Lléname de Ti, día 4
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando nuestros corazones son humildes, cuando estamos vestidas de humildad, ¡todo lo que nos interesa es que Dios se lleve la gloria, que Jesús sea reconocido y alabado, adorado y aplaudido como Señor! Esto es lo que nos importa.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana Nancy nos ha hablado sobre la importancia de guardar nuestros corazones y ser llenas de Cristo, de Su amor, de Su Espíritu. Y esto es algo que debemos pedirle a Dios en oración –«lléname de Ti». Pero, ¿cómo lo pedimos si no somos humildes? Bueno, esto es algo por lo que también podemos orar. Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: «Que pueda ser vestida de humildad», esta es una petición que es totalmente contraria a lo que es en esencia nuestra naturaleza. El querer ser exaltadas es …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando nuestros corazones son humildes, cuando estamos vestidas de humildad, ¡todo lo que nos interesa es que Dios se lleve la gloria, que Jesús sea reconocido y alabado, adorado y aplaudido como Señor! Esto es lo que nos importa.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana Nancy nos ha hablado sobre la importancia de guardar nuestros corazones y ser llenas de Cristo, de Su amor, de Su Espíritu. Y esto es algo que debemos pedirle a Dios en oración –«lléname de Ti». Pero, ¿cómo lo pedimos si no somos humildes? Bueno, esto es algo por lo que también podemos orar. Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: «Que pueda ser vestida de humildad», esta es una petición que es totalmente contraria a lo que es en esencia nuestra naturaleza. El querer ser exaltadas es una característica de nuestra naturaleza humana, caída y pecadora, de nuestro ADN, ¡queremos ser exaltadas! Deseamos mostrar mucho de nosotras mismas y que otros nos tengan en alta estima.
Expresamos esto de maneras diferentes, pero ¿habrá alguien que diga, «¡yo no! A mí no me importa ser reconocida, no me importa que los demás piensen bien de mí o que me tengan en alta estima, no me interesa que las cosas se hagan a mi manera, yo no quiero ser la primera»? Ahora, algunas personas lo expresan de manera desagradable y otras personas lo expresan de manera quieta y amable, pero por dentro, todas nosotras de manera natural queremos ser exaltadas. Quizás no en una plataforma o en una alta posición, pero queremos ser apreciadas, valoradas y respetadas.
Así que, orar que seamos vestidas de humildad es orar en contra de lo que es natural para nosotras mismas.
Leí una historia el otro día acerca de una joven que pidió una cita para hablar con el pastor de más edad en su iglesia, acerca de un gran pecado en su vida. Ella le dijo: «Pastor, ¡hay un pecado en mi vida que yo no puedo controlar. Cada vez que estoy en la iglesia, empiezo a mirar alrededor a otras mujeres y me doy cuenta de que soy la más hermosa en toda la congregación, ¡nadie es tan hermosa como yo y no sé qué hacer con relación a este pecado!»
El pastor la miró y le dijo: «¡querida, eso no es un pecado, es tan solo un error!» Bueno, la naturaleza del orgullo nos engaña, nos enceguece. Nuestra naturaleza no se inclina hacia la humildad, se inclina hacia el orgullo. Nosotras estamos de manera natural preocupadas por lo que otros piensan acerca de nosotras.
Y a menudo queremos que ellos piensen en nosotras, que piensen solo lo mejor de nosotras, que nos tomen en cuenta, que nos traten bien, que tengan una gran opinión de nosotras y de lo que decimos. Nosotras estamos inclinadas de manera natural a buscar la atención, la alabanza, el honor y la gloria para nosotras mismas, de manera natural buscamos exaltarnos y ser exaltadas por otros; de manera natural somos autosuficientes, dependiendo de nosotras mismas.
¿Qué es lo que dice un niño de dos años? «Yo puedo solo, no necesito que mami me ayude». Empieza realmente a temprana edad, ¿no es verdad? De manera natural queremos hablar acerca de nosotras y de manera natural queremos escuchar a otros hablar acerca de nosotras, asumiendo que ellos digan solamente cosas buenas, ¿verdad? No queremos que nadie diga nada malo acerca de nosotras. Es querer ser el centro de todo. Es un tipo de egoísmo.
Nosotras de manera natural disfrutamos la alabanza de los hombres y de manera natural resentimos su desaprobación o su crítica. Jonathan Edwards, ese gran teólogo de los años 1700, dijo: «¡Ay, cuánto orgullo tiene la mejor persona en su corazón!» Es el primer pecado que entró al universo y es el último que será arrancado de él. Es el enemigo más obstinado, testarudo de Dios.
Y por cierto, si somos orgullosas y cuando somos orgullosas –en cualquier extensión– nos hacemos enemigas de Dios, porque Dios siempre se enfrenta contra el orgullo humano. El orgullo es esencialmente la exaltación de uno mismo y siempre, termina, tarde o temprano, haciéndonos caer. ¡Puedes contar con esto!
Es como la ley de la gravedad. A aquellos que se exaltan a sí mismos, Dios los hace caer. Él no siempre lo hace de inmediato, pero en Su tiempo, aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados. Isaías 14 (si tienes tu Biblia quizás quieras abrirla ahí) es un pasaje que muchos comentaristas creen que describe la autoexaltación de Lucifer (Satanás, el diablo) y todos sus secuaces y cómo cayeron desde el cielo, mientras él se convertía en el archienemigo de Dios.
Comenzando en Isaías 14:12, puedes ver su intento de elevarse, de exaltarse y ser como Dios y su caída hacia el abismo. Él se exaltó a sí mismo y Dios lo humilló. Mira lo que dice: «¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Pero dijiste en tu corazón (esto es autoexaltación): “Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, me haré semejante al Altísimo”».
Versículo 15: «Sin embargo, has sido derribado al Seol, a lo más remoto del abismo». ¿Puedes ver la progresión? Satanás se exaltó a sí mismo y Dios le dijo, «¡tú vas a caer al abismo!» Y eso es lo que nosotras necesitamos entender, (tú dices, «¡yo estoy contenta de que no soy Lucifer, estoy contenta de que no soy Satanás!») pero, he aquí el punto, detrás de todo orgullo y arrogancia humana está Satanás mismo. El orgullo es el espíritu del anticristo. Cuando Dios constituyó universo lo hizo como un solo Dios Altísimo. Dios es grande, Él es exaltado sobre todo. Él es glorioso, poderoso, majestuoso, santo, Él es el único que es digno de toda alabanza.
Como seres humanos creados a imagen de Dios ¡estamos en nuestro mejor punto cuando lo exaltamos a Él! La ley del reino de Dios, la ley del reino del cielo. Jesús dijo acerca de esto en el sermón del monte: «Bienaventurados los pobres en espíritu…» (Mat.5:3).
Aquellos que espiritualmente están en bancarrota, aquellos que se dan cuenta que no tienen nada que ofrecer, que están destituidos, que son pobres en espíritu, son los que van a ser bendecidos. Son los que van a recibir el reino de los cielos, porque la vía para ir hacia arriba es yendo hacia abajo. Y aquellos que se empujan ellos mismos hacia arriba, aquellos que se exaltan a sí mismos, aquellos que ascienden en su orgullo en sus corazones que quieren ser sus propios dioses, o quieren ser como Dios, o quieren ser superiores a otros…esos son los que Dios va a empujar hacia abajo.
Ahora, usualmente oro, «vísteme de humildad»; pero en la medida en que continué estudiando esto, me di cuenta que las Escrituras nos enseñan que nosotras debemos vestirnos de humildad. No pongas a Dios en la posición de tener que humillarte. Lejos de esto elegimos humillarnos a nosotras mismas.
Es por esto que he arreglado esta oración y ahora dice, «que pueda ser vestida de humildad». Ahora estoy orando: «Señor, dame la gracia de elegir vestirme de humildad». Puedes ver esto en un par de lugares en las Escrituras. Primero en 1 Pedro 5. Al inicio del capítulo, Pedro exhorta a los ancianos de la iglesia a pastorear el rebaño de Dios, velando por él, con un corazón sincero, no siendo dominantes sino siendo ejemplo del rebaño, ejercitando un liderazgo de siervo humilde.
Y luego él dice en el versículo cinco de 1 Pedro 5: «Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios…» ¿Sabes lo que la palabra resiste significa? Significa brazos firmes, extendidos, porque Dios mantiene el orgulloso a distancia. Algunos diccionarios bíblicos pudieran decir que significa que «Dios se opone Él mismo en la batalla en contra de aquellos que son orgullosos».
¿Quieres que Dios sea tu oponente, tu contrario, que se oponga a ti? Piensen en esto, yo no sé cómo se llaman las posiciones en el fútbol –¿defensas, corredores traseros…? Y he dicho más de lo que sé acerca del fútbol, pero he visto a algunos niños de ocho años corriendo hacia esos grandes jugadores para empujarlos y derribarlos. El niño va a ser derribado, va caer antes que este jugador de fútbol, ¿no es así?
Tú manifiestas orgullo, eres orgullosa, y Dios mismo se opondrá a ti. Él mismo estará contra ti. Él mismo se pondrá delante en la batalla contra ti. Pero ¿qué hace a aquellos que son humildes? Les da gracia, les prodiga gracia, derrama gracia sobre el humilde.
Nuestro razonamiento natural dice, «si te humillas a ti misma, correrán por encima de ti y te aplastarán». Pero Dios dice: «Si eres humilde, si te humillas, Dios te levantará. «Humíllate bajo la poderosa mano de Dios y él te exaltará a su debido tiempo» (1 Pedro 5:6).
Pensamos que si nos humillamos, seremos como nada. No, eres nada hasta que te humillas a ti misma. Humíllate a ti misma, vístete de humildad. Colosenses 3:12 dice algo similar: «Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia». ¡Revístete!
La humildad cubre nuestra desnudez espiritual con la justicia de Cristo.
Hasta que no nos humillemos, no podremos ser vestidas con Su justicia. Hasta que no nos demos cuenta de nuestra necesidad y digamos, «Señor, te necesito», no podremos ser vestidas de Cristo.
Vemos evidencias de humildad en ese asombroso retrato de Cristo en Filipenses capítulo 2, este pasaje que la mayoría de nosotras conoce y con el que estamos tan familiarizadas. Y cuando me encuentro con alguno de estos pasajes, es de ayuda ir de nuevo sobre ellos una y otra vez, una y otra vez y solamente recordar a Cristo, quien es nuestro supremo ejemplo de humildad.
¿Cuáles son las evidencias de esto? Bueno miremos entonces en Filipenses capítulo 2, empezando en el versículo 2: Pablo dice, «haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito». He aquí una expresión de humildad, siendo uno, de una mente, de un corazón y en un mismo acuerdo.
Cuando hay personas en una familia o en una iglesia que siempre están insistiendo en hacer las cosas a su manera, de acuerdo a su propia opinión y son contenciosas y dividen, allí no hay humildad. De hecho, Proverbios dice que «por el orgullo viene la contienda». Si hay contiendas en tu hogar, si hay contiendas en tu matrimonio, si hay contiendas en tu iglesia, es porque hay orgullo.
Y quizás tú me digas: «Sí, todo el mundo alrededor de mí es orgulloso». Bueno, quizás sea así, pero tú deberías pedirle a Dios que escudriñe tu propio corazón, y pregúntate, «¿tengo la clase de espíritu humilde que produce unidad en el ambiente donde vivo y donde trabajo?»
Filipenses 2:3: «Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria (no egoísmo, ambición, rivalidad), sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo». Si nosotras solamente hiciéramos eso un poquito, imagínate cuán diferentes serían nuestras relaciones interpersonales, nuestros lugares de trabajo.
Si consideraras a tu esposo, tus niños, tus padres, tus suegros, tus nueras o yernos, las personas en tu iglesia, las personas con las cuales trabajas cuidando niños, en los estudios de la Biblia que lideras, las personas en tu lugar de trabajo –quienesquiera que sean– como más importantes que tú, con un corazón humilde, ¿qué cambiaría? ¿Cómo cambiaría tu entorno?
El versículo 4 dice: «No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás». Déjame mostrarte cómo estamos sintonizadas; la pregunta que nos hacemos es: «¿cómo me van a afectar estos cambios? Toda esta situación con el tiempo, los servicios de la iglesia, o la estructura organizacional, ¿cómo me va a afectar esta situación?
Cuando miras una foto de un grupo, ¿cuál es la primera imagen que buscas, qué quieres mirar? Todo el mundo en la foto puede tener sus ojos cerrados y el ceño fruncido, pero si nosotras estamos sonriendo y tenemos los ojos abiertos, decimos, «¡oh, esta es una gran foto! Porque buscamos nuestros propios intereses, ¿no es así? ¡Es natural! Lo que es sobrenatural es tener un corazón humilde que mira primero por los intereses de los demás sobre sus propios intereses.
Es por eso que necesitamos orar y decir: «¡Señor, ayúdame a ser revestida con humildad!» Miremos el versículo cinco: «Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús». Es una forma de pensar que nosotras estamos pidiendo a Dios que nos dé una mentalidad humilde. «El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo…» Esas son cualidades de la humildad: vaciarnos de nosotras mismas, un corazón de sierva, «haciéndose semejante a los hombres…y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Este es un amor de autosacrificio, de autonegación que da y da y sirve y obedece la voluntad de Dios, aun cuando sea muy costoso. Ese es el modelo de siervo.
Y mira esto, en Filipenses es 2: 9-11: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra,y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre».
Cuando Jesús se humilló a Sí mismo, ¿qué hizo Dios? Dios le levantó, Dios le exaltó. Cuando te humillas a ti misma, Dios te exalta a Su debido tiempo. ¿Y sabes qué? Porque te has humillado, todo lo que anheles y desees va a darle gloria a Dios. No vas a ser orgullosa cuando Dios te exalte. Vas a estar agradecida y feliz de que Dios esté siendo glorificado y vas a querer que él sea exaltado, vas a querer que otros alrededor de ti sean exaltados porque estás viviendo esas cualidades.
Escucha, cuando nuestros corazones son humildes, cuando estamos vestidas de humildad, ¡todo lo que nos interesa es que Dios se lleve la gloria, que Jesús sea reconocido y alabado, adorado y aplaudido como Señor! Esto es lo que nos importa.
«Yo debo menguar», dijo Juan el Bautista, el que vino abrir camino delante del Mesías, «pero Él debe crecer». Ese es un corazón humilde.
Así que quiero preguntarte: ¿cómo podemos humillarnos a nosotras mismas? Se nos ha dicho que nos vistamos de humildad, que nos humillemos a nosotras mismas. Y estamos orando que Dios nos ayude a vestirnos de humildad. Pero de manera práctica, ¿cómo podemos humillarnos a nosotras mismas?
Déjame darte algunas sugerencias que han llegado a mi mente en estas últimas 24 horas:
- Enfócate en la grandeza y la santidad de Dios. Enfócate en Dios en vez de en ti misma. Enfócate en la grandeza de tu creador y en lo que Él ha creado. Cuando lo hagas vas a tener una correcta perspectiva de ti misma.
Si necesitas un pasaje que te muestre cuán grande es Dios y cuán endebles somos nosotras (me encanta este pasaje), ve a Isaías capítulo 40, comenzando en el versículo 12. También nos muestra cuán preciosas somos para Dios, porque Dios cuida de nosotras. Mira esto por ejemplo: «¿Quién midió las aguas?» Las aguas de toda la tierra…
¿Cuánta agua puede sostener Dios en la palma de Su mano? Todos los galones de agua que hay en el planeta y en el universo. ¡Con el palmo de Su mano Él mide todo el espacio de los cielos! ¡WAO! ¡Él «tomó la medida de los cielos», (de este a oeste, de norte a sur, todos los cielos con el palmo de Su mano).
Y «con un tercio de medida calculó el polvo de la tierra», con una taza de medir! Una taza de medir de Dios puede contener todo el polvo de la tierra, ¿quién lo ha hecho? «¿Quién…pesó los montes conla báscula, y las colinas con la balanza?»
Versículo 15: «He aquí, las naciones son como gota en un cubo, y son estimadas como grano de polvo en la balanza…» Qué necedad la de nosotras en sentirnos orgullosas de nada ¡somos tan pequeñas y Él es tan grande, tan majestuoso!
John Flavel es un gran escritor de todos los tiempos. Él dijo, «aquellos que conocen a Dios serán humildes, y aquellos que se conocen a ellos mismos no podrán ser orgullosos». Si quieres ser humilde, conoce a Dios, llega a conocer a Dios… Pondera cuán grande Él es, medita sobre esto, medita en las Escrituras que te ayudan a pensar de esta manera.
- Si quieres ser humilde, si quieres humillarte a ti misma, reconoce y confiesa cómo tu corazón se ha inclinado hacia el orgullo. Reconócelo. No digas «yo no soy orgullosa», porque el hecho es que somos orgullosas. Reconócelo, confiésalo, la tendencia es a pensar mucho, demasiado, muy a menudo y muy alto acerca de nosotras mismas.
C.S.Lewis dijo, «si alguien quiere adquirir humildad, puedo, creo, decirle cuál es el primer paso. El primer paso es darnos cuenta de que somos orgullosos. Si tú piensas que no eres engreído, esto quiere decir que de verdad eres engreído!» Así que, reconócelo, mira cuán grande es Dios y luego reconócelo, «Señor, locamente, sin ninguna base racional, hay orgullo en mi corazón». Reconócelo y confiésalo.
- Si quieres ser humilde, si quieres humillarte a ti misma, aprende a expresar tu necesidad, primero a Dios y luego a los demás. Orando esta oración, «Señor, vísteme de humildad», estamos expresando nuestra necesidad. Se requiere humildad para orar por humildad, ¿verdad? Estamos diciendo, «no tengo suficiente humildad. Señor, soy de manera natural orgullosa, pero quiero que tú me vistas de humildad», ora por humildad.
- Expresa tu necesidad a otros. Cuando dices, «estoy en necesidad», lo que realmente estás diciendo es: «no soy autosuficiente, no lo tengo todo».
Le confesé a alguien la semana pasada, a medida que orábamos juntos, un área de necesidad en mi vida, y Dios me estaba mostrando algunas áreas donde yo sabía que algunas cosas no estaban bien. Y le pedí a esta persona que orara por mí, le pedí que me ayudara. Ese fue un paso de humildad. Ahora, esa sola conversación no me hace una mujer humilde, pero es un paso en la dirección correcta ¿no crees? Decir, «tengo una necesidad, ¿podrías orar por mí?»
Si quieres humillarte a ti misma, entonces aprende a recibir crítica y reproche, sea justificada o no, que estén en lo correcto o no. Les digo a nuestras corresponsales, aquellas que responden los correos electrónicos y las cartas que llegan a Aviva Nuestros Corazones, que en cualquier momento, a cualquier persona que nos escriba para criticarnos, primero le agradezcamos por tener el cuidado suficiente de venir y expresarnos su punto de vista, y hacerlo de manera personal.
Cuando alguien se acerca a ti, agradécele su crítica y luego en oración considérala. No seas demasiado rápida en defenderte a ti misma. Proverbios 21:2 dice: «Todocamino del hombre es recto ante sus ojos…» ¿Sabes lo que es esto? Es orgullo. Así que recibe la crítica y el reproche.
- Pide consejo y el punto de vista de otros. Sé enseñable. ¡Todas nosotras tenemos puntos ciegos! El fundador de nuestro ministerio usualmente decía, «el último hombre que sabe que tiene un agujero en su chaqueta es el hombre que la tiene puesta». Así que pregúntale a alguien, «¿tengo un agujero en mi chaqueta? ¿Hay algunas cosas que estás viendo en mi vida?»
Si de verdad quieres ser valiente, pregúntale a tu compañero, pregúntales a tus hijos adolescentes. Algunas de ustedes están muy cargadas por sus hijos adolescentes que son arrogantes y no quieren escuchar, y no son enseñables, ¿cómo está el espíritu enseñable y humilde que ellos ven en su mamá?
Algunas de ustedes realmente desean y anhelan ver a sus esposos que se humillen y vean su necesidad. ¿Cuándo fue la última vez que él te vio humillarte y expresar tu necesidad y pedir una oración? Solo preguntando, pidiendo consejo. Cuando estás equivocada, no busques retaliación, no te defiendas a ti misma. Haz lo que Jesús hizo. Él se humilló a Sí mismo. Como dice la antigua canción, ni siquiera hubo un murmullo con sus labios… El majestuoso silencio de Cristo cuando estaba siendo falsamente acusado, perseguido y difamado.
- Si quieres humillarte a ti misma, expresa tu dependencia de Él. «Yo lo necesito cada hora». Agradece cuando Dios te pone en un lugar donde no tienes ayuda, donde lo necesitas a Él desesperadamente, donde no puedes hacer nada sin Él.
Recuerda lo que he dicho tantas veces en Aviva Nuestros Corazones, «cualquier cosa que me haga necesitar a Dios es…¿qué? ¡Una bendición! Exprésale tu dependencia a Él.
- Mantente predicándote el evangelio… El evangelio de nuestra pecaminosidad, de nuestra indignidad… ¡El evangelio del asombroso amor y la gracia y de la obra de redención de Cristo, que hace a enemigos, amigos y hace a los pecadores, santos! Mantente predicándote el evangelio.
- Busca toda oportunidad de darle la gloria, el honor y la alabanza a Dios, hazlo todo para Él. Una pasión por la alabanza, una pasión por alabar a Dios, es una evidencia de humildad y cura el orgullo, es un antídoto para el orgullo. Alaba al Señor.
Y así, al orar, queremos pedirle a Dios, hoy y en los días por venir, que nos ayude a vestirnos de humildad.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth te ha estado mostrando lo importante que es para tu caminar de fe que te vistas de humildad. ¿Orarías para que en Su gracia, Dios obre humildad en tu corazón? Nancy regresará para ayudarte a hacer esto.
Y mañana, asegúrate de acompañarnos para escuchar la historia de una mujer cuyo corazón orgulloso fue quebrantado por el poder de la Palabra de Dios, de modo que pudo conocerle y ser llena de Cristo.
Ahora, oremos con Nancy.
Nancy: Quiero hacer una breve oración, y pedirte que la hagas tuya, y luego quiero cerrar orando con una oración de El Valle de la Visión, que es una colección de las oraciones y devociones puritanas, he adaptado solo una pequeña parte para que pueda ser relevante en nuestra situación presente. Ora conmigo si puedes.
Señor Jesús, ¿podrías darme la gracia de caminar en los pasos del Salvador que es manso y humilde de Espíritu, quien se humilló a Sí mismo y se hizo carne para vivir nuestra vida y morir la muerte que nosotras merecíamos? ¿Podrías con Tu gracia permitirme elegir ser pobre en espíritu? ¿Estimar a los demás como mejores que yo? ¿Podrías darme la gracia de no estar buscando impresionar a otros, simplemente agradarles, solo para agradarte a ti? ¿Podría yo menguar y que Cristo sea magnificado?
Y ahora tomado del libro El Valle de la Visión: «Oh, Dios, alto y santo, manso y humilde, permítenos aprender por esta paradoja, que el camino hacia abajo es el camino hacia arriba, que estar abajo es estar arriba, que el corazón contrito es el corazón sanado, que el espíritu contrito es el espíritu que se regocija… Que el alma que se arrepiente es el alma victoriosa, que tener nada es poseerlo todo, que sufrir la cruz es usar la corona. Que dar es recibir. Permítenos encontrar Tu luz en nuestra oscuridad, Tu gozo en el sufrimiento, Tu gracia en el pecado, Tu riqueza en nuestra pobreza, Tu gloria en nuestros valles y Tu vida en nuestra muerte».
Así que, Señor, oramos, ayúdanos a vestirnos de humildad. Que Tú puedas ser exaltado. Y oramos esto en el nombre de Jesús. Amén.
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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