No gastes tu vida, inviértela
Carmen Espaillat: Al pensar en tu agenda para hoy, considera esto que Nancy DeMoss de Wolgemuth nos dice.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Somos responsables de invertir nuestro tiempo, no gastarlo, no quemarlo. Dios nos ha dado un cierto número finito y limitado de minutos, horas y días. Nosotras debemos invertirlos de modo que podamos darle al Señor, más de lo que Él nos encomendó en primer lugar.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Imagina que tu televisor y tu computador tienen un lector de tarjeta de crédito, y que debes pagar para encenderlos. ¿Los encenderías con menos frecuencia?
¿Te has dado cuenta de que estás pagando cada vez que los enciendes? Estás pagando con tu tiempo. Nancy nos hablará más acerca de esto al continuar con la serie titulada, «La instrucción de un padre».
Nancy: Durante …
Carmen Espaillat: Al pensar en tu agenda para hoy, considera esto que Nancy DeMoss de Wolgemuth nos dice.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Somos responsables de invertir nuestro tiempo, no gastarlo, no quemarlo. Dios nos ha dado un cierto número finito y limitado de minutos, horas y días. Nosotras debemos invertirlos de modo que podamos darle al Señor, más de lo que Él nos encomendó en primer lugar.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Imagina que tu televisor y tu computador tienen un lector de tarjeta de crédito, y que debes pagar para encenderlos. ¿Los encenderías con menos frecuencia?
¿Te has dado cuenta de que estás pagando cada vez que los enciendes? Estás pagando con tu tiempo. Nancy nos hablará más acerca de esto al continuar con la serie titulada, «La instrucción de un padre».
Nancy: Durante esta serie he estado tratando de compartir con ustedes el consejo y la instrucción que recibí de mis padres durante los primeros 21 años de mi vida, antes de que mi papá se reuniera con el Señor. Ha sido un gozo tan grande para mí poder reflexionar en esas enseñanzas, pues he estado sin mi papá más tiempo del que pasé a su lado.
Yo estoy pensando en cuántos de estos principios básicos y fundamentales que él demostró, y nos enseñó a medida que crecíamos, el impacto que estos han tenido en mi vida, y las bendiciones que he cosechado por seguir el consejo de mi papá. Desearía haber escuchado más. Desearía tener más. Por la gracia de Dios, sí escuché la mayor parte del consejo de mi papá, en algunos casos temprano y en otros más tarde. ¡Ahora estoy cosechando y disfrutando!
Le dije a alguien que cumple años, hoy es su cumpleaños número 40 y le dije: «Te van a encantar los 40». Ahora, no es que no haya cosas difíciles y cosas que te gustaría que fueran diferentes, pero hay un gozo tan grande que estoy cosechando como resultado de muchos años de sembrar semillas, de escuchar la instrucción, de recibir el consejo, de escoger obedecer al Señor, de dejar que su gracia obre en mi vida. Ahora estoy viendo el fruto y anticipo más fruto por el resto de mi vida por la gracia de Dios.
Hay una cosa que mi papá, y de nuevo, esto él lo modeló y se tejió en su vida y lo enseñó a nuestra familia, y hoy quiero hablar de ello. Yo lo diría de esta forma: No gastes tu vida. Inviértela. Por supuesto, inviértela para la gloria de Dios, no para tus propósitos egoístas ni para tus intereses.
Mi papá tenía una convicción muy fuerte que provenía de la Palabra de Dios, de que nada nos pertenece a nosotros, que todo le pertenece a Dios y que somos solo mayordomos de lo que Dios posee, lo que nos ha encomendado por el poco tiempo que estemos aquí en esta tierra. Y un día nos pararemos delante del Señor y daremos cuenta por todo lo que Él nos encomendó. Nuestro tiempo. Nuestras horas. Lo que hagamos con esas horas.
Mi papá sentía que perder el tiempo era algo muy serio. Ahora, él podía divertirse. Él tenía momentos de recreación. Él tenía pasatiempos, pero estos tenían un propósito. Eran intencionales. Una razón por la cual en mi familia no nos suscribíamos a ningún periódico, no teníamos televisión en el tiempo que yo crecía...tú pensarás: ¿Acaso eras Amish? No. Mi papá era un hombre de negocios, y teníamos muchas comodidades. Sin embargo, la TV y el periódico eran comodidades que mi papá sentía que hacían que las personas perdieran mucho tiempo, y él no quería alentar eso.
Si él hubiese estado vivo en estos días de las computadoras y del internet, no sé qué hubiera hecho, pues estos se han convertido en una pérdida de tiempo para muchas personas. Él creía que somos responsables de invertir nuestro tiempo, no gastarlo, no quemarlo. Dios nos ha dado un cierto número finito y limitado de minutos, horas y días. Nosotras debemos invertirlos de modo que podamos darle al Señor, más de lo que Él nos encomendó en primer lugar.
Dios tiene un propósito para nuestras vidas, para nuestros talentos, para la forma en que nos diseñó, el modo en que nos hizo. Somos responsables de hallar ese propósito en nuestras vidas y cumplirlo, no solo andar sin ánimo por la vida, sino decir: «Dios me ha dado esta vida, esta personalidad, estos regalos, estos dones, estas habilidades, este tiempo, estas oportunidades». ¿Cómo puedo invertirlos para la gloria de Dios?
De nuevo, permítanme darles un consejo a aquellas de ustedes que son jóvenes. Es importante que entiendan esto ahora. Quizás no van a entender por qué es tan importante sino hasta que tengan mi edad o quizá sean mayores que yo. Tendemos a pensar que cuando somos jóvenes podemos hacer lo que queramos, podemos divertirnos, hacer lo que sea –y quizás no sean cosas malas– pero puedes pensar que puedes gastar tu vida mientras eres jovencita, mientras estás en tus 20, hasta que tengas responsabilidades familiares.
¡No, no, no, no! Primero, no sabes si vivirás hasta tener mi edad. Cuando estés delante del Señor, si es dentro de una semana, o dentro de un mes a partir de ahora, o dentro de un año o cincuenta años a partir de ahora, vas a tener que rendir cuentas sobre lo que hiciste con lo que Dios te dio. Entonces, invierte tu vida. Encuentra el propósito de Dios en tu vida, y cúmplelo.
Una de las cosas más importantes de las que mi papá nos habló fue de invertir nuestros recursos financieros. Dar. Darle al Señor. Una de las cosas que he descubierto al estudiar este tema, es que a la generación joven de hoy, no se le ha enseñado sobre la importancia de dar.
Bueno, espero cambiar eso en Aviva Nuestros Corazones. Ya lo hemos dicho antes. Lo decimos nuevamente, pues dar material y financieramente de los recursos que Dios te ha confiado, es un reflejo de dónde está nuestro corazón. Y también nos ayuda a mantener nuestro corazón en el lugar correcto.
Si tú quieres guardar tu corazón, si quieres guardar tu corazón en lo relacionado con la eternidad, debes aprender a dar, a dar de forma generosa, a dar de forma regular, de forma sacrificial, a dar de corazón, a dar con alegría, con entusiasmo. Ser una dadora.
No solo gastes tu dinero. Inviértelo. Inviértelo en la eternidad. Inviértelo en el reino de Dios. Inviértelo en las cosas que realmente importan. Jesús dijo, y ciertamente es verdad, que más bienaventurado es dar que recibir.
Mi papá tenía como meta dar al reino de Dios, a la obra del Señor, tanto dinero como pudiera en vida. Él quería dar, y él daba. Él también creía que tú no puedes darle demasiado a Dios. De verdad no puedes, y ¡guau!, he descubierto esto como cierto en mi propia vida. He dado tantas gracias a Dios por la enseñanza de mi papá en esta área. Esta es una de esas áreas donde de verdad he anhelado imitarlo y seguir sus pisadas. Es tan bendecido dar, Dios nos bendice al hacerlo.
Padres, déjenme decirles que lo que ustedes modelen a sus hijos con respecto a esto, es muy importante. En la pared de la cocina de la casa en la que crecí, teníamos un mapa del mundo que tenía una pizarra en los bordes externos. Allí, alrededor de los bordes, poníamos fotografías de misioneros que nuestra familia ayudaba financieramente y por quienes orábamos. Había hilos que iban desde la fotografía hasta el lugar en el mapa en que esos misioneros servían, para que pudiéramos ver dónde estaban. Nosotros orábamos y dábamos. Sabíamos que dar era importante para mis padres, y para nuestra familia.
Eso es algo que yo tomé para mi propia vida. Cuando fui a la universidad, en mis últimos dos años de escuela, según recuerdo, mi mesada era de U$50 mensuales. Estaba tratando de recordar esta mañana. Creo que eso incluía la gasolina, y yo trataba de usar lo mejor posible ese dinero. Recuerdo que eran U$50 al mes.
Recuerdo que trataba de ser muy cuidadosa. De hecho, hace poco encontré un pedazo de papel en el que había anotado cada centavo de lo que gastaba, lo que hacía con el dinero; porque daba apenas recibía el dinero, pero al final de mes, yo quería ver cuánto había ahorrado para poder dar más. Y poder vaciar mi cartera, mi billetera. En ese entonces no tenía estas cuentas de ahorros, ni una casa, ni todas las cosas que acumulamos al hacernos viejos, sino solo un corazón, como el de mis padres, dispuesto a dar.
Después obtuve mi primer trabajo remunerado después de salir de la universidad. Yo recuerdo que mi salario era de U$7,800 al año, y yo creía que eso era muchísimo. Era muchísimo para mí. Aún es mucho para muchas personas. Qué gozo fue cuando el Señor comenzó a confiarme más de sus cosas para poder dar más. Ahora, cuando tenía esos $7,800 al año tenía más cuentas que pagar. Tenía más responsabilidades, pero comencé a esforzarme y a dar más. ¿Podía dar más? ¿Podía vivir con menos?
Tú debes seguir la guía de Dios en esto, pero he descubierto que sigo aprendiendo que nunca puedes darle de más a Dios. Y tengo que compartir contigo que ni una vez durante todos estos años, me ha faltado nada que haya necesitado. Nunca. Ahora, me han faltado algunas cosas que he querido. Pero jamás me ha faltado algo que he necesitado, pues Dios ha prometido que cuando le damos a Él, Él suplirá nuestras necesidades, Filipenses capítulo 4 (v.19).
Aquí está la parte graciosa: Dios ha dicho en 2 Corintios 9:10 que a medida que das, Él multiplicará tu semilla, y multiplicará tu cosecha. Ahora, he dicho eso muchas veces a través de los años, he dicho: «Señor, yo quiero dar todo lo que tú me permitas dar, te pido que a medida que doy, tú me des más para dar, y multipliques la cosecha de justicia que resulta de dar».
Hoy en día, Dios me ha permitido el privilegio de dar mucho más de lo que jamás soñé que me sería posible. He cosechado una bendición enorme en esto.
Hace un tiempo estuve en el proceso de comprar un lugar para vivir, y después lo estuve amueblando. Era una necesidad, debía hacerlo, pero en realidad considero esas cosas como una distracción, y algo que me preocupaba era gastar todo ese dinero para mí. Ahora, quiero que sea para la gloria de Dios. No creo que haya nada de malo en tener un hogar. Ni creo que haya nada malo con amueblar un hogar, pero hay una línea muy fina en solo querer cosas para nosotras.
Es por eso que tengo cuidado de no mirar los catálogos más tiempo del necesario. Y por eso busco mantenerme fuera de los centros comerciales lo más que me sea posible. No es porque no me guste, sino porque me gusta. Estoy muy contenta con las cosas que tengo, hasta que miro las que no tengo y aquellas que otros piensan que necesito. Mi closet está bien hasta que miro las nuevas modas.
Es tan fácil que las cosas atrapen nuestro corazón y permitir que esas cosas controlen nuestro corazón. La forma en la que yo lucho contra eso, y la forma en la que la Palabra de Dios nos reta a lidiar con eso, es a través de un estilo de vida dadivoso. Dar de forma regular, dar con gozo, dar sacrificialmente. ¿Qué sabemos la mayoría de nosotras acerca de eso? No mucho. Pues aún después de dar mucho, aún nos queda mucho a la mayoría de nosotras.
Mientras estudio la Escritura, veo este tema muchas veces. Permíteme leerte, por ejemplo, en Proverbios capítulo 3, versículos 9 y 10: «Honra al Señor con tus riquezas.» Hónralo. Complácelo con eso. Glorifícalo con lo que hagas con tus riquezas. «Y con los primeros frutos de tus cosechas».
La costumbre en el Antiguo Testamento, la práctica judía del Antiguo Testamento, era dar los primeros frutos de la cosecha antes de saber si la cosecha sería grande. Era un asunto de fe. Dale a Dios la primera parte. Mi papá solía retarnos. Dale a Dios la primera parte de tu día. Dale a Dios la primera parte de tus ingresos. Dale primero a Dios su parte.
Ahora, los judíos no solamente daban un diezmo, lo que sabemos que es un 10 por ciento. Al estudiar el Antiguo Testamento, te vas a dar cuenta de que había un número de diferentes ofrendas y diezmos que los judíos tenían que dar. Un total de 23,5 por ciento, si entiendo bien, de sus ingresos eran para la obra del Señor.
Hoy en día tenemos un gran debate sobre si hay diezmo en el Nuevo Testamento o no. ¿Tenemos que diezmar si estamos bajo la gracia? Saben, tengo una opinión al respecto, sin embargo no la voy a dar. Lo que sí les voy a decir es que si tú vives según el Nuevo Pacto de la gracia de Dios, para mí sería impensable darle al Señor menos del 10 por ciento de lo que tenemos.
¿Qué nos dice Proverbios? «Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.» (3:9-10).
Eso no necesariamente significa, si lo ves a la luz de otras escrituras sobre el dar en la vida cristiana, que vas a ser millonaria si tú das mucho dinero a la obra del Señor. Lo que sí dice, es que el Señor te sustentará, que serás bendecida, y que Dios multiplicará sus bendiciones en tu vida de modos que no podrías imaginar. Él quizás lo haga de forma material, y creo que en muchos casos Él lo hace. Él quizá lo haga de otra manera. Serás rica espiritualmente de seguro, al invertir tus recursos económicos en el reino de Cristo.
Proverbios 22:9 dice así: «El generoso será bendito, porque da de su pan al pobre.»
Proverbios 28:27 dice: «El que da al pobre no pasará necesidad, pero el que cierra sus ojos (no se da cuenta de la necesidad a su alrededor) tendrá muchas maldiciones.»
Proverbios capítulo 11, versículo 24, me encanta este versículo, dice: «Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quien retiene lo que es justo, solo para venir a menos.» ¿Ves? La economía de Dios es justo lo opuesto a la nuestra.
Una vez tuve un contable que me dijo mientras miraba mi reporte de impuestos. «No podemos comprender cómo después de haber dado lo que has dado, tienes lo que tienes». Yo tampoco podía entenderlo. No soy buena en matemáticas. Eso es lo que los contadores deben hacer.
Pero sabes, la matemática de Dios funciona diferente a la nuestra. Una y otra vez, cuando yo estoy dispuesta a dar libremente, veo que Dios me lo devuelve de maneras que son por mucho, más significativas que el dinero, en forma de bendiciones de Dios en las relaciones, en el ministerio, en la paz de mi corazón, de tantas maneras.
Aun así, ha habido veces en las que me he visto tentada a retener, a no dar. En los últimos años, a medida que la economía ha sufrido golpes significativos, ha generado una reacción en muchos creyentes. El dar, ha decrecido en muchos ministerios. No es porque no tengamos el dinero. Es porque estamos asustadas y nos aferramos a él.
Estamos pensando más en nuestros fondos de retiro que lo que estamos pensando en el reino de Dios y la eternidad. Yo he enfrentado esta tentación en los últimos años, donde he deseado retener solo un poco para tener más seguridad. Escucha, cada vez que retienes lo de Dios estás siendo insegura.
Si pones la confianza en tus ahorros, en tu cuenta bancaria, en tu fondo de retiro, en tu salario o en el salario de tu esposo para satisfacer tus necesidades cuando envejezcas, estás siendo necia. Eres insegura. Tú no tienes garantía de que tendrás ninguna de esas cosas. Pero si estás ahorrando en el Señor, y dando de acuerdo a su Espíritu Santo, con los motivos correctos bíblicamente, tus necesidades serán satisfechas. Así funciona. Tú cosechas lo que siembras.
Algunas de ustedes están asustadas por la vejez y de cómo se van a sustentar. Sé que las mujeres solteras o viudas frecuentemente tienen estos temores. Déjame decirte que si tú hoy estás invirtiendo en las viudas, como las Escrituras dicen que deberías, con el ingreso que Dios te ha dado, tus padres y otros, Dios se asegurará de que cuando tú estés en esa posición, tus necesidades sean satisfechas. Dirás, eso requiere fe, es cierto, eso requiere fe. Si Dios muere, esto no funcionará, o si el deja su trono, esto no funcionará, pero eso nunca sucederá.
Te voy a decir esto, y quizá ya me lo has escuchado decir antes. Dios es tan capaz de proveer, que si Él necesita, y quiere y decide (Dios no necesita hacer nada), pero si Dios elige y decide hacerlo, y tú eres Elías ahí cerca del arroyo y el arroyo se seca, y no queda nada para comer y hay una hambruna y una sequía en la tierra, Dios envió cuervos, aves para que le llevaran comida a Elías.
Tú dirás, «eso fue en el Antiguo Testamento». Bueno, Dios no ha cambiado. Si eso es lo que se necesita para suplir tu necesidad en el tiempo de sequía, Dios puede hacer eso. Yo quiero decirte esto: No tengo duda de que si eso es lo que se necesita, eso es lo que Dios hará.
Mira, yo creo que nosotras limitamos a Dios por buscar por nosotras mismas las soluciones y cómo deben ser las cosas. Si yo estoy dando tanto, tengo que poder saber cómo sucederán las cosas. Pero no estamos caminando por fe, entonces jamás veremos lo que Dios puede hacer si le damos la oportunidad.
Mi papá solo nos recordaba que nuestro trabajo no es nuestro proveedor. Tu pareja algún día, no será tu proveedor principal. Dios es tu proveedor. Míralo a Él , y si tú crees que Dios de verdad es el dueño de todo, entonces lo que Dios te ha confiado, no te aferres, suelta eso, déjalo ir. Da generosamente, da con felicidad, da de todo corazón. Da con alegría como dice 2 Corintios.
¿Sabes por qué sé un poco acerca de este tipo de dar? Porque tuve un papá que vivió de ese modo, un papá que dio de esa manera. Él solía decir: «Da mientras estés con vida, para que puedas saber a dónde irá ese dinero». Él no quería aferrarse a él. Él quería deshacerse de él. Él querría haberlo podido hacer en vida. Él no sabía que moriría tan joven pero esa era su meta: Dar, dar y dar.
Al hacerlo, no significa que no tendrás momentos de pérdida, momentos duros. Job los tuvo. Él perdió todo en un punto de su vida. Pero te diré esto: Si tienes al Señor, si estás rindiendo tu vida a Él, entonces tienes todo lo que necesitas. Y en Él y por Él tendrás todo lo que necesitas materialmente.
Te quiero retar, donde sea que te encuentres en este asunto de dar, a pedirle a Dios que te permita estar en un nivel más profundo de fe, un nivel más profundo de rendición. Yo quiero decirte que creo que hay aspectos de tu vida cristiana que van a crecer, a abrirse y a florecer a medida que tú te adentras y profundizas en toda esta área de dar.
Pablo les dijo a los Filipenses: «Estoy agradecido de que ustedes nos enviaran una donación para apoyar el ministerio. No porque nos hiciera falta, sino porque ustedes necesitaban darlo y porque estoy emocionado», Pablo dice, «por los beneficios espirituales que van a aumentar en su cuenta pues han obedecido a Dios en dar». (Filipenses 4:4.17 parafraseado)
Así que primero da a tu iglesia local, y luego, da en la medida en que Dios lo pone en tu corazón y te bendice. Deuteronomio 16:17, «cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado.» ¿Estás dando tanto? ¿Lo que das refleja lo que Dios te ha dado? Según Dios te ha bendecido da para las necesidades de los pobres y los huérfanos y las viudas. Da a la obra del Señor y al reino de Cristo, para ministerios que Dios ha utilizado para tocarte, bendecirte y enseñarte.
En Malaquías 3.9 –leí esta mañana– Dios dice: Toda la nación me está robando. No lo hagan. Si van a robar, no le roben a Dios. Dios dice: pruébame, da y mira si no puedo multiplicar mi bendición para ti en formas que son más grandes de lo que tú puedes contar o medir (Malaquías 3.10, parafraseado).
Señor, estoy aquí sentada pensando en el enorme regalo que nos has dado en el Señor Jesús quien aunque era rico, por nuestro bienestar, se hizo pobre para que a través de su pobreza, nosotras llegáramos ser ricas. Señor, yo solo quiero agradecerte por tu corazón generoso, dadivoso que no escatimaste a tu propio hijo sino que lo diste libremente por nosotras.
Señor, yo quiero vivir un estilo de vida dadivoso, quiero reflejar tu corazón dadivoso. Yo quiero dar, dar y dar. No importa cuánto pueda llegar a dar, nunca podré pagarte lo que tú has hecho por mí. Nunca podría acercarme a dar del modo en que tú me diste a mí.
Entonces Señor, haznos dadoras, que podamos reflejar tu corazón y tu gloria, tu corazón dadivoso a este mundo que es tan egoísta y se aferra tan fuertemente a las cosas materiales. Ayúdanos a mostrar un camino diferente, un mejor camino, el camino de dar. Yo oro en el nombre de Jesús, amén.
Carmen: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth hablando acerca de invertir tu vida, y el gozo de dar. Espero que el programa de hoy te haya inspirado a reflexionar sobre preguntas como: ¿Estoy invirtiendo en lo que realmente importa? ¿Estoy apoyando a mi iglesia local?
Y si ya estás apoyando a tu iglesia local, ¿orarías acerca de invertir en Aviva Nuestros Corazones? Tu donación hace posible que produzcamos recursos para la edificación muchas mujeres, y para animarlas a acercarse a Cristo. Hace poco escuchamos de una mujer que ha sido edificada con uno de nuestros recursos. Ella nos compartió lo siguiente,
Eva:
Hola, mi nombre es Eva Uría. Yo conocí el ministerio de Aviva Nuestros Corazones a través de una amiga el año pasado, cuando después de 25 años decidí renunciar a mi trabajo en el área de tecnología. Tenía una buena posición en el tema de tecnología, pero de pronto hice una pausa, me sentía cansada, me sentía intoxicada. Soy esposa de pastor y también lo vi a él muy cargado por tantas actividades. De pronto conocí el ministerio, iniciamos el curso de En busca de Dios que ha sido un gran tema de avivamiento para mi corazón. El Señor me ha hablado directamente, ha limpiado mi vida, me ha enseñado que lo más importante es buscarle, tener este tiempo de intimidad con Dios, profundizar en la Escritura, pasar un tiempo de oración, escuchar Su voz y saber que Él lo que busca es nuestra obediencia y nuestra dependencia de Él; que Él tiene planes maravillosos que exceden nuestras expectativas. Él abre oportunidades cuando estamos dispuestos a dejarle el control y Él bendice. Bendice nuestra obediencia, el que seamos agradecidos por ese don inapreciable que nos dio de la salvación, y derrama bendición con todas las personas que están a nuestro alrededor. Mujer Verdadera me ha enseñado a través de sus herramientas no solo de libros sino a través de la aplicación y de los programas, los audios, los videos que sí es posible tener un gozo que sobrepasa cualquier circunstancia y una paz que nos da a pesar de cualquier situación que estemos viviendo. Eso es Aviva Nuestros Corazones. Gracias.
Carmen: Te animo a conseguir tu copia del libro de estudio, «En busca de Dios», en tu librería cristiana favorita. Aprovecha el inicio de un nuevo año para reunir un grupo de mujeres y estudiarlo juntas. Y más importante aún, buscar a Dios juntas.
Nancy: Qué gozo tan grande es ver cómo Dios transforma las vidas de las personas por el poder de Su verdad. Gracias Eva por compartir tu testimonio. Estoy tan agradecida por la forma en la que el Señor decide usar Aviva Nuestros Corazones. Y también estoy muy agradecida por todos aquellos que dan para hacer que este ministerio sea posible.
Día tras día tengo el gozo de apuntar a las mujeres a Cristo. Y día tras día soy bendecida al escuchar de vidas que están siendo transformadas por el poder del Espíritu de Dios obrando a través de este ministerio.
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Cada vez que celebras un cumpleaños recuerdas que la vida es corta. ¿Estás haciendo que hoy cuente? Escucha el programa de mañana, y juntas reflexionemos en esta pregunta tan importante.
Agradecidas a Dios por un año más juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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