Lléname de Ti, día 3
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es el Espíritu Santo quien nos da acceso al Padre. Es el Espíritu Santo quien derrama el amor de Dios en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo quien nos consuela –como dice en Hechos 9 y en Isaías 44 y 32– es el Espíritu Santo quien nos restaura, renueva y vivifica. Él despierta, ¡Él trae vida! Él es en nosotras la fuente de la plenitud de vida. ¡Es el Espíritu de Cristo!
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana hemos escuchado sobre la importancia de guardar nuestros corazones y ser llenas del amor de Cristo, de modo que este fluya hacia las personas que nos rodean. Hoy Nancy nos hablará de la Persona –la tercera Persona de la Trinidad– que hace esto y mucho más posible en nuestras vidas.
Nancy: Creo que no siempre …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es el Espíritu Santo quien nos da acceso al Padre. Es el Espíritu Santo quien derrama el amor de Dios en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo quien nos consuela –como dice en Hechos 9 y en Isaías 44 y 32– es el Espíritu Santo quien nos restaura, renueva y vivifica. Él despierta, ¡Él trae vida! Él es en nosotras la fuente de la plenitud de vida. ¡Es el Espíritu de Cristo!
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana hemos escuchado sobre la importancia de guardar nuestros corazones y ser llenas del amor de Cristo, de modo que este fluya hacia las personas que nos rodean. Hoy Nancy nos hablará de la Persona –la tercera Persona de la Trinidad– que hace esto y mucho más posible en nuestras vidas.
Nancy: Creo que no siempre nos detenemos lo suficiente para pensar como cristianas, cuán dependientes somos del Espíritu Santo para cada aspecto de la vida cristiana. Somos completamente dependientes de Él. Creo que si estuviéramos conscientes de esto, si pensáramos en esto, oraríamos con más frecuencia, «oh Dios, lléname con tu Espíritu».
Permíteme hacer una lista de algunas de las cosas que el Espíritu Santo hace, y podríamos añadir muchas más a esta lista (no traten de escribirlas todas, porque aparecerán en la transcripción, en nuestro sitio en la red). Sabemos que el Espíritu Santo convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Hasta que no tengas esa convicción, realmente nunca sabrás tu necesidad de un Salvador.
Mientras no estés convencida de que mereces la ira de Dios, nunca vendrás a Jesús clamando por misericordia. Entonces, ¿quién es el que te da esa convicción? El Espíritu Santo, ¿correcto? ¿Quién nos acerca a Cristo? ¿Quién cautiva y enamora nuestro corazón para atraernos al amor de Dios? ¡Es el Espíritu Santo!
Soy salva desde mis 4 años de edad. Quizás tú hayas tenido cuatro o cuarenta y cuatro, pero ni tú ni yo nos habríamos vuelto a Cristo en fe y arrepentimiento si el Espíritu Santo no nos hubiera atraído a Cristo, si no hubiera buscado nuestro corazón y nos hubiera acercado a Cristo y mostrado cuán hermoso y amoroso es Él.
Quizás, ese día, hace casi veinte años, cuando estabas sentada en alguna casa, en un estudio bíblico escuchando la Palabra, fue cuando el Señor abrió tus ojos, abrió tu corazón, para mostrarte tu necesidad de un Salvador, en ese momento era el Espíritu Santo que te estaba llevando hacia Cristo. Él es quien nos acerca a todas nosotras.
El Espíritu Santo nos despierta para responder a Cristo una vez que nos hemos dado cuenta de que Él es el Salvador y que lo necesitamos. El Espíritu Santo es quien nos regenera y nos da un nuevo nacimiento, quien nos convierte. Es el Espíritu Santo quien nos bautiza en Cristo, y nos sella hasta el día de nuestra redención final.
El Espíritu Santo es quien ilumina la Escritura para nuestra comprensión. ¿No te sucede a veces que estás leyendo la Palabra de Dios y meditando en ella, y algo te salta de la página? Despierta tu espíritu, aviva tu corazón, ¿quién está haciendo eso? ¡Es el Espíritu Santo! ¡Él está iluminando la Palabra!
¡La Biblia no es cualquier libro! Es un libro al que el Espíritu Santo da vida, en nosotras y para nosotras y a través de nosotras. Es el Espíritu Santo quien revela y hace a Cristo personal para nosotras. Lo hace real, lo hace deseable para nosotras.
Es el Espíritu Santo (de acuerdo a 1 Pedro 1) quien nos motiva y nos capacita para obedecer la Palabra de Dios. Puedo leer cosas en las Escrituras, pero no tengo el poder para obedecer o el deseo de obedecer, a menos que el Espíritu Santo ponga ese deseo y esa capacidad en mí.
Es el Espíritu Santo quien nos conforma a la imagen de Cristo, quien nos santifica, quien nos dirige, quien nos llena de poder para testificar, quien nos da la seguridad de que somos hijas de Dios, quien produce en nosotras el fruto de parecernos a Cristo. Es el Espíritu Santo que nos da dones espirituales para la edificación del cuerpo de Cristo, quien nos unge para el ministerio, quien nos lava y nos renueva.
Es el Espíritu Santo quien nos enseña qué y cómo orar cuando no sabemos qué o cómo pedir. Así que ¡más vale que estés llena del Espíritu Santo si quieres ser una mujer de oración! Es el Espíritu Santo (de acuerdo a Romanos 8) quien nos libra del poder del pecado y de la ley del pecado y de la muerte.
Cuántas veces sentimos, «quiero obedecer a Dios, pero ¡no puedo! Este mundo me está halando, el pecado que hay en mí me hala». ¿Quién nos libra de la ley del pecado y de la muerte? Es el Espíritu Santo quien hace eso en nosotras. Es el Espíritu Santo quien nos da acceso al Padre.
Es el Espíritu Santo quien derrama el amor de Dios en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo quien nos consuela –como dice en Hechos 9, y en Isaías 44 y 32– es el Espíritu Santo quien nos restaura, renueva y vivifica. Él despierta, ¡Él trae vida! Él es en nosotras la fuente de la plenitud de vida. ¡Es el Espíritu de Cristo!
Me encanta ese pasaje en Juan 7, comenzando en el versículo 37, que dice: «Y en el último día, el gran día de la fiesta, Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba». Él dijo esto acerca del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Porque el Espíritu nos les había sido dado, porque Jesús aún no había sido glorificado.
Podríamos hacer toda una serie sobre estos tres versículos. Pero ahora no lo haré. Solo permítanme tomarme un minuto aquí. ¿Qué significaba que Jesús fuera glorificado? Fue glorificado cuando fue a la cruz, fue glorificado cuando se levantó de entre los muertos, fue glorificado cuando ascendió y se sentó a la diestra del Padre. Y cuando lo hizo, el Espíritu Santo fue dado por el Padre a todos aquellos que creen en Cristo, para vivir en nosotras. ¡Cristo en nosotras! Eso es el Espíritu Santo.
Y como resultado de que Jesús envió Su Espíritu Santo a vivir en nosotras, Jesús dijo: «Si creen en Mí, serán llenos con el Espíritu Santo, y como resultado, ríos de agua viva brotarán de su corazón…fluyendo desde lo más profundo de su ser (Juan 7:38, parafraseado). ¿Quieres ser una mujer fructífera, una mujer que exhibe en su vida el fruto del Espíritu? ¿Quieres ser una mujer que es fuente de vida y gozo para otros?
Entonces necesitas ser llena del Espíritu Santo, porque es de ahí de donde recibimos plenitud. «Desde lo más profundo de tu corazón brotarán ríos de agua viva». Yo no sé tú, pero ese es el tipo de cristiana que quiero ser, ese es el tipo de mujer que quiero ser.
Quiero ser una mujer que dé vida, una mujer que derrame el amor de Cristo y el gozo de Cristo, y el fruto de Cristo. Una mujer que bendiga a otros a su alrededor, no solo por lo que hace, sino porque los demás ven el Espíritu de Cristo fluyendo de su vida para tocar sus vidas.
Y así, en este pasaje vemos que todo comienza con tener sed. Siempre estamos sedientas y cuando tenemos sed, ¿qué dice Jesús que hagamos? «¡Vengan a mí!» Ve a Él. Continuamente sedienta, continuamente viniendo a Jesús, continuamente bebiendo, continuamente creyendo, continuamente siendo llenas y satisfechas con Su Espíritu, un beber continuo del Espíritu en nuestra vida, ¿qué produce? ¡Un continuo fluir de ese río de vida!
Un fructificar continuo el fruto del Espíritu, ser una bendición para otros. Para ello necesitamos un constante recibir: «Señor, lléname con Tu Espíritu», Él es quien produce un fluir continuo. «Señor, fluye a través de mí hacia otros alrededor mío». Y esa abundancia no es solo para mujeres que tienen ministerios públicos o que son maestras de la Biblia o líderes de grupos pequeños. Esa abundancia ¡es para ti!
Él quiere que tu vida sea fructífera: en tu casa, en tu lugar de trabajo, en la escuela, donde sea que Dios te haya puesto. Él quiere que esos ríos de agua viva fluyan de ti hacia aquellos a tu alrededor.
En Efesios 5 en el versículo 18 –y vayan a sus biblias si les es posible–nos dice (y quizás estarán familiarizadas con esto): «Sed llenos del Espíritu». Probablemente has oído esta enseñanza, esto no es una sugerencia, sino un mandamiento. «Sed llenos del Espíritu». Y no es una cosa de una sola vez. Es una llenura continua, constante, una forma de vida. Estar siendo llenadas con el Espíritu Santo todo el tiempo. Mantente con sed, continúa viniendo a Jesús, continúa bebiendo, continúa creyendo, siendo llenada con el Espíritu Santo, una porción continua, recibiendo, un fluir continuo.
Ahora la pregunta es, «¿cómo podemos saber si estamos llenas del Espíritu Santo?» ¡Qué bueno que preguntas! Porque este pasaje va a decírnoslo, Efesios 5:18 hasta casi todo el capítulo 6. Solo quiero avanzar rápidamente, destacando algunos puntos del resto de este capítulo y el siguiente, para mostrarles algunas características y algunas evidencias para saber si estamos llenas del Espíritu Santo.
Versículo 18: «No os embriaguéis con vino, porque en ello hay disolución, sino sed llenos del Espíritu». Entonces, si tú estás llena del Espíritu, no vas a ser controlada por ninguna substancia, ninguna actividad, ninguna relación, o cualquier cosa que te lleve al exceso, a la disipación, a la maldad. En lugar de eso, vas a estar controlada por Cristo, por Su Espíritu.
Luego, los versículos 19 y 20, hablan acerca de alabar como una evidencia, una expresión de ser llenos del Espíritu Santo. «Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros (la adoración pública) con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón; (alabanza privada; alabanza pública y alabanza privada) dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre».
¿Cómo saber si estás llena con el Espíritu Santo? Una manera de saber es preguntándote, ¿eres una adoradora? ¿Tienes tu enfoque puesto en Dios? ¿Tienes un corazón agradecido? ¿Cantas al Señor? ¿Lo alabas en tu corazón, en privado? ¿Lo alabas en público? ¿Participas en la alabanza en los cultos de tu iglesia?
Quizás no te encante el estilo de música. Casi he llegado a la conclusión de que no va a haber una iglesia donde me va a gustar toda la música, ¡hasta que llegue al cielo! Y entonces, de alguna manera, a todos nos va a encantar todo. No sé cómo va a suceder eso.
Pero sé esto: que cuando voy a la iglesia y me involucro…canto, canto en voz alta, participo, alabo al Señor, Dios hace algo en mi corazón. Es una expresión de ser llena del Espíritu. La gratitud es una expresión de la llenura del Espíritu.
Ahora, ser llena del Espíritu…sé que hay mucha enseñanza al respecto, parte de ella es muy confusa, parte muy antibíblica. No sé a qué tipo de enseñanza hayas sido expuesta, solo déjame decirte que ser llena del Espíritu, no necesariamente significa, por lo general, que tengas una experiencia emocional asombrosa o una manifestación visible de ello. Somos llenas de fe de la misma manera en que vamos a Cristo y bebemos de Él. Es por fe, ¿no es cierto? Así que en la medida que le pides a Dios que te llene de Su Espíritu, entonces por fe cree que Él te está llenando con Su Espíritu. Depende de Él. Apóyate en Él. Míralo a Él. Y continúa pidiéndole por una llenura fresca cada día. Y lo que pido a continuación es como un subpunto de esta petición. Pero, creo que es algo que con frecuencia les he pedido durante muchos años a las personas que oran por mí y es: «Ora, que yo tenga aceite fresco». Aceite fresco, y es una oración para ser llena del Espíritu Santo. Aceite fresco, se me acaba y entonces vivo del vapor, del fondo, de los residuos. Pero, Él siempre tiene para abastecerlo fresco y si continuamos viniendo, pidiendo, bebiendo y creyendo, entonces continuamos siendo llenas para que Él continúe fluyendo a través de nosotras.
Además, el ser llena del Espíritu afecta nuestras relaciones de muchas maneras. Primero, nuestras relaciones en el cuerpo de Cristo: «…sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo» (v.21). Todo esto es una expresión, una evidencia de la llenura del Espíritu. Sed llenos del Espíritu, sometiéndoos unos a otros fruto de nuestra reverencia a Cristo». ¿Qué significa eso?
Creo que significa que en nuestras relaciones en la iglesia, en el cuerpo de Cristo, unos con otros…no vamos a ser dominantes, intimidantes, obstinadas, contenciosas; en lugar de eso vamos a darnos honor unas a otras. Vamos a darnos preferencia unas a otras. Vamos a someternos unas a otras por temor, respeto y reverencia a Cristo, quien es la Cabeza del cuerpo.
Somos uno en Cristo, por tanto si eres uno con tu Cabeza, entonces eres uno con cada uno de los miembros del cuerpo. No vamos a tener divisiones ni pleitos ni contiendas entre nosotras –y si sucede, vamos a lidiar con ello en arrepentimiento, ¿no es así?
Relaciones…no solo en el cuerpo, sino (aquí es donde las cosas se ponen difíciles) en nuestra familia. Las relaciones en nuestra familia, si estamos llenas del Espíritu, se caracterizarán por el orden, por el amor purificador y sacrificial, respeto y honor. Escuchen esto de Efesios 5:22 (esto también es una expresión y lo que fluye al estar llenas con el Espíritu Santo): «Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Maridos amad a vuestras mujeres» (v.25).
Él continúa diciendo que amarlas es nutrirlas, cuidarlas, como Cristo amó la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella. Versículo 33: «… cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido». Escucha, si tú no respetas a tu marido, si no lo tratas con reverencia, si no te sometes a él por temor a Cristo; si tu esposo no te está amando de una manera sacrificial, abnegada, desprendida, entonces hay una ausencia de la plenitud del Espíritu Santo.
Continuando en el capítulo 6, versículo 1: «Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre…» Por cierto, no hay una edad límite para este mandamiento. Versículo 4: «Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor».
¿Se dan cuenta cómo la vida familiar es una expresión de la llenura del Espíritu Santo? O…¡no lo es! Entonces piensa en el clima, la atmósfera de tu hogar en esta temporada, y pregúntate, «¿hay evidencia de que, como la mujer de mi hogar, estoy llena del Espíritu Santo?»
Puede que no seas casada. Puede que seas soltera, tal vez tengas una compañera de cuarto en la universidad…quizás tu hogar es más bien tu ambiente de trabajo. Pero solo pregúntate, donde pasas mucho de tu tiempo, en las relaciones más cercanas, ¿hay evidencia de que estás llena del Espíritu Santo?
Eso no significa que todos los demás en tu hogar, o en tu lugar de trabajo, o tu mundo va a estar lleno del Espíritu Santo. Puede haber gruñones, malhumorados, quizás haya personas con las que es verdaderamente difícil convivir…pero si tú estás llena del Espíritu, habrá una fragancia de Cristo que hará la diferencia. Habrá una diferencia en ti, habrá una diferencia en aquellos a tu alrededor.
Continuando en Efesios 6 –no voy a leer todo esto, pero desde el versículo 5 hasta el 9 habla de siervos y amos, de tratarse uno al otro con respeto, de servir como si estuvieras sirviendo al Señor. Si tú eres la que está a cargo, si tú eres la jefa, no amenaces a tus subalternos ¡porque tienes un Amo en los cielos para quien trabajas! Así es que, nuevamente, si estás llena del Espíritu, estas relaciones de trabajo van a estar bien.
Mira los versículos 10 al 18 en Efesios 6. No solo en nuestras relaciones, y en nuestro trabajo, sino en nuestras batallas. De nuevo no leeré todo el pasaje, pero esta es una evidencia de estar llena del Espíritu Santo. «Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo».
¡Vivimos en un campo de batalla! La vida cristiana no es un patio de juegos. Esta es una guerra, y el vivir en este mundo como siervas de Cristo nos pone contra las fuerzas del mal. No tienes la fortaleza necesaria para lidiar con ello. Ahora, si estás llena del Espíritu, verás a Dios obrando en, a través y alrededor de ti, que vas a dar un paso atrás y decir, «yo no soy lo suficientemente lista para haber hecho eso. No soy lo suficientemente buena». ¡Pero Dios lo hizo!
Y luego, en los versículos 18-20 de Efesios 6, nuestro testimonio en el mundo es afectado por cómo estamos llenas del Espíritu Santo, «…velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar».
Ahora, eso no aplica solo para el apóstol Pablo. Se supone que todos debemos proclamarlo con denuedo, como Dios quiere que hablemos, en nuestro mundo, testificar de Cristo. ¿Cómo podrías hacer eso, si no estás llena del Espíritu Santo? Vivimos en un mundo que decididamente ha tomado una posición en contra de Cristo.
Están arrinconando a los cristianos y diciendo, «¡quédense ahí! ¡No abran la boca, no respiren, no piensen, no actúen, no sean cristianos!» ¿Y nosotras qué hacemos? Muchas de nosotras solamente nos escabullimos y nos deslizamos hacia la esquina y nos tomamos de las manos con nuestros hermanos cristianos y… ¡esperamos el rapto! ¿No es así?
Y Dios dice: «¡No! ¡Se supone que somos la iglesia allá afuera en el mundo! ¡Salgan! ¡Ámenles, sírvanles, proclamen a Cristo! Háganlo con gracia, ¡háganlo en la plenitud del Espíritu Santo! Escuchen, cuando una pequeña banda de creyentes hizo eso en el libro de los Hechos, en medio del gran imperio romano malvado, cruel, pagano, ¡todo el imperio romano fue transformado!, porque los siervos de Cristo salieron en la plenitud del Espíritu Santo y proclamaron a Cristo con denuedo, con amor, y sin temor. Ellos salieron y Jesús les llenó con Su Espíritu, ¡y sucedieron cosas asombrosas!
¿Por qué en nuestros días no están sucediendo cosas asombrosas en muchas de nuestras iglesias, y en nuestras vidas? ¿Podría ser porque no estamos llenas del Espíritu Santo? Ora, «Señor, lléname de Tu Espíritu».
Si quieres saber más cómo se ve el ser llenas del Espíritu Santo, mira en Gálatas capítulo 5. Ahí es donde verás el fruto del Espíritu. «Andad por el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne».
Aquí hay otra evidencia de que estás llena con el Espíritu Santo, y es que tendrás poder sobrenatural. De eso es justo de lo que estábamos hablando. No podemos hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer –no podemos ser quienes Dios nos ha llamado a ser en este mundo– a menos que seamos llenas de Su Espíritu.
Hay una cita de Corrie Ten Boom, escrita en un letrero en el Museo de Corrie Ten Boom en Holanda. Dice: «Tratar de hacer la obra del Señor en tus propias fuerzas, es el trabajo más tedioso, agotador y confuso de todos; pero cuando estás llena con el Espíritu Santo, entonces el ministerio de Jesús simplemente fluye desde dentro de ti». ¡Eso es lo que deseamos!
Cuando María le dijo al ángel, «¿cómo puede ser esto? El hecho de que fuera escogida para esa tarea. Ella era una joven adolescente, nunca había tenido intimidad con un hombre, pero el ángel le dijo, «vas a tener un bebé y el bebé va a ser el Hijo de Dios». ¡Hablando de cosas que te funden el cerebro, que no tienen explicación!
«¡¿Cómo puede ser esto?! ¡Es imposible!» Y verdaderamente era imposible. ¿Sientes que lo que Dios te ha llamado a hacer es imposible? ¡Lo es! Así me siento todo el tiempo que hago la obra que Dios me ha llamado a hacer. Dios me está pidiendo que haga algunas cosas en esta etapa de mi vida, y le estoy diciendo, «eso es imposible. No puedo hacer eso. ¿Cómo puede ser?» Me encanta la respuesta del ángel en Lucas 1:35: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra».
Pídele a Dios que te llene con Su Espíritu. Jesús dijo que el Espíritu Santo es un buen regalo. Y si eres una hija de Dios, el Espíritu Santo mora en ti. No se necesita que eso suceda otra vez. Ya eres morada, habitación del Espíritu Santo, pero Él quiere llenarte –cada parte, cada fracción y partícula de tu ser– con Él mismo, con Su Espíritu.
Tus palabras, tu hablar, tus acciones, tus actitudes, tus pensamientos, tu perspectiva, tu visión del mundo, tu día, tu noche, ¡tu todo! Él quiere llenarnos. De manera que en la medida que dependemos del Espíritu, y somos dirigidas por el Espíritu, energizadas por el Espíritu, el poder sobrenatural de Cristo será manifestado en y a través de nuestras vidas.
Piensa en lo que Dios te ha llamado a hacer en esta etapa… ¿Estás dependiendo de tus propias habilidades, tus propios recursos, tus propias capacidades naturales, o del poder del Espíritu, el Espíritu Santo de Dios, para vivir la vida cristiana y para servirle a Él?
Oración: Te doy gracias Padre por enviar al Espíritu Santo a vivir en mí; a consolarme, guiarme y purificarme. Vacíame de mí misma, lléname con Tu Espíritu, forma en mí la imagen de Tu Hijo y hazme crecer conforme a la semejanza de Jesús. Quiero vivir en el ámbito de lo sobrenatural, no depender de mis habilidades y fortalezas naturales, sino depender del poder de Cristo. Unge mi vida, mi alabanza, mi trabajo, mis relaciones, mi testimonio, mi servicio para ti. Con el poder sobrenatural de Tu Espíritu fluyendo a través de mí. Lléname de Tu Espíritu. Y por fe creo que ya lo has hecho y lo harás, y te doy gracias por eso. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth te ha estado ayudando a entender lo que significa ser llena del Espíritu Santo. Aprovecha este momento y –si has estado viviendo en tus fuerzas, tratando de amar y de hacer lo que Dios te ha llamado a hacer, por ti misma– ríndete a Dios y pídele que te llene de Su Espíritu.
Mañana Nancy regresará con la última parte de esta serie para hablarte sobre lo importante que es que te revistas de humildad para caminar en obediencia a Dios. Acompáñanos para este próximo episodio.
Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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