Más valen dos que uno
Débora: ¿Hay alguien en tu vida que te anima? ¿Alguien lo suficientemente valiente para decirte la verdad? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Alentar a alguien no es solo decirle: «Te amo y creo que eres maravillosa». A veces darle aliento es decirle: «Cuidado, creo que eres vulnerable aquí».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de febrero de 2024.
Sarah: ¿Qué haces cuando estás desanimada? ¿A quién acudes en momentos de dificultad, de lucha o de fracaso? En los últimos días, Nancy nos ha estado hablando sobre cómo Dios nos creó para relacionarnos. Hoy ella nos hablará sobre la importancia de las amistades en las que nos ayudamos y animamos unas a otras.
Nancy: Cuando el hombre blanco llegó por primera vez a América del Norte, los indios nativos no tenían un lenguaje escrito o …
Débora: ¿Hay alguien en tu vida que te anima? ¿Alguien lo suficientemente valiente para decirte la verdad? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Alentar a alguien no es solo decirle: «Te amo y creo que eres maravillosa». A veces darle aliento es decirle: «Cuidado, creo que eres vulnerable aquí».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 20 de febrero de 2024.
Sarah: ¿Qué haces cuando estás desanimada? ¿A quién acudes en momentos de dificultad, de lucha o de fracaso? En los últimos días, Nancy nos ha estado hablando sobre cómo Dios nos creó para relacionarnos. Hoy ella nos hablará sobre la importancia de las amistades en las que nos ayudamos y animamos unas a otras.
Nancy: Cuando el hombre blanco llegó por primera vez a América del Norte, los indios nativos no tenían un lenguaje escrito o un alfabeto, pero su vocabulario era a menudo más elocuente y expresivo que el de los exploradores franceses e ingleses que llegaron. Por ejemplo, la palabra amigo fue entendida por los nativos americanos como «alguien que lleva mis penas sobre sus espaldas». ¿No es esa una buena definición? Eso describe a un verdadero amigo.
Hemos estado hablando en esta serie sobre la amistad, las relaciones, por qué las necesitamos, por qué luchamos con ellas. Hemos hablado sobre el problema del dolor, de la opresión, de las relaciones que causan aflicción. Hemos hablado sobre el problema del aislamiento, de estar solas.
Ahora estamos hablando de la receta, del remedio de Dios para cuando las relaciones son dolorosas o carecemos de ellas, y me refiero al deseo de Dios de que tengamos relaciones íntimas, no injusticias, no opresión, no aislamiento, sino intimidad.
El pasaje que hemos estado estudiando juntas es el capítulo 4 de Eclesiastés. Eclesiastés habla mucho sobre la falta de sentido, la vanidad, el vacío de la vida bajo el sol. Esa frase bajo el sol, aparece veintiséis veces en el libro de Eclesiastés y dice que la vida sin Dios, las relaciones sin Dios, las relaciones vividas separadas de Dios, son vacías, son sin sentido. Es como «correr tras el viento», es frustrante; es motivo de desesperación si no tenemos a Dios en nuestras relaciones.
Llegamos al versículo 9 de Eclesiastés 4, y leemos esta frase: «Dos son mejor que uno». Luego se nos dan cuatro razones por las que es bueno tener relaciones sanas y piadosas. Primero hablamos sobre cómo estas características, estas bendiciones, estos beneficios de las relaciones íntimas se aplican a nuestra relación con Dios, cómo Él satisface nuestras necesidades relacionales de estas cuatro maneras.
Ahora estamos hablando sobre cómo estas bendiciones, estas características se aplican a nuestras relaciones unos con otros, a nivel horizontal.
Vimos en la sesión anterior que dos son mejor que uno, primero porque tienen mejor pago por su trabajo. Hay una mayor productividad. Pueden ser más productivos. Su trabajo es más fructífero. Cuando trabajas con alguien que tiene dones y habilidades diferentes a las tuyas, se combinan los esfuerzos y descubren que pueden ser más efectivos.
Luego, en el versículo 10, vimos en el último programa, la segunda bendición: «Si uno de ellos cae (esta es otra razón por la que dos son mejor que uno), el otro levantará a su compañero. ¡Pero ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» Hablamos acerca de cómo las amistades y las relaciones íntimas pueden proporcionar ayuda; ayuda en tiempos de adversidad, ayuda en tiempos de dificultad y cómo un buen amigo puede ayudarnos en momentos de fracaso. Cuando hemos caído o estamos a punto de caer, o cuando no podemos mantenernos de pie solas, un buen amigo, comenzando con Dios que es nuestro verdadero y máximo amigo, pero también las buenas amigas aquí en la tierra pueden ayudarnos durante esos tiempos. Pueden ayudarnos a permanecer de pie, ayudarnos a salir de un pozo cuando hemos caído.
Y de nuevo, no es que nos apoyemos en las personas, nos apoyamos en Dios, pero nos damos cuenta de que Dios a menudo usa a su pueblo. Como somos miembros del cuerpo de Cristo, miembros de la familia de Dios, Dios usa a Su pueblo para ayudarnos, levantarnos y evitar que caigamos.
No solo buscamos cómo obtener ese tipo de ayuda en los demás, sino que al considerar este pasaje, queremos preguntarle al Señor: «¿Cómo puedo ser esa amiga para otra persona que ha caído, para aquella que está decaída?» En lugar de simplemente desalentarla o hablar con otras personas sobre cómo otra ha sido derribada, preguntémonos, «¿cómo puedo ayudar a aquellos que tienen necesidades?»
Llegamos al versículo 11, que dice: «Además…» Esta es otra razón por la que dos son mejor que uno, otra razón por la que necesitamos las relaciones. «Si dos se acuestan juntos, se mantienen calientes. Pero uno solo ¿cómo se calentará?»
Esto nos dice que uno de los beneficios y de las bendiciones de la relación con Dios y con los demás es que las relaciones íntimas brindan consuelo y compañía en los momentos de necesidad. «Si dos se acuestan juntos, se mantienen calientes. Pero uno solo ¿cómo se calentará?»
En cierto sentido, esto es literalmente cierto o puede serlo. He leído que el calor corporal de uno puede evitar que otra persona se congele si están en un ambiente muy frío. Pero creo que, obviamente, el autor tiene más en mente aquí que solo el tema de la temperatura corporal.
«Si dos se acuestan juntos, se mantienen calientes. Pero uno solo ¿cómo se calentará?» La implicación aquí es que hay un ambiente frío. Y este mundo ciertamente es frío y duro. Es por eso que nos necesitamos unas a otras en momentos en que los fuertes vientos del norte llegan a nuestras vidas, tiempos de dolor, momentos de tristeza, tiempos de adversidad, tiempos de presión financiera.
Cuando tenemos frío, cuando estamos necesitadas, necesitamos otras personas que nos consuelen, que nos brinden compañía, que nos mantengan espiritualmente calientes, que nos mantengan vivas, nos alienten, nos den calor y esperanza emocional y espiritual, nos den otra perspectiva. A veces, eso es lo que nos mantiene vivas, darnos cuenta de que hay otro punto de vista, el punto de vista de Dios, que puede ayudarme a superar lo que estoy pasando.
Tengo varias amigas preciosas que satisfacen esos diferentes tipos de necesidades relacionales en mi vida. Pero pienso en una amiga con quien hablo por teléfono con bastante frecuencia. No nos vemos mucho, pero cuando siento que estoy enterrada, abrumada, y que no puedo mantener mi cabeza fuera del agua, esta amiga, con su tono de voz suave y relajante, me anima y en esencia me dice, «Nancy, vas a lograrlo. Dios ha sido tan bueno contigo. Dios te ha ayudado a través de esto. Dios te ha traído hasta aquí». Ella solo dice palabras que alientan y calientan mi corazón. Hay momentos en los que no puedo mantenerme caliente sola, necesito a alguien como esa amiga que venga a mi mundo duro y frío y me dé calor y esperanza.
Vemos que el apóstol Pablo tenía este tipo de necesidad. Uno piensa en Pablo como un hombre muy capaz, muy fuerte y que probablemente no necesitaría de otras personas. Pero eso no es verdad. Repetidamente a lo largo de las epístolas, Pablo expresa su necesidad de apoyo de los demás.
En la segunda carta a los Corintios esto se evidencia un par de veces. En el capítulo 2:12-13, Pablo dice:
«Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, y se me abrió una puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu al no encontrar a Tito, mi hermano; despidiéndome, pues, de ellos, salí para Macedonia».
Ahora, no sé todo lo que hay detrás de esa declaración. No sabemos más de lo que la Escritura dice, pero aparentemente Pablo necesitaba apoyo, calor humano. Fue a Troas y había una puerta abierta para predicar el evangelio, pero dijo: «Estaba inquieto. Estaba preocupado». No sabemos por qué. Tal vez fueron otras circunstancias en su vida, pero dijo: «Mi amigo Tito no estaba allí, mi hermano Tito». Somos parte de una familia. Lo necesitaba. Estaba inquieto. Y Pablo dice: «Así que dejé ese lugar y seguí para Macedonia».
En 2 Corintios 7:5-6, Pablo dice: «Pues aun cuando llegamos a Macedonia, nuestro cuerpo no tuvo ningún reposo, sino que nos vimos atribulados por todos lados: por fuera, conflictos; por dentro, temores. Pero (y me encanta este versículo) Dios, que consuela a los deprimidos, nos consoló con la llegada de Tito».
Así que en ese punto Tito había llegado, y Pablo podía sentirse apoyado. Ahora podía ser consolado. No había nada extraño o raro en esta relación. Se trataba de la familia de Dios. Lo que Pablo está diciendo es: «Necesito a mi hermano Tito. Estoy enfrentando aflicciones, luchas externas, miedos internos, pero Dios que consuela a los abatidos, Dios que alienta, que calienta los corazones desalentados, Dios me alienta, Dios me consuela enviando a mi hermano Tito».
Puede que tengas que mudarte a una nueva ciudad, o tal vez pierdes el trabajo o un ser querido, pero lo cierto es que estás como un témpano de hielo, estás fría y temblando por dentro. Ahí es cuando necesitamos una amiga. Es entonces cuando dos son mejores que uno, porque si dos se acuestan juntos, se mantendrán calientes.
Pienso en tantas personas que me han alentado, que han mantenido mi corazón calientito a lo largo de los años en varias temporadas de mi vida. En Aviva Nuestros Corazones hay muchas personas que mantienen mi corazón cálido. Cuando tiendo a desanimarme o cansarme en el ministerio, agradezco a Dios por los correos alentadores, por las cartas. Recibimos muchos de personas que dicen (personas de las que nunca había oído hablar, personas que nunca he conocido): «Estoy orando por ti. Oro por ti todos los días. Oro por el ministerio de Aviva Nuestros Corazones».
Y quiero decirte que si eres una de esas personas, no puedes imaginar el efecto que eso tiene en mi corazón. Me consuela y me calienta en esos días en que me siento tan fría, tan necesitada. Dios te envía para animarme.
Hace más o menos una semana estaba caminando con una amiga. Hablábamos sobre lo que estaba sucediendo en nuestras vidas. Mi corazón se sentía un poco pesado, y cuando regresamos, ella me dijo: «¿Podríamos sentarnos?» Nos sentamos en el patio delantero de mi casa y ella comenzó a hacerme preguntas, y seguimos hablando. No pasó mucho tiempo antes de que yo empezara a llorar, y esta amiga simplemente me abrazó, puso sus brazos a mi alrededor y empezó a orar. Cómo Dios usó a esta amiga; dos son mejores que uno. Podemos llevar las unas las cargas de las otras, podemos mantenernos calientes unas a otras. Dios usó a esa querida hermana para calentar y animar mi corazón en ese momento.
He tenido el privilegio a lo largo de los años –y es un privilegio– no solo de haber sido calentada, animada por hermanas en Cristo, sino también de mantener a otras cálidas; el privilegio de mantener a otras cuyos corazones y vidas estaban en circunstancias frías, de orar con ellas, de llorar, sollozar con amigas después de la pérdida de sus esposos o junto a la tumba de un niño pequeño, orar, llorar, acompañarnos, mantenernos calientes.
Nuestra tendencia natural es enfocarnos en «¿y a mí, quién me mantiene animada?» A menudo nos sentimos tan necesitadas, y podemos tender a resentirnos o amargarnos; y pensamos, «necesito que alguien venga a animarme». Especialmente si eres una mujer soltera o por alguna razón estás soltera de nuevo o viuda, viviendo sola, madre soltera, tal vez te sientas muy sola. Sé lo que es sentirse sin ánimo, ni siquiera para ir a la iglesia, porque no quieres sentarte sola una vez más. Sé que muchas de nuestras oyentes tienen ese tipo de experiencia. Sé que a veces existe esa sensación de que «desearía que alguien me llamara. Desearía que alguien iniciara una relación conmigo».
Déjame decirte que nosotras necesitamos ser quienes calentamos, «las calentadoras». Debemos ver a nuestro alrededor y preguntarnos:
- ¿Quién tiene frío además de mí, y al lado de quién puedo sentarme?
- ¿Quién es esa persona que no tiene a alguien que se siente a su lado en la iglesia?
- ¿Cómo puedo iniciar una relación y dar ánimo y calor a los demás?
- ¿A quién estoy manteniendo animada?
- ¿A quién estoy alcanzando?
¿Estás atenta, eres sensible a las necesidades de otros a tu alrededor, aquellos cuyos corazones necesitan ser calentados, animados?
Puedes estar segura, y he comprobado que es verdad una y otra vez en mi propia vida, que a medida que animas el corazón de los demás, te calentarás a ti misma. Cuando abrazas a alguien, te vas a calentar tú también. Cuando te acercas y oras, escuchas y cuidas, Dios –el Dios que consuela a los abatidos– se asegurará de que tu corazón sea animado en el proceso.
Ahora llegamos al versículo 12. Esta es otra razón por la que dos son mejores que uno. Dos son mejores que uno porque «si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente».
Aquí hay otra bendición, otro beneficio de vivir en comunidad, de vivir en comunión, de vivir en una relación, primero con Dios y luego con otras personas. Primero la relación vertical, porque si esa no está bien, entonces las relaciones horizontales no estarán bien. No esperes tener intimidad en tu matrimonio si no tienes intimidad en tu relación personal con Dios. No esperes resolver los conflictos en tu iglesia o en tu lugar de trabajo si no tienes una relación correcta con Dios.
Ahora llegamos a otro beneficio: «si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente».
Las relaciones nos brindan protección y defensa en tiempos de peligro. Las relaciones nos pueden proporcionar fortaleza y ayuda en tiempo de ataque. Cuando estamos en problemas, cuando estamos bajo ataque, cuando estamos en peligro, las relaciones piadosas pueden ayudar a protegernos.
Hay momentos en los que todas nos hemos sentido abrumadas por nuestras circunstancias o por la oposición que enfrentamos. Escucha, si estás viviendo una vida piadosa, espera oposición. Jesús lo experimentó y dijo que todos sus discípulos experimentarían lo mismo. Puedes esperar el hecho de que las personas a tu alrededor no siempre estén encantadas con que vivas una vida piadosa.
Espera que haya momentos de burla o malentendidos. Puede suceder en tu matrimonio. Si estás casada con un no creyente o un hombre que no camina con Dios, puedes esperar que haya momentos en los que te sientas abrumada y angustiada por la oposición del enemigo. Dejame aclararte que tu esposo no es el enemigo. El enemigo es Satanás, y no olvides eso en tus relaciones. Satanás puede usar a otras personas para crear en nuestros corazones la sensación de estar abrumadas, angustiadas.
Cuando estamos solas y nos enfrentamos a esas circunstancias adversas, cuando nos encontramos en momentos de peligro o de ataque espiritual, si estamos solas, seremos más vulnerables. Vamos a ser más vulnerables al ataque del maligno.
- Vulnerables a la tentación.
- Vulnerables al desánimo.
- Vulnerables a rendirnos.
Por cierto, esta es una de las razones por las que debemos ser muy cuidadosas con nuestros hábitos, con las cosas que nos permitimos cuando estamos solas. Por eso, a lo largo de los años, he tratado de crear el hábito –con muy contadas excepciones– de no mirar televisión cuando estoy sola, porque sé que voy a ser más vulnerable a formas equivocadas de pensar, al ataque del enemigo a mi mente y a mis emociones.
Me he dado cuenta de que cualquiera es vulnerable si no tiene los medios de gracia, la protección que Dios ha provisto. Tú y yo no fuimos creadas para vivir la vida cristiana solas. No fuimos creadas para hacerlo por nosotras mismas, por nuestra cuenta y no podemos sobrevivir sin tener un papel activo, una en la vida de la otra.
Por cierto, aquí no estamos hablando solamente de dos. En el versículo 12 podemos ver que no debemos limitarnos a una sola persona en nuestras vidas. «Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente». Qué lindo es conocer mujeres que están en grupos pequeños de oración, grupos de dos, tres o cuatro.
Recuerdo haber escuchado a algunas mujeres decir que se llamaban por teléfono cada día o periódicamente para orar unas por otras. Pueden ser dos, tres o cuatro –no limites tu amistad a una sola persona. Comenzarás a sofocar la amistad y a poner tu seguridad en esa persona. Asegúrate de incluir a otros en ese círculo de relación. Esas relaciones dentro del cuerpo de Cristo pueden protegernos cuando estamos en peligro y cuando estamos bajo ataque.
Además es muy importante, es necesario rendir cuentas. Sé que es una palabra con la que algunas de nosotras no estamos realmente cómodas. Preferimos ser independientes. Preferimos hacer las cosas por nuestra cuenta. Hemos sido entrenadas para ser autosuficientes, pero el hecho es que no lo somos. Nos necesitamos unas a otras o el enemigo nos vencerá.
Necesito rendir cuentas en diferentes áreas de mi vida. Algunas áreas prácticas. A medida que envejezco, creo que necesito rendir cuentas respecto a la dieta y el ejercicio. Salir de mi estudio y salir a caminar se hace cada vez más importante en mi rutina de actividades, pero no es algo que me guste hacer a menos que me obliguen a hacerlo. Tengo una amiga, Sandy, que me ha ayudado porque me pregunta: «¿Vas a salir? ¿Estás caminando tres veces a la semana?» Si no fuera por amigas como ella y por mi esposo, probablemente no saldría ni siquiera esas tres veces por semana a caminar. Necesito rendir cuentas y el apoyo en oración.
Y lo necesito también en otras áreas de mi vida, al igual que tú.
Pienso en una amiga que me preguntó anoche: «¿Cómo te va con tu alimentación?» Ella sabe que esta ha sido un área de lucha en mi vida, ha sido toda una lucha. No nos habíamos visto en mucho tiempo. Ella me lo preguntó dulce y amablemente, y me alegré mucho de que lo preguntara. Tuve que admitir: «No muy bien en estos días». Pero necesitaba rendirle cuentas, necesitaba esa motivación, ese estímulo para no hacerme esclava de la comida.
No quiero ser dominada por la comida. Solo quiero ser esclava del Señor. Quiero ser Su sierva. Entonces esta amiga se puso a mi lado. Dos son mejores que una. Ella me va a ayudar en esta área.
Pienso en otra amiga que hace años me advirtió sobre una amistad en la que estaba involucrada y que tenía el potencial de ser una relación emocionalmente inapropiada. Yo no lo veía. No me daba cuenta. No pensaba en esa posibilidad. No había pecado, pero mi amiga quería asegurarse de que yo no pecara; y ella vino y se puso a mi lado.
Te diré, sinceramente, que cuando ella mencionó eso la primera vez, yo estaba un poco a la defensiva por dentro. Mi reacción inmediata fue: no hay nada de malo en eso. Y no lo hubo. Pero Dios había puesto en el corazón de esta mujer el darme una advertencia, y ahora cuando miro hacia atrás, me siento tan agradecida por tener amigas fieles para advertirme y sostenerme antes de que haya alguna posibilidad de caer. Ella me estaba diciendo, «queremos sostenerte».
No estoy diciendo que hubiera caído en una relación pecaminosa si ella no me hubiera prevenido. Pero sí puedo decir que estoy feliz de que lo haya hecho. Simplemente minimizó el riesgo, el peligro. Alguien me amó lo suficiente como para darme una advertencia.
Hebreos 3:13 dice: «Antes exhortaos los unos a los otros cada día». ¿Con qué frecuencia? Cada día. ¿Con qué frecuencia necesitamos a otros en nuestra vida? Cada día. ¿Por qué? «…no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado» –se refiere a nosotros los creyentes– puede sucederle a cualquiera. Puede pasarme a mí, puede pasarte a ti.
Quiero mantener un corazón tierno delante de Dios, un corazón que sea sensible a Él, un corazón sensible al pecado, un corazón que sea puro. Por eso necesito primeramente que el Espíritu Santo haga eso en mi vida, pero luego te necesito a ti y tú me necesitas a mí. Nos necesitamos diariamente para alentarnos mutuamente.
Alentar no es simplemente decir: «Te amo y creo que eres maravillosa». A veces alentar implica advertir: «Cuidado, creo que eres vulnerable en esa área, o creo que podrías ser vulnerable allí». O como solía decir una amiga mía, «puede que esté muy equivocada, pero es posible que…» y luego esta amiga traía a la conversación algo que le preocupaba. Te digo algo, cuando lo recuerdo, me doy cuenta de que rara vez se equivocaba. Entonces, debemos exhortarnos unas a otras diariamente para que nuestros corazones no se endurezcan por el engaño del pecado.
Tener relaciones buenas, relaciones piadosas es lo que nos fortalece contra el enemigo. Es lo que nos da poder para hacer la voluntad de Dios. Si tenemos relaciones correctas, el enemigo no podrá vencernos fácilmente.
Dejame decirte que no solo necesitamos a esas personas en nuestras vidas, sino que debemos estar dispuestas a ser esa segunda o tercera persona en la vida alguien más. Esto es cierto en tu matrimonio. Puede ser que tu esposo sea el objeto de los ataques del enemigo. Es un objetivo del enemigo. El enemigo quiere destruir moralmente a tu esposo. Quiere destruirlo espiritualmente. Quiere destruirlo emocionalmente. El enemigo quiere hacer lo mismo con tus hijos y con otros en tu ámbito de influencia.
Como esposa, como madre, como amiga, a veces necesitas ser esa segunda persona, esa tercera persona que acompaña y dice: «Voy a estar contigo. Te voy a proteger. Te voy a defender».
Tengo una amiga cuyo esposo ha caído en un gran pecado moral, y he visto a esta mujer pelear por su esposo, no contra su esposo, como lo harían muchas mujeres. No golpees a tu marido cuando ha caído. Ayúdalo a levantarse. Y no lo haces predicándole. No lo haces regañándolo. Lo haces amándolo sabiamente y en oración, diciendo las palabras que Dios te dirija a hablar. Pero he visto a mi amiga pelear por su esposo para que no sea vencido y destruido por el enemigo.
Si él es liberado, como parece que lo será, una gran pieza en esa liberación fue una esposa que lo amó lo suficiente como para venir a su lado y decirle: «No te voy a dejar. Me voy a quedar aquí. Voy a orar hasta el cansancio. Independientemente de lo que hagas o no, voy a pelear esta batalla por ti, por tu alma».
- ¿Quién es la persona que te está ayudando para que no te dejes dominar del enemigo?
- ¿Quién es la persona a la que estás ayudando para que el enemigo no la domine?
Sarah: Has estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth en una enseñanza que es parte de la serie titulada, El poder de las relaciones. Si te perdiste alguno de los episodios anteriores en esta serie, descárgalo, escúchalo o léelo en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com. También puedes escucharlo en las plataformas digitales.
Acompáñanos en el próximo episodio para profundizar más sobre cómo podemos experimentar el poder de las relaciones en el cuerpo de Cristo. ¡Te esperamos!
Débora: Experimentando relaciones que glorifican a Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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