Lléname de Ti, día 1
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios no puede bendecir las cosas necias que hemos hecho en nuestro pasado, pero te diré lo que sí puede bendecir, y es un corazón quebrantado y arrepentido.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Cómo está tu corazón? La Escritura nos dice en Proverbios 4:23: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida». ¿Sabes?, podemos tener conocimientos correctos y comportarnos de manera correcta, pero no estar bien en nuestros corazones. Esta semana Nancy nos hablará más acerca de esto y de la importancia de ser llenas del Espíritu de Dios de modo que Su amor pueda fluir a través de nuestras vidas. Aquí está ella con nosotras.
Nancy: ¡Guarda mi corazón! Una y otra vez he orado esto. La palabra corazón es usada más de mil veces en …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios no puede bendecir las cosas necias que hemos hecho en nuestro pasado, pero te diré lo que sí puede bendecir, y es un corazón quebrantado y arrepentido.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Cómo está tu corazón? La Escritura nos dice en Proverbios 4:23: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida». ¿Sabes?, podemos tener conocimientos correctos y comportarnos de manera correcta, pero no estar bien en nuestros corazones. Esta semana Nancy nos hablará más acerca de esto y de la importancia de ser llenas del Espíritu de Dios de modo que Su amor pueda fluir a través de nuestras vidas. Aquí está ella con nosotras.
Nancy: ¡Guarda mi corazón! Una y otra vez he orado esto. La palabra corazón es usada más de mil veces en la Biblia. Ocasionalmente se refiere a ese órgano palpitante que bombea sangre y nos mantiene vivas, el centro de actividad física que sostiene y mueve el resto del cuerpo.
Pero más a menudo, cuando ves la palabra corazón en la Escritura, se refiere a esa parte invisible de nuestra mente, de nuestra voluntad, nuestras emociones, y todas estas cosas están inseparablemente conectadas. Nuestros pensamientos son parte de nuestro corazón, lo que sentimos (nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestros temores, lo que amamos, lo que deseamos) todo está ligado al corazón.
Nuestros afectos, las decisiones que tomamos, cómo actuamos…nuestra conciencia. Todas estas funciones son parte y están controladas por lo que la Escritura llama el corazón. No es el corazón físico, sino el centro de control invisible para todos esos aspectos de nuestras vidas.
Y la condición de nuestro corazón es crítica. Antes de venir a la fe en Cristo nuestra condición era caída, pecaminosa, no regenerada, la Escritura dice que nuestros corazones son necios, perversos, inclinados a pecar, inclinados en contra Dios y en contra Su ley moral.
Y en este estado, nuestros corazones son caídos, depravados y pecaminosos. ¡Y ese es el tipo de corazón con el que naciste, con el que nacemos! ¡Ese bebé tan dulce y pequeño…es un pecador! Es un pecador caído y depravado; creado a la imagen de Dios, sí, pero inclinado a pecar.
Ese niño no es un pecador porque peca; ese niño crece como pecador porque es un pecador. Desde el tiempo de Adán y Eva en adelante, nacemos en esa condición caída y pecaminosa, nacemos con corazones depravados, pecaminosos.
Pero, ¡alabado sea Dios! En el nuevo nacimiento –en nuestra conversión, en nuestro punto de regeneración– Dios nos da un nuevo corazón, y eso es lo que la Escritura nos dice. ¡Y gracias a Dios por eso! Pero, ¿te has dado cuenta de que tienes un corazón nuevo pero vives en los viejos caminos? Yo no soy la única que experimento esto.
Lo que pasa es que mientras estemos en este mundo caído, nuestros corazones todavía son vulnerables a ser influenciados por el mundo. El mundo a nuestro alrededor, el sistema del mundo, nuestra carne, y el pecado que mora en nosotras, no ha sido removido y no será completamente removido hasta que veamos a Jesús y seamos como Él.
Y entonces también tenemos al diablo que trabaja con todos sus secuaces para hacer que vivamos en nuestra vieja manera de vivir y no como nuevas criaturas con un nuevo corazón.
Ahora, si nuestro corazón tiene toxinas, si no está inclinado al Señor y a Sus caminos, lo que sale de nuestro corazón va reflejar eso. Jesús dijo en Marcos capitulo 7:21, 22: «Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez…» ¡Y tú puedes agregar cualquier otra cosa que quieras a esa lista! Si tu pecado no se mencionó ahí, puedes simplemente agregarlo.
¿Pero de dónde vienen esas cosas? No es, «¡el diablo me hizo hacerlo!» No es, «mi mamá me dejó caer de cabeza cuando yo tenía dos años, y por eso he tenido esta inclinación hacia…cualquier adicción, desde entonces», «al final son mis genes» o cualquier otra cosa…
No, lo que nos hace pecar es que nuestros corazones están envenenados, nuestros corazones tienen la inclinación a pecar. De adentro del corazón del hombre, salen estas cosas. Si nuestro corazón es puro y está lleno de Cristo y de Su Palabra y Sus caminos, lo que saldrá en nuestro comportamiento, en nuestro hablar, en nuestras acciones, nuestras actitudes… Todo esto reflejará la pureza de nuestro corazón.
Tendemos a evaluarnos y a juzgarnos a nosotras y a otras por lo que podemos ver, lo que podemos observar, lo que podemos escuchar, pero lo que hacemos y decimos –las cosas que son visibles externamente– son lo que desborda de lo que está en nuestros corazones.
Ahora aquí está el problema…para algunas de nosotras que somos como fariseas religiosas del siglo XXI, podemos saber lo que es correcto y hacer lo que es correcto, y podemos impresionar a todo el mundo a nuestro alrededor que piensa que somos realmente rectas, pero por dentro en realidad no estamos bien. Tenemos un corazón injusto. Pero el hombre mira la apariencia externa.
Sabes, ¡yo he sido una buena niña desde que nací! En mi hogar prácticamente no tenías otra opción. Te ibas a portar bien. Iba a la iglesia y hacía cosas buenas, pero Dios es el que ve mi corazón y sabe por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo.
Él sabe lo que realmente siento hacia la persona o la mujer con la que estoy hablando, que estoy actuando como que realmente me importa su larga historia –pero que en realidad por dentro estoy pensando, «¿cuándo va a terminar?»
Ahora, yo sé que tú nunca has hecho eso, pero lo que les digo es que ¡mi corazón puede ser muy malvado!
Puedo decir las cosas correctas, conocer la teología correcta, hacer muchas cosas correctas, hacer un montón de cosas del ministerio –pero todavía tener un corazón que está tóxico– un corazón amargado, resentido, egoísta y orgulloso. Y aquí está el asunto: Dios conoce nuestros corazones.
Eso es lo que dice Lucas 16:15, Dios conoce tu corazón. ¡Él lo conoce! Y lo que Dios sabe es lo que realmente importa. El corazón es tan importante, que por eso es que debemos ser protegidas, guardadas, preservadas para Dios. Al día de hoy, he caminado con Jesús por más de cincuenta y pico de años.
¡Y lo amo y estoy tan agradecida! Ha sido un largo tiempo, ha sido un gran peregrinaje, pero nunca, nunca llego al punto donde no necesito que el poder de Dios me guarde y proteja mi corazón. Si Él soltara mi corazón por un día, yo volvería a actuar como una pagana –por lo menos por dentro.
Dios conoce el corazón ¿verdad? Entonces lo necesitamos, necesitamos Su poder que nos guarda.
Así que cuando oro, «Señor, guarda mi corazón», le estoy pidiendo a Dios que me dé un corazón completo, no dividido, un corazón que esté totalmente dedicado a Él. No la mitad de mi corazón, no un corazón dividido. Estoy orando lo que el salmista oró en el Salmo 86:11: «Unifica mi corazón para que tema tu nombre». Eso es parte de lo que estoy orando.
Estoy orando, «Señor, guárdame de cosas que distraerán mi corazón, que van a quitar mi enfoque de Ti. Guárdame de trivialidades, cosas que no son dignas de Ti». Estoy orando, «Señor, dame un corazón entero para Ti».
También estoy orando, «Señor, guarda mis afectos…lo que amo, lo que valoro. Quiero amarte con todo mi corazón. Quiero amar lo que Tú amas, así que guárdame de cosas que robarán mis afectos. Guárdame de los ídolos, guárdame de otros amores. ¡Guárdame de amar cualquier cosa o a cualquier persona más de lo que te amo a Ti!» Así que cuando oro, «Señor, guarda mi corazón», todo eso es lo que estoy orando… «Señor guarda mis afectos».
También estoy orando, «Señor, guarda mi mente, guarda mis pensamientos. Guárdame del engaño, de creer cosas que no son ciertas de Ti o de mí o de los demás, ¡ayudarme a traer todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo! (2 Corintios 10) Guarda mi mente.
También estoy orando, «¿podrías protegerme del maligno?» Jesús oró esto por Sus discípulos y por nosotros en Juan 17:15, cuando dijo: «Oh, Dios, guárdalos del maligno». Eso es parte de lo que estamos orando cuando oramos, «Señor, guarda nuestros corazones». Si Jesús oró eso por nosotras, ¿no crees que debemos orarlo por nosotras mismas? «Guárdanos del maligno. Guárdanos de sus artimañas sutiles, de las asechanzas del diablo…»
«…Guárdanos de sus ataques abiertos, protégenos. Guárdanos. Guárdanos de la tentación. Guárdanos del pecado. Cuando oro, «Dios, guarda mi corazón», estoy orando, «Señor guárdame de pecar. No quiero pecar». Pero soy propensa a veces a pecar, por eso, «guarda mi corazón».
El Salmo 19 habla de dos tipos de pecado de los cuales el salmista quería ser protegido. Él oró primero por aquellos pecados escondidos, por aquellas faltas escondidas, (o pecados ocultos), esas cosas que quizás no podemos ver en nuestros propios corazones, y Él también oró que se le guardara de pecar insolente y voluntariamente.
«Señor, guárdame de cada tipo de pecado. Guárdame de la preocupación, de la ansiedad, del temor, del orgullo, del egoísmo». Pon tu pecado en esa lista.
Estoy orando, «Señor, guarda mi corazón de amar el sistema de este mundo que es contra Dios. Ayúdame a amarte, ¡guarda mi corazón!»
Estoy orando, «Señor, mantén mi corazón tierno, dócil, sensible –tierno y sensible al Espíritu Santo. Dame una conciencia sensible, para que cuando contriste a Tu Espíritu Santo lo sepa y trate con eso inmediatamente. ¡Guarda mi corazón!»
El Salmo 121 nos dice que el Señor es nuestro guardador. Él es nuestro guardador, Él es quien guarda nuestros corazones. Filipenses capítulo 4 habla acerca de la paz de Dios que «guardará nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús», en lugar de preocuparte por todo, ora por todo. Entonces la paz de Dios guardará…será como una fortaleza alrededor de tu corazón.
Entonces, si quieres que tu corazón sea guardado, deja de estar ansiosa, deja de preocuparte, y ora por todo. Y la Escritura dice que la paz de Dios pondrá una fortaleza, un guardia, alrededor de tu corazón.
Pablo dice en 2 Timoteo capítulo 1 –y hay dos versículos interesantes aquí– antes que todo Pablo dice en el versículo 12: «Yo sé en quién he creído y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día». Entonces ¿quién guarda nuestros corazones? ¿Quién dijo Pablo que estaba convencido de que guardaría su corazón? Dios lo haría. Pero, entonces mira el versículo 14 de 2 Timoteo capítulo 1: «Guarda mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado». Entonces, ¿quién debe guardar nuestros corazones? Nosotras por el poder del Espíritu Santo. Entonces, finalmente, ¿quién debe guardar nuestros corazones, Dios o nosotras? Y la respuesta es: Necesitamos que Dios guarde nuestros corazones, y tenemos que tomar decisiones que nos ayuden a guardar nuestros corazones. Él lo guarda, pero nosotras también tenemos que guardarlo.
Somos responsables de las decisiones que afectan la condición de nuestros corazones. Lo puedes ver en el caso del rey Salomón, al igual que muchos otros reyes del Antiguo Testamento. Aquí hay un ejemplo obvio en 1 de Reyes capítulo 11, escucha esto: «Pero, el rey Salomón además de la hija de Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, de las naciones de las cuales el Señor había dicho a los hijos de Israel: No os uniréis a ellas ni ellas se unirán a vosotros, porque ciertamente desviarán vuestro corazón tras sus dioses» (vv.1,2). Dios les dijo no se casen con esas mujeres extranjeras, ellas desviarán sus corazones.
¿Y qué hizo Salomón? El hombre más sabio que jamás vivió hizo algo muy tonto, se casó con las mujeres que Dios le había dicho que no se casara. Salomón se apegó a ellas con amor, de hecho, se dejó arrastrar y perdió el control. El versículo 3 dice que él tuvo 700 mujeres que eran princesas y 300 concubinas. Esto apenas parece posible, ¿y qué pasó? Sus mujeres desviaron su corazón. Exactamente lo que Dios dijo que sucedería. «Pues sucedió que cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses y su corazón no estuvo dedicado por entero al Señor su Dios como había estado el corazón de David, su padre» (v.4).
Ahora, David fue un hombre que pecó grandemente durante una temporada de su vida, él cometió inmoralidad, adulterio, traición contra la nación. Pero, sin embargo, fue llamado un hombre conforme al corazón de Dios, porque cuando fue confrontado con su pecado, se arrepintió. Dios no puede bendecir las cosas necias que hemos hecho en nuestro pasado, pero te diré lo que sí puede bendecir, y es un corazón quebrantado y arrepentido.
Entonces oramos: «Señor, guarda mi corazón. Ayúdame a guardar mi corazón. Ayúdame a no tomar decisiones necias que me pondrán en un lugar en el que mi corazón pueda ser desviado de Ti». Por eso es tan importante que mientras sean jóvenes, tomen decisiones que honren al Señor, que guarden su corazón para que no establezcan patrones ni hábitos, caminos de vida que cuando sean mujeres mayores con más edad, miren atrás y digan: ¿por qué no escuché el consejo? Y todas las mujeres mayores que están escuchando esto, sé que deben de estar asintiendo fuertemente con sus cabezas.
Hace años, le mandé una carta a una dulce amiga mía cuando cumplió trece años. A medida que ella entraba a sus años de adolescencia sentí el impulso de desafiarla acerca de su corazón. Déjame leerte la carta. La saqué el otro día:
«Mi querida Robyn, ¡feliz cumpleaños! ¡Ha sido un gran gozo ver que te estás desarrollando en una hermosa y dulce jovencita! Quería darte un regalo especial en este cumpleaños que te animará y desafiará a través de tus años de adolescencia. Y finalmente me decidí por esta pequeña joya. Observarás que Proverbios 4:23 está inscrito detrás. La primera parte de ese versículo dice, «sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón». En las últimas semanas he estado meditando en esa pequeña frase. Dice que guardar el corazón es más importante que cualquier otra cosa que hagas. «Sobre toda cosa guardada…»
Le dije a esta jovencita de trece años:
«Déjame darte un ejemplo para poder explicarte lo que pienso que significa guardar tu corazón. Observa que Proverbios 4:23 está grabado detrás. ¡Piensa en tu corazón como un precioso tesoro, más valioso que el tesoro más caro en el mundo! ¡La semana pasada un documento famoso de los años 1500 se vendió por setenta millones de dólares! ¡Las joyas que le pertenecen a la reina de Inglaterra valen mucho más que eso! ¡Más de un billón de dólares!
¡Y aun así, tu corazón, como una jovencita de trece años, es más valioso que toda la colección de joyas de la reina! Ahora, estoy segura de que puedes imaginarte que ese famoso documento, y las joyas de la reina, no las dejan en cualquier lugar para que cualquier persona las toque o juegue con ellas. ¡De ninguna manera!
Esos artículos son preciosos para sus dueños, y hacen todo lo posible para protegerlos de que se los roben o los dañen. Día y noche esas posesiones valiosas son cuidadosamente protegidas de ladrones o vándalos, con sistemas de seguridad sofisticados y elaborados que incluyen candados y guardias. ¡Son vigilados todo el tiempo!
También son protegidos del clima y de que se pudran al guardarlos en un lugar con la temperatura y humedad correctas. Robyn, tu corazón le pertenece al Señor Jesús. Es precioso para Él y Él se preocupa mucho de que sea protegido. Un día, cuando llegues al cielo, querrás darle un corazón que no esté dañado de ninguna manera. Y para hacer eso, debes guardar tu corazón cada día de tu vida.
Así como hay ladrones que les gustaría poner sus manos sobre esos tesoros valiosos, también hay ladrones que les gustaría robar tu corazón. El principal, por supuesto, es Satanás, y él tiene muchas personas que usa como sus ayudantes. Es esencial que tu corazón sea guardado contra los intrusos.
También hay condiciones climáticas que pueden destruir tu corazón: cosas como la amargura, el orgullo, el egoísmo, la pereza, la inmoralidad. Tu corazón necesita ser protegido de todo esto también».
Le pregunté a esta jovencita de trece años, «entonces, ¿cómo guardarás tu corazón? Me gusta pensar en construir una gran fortaleza alrededor de mi corazón. Pienso que hay dos maneras de hacer esto. Primero, es importante mantener a los hombres malos afuera. Eso significa cuidarte de influencias negativas que pueden corromper tu corazón.
Esas influencias pueden ser personas con valores o actitudes equivocadas, o pueden ser libros, revistas, películas, música o programas de televisión que no promueven valores, comportamientos y actitudes santas y saludables. Segundo, es importante mantener la temperatura y el clima correcto en la fortaleza que guarda tu corazón. Y esto lo haces al llenar tu corazón cada día con la Palabra, en oración y meditando en Sus caminos.
Estoy emocionada, Robyn, que has establecido un hábito de comenzar cada día leyendo la Escritura. ¡Oro que esto nunca se convierta solo en una rutina para ti, sino que lo veas como una manera de conocer a Dios personalmente, y permitirle que guarde tu corazón limpio y fresco!
Mi oración, a medida que avanzas en los años de adolescencia, es que tu corazón se mantenga puro y sin mancha para el Señor Jesús, y que Él siempre sea el primero en tu corazón. ¡Espero que esta joya sea un recordatorio constante de que sobre todas las cosas, guardes tu corazón! Con mucho amor, Nancy».
Escribí esta carta hace más de veinte años. Hoy, Robyn es (y no estoy tomando ningún crédito por esto –Dios recibe todo el crédito por guardar el corazón de esta joven), pero, hoy Robyn es una mujer encantadora en sus treinta y tantos años que se casó con un pastor. Es la mamá de cinco preciosos hijos, y está experimentando el fruto de su compromiso de jovencita de guardar su corazón.
Eso no quiere decir que ella no lucha –todas luchamos– pero Dios ha guardado el corazón de esta joven mujer. Guarda tu corazón. ¡Guárdalo con diligencia –con toda vigilancia– porque de él fluyen los manantiales de vida!
Señor, ayúdame a guardar mi corazón, ¿podrías guardar mi corazón? Hazlo y mantenlo puro. Protégeme de las artimañas y de los ataques del maligno. Guarda mi corazón para que cuando llegue al cielo te lo pueda presentar entero a Ti, ¡porque Tú eres digno!
Y así es como lo dijo Charles Wesley:
Oh, por un corazón que alabe a mi Dios, un corazón libre del pecado;
Un corazón que siempre sienta Tu sangre que tan libremente se derramó por mí.
Un corazón rendido, sumiso, manso, el trono de mi Gran Redentor,
Donde solo Cristo se escuche hablar…donde solamente Jesús reine.
Un corazón humilde, contrito, creyente, verdadero y limpio,
Que ni la vida ni la muerte lo puede apartar de Cristo que mora adentro.
Un corazón con cada pensamiento renovado y lleno de amor divino,
Perfecto y recto y puro y bueno, una copia del Tuyo Señor.
Oh, Tu naturaleza imparte, Señor lleno de gracia. ¡Ven pronto de arriba!
Escribe Tu nombre nuevo sobre mi corazón, ¡Tu nuevo y mejor nombre de amor!
Y oramos esto, Señor, en el dulce nombre de Jesús, ¡Amén!
Annamarie: Amén. Y tú, ¿estás guardando tu corazón?
Nancy DeMoss Wolgemuth te ha invitado a pedirle a Dios que guarde tu corazón, al mismo tiempo que tomas decisiones que te ayuden a caminar en obediencia amorosa hacia tu Señor. Mañana ella continuará con esta enseñanza al hablarnos sobre por qué guardamos nuestros corazones. No es para lucir bien…es para que el amor de Cristo se manifieste a través de nuestros corazones.
Nancy: Tengo un viejo amigo que ahora está con el Señor. Se fue al cielo probablemente en sus ochenta y tantos años, tal vez casi llegando a los noventa. Él era un evangelista chapado a la antigua, un ministro itinerante. Conocí a su hijo y a su nieto y a muchos de su familia que han sido siervos del Señor.
Fue por mucho tiempo un siervo fiel del Señor con un corazón apasionado, y trabajó muy duro para el Señor durante toda su vida. Al final de su vida uno de sus nietos lo entrevistó para un proyecto de la escuela de postgrado. No recuerdo exactamente cuál era el tema, pero creo que se entusiasmaron hablando en retrospectiva, introspectivamente respecto a su vida, y el nieto le preguntó: ¿Qué harías diferente?
Y este hombre, a finales de sus ochenta, según recuerdo, dijo: «Si yo estuviera viviendo mi vida de nuevo, viviría enfocado en 1 Corintios 13. Lo leería todas las mañanas, lo memorizaría, basaría mi vida en ese pasaje de la Biblia». Entonces se le entrecortó la voz como si lo lamentara, y no estoy segura lo que estaba pasando en su corazón cuando dijo esto, pero dijo: «No hay nada más que realmente importe».
He aquí un hombre que hizo muchas cosas buenas, hizo un buen trabajo, fue admirado y respetado por muchos como un fiel siervo del Señor, pero cuando llegó al final de su vida, lo único que dijo que deseó haber hecho de otra manera, fue haber sido más amoroso –haber amado más a Cristo, y haber manifestado más del amor de Cristo y haber amado más los demás.
Mientras escuchaba esto, he pensado: «Sabes, yo podría verme llegar al final de mi vida y tener algunas ideas muy similares». Tengo algunos de esos tipos de pensamientos. Ahora mismo, cuando miro hacia atrás y pienso en todos los tipos de tareas y el tipo de trabajo y el tipo de cosas que hago en el ministerio…
«¿Qué van a decir en mi funeral?» Dirán, «ella estaba tan ocupada… Ella escribió muchos libros… Ella habló en una gran cantidad de conferencias…» ¿O dirán: «Ella era una mujer que amaba»?
Annamarie: Acompáñanos mañana, para la continuación de esta enseñanza.
Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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