Mujer Verdadera 365: Jeremías y Lamentaciones
Annamarie Sauter: Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Sus corazones incircuncisos no podrían ser cambiados por ellos mismos, el pueblo no podía cambiar su corazón –como tú y yo no podemos cambiar nuestro corazón– traemos un corazón de piedra. Dice: «No obstante, Dios promete intervenir dándoles un nuevo corazón, y trayendo sobre ellos las bendiciones del pacto con Abraham, en el establecimiento de un nuevo pacto», lo mismo que Dios hoy nos promete a nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Patricia: Esta semana comenzamos a leer el libro de Jeremías como parte de nuestro Reto Mujer Verdadera 365. La lectura para hoy son los capítulos del 4 al 6; y más adelante estaremos leyendo el libro de Lamentaciones. En este episodio estaremos viendo los dos libros, Jeremías y Lamentaciones.
Hoy, para conversar acerca de estos libros, me acompaña a través de una llamada …
Annamarie Sauter: Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Sus corazones incircuncisos no podrían ser cambiados por ellos mismos, el pueblo no podía cambiar su corazón –como tú y yo no podemos cambiar nuestro corazón– traemos un corazón de piedra. Dice: «No obstante, Dios promete intervenir dándoles un nuevo corazón, y trayendo sobre ellos las bendiciones del pacto con Abraham, en el establecimiento de un nuevo pacto», lo mismo que Dios hoy nos promete a nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Patricia: Esta semana comenzamos a leer el libro de Jeremías como parte de nuestro Reto Mujer Verdadera 365. La lectura para hoy son los capítulos del 4 al 6; y más adelante estaremos leyendo el libro de Lamentaciones. En este episodio estaremos viendo los dos libros, Jeremías y Lamentaciones.
Hoy, para conversar acerca de estos libros, me acompaña a través de una llamada en línea, mi hermana y amiga, Myrna Ortiz.
Hola, Myrna.
Myrna Ortiz: Hola, Patricia. Qué gusto estar aquí contigo.
Patricia: Igualmente, me encanta que estés aquí hoy compartiendo el programa conmigo. Yo creo que yo no había tenido la oportunidad de hacer un programa contigo…
Myrna: Creo que es la primera vez, y por tanto estoy muy nerviosa, pero esperando que el Señor nos ayude también, como siempre.
Patricia: No te preocupes que para mí no es la primera vez, y yo siempre digo que se me acelera el corazón. Así que el Señor va a ser con nosotras. Y no tenemos mucho tiempo que perder porque realmente tenemos un proyecto ambicioso que es abarcar estos dos libros; podríamos decir que vamos a echar un vistazo sobre las cosas que son más importantes y lo que hemos venido viendo.
Agrupamos estos dos libros porque tienen el mismo autor. Entonces, Myrna, dinos quién es el autor, y en este caso vamos a hablar un poco más acerca de ese autor.
Myrna: Bueno, el autor es Jeremías, el profeta y el sacerdote de Anatot, nos dice la Palabra, y es del linaje de Benjamín. Es un mensajero del Rey celestial para el reino del sur. Recordemos que los reinos estaban divididos, y también yo podría decir –cómo se nos dice más adelante– que es un mensajero para las naciones también.
Entonces él da un mensaje de juicio para Judá, pero también para las naciones.
Patricia: Así es. Al igual que vimos anteriormente en Isaías. A diferencia de otros programas, voy a citar dos pasajes, dos versículos, para que conversemos un poco más. Jeremías 1:5, comenzando ya con el libro en ese capítulo 1, hay dos cosas que se dicen de Jeremías muy interesantes. Ese versículo 5 dice: «Antes que Yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré; te puse por profeta a las naciones». Y esto es Dios hablándole a Jeremías.
Myrna: Así es. Y en la versión que yo estoy leyendo este año dice: «Te aparté», y cuando veo eso, no puedo resistirme a pensar que el Señor lo apartó, lo llamó, lo eligió, igual que a nosotras. Y es hermoso tener esa imagen de que el Señor nos conoce aún antes de habernos formado en el vientre, así como conoció a Jeremías. Y a él lo destinó para un asunto especial, con un propósito en especial. Y también nosotras hemos sido elegidas. Eso para mí es hermoso, no puedo dejar de pensarlo cuando lo leo y lo releo.
Patricia: Así es. Podríamos decir, «Jeremías debe haber abrazado ese llamado porque fue el mismo Dios que le dio el mensaje», pero sin embargo, ahí mismo en el capítulo 1, en los versículos del 6 al 9, vemos su respuesta. Él trató de evadir el llamado –y esto es Jeremías respondiendo al Señor: «”¡Ah, Señor Dios! No sé hablar, porque soy joven”. Pero el Señor me dijo: “No digas: ‘Soy joven’, porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás. No tengas temor ante ellos, porque contigo estoy para librarte”, declara el Señor. Entonces el Señor extendió Su mano y tocó mi boca. Y el Señor me dijo: “Yo he puesto Mis palabras en tu boca”».
Y eso tiene una enseñanza pero también nos recuerda dos personajes más.
Myrna: A Isaías, que acabamos de ver, y a Moisés también; que no se sentían aptos para la tarea que Dios les había encomendado. Y creo que a veces nosotros somos así. Quizás no decimos, «soy muy joven» pero decimos, «ay no, ya estoy muy grande para esto» o «soy tan incompetente». Y yo creo que muchas veces somos así. Vemos nuestras propias capacidades y olvidamos que el llamado lo está haciendo Él, y que Él es el que lo hace, y que Él –así como puso su mano en la boca de Jeremías– el Señor lo va hacer con nosotras.
De hecho, cuando empezábamos ahorita el programa yo te dije, «estoy nerviosa». Y digo, «Señor, por qué siempre tengo que voltear a verme a mí y no recuerdo que Tú has dicho que si Tú me has llamado, Tú lo vas a hacer. Son Tus palabras, eres Tú que lo va a cumplir, porque el propósito viene de Él y es un propósito que Él ha determinado para cada una. Pero a veces no lo recordamos, y quizás era lo que Jeremías veía, «pero yo soy joven», y volteaba a verse, pero el Dios que lo había elegido desde el vientre de su madre, es el que iba a hacer la obra.
Y mira que no era una obra fácil, porque el llamado de Jeremías –a través de la lectura lo vemos– son más de 40 años hablando a «un pueblo que no te va a escuchar», pero no era la capacidad de Jeremías, como no es en nuestra capacidad el llevar a cabo el llamado que Él nos hace, sino que Jeremías tenía que rendirse y decir, «okey, lo voy a hacer, pero Tú tienes que venir conmigo». Y esa promesa hermosa también que le da aquí, «no temas que yo estaré contigo y te protegeré».
Esto es lo que tenemos que recordar, que Él lo hará.
Patricia: Así es. Dios le dice: Son mis palabras que yo te voy a dar, yo toco tu boca», y todo es del Señor, como tú decías. Es como decimos aquí en Aviva Nuestros Corazones, ese mensaje de rendición, de decir, «sí Señor», aunque muchas veces no entendamos. Pero entonces ¿cómo resumiríamos, a grandes rasgos, ese mensaje central del libro?
Myrna: En el versículo 10, podemos ver el mensaje que el Señor le había encargado. No era un mensaje fácil, que el pueblo iba a aceptar cordialmente. Él estaba llamado a hablar acerca de que el juicio vendría. El Señor le decía, «tu ministerio va a ser descrito como que vamos a desarraigar, derribar, destruir y derrocar, y también a otros les dirás que vamos a edificar y a plantar». Entonces, Dios no le estaba dando un trabajo fácil. Le decía, «este pueblo que yo mismo planté, (que en algunos de los capítulos que vamos a ver Él le llama árbol frondoso); ese pueblo que yo he plantado, que he escogido para Mí, lo voy a desarraigar, a derribar, a destruir, a derrotar».
Y eso me encantó porque hemos estado muy enfocadas hablando también de cómo tenemos que estar arraigadas en el Señor, y el pueblo de Israel tendría que estarlo también, pero no lo había estado. El pueblo había desobedecido, pero ahora era ese mensaje, «como han desobedecido vamos a desarraigarlos, a destruirlos y a derribarlos». No era un mensaje fácil de dar tampoco para Jeremías.
Patricia: Un mensaje de juicio inminente, y también con un llamado al arrepentimiento. Él los insta, de parte Señor, a que escuchen Su voz, que hagan conforme a lo que les ha mandado, para que Él pueda seguir bendiciéndolos con la tierra y con todas esas promesas que les había hecho a los padres.
Pero, sin embargo, ellos dicen, «no, nosotros no vamos a escuchar». El pueblo no aceptó la corrección, había desechado a Dios y ya era muy tarde para ellos, ya habían llegado a un punto de no retorno y por eso el mensaje era tan duro. Realmente Jeremías fue un profeta que sufrió mucho durante esos años, especialmente porque aquí estamos profetizando al reino del sur, como decías, pero tenemos un tiempo que es antes de cuando llega Babilonia y luego la caída con Babilonia, y ese tiempo en que Jeremías profetizó todo eso fue un tiempo muy difícil.
Conversábamos antes de comenzar que es precisamente lo que Lamentaciones nos deja ver bien gráfico. Todo ese sufrimiento, todo ese dolor, esa pérdida de vidas humanas… hasta masacres, se ven cosas terribles. Y Jeremías era el encargado de anunciar todo eso.
Myrna: Exacto. Vemos en Lamentaciones primeramente el dolor de Jerusalén. Es impactante ver, hablamos al principio de esto, cómo el autor se deja ver mucho en este libro. Podemos conocer mucho de Jeremías como profeta, cómo él se dolía por Jerusalén, se dolía por el pueblo, por la desobediencia. Y eso es exactamente lo que vemos en Lamentaciones.
Primero, cómo sufre Jerusalén en todo esto y después vemos también el dolor y el enojo de Dios por la desobediencia, por el pecado del pueblo elegido. Eso es lo que los dos primeros capítulos nos dejan ver en Lamentaciones. Pero aún cuando Jeremías y Lamentaciones nos dejan ver un juicio inminente, que es realmente el mensaje que Jeremías dio, nunca podremos ver este juicio sin esperanza. Siempre hay esperanza.
Al principio, regresando a Jeremías, Jeremías empieza con un llamado a Judá para el arrepentimiento y después, «bueno, ya viene el juicio inminente porque no te quisiste arrepentir». Ya vendrá el juicio. Pero también después nos da esperanza, el Señor salvaría a un remanente de ese pueblo. Entonces termina con esperanza. Y en Lamentaciones sucede lo mismo. Lamentaciones muestra el dolor de Jerusalén, el dolor y el enojo, la ira de Dios, pero después en Lamentaciones 3, nos muestra esa esperanza en la misericordia de Dios.
Patricia: Eso es lo glorioso, que siempre hay juicio, pero hay salvación. Dios no nos deja, como tú dices, sin esperanza. Ahí vemos precisamente el evangelio, la redención, que Dios va a llevar a cabo Su plan y parte de Su plan es cumplir todas Sus palabras, todas Sus promesas, aún esas que tienen que ver con juicio. Pero Dios siempre, siempre, va a llevar a cabo también Sus promesas de redención. La promesa de Génesis 3:15, va a seguir siendo ese hilo conductor a través de toda la Biblia donde se prometería que vendría Uno que aplastaría la cabeza de la serpiente.
Y lo vemos aquí también en el libro de Jeremías.
Myrna: Sí, en Jeremías 31; no podemos leerlo todo, pero Jeremías siempre le recordaba, «Mira, está el pacto que hizo Dios con sus padres», pero ellos lo desobedecieron. Pero ahora «mi pacto es nuevo, es un pacto que haré con ustedes. Ya no va a ser un pacto con sus padres, es un pacto con ustedes, la ley que pondré dentro de sus corazones».
Me encantó esa parte donde el Señor en Jeremías 31:33, dice: «haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto… Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo».
Y cuántas veces, Patricia, vemos aquí esa frase, «y ellos serán Mi pueblo y yo seré su Dios». A veces vemos «ah, es un libro de juicio», y nos da miedo. Pero realmente vemos también el amor. Cómo Dios dice, «Yo los elegí, son míos y Yo soy suyo». El cumplimiento del pacto que Dios hizo con el pueblo no se rompería. Y esa frase también lo muestra, este pacto inquebrantable. Su amor es inquebrantable para Su pueblo.
Patricia: Amén. Y un pacto que fue hecho desde antes de la fundación del mundo. Pero mira lo que dice el pastor Sugel Michelén con relación a eso en la introducción de este libro de Jeremías, que me encantó porque nos muestra la realidad de lo que decíamos, del evangelio.
Dice: «Sus corazones incircuncisos no podrían ser cambiados por ellos mismos. El pueblo no podía cambiar su corazón», así como tú y yo no podemos cambiar nuestro corazón. Traemos un corazón de piedra. Dice: «No obstante, Dios promete intervenir dándoles un nuevo corazón, y trayendo sobre ellos las bendiciones del pacto con Abraham en el establecimiento de un nuevo pacto». Lo mismo que Dios hoy nos promete a nosotras. Dios nos da un nuevo corazón y hace esa misma promesa. Entonces dice: «Del linaje de David brotaría un renuevo justo que hará juicio y justicia en la tierra», apuntando directamente al Señor Jesucristo. Y me encanta este nombre del Señor. Dice: «Por lo cual será llamado Jehová justicia nuestra. Este nuevo pacto fue inaugurado con la venida de este Renuevo justo, nuestro Señor Jesucristo, y Su sangre por muchos es derramada para remisión de pecados».
Ha sido para mí hermoso ver cómo este hilo conduce a través de toda la Escritura, y hoy nosotras somos también receptoras de ese nuevo pacto, bendecidas en ese nuevo pacto, y tenemos la bendición de tener un nuevo corazón porque Él lo hizo, igual que lo iba a hacer con ese remanente. Y es interesante que en el libro de Jeremías, él usa imágenes, metáforas, varias de ellas… una olla… Pero hay una que es la más conocida de todas, que ilustra el tema principal del libro, es ese tema de juicio, llamado al arrepentimiento, al quebrantamiento. Es la metáfora del alfarero y la vasija. Yo quisiera que tú nos hablaras un poco más de esto.
Myrna: Creo que sí es una de las metáforas más conocidas del libro de Jeremías, y es que el Señor les mostraba cómo el mismo Israel estaba en manos de ese alfarero. En manos del Señor, y les daba un llamado también a abandonar sus malos caminos, a hacer lo correcto, y es algo que podemos también aplicar a nosotros. El ser quebrantados por el Señor. Recordar que estamos en manos de Dios, que Él es el que nos hace y no nosotros a nosotros mismos. Él nos tiene en Sus manos. El llamado es a un arrepentimiento.
Y era llamar a ese pueblo que había sido el pueblo elegido, y que era el que continuaba siendo su pueblo, «arrepiéntete de todo esto que has hecho, ve que yo soy tu Dios, te tengo en mis manos, te puedo destruir». Y de hecho lo dice, «yo te podría destruir, te voy a desarraigar», como decíamos, pero «no te voy a destruir por completo». Él les muestra esa misericordia. Entonces el mismo llamado tenemos hoy a nosotros. Pero este mensaje era realmente a que se arrepintieran, «arrepiéntanse de haberme dejado a Mí, fuente de agua viva», y otro pasaje también conocido, «arrepiéntanse de haber creado esas cisternas rotas donde no van a encontrar esa agua viva que es solo el Señor».
Ese era el llamado, «arrepiéntanse de haberme abandonado y de crearse esos ídolos». Y yo creo que ese sigue siendo el llamado hoy para nosotros, Patricia. De verdad, pensemos en dónde hemos puesto nuestra confianza, en dónde está mi confianza a diario, desde las cosas pequeñas hasta las cosas mayores. En dónde sigo desobedeciendo, en dónde sigo olvidando que Él es mi Dios y que yo soy suya, para Él.
Ese llamado es inminente y es un llamado de urgencia para nuestra vida, para la vida de todas las personas a nuestro alrededor. Ciertamente la destrucción vino a Israel y vino el destierro, pero hoy no habrá destierro, como lo comentábamos hace rato, lo que vendrá es el juicio inminente, pero ya no habrá otra oportunidad.
Pero, como decíamos, siempre hay esperanza y esa esperanza y esa misericordia de Dios, que Dios nos muestra a través de todo el libro para con Su pueblo, es la misma misericordia que Dios tiene para con nosotras. Él ha enviado a Su Hijo, quien murió en una cruz por nosotras, como muestra de esa misericordia de Dios, para que nosotros vayamos a Él, la fuente de agua viva. Es ahí donde lo volvemos a ver, donde el libro vuelve a apuntar a Cristo.
Patricia: Amén. Y antes de hablar un poquito más acerca de esa misericordia y de ese bien que Dios nos hace, cada una de nosotras tiene sus propias cisternas rotas a donde acudimos. Es interesante que Dios llama este pueblo a través de Jeremías, «por favor, escúchenme hagan como yo les mando, si ustedes me escuchan, ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios». Dice: «Para confirmar ese juramento que yo les hice a sus padres, que les voy a dar una tierra que fluye leche y miel.
Y Jeremías dice, «amén, sí Señor». Pero vemos la respuesta del pueblo y dice: «Pero ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que cada cual anduvo en la terquedad de su malvado corazón. Por tanto, hice caer sobre ellos todas las palabras de este pacto que yo les mandé cumplir y no cumplieron». Esto no vino de la nada, no es un Dios que se airó de repente y envió juicio, no. Fueron muchos años, muchos años escuchando, muchos años dándoles la oportunidad, muchos años los profetas llamándolos, y como quiera ellos desoyeron el llamado.
Y de la misma manera, Dios nos da la oportunidad. Por eso en el libro de Isaías dice: «Escucha al Señor mientras pueda ser hallado, búscalo en tanto que está cercano», porque llegará un día, así como pasó con el Arca de Noé, cuando esa puerta se cierre ya no va a haber más oportunidad. Entonces, a ti que nos escuchas hoy, que estás escuchando del profeta Jeremías, de Judá, de cómo ese pueblo cayó en cautiverio con los babilonios, yo te digo, «Dios te hace el mismo llamado; hoy es el día de escuchar, de aceptar».
Quizás tú has escuchado el evangelio durante mucho tiempo, Dios te está llamando. Arrepiéntete porque viene un juicio donde el que no ha aceptado, que no se ha vestido de Cristo y ha recibido Su perdón en Su sangre, va a entrar a un juicio del cual no va haber más salida porque Dios en Su misericordia, sí cumplió Su promesa de que iba a mandar ese Redentor y liberó a Judá del cautiverio finalmente, después de 70 años.
Y quiero traer otro pasaje muy famoso, hablando de esa bondad de Dios, Jeremías 29: 11, que es muy citado, muchas veces muy mal citado. Dice: «“Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”». Y es interesante, Myrna, el contexto en que este pasaje está y cómo hoy en día se usa mucho.
Myrna: Sí, es importante –y sí es cierto que a veces tenemos en la punta de la lengua esos pasajes muy conocidos– pero es importante ver el contexto. Dios tenía para ese pueblo planes hermosos con ellos. Dios había dado una promesa de redención, y ese es el plan, «yo los redimo, yo los compro para Mí», y eso que continúa diciendo el Señor: «Ustedes son Mi pueblo, Yo tengo planes hermosos, van a entrar a esa tierra, los plantaré en una tierra donde abundan la leche y la miel. Y el Señor lo prometió…pero venía la desobediencia y Él iba a cumplir esos planes hermosos, y como dice la Palabra: «Hay un futuro lleno de esperanza», pero ellos desobedecieron.
Aún así continúa la esperanza para ellos. Y mira la bondad de Dios, que mandaba a Sus profetas, en este caso a Jeremías, y les decía, «han desobedecido. Ya han entrado a la tierra», el Señor iba a cumplir Su promesa, pero ellos desobedecían. Sin embargo, les tuvo paciencia, y les manda el juicio. Pero aún ahí les mandó ese mensaje, «hay esperanza, voy a guardar ese remanente».
Patricia: Cuando Jeremías es exiliado y va a Egipto, Dios le había dicho que no se fueran a Egipto. Ellos seguían desobedeciendo. Ellos piden ayuda al Señor, y cuando Jeremías trae el mensaje dicen, «no, no te vamos a escuchar». Y entonces se van a Egipto. Y él les dice –este es el mensaje que recibió Jeremías con relación a los judíos que vivían en el norte de Egipto– «ustedes vieron las calamidades que traje sobre Jerusalén, sobre todas las ciudades de Judá, y ahora están abandonadas y en ruinas. Ellos provocaron mi enojo con toda su perversidad, quemaban incienso, rendían culto a otros dioses, dioses que ni ellos ni ustedes ni ninguno de sus antepasados conocieron». Entonces dice abajo, «¿acaso han olvidado los pecados de sus antepasados, los pecados de los reyes y de las reinas, los pecados que ustedes y sus esposas cometieron en Judá y Jerusalén? Hasta este mismo instante no han mostrado remordimiento ni reverencia, ninguno ha elegido obedecer Mi palabra ni los decretos que les di a ustedes y a sus antepasados. Por lo tanto esto dice el Señor de los ejércitos celestiales, Dios de Israel: “Estoy decidido a destruir a cada uno de ustedes. Tomaré a este remanente de Judá, los que estaban resueltos a venir y vivir en Egipto y los consumiré, caerán aquí en Egipto, muertos por guerra, por hambre, todos morirán, desde el menos importante hasta el más importante. Serán objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla. Los castigaré en Egipto así como hice en Jerusalén, con guerra, hambre y enfermedad. Del remanente que huyó a Egipto con la esperanza de regresar un día a Judá, no quedarán sobrevivientes por la desobediencia. A pesar de que anhelan volver a su tierra, sólo un puñado lo hará”».
Y me da espanto escuchar la respuesta de las mujeres. Dice: «Entonces todas las mujeres presentes y todos los hombres que sabían que sus esposas habían quemado incienso a los ídolos, (o sea que sus esposas estaban andando mal) una gran multitud de todos los judíos que vivían en el norte en el sur de Egipto le contestaron a Jeremías». Yo me puedo imaginar al pueblo diciendo, «ay, sí, perdónanos, Señor, queremos regresar a nuestra tierra». Pero, oye la respuesta: «No escucharemos tus mensajes del Señor, haremos lo que se nos antoje, quemaremos incienso, derramaremos ofrendas líquidas a la reina del cielo tanto como nos guste, tal como nosotros, nuestros antepasados, nuestros reyes y funcionarios han hecho siempre. Porque en aquellos días teníamos comida en abundancia y estábamos bien económicamente y no teníamos problemas, y desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y de rendirle culto con ofrendas líquidas, nos hemos visto en tremendos problemas y hemos muerto por guerra y por hambre».
Qué duro puede ser nuestro corazón; qué duro es el corazón humano, que abiertamente, luego de haber pedido la voz de Dios a través del profeta, conscientemente decimos, «no no no, yo quiero mi prosperidad económica. Yo quiero comida en abundancia, yo quiero que me vaya bien. Porque desde que yo seguí los caminos del Señor, lo único que me ha sucedido es que yo ando mal». Me recuerda el libro de Apocalipsis cuando vienen esos juicios finales que los seres humanos aquí en la tierra ven esos juicios de parte de Dios, en vez de clamar «Señor nos arrepentimos perdónanos», dicen, «que las piedras caigan sobre nosotros para no recibir la ira del Todopoderoso».
Realmente, cuando Dios envía juicio… siempre tiene gracia y misericordia y un remanente. Pero cuando Dios envía juicio, es porque nosotros por la dureza de nuestro corazón hemos desoído Su voz, Su llamado, y hemos colmado la medida de cuando ya es el tiempo de ejecutar el castigo, y de Dios que es nuestro Dios, ser un Dios que no solamente es un Dios bondadoso –como hoy muchas veces lo quieren mostrar– sino que Dios es un Dios que advierte, pero es un Dios que castiga y un Dios que salva.
Él está ahí presentado para que nosotros hoy en día apliquemos estas verdades a nuestros corazones.
Myrna: Es impactante lo que nos acabas de decir, pero no queremos terminar el programa con este mensaje de juicio, sino recordando un pasaje que también es muy conocido, en Lamentaciones 3, desde el versículo 21. Es importante recordar lo que dice este pasaje y siempre recordar la misericordia y el amor con el que el Señor nos ha traído. Y voy a leerles el pasaje.
Lamentaciones 3: 21: «Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana;
¡Grande es Tu fidelidad!
«“El Señor es mi porción”, dice mi alma, “por tanto en Él espero”. Bueno es el Señor para los que en Él esperan, para el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor».
Y eso es algo que nos trae mucha esperanza. Cada día, cada día, la misericordia de Dios está disponible para nosotros; y es también un llamado de urgencia a voltear y ver a Dios como un Dios y de juicio, y tenemos que responder a ese llamado de arrepentimiento, pero también recordar que siempre está disponible Su misericordia. Cada mañana, para cada una de nosotras.
Patricia: Amén. Con cada salida del sol, cada vez que tú veas que el sol sale por el este, recuerda que ese día trae nuevas misericordias de Dios que están disponibles para ti, para abrazarlas en ese día. Recordando la fidelidad de nuestro Dios, y que Él es nuestra herencia, que Él es bueno y nosotros confiamos en Él.
Myrna, muchas gracias por haber estado conmigo navegando estas aguas turbulentas de Jeremías, y tratando de traer lo mejor que hemos podido para nuestras oyentes y para nosotras mismas. Las verdades tan importantes de este libro que contiene tantas cosas sombrías, tantas cosas sobrias pero también canta esperanza para cada una de nosotras que conocemos a ese Dios bueno, misericordioso y fiel. Gracias por haber estado con nosotras en un episodio más de Mujer Verdadera 365, esta vez viendo Jeremías y Lamentaciones.
Te esperamos en nuestro próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Si Dios es bueno, ¿por qué permite que suframos? Esta es una antigua pregunta que todas nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas, y se hace muy personal para aquellas que están enfrentando fuertes aflicciones. Mañana, Nancy DeMoss Wolgemuth y Deborah Howard, estarán con nosotras para hablar acerca de esto y ayudarnos a encontrar a Dios en medio de las circunstancias más difíciles. Acompáñanos para esta próxima serie.
Escudriñando la Escritura juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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