. Ese es el fuego que quema la escoria del oro. Así que Él dice: «Compra de Mí oro para tu pobreza».
Y después dice: «Compra vestiduras blancas». ¿Y para qué es esto? Esto es para tu desnudez para que así puedas cubrirte para que así la vergüenza de tu desnudez no se descubra.
Ahora, estas vestiduras blancas les traerían a la mente a estas personas la imagen de la lana negra por la cual ellos eran famosos en Laodicea. Es un recordatorio de lo que Cristo provee para llenar nuestras necesidades, y que es inmensamente superior a cualquier cosa que podamos manufacturar o producir nosotras mismas. Y esta es la oración aquí. Jesús dice: «Ven a Mí, y Yo te vestiré».
Nosotras vamos a Él y le decimos: «Señor, vísteme en Tu virtud. Esconde mis trapos inmundos de pecados. Remuévelos. Quítalos. Y vísteme en Tu traje perfecto, Tu santidad, Tu justicia, tanto por dentro como por fuera».
Esas vestiduras blancas reflejan la justicia de Cristo que es acreditada a nosotros, puesta a nuestra cuenta; es imputada a nosotros en lo que llamamos la justificación. Es impartida a nosotros en lo que llamamos la santificación. Y estas son vestiduras de santidad, vestiduras de virtud, la justicia de Cristo.
¿Recuerdan cuando vimos a la iglesia en Sardis anteriormente, en ese capítulo que decía que ellos no manchaban sus vestiduras? Ellos mantuvieron sus vestidos blancos. Porque ellos se negaron a participar en los aspectos idólatras de la sociedad. Así ellos mantuvieron sus vestidos blancos y sin mancha. Y es una imagen de pureza, de justicia de carácter.
Así para tener la justicia de Cristo, para tener verdadera santidad, debemos desvestirnos de nuestras propias vestiduras de justicia. No solo de las que sabemos que son vestiduras de pecado, sino también de las que aparentemente se ven bien porque son las de nuestra propia justicia.
Así que Jesús dice: «Tráeme tu pobreza, tu vacío, tu necesidad, y recibe a cambio Mi gran tesoro y riqueza, recibe la vestidura que tengo para ti para que tu desnudez no se descubra».
En los últimos días en esta serie hemos estado hablando acerca de la venida de Cristo, de la llegada de Cristo a la tierra. Y hemos recordado que cuando Él regrese, Su luz, Su santidad brillará sobre nuestras vidas, y quedará expuesto lo que verdaderamente hay dentro de nosotras. ¿Habrá allí pureza? ¿Cuándo quedes expuesta ante esa luz, estarás vestida en Su justicia, o te verás espiritualmente desnuda, sin vestido alguno porque no te has puesto la virtud y la justicia de Cristo?
De modo que, «compra de Mí oro refinado por el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas para que así la vergüenza de tu desnudez no se descubra»; y entonces una tercera cosa para comprar: Colirio para los ojos.
Esto formaba parte de la cultura en Laodicea, y era un polvo hecho de una roca pulverizada que se untaba en los párpados. Y se les había enseñado que ese ungüento curaba los defectos de los ojos. Y ellos eran famosos por esto. Lo exportaban.
Y Jesús les dice: «Tú piensas que puedes ver, pero realmente estás ciego espiritualmente. Ven a Mí y recibe discernimiento espiritual. Recibe visión espiritual. Recibe percepción y conocimiento espiritual».
Ahora, para poder recibir Su colirio, tenemos que estar dispuestas a rechazar nuestro propio conocimiento humano, nuestra manera de ver las cosas. Tenemos que estar dispuestas a que Él nos abra los ojos para así poder ver las realidades espirituales, para que podamos ver la verdad acerca de Cristo, acerca de Dios, acerca de las buenas nuevas del evangelio, acerca de nosotras mismas, acerca de nuestras vidas, acerca de nuestras iglesias. El colirio para que realmente podamos ver.
Las personas en el mundo de hoy piensan que son tan inteligentes y creen que son tan sabias, pero están ciegas, son guías ciegos tratando de guiar a los ciegos. Y quiero decirte que un niño pequeño o una anciana o alguien sin educación secundaria que tenga a Cristo, tiene más sabiduría, percepción, y mucho más visión que todos los sabios con un coeficiente intelectual bien alto en el mundo, puestos todos en un conjunto. Si tú tienes a Cristo, Él es la fuente de la sabiduría. Él te da el conocimiento y el entendimiento y la visión, y la habilidad para ver las cosas claramente.
Y quizás tú piensas: «Es que no sé cómo resolver esta situación en mi familia o en mi iglesia. Pídele a Dios entendimiento, percepción, discernimiento, y Él te lo dará.
Solamente puedes encontrar estas cosas por medio de Cristo, verdadera riqueza espiritual, vestidura espiritual y visión espiritual. Es Él quien posee todas las riquezas. Él es el que está vestido de blanco.
Y lo vemos a Él en Apocalipsis capítulo 1, cuyos ojos, todo lo ven y son como llama de fuego. Él posee toda la percepción, toda la sabiduría, toda la visión y la riqueza. Él es todo, Cristo. Así pues, ven a Él. Y compra de Él lo que necesitas para tu pobreza.
Y me encanta ese himno antiguo, y es una invitación que Jesús nos extiende hoy a nosotras:
Venid, pecadores, pobres y necesitados
Débiles y heridos, enfermos y dolidos
Jesús listo está para salvaros,
Lleno de amor, poder y compasión
Venid, sedientos, venid, sed bienvenidos,
La abundancia gratuita de Dios glorificad;
Verdadera fe y verdadero arrepentimiento,
Cada gracia que a vosotros os acerca
Venid, cansados, cargados,
Perdidos y por la caída arruinados
Si os tardáis hasta mejorar,
No vendréis jamás
Vedlo postrado en el huerto
En el suelo yace el Hacedor
En el árbol ensangrentado contempladle;
Pecador, ¿no crees que esto bastará?
¡Ved!, el Dios encarnado ascendido
El mérito de Su sangre declara:
Atreveos a ir a Él, aventuraos por completo,
Que no os lo impida ninguna otra confianza
Que ninguna culpa os detenga,
Ni ningún requerimiento o sueño de idoneidad;
Todo lo que Él requiere
Es ver de Él vuestra necesidad.
Y luego el coro, esta debe ser nuestra respuesta:
Me levantaré y a Jesús iré,
En Sus brazos me acogerá
Los brazos de mi precioso Salvador
Oh, allí diez mil encantos hay. [1]
Escucha, cualquiera de las fuentes de la que estés bebiendo aparte de Cristo, está contaminada. Está sucia. Está corrompida.
Cualquier riqueza que busques aparte de Cristo, nunca te satisfará.
Cualquier vestidura que trates de ponerte que no sea la justicia de Cristo, no es considerada vestidura.
Cualquier colirio que trates de ponerte en los ojos, cualquiera de los libros que trates de leer, donde sea que estés buscando aprender y obtener sabiduría, y discernimiento, si no está basado en Cristo y en el temor del Señor, es necedad. No es sabiduría.
Ven a Cristo y encuentra en Él, no diez mil, sino diez millones de encantos en Cristo y solamente en Él.
Débora: Eres ciega, estás desnuda y eres pobre. Esta no es la clase de mensaje que es popular en estos días, pero si Jesús nos dice estas palabras, debemos tomarlas en cuenta seriamente y Nancy nos ha ayudado a hacer esto.
Este mensaje es parte de la serie, La cura para una fe tibia. Puedes escuchar esta serie o cualquiera de las series anteriores basadas en las cartas a las iglesias de Apocalipsis, visitando nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com.
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