Los ojos del Señor
Annamarie Sauter: En medio de un conflicto, ¿has orado de esta manera?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Señor, por favor cambia esta persona, por favor arregla a esta persona, por favor cambia esta situación, por favor obra en este asunto». Pero si te quedas de rodillas suficiente tiempo y permaneces en la presencia de Dios el tiempo necesario, te darás cuenta que tu oración —tarde o temprano— se convertirá en, «Señor, cámbiame a mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en la serie titulada, Qué hacer cuando la vida duele. Nancy nos ha estado ayudando a responder al dolor de manera que traigamos gloria a Dios. Ella continúa en la primera carta de Pedro, capítulo 3 versículo 12.
Nancy: «Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones». ¿Qué te dice …
Annamarie Sauter: En medio de un conflicto, ¿has orado de esta manera?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Señor, por favor cambia esta persona, por favor arregla a esta persona, por favor cambia esta situación, por favor obra en este asunto». Pero si te quedas de rodillas suficiente tiempo y permaneces en la presencia de Dios el tiempo necesario, te darás cuenta que tu oración —tarde o temprano— se convertirá en, «Señor, cámbiame a mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en la serie titulada, Qué hacer cuando la vida duele. Nancy nos ha estado ayudando a responder al dolor de manera que traigamos gloria a Dios. Ella continúa en la primera carta de Pedro, capítulo 3 versículo 12.
Nancy: «Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones». ¿Qué te dice este texto con relación a ese matrimonio difícil en el que estás o esa situación imposible en el trabajo? Dios te está diciendo, «busca la paz, persevera, haz el bien, devuelve bien por mal, bendice, no maldigas…» Tengo todas estas instrucciones, «ten un corazón humilde, un espíritu tierno, amor fraternal, compasión», pero ¿no te sientes realmente sola a veces? (Ver vv. 8-11).
Pienso en una de las mujeres con las que he hablado recientemente, ella es la única creyente dentro de su familia, y su familia se encuentra perdida, sin Cristo, desprovista de piedad. Ellos acaban de pasar por una crisis, la muerte de un familiar, y mi amiga ha tenido que dar testimonio de su fe como cristiana en un ambiente desprovisto de gracia y piedad. Ha habido ocasiones en las que ella se ha sentido muy sola. Para esto es el cuerpo de Cristo; para eso Dios nos dio el uno al otro.
Pero, habrá tiempos en tu vida, en tu matrimonio, en tu lugar de trabajo, en tu ambiente, cuando nadie te comprende o cuando nadie puede entender por lo que estás pasando. Ahí es donde necesitas recordar que si eres hija de Dios, y si tienes el Espíritu Santo morando dentro de ti, tú nunca, nunca, nunca estás sola.
«Los ojos del Señor están sobre los justos». Yo creo que la palabra justo tiene dos significados, y creo que ambos aplican aquí. Uno es que tú has sido hecha posicionalmente justa, que de hecho eres hija de Dios, que eres cristiana, que tú has sido justificada a través de la fe en Cristo Jesús y solamente por Cristo.
Pero yo creo que tenemos otro aspecto de esta palabra justo, y es que vives justamente, que estás viviendo una vida piadosa, que estás obedeciendo lo que las Escrituras dicen aquí, que estás dejando a Jesús ser Jesús en ti. No esperes poder caminar por la vida haciendo las cosas a tu manera, devolviendo mal por mal, maldición por maldición, siendo orgullosa, arrogante, demandando, controlando, dominando, y teniendo todas estas actitudes opuestas a lo que Dios manda, para después decir, «Señor, dónde estás Tú en esta situación».
Ahora, Dios es misericordioso y lleno de gracia. Él me ha confrontado muchas veces cuando no he estado respondiendo de manera justa. Pero si no obedezco lo que dicen las Escrituras, no tendré base para esperar en fe que Él continúe trabajando conmigo.
Se trata de vivir las Escrituras, de ir adelante en fe, y hacer lo que tienes que hacer aun cuando tus sentimientos no estén allí. Y mientras obedeces a Dios, entonces podrás saber que los ojos de Dios están sobre ti, que Él está mirando. «Los ojos del Señor», Proverbios dice que, «están en todo lugar, observando a los malos y a los buenos» (15:3).
De cierta forma, aunque de forma diferente, los ojos del Señor, están sobre tu pareja, o sobre ese niño, o sobre esa persona que está haciendo maldad. Los ojos del Señor también están tomando nota de ello. Pero Dios también está observando tu respuesta. Él no solamente observa la forma en que las personas de tu iglesia creen que tú respondes. Dios conoce la verdad de cómo eres realmente cuando nadie más te está mirando, cuando nadie más se está enterando.
Él no solo conoce tu comportamiento externo, no solo conoce las palabras que salen de tu boca, sino que Él conoce la motivación de tu corazón que está detrás de todo. «Los ojos del Señor están sobre los justos». Esto es lo que significa vivir en el temor del Señor. Significa vivir en el constante y consciente conocimiento de que Dios está aquí; que Él está mirando, que Él sabe lo que estoy pensando, Él sabe cómo estoy reaccionando. Él sabe que en mi espíritu siento desagrado hacia esa persona.
Dios lo sabe, y vivir en el temor del Señor es hablarle a esa persona, dentro de las cuatro paredes de tu casa, como si Jesús estuviera parado ahí. Los ojos del Señor están en ese lugar. Los ojos del Señor están sobre los justos, y continúa diciendo el versículo 12 de 1 Pedro el capítulo 3, «y Sus oídos atentos a sus oraciones». Entonces, ¿qué vas a hacer? Ora, clama al Señor.
Tú me dices, «bien, dime algo que sea práctico. Mejor dime qué debo hacer». Esto es lo que debes hacer, orar. «Pero es que eso es muy espiritual». No, eso es real. Lo que está escrito en este Libro es verdad. Es práctico. Es real. Pero lo que queremos muchas veces es una píldora o una prescripción o una solución o una forma de escapar o alguien que lo arregle, alguien que lo cambie. Y Dios nos está diciendo, «haz lo que te digo, ora. Mírame a Mí».
Es verdad que muchas de nosotras terminamos orando, pero terminamos orando después de haber hecho un montón de cosas, después de haber hablado con una multitud de personas, hemos hablado con tres de nuestras amigas y les hemos expuesto lo que hay en nuestro corazón. Hemos estado hablando mal de la persona que nos lastimó y queremos asegurarnos que las demás personas sepan lo que nos han hecho. O vamos a seis consejeros, o vamos y derramamos nuestro corazón delante del pastor.
Quizás no haya nada malo en ello, dependiendo de cómo lo hagas, el involucrar a otra persona o discretamente compartir la situación con el propósito de que esa persona te señale las Escrituras y te ayude a ver cómo debes responder. Pero antes de hacer cualquiera de estas cosas, ¿por qué no le preguntas al Señor?
«Señor, estoy en esta situación. No siento que pueda soportar mucho más en este lugar. Estoy siendo maldecida, estoy siendo ridiculizada, estoy siendo mal entendida, estoy siendo falsamente acusada, Señor, y esto es muy difícil». Dile al Señor, sé honesta con Él. Confiésale cómo te estás sintiendo, lo que estás pensando y cómo estás respondiendo.
«Señor, si me dejas a mi sola en esta situación no voy a poder manejarlo correctamente. No puedo hacer esto sin Ti, Señor. Te confieso que he estado enojada, he sido una mujer malgeniosa, he sido peleona, he sido una esposa quejumbrosa». Y, amigas, esto me recuerda que escucho tantas mujeres compartir sus problemas de cómo sus esposos y otras personas en sus vidas les están haciendo sus vidas miserables.
Sin embargo, puedo contar con los dedos de mi mano el número de veces que he escuchado a una mujer decirme, «sabes, realmente soy una mujer peleona, contenciosa. Soy una persona con quien resulta difícil convivir». He escuchado mujeres –más de lo que puedo contar– decirme, «yo no puedo vivir con mi esposo», o variaciones de ese mismo tema. No estoy poniendo en duda que esos esposos sean difíciles de soportar. Pero mientras clamas al Señor y le pides que maneje esa situación en la que te encuentras, debes asegurarte de que estás siendo honesta y humilde acerca de ti misma y de tus asuntos, que le estás dando la oportunidad al Señor y le estás pidiendo, «Señor, permite que Tu luz brille en mi vida. Muéstrame».
¿Acaso hay formas en las que estoy hiriendo el espíritu de mi pareja? ¿O de mi hijo adolescente, o de mi hijo adulto, o de mi suegra? ¿Acaso hay veces en las que he estado —quizás no intencionalmente, Señor— viviendo o respondiendo de una forma que esté causando que ellos reaccionen como lo hacen? Señor, purifícame. Manda un avivamiento a nuestro hogar, pero empieza por mí.
Proverbios nos habla una y otra vez acerca del tipo de mujer con la que los hombres no quieren vivir. Ahora, no estoy diciendo que los hombres no pueden ser contenciosos, pero Proverbios no habla de hombres contenciosos habla de mujeres contenciosas. Yo creo que muchas, muchas, mujeres son peleonas, contenciosas y constantemente están molestando y llevando a sus esposos a la desesperación, casi a la locura.
Y Proverbios dice sobre este hombre, que lo que quiere hacer es irse a vivir a un rincón del techo, o irse a vivir a un desierto (Pr. 21:9). Él prefiere ser un ermitaño. Y algunos esposos se convierten en ermitaños aunque continúen viviendo en el mismo hogar. Simplemente se alejan. En algunos casos es porque —al menos en parte— la esposa no buscó la paz. Ella no era apacible, simplemente reaccionaba.
Tienes dos personas reaccionando debido al dolor, viendo las cosas desde su propio punto de vista. Y Proverbios nos dice que todo camino del hombre es recto ante sus ojos» (21:2). Y ¿no es esto verdad? Habla con cualquier pareja en conflicto, o cualquiera de los dos grupos en algún conflicto en la iglesia, o de un conflicto en el trabajo, o en medio de algún conflicto entre dos miembros de la familia. Cada quien cree estar bien ante sus propios ojos.
Bueno, pero volvamos a Pedro. Pedro dice que «los oídos del Señor están atentos a tus oraciones» (v.12). Y ahora vamos al Salmo 66, que nos dice, «si observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará». Si te aferras a tu propio pecado, no esperes que el Señor responda a tus oraciones, si no estás dispuesta a ser honesta y a quebrantarte delante del Señor.
Cuando vayas a orar sobre estas situaciones, tu primer pensamiento será, «Señor, por favor cambia a esa persona, por favor arregla esta persona, por favor cambia esta situación, por favor trata con este asunto». Pero si te quedas de rodillas el tiempo suficiente y permaneces en la presencia de Dios el tiempo necesario, te darás cuenta que tu oración —tarde o temprano— se convertirá en, «Señor, cámbiame a mí. Señor, usa esta situación en mi vida», como siempre Él hará si tan solo lo dejas obrar. «Señor hazme más como Jesús. ¿Cómo, puedes ser glorificado en mi vida en medio de esta situación?»
Probablemente te darás cuenta de que te terminarás arrepintiéndote. Ahora, eso no significa que debes cargar con los pecados de otros. Conozco algunas mujeres que han caído en esa trampa. «Es mi culpa que mi esposo sea un hombre iracundo». Toma la responsabilidad por lo que Dios te está señalando que es tu responsabilidad, y luego deja que Dios se encargue de tu esposo.
Tu disposición para hacer esto es realmente la evidencia de cuán grande piensas que es Dios. Si vas a tomar las cosas en tus propias manos y si dices, «tengo que arreglar esto, o tengo que salir de aquí, o tengo que manejar esto», lo que realmente estás diciendo y haciendo es, «yo puedo manejar esto mejor que Dios».
Pedro nos lleva de regreso a Dios, quien es soberano, quien está sobre todo, quien todo lo ve y quien escucha nuestro clamor. «Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones» (1 Pedro 3:12). Hay una última frase en este versículo, «pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal».
Ahora, puedes leer esto de dos formas, y supongo que las dos son correctas. Puedes decir, ¡sí!, el rostro del Señor, el juicio de Dios, está sobre mi esposo, sobre ese jefe, sobre ese diácono de la iglesia, o sobre quien sea que está haciendo maldad. Ciertamente, esa persona tendrá que enfrentar al Señor y tendrá que darle cuentas. Pero en el contexto aquí donde Pedro está hablando a los creyentes, a aquellos que quieren vivir correctamente y que también están sufriendo, él simplemente les dice, «no hagas maldad, sino que en lugar de ello haz el bien» (3:11).
Y al menos en parte, creo que lo que él dice es, «si tú no obedeces esto, si escoges responder al mal haciendo el mal, cuenta con que el mismo Dios estará en tu contra». Ahora, déjame preguntarte, en tu matrimonio, ¿quieres que Dios trabaje en contra tuya? En tu lugar de trabajo ¿quieres que Dios te trate con mano dura? ¿Quieres que Dios mismo se coloque en tu contra?
Pedro continúa diciendo en el capítulo 5 en el versículo 5, que Dios se opone al orgulloso. «Dios se coloca en tu contra», dice una paráfrasis, «y se prepara para la batalla contra el orgulloso, contra aquellos que hacen maldad». Y yo no sé tú, pero yo no quiero a Dios en mi contra. Yo quiero el rostro de Dios resplandeciendo sobre mí y bendiciéndome; quiero tener Su favor y obtener de Su luz para caminar; para que me muestre el camino. Yo quiero hablar y vivir con Él cara a cara como una persona habla con su amigo. Anhelo su amistad, necesito su amistad en estas circunstancias desesperantes.
No necesito que Él voltee su cara en mi contra. Pero cuando yo misma me pongo en contra de Dios, entonces, en un sentido, lo estoy forzando a Él a mantenerse a distancia. ¿Porque me odia? NO, porque me ama, porque Dios intenta purificar mi vida y la tuya. Su intención es hacernos como Jesús.
Dios sabe que si estoy devolviendo mal en respuesta a la maldad que me han hecho entonces necesito la presión. Necesito sentir que estoy yendo en contra de la barrera de la disciplina y el castigo que Dios me pone. En la economía de Dios, cuando respondemos como Dios manda, a Su manera, generalmente Dios cambia la situación y producirá una transformación en la vida de la otra persona.
Creo que es ahí donde debemos comenzar, ejercitando nuestra fe y creyendo que Dios puede, de hecho, cambiar el corazón de la otra persona. Y no asumas que porque su corazón no ha cambiado —aun en años— Dios aún no puede obrar. Dios puede hacerlo rápidamente. Quizás lo haga, quizás no. Pero Él es capaz.
Creo que necesitamos animarnos unas a otras y continuar esperando en Dios y creer que Dios realmente puede cambiar la situación. Ese esposo, o el hijo adulto que nos insulta, que blasfema, que maldice, no está fuera del alcance de la gracia de Dios. Mientras tengamos aliento tenemos esperanza.
Ahora, no puedes basar tu felicidad y bienestar en la esperanza de que esa persona pueda cambiar algún día, porque quizás nunca suceda. Pero a la misma vez no te des por vencida al pedirle al Señor creyendo que Él realmente es capaz de hacerlo.
Porque si tratas a tu pareja como si él nunca fuera a cambiar tal vez estás aumentando las posibilidades de que no lo haga. Pero si vives con la fe de que Dios realmente puede redimir, santificar y cambiar el corazón de esa persona, vas a tratarla diferente.
Creo que le das más espacio a Dios para moverse. Lo que quiero decir es que a veces Dios realmente usa tu obediencia para cambiar la situación. ¿No es esa la razón por la que podemos estar aquí sentadas hoy, porque Cristo sufrió, y porque el justo pagó por el injusto para así traernos a Dios?
Eso es lo que Pedro nos dice en primera de Pedro capítulo 3:
«Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres; al observar vuestra conducta casta y respetuosa» (vv. 1-2).
Pedro está diciendo que a veces ellos serán ganados para Cristo, no te des por vencida, cree que Dios es capaz de hacer esto, y que Dios desea usarte como un instrumento de santificación y de bendición en el corazón de los miembros de tu familia.
Pero creo que hay veces —por razones que solo Dios conoce y que tenemos que dejarle a Dios— donde quizás Él no cambie el corazón del individuo. Le permite a esta persona continuar con un corazón endurecido y continuar insultándonos y maldiciéndonos. Pero la pregunta entonces es ¿perseverarás? Y lo único que puedo decirte es lo que la Palabra de Dios dice, «continúa bendiciendo, no lo insultes».
Ahora, tal vez necesitas tomar dos o tres mujeres piadosas y maduras alrededor tuyo que puedan apoyarte en esta situación; que puedan ayudarte para que perseveres en el largo trecho, en términos de tu fortaleza espiritual y de tu perseverancia.
Pero escucha lo que Pedro dice en 1 Pedro capítulo 3. De nuevo, hablando particularmente a las mujeres pero también a los hombres que están viviendo situaciones en las que están siendo ridiculizados y maldecidos.
Versículo 13: «¿Y quién os podrá hacer daño si demostráis tener celo por lo bueno? Pero si aún sufrís por causa de la justicia, dichosos sois».
Esto quiere decir que tú no estás sufriendo porque lo provocaste, tú no estás sufriendo por ser una mujer contenciosa con quien es imposible convivir. Estás sufriendo por hacer el bien, y si aún debieras pasar por esto, él dice que serás bendecida por ello (vv. 13-14).
Pero quizás tú me dirás: «Es que no me siento muy bendecida». Bueno, necesitamos definir la palabra bendición. La bendición del Señor es la que nos enriquece y la bendición del Señor es duradera. Es una bendición eterna. Hay bendiciones que Dios tiene reservadas para ti. Es como los padres cuando guardan los regalos de navidad para sus hijos.
No puedes tenerlos ahora, no puedes verlos ahora, pero están ahí. Están envueltos. Están debajo del árbol o en algún armario en el cual te has metido a escondidas para verlos. No puedes abrirlos ahora. No sabes qué hay dentro. No puedes usarlos ahora. No puedes jugar con ellos ahora. Pero están allí. Han sido comprados y están bajo el árbol, están en ese closet.
Anticípalo. Hay bendiciones. Ya sea que las experimentes ahora en alguna medida o que tengas que esperar hasta después para experimentarlas en toda su plenitud, la Palabra de Dios dice que, «serás bendecida».
Esta es una ilustración de una situación donde tendremos que decirnos la una a la otra, mientras lidiamos con las dificultades de la vida, «¿qué dice la Palabra de Dios?» Aconseja tu corazón de acuerdo a la Palabra de Dios y serás bendecida.
Luego Pedro continúa diciendo, «no os amedrentéis por temor a ellos, ni os turbéis». ¿Quiénes son ellos? Son las personas que están maldiciendo que están insultándote, «no tengas temor de ellos y no te preocupes». Y yo solo estoy leyendo lo que dice.
Si yo fuera una consejera o terapeuta y tú vinieras y me pidieras consejo y yo solo te dijera eso, sin la autoridad que viene de la Palabra de Dios, tal vez sientas que estoy siendo poco compasiva o que no muestro interés o quizás que soy una necia.
Pero el caso es que Dios es quien lo está diciendo. Es la verdad, es verdad. Él dice, «no tengas temor de ellos, no seas controlada por sus explosiones emocionales. No reacciones en pánico o en miedo. Los ojos del Señor están sobre ti, y sus oídos están atentos a tu clamor». Dios es soberano, Él está en Su trono y todavía está en control. Cuando sabes que Él lo está, no tienes que tener miedo. Entonces déjalo ser Dios, y tú no te preocupes.
¡No camines por ahí cabizbaja, como una mujer acongojada y deprimida, desanimada, o descorazonada! No te preocupes. Otra vez, déjame decirte, «eso es más fácil decirlo que hacerlo». Pero es lo que la Palabra de Dios nos dice, y entonces tú tienes que decirle a tu corazón: «corazón, no te preocupes». No es que las circunstancias no sean serias, pero Dios nos está diciendo, «¡no te abrumes por algo que parece ser sobrecogedor porque Yo soy más grande aún!» ¡Es Dios quien tiene el mundo en sus manos!
Y a través de todo el libro de 1 Pedro... Por cierto, te reto a hacer un estudio de esta carta, memorizándotela. Es algo que yo he hecho cantidad de veces a través de los años. Medita en este libro. Te reto a que hagas esto con 1 Pedro, y verás, cuando llegues al capítulo 4, al versículo 12 que dice: «Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo...»
Que no te tome por sorpresa. No digas, «¿por qué yo? ¿Porqué me está ocurriendo esto a mi?» Pedro dice que te va a ocurrir. No te sorprendas si te ocurre. En lugar de ello, mira lo que dice el versículo 13 —y si él no tuviera la autoridad de la Palabra diríamos que está loco— pero él nos dice, «regocíjate».
Él no solo está diciendo, «sujétate hasta con las uñas, pon una sonrisa en tu rostro cuando vayas a la iglesia, sé fuerte, sopórtalo, sobrevive…» Él está diciendo, «haz más que eso, alégrate». «Regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijeis con gran alegría».
Annamarie: Y tú, ¿has orado, «Señor, cámbiame a mí, comienza conmigo»? Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado animando a responder al dolor de modo que traigas gloria a Dios. Este mensaje es el último en la serie titulada, Qué hacer cuando la vida duele.
Creo que muchas estaríamos de acuerdo en que… a menudo la vida duele por nuestra falta de perdón… ¿Alguna vez has ensayado un mini discurso en tu mente con el que le darías a otra persona su merecido o le dirías las cosas, como decimos, «sin pelos en la lengua»? Dannah Gresh dice que es dañino vivir de esta manera, te hace daño a ti misma.
Dannah: ¿Quieres obtener libertad de tu enojo, de tu amargura, de tu maledicencia y tu malicia?, perdona…
Annamarie: Escucha más acerca de esto en nuestra próxima serie de Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana sino a tener una vida abundante en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es 1 Crónicas capítulos 23 al 25.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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