Libres para ser genuinas, día 1
Annamarie Sauter: Nancy DeMoss Wolgemuth recuerda una historia…
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recordé una historia de un actor, quien durante la recesión económica no podía encontrar trabajo, no encontraba empleo.
Mientras buscaba en los anuncios clasificados del periódico vio un anuncio del zoológico que decía que les estaban haciendo falta algunos monos. El pensó, «eso es algo que podría hacer». Así que fue al zoológico. Aplicó para el trabajo y lo obtuvo. Le dieron un traje de mono y se lo puso, y se metió dentro de la jaula de los monos.
Él era un comediante de corazón, de manera que hacía todo lo que hacían los monos. Cuando los monos se rascaban, él se rascaba, si ellos comían plátanos, él comía plátanos. Luego él notó que había una cuerda colgando de arriba, dentro de la jaula de los monos.
Pensó en poder alcanzar esa cuerda y empezó a mecerse de …
Annamarie Sauter: Nancy DeMoss Wolgemuth recuerda una historia…
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recordé una historia de un actor, quien durante la recesión económica no podía encontrar trabajo, no encontraba empleo.
Mientras buscaba en los anuncios clasificados del periódico vio un anuncio del zoológico que decía que les estaban haciendo falta algunos monos. El pensó, «eso es algo que podría hacer». Así que fue al zoológico. Aplicó para el trabajo y lo obtuvo. Le dieron un traje de mono y se lo puso, y se metió dentro de la jaula de los monos.
Él era un comediante de corazón, de manera que hacía todo lo que hacían los monos. Cuando los monos se rascaban, él se rascaba, si ellos comían plátanos, él comía plátanos. Luego él notó que había una cuerda colgando de arriba, dentro de la jaula de los monos.
Pensó en poder alcanzar esa cuerda y empezó a mecerse de un lado al otro de la jaula; pensó que las multitudes se entretendrían con esto. De manera que comenzó a mecerse de un lado al otro. Él hacía todo tipo de acrobacias y trucos. Como actor, le encantaba hacer eso.
Un sábado en la mañana, amaneció un día hermoso con un sol brillante. Multitudes de todas partes se reunieron para mirar este mono asombroso que desafiaba a la muerte, colgándose y meciéndose de un lado al otro en la cuerda. Ahora, lo que él no había notado era que la jaula justo al lado era la jaula de los leones. Mientras se columpiaba de un lado a otro y cada vez más y más lejos y haciéndose cada vez más y más atrevido, se columpió justo sobre la jaula de los leones.
A la audiencia le encantó esto, hasta que de pronto la cuerda se rompió y él cayó justo en medio de la jaula de los leones. Los leones empezaron a enseñar las garras y a rugirle. Y un león empezó a correr hacia él para atacarlo.
De pronto el actor rompió su traje de mono, y empezó a gritar, ¡ayuda! ¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí! Solo para escuchar al león decir: «Cállate tonto, o perderemos nuestro empleo».
El hecho es que la mayoría de nosotros vamos por la vida con una especie de máscara, actuando un papel. Si vamos a decir la verdad, muchas de nosotras no nos sentimos libres para ser genuinas. Estamos avergonzadas de nuestros secretos, o de nuestro pasado, en muchos casos. Estamos temerosas de lo que otros pudieran pensar si ellos supieran quiénes somos realmente. Estamos temerosas del rechazo. Somos actrices y actores, ¿verdad que sí?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Creo que muchas de nosotras en algún punto hemos pensado que la feminidad bíblica es acerca de ser esta mujer perfecta con un pasado impecable que Dios usa para ser admirada por otras personas… Bueno, no es así. Y Jesús vino precisamente a ofrecernos libertad, libertad de las máscaras que tú y yo nos ponemos. Hoy Nancy nos ayuda a reflexionar acerca de estas cosas a través de su enseñanza titulada, Libres para ser genuinas.
Nancy: Espero que hoy hayas traído tu Biblia contigo. Quiero pedirte que si tienes una, la abras en el Evangelio de Juan capítulo 4. Déjame empezar por leer el versículo 3, donde vemos que Jesús dejó Judea, la parte más al sur de Israel, y de ahí partió a Galilea, en la parte norte de Israel y tuvo que pasar por Samaria.
Ahora, si has estudiado este pasaje, sabrás que Samaria está justo en medio, entre Judea y Galilea. Típicamente los judíos, por razones que vamos a ver en unos momentos, no pasaban por la ruta más directa, a través de Samaria. Si era posible ellos la evitaban y la rodeaban –aunque el camino fuera más largo– debido a los años de animosidad y odio entre los judíos y los samaritanos.
Pero las Escrituras nos dicen que Jesús tenía que ir a través de Samaria. Yo creo que la razón fue que Dios le dijo que fuera por ese camino, era Dios que sabía, en Su providencia, que había una mujer allí que necesitaba tener un encuentro con Jesús.
Entonces (Jesús) llega a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que Jacob le había dado a su hijo José. El pozo de Jacob estaba allí, y Jesús, agotado luego de su viaje, estaba sentado al lado del pozo. Era como la sexta hora (o las doce del día de acuerdo a nuestro reloj).
Una mujer de Samaria vino a sacar agua y Jesús le dijo, «dame de beber». Pues Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces la mujer samaritana le dijo: «¿Cómo es que Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (vv.7-9)
Ahora, no entraremos en muchos detalles, excepto que esta mujer sabía que ella tenía al menos dos faltas en su contra. Fue asombroso que Jesús iniciara una conversación con ella que era una samaritana –pues los samaritanos eran despreciados por los judíos– y aun más como mujer, ya que eran despreciadas en muchas ocasiones por los hombres en aquellos días. Era asombroso que Jesús comenzara una conversación con ella.
«Jesús le respondió: “Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a Él…”» (v.10).
Ahora, necesitamos recordar que cuando se trata de la gracia, nosotras nunca iniciamos una relación con Dios. Él es siempre el que viene a iniciar la relación con nosotras. Pero Jesús le dice a esta mujer: «Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva».
Ahora, la mujer había venido al pozo para sacar agua, literalmente. Ella sabía eso. Y Jesús le pide agua literal, física para beber. Pero ahora Jesús lleva la conversación hacia algo completamente diferente, y esta vez se trata de la verdadera agua viva, del agua para el alma sedienta, que después de todo era la mayor necesidad y la razón por la que Jesús la llevó a ese pozo aquel día.
Y ahora la mujer está confundida. Ella no conoce nada acerca de esta agua viviente. Ella solo conoce el agua en el pozo, y dice:
«”Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?”
Respondió Jesús y le dijo: “Todo el que beba de esta agua (del agua del pozo) volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás…”» (vv.11-14).
Jesús le está ofreciendo a esta mujer –y a nosotras hoy– el agua que apaga la sed de nuestras almas sedientas para siempre.
Y continúa diciendo, «“…sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna”. Y la mujer le dijo: “Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla”» (vv. 14-15).
Ahora, Jesús acababa de decir unos cuantos versículos atrás, «si me pidieras, yo te daría agua viva». Ahora la mujer está pidiendo, y tú creerías que en el siguiente versículo Jesús va a decir, «aquí está el agua viva». Pero aquí hay algo interesante –lo que parece ser una desviación en este punto en el texto– Jesús no le proporciona el agua inmediatamente.
En lugar de ello, se dirige en otra dirección, y yo creo que la razón es que Él sabía que esta mujer estaba buscando un alivio temporal para sus problemas. Ella quería un escape para sus problemas, así como lo anhelamos nosotros también. Pero Jesús quería darle algo más rico, más profundo que simplemente un alivio temporal.
Él quería darle libertad permanente de los problemas de su corazón que estaban destruyendo su vida; pero para poder ofrecerle eso, para poder ofrecerle el agua viva, tenía que llegar al verdadero problema de su corazón.
Entonces Jesús le hace a esta mujer una pregunta que tiene la intención de que ella se quite la máscara. Él indaga acerca de una parte de su corazón, acerca de una parte de su historia que ella había mantenido oculta, algo de lo que ella no quería hablar, un lugar a donde ella no quería ir. Jesús dice: «Si quieres tener agua viva, tienes que estar dispuesta a ir a ese lugar, a ese lugar oculto de tu corazón».
Entonces en versículo 16, Él le dijo: «Ve, llama a tu marido y ven acá». Respondió la mujer y le dijo: «No tengo marido».
Ahora, a medida que te detienes en ese texto, empiezas a sentir que lo que realmente ella le está diciendo es, «punto, fin de la conversación; no quiero hablar de eso; de ningún modo. Puedes preguntarme cualquier otra cosa. Puedes preguntarme acerca del clima, de política, de deportes, ¿pero de mi matrimonio? No. No tocaremos el tema. Esa es una parte privada de mi corazón. Hay mucho dolor ahí». Hay demasiado… Quizás ¿culpa en su caso? No sabemos los detalles. Pero «no me hables acerca de mi familia».
¿Cuál es esa área de tu vida sobre la cual no quieres que nadie te pregunte, que no quieres que nadie penetre o que quieres mantener bien guardada, donde quieres quedarte detrás de tu máscara? ¿Cuál es esa área de tu vida que para ti es la más incómoda de hablar?
Puedo decirte que si quieres el agua viva que Jesús quiere darte para satisfacer y saciar tu alma sedienta, esa es el área sobre la cual Él te hará preguntas. Ese es un lugar, entre otros, al que tendrás que ir.
Eso me lleva a mi primera observación acerca de este pasaje y es que nuestra inclinación natural, nuestro instinto natural no es el de ser genuinas. En lugar de ello, ocultamos las cosas, las encubrimos, nos ponemos máscaras.
Una vez yo estaba entre un grupo de personas. Estábamos presentándonos y lo hicieron de esta forma. El grupo era un tanto pequeño, y dijeron: «Todos tomaremos el turno y nos dirás tu nombre y una cosa acerca de ti que nadie más en este grupo conoce sobre ti».
Pensé en algo muy profundo, como, «yo tocaba el violonchelo cuando estaba en la escuela secundaria o preparatoria». Nadie en ese grupo sabía esto. Bien, eso era verdad, pero te garantizo algo: Todos tenemos partes de nuestra historia, partes de nuestro pasado, partes de nuestros corazones –incluyéndome– que de ninguna manera vamos a compartir en círculos como estos. Solo decimos cosas con las que nos sentimos seguros de compartir a los demás, cosas con las que no tenemos problemas que los demás sepan. Eso es porque nuestra tendencia, nuestra inclinación es a esconder, a cubrir, a no ser transparentes.
Esto nos lleva de regreso a Génesis capítulo 3. ¿Qué hicieron Adán y Eva después de haber pecado contra Dios? Trataron de esconderse de Dios detrás de los arbustos. Se escondieron de Dios. Se escondieron el uno del otro.
Su intimidad fue descubierta. Cuando Dios vino a ellos y les dijo: «¿Qué han hecho?» ¿Fueron ellos transparentes, reales? Claro que no. Se escondieron. Lo encubrieron. Culparon e inventaron excusas. Y somos expertos para esconder, para cubrir, para cubrir quienes somos y lo que hemos hecho.
Somos expertas en:
- Defendernos a nosotras mismas
- En culpar a otros
- En racionalizar
- Y hacer excusas
Somos maestras en ser hipócritas.
Por eso cuando vamos a la iglesia y todos nos preguntan, «¿cómo estás?» ¿Qué es lo que la mayoría de nosotras decimos? «Bien». Ahora, si estás bien, está bien decir, «bien», pero muchas de nosotras no estamos bien.
En esta audiencia hay mujeres que se van a dormir llorando por las noches sobre algún asunto, sobre alguna carga, sobre algo que pesa en sus corazones o en sus vidas o por alguna carga que llevan por un miembro de la familia. Pero todas estamos bien. ¿Por qué? Porque tenemos miedo de ser sinceras, de ser genuinas.
Pensamos que tal vez a nadie le interesa, o que «si ellos supieran cómo en realidad me siento, no me aceptarían». Tal vez me rechacen. Tenemos miedo, culpa, vergüenza y orgullo.
De manera que la mujer samaritana dice, «no tengo esposo». Queriendo decir, «yo no quiero discutir esto ni seguir adelante con esta conversación. No quiero ir ahí». Ella estaba incómoda. Eso era vergonzoso. Había cosas vergonzosas acerca de su pasado. Había miedo al rechazo, tal vez culpa y esas cosas nos impiden querer salir a la luz.
Queremos que Dios y los otros piensen que estamos bien. Estamos bien. No estamos ni mejor ni peor que otros; somos buenas esposas, buenas mamás, buenas amigas, buenas hermanas, buenas personas, buenas cristianas, espirituales, y nos escondemos.
Cuando te escondes tras una máscara, tal vez te luzca como la forma más fácil al principio, pero habrá consecuencias. Piensa acerca de esta mujer que estaba escondiéndose tras su pasado, y el aislamiento y la alienación que resultó de todo eso. Y has de decir: «¿Cómo sabes esto?»
Bien, hay una clave en este pasaje. Parece ser que esta mujer vino al pozo sola. Sabemos que ella vino…¿a qué hora del día? Al mediodía. El mediodía no era la típica hora en que las mujeres vendrían al pozo a sacar agua. Esa es la hora más caliente del día. Esta es una tarea difícil. Entonces ellas usualmente venían temprano por la mañana o después en la tarde cuando estaba más fresco.
Pero esta mujer viene sola a las doce del mediodía. ¿Por qué? No es usual en las mujeres. A nosotras las mujeres nos gusta hacer las cosas en grupos. ¿Cuándo fue la última vez que saliste a cenar con algunas parejas y un hombre se levantó de la mesa diciendo, «voy al baño; alguno de ustedes querría acompañarme?» Por supuesto que no. Pero las mujeres hacemos esas cosas juntas. Las hacemos con una multitud.
Pero esta mujer vino sola. ¿Por qué crees que esto ocurre? Yo creo que tenemos a una mujer que se sentía alienada de las otras mujeres, al menos por su pasado. Ella se sentía rechazada, de manera que vino sola. Cuando nos escondemos detrás de una máscara, no somos sinceras con Dios. Y cuando no somos sinceras con Dios, no podemos ser sinceras con los demás, entonces construimos murallas.
Y como veremos, cuando nos escondemos tras las máscaras, no podemos realmente conectarnos con Dios. No podemos verdaderamente alabar a Dios. Claro, podemos cantar. Podemos levantar nuestros brazos, podemos alzar nuestras manos durante las alabanzas y seguir todos los rituales, pero no estamos adorando a Dios realmente. ¿Y sabes por qué no? Porque nos estamos escondiendo, nos estamos ocultando; estamos levantando muros y usando máscaras.
Entonces Jesús le dice a esta mujer, «ve por tu esposo». Él está diciendo, «yo quiero la verdad, y sí quieres tomar de esta agua viva que te estoy ofreciendo, tienes que decirme la verdad». Él quiere la verdad acerca de quién es ella, dónde ha estado, lo que ha hecho, y lo que le han hecho. Él quiere la verdad acerca de su pasado y de su presente, acerca de las cosas que la avergüenzan, las cosas que ella no quiere que nadie sepa acerca de su necesidad; y sí, también las formas pecaminosas y vergonzosas en las que ella ha intentado satisfacer estas necesidades.
Jesús quería que esta mujer viniera tal y como ella era, sin orgullo, sin pretensiones, sin ocultar, sin tratar de aparentar ser respetable, sin decir que estás bien cuando en realidad no lo estás. Entonces en el versículo 17, Jesús le dice: «Bien has dicho: “No tengo marido”». Ahora bien, con algunas de nosotras el problema es que hemos leído este pasaje tantas veces que estamos demasiado familiarizadas con él. Pero quiero que te pongas en las sandalias de esta mujer. Ella está delante de un completo extraño; delante de un hombre que nunca ha visto, y que le dice:
«Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad» (vv. 17-18). Estás en una relación inmoral.
Ahora, si tienes el hábito de marcar en tu Biblia, déjame animarte a marcar o circular esa palabra verdad, porque la veremos de nuevo más adelante. Jesús quiere la verdad. Él quiere la verdad de esta mujer. Él la quiere de nosotras.
No sabemos los detalles del porqué esta mujer ha tenido cinco matrimonios –muerte o divorcio o ambos motivos– pero sabemos que ahora ella está en una relación inmoral y tiene una serie de matrimonios rotos.
Los detalles no son realmente importantes. Lo que es importante es que ella sabe que Él sabe, no solo el número de matrimonios sino que implica que, «yo sé todo lo que hay detrás de cada una de esas relaciones fracasadas». ¡Sorprendida! ¡Atrapada! ¡Expuesta! ¡Se cayó la máscara! Y así es donde encontramos esperanza de obtener el agua viva.
De manera que Jesús entra en la historia de esta mujer, entra en su dolor, en su rechazo, en las formas en las que han pecado en contra de ella, pero también en las formas en las que ella ha pecado. Y es que el corazón del problema no eran las veces que ella estuvo casada o la naturaleza de la relación en la que ella se encontraba en ese momento.
El corazón del problema era su relación quebrantada con Dios, la cual era evidente por las formas como constantemente corría a los pozos, a los pozos de hombres, en su caso, y quizás a otros pozos. Porque todos tenemos esos pozos, los pozos a los que ella corría en lugar de Cristo para tratar de satisfacer las necesidades más profundas de su corazón. Entonces vemos que nuestra inclinación no es a ser sinceras, sino a ocultar.
Y también está la observación de que Dios ve detrás de nuestras máscaras. Él sabe quiénes somos realmente, no solo la imagen que tratamos de proyectar frente a otros, no solo las impresiones que cuidadosamente construimos para otros, pero Él sabe la verdad, toda la verdad.
«En todo lugar están los ojos del SEÑOR, observando a los malos y a los buenos», nos diceProverbios 15:3.
Los salmos nos dicen:
«Oh SEÑOR, tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh SEÑOR, tú ya la sabes toda» (139:1-4).
Jesús dijo en el Evangelio de Lucas: «Y nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse» (12: 2).
Primera a los Corintios 4 dice: «Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, (dice Pablo) sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones» (v.5).
Hebreos capítulo 4 dice: «Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (v.13).
- ¿Cuál es la verdad que tú quieres mantener escondida? ¿Podría solo recordarte algo? Jesús lo sabe. Él sabía todo acerca de la mujer en Samaria, y Él sabe todo acerca de ti. Él sabe lo que los demás te han hecho, el rechazo, el abuso, el esposo que te abandonó. El Señor lo sabe.
- Él sabe las cosas que te hacen sentir incómoda.
- Él no solo sabe las cosas que se te han hecho a ti, Él conoce lo que tú has hecho.
- Él sabe de esos hábitos, de tus muchos gastos, de la deuda, las adicciones, la televisión, las películas, los juegos de computadora, las novelas de romance, la comida, el alcohol, las adicciones, la adicción a los medicamentos, cosas a las que corres para escapar del dolor, para escapar del mundo real.
- Él sabe de la ira, el problema de temperamento que nunca has dicho a las personas de la iglesia, pero que Jesús conoce.
- Él sabe acerca de tus malos hábitos y desórdenes alimenticios.
- Él sabe que hay mujeres en la audiencia que están alejadas de sus padres.
- Él sabe de la relación inmoral que tuviste antes de casarte.
- Él sabe que hay mujeres aquí presentes y alrededor del mundo que ahora mismo están jugando con fuego, involucradas en una relación inmoral con un hombre, quizás por internet o quizás con alguien que conocieron en el trabajo.
Nadie más sabe las cosas que no te atreves a decirles a las personas que son más cercanas a ti, pero Él lo sabe.
Él sabe cosas acerca de nosotras que nadie más conoce. Él sabe cosas acerca de nosotras que nosotras no sabemos o que nunca hubiésemos admitido por nosotras mismas, las cosas que el Salmo 19 llama los pecados ocultos de nuestros corazones.
Él sabe lo que hacemos algunas de nosotras que, quizás de acuerdo a las apariencias luciríamos bien. Quizás eres una líder cristiana o una líder de estudios bíblicos o alguien que lidera ministerios de mujeres en la iglesia. Tienes un exterior impresionante, pero Jesús sabe, no solo lo de afuera, Él conoce lo de adentro. Él conoce los corazones, los pensamientos, las intenciones, los motivos por los que les sonreímos a las personas con esta sonrisa piadosa, cuando en nuestros corazones no los soportamos, Él lo sabe todo.
Él lo sabe, y está esperando a que nosotras seamos honestas para darnos agua viva.
Annamarie: Y tú, ¿has venido sin máscara delante de Dios para pedirle agua viva? Aún habiendo caminado con Él por años, podemos encontrarnos en puntos del peregrinaje cristiano en los que estamos sedientas y necesitamos que Él abra nuestros ojos para ver nuestra necesidad y regresar a Él. En Jesús somos libres para acercarnos al trono de la gracia y encontrar en Dios todo lo que nuestras almas necesitan.
Amén. Cristo es nuestra libertad.
Y mañana, asegúrate de acompañarnos para escuchar la segunda parte de la enseñanza de Nancy titulada, Libres para ser genuinas.
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