Nadando en las aguas más profundas y oscuras
Débora: Lisa Dudley conoce en carne propia las consecuencias del aborto.
Lisa Dudley: Empecé a sufrir depresión y ataques de pánico, y tuvieron que medicarme. Nunca había tenido problemas de ese tipo. Lo único que no hice fue intentar suicidarme. Nunca quise quitarme la vida. Pero muchas mujeres llegan al punto en el que ya no quieren vivir más. Es difícil llevar la vida cuando has terminado con la vida de tu propio hijo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 09 de octubre de 2023.
A principios de 1972 se celebró la legalización del aborto en los Estados Unidos por parte de la corte en el caso Roe contra Wade. Esta decisión afectó a incontables mujeres. Nancy tuvo la oportunidad de conversar con una de esas mujeres, Lisa Dudley, quien es nuestra invitada del día de hoy.
Nancy …
Débora: Lisa Dudley conoce en carne propia las consecuencias del aborto.
Lisa Dudley: Empecé a sufrir depresión y ataques de pánico, y tuvieron que medicarme. Nunca había tenido problemas de ese tipo. Lo único que no hice fue intentar suicidarme. Nunca quise quitarme la vida. Pero muchas mujeres llegan al punto en el que ya no quieren vivir más. Es difícil llevar la vida cuando has terminado con la vida de tu propio hijo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 09 de octubre de 2023.
A principios de 1972 se celebró la legalización del aborto en los Estados Unidos por parte de la corte en el caso Roe contra Wade. Esta decisión afectó a incontables mujeres. Nancy tuvo la oportunidad de conversar con una de esas mujeres, Lisa Dudley, quien es nuestra invitada del día de hoy.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Hace un tiempo tuve el privilegio de asistir a un evento organizado por The Justice Foundation (Fundación para la justicia) en Dallas, Texas. Escuché algunas historias extraordinarias, y conocí a algunas personas excepcionales que participan activamente en el movimiento a favor de la vida, el movimiento provida. También pude escuchar algunos testimonios poderosos de mujeres que en el pasado no escogieron la vida y de cómo Dios redimió sus vidas de la destrucción; ahora Él las está usando para animar y llamar a otras a escoger la vida. En ese evento conocí a Lisa Dudley.
Lisa, gracias por sacar el tiempo para estar aquí hoy. Es un gozo para mí darte la bienvenida a Aviva Nuestros Corazones.
Lisa: Muchas gracias, Nancy, y muchas gracias por invitarme. Aprecio la oportunidad de poder compartir mi historia.
Nancy: Lisa, he conocido a muchas mujeres que son tus amigas y que están involucradas en un programa llamado Operation Outcry (Operación Clamor, en español), donde las mujeres cuentan sus historias acerca de las consecuencias devastadoras del aborto. Ustedes afirman: «No vamos a mantenerlo en secreto nunca más. No vamos a ocultarlo. Vamos a dejar que Dios use incluso los errores de nuestro pasado como parte de nuestro mensaje de vida».
Eso es parte de la redención. Dios no solo ha redimido tu vida de ese pasado, sino que ahora te está usando para tocar y bendecir a otras mujeres.
Varias de las mujeres que hemos conocido y con las que hemos hablado, salieron de entornos en los que no conocían al Señor, no tenían familias cristianas y sus familias eran disfuncionales. Y quizás no sea sorprendente que sus vidas tomaran la dirección que tomaron. Pero, Lisa, como tú y yo hemos hablado, tú creciste en un entorno donde estuviste expuesta a las cosas del Señor.
Háblanos un poco de tu entorno familiar.
Lisa: ¡Por supuesto! Nací en una familia maravillosa y con dos padres piadosos. Fui parte de la familia de la iglesia desde el momento en que nací. Mi madre enseñaba en la escuela dominical y era miembro fundador de la iglesia en la que crecí. Participé en todas las actividades durante mi infancia, hasta en el grupo de jóvenes; una educación y una formación realmente maravillosas.
Me casé con un joven que era mi novio desde la secundaria. Pero él tenía algunos problemas y era muy abusivo. Yo nunca había tenido una experiencia así en mi vida. Eso me afectó mucho, es la mejor manera de describirlo. Cada vez que pasas por ese tipo de abuso físico y emocional, eso te transforma.
Salí de ese matrimonio. Me divorcié pero empecé a tomar malas decisiones.
Nancy: Déjame retroceder aquí. ¿Conociste al Señor desde que eras una niña?
Lisa: Sí. Entregué mi vida al Señor cuando tenía ocho años. Puedo recordar haber escuchado la voz de Dios cuando tenía tan solo cuatro años.
Nancy: Así que pasaste un tiempo buscando al Señor y caminando con Él.
Lisa: Absolutamente, sin duda. Incluso di clases en la escuela secundaria. Estuve involucrada en un programa para jóvenes llamado Campus Life. Enseñé en un grupo de estudio bíblico durante la escuela secundaria. Estaba muy cerca del Señor. Pero cuando me alejé de Dios, en ese momento específico de mi vida, empecé a tomar malas decisiones.
Estaba saliendo con un hombre, tenía una relación inmoral con él y no estaba casada.
Nancy: ¿Cuántos años tenías en ese momento?
Lisa: Cuando empecé a salir con él yo tenía entre 22 y 23 años.
Nancy: ¿Tus padres sabían qué tipo de vida llevabas?
Lisa: No, no sabían nada porque yo ya no vivía con ellos. Y para ese tiempo tenía un hijo de mi primer matrimonio, así que vivía por mi cuenta. Mis padres no tenían ni idea de lo que pasaba en mi vida; pero yo estaba haciendo cosas que no debía hacer, y quedé embarazada a los 24 años.
Nancy: ¿Se lo contaste a tus padres?
Lisa: No, absolutamente no.
Nancy: ¿A qué distancia vivías de tus padres?
Lisa: En la misma ciudad, no muy lejos. Yo hablaba con ellos y teníamos una relación muy cercana. Pero mis padres no tenían idea de lo que estaba sucediendo.
Recuerdo que cuando me hice la prueba de embarazo, no lo podía creer. Se lo conté a mi novio, y las primeras palabras que salieron de su boca fueron: «No lo tendrás, ¿cierto?»
Nancy: ¿Eso dijo?
Lisa: Así es. Lo miré, y le dije, «bueno, supongo que no».
Nancy: ¿Qué estaba pasando por tu mente en ese entonces?
Lisa: En realidad, me sorprendió. Por un lado, creo que sabía que él no quería que esto sucediera, así que no me sorprendió en lo absoluto. Pero otra parte de mí sintió esa necesidad de que él diera un paso adelante y dijera: «Todo va a estar bien. Voy a cuidar de ti y voy a cuidar del bebé».
Creo que toda mujer que ha quedado embarazada –no importa si está casada o no– depende de esa protección. La forma en que Dios creó el matrimonio es para que tu esposo esté ahí para apoyarte, que esté ahí para ti. Por supuesto, yo no tuve eso porque, para empezar, no estaba haciendo las cosas bien.
Todas mis amigas me habían dicho: «Lisa, no puedes tener otro hijo sola».
No ganaba mucho dinero. Estaba divorciada. Mis amigas habían abortado y decían: «Si lo haces con menos de doce semanas, no es gran cosa. No es realmente un bebé».
Nancy: ¿En algún momento habías pensado en el aborto?
Lisa: No. No realmente. Eso nunca se me ocurrió.
Nancy: ¿Te habían enseñado algo sobre el aborto mientras crecías, que el aborto está mal…o no te hablaron del tema?
Lisa: No me hablaron del tema. Yo sabía lo que implicaba el aborto, pero creo que tenía el concepto en mi mente de que esto le pasaba a otras mujeres que vivían estilos de vida diferentes. Y por supuesto, para ese momento yo estaba viviendo ese estilo de vida.
Nancy: ¿Habías pasado por esto con alguna de tus amigas que habían abortado?
Lisa: Sí. Cuando estaba en la universidad tuve algunas amigas que habían abortado, pero ellas no querían hablar mucho sobre el tema. Yo simplemente sostenía sus manos durante el proceso, y eso era todo.
Nancy: ¿Acompañaste a una de ellas a abortar?
Lisa: Sí.
Nancy: Así que ya habías estado en una clínica de abortos.
Lisa: Sí. Pero en realidad, era un ginecoobstetra que en ciertos días realizaba abortos, mientras que en otros atendía pacientes. La llevé porque su novio no quería ir con ella. Fue muy duro. Mi amiga pasó varios días sin sentirse bien, y yo la cuidé, pero ella no quería hablar de eso.
Nancy: Y cuando tú estuviste en esa situación, te dijeron que todo saldría bien.
Lisa: Me dijeron: «Ve y aborta. Todo saldrá bien. No es gran cosa».
Así que no sentí que tuviera ningún tipo de apoyo. Y con respecto a mis padres… Me daba mucha vergüenza haber quedado embarazada fuera del matrimonio. La vergüenza era tan grande, por la educación que había recibido, que me aterrorizaba contarles. No sentía que hacerlo fuera una opción correcta.
Nancy: ¿Qué pensaste que pasaría?
Lisa: No sé si fue que me sentiría juzgada o que se enojarían porque los había decepcionado. Ha pasado mucho tiempo, así que no recuerdo exactamente todos los pensamientos que pasaron por mi cabeza. Pero sé que tenía mucho miedo de cómo se lo tomarían mis padres, por ser quienes eran y por cómo me habían educado. Yo sabía que lo que había hecho estaba mal.
Así que caí en las mentiras y me creí todas las mentiras. Cuando comparto mi testimonio públicamente en muchos otros lugares, especialmente en la iglesia, siempre digo: «Recurrí al aborto para encubrir un pecado anterior». Así que utilicé otro pecado para encubrir el primer pecado que había cometido, que fue tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. No debí haber hecho eso.
Nancy: Así es.
Lisa: Y eso trajo consecuencias, quedé embarazada. Entonces, en lugar de decir: «Cometí este error y ahora debo lidiar con las consecuencias de la manera en que Dios esperaría que lo hiciera». Pero recurrí al aborto para ocultar ese pecado.
Nancy: Y eso es lo contrario al arrepentimiento, es decir, tratar con el pecado a la manera de Dios.
Lisa: Exacto.
Nancy: Es interesante que en cada momento Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos y recibir Su gracia. Dios da gracia a los humildes, pero ahí es donde nos enfrentamos a una decisión: hacerlo a nuestra manera o hacerlo a la manera de Dios.
Lisa: Sí. Luché durante mucho tiempo con eso, porque conocía a Dios y Su mano siempre estuvo sobre mí. Incluso a través de los momentos más oscuros de mi vida, cuando no estaba haciendo las cosas a Su manera, Él todavía estaba allí, y pensé: «Dios, ¿por qué no me detuviste?»
Dios nos permite tomar decisiones que Él utilizará más adelante. Y no sabré, hasta que esté en el cielo con Él, todas las respuestas a eso.
Nancy: ¿Estabas consciente en ese momento de la convicción del Espíritu Santo?
Lisa: Sí, la tuve en cuanto llegué a la clínica de abortos. Antes de eso yo estaba aterrada, pero solo traté de enfocarme en: «Tengo que solucionar este problema».
No me permití identificarme con el bebé. Y muchas mujeres que van a realizarse un aborto, no lo hacen. Yo pienso que ninguna mujer quiere abortar.
Nancy: Y como ya tenías un hijo, si te detuviste para pensarlo, tú sabías que tenías un bebé en tu vientre.
Lisa: Sí.
Nancy: Pero no podías permitirte hacer eso.
Lisa: Bueno, cuando me realizaron el aborto tenía 8 semanas de embarazo. Así que lo que me dijeron, no solo en la clínica de abortos sino todos mis amigos, fue que si lo hacía a tiempo, estaba bien.
Y creo que eso era lo que quería escuchar porque realmente estaba muy asustada, y necesitaba que ese problema se solucionara.
Nancy: ¿Fue justo en ese momento en que dijiste, «lo haré»?
Lisa: Realmente no recuerdo. Sé que mis amigos estaban conmigo. Casi no recuerdo ahora cuando llamé para hacer una cita y como todo eso tuvo lugar. No recuerdo todos esos detalles.
Nancy: ¿Había una clínica de abortos en tu área?
Lisa: Sí. La encontré en una guía telefónica. Así que llamé y me citaron para un sábado.
Nancy: ¿Fuiste sola?
Lisa: No. Mi mejor amiga, a la que había acompañado cuando estábamos en la universidad, ahora me acompañaba a mí.
Así que fuimos a esa clínica y era como cualquier otra clínica. Se veía normal. Se hacían los procedimientos normales de admisión, pero cuando llené los papeles, tristemente no los leí con atención. Me tomaron una muestra de orina para confirmar mi embarazo, y luego mi amiga y yo nos sentamos a esperar.
Después de un rato, me llamaron, con otras cinco mujeres, a una habitación que se llamaba «orientación». Una mujer nos habló sobre la salud reproductiva, del control de natalidad, de las enfermedades de transmisión sexual. Pero lo único que nos dijo sobre el aborto fue que solo es una masa de tejido, que es un procedimiento rápido, simple y fácil de 20 minutos, y que nunca tendría que pensar en eso de nuevo.
Luego, ella nos preguntó a cada una de nosotras: «¿Esto es lo que realmente quieres hacer?»
Todas dijimos que sí. Y recuerdo que había una mujer sentada a mi lado –una mujer hispana– que me dijo, «yo ya he tenido cinco hijos y no hay forma de que yo pueda tener otro. No puedo permitirlo, ademas ya he tenido cinco abortos. No es gran cosa».
Eso hizo dos cosas: primero me horrorizó, me dejó sin fuerzas. Yo estaba aterrorizada de estar allí ese día para realizarme un aborto. No puedo imaginar a nadie haciendo eso cinco veces.
Pero lo segundo fue que me confirmó que no era gran cosa.
Me hicieron una sonografía, pero no me dejaron ver la pantalla. Yo le dije que quería ver. Le dije, «por favor. Yo ya he tenido un niño. Me hicieron una sonografía antes. ¿Puedo verlo?»
Ella suspiró y dijo, «está bien».
Así que ella frotó mi estómago de nuevo y apretó algunos botones. Luego giró la pantalla hacia mí, y señaló un punto blanco. Me dijo, «eso es todo. Solo es un punto».
Yo pensé, «está bien, puedo hacerlo».
Yo no vi un bebé y estoy segura de que ella no estaba mostrándome mi bebé. No sé qué tenía ella en la pantalla, pero ella no me estaba mostrando un bebé.
Nancy: Y eso demuestra, una vez más, el engaño en esa industria.
Lisa: Muchas mentiras y engaños en todo momento.
Luego de la sonografía me llevaron a la habitación donde se iba a realizar el procedimiento, y esto fue lo que más me sorprendió: era una habitación diferente a cualquier otra de la clínica. Era oscura y hacía frío. Las ventanas estaban cubiertas.
Me pusieron sobre una mesa de metal y prepararon todo en la habitación, había varias personas ahí. Luego me pusieron una máscara en el rostro para administrarme un medicamento que se suponía que era para relajarme, pero no hacía efecto. Yo estaba aterrada.
Entonces la puerta se abrió de golpe y de un soplo entró el médico que realizaría el aborto. Me quedé boquiabierta porque me di cuenta de que lo conocía. Él era un cliente en la firma de abogados donde yo estaba trabajando en ese momento.
Nancy: ¿Te habrá reconocido?
Lisa: Absolutamente. Él me conocía muy bien, pero no me miró. No revisó la historia clínica ni tampoco me examinó. Él se sentó y empezó el procedimiento.
No voy a entrar en todos los detalles brutales, por las oyentes, pero puedo decirte que fue lo más doloroso que he experimentado en mi vida. Fue horrible, fue una pesadilla.
Y mientras estaba allí recostada, la máquina que utilizaron era muy ruidosa. El procedimiento que me hicieron fue con una especie de aspiradora. Parecía durar una eternidad. Sentí cómo mi cuerpo estaba siendo sacudido violentamente fuera de la mesa, y yo no tenía control sobre lo que estaba pasando. Las lágrimas corrían por todo mi rostro.
Recuerdo el momento en que estaba acostada sobre esa mesa y clamé a Dios, le dije, «por favor perdóname por lo que estoy haciendo. Lo siento tanto. No puedo creer que estoy aquí haciendo esto».
La mujer que sostenía la máscara sobre mi rostro frotaba mi frente y me decía: «Adelante, llora. Es bueno llorar».
Recuerdo que pensé, «¿por qué es bueno llorar? ¿Por qué está bien si se trata de un simple procedimiento médico?» Yo estaba tan confundida mientras estaba acostada allí.
Cuando por fin terminó el procedimiento, escuché el tintineo de los instrumentos metálicos y el chasquido de sus guantes al quitárselos. Me dio una palmada en un lado de la pierna y me dijo: «Buena suerte», y se fue. Él nunca me miró. Él no tuvo idea, ese día, de a quién le había realizado ese aborto.
Nancy: ¿Así que no hay una relación médico-paciente?
Lisa: No hay ninguna relación médico-paciente. Yo no podía creer que él no me reconociera. Pero también me sentí aliviada, porque estaba muy avergonzada. Yo no quería que ni él ni nadie supiera lo que estaba haciendo o lo que había pasado.
Cuando me ayudaron a levantarme de la mesa, la sangre se derramó por todo el piso, y la enfermera me estaba gritando que estaba ensuciando su piso. Pero yo estaba temblando y me sentía muy débil. Me ayudaron a vestirme y luego me llevaron a otra habitación que se llamaba «recuperación». Esa habitación estaba iluminada como cualquier otra clínica. Había sillones reclinables con bandejas de bocadillos, y había mujeres a ambos lados de donde yo estaba sentada, acurrucadas en posición fetal, llorando de dolor.
Recuerdo que mis manos estaban cerradas en puños, y estaba tratando de mantenerme de pie tan derecha como podía, porque quería que supieran que estaba bien y así poder salir de allí. Estaba desesperada por irme.
En ese momento no tenía mucho dolor, así que les dije, «estoy bien. ¿Puedo irme?»
Me dijeron, «no, tienes que esperar veinte minutos. Bebe un poco de jugo y come unas galletas». Luego la enfermera se fue y esperé.
Luego volvió, me entregó un papel y me dijo, «necesitas llamar y agendar una cita de seguimiento en dos semanas». Después me dio una receta médica de antibióticos.
Recuerdo que en ese momento pensé, «nunca volveré a poner un pie en este lugar».
Ni siquiera fui a comprar los antibióticos porque me daba mucha vergüenza. No quise tener ningún registro de que estuve allí. Yo era una asistente legal, y no quería que nadie supiera lo que había hecho, no quería que quedara ningún registro médico más allá de lo que había en la clínica de abortos.
Me arriesgué bastante porque estaba susceptible a tener una infección, así que muchas cosas pudieron haber salido mal. Fui muy bendecida de que la mano de Dios estuviera sobre mí, por lo que no tuve ningún tipo de complicaciones. Pero tenía que salir de allí.
Cuando salí de la clínica de abortos empecé a tener mucho dolor. Descansé por un momento. Ese día yo había sido deshonesta con mi madre. Ella estaba cuidando a mi hijo y…
Nancy: ¿Qué le dijiste que ibas a hacer ese día?
Lisa: Que saldría con mi amiga. No recuerdo exactamente lo que le dije, pero no fue la verdad, obviamente.
Estuve fuera todo el día. Mi mamá me había llamado porque quería saber cuándo iría a recoger a mi hijo y me invitó a cenar. Recuerdo que pensé, «está bien, iré a cenar».
Así que a partir de ese momento comencé a usar una máscara que mantuve años. Tengo una familia muy unida y ellos no tenían idea de lo que había ocurrido. Fui a cenar esa noche como si nada hubiera pasado.
Nancy: ¡Wow!
Lisa: La siguiente semana fue cuando comencé a vivir una vida aún peor de la que había vivido antes. Vivía metida en clubes nocturnos tomando alcohol. Me ofrecieron drogas. Empecé a probar drogas. Yo estaba haciendo y probando cualquier cosa para aliviar el dolor que sentía. Pero en ese momento no me di cuenta de que era por el aborto que había cometido. No creo que estuviera consciente de eso.
Nancy: Lisa, esto es algo que escucho una y otra vez al conversar con algunas de las mujeres que asistieron a una conferencia provida a la que asistí. Todas se habían realizado un aborto. Y en la mayoría de los casos fue la promiscuidad lo que las llevó a hacerlo. Pero eso que acabas de decir lo he escuchado una y otra vez: consumo de drogas y alcohol, fiestas, y tener una vida muy promiscua. ¿Por qué pasa eso tan a menudo después del aborto?
Lisa: Bueno, el aborto le hace daño a tu alma, y entonces tu autoestima se desploma, porque cargas con una gran culpa. Te castigas a ti misma. Yo me estaba autodestruyendo y no podía dejar de hacerlo. Simplemente, buscaba aliviar el dolor que sentía. Yo no sabía por qué sentía ese dolor, ni por qué lo tenía, pero estaba haciendo todo lo que podía para escapar de él. Cuando se consumen drogas y alcohol, entras en un estado de euforia, y no tienes que estar en ese espacio de lidiar con la culpa y la vergüenza. La mía era por el aborto.
Había más promiscuidad. La relación con mi novio terminó casi inmediatamente. Yo no lo soportaba y comencé a tomar malas decisiones. Y tuve la suerte de no haber quedado embarazada de nuevo en esas circunstancias. Muchas mujeres que se realizan un aborto lo hacen una y otra vez, porque se sumergen cada vez más en un estilo de vida promiscuo que las lleva a quedar embarazadas de nuevo. Y entonces terminan una y otra vez en una clínica de abortos. Se convierte en un ciclo.
Nancy: Y todo esto estaba pasando, y tus padres seguían sin saber nada de tu estilo de vida.
Lisa: Ellos no tenían idea. No sabían cómo estaba viviendo ni lo que sucedía dentro de mí.
Empecé a sufrir depresión y ataques de pánico, y tuvieron que medicarme. Nunca había tenido problemas de ese tipo. Lo único que no hice fue intentar suicidarme. Nunca quise quitarme la vida. Pero muchas mujeres llegan al punto en el que no quieren vivir más. Es difícil vivir contigo misma cuando le has quitado la vida a tu propio hijo.
Nancy: ¿Estabas yendo a la iglesia durante aquel tiempo?
Lisa: No. No estaba asistiendo a la iglesia porque empecé a alejarme.
Nancy: ¿Tus padres lo sabían?
Lisa: Sí, mi mamá dice que esa fue una bandera roja para ella. Ella se molestaba conmigo y me decía: «Tienes que volver a la iglesia». Pero yo buscaba cualquier excusa para no ir.
Nancy: ¿Tenías amigos cristianos?
Lisa: Todavía tenía algunos amigos cristianos, muchos de ellos eran de la iglesia, pero no eran cristianos.
Nancy: Realmente no tenían una relación con el Señor.
Lisa: No. Ellos no tenían una relación con el Señor, ni estaban caminando con Él. Pero Dios es un Dios tan maravilloso…yo le entregué mi vida al Señor, y Él nunca se olvidó de mí.
Fue un proceso lento. Me gusta compararlo con la pesca; a mi papá le encantaba pescar. Cuando entregas tu vida al Señor, le perteneces. Pero cuando empecé a tomar decisiones para alejarme del Señor, Él me dejó ir. Es como ser esa carnada en el extremo de un anzuelo o un pez en el extremo del anzuelo. Yo tomé la decisión de alejarme, de nadar lejos de Él. Me sumergí en las aguas más profundas y oscuras para esconder mi pecado, para esconder mi vergüenza y mi culpa. Pero todavía estaba conectada al anzuelo de Dios. Él no se había olvidado de mí.
El Señor comenzó a atraerme a Él lentamente. Empecé a dejar algunas de las cosas que no eran buenas en mi vida. Volví a la iglesia, y finalmente, un día, fue como, «ya no puedo vivir más este tipo de vida».
Mi maestra de la escuela dominical me invitó a su estudio bíblico, y comencé a ir. Era un estudio bíblico interesante. Ciertamente, podía identificarme con las enseñanzas.
Nancy: ¿Cuáles eran algunos de los temas? ¿Se hablaba de ayudar a las mujeres que se habían realizado un aborto?
Lisa: Sí.
Nancy: ¿Qué tipo de temas abordaron?
Lisa: Bueno, primero se habló de lidiar con lo que habías hecho e identificarte con ese pecado, y de lidiar con los problemas de ira.
Nancy: ¿Así que necesitabas llamar a esto un pecado? ¿Necesitabas identificarlo de esa manera?
Lisa: Sí, tienes que admitir y confesar que es un pecado. Es la única manera en que puedes ser redimida.
Nancy: ¿Y hablaron de identificar otros pecados que estaban relacionados con ese, la inmoralidad sexual, por ejemplo?
Lisa: Sí. Hablamos sobre eso también.
Nancy: Así que era un proceso que debía llevar al arrepentimiento.
Lisa: Absolutamente. Fue un proceso que me llevó al arrepentimiento, y fui capaz de caminar a través de todas sus etapas.
Nancy: ¿Trataron temas relacionados con el perdón?
Lisa: Sí, mientras el estudio bíblico avanzó, llegamos a ese tema. Tienes que superar esos problemas de ira porque no puedes perdonar hasta que hayas tratado con la ira dentro de ti.
Nancy: ¿Cuál fue la razón de la ira en tu caso, y cuál podría ser en otros casos?
Lisa: Bueno, pueden ser muchas cosas. En el caso del aborto, por lo general, la razón puede ser la persona con la que estabas, el médico que te realizó el aborto o incluso tú misma. Lo más duro para una mujer que ha experimentado el dolor del aborto es que muchas veces puede pensar: «Dios puede perdonarme, pero yo no puedo perdonarme a mí misma por lo que hice».
Esto es lo que las mantiene en esclavitud. Tienes que aprender a confiar en el perdón de Dios. Hay que perdonar a mucha gente que estuvo involucrada en el aborto. Para algunas mujeres que experimentan el aborto, sus padres están involucrados, y son ellos quienes las fuerzan a realizarse un aborto. También muchas de nuestras jóvenes han dicho que a pesar de estar involucradas en las cosas de la iglesia, en virtud de ese pecado inicial de quedar embarazadas fuera del matrimonio, fueron sus madres las que insistieron en que se realizaran un aborto para esconder ese pecado.
Nancy: Así que los padres involucrados sienten vergüenza y quieren esconder también.
Lisa: Absolutamente. Así que hay muchas personas que pueden estar involucradas en lidiar con problemas de ira. Pero una vez que tratas con eso, puedes perdonar y perdonar a otros.
Nancy: Y el estudio que hiciste en ese momento se llama, «Forgiven and Set Free» (Perdonada y puesta en libertad, en español).
Lisa: Sí.
Nancy: ¿Es un estudio que apunta a Cristo, verdad?
Lisa: Absolutamente. Él es el único camino. No creo que ninguna mujer pueda pasar por la recuperación de un aborto y ser completamente sanada sin Jesucristo. No creo que sea posible, porque la única forma en que puedes ser sanada es por la sangre de Jesús, quien perdona todos tus pecados.
Débora: Lisa Dudley ha estado hablando con nuestra anfitriona Nancy DeMoss Wolgemuth acerca del perdón que está disponible en Cristo para cada mujer que se ha realizado un aborto. Escucharemos la segunda parte de esta conversación mañana.
La historia de Lisa traerá esperanza para cualquier mujer que haya pasado por un aborto. Ella nos hablará mañana sobre la esperanza que encontró después del aborto, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
¿Hay alguna mujer dentro de tu círculo cercano que está teniendo luchas con el pecado? ¿Esa persona está luchando con tentaciones en su mente y corazón, con formas equivocadas de pensar que han sido moldeadas por la sociedad en que vivimos? Tanto ellas como nosotras necesitamos una infusión del evangelio día con día.
En Aviva Nuestros Corazones queremos ser una infusión diaria de gracia, de esperanza y de pensamiento bíblico centrado en el evangelio, que ayude a las mujeres a filtrar lo que el mundo ofrece a través de la Palabra de Dios. Cuando hablamos de impartir esa infusión diaria, pensamos en los colaboradores mensuales que hacen esto posible. Mes a mes ellos son de apoyo a través de sus oraciones y ofrendas, ayudando a que este ministerio siga adelante.
¡Estamos muy agradecidos por nuestro equipo de colaboradores y es nuestro deseo que Dios siga añadiendo a muchos más!
Si has sido bendecida por este ministerio, si has recibido a través de Aviva Nuestros Corazones una infusión de gracia en tu propia vida, ¿considerarías convertirte en una de nuestras colaboradoras mensuales? ¿Te unirías a la familia?
¡Te necesitamos! Tú puedes ser parte de la misión vital de nuestro ministerio permitiéndonos llegar a las mujeres con el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Serás testigo de cómo Dios aviva sus corazones.
Recordándote que la sanidad y el perdón se encuentran solo en Jesús, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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