Libertad de la prisión
Dannah Gresh: El perdón es el corazón del evangelio. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El hecho es que no podemos experimentar ni conocer el amor y el perdón de Dios en nuestras vidas, si nos negamos a perdonar a quienes han pecado contra nosotras.
Creo que cuando nosotras, como mujeres cristianas, comencemos a vivir el perdón que hemos recibido de Dios, el mundo que nos rodea se detendrá y dirá: «Este es un mensaje que me interesa escuchar».
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, autora de Escoja perdonar, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de octubre de 2023.
Nancy no es conocida por su destreza con las computadoras, pero ella está a punto de aventurarse en el «terreno de la tecnología» con una analogía digital. Es parte de esta nueva serie llamada Libertad a través del perdón, …
Dannah Gresh: El perdón es el corazón del evangelio. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El hecho es que no podemos experimentar ni conocer el amor y el perdón de Dios en nuestras vidas, si nos negamos a perdonar a quienes han pecado contra nosotras.
Creo que cuando nosotras, como mujeres cristianas, comencemos a vivir el perdón que hemos recibido de Dios, el mundo que nos rodea se detendrá y dirá: «Este es un mensaje que me interesa escuchar».
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, autora de Escoja perdonar, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de octubre de 2023.
Nancy no es conocida por su destreza con las computadoras, pero ella está a punto de aventurarse en el «terreno de la tecnología» con una analogía digital. Es parte de esta nueva serie llamada Libertad a través del perdón, aquí en Aviva Nuestros Corazones. Con nosotras, Nancy.
Nancy: Sé lo suficiente sobre computadoras como para ser peligrosa. Pero hay una cosa que he aprendido por las malas, y es el significado de este pequeño botón en el teclado que dice «DEL», que significa «borrar».
¿Y qué pasa cuando pulsas el botón de borrar? Lo que hayas hecho desaparece. Ahora, antes de borrar todo, primero sale un pequeño aviso que dice: «¿Estás segura de que quieres borrar todo?» Pero la verdad es que a veces me ha sucedido que por ir muy deprisa, he borrado parte del material con que había estado trabajando. Cuando pulsas el botón de borrar, todo lo que has hecho desaparece. Si no lo guardaste, desapareció.
Y creo que de cierto modo esta es una gran ilustración de todo el significado del perdón, de lo que significa perdonar.
Cuando miramos las Escrituras en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, en los idiomas originales, hay una serie de palabras que se traducen al español con la palabra «perdonar, perdón». Pero esas palabras, en el significado original, son ricas en contenido.
Y permíteme mencionar lo que significan algunas de esas palabras. Perdonar es «llevar lejos», «enterrar», «cubrir», «absolver», «reconciliar», «dejar ir», «enviar lejos», o «restaurar con gracia».
Hay un versículo maravilloso en Colosenses 2:14 donde Pablo dice: «…habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz».
Ahora, cuando leemos en ese versículo acerca del documento de deuda contra nosotras, es una referencia en esa cultura a un certificado de deuda escrito a mano. Si alguien te debía dinero, tú escribías un certificado que decía que esa persona te debía dinero.
El hecho es que le debíamos a Dios una deuda impagable por violar Su ley, y como resultado estábamos bajo sentencia de muerte. Y Pablo está comparando el perdón de Dios por nuestros pecados con borrar la tinta de un pergamino, pulsando el botón de borrar, por así decirlo.
Está diciendo que a través de la muerte sacrificial de Cristo en la cruz, Dios ha borrado y limpiado totalmente nuestro certificado de deuda y ha hecho que nuestro perdón sea completo. Y así es como Dios nos reta a perdonar a otros.
Pablo dice, «Dios ha tomado ese documento de deuda y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz».
Y eso nos recuerda algo que no entendemos en nuestros días, porque en el mundo de hoy no usamos la crucifixión. Pero en la época romana, cuando los criminales eran crucificados –quizás muchas de ustedes saben que había una lista de sus crímenes que era escrita y clavada en la cruz, sobre la cabeza del prisionero, para que cuando la gente pasara viera de qué era culpable este criminal.
«Es un asesino, un ladrón, un secuestrador», lo que sea que haya hecho, la lista de sus crímenes estaba escrita y clavada en la cruz declarando las transgresiones por las que estaba siendo castigado.
De hecho, puedes recordar que cuando Jesús fue crucificado, estaban escritas sobre Su cabeza las palabras, «Jesús de Nazaret, El rey de los judíos». Eso es lo peor de lo que pudieron encontrar culpable a Jesús.
Pero lo que sucedió cuando Jesús murió, fue que todos nuestros pecados fueron puestos en Su cuenta. Fueron clavados en Su cruz mientras Él pagaba la deuda en nuestro lugar por todos nuestros pecados. Y al morir, Él satisfizo la justa ira de Dios contra nuestros crímenes. El castigo por nuestros pecados fue pagado en su totalidad.
¡Qué imagen tan maravillosa del perdón de Dios! Cuando nuestros crímenes fueron clavados en la cruz y la deuda fue pagada, lo que un Dios santo requería, fue satisfecho. Y así, Dios dice que Él ha perdonado nuestros pecados de esa manera, todas nuestras ofensas. Ahora nos invita a perdonar de la misma manera todos los pecados que han cometido contra nosotras.
Y cuando perdonamos, en realidad estamos haciendo una promesa, una promesa de no volver a mencionar ese pecado contra esa persona. No se lo mencionaremos a esa persona, no se lo mencionaremos a Dios y no se lo mencionaremos a otros. Es una promesa.
Pero eso no significa que automáticamente olvidaremos lo que nos han hecho o que nunca recordaremos el dolor que nos causaron. Significa que nunca más lo usaremos en contra del ofensor. Limpiamos el registro de la persona que nos lastimó. Estamos diciendo que ya no nos debe esa deuda. Ha sido pagada por completo. Como Cristo me perdonó a mí, yo perdono a esa persona.
En ocasiones he escuchado a mujeres que vienen y me dicen: «He perdonado a mi esposo o a mi padre o a mi pastor o esta situación o aquella. He perdonado a esta persona, pero…», y entonces empiezan a enumerar todas las cosas que esa persona hizo contra ellas.
Ahora, sé que en su corazón pueden pensar que han perdonado. Pero la verdad es que todavía están reteniendo el perdón hacia esa persona. Todavía lo mencionan, todavía hablan mal de esa persona con otros. Así que realmente no han limpiado el registro, realmente no han perdonado.
Y como estamos siendo honestas ante el Señor y la una con la otra, ya hemos definido lo que es el perdón (limpiar el registro, presionar el botón de borrar), déjame hacerte una pregunta: Serías lo suficientemente honesta para decir: «¿Hay una o más personas en mi vida –pasado o presente– que no he perdonado completamente? ¿Hay algunas raíces de amargura en mi vida? ¿Hay alguien a quien nunca he perdonado del todo?»
Ahí donde estás, sé sincera delante de Dios.
Ahora, déjame decirte que he hecho esa pregunta en muchos lugares diferentes a muchos grupos diferentes de mujeres. Rara vez, ha sido menos del 80 o 90 por ciento, las que han levantado la mano. Estoy hablando de grupos en las iglesias –mujeres que afirman haber recibido el perdón de Cristo– y creo que en la mayoría de los casos es así.
En cierto sentido, eso me motiva a hablar de este tema del perdón, porque sé que es algo que la mayoría de nosotras necesita escuchar una y otra vez, a medida que nuevas heridas llegan a nuestras vidas.
Necesitamos que se nos recuerden los caminos de Dios en el perdón. Pero también me entristece darme cuenta de que la gran mayoría de nosotras, como mujeres cristianas, caminamos en un grado u otro en la falta de perdón.
De hecho, ¿cómo podemos esperar que nuestro mundo crea el evangelio de Jesucristo cuando les decimos que conocemos a un Jesús que nos ha perdonado y les perdonará también, y les ofrecemos este evangelio de la gracia y el perdón, pero cuando nos conocen y trabajan con nosotras y viven a nuestro lado, escuchan y ven todo lo contrario a ese evangelio por la forma en que hablamos de las personas que nos han herido? Quizás sobre un exesposo, sobre un hijo o hija adulta, sobre el padre, sobre el jefe o un empleado… Aquellos que nos rodean escuchan cómo hablamos de esas personas y saben que nosotras, que afirmamos tener este gran evangelio de la gracia y el perdón, nunca hemos perdonado del todo a los demás. Y como es de esperar, no se sienten atraídos por el mensaje del evangelio.
Creo que cuando nosotras, como mujeres cristianas, comencemos a vivir el perdón que hemos recibido de Dios, el mundo que nos rodea se detendrá y dirá: «Este es un mensaje que me interesa escuchar».
Creo que el mundo está lidiando con la culpa, la vergüenza y el peso del pecado. Y hay muchas personas que quisieran conocer al Cristo que puede perdonar si tan solo pudieran ver ese perdón vivo en nosotras.
Dannah: Si te encuentras en ese 80 o 90 por ciento de personas que todavía no ha perdonado, recuerda que hay esperanza gracias a Jesús. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha mostrado la importancia de presionar ese botón «Borrar» y eliminar lo que sea que tengamos en contra de otras personas.
Ella regresará para la segunda parte de este episodio de Aviva Nuestros Corazones. Nancy escribió con más detalle sobre este tema en su libro Escoja perdonar. Ella explica cómo es perdonar a otros «como Dios en Cristo te ha perdonado a ti».
Mientras continuamos con el programa de hoy, necesito advertirte que la historia que Nancy está a punto de contar podría ser difícil de escuchar para ti, especialmente si fuiste abusada sexualmente cuando eras niña. Y quiero decir de antemano que cuando Nancy habla de perdonar a los que pecan contra nosotras de estas formas tan horribles, no está diciendo que debas hacer como si nunca hubiera ocurrido. El perdón tampoco significa que el ofensor esté libre de culpa y que no tenga que sufrir consecuencias. Pero ella está hablando de lo que sucede dentro de tu propio corazón. Es importante recordarlo mientras escuchamos juntas.
Aquí está Nancy de nuevo, continuando con la serie: Libertad a través del perdón.
Nancy: En el ministerio en el que he estado sirviendo tenemos el privilegio día tras día de ver al Señor liberar a Su pueblo cuando se aplican los principios de Dios.
Este asunto del perdón es una de las verdades más fundamentales y necesarias en nuestras vidas como cristianas hoy. Y cuando vivimos los principios del perdón de Dios encontramos verdadera libertad.
A menudo, damos a las personas la oportunidad de compartir cómo la verdad del perdón ha obrado en sus vidas. Y recuerdo una sesión en la que una señora se puso de pie para contar una historia que le había sucedido muchos años antes, cuando era niña.
No sé si ella había pensado en ello constantemente a través de los años, pero mientras hablábamos sobre la amargura y el perdón, Dios trajo a su mente esta serie de circunstancias y ella comenzó a revivirlas. Entonces se levantó para compartir el proceso en el que Dios la había puesto.
Un día en particular, años antes, ella y una amiga –que eran niñas en ese momento– fueron a visitar a un hombre que pensaban que era su amigo, quien también era el comisario del pueblo. Su oficina estaba en un edificio que también era la cárcel del pueblo. Era un hombre al que conocían. Estas dos niñas pensaron que era su amigo, y entraron en el edificio donde él trabajaba.
Y entonces esta mujer contó cómo su amiga se fue corriendo a jugar y la dejó con este hombre.
Luego procedió a contar cómo el comisario se acercó a ella y le dijo: «Si alguna vez le cuentas a alguien lo que estoy a punto de hacerte, te meteré en una de estas cárceles. Y si alguna vez le cuentas a tus padres lo que te he hecho, los meteré en una de esas cárceles también». Y entonces el hombre que ella creía que era su amigo abusó de ella.
Ahora, como adulta, ella contó esta historia como una mujer casada. Ella dijo: «Eso sucedió hace tantos años, pero ahora me doy cuenta de que lo que hice fue meter a ese hombre en una de esas cárceles».
Él había muerto hacía mucho, pero en la mente de ella ese hombre todavía estaba en la cárcel. Ella no se había dado cuenta, hasta que Dios abrió sus ojos para ver este asunto del perdón y la amargura, y lo que nos hace. No solo puso a este hombre en la cárcel, sino que ese día, años atrás, ella se puso a sí misma en la cárcel.
Y durante largos años de albergar esa semilla de falta de perdón y amargura hacia este hombre que ya ni siquiera estaba vivo, ella se encontró en una prisión que ella misma había creado por su falta de perdón.
Ahora, ¿qué sucede cuando nos negamos a perdonar? Nos convertimos en prisioneras de aquellos que nos han hecho daño.
Permíteme pedirte que busques en tu Biblia el Evangelio de Mateo, capítulo 18. Comencemos en el versículo 21. Pedro inicia la conversación. Se acerca a Jesús y le dice: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Ahora, creo que Pedro probablemente pensó que estaba siendo bastante generoso, porque la ley de los líderes religiosos de ese tiempo exigía que perdonaras tres veces. Pero Pedro está diciendo: «¡Señor, siete veces me parece mucho!»
Y la implicación de eso es que debes perdonar a esa persona aun si te hiere una y otra vez. «¿Cuántas veces debo perdonarlo?»
Bueno, Jesús respondió algo que todos los que estaban cerca probablemente pensaron que era difícil de creer y de hacer. Jesús dijo: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mat. 18:22).
¿Qué está diciendo Jesús aquí? ¿Está diciendo: «Está bien, Pedro, haz un poco de esfuerzo y cuando llegues a 490 veces, entonces puedes dejar de perdonar»? Eso no es para nada a lo que Jesús se refiere. Lo que realmente está diciendo es «perdona sin límites».
Ahora, como Jesús hacía tan a menudo, Él comienza a contar una historia para ilustrar Su punto. Él dice, comenzando en el versículo 23:
«Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10,000 talentos (216 toneladas de plata)».
Se trataba de una suma que en nuestros días ascendería a millones de dólares. El punto es que era una cantidad que estaba infinitamente más allá de su capacidad de pagar.
«Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: “Tenga paciencia conmigo y todo se lo pagaré”».
Bueno, eso era una broma. No había forma de que pudiera devolverlo. Solo está diciendo, «por favor, ten piedad de mí». Y sorprendentemente, versículo 27 dice:
«Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, lo soltó y le perdonó la deuda».
Pero en el versículo 28 se produce un giro en el desarrollo de los eventos:
«Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía…(si puedo decirlo en lenguaje moderno, unos cuantos dólares), y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: “Paga lo que debes”. Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba (como este hombre acababa de suplicar a su amo): “Ten paciencia conmigo y te pagaré”».
Ahora, déjame decirte que cuando leo este pasaje, a veces encuentro que mi presión sanguínea se eleva, porque me enojo tanto con este siervo que acababa de perdonársele tanto y se rehusó a perdonar, hasta que el Espíritu Santo ilumina mi propio corazón y me dice, «¿qué tan a menudo eres tú como ese siervo? Guardando contra otros sus pequeñas ofensas a la luz de la increíble ofensa que Dios te ha perdonado».
Bueno, en el versículo 30 él no quiso perdonarlo:
«Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando sus consiervos vieron lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido»
Y, por cierto, tenemos un Señor en el cielo que siempre sabe cuando nos negamos a perdonar. Podemos ocultárselo a los demás, pero Él lo sabe. Y Él nos pedirá cuentas, como lo dice en el versículo 32:
«Entonces, llamando al siervo, su señor le dijo: “Siervo malvado”».
Ese es un lenguaje bastante fuerte. No dijo simplemente, «sabes, cometiste un gran error aquí. Debiste perdonar a ese hombre».
Este señor está afligido y enojado, y le dice, «¡siervo malvado!» ¡Y cuántas veces somos nosotras ese siervo malvado! Pidámosle a Dios que nos muestre cuán serio es nuestro pecado de falta de perdón.
La realidad es que somos más conscientes de lo terrible que es el pecado que otros han cometido contra nosotras, pero Dios quiere que veamos que nuestra falta de perdón es un pecado grave.
«“Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?” Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía».
Una de las traducciones dice: «lo entregó a los carceleros para que lo torturaran». Cuando nos negamos a perdonar, nos entregan a los verdugos.
¿Cuáles son algunos de esos verdugos? Definitivamente no son verdugos literales, pero te diré lo que creo que es uno de ellos: los desórdenes emocionales y físicos crónicos que algunas mujeres experimentamos. En muchos casos estos son los frutos de la falta de perdón. Algunos de esos problemas emocionales, depresiones crónicas recurrentes –no en todos los casos, pero en muchos– son el fruto de la falta de perdón.
Dios nunca quiso que nuestro cuerpo soportara el peso y la culpa de los conflictos no resueltos, de la amargura y de la falta de perdón. Creo que muchos de los problemas con los que luchamos pueden ser el fruto, el resultado y la consecuencia de negarnos a perdonar. Jesús termina este pasaje diciendo:
«Así también Mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano» (Mat. 18:23-35).
Hemos orado muchas veces la oración que Jesús nos enseñó a orar: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mat. 6:12). Hemos escuchado las palabras de Jesús cuando dijo: «Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia» (Mat. 5:7).
El hecho es que no podemos experimentar ni conocer el amor y el perdón de Dios en nuestras vidas si nos negamos a perdonar a quienes han pecado contra nosotras.
Conozco muchas mujeres que luchan por aceptar el amor y el perdón de Dios, y eso puede deberse a varias razones. Puede que nunca supieran lo que era tener una figura paterna en sus vidas que les extendiera el amor y el perdón. Pero creo que una de las principales razones por las que nosotras como mujeres luchamos por experimentar el amor y el perdón de Dios en nuestras propias vidas –de una manera real– es porque nos hemos negado a perdonar a los demás. No podemos experimentar lo que nos hemos negado a dar a los demás.
Las Escrituras dicen que la amargura es como una raíz que si no le prestamos atención en nuestras vidas, brotará, nos contaminará, nos afligirá, y muchos a nuestro alrededor serán contaminados.
¿Dónde te encuentra Dios en todo este tema del perdón, la amargura? ¿Hay una raíz de amargura en tu corazón? ¿Hay alguien a quien te hayas negado a perdonar, alguien cuyo registro no quieres borrar? ¿Podrías llegar al punto de reconocer ante Dios que tu falta de perdón es un gran pecado contra tu perdonador Padre celestial?
Al contemplar lo mucho que Él te ha perdonado, ¿te das cuenta de lo grave que es que tú y yo nos neguemos a perdonar a otra persona? Entonces clama: «¡Señor, ten piedad de mí, y que yo pueda perdonar a los demás como Tú lo has hecho conmigo!»
Padre, quiero agradecerte con todo mi corazón por ese día en el Calvario, cuando presionaste el botón de borrar y nos extendiste el perdón total, completo e incondicional por todos nuestros pecados. Perdónanos, Señor, por las veces en que les hemos echado en cara a otros sus pecados, cuando Tú has sido tan bondadoso en perdonar nuestros pecados.
Perdónanos, Señor, como mujeres cristianas, por ser de tantas maneras implacables, por negarnos a extender Tu gracia y Tu perdón a los demás. Pero gracias porque Tú has hecho provisión para nosotras. Clamamos a Ti por misericordia y te pedimos Señor, que nos enseñes a perdonar.
Ayúdanos a tomar esa decisión difícil, pero correcta. Tú nos bendecirás cuando escojamos presionar el botón de borrar, de perdonar, y hacer la promesa de limpiar el registro de esa persona, de nunca mencionar ese pecado contra esa persona, a esa persona, a Dios o a alguien más. En el proceso, sabemos que seremos verdaderamente libres. Oro en el nombre de Jesús. Amén.
Dannah: ¡Amén! Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a ver la importancia de escoger el perdón en lugar de desgastarnos cargando el peso de la amargura y el resentimiento. Escoja perdonar es el título de un libro que Nancy escribió. El subtítulo es exactamente de lo que ella ha estado hablando: Su camino a la libertad. Cuando liberamos a los que nos han hecho daño, descubrimos que somos nosotras mismas las que recuperamos la libertad. Puedes obtener una copia del libro en avivanuestroscorazones.com.
Mañana escucharemos a una mujer que permitió que el odio y la amargura se acumularan en su corazón hacia tres hombres que la agredieron cuando era adolescente. ¿Cómo puede alguien que ha sido víctima de terribles abusos aprender a perdonar? Escucharemos la historia de Kathy mañana en Aviva Nuestros Corazones.
¿Hay alguna mujer dentro de tu círculo cercano que está teniendo luchas con el pecado? ¿Esa persona está luchando con tentaciones en su mente y corazón con formas equivocadas de pensar que han sido moldeadas por la sociedad en que vivimos? Tanto ellas como nosotras necesitamos una infusión del evangelio día con día.
En Aviva Nuestros Corazones queremos ser una infusión diaria de gracia, de esperanza y de pensamiento bíblico centrado en el evangelio, que ayude a las mujeres a filtrar lo que el mundo ofrece a través de la Palabra de Dios. Cuando hablamos de impartir esa infusión diaria, pensamos en los colaboradores mensuales que hacen esto posible. Mes a mes ellos son de apoyo a través de sus oraciones y ofrendas, ayudando a que este ministerio siga adelante.
¡Estamos muy agradecidos por nuestro equipo de colaboradores y es nuestro deseo que Dios siga añadiendo a muchos más!
Si has sido bendecida por este ministerio, si has recibido a través de Aviva Nuestros Corazones una infusión de gracia en tu propia vida, ¿considerarías convertirte en una de nuestras colaboradoras mensuales? ¿Te unirías a la familia?
¡Te necesitamos! Tú puedes ser parte de la misión vital de nuestro ministerio permitiéndonos llegar a las mujeres con el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Serás testigo de cómo Dios aviva sus corazones.
Llamándote a presionar ese botón de borrar para que descubras la libertad, la plenitud y la abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas a menos que se indique lo contrario.
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