La viudez es un comienzo
Débora: Después de que su esposo muriera, para Margaret Nyman fue difícil aceptar un término que las personas usaban para identificarla.
Margaret Nyman: «Viuda». Es una enorme, enorme palabra. Es oscura, es negativa, ¡y eres tú! Y tú piensas: bueno, ¿cómo hago esto? Yo no quiero hacer esto. Yo nunca quise ser una viuda.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 8 de julio de 2024.
Durante los últimos episodios hemos estado hablando con Margaret Nyman, quien ha escrito un libro titulado «Hope for an Aching Heart» (Esperanza para un corazón dolido, disponible solo en inglés). Este es un libro devocional para viudas. Permíteme leer algo que una persona de nuestro equipo, quien leyó este libro cuando salió por primera vez, escribió.
Ella dijo:
«Al principio pensé que este era un libro para viudas, pero he …
Débora: Después de que su esposo muriera, para Margaret Nyman fue difícil aceptar un término que las personas usaban para identificarla.
Margaret Nyman: «Viuda». Es una enorme, enorme palabra. Es oscura, es negativa, ¡y eres tú! Y tú piensas: bueno, ¿cómo hago esto? Yo no quiero hacer esto. Yo nunca quise ser una viuda.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 8 de julio de 2024.
Durante los últimos episodios hemos estado hablando con Margaret Nyman, quien ha escrito un libro titulado «Hope for an Aching Heart» (Esperanza para un corazón dolido, disponible solo en inglés). Este es un libro devocional para viudas. Permíteme leer algo que una persona de nuestro equipo, quien leyó este libro cuando salió por primera vez, escribió.
Ella dijo:
«Al principio pensé que este era un libro para viudas, pero he cambiado de opinión. Creo que cada mujer que está casada, sin importar su edad, se beneficiará de su lectura. He aprendido a ser más sensible y atenta a las viudas y a entender lo que están atravesando.
La autora trata con tantos asuntos que las mujeres enfrentan sin un esposo. No es tanto dar consejos, sino ilustrar cómo podemos confiar en Dios para que se revele a Sí mismo y nos dé sabiduría en cada situación».
Aquí está Nancy con nosotras para continuar su conversación con Margaret.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estoy de acuerdo con esa evaluación de tu libro, Margaret, y estoy tan contenta que comenzaste a escribir ese blog cuando Nate estaba enfermo, durante esos cuarenta y dos días antes de que el Señor se lo llevara con Él. Pero luego has continuado escribiendo. Estoy tan feliz de que hayas escrito este libro. Creo que es un gran recurso para las mujeres que están pasando por esa etapa de la vida.
Así que, gracias por escribirlo. Gracias por vivirlo con gracia. Y gracias por estar aquí con nosotras para compartirlo con nuestras oyentes.
Margaret: Estoy muy agradecida de estar aquí.
Nancy: El libro se titula Esperanza para un corazón dolido.
En los últimos programas, hemos estado hablando de la temporada de la enfermedad de Nate, de sesenta y cuatro años de edad, y en cuarenta y dos días, él ya se había ido. No es lo que tú hubieras planeado o escrito, en lo absoluto.
Luego viene todo este asunto de enfrentarnos al funeral. Sé que mi familia ha estado allí muchas veces. Tu familia ha estado allí otras veces, pero no con tu esposo. Tenías siete hijos adultos jóvenes en ese momento, y sin Nate quien pudiera planear y dirigir. Así que solo quiero que nos guíes a través de lo que esa temporada fue para ti.
Margaret: Te diría que uno de los grandes deleites de ser padres al que puedo motivarlas a todas ustedes como madres jóvenes con niños pequeños, es encontrar la fortaleza que puede venir a través de tus hijos adultos, su amistad, el vínculo que existe. En esta situación, cuando mi esposo murió, mi hijo mayor, Nelson, tenía treinta y siete años. Él se comportó de una manera que fue tan consoladora y alentadora.
Nate murió en casa. Aun antes de que la funeraria llegara a tomar su cuerpo, Nelson ya había llamado y había hecho arreglos para empezar a planear el funeral. Nate murió alrededor de las 7:30 de la tarde, y nos sentamos tranquilos hasta alrededor de las 4:00 de la madrugada. Pero estábamos sentados alrededor hablando, mis hijos, y todos, acerca de lo que deberíamos hacer para el funeral.
Su papá había trabajado toda su vida en Chicago como abogado en el centro de Chicago. Él amaba la ciudad. Él amaba la historia de Chicago. Nuestra familia tiene una parcela en el Cementerio Rose Hills en Chicago, el cual tiene muchas personas famosas enterradas allí. Ese cementerio tiene mucha historia.
Íbamos allá como familia cada Día de los Caídos (Memorial Day), para hablar de aquellos que estaban enterrados allí, de nuestra herencia, todos creyentes fuertes. Ninguno había temido a la muerte, todos la habían aceptado; atravesando el valle de sombra de muerte, como parte de la vida, como un pasadizo a la vida verdadera en la eternidad con Cristo.
Así que íbamos allí a hablar de esas personas. Llevábamos fotografías. Mi hermana tiene un cuaderno con escritos de ellos. Los leíamos en voz alta y hacíamos nuestros pequeños servicios cada Memorial Day (Día de los Caídos). Luego íbamos a almorzar y luego a jugar béisbol. Esto fue parte de nuestra herencia por décadas.
Tenemos una fotografía de mi mamá y de mi papá de pie, plantando flores y haciendo esas cosas y ahora ellos están enterrados allí. Tengo una foto de Nate, parado encima del lugar donde él iba a ser enterrado unos meses después, hablando de alguien que estaba enterrado allí en ese cementerio.
Mi mamá, quien ahora está enterrada allí también, solía decir a sus nietos: «No se pongan nerviosos por venir a este lugar. No se pongan nerviosos pensando en mi viejo cuerpo yaciendo allí debajo de la tierra. Yo no estoy allí. Estoy con Jesús, danzando y corriendo por todo el cielo esperándolos a ustedes. Y estaré esperando verlos cuando lleguen».
Así que era como algo alegre cuando íbamos al cementerio, disfrutábamos esas visitas. Bueno, ahora era nuestro turno de planear el funeral de Nate e ir a ese cementerio. Pero pensé que sería bueno iniciar una nueva tradición, ya que nos habíamos mudado a Michigan. Hay un pequeño cementerio de campo en Michigan, el cual es pequeño y está rodeado por campos de maíz y hermosas flores silvestres. Es muy pastoral. Pensé que sería agradable enterrarlo cerca de mi nuevo hogar en Michigan, cerca de mi pequeña casa de campo.
Nos sentamos alrededor de la mesa. Nelson tomó el liderazgo y dijo, «bueno, ¿qué querría papá, ellos le llamaban así, que nosotros hiciéramos?». Y el consenso fue «llevarle a Rose Hill en Chicago». Eso me convenció. Yo quería hacer lo que él hubiese querido.
Así que ellos comenzaron a planificar el funeral. El día después de que él murió, mis dos hijos mayores fueron a Chicago, y se encontraron con mi hermano quien vive allí. Yo nunca tuve que hacer esas desgarradoras tareas de elegir el ataúd y todo eso. Ellos se hicieron cargo y lo hicieron todo.
En casa trabajamos en un programa y queríamos que el Señor fuera glorificado en los himnos y en todo lo que allí sucediera. El funeral se hizo tres días después. Fuimos todos a Chicago, nos quedamos en casa de mi hermana para pasar la noche, y todos mis hijos tuvieron una parte. No creo que yo me hubiese podido poner de pie en el funeral de mis padres y tener una parte. Pero cada uno de ellos se puso de pie y dijo algo, hizo, leyó, oró. Fue tan significativo para mí, estar sentada en la fila delantera, inmóvil y temblorosa, viendo los siete hijos más dos hijos políticos diciendo cosas buenas de su padre. Así que no fue negativo.
Cuando nos dirigimos al cementerio, era un lugar familiar donde todos habíamos estado desde que éramos pequeños y todos amábamos ir. Aunque esta vez estábamos sentados frente al ataúd, y esa parte fue difícil, era tan fácil como podría ser de este lado de la eternidad, lidiar con algo como eso. Como cristianas, pienso que es bueno para nosotras que hablemos a nuestras familias acerca de la muerte terrenal.
Es tan solo un pasadizo, un conducto o una vía a algo que es tan espectacular. Dios nos dice: «Si puedes imaginarlo, no es así. Es mejor que eso. Es algo mejor de lo que puedes imaginar». Y ese es el enfoque de estar allá. Es solo una rápida inmersión en el cementerio y luego la gloriosa vida de la eternidad.
Nancy: Gracias a Cristo
Margaret: Gracias a Cristo.
Nancy: Apartadas de Él, la muerte seria y es una pérdida irreparable.
Margaret: Sí.
Nancy: Entonces es Cristo quien mató a la muerte. Él puso muerte a la muerte por Su muerte. Es aquí donde, pienso, la diferencia es abismal entre aquellos que conocen a Cristo y aquellos que no. Esa es la diferencia entre tener esperanza y no tener esperanza.
Durante ese tiempo alrededor del funeral, esos días, esas semanas, ¿hubo algo que te tomó desprevenida, o algo que no estabas esperando que fuera una gran sorpresa para ti en esos primeros días?
Margaret: Hubo algo divertido, y así es el Señor. Él trata de hacernos atravesar estas miserables situaciones de la mejor forma posible. Estaba usando medias de nylon que estaban agarradas con un elástico de cinta en la parte superior, ustedes damas sabrán de qué estoy hablando, y una de ellas se deslizó.
Nancy: ¿Durante el funeral?
Margaret: Sí, durante el funeral, una se deslizó. Me incliné a mi hija y le dije, «¡Oh, no! ¡La media está yendo hacia mi tobillo!» Tenía puesta una falda.
Ella se inclinó y me dijo, «bueno, súbela».
Le dije, «no puedo subirla». Esto sucedió mientras estábamos sentadas. Le dije, «no puedo subirla sin levantarme la falda».
Ella dijo, «bueno, pues, déjala que se caiga».
Y las dos estábamos sentadas allí pensando que era casi como si el Señor estuviera diciendo, «no te detengas en este momento. Esto es difícil. Estás sentada en frente del ataúd con los restos de tu esposo. Esto es difícil. Pero vendrán momentos buenos y divertidos. No te preocupes por esa clase de cosas».
Dios se ha hecho tan amigo mío. El Señor ha estado tan cerca de mí, solo caminando cada paso de esto conmigo, incluso hasta el punto de salpicar ese día con pequeñas situaciones de humor. Y pienso: «¡Qué gran Dios es Él que conoce exactamente lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos, como eso!»
Nancy: ¿Te fuiste inmediatamente a tu casa de campo en Michigan después del funeral?
Margaret: Sí, lo hicimos. Nos fuimos después de la comida. Hubo un almuerzo que unos amigos dispusieron y luego nos fuimos inmediatamente. Luego te paras en medio de tu habitación y dices, «¿ahora qué?»
Nancy: Así que, ¿cuándo fue la primera vez que estuviste sola en tu casa?
Margaret: Estuve sola quizás unas cuantas semanas después de eso y ansiaba estar sola para ese tiempo. Había tanta vida ocurriendo a nuestro alrededor que sentí que no podía venirme abajo. Todo el mundo ponía sus brazos a mi alrededor y me preguntaba, «¿cómo estás? ¿Cómo estás?» Y tú simplemente sientes que tienes que decir, «estoy bien, estoy bien», porque sentía que si me derrumbaba, mis hijos lo harían también, aun los mayores. Ellos también estaban luchando.
Pero cuando finalmente me quedé sola, en el invierno de Michigan, atravesando el invierno, ahí fue cuando mi luto profundo inició.
Nancy: ¿Recuerdas exactamente cuándo realmente te derrumbaste?
Margaret: Estaba paseando el perro afuera en la nieve con mis botas y mi equipo pesado puesto, en Michigan. Era alrededor de la medianoche. Solía (y aún lo hago) llevarlo a su última caminata del día alrededor de la medianoche. Sabía que nadie me iba a encontrar llorando y lamentando por la tristeza de extrañar a mi esposo.
Tenía los auriculares puestos y estaba escuchando un concierto de la Iglesia Moody. Era esa canción que habla acerca de, «¿qué es el hombre para que pienses en él, Dios, tan pequeño e insignificante comparado a un cielo nocturno, el universo y las galaxias y todo lo que podemos mirar hacia arriba y ver?»
Miré entre esos árboles que no tenían hojas en ellos, de manera que realmente puedes ver el cielo repleto de estrellas, y tan solo me desmoroné. Me quebranté absolutamente y empecé a lamentar. El perro me estaba mirando como preguntándose «¿qué le pasa?»
Tan solo estaba clamando a Dios y diciéndole cuán triste me sentía y siendo honesta con Él. Eso es lo más maravilloso de una relación con el Señor. Tú puedes decirle lo que piensas. Él quiere que hagamos eso. Él lo sabe, pero quiere que lo saquemos de nuestro interior y se lo digamos.
Nate siempre solía decirnos a todos nosotros, si él encontraba a alguien llorando en esos cuarenta y dos días… Algunas veces me escuchaba lloriquear un poquito y decía: «Está bien. Llora y deja que la tristeza salga. Un poquito de tristeza sale cuando lloras». Y esa noche estaba saliendo mucha tristeza.
Esa idea de que nosotros somos pequeños y Dios es grande, hay un propósito de eso en las Escrituras, para adorarle, admirarle, solo vivir en el temor de Él y aun, al mismo tiempo, Él es grande en mi pequeña vida al punto de que Él me estaba llevando a superar lo que estaba sucediendo en mi vida de una manera personal, íntima y amistosa.
Es un misterio. No podemos explicar por qué Él tendría algún interés en ayudar a alguien como yo, que está lleno de fallas, errores, pecados y cosas, y aún así, Él está extremadamente interesado en eso. Su Hijo murió por eso. Él es un Dios personal que quiere ayudar a cada uno de nosotros exactamente justo donde estamos, en la batalla que estemos atravesando.
Mi pequeño blog se llama: «Atravesando esto» (gettingthroughthis.com, disponible solo en inglés). Todos tenemos cosas que estamos tratando de atravesar, siempre. Como les he dicho siempre a mis hijos: «Si te encuentras en un periodo de tiempo donde todo es felicidad ahora mismo, y todo está en paz, todo está yendo bien, solo debes saber que esa no es la vida real. Es solamente un tiempo de sustento y de reposo para que puedas estar listo para lo que vendrá, porque la vida real está llena de problemas, Jesús lo dijo».
Nancy: Así es.
Margaret: En el mundo tendrán aflicción. Puedes contar con esto. Así que por lo que estábamos atravesando era parte de la aflicción, pero Él estaba allí con nosotros.
Nancy: Ese pasaje, a propósito, en el que la canción está basada es el Salmo 8, y algunas de nuestras oyentes quizás quieran tomar ese Salmo y recurrir a él, y tener ese recuerdo lleno de gracia de que, aun Dios siendo tan grandioso y nosotras tan pequeñas, aun así le importamos.
Estoy pensando en ese gran maestro del pasado, G. Campbell Morgan, quien escribió: «La necesidad suprema en toda hora de dificultad y angustia es una fresca visión de Dios. Al verlo a Él, todo lo demás toma su propia perspectiva y proporción».
Eso es lo que te he escuchado describir, que tú estabas débil, pequeña, necesitada y frágil por momentos, y, sin embargo, es la mirada al levantar tus ojos hacia arriba, aun llenos de lágrimas, y ver Su grandeza, Su bondad, Su compasión y Su cuidado. Eso fue lo que te sostuvo y te fortaleció, no solo a través de ese tiempo, sino que continúa mientras tú continúas atravesando este tiempo.
Margaret: Sí.
Nancy: ¿Qué fue, qué piensas, Margaret, lo que te impidió mantenerte llorando, desalentada, en luto, afligida? Porque pienso que hay momentos en los cuales solo quieres meterte en la cama, acurrucarte y nunca más levantarte. ¿Qué levantó tu corazón y te impidió quedarte en ese lugar?
Margaret: Bueno, tengo que decir que al principio estaba realmente escondiéndome detrás de la palabra «viuda». Tan solo dije «no» a todo. En mi nueva pequeña iglesia en Michigan, las mujeres fueron tan amables conmigo. Nate y yo habíamos estado yendo a una iglesia diferente que estaba como a veinte minutos de distancia. Era una iglesia más grande porque siempre habíamos estado en iglesias grandes y nos sentíamos cómodos allí. Mi vecina pertenecía a una iglesia pequeñita, y ella siempre me invitaba a los estudios bíblicos para mujeres.
Ella me dijo, «es solo un grupo de veinte de nosotras más o menos, y nos reunimos cada martes en la mañana. Es muy discreto y no tienes que hacer ninguna tarea si no quieres, solo vienes». Y yo dije, «oh, gracias de todas maneras, pero no». Y luego el siguiente mes ella me preguntó de nuevo, y le dije,«quizás en otro momento, pero no». Y otra vez diría «no».
Y luego me invitó a cenar y le dije, «no, no». Simplemente le dije: «No, no, no, no», a todo el que llamó, a todo el que quería venir. Solo quería estar sola.
Nancy: Si pudieras hacer eso de nuevo, ¿estarías contenta de la manera en que lo manejaste o te hubiera gustado decir, «sí» algunas veces?
Margaret: Bueno, hay viudas con las que he hablado que querían todo menos estar solas. Ellas querían estar rodeadas de personas, voces humanas, abrazos, contacto físico. Así que depende de cada persona en particular. Pienso que cuando estamos hablando con otras viudas, necesitamos preguntarles: «¿Qué te gustaría? ¿Te gustaría que te dejáramos sola o podemos venir con una comida?».
Nancy: Así que no hay una manera correcta de hacer esto.
Margaret: No creo que la haya. Depende mucho de qué tan larga haya sido la enfermedad, y si una persona tiene una enfermedad muy larga, mucho de ese dolor ocurre antes de la muerte. Si es una rápida, creo que el luto te golpea como una tormenta salvaje. Algunas veces necesitas hacer eso por ti misma. La mayoría de las viudas, debo decir, no quieren «perder la cabeza» en público. Así que lo reprimes y lo aguantas, y cuando estás sola, puedes lamentarte o hacer lo que sientes que necesitas hacer.
Descubrí que necesitaba pasar mucho tiempo hablando con Dios y quería hacerlo, así que no necesitaba hablar con otras personas. Tan solo parecía una ermitaña por un tiempo.
Nancy: ¿Sería eso un peligro si se hubiese extendido por mucho tiempo?
Margaret: Supongo que pudiera ser en algunas vidas. Para mí fue un sustento.
Nancy: Claro.
Margaret: Pienso que todo el mundo es diferente y debemos ser muy cuidadosas de no interrumpir cuando no nos invitan o no fallar cuando alguien lo necesita.
Nancy: Simplemente iba a decir… mientras miras hacia atrás, ¿te molestaba que esas personas te siguieran invitando o estaba bien?
Margaret: No me molestaba. Me molestaba que yo seguía diciendo «no», porque pensaba, «ellos no entienden, ellos realmente no entienden». Pienso que así es la vida de una viuda. Son altas y bajas, altas y bajas (es como una montaña rusa). Invítame a salir, pero no, no quiero ir. Invítame a tu concierto, pero no quiero estar ahí.
Parte del problema cuando eres presentada como una nueva viuda, es: «Esta es mi amiga, Margaret. Ella acaba de perder su esposo». Se convierte en la identidad que te envuelve en un momento cuando estás luchando con tener esa identidad y hacerlo parte de ti.
Es una enorme, enorme palabra, «viuda». Es oscura, es negativa y eres tú. Y tú piensas, bueno, ¿cómo hago esto? Yo no quiero hacer esto. Yo nunca quise ser una viuda. Sin mencionar todas las batallas por las que estás pasando cuando estás extrañando a tu esposo en particular. Y ni siquiera puedes hablar con él.
Cuando dices «no», estás diciendo «no» a «no me presentes como una viuda. No me hagas tener una charla con personas que no conozco. No digas, «esta es mi amiga, Kelly, y su madre es una viuda». Dame un minuto para acostumbrarme a esto.
Contra eso es que me estaba rebelando… bueno, no realmente rebelándome pero alejándome. Pero eventualmente, meses más tarde, mi paciente vecina, quien se había convertido ahora en una amiga muy querida, seguía diciéndome amablemente: «¿Quieres venir? Déjame saber». Pero ella no solo decía: «Me llamas si quieres ir», porque yo nunca la hubiera llamado.
Pero un día dije: «Está bien, voy a ir». Cuando entré al estudio bíblico, la mitad eran viudas y todas ellas estaban más avanzadas en el viaje que yo, y me senté entre ellas y me sentí como que había llegado a casa. Fue algo que Dios había preparado.
Hubiera estado bien haber ido tan solo ese primer mes. Probablemente lo hubiera hecho y ellas se habrían acercado a mí. Estaba lista; ellas sabían sobre mí y yo llegué con mi vecina. Todavía voy a ese estudio con ella.
La viudez es tanto un comienzo como lo es el matrimonio. No es algo que esperamos, pero es un comienzo y puedes hacer con ello lo que Dios quiere que tú hagas de ello, o puedes envolverte bien y quedarte como yo estaba. Hubo esa corta etapa de ermitaña para mí que duró algunos meses. Pero después de eso, fue como si Dios hubiera dicho, «bueno, vamos a continuar lamentando, pero el tsunami quedó atrás. Creo que podemos hacer algo por otros ahora. Esto será bueno para ti».
Pienso que toda viuda necesita otra viuda. Tú necesitas a alguien que haya recorrido este camino primero. En la medida en que tú hablas, ves la luz delantera que ilumina las piedras que encuentras en el sendero. Necesitas a alguien que lo haya recorrido antes que tú, para decir, «lo que estás sintiendo es normal. De esa manera fue como yo lidié con eso. Esto es lo que vas a experimentar después, por lo menos lo fue para mí». Te sientes como en casa con la vida de esa persona.
Pensando en cómo poder trabajar todo esto, para una viuda (tú puedes conocer una nueva viuda), pienso que al juntarte con otra viuda en el grupo, verás que esa persona gravita sobre ese hecho. Yo soy la primera viuda en mi grupo de amigas. Ellas son muy queridas para mí y han venido y me han ministrado y me han dado, dado y dado, y sin ellas estaría perdida también. Pero de viuda a viuda es importante, también. Es parte de esto.
Nancy: Y gracias a Dios por esa vecina quien no dejó de invitarte y de ser paciente.
Margaret: Dios la bendiga. Su nombre es Linda Miller.
Nancy: Ella no empujó, pero se mantuvo disponible. Así que fueron muchos roles diferentes allí. Ves a tus amigas que no eran viudas, tu hermana, esta vecina y las viudas en ese grupo. ¿No es esta una imagen del cuerpo de Cristo?
Margaret: Sí.
Nancy: Es una imagen de cómo nosotras nos necesitamos unas a otras y cómo podemos ser parte de la vida de la otra en diferentes maneras y en diferentes tiempos.
Margaret: Sí, y la palabra para todas nosotras que estamos tratando de ayudar a otra viuda es, como tú dices: «No te des por vencida». Sé gentil y no te sientas como: «Bueno, ella no quiere venir. ¿Para qué seguir entonces? Voy a dejar de preguntarle. Ella no quiere». Pero mira, eso va a cambiar… todo cambia. Solo continúa preguntando delicadamente. La única cosa que nosotras sabemos que no es buena decir es: «Si tú necesitas algo, solo llámame». Nadie te llamará. Solo propón algunas cosas.
Nancy: Margaret, hay muchas preguntas más que me gustaría hacerte y sé que nuestras oyentes quieren conocer más acerca de tu peregrinaje y de cómo el Señor te ministró gracia a través de Su Pueblo.
Tu libro, «Esperanza para un corazón dolido», es una serie de devocionales edificantes, provechosos, prácticos, alentadores para viudas; pero no solo para viudas. Me encuentro a mí misma teniendo un mayor entendimiento de cómo puedo cuidar y verme involucrada en la vida de las viudas que están en mi camino. Es un gran libro para este asunto de lidiar con la pérdida, el sufrimiento y encontrar la gracia de Dios y Su paz en medio de todo eso. Y esta serie de programas se basa precisamente en este contenido.
Débora: Si te perdiste cualquiera de los episodios anteriores, los puedes encontrar en nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com. El episodio que has estado escuchando pertenece a la serie: «Esperanza para un corazón adolorido. Y si hablas inglés, te invito a visitar el blog de Margaret, GettingThroughThis.com, y ser edificada con más recursos que Margaret ha escrito. Puedes encontrar el enlace de su sitio web en la transcripción de este episodio.
Asegúrate de acompañarnos mañana en el próximo episodio de Aviva nuestros Corazones para la continuación de esta conversación con Margaret Nyman.
Enfrentando cada etapa de la vida sin temor, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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