Los resultados del descontento
Annamarie Sauter: Podemos elegir cómo reaccionar ante las circunstancias de la vida.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Yo encuentro, básicamente, que en cada circunstancia y situación de la vida, tengo una de dos alternativas. Puedo adorar o me puedo quejar, pero no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿En algún momento de tu vida has pensado que si solo tuvieras esto o aquello, serías más feliz? Escuchemos la continuación de la serie, Cultiva el contentamiento en tu corazón, y veamos qué pasa cuando cuestionamos las decisiones de Dios para nuestras vidas.
Nancy: Hemos estado hablando de este tema del descontento, las murmuraciones, las quejas, los lamentos. Muchas de nosotras vivimos en el mundo de «si tan solo». Si tan solo tuviera esto, o si solo no tuviera esto. Si solo me hubiera pasado …
Annamarie Sauter: Podemos elegir cómo reaccionar ante las circunstancias de la vida.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Yo encuentro, básicamente, que en cada circunstancia y situación de la vida, tengo una de dos alternativas. Puedo adorar o me puedo quejar, pero no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿En algún momento de tu vida has pensado que si solo tuvieras esto o aquello, serías más feliz? Escuchemos la continuación de la serie, Cultiva el contentamiento en tu corazón, y veamos qué pasa cuando cuestionamos las decisiones de Dios para nuestras vidas.
Nancy: Hemos estado hablando de este tema del descontento, las murmuraciones, las quejas, los lamentos. Muchas de nosotras vivimos en el mundo de «si tan solo». Si tan solo tuviera esto, o si solo no tuviera esto. Si solo me hubiera pasado esto a mí, o si solo no me hubiera pasado esto a mí.
Creo que fue Elisabeth Elliot, quien definió el sufrimiento como tener lo que no queremos y querer lo que no tenemos, y realmente esto podría aplicarse también a todo este asunto del descontento.
¿Cuáles son algunas de las cosas acerca de las que nosotras como mujeres estamos descontentas, sobre las cuales murmuramos? Posesiones—no son suficientes o no son suficientemente agradables, demasiado viejas o no están al día. Podemos aplicar esto a la ropa, a la casa, a los muebles, a los electrodomésticos. Algunas de nosotras estamos apenas terminando de redecorar una habitación antes de querer comenzar con la siguiente, solo para mantener todo siempre luciendo actualizado.
Algunas de nosotras ni siquiera tenemos espacio para lo que tenemos, así que construimos espacios de almacenamiento, más closets, o conseguimos una casa con más armarios para poder guardar estas cosas que ni siquiera usamos.
Es fácil quejarse y lamentarse acerca de la ubicación geográfica, el clima, dónde nos ha tocado vivir, la comunidad en que vivimos, el tamaño de la ciudad…
Muchas de nosotras murmuramos acerca de asuntos relacionados con nuestra situación familiar, estado civil. Las mujeres solteras se quejan de que desean casarse, y he escuchado tantas mujeres casadas que se quejan de que desearían no estar casadas, o estar casadas con un tipo diferente de marido. He oído a numerosas mujeres expresar descontento porque sus maridos no son muy expresivos, son poco comunicativos, no les es fácil expresar afecto físico.
¿Y qué acerca de los niños? Demasiados niños, los niños no son suficientes. ¿Ves?, la tendencia es que, no importa lo que tengamos, pensamos que nos sentiríamos más felices si tuviéramos algo diferente.
He tenido una especie de resfriado durante las últimas semanas. Se me acaba de quitar y probablemente no pueda contar el número de veces que me detuve a expresarle a alguien lo mal que me sentía. Me encontré murmurando y quejándome incluso de los problemas del resfriado.
Las cuestiones de la apariencia física nos dan material para quejarnos. Características que no cambiarán. Yo mido 5’1”; mi altura no ha variado desde que tenía doce años. Hay desventajas en ser pequeña, pero hay algunas ventajas. Cualquier cosa que compres tendrás que hacerle ruedo y subirle las mangas, y eso se convierte en algo de lo que puedo quejarme. Entonces veo a las mujeres que son muy altas, y tienen problemas diferentes que son motivos de queja también.
Tal vez sea una cuestión de tu trabajo o el de tu marido, el deseo de un trabajo, o el deseo insatisfecho de tener un trabajo en particular. Quejas relacionadas con el pago, con las personas con las que trabajamos, la carga de trabajo, las exigencias y las expectativas.
Cada etapa tiene sus retos, la madre que tiene pequeños en edad preescolar; otras que están en la etapa del nido vacío, cuando sus hijos ya están grandes, dispersos y en la que desearían poder verlos más. Algunas de ustedes tal vez están cuidando de padres ancianos con problemas físicos difíciles.
En cada una de estas etapas de la vida, podemos llegar a estar descontentas e infelices. Podemos empezar a murmurar y a quejarnos, y el peligro es que siempre vamos a estar buscando algo distinto a lo que tenemos, que siempre estaremos esperando la próxima etapa de la vida.
Para algunas de ustedes en este momento, la vida es una sucesión constante de recoger juguetes y cambiar pañales. Para otras de ustedes en esta etapa de la vida sus maridos están viajando mucho. Algunas de ustedes pueden estar deseando que sus maridos viajen un poco más.
El peligro es que siempre estaremos pensando: «Si tuviera algo diferente, si algo cambiara, podría ser una persona feliz». Como vimos con los hijos de Israel en las últimas sesiones, murmurar tiene consecuencias serias, graves y a veces mortales.
¿Qué hace la murmuración? Cuando miramos a los hijos de Israel, vemos también algunas de las consecuencias que podemos experimentar. Como hijos de Dios, la murmuración nos mantendrá fuera de la tierra prometida, como lo hizo con los israelitas. Toda una generación nunca entró en la tierra que «fluye leche y miel» que Dios había preparado para ellos, porque no podían estar contentos con el lugar donde se encontraban. Dios no les permitió experimentar lo que realmente querían.
El descontento les robó el gozo y nos roba a nosotros el gozo. Hace que la conciencia de la presencia de Dios se aparte, huya de nosotros. Uno de los ejemplos de las murmuraciones de los hijos de Israel que no tomamos en cuenta, tiene lugar en el libro de Números, cuando Miriam y Aarón, los hermanos de Moisés, murmuraron contra Moisés.
Uno pensaría que si había alguien que podía tener derecho a quejarse, sería el hermano de Moisés y su hermana. Pero las Escrituras dicen que cuando se quejaron, la ira del Señor se encendió contra ellos y Dios se alejó. La nube de la gloria de Dios Shekinah se apartó del tabernáculo.
¿Quieres la presencia de Dios en tu casa? ¿Quieres el sentido de cercanía de Dios en tu vida, en el ambiente en que te mueves? Dios dice: «Yo no me voy a quedar en un lugar donde hay quejas». Perdemos el sentido de la consciencia de la presencia de Dios cuando nos quejamos.
El descontento y la murmuración llevan al desaliento, a la depresión, a la desesperación. Creo que en muchos casos la depresión crónica es el fruto de un corazón ingrato, descontento, quejoso y alimentamos nuestra propia desesperación y nuestro propio desaliento murmurando sobre lo que no tenemos o lo que tenemos que nos hubiera gustado no tener.
Entonces, como hemos visto con los hijos de Israel, cuando murmuramos esto no solo nos afecta a nosotros, sino que envenena a los que nos rodean. Infecta todo el entorno que nos rodea. Es contagioso. Como resultado, hace que seamos difíciles para los que están en nuestro entorno. Otras personas quizás no nos digan esto, pero cuando nos andamos quejando, la gente no va a querer estar cerca de nosotros. Le haremos la vida difícil o miserable a todo el que nos rodea.
Todos hemos conocido personas así, pero me pregunto, si alguna de nosotras se mirara en el espejo o tuviera amigos cercanos lo suficientemente honestos...me pregunto si encontraríamos que nos hemos convertido en quejosas igual que la persona de la que no queremos estar cerca.
Hemos visto que la murmuración nos hace vulnerables a otros pecados —incluso pecados como la inmoralidad, la rebelión. Cuando estamos insatisfechos, nos encontramos justificando otros pecados —pecados como comer en exceso o gastar en exceso. Muchas veces un corazón insatisfecho es el que nos lleva a estos excesos.
Al ver a los hijos de Israel, hemos visto que cuando murmuramos quizás terminemos con lo mismo que veníamos exigiendo en nuestros momentos de murmuración. Las Escrituras dicen que Dios les dio a los hijos de Israel lo que pedían, pero envió fragilidad a sus almas. Otras traducciones dicen que Él envió una enfermedad devastadora entre ellos. Así que ten cuidado con lo que dices cuando murmuras porque Dios puede decir: «Voy a dejar que tengas lo que insistes en tener».
Vemos que la murmuración tiene graves consecuencias, no solo en nuestras vidas, sino en las de nuestros hijos, en las de la siguiente generación. Dios dijo a los hijos de Israel: «No solo van a morir en este desierto, sus hijos se verán obligados a vagar en este desierto durante cuarenta años a causa de su infidelidad».
Detente y piensa acerca de esto. Si no estás satisfecha con la provisión de Dios, podrías estar de alguna manera dándole forma a las circunstancias de tus hijos en el futuro. Dios les dará gracia para responder y hacerles frente a esas circunstancias, pero podrías estar creando un clima y un ambiente que conducirá a tus hijos a ser culpables de los mismos pecados, y los conducirá a sufrir las consecuencias como resultado de tu insatisfacción con Dios.
John Wesley dijo que nuestro trabajo consiste en darle al mundo una opinión correcta de Dios, y cuando murmuramos le damos al mundo una opinión equivocada de Dios. Guiamos al mundo a creer que Dios no es realmente bueno y que no es suficiente.
Jeremías Burrows era un pastor puritano del siglo XVII. Él escribió un libro maravilloso llamado, La rara joya del contentamiento cristiano. Me encanta ese título. En ese libro él da esta definición de contentamiento. Él dice, «el contentamiento cristiano es ese espíritu lleno de gracia, dulce, reflexivo, callado, que libremente se somete y se deleita en la sabia paternidad de Dios en cualquier condición».
Es una frase larga, déjenme repetirla, «el contentamiento cristiano es ese espíritu lleno de gracia, dulce, reflexivo, callado, que libremente se somete y se deleita en la sabia paternidad de Dios en cualquier condición».
Ahora, eso no quiere decir que las circunstancias o las condiciones en las que nos encontremos sean necesariamente buenas o fáciles. Lo que significa es que confiamos en que Dios es soberano, que Él es un Padre sabio y amoroso, que Él se preocupa por nosotros, y que incluso cuando nos enfrentamos a estas circunstancias difíciles o dolorosas, Él sigue siendo bueno.
Pienso en algunas amigas que tengo, que en este momento están pasando por dificultades matrimoniales increíbles, difíciles; mujeres que viven con maridos muy difíciles. Pienso en unos amigos que están enfrentando algunas situaciones importantes en relación con sus hijos. Pienso en una pareja que se acaba de enterar que su hijo de dos años de edad tiene una enfermedad terminal importante, y es posible que en cuestión de años vean a este niño morir. La vida es dura y la vida nos da muchas oportunidades de estar descontentos.
Pero un corazón que ha cultivado el contentamiento, dice: «Reconozco que aún en medio de estas circunstancias dolorosas y difíciles hay un Dios que sigue siendo bueno. Él sigue siendo soberano. Él todavía está en control».
Leemos en el libro del Deuteronomio, que Dios causó hambre a los hijos de Israel, que los condujo a veces a lugares donde las aguas eran amargas. ¿Esto ocurrió porque Dios era malo, vengativo o descuidado con Sus hijos? ¿Se quedó dormido en medio de Su trabajo? No, nunca. «El que te guarda nunca se adormecerá ni dormirá». Él está despierto. Él está atento. Él te está escuchando. Él te está mirando. Él te está cuidando.
Pero Dios tiene un plan en mente que es más grande que nosotras. Porque, verás, no se trata de nosotros. No se trata de nuestra felicidad, en última instancia. Se trata de la gloria de Dios. Se trata de darle al mundo una opinión correcta de Dios. Para que Dios lleve a cabo Sus propósitos, hay momentos en los que Él nos permite pasar por situaciones que no podemos entender, que no tienen sentido para nosotros, y que hacen que nuestros ojos se llenen de lágrimas. Tú has estado allí.
Quizás algunas de ustedes estarán pasando por esas situaciones de las que estamos hablando hoy en día. Algunas de ustedes han pasado por ellas en el pasado reciente. Hay una imagen que les viene a la mente. Quizás hay un individuo. Hay una circunstancia y dicen: «Es muy difícil pasar por esto». Pero el contentamiento cristiano es ese espíritu interno dulce, reflexivo, tranquilo, lleno de gracia, que libremente se somete y se deleita en la sabiduría paternal de Dios en cada situación.
Quiero que veamos en las próximas sesiones, cinco características de un corazón satisfecho. Vamos a tomarlas una a la vez. Quiero que veamos, en primer lugar, que un corazón satisfecho, un corazón contento, es un corazón agradecido.
A medida que los hijos de Israel se preparaban para entrar en la tierra prometida, Moisés les recordó todo lo que Dios había hecho por ellos a través de sus años en el desierto. En Deuteronomio 2, Moisés mira hacia atrás y reflexiona. Les recuerda lo que Dios ha hecho. Él dice: «Por cuarenta años el SEÑOR tu Dios ha estado contigo; nada te ha faltado» (v. 7).
Eso era cierto. Sus zapatos ni siquiera se desgastaron durante cuarenta años. Tenían alimento todos los días. Contaron con la presencia de Dios para conducirlos, para guiarlos. Sí, ellos andaban errantes. Sí, estaban dando vueltas en círculos, pero Dios estaba allí. Dios estaba satisfaciendo sus necesidades. Dios proveyó para dos millones de judíos —hombres, mujeres y niños— en ese desierto. No había centros comerciales. No había supermercados. ¡Durante cuarenta años! ¡Todo fue milagroso!
Pero te das cuenta al leer los pasajes del Antiguo Testamento, de una cosa que brilla por su ausencia. Nunca oyes a los hijos de Israel, diciendo: «Gracias». No les oímos decirlo. Cuando Dios les dio, lo daban por sentado. La próxima vez que tuvieron una necesidad, volvieron a murmurar y a quejarse. Insistieron en murmurar acerca de lo que no tenían, más que estar agradecidos por lo que tenían. De manera que un corazón satisfecho es un corazón agradecido.
Tienes que aprender a expresar gratitud por las bendiciones de Dios. Creo que este es uno de los grandes remedios para la depresión, la desesperación, el desaliento, la frustración, uno de los mejores remedios para un corazón descontento.
No se puede murmurar y dar gracias al mismo tiempo. Simplemente no puedes hacerlo. Yo encuentro, básicamente, que en cada circunstancia y situación de la vida, tengo una de dos alternativas. Puedo adorar o me puedo quejar, pero no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo.
¿Qué hago para aprender a reconocer las bendiciones? Contarlas, nombrarlas una por una. Contar mis muchas bendiciones y nombrarlas una por una es una gran cura para tantas luchas emocionales crónicas y mentales que tenemos como hijos de Dios. Aprender a decir «gracias».
Ahora, a veces duele, cuando haces cosas por los demás, cuando haces cosas por tus hijos, y ellos no te lo agradecen. Ellos no se dan cuenta de todas esas cosas que estás haciendo detrás de la escena solo para que la vida se mantenga en marcha. Hay veces que, como mamá, sientes, «si alguien por aquí expresara agradecimiento, eso haría mi trabajo un poco más fácil».
Pero a medida que me encuentro siendo herida, a veces por la ingratitud de los demás, Dios me lleva de nuevo a esta pregunta: «¿Me diste las gracias por las cosas que he estado haciendo tras bambalinas para ti?» Me parece que muchas veces Dios ha hecho decenas y decenas y tal vez cientos de cosas por mí que no me he detenido a reconocer, mucho menos de apreciar.
¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a contar tus bendiciones? ¿A nombrarlas una por una? Algunas de esas bendiciones son obvias. Es fácil dar gracias a Dios cuando se tiene dinero en el banco, cuando el sol está brillando, cuando tus hijos están locos por ti, cuando tu marido piensa que eres maravillosa. Pero también hay algunas otras cosas difíciles de agradecer a Dios.
Una mujer escribió y me dijo: «He aprendido cuán grave es murmurar contra Dios. Me he quejado de no tener una lavadora y una secadora, de mi pelo (que era rizado antes del embarazo y ahora es lacio), de mis estrías, etc. Pero he aprendido a dar gracias a Dios porque tengo ropa, pelo, y un bebé hermoso. Me ha dado una perspectiva celestial y eterna para sustituir lo temporal».
En 1820, un error, por un descuido médico, dejó una bebé de seis semanas de edad ciega de por vida. Durante los años siguientes, sin embargo, se hizo evidente que a pesar de su discapacidad, tenía una capacidad inusual para escribir poesía y música. Desde el principio, su vida y su poesía revelaban la belleza y la fragancia de un corazón lleno de contentamiento, agradecido.
Su primer poema, escrito a los ocho años de edad, decía así. Ella dijo:
¡Oh, qué niña tan feliz soy, aunque no puedo ver! Estoy decidida a que en este mundo contenta estaré. ¡Cuántas bendiciones disfruto que otras personas no tienen! ¡Llorar o suspirar porque soy ciega, no podré, ni lo haré!
Puede que no sea una gran poesía, pero es una gran teología. Esa niña, como muchas de ustedes saben, se llamaba Fanny Crosby. Ella creció y se convirtió en la compositora amada de Estados Unidos. Escribió más de 9000 himnos. Más tarde en su vida Fanny escribió en su autobiografía, «parecía destinada por la providencia del Dios bendito que yo fuera ciega toda mi vida, y le doy gracias por la dispensación».
El médico que le destruyó la vista nunca se perdonó. Se mudó lejos de la zona, pero Fanny se negó a sentir amargura hacia él. Ella escribió esto de nuevo en su autobiografía. Ella dijo:
«Si pudiera encontrarlo ahora, le diría: "Gracias, gracias", una y otra vez por convertirme en ciega. A pesar de que pudo haber sido un error por parte del médico, no fue un error de Dios. Sinceramente, creo que era Su intención que debía vivir mis días en la oscuridad física con el fin de estar mejor preparada para cantar sus alabanzas e incitar a otros a hacerlo».
Un corazón agradecido.
Y es que, el no dar gracias a Dios lleva a una serie de otros pecados y problemas. De hecho, creo que el pecado de la ingratitud es el primer paso para muchos otros pecados más graves.
Si vamos al libro de Romanos, capítulo 1, donde tienes esta larga lista de características de una cultura caída y depravada (y gran parte de ella describe nuestra cultura hoy en día), y lees esta larga lista de grandes pecados, ¿sabes qué pecado encabeza esa lista? Se olvidaron de ser agradecidos. «Olvidándose de ser agradecidos».
El olvidar dar gracias a Dios nos conducirá a la amargura, la desesperación y la esclavitud. Pero dar gracias a Dios conducirá a la libertad, al gozo y a una mayor bendición.
¿Tienes un corazón agradecido? ¿Has dado las gracias a Dios por las bendiciones obvias que están a tu alrededor día tras día, que tendemos a dar por sentadas? ¿Hay alguna experiencia que requiera un sacrificio de alabanza, algo por lo que Dios está esperando que digas: «Gracias, Señor, recibo esto, yo te presento esto, lo recibo de tu amor y de tu mano»? Cultivar una actitud de gratitud creo que realmente es el primer paso para desarrollar un corazón con contentamiento.
Annamarie: Hoy hemos sido invitadas a cultivar un corazón agradecido y contento. Y un corazón contento quiere lo que Dios quiere para nosotros. ¿Y qué es lo que Dios quiere para nosotros? Él mismo. Él quiere que le glorifiquemos y disfrutemos de Él para siempre. Unidas a Cristo desearemos lo que Él desea y desarrollaremos un corazón agradecido, y la queja y la murmuración irán desapareciendo de nuestras vidas.
¿No crees que sería hermoso desarrollar ese corazón que muestra a otros que Dios es bueno y confiable? Mañana, en la continuación de esta serie, Nancy nos hablará de por qué no podremos abrazar totalmente el contentamiento a menos que confiemos en el Señor para todo.
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Aprendiendo a estar contentas juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Números capítulos 30 al 32.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Gracias Dios, Para Su Gloria, El Fin Desde El Principio ℗ 2018 PSG.
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