Ninguna situación está desprovista de esperanza
Annamarie Sauter: ¿Has llegado al punto donde te das por vencida? Con nosotras Sharon Jaynes.
Sharon Jaynes: Creo que muchas veces en nuestras vidas nos sentimos desesperanzadas, y simplemente nos damos por vencidas. No nos quedamos el tiempo suficiente incluso para renovar fuerzas. No nos quedamos para ver a Dios hacer una obra portentosa y milagrosa.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Una de nuestras grandes cargas aquí en Aviva Nuestros Corazones es ayudar a las mujeres a experimentar libertad en Cristo. Y hoy en día hay tantas mujeres en nuestras iglesias –creciendo en hogares cristianos e iglesias evangélicas– que no han experimentado libertad.
Jesús dijo, «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32). Así que si no hemos experimentado libertad, es porque hemos creído cosas que no son verdad. Y nuestra invitada …
Annamarie Sauter: ¿Has llegado al punto donde te das por vencida? Con nosotras Sharon Jaynes.
Sharon Jaynes: Creo que muchas veces en nuestras vidas nos sentimos desesperanzadas, y simplemente nos damos por vencidas. No nos quedamos el tiempo suficiente incluso para renovar fuerzas. No nos quedamos para ver a Dios hacer una obra portentosa y milagrosa.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Una de nuestras grandes cargas aquí en Aviva Nuestros Corazones es ayudar a las mujeres a experimentar libertad en Cristo. Y hoy en día hay tantas mujeres en nuestras iglesias –creciendo en hogares cristianos e iglesias evangélicas– que no han experimentado libertad.
Jesús dijo, «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32). Así que si no hemos experimentado libertad, es porque hemos creído cosas que no son verdad. Y nuestra invitada para esta serie nos ha estado ayudando a pensar en esto.
Sharon Jaynes es esposa y madre. Hemos sido amigas por varios años. También ha escrito muchos libros. El libro del que hemos estado hablando en estos días, se titula, I’m Not Good Enough… and Other Lies Women Tell Themselves (en español sería, No soy lo suficientemente buena… y otras mentiras que las mujeres se dicen a sí mismas). Sharon, gracias de nuevo por estar con nosotras en este programa.
Sharon: Gracias, Nancy. Me encanta estar aquí contigo.
Nancy: Gracias a tí. Pienso que nuestros corazones laten al unísono porque ambas hemos sido llamadas a escribir libros sobre mentiras que las mujeres creen y mentiras que las mujeres se dicen a sí mismas. Es algo tan sutil, engañoso y dañino…y muy peligroso. Realmente, identificar las mentiras y hablar verdad a nuestros corazones es clave para ser libres.
Hemos estado hablando en los últimos dos episodios acerca de lo que son algunas de estas mentiras que las mujeres nos decimos a nosotras mismas. El día de hoy queremos ver un poco más sobre esto, y la cantidad de mentiras es grande. Al final de tu libro, Sharon, hiciste una lista de 72 de ellas, junto con las citas bíblicas correspondientes sobre la verdad que arroja luz sobre esas mentiras.
Estamos hablando sobre la categoría más importante de mentiras. Una mentira que es muy común es la de «yo sería feliz si…» o «yo sería feliz si tan solo…», y puedes llenar el espacio en blanco. Cuando piensas en algunas de las mujeres con las que has hablado, ¿cuáles son las cosas en las que ellas piensan que llenarían ese espacio en blanco?
Sharon: «Yo sería feliz si estuviera casada», esa es la principal. Sorprendentemente, la segunda es, «yo sería feliz si no estuviera casada» o «si estuviera casada con alguien diferente».
Definitivamente muchas de ellas quieren estar casadas con alguien diferente. Esas son dos caras de la misma moneda: «Yo sería feliz si estuviera casada» y «yo sería feliz si estuviera casada con otra persona».
«Yo sería feliz si tuviera un hijo» y «yo sería feliz si tuviera más hijos», son otras de ellas.
Nancy: O en algunos casos, «yo sería feliz si tuviera menos hijos».
Sharon: Absolutamente. «Yo sería feliz si tuviera un trabajo diferente, si tuviera una casa diferente, si tuviera…», (cualquiera que sea la última cosa que vimos en la televisión). ¿Sabes qué? Los publicistas se aprovechan de eso. Se aprovechan del hecho de que pueden causar descontento mostrándote varias cosas en sus comerciales.
Pero, volvamos a las mentiras. Por ejemplo, «yo sería feliz si tuviera más hijos» o «si tuviera hijos». Sabes, ese fue un problema para mí –en todos los aspectos. Yo quería hijos. Y tuvimos a Stephen –tuvimos un hijo. Y yo quería una casa llena de hijos, pero no podíamos tener más. Experimentamos la infertilidad por muchos años.
Luego concebimos de nuevo, pero lo perdimos. Realmente luché con ese pensamiento de, «quiero más hijos. Yo sería feliz si tuviera más hijos». Y Dios finalmente tuvo mi atención y dijo, «esto es lo que tengo planeado para ti. Yo tengo un plan para ti y parte de eso es esto».
Aprendí a dejar de decir, «¿por qué a mí?», y comencé a decir «¿ahora qué sigue? Esto es lo que me has dado, Señor, ¿qué es lo que quieres que haga con esto?» Aprendí no solo a estar contenta, sino a regocijarme –a ver lo que Dios tiene reservado para mí.
Y creo que esto también es verdad para aquellas mujeres que no están casadas. Si eso no es lo que Dios tiene planeado para ti, debes dejar de decir, «¿por qué a mí?» Y comenzar a decir, «¿ahora qué sigue? ¿Qué quieres que haga con mi vida ahora, Señor?» La idea de tener hijos o no tener hijos es realmente algo que oprime, que causa dolor en los corazones de las mujeres.
Nancy: Para muchas mujeres este es un problema relevante y muy doloroso. Y estamos tocando este tema rápidamente aquí. Sharon, dices que viviste años de infertilidad y luego un aborto espontáneo. Para ti, eso fue años atrás. Pero tenemos oyentes que justo ahora están pasando por esto. Cada mes viene ese doloroso recordatorio de que de nuevo no estás embarazada, de que no puedes tener un hijo. Tus amigas están teniendo hijos y baby showers y experimentando ese gozo.
Y existe ese sentimiento de dolor, ese sentimiento desgarrador de que si mi vida fuera diferente, yo realmente podría ser feliz. De que, si tan solo pudiera tener eso que anhelo, o dejar de tener eso que no quiero, sería feliz.
Y los pensamientos que tenemos tienen consecuencias. Si pudieras volver atrás, Sharon, a esos primeros años cuando anhelabas un hijo y tu mente te decía, «yo podría ser feliz si pudiéramos tener otro hijo». Si pudieras volver atrás, ¿cómo repercutió esto en tu vida? ¿Cómo crees que repercute esto en la vida de una mujer joven?
Sharon: Yo creo, Nancy, que aún tendría el deseo. No estoy diciendo que ese anhelo desaparece. Me refiero a que, pensar, «está bien, no voy a tener hijos», no cambia la situación. Creo que los pensamientos que tuve pudieron ser diferentes. Realmente lo que estaba pensando era, «Dios no me ama. Dios no se preocupa por mí. A Dios no le importan mis sueños. Dios cree que no soy una buena madre».
Nancy: Quizás, «¿Dios me está castigando?»
Sharon: Sí, Dios me está castigando. Confesé todo lo que podía venir a mi mente. Hasta hice una lista. Y eso es lo que cambiaría: mi perspectiva de cómo Dios me veía. Esa parte pudo ser diferente. Pero el deseo de tener hijos, eso no lo cambiaría.
Nancy: Bueno, no es un pecado tener anhelos insatisfechos. Todas nosotras los tenemos, y de este lado del cielo siempre los tendremos. Lo que se convierte en pecado es cuando hacemos un dios de esos anhelos insatisfechos, y llegamos a ser exigentes y decimos, «tengo que tener esto para estar completa, para ser feliz». Para algunas mujeres no es solo el deseo de un hijo o de un esposo, para las que tienen hijos o esposo puede ser el anhelo de que ese hijo sea diferente o que ese esposo se comporte diferente.
Tal vez tengan un hijo pródigo o un esposo pródigo, y tienen este doloroso deseo en su corazón, «si tan solo mi hijo fuera diferente. Si mi hijo se arrepintiera. Si mi esposo cambiara…entonces yo sería feliz. ¿Por qué Dios me hace esto a mí? ¿Qué he hecho mal? Dios me está castigando».
De este modo, cuando tomamos estos anhelos insatisfechos y acusamos a Dios de maldad –en lugar de ver lo amoroso, tierno, bueno, o compasivo que es Él– ahí es cuando nos volvemos esclavas de las mentiras.
Sharon: Así es. Ahí es cuando debemos detenernos y examinar nuestros pensamientos. Y preguntarnos si nuestros pensamientos son erróneos o si son bíblicos. Y si vamos a las Escrituras, veremos cómo otras personas manejaron estas misma situaciones. La conclusión, Nancy, es que, número 1, nosotras no conocemos la mente de Dios.
Nancy: Repite eso de nuevo porque eso es importante.
Sharon: Nosotras no conocemos la mente de Dios.
No lo citaré textualmente, pero el Dr. James Dobson dijo en uno de sus libros que para un hombre tratar de descifrar la mente de Dios es como para una ameba intentar descifrar el cerebro humano. Nosotras simplemente no podemos hacerlo. Y Él sabe lo que es mejor para nosotras.
La conclusión es: Dios es bueno y Dios sabe lo que es mejor para nosotras. Si Él nos está reteniendo algún anhelo de nuestro corazón, existe una buena razón para eso. Nosotras nunca lo vamos a entender y no necesitamos entenderlo.
Recuerdo cuando mi hijo tenía casi dos años y medio y tenía una gripe. Él estaba deshidratado, así que lo llevé al doctor y nos dijeron que teníamos que llevarlo al hospital inmediatamente. Lo llevamos al hospital. Las enfermeras lo estaban atendiendo y él estaba llorando. Le estaban poniendo un fluido intravenoso para pasarle líquidos rápidamente.
Él estaba llorando y yo estaba apoyada contra la pared llorando también. Hasta las enfermeras estaban llorando. Y él me decía: «Mamá, ayúdame. Me están lastimando. Diles que se detengan». Y yo dije, «Stephen, hijo, te están ayudando. Ellas están tratando de salvarte».
Pero no había forma de que un niño de dos años y medio comprendiera esto. Yo estaba recostada de la pared y tenía esta sensación abrumadora de que Dios me estaba hablando y diciendo, «Sharon, así es mi relación contigo algunas veces. Te veo a través de las dificultades y dices, “Dios, Tú no me amas. Tú no te preocupas por mí. Si eres Tú quien está haciendo esto, detente”. Pero Yo sé que lo que está pasando en tu vida es por tu bien. Está purificándote como el oro. Está moldeándote a la imagen de Mi Hijo. Es necesario para ti. Es para hacerte bien». Pero yo lloraba como lo hacía Stephen, porque Él no me entendía.
La conclusión es que Dios es bueno y hace lo que necesita hacer para moldearnos conforme a la imagen de Cristo, la imagen de Su Hijo.
Nancy: Y a final de cuentas, la pregunta es, ¿realmente confío en que Dios es Dios? ¿Creo que Él es quien dice ser? ¿Creo que Él es bueno y que siempre está obrando para cumplir Su voluntad y Sus propósitos? ¿Que Él puede incluso vencer lo malo, lo caído, lo roto en este mundo y en nuestras vidas y circunstancias, y que Él puede finalmente ser glorificado a través de esto?
¿Confío en Él y creo estas cosas? O yo soy mi propio dios y digo, «esta es la manera en que yo escribiría mi historia. Yo lo haría diferente».
Sharon: Eso fue lo que Satanás le dijo a Eva en el huerto; que si comía del árbol entonces sería como Dios. Básicamente le dijo que podía tener el control, y que podía ser su propio dios. Es la misma mentira básica.
Pero, ¿sabes qué, Nancy? Nosotras podemos llenar ese espacio en blanco, «yo sería feliz si…», pero la realidad es que solo existe una cosa, una Persona que nos hará felices; y esta es una relación personal y permanente con Jesuscristo.
Si estamos buscando alguna otra cosa, estamos yendo a saciar nuestra sed a la fuente equivocada y permaneceremos sedientas. Nosotras no podremos encontrar felicidad en otra persona o en otra cosa.
Y sí, mi esposo me hace feliz. Tenemos momentos de alegría. Pero si mi relación con él se basa en que me haga una persona feliz, entonces me debo preparar para la desilusión.
Y lo mismo sucede con las madres y sus hijos. Si esperas que tus hijos sean exactamente como tú quieres, te vas a desilusionar. Tu contentamiento y tu gozo deben venir de una relación con Jesús.
Y eso es lo que hace que otras alegrías en nuestras vidas sean mejores. Eso hace que nuestra relación con nuestro esposo sea mejor, que él no tenga que ser la única fuente de mi felicidad. Él puede ser feliz y yo no tengo que obligarlo a hacerme feliz.
Nancy: A propósito, cuando él se siente libre de las expectativas de su esposa, muy a menudo él querrá hacer todo lo que esté a su alcance para hacerla feliz.
Sharon: Y sabemos Nancy, que hay tiempos de dificultad económica. Muchas personas dicen, «si yo tuviera más dinero podría ser feliz». Pero estudios muestran que el dinero compra la felicidad hasta cierto punto. Lo que ellos han demostrado es que después de cierta cantidad, no hay una correlación entre la felicidad y el dinero. Así que tampoco es el dinero lo que nos hará felices.
Nancy: Si estamos enfocadas en algo o en alguien más que no sea Dios para satisfacer los anhelos más profundos de nuestros corazones, estaremos dándole entrada a otra mentira de las que hablas en tú libro; y esta es: «Mi vida no tiene esperanza».
Sharon: Hoy en día vemos mucho esto. Creo que esa es la razón del aumento de la tasa de suicidios que hemos visto en nuestro país.
Nancy: Mucha desesperación y depresión.
Sharon: El suicidio realmente se trata de tomar la decisión de que la vida no tiene esperanza. Es una decisión permanente para un problema temporal. Pero cuando vemos todas las cosas a través de las Escrituras, nos damos cuenta de que no hay una circunstancia para la que no haya esperanza.
Incluso vemos al profeta Ezequiel ir a una montaña de huesos secos –y nada puede ser más desesperante que eso– y aun así, Ezequiel les habla a los huesos secos. Dios le manda profetizar a los huesos, y Dios entonces los cubre de músculos, de tendones y de piel; y levanta los huesos muertos para formar un ejército. ¡Solo Dios puede hacer esto!
Ahora, si Dios puede hacerlo, si Él puede levantar huesos secos y hacer un ejército de ellos, entonces Él puede encargarse de nuestros problemas. Solo que algunas veces no esperamos lo suficiente.
Y esta es una respuesta real, bíblica y espiritual. Pero, déjame darte un ejemplo muy práctico. Mi esposo, mi hijo y yo estábamos viendo un juego de baloncesto de la Universidad de Carolina del Norte, la universidad a la que mi esposo y yo asistimos. Mientras nuestro equipo jugaba nosotros los animábamos.
Jugaban contra la Universidad de Carolina del Sur, quienes llevaban dieciséis puntos más en medio de la segunda mitad. Nuestro equipo iba perdiendo y sabíamos que íbamos a perder. Estábamos algo cansados y era tarde. Así que dijimos, «estamos cansados. Ellos se ven cansados. Vamos a dormir. Perdimos».
A la mañana siguiente nos levantamos y leímos que el equipo tuvo una recuperación increíble en los últimos minutos del juego, y ganaron por diez puntos.
Nancy: Siendo graduada de la Universidad de Carolina del Sur me entristece escuchar eso.
Sharon: Pero eso fue lo que pasó. Y cuando lo leí, pensé, «no puedo creer que me haya perdido esto». Entonces Dios empezó a traer esto a mi mente, «ha pasado antes, Sharon. Te has dado por vencida demasiado pronto. No te quedaste. Si te hubieras quedado, habrías visto una transformación impresionante».
Y siento que muchas veces en nuestras vidas nos sentimos desesperanzadas, y simplemente nos damos por vencidas. No nos quedamos el tiempo suficiente incluso para renovar las fuerzas. No nos quedamos para ver a Dios hacer Su obra poderosa. Las personas se divorcian incluso antes de ver lo que Dios puede hacer para restaurar su matrimonio.
Nancy: La palabra para esto en las Escrituras es espera. El Salmo 62:5 dice: «Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza. Solo Él es mi roca y mi salvación, mi refugio, nunca seré sacudido». Espera en el Señor. Aquellos que esperan en Él, dicen las Escrituras, nunca serán decepcionados, nunca serán avergonzados. Pero no nos gusta esperar.
Sharon: Así es, no nos gusta esperar. Piensa en los mensajes instantáneos, por ejemplo. Dejamos de usar el fax porque no era lo suficientemente rápido. Nos desesperamos porque el microondas tarda 30 segundos en calentar. No nos gusta esperar.
Recuerdo haber leído la historia de cuando Moisés subió a la montaña donde Dios hablaría con él, y Moisés esperó siete días. Al séptimo día, Dios le habló. Pensé, «¿podría yo hacer eso? ¿Podría sentarme en total silencio, sola y esperar a que Dios me hablara?» No se si podría. Y pienso que eso es muy contracultural en este mundo apresurado en que vivimos.
No nos gusta esperar por nada, y creo que por eso es que no vemos más obras portentosas y milagros de Dios en nuestras vidas, que no vemos más restauración; y creemos que las cosas ya no tienen remedio, porque ni siquiera le estamos dando tiempo a Dios para trabajar y hacer lo que Él necesita hacer.
Nancy: Ponemos nuestra esperanza en personas, en recursos y en circunstancias, en lugar de ponerla en el Señor y decir: «Señor, no sé cuándo, ni cómo, pero sé que Tú eres Dios y que Tú eres bueno, y que Tú te glorificarás en esta situación».
Sharon: Nancy, esto es algo a lo que podemos aferrarnos hoy mientras oramos por nuestros seres queridos, mientras oramos por los miembros de nuestra familia. No nos demos por vencidas. No nos detengamos.
Mi padre era un hombre malo. Pensar que Dios lo trajera de rodillas y que pudiera convertirlo en uno de los hombres más dulces que he conocido…¡eso fue algo milagroso! Siempre recuerdo el no darme por vencida mientras oro por otras personas.
Nancy: En tu caso, Sharon, Dios finalmente cambió el corazón de tu padre. Pero ese no siempre es el caso. Debemos esperar en el Señor –y yo sé que tenemos algunas oyentes que han estado esperando en el Señor por un largo tiempo– esperando que Dios cambie el corazón de un esposo o el corazón de un padre o el corazón de un hijo o una hija.
Y tenemos que decir que no hay garantía de que las cosas que anhelamos, las cosas que esperamos, vayan necesariamente a suceder.
Sharon: Eso es cierto, Nancy.
En mi caso, por la infertilidad no podré tener más hijos. Pero Dios cambió mi perspectiva. Déjame decirte cómo.
En el Cantar de los Cantares, capítulo 2, versículo 1, el novio está hablándole a la novia. Y un día yo lo estaba leyendo y fue como si Jesús estuviera hablándome. La novia dice, «yo soy la rosa de Sarón». Y Dios allí me detuvo.
Pensé, «¿qué es lo que está diciendo?» Dice, «yo soy la rosa de Sarón». Nancy, mi nombre es Sharon. Así que me levanté y busqué en el diccionario bíblico, y vi que Sarón significaba «valle fértil».
Dios comenzó a mostrarme, «sabes, tu expediente médico tiene un enorme sello rojo que dice infértil, pero Yo quiero que veas hoy que tu nombre para Mí significa valle fértil. Tal vez no tengas una casa llena de hijos como pensabas que tendrías, pero tienes hijos espirituales alrededor de todo el mundo debido al ministerio que Yo te he dado».
¿Lo ves? Él cambia nuestra perspectiva sobre las circunstancias.
Nancy: Exacto. Y cambiar nuestra perspectiva es poner nuestra mirada en Jesús, viendo completamente Su maravilloso rostro, viendo quién es Él, viendo Su misericordia, la misericordia y la gracia de Cristo, y los propósitos eternos de Dios que son mucho más grandes y maravillosos que cualquier historia que nosotras pudiéramos escribir para nuestras propias vidas.
Para que nos demos cuenta de que Dios usa las aflicciones leves y pasajeras (como dice en 2 Corintios 4); y yo sé que a veces no parecen ni leves ni pasajeras, pero Dios las usa para producir en nosotras un peso de gloria cada vez más excelente y eterno.
Así que, mientras hablamos verdad a nuestros corazones, ¿qué tal si también le decimos, «Señor, esta situación, estas circunstancias, esta soltería, mi profundo deseo de estar casada, este matrimonio con este hombre difícil (me gustaría tanto estar casada con un hombre que me ame), esto de ser madre de un hijo pródigo que no regresa, esta infertilidad, el anhelo por un hijo y no ver respuesta a mi anhelo mes tras mes, año tras año…» Y, ¿qué tal si pudiéramos ver estas circunstancias desde una perspectiva divina, desde la perspectiva de la eternidad, y ver que Dios está usando esas mismas circunstancias para equiparnos para cuando vayamos al cielo, para prepararnos para una eternidad de bendiciones, de libertad, de gozo, de plenitud, y de bondades, porque Él ha usado estas cosas para santificarnos y moldearnos a la imagen de Cristo?
He escuchado decir que si supiéramos lo mismo que Dios sabe, escogeríamos hacer Su voluntad. Si viéramos las cosas desde la perspectiva de Dios –y un día será así aunque ahora lo veamos borroso y sombrío– pero ese día lo veremos a Él y veremos Sus propósitos, y miraremos hacia atrás y diremos, «Señor, Tú hiciste todas las cosas bien. Tú eres bueno. Tú no fallas».
Es por eso que durante el corto tiempo que estemos aquí en la tierra –aunque a veces parece una eternidad, pero no lo es, es solo es un suspiro– necesitamos hablarles a nuestros corazones de acuerdo a la verdad, y contrarrestar las mentiras del enemigo que nos esclaviza, con la verdad de la Palabra de Dios que nos hace libres.
Mientras hemos estado hablando recordé una cita del Dr. Martyn Lloyd-Jones, quien fue un gran predicador británico en los años 1900. En un libro clásico que él escribió sobre la depresión, el Dr. Jones habló sobre el Salmo 42 que dice: «¿Por qué te desesperas, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarlo otra vez».
El Dr. Jones comentó: «Yo pienso que debemos hablarnos a nosotros mismos en lugar de escucharnos a nosotros mismos». ¿Te has dado cuenta de que gran parte de nuestra falta de felicidad en nuestras vidas se debe al hecho de que nos escuchamos a nosotras mismas en lugar de hablarnos a nosotras mismas?
Él se refiere a que tienes que dirigirte a ti. Predicarte a ti misma. Decirle a tu alma, «¿por qué te estás dando por vencida? ¿Qué problema te tiene preocupada?» Háblate a ti misma, «espera en Dios, en lugar de quejarte de esta manera tan infeliz».
Luego él dice: «Tú debes seguir acordándote de Dios, quién es Dios y lo que Él ha hecho, lo que se ha comprometido a hacer». Luego, habiendo hecho esto, termina con esta gran observación. «Desafíate a ti misma, desafía al diablo y al mundo entero, y ora lo que el salmista oró en el Salmo 42, «pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!»
Y bueno, gracias Sharon, gracias por escribir tu libro, No soy lo suficientemente buena, y otras mentiras que las mujeres se dicen a sí mismas. Gracias por compartir acerca de tu libro con nosotras estos tres días. Creo que Dios usará estas verdades de las que hemos hablado como medio para traer libertad a las vidas de muchas mujeres.
Sharon: Gracias, Nancy. Ha sido un gozo estar aquí.
Annamarie: Hoy has escuchado la conclusión de la conversación titulada, Mentiras que las mujeres se dicen a sí mismas. Nancy DeMoss Wolgemuth y Sharon Jaynesnos han ayudado a enfocarnos en la verdad. Y tú, ¿dónde fijarás tus ojos?
De acuerdo a la opinión popular, tu sexualidad se trata de ti. Pero Aquel que inventó la intimidad te invita a renovar tu forma de pensar al respecto. ¿Has considerado que tu sexualidad se trata de Dios, de la comunión con Él y de Su gloria?
Acompáñanos el lunes para conocer más acerca de esto, en la próxima serie de Aviva Nuestros Corazones. Y asegúrate de participar activamente en tu iglesia local este fin de semana.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es 2 Corintios capítulos 1 al 4.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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