La suficiencia de Cristo
Annamarie Sauter: ¿Ves tu insuficiencia a la luz de la suficiencia de Cristo? Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Muchas veces somos como los discípulos, que vemos las necesidades y queremos calcular qué es lo que tenemos para resolverlo. Debemos trabajar con lo que tenemos y esperar que Dios obre con lo que no tenemos, para que sea toda la gloria para Él. Porque con la bendición de Dios, cinco panes y dos peces fueron más que suficientes.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Está tu vida llena de demandas y presiones? Cuando es así te sientes insuficiente y cansada. Hoy Patricia de Saladín te ayudará a ver cómo puedes recibir la fortaleza de Cristo en y a través de tu debilidad. Esta es una enseñanza que ella impartió en un taller para mujeres en una conferencia …
Annamarie Sauter: ¿Ves tu insuficiencia a la luz de la suficiencia de Cristo? Con nosotras Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Muchas veces somos como los discípulos, que vemos las necesidades y queremos calcular qué es lo que tenemos para resolverlo. Debemos trabajar con lo que tenemos y esperar que Dios obre con lo que no tenemos, para que sea toda la gloria para Él. Porque con la bendición de Dios, cinco panes y dos peces fueron más que suficientes.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Está tu vida llena de demandas y presiones? Cuando es así te sientes insuficiente y cansada. Hoy Patricia de Saladín te ayudará a ver cómo puedes recibir la fortaleza de Cristo en y a través de tu debilidad. Esta es una enseñanza que ella impartió en un taller para mujeres en una conferencia del ministerio Coalición por el Evangelio. Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia: ¿Alguna vez te has sentido abrumada por la cantidad de cosas que debes hacer y por tu insuficiencia para enfrentarlas? Y cuando hablo de insuficiencia, estoy hablando de una incapacidad para hacer un trabajo, o para realizar las cosas que tenemos por delante, ya sea porque es mucha la cantidad, porque estamos cansadas, o por nuestras propias limitaciones.
Y pienso en áreas, por ejemplo, como nuestra fe. Siempre sabemos que podemos hacer más, no somos todo lo fieles que quisiéramos, no leemos la Escritura todo lo que debiéramos, no estudiamos todo lo que debiéramos, en el devocional nos quedamos cortas, la vida de oración se queda corta…sentimos que somos insuficientes para lo que Dios quiere.
O con nuestras familias; si eres soltera, las demandas; si eres casada, muchas demandas; si eres hija, madre, criar a los niños, instruirlos en los caminos del Señor. Ese, «mami, mami, mami», las que están en la casa. Y a eso se le suman las demandas de un esposo, el ser ayuda idónea, respetarlo, someterse…el hogar, con todas las demandas. A eso se le suman también padres envejecientes a los que tenemos que honrar y a veces sentimos que no podemos ni con una sola cosa más.
Y sentimos nuestra insuficiencia. A mí me pasa con los hermanos de la iglesia. Cuando perteneces a una iglesia grande y ves esa multitud, y Dios te dice, «si tú no amas a tu hermano a quien ves, ¿cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves? Y sientes que necesitan ser amados y que tú eres insuficiente para poder mostrarles ese amor. Y si Dios te ha llamado a servir mujeres, entonces ves tu insuficiencia aún mayor. Mujeres a las que Dios te ha llamado a que las ames, a que tengas una relación con ellas, y se le suma a eso los inconversos que te rodean, las personas que no conocen a Cristo; y tú dices, «wao, yo quisiera predicarles pero mira me topé esta persona y ni siquiera le hablé de Cristo».
Y a veces es peor, a veces les damos un mal testimonio. Y nos cargamos ante nuestra insuficiencia. Y nosotras mismas tenemos limitaciones propias, cargas físicas, emocionales, espirituales. Son muchas las necesidades que vemos tanto en nosotras como en las personas a nuestro alrededor. ¿Cómo podemos suplir las necesidades? ¿Qué debo hacer para no dejarme cargar por sentirme abrumada al ver mi insuficiencia? ¿Cómo hago cuando no puedo conmigo misma y mucho menos con las necesidades de los demás? No me dan las fuerzas físicas y no me dan las horas del día. ¿Qué hago ante mi insuficiencia y la insuficiencia de otros?
Hay un pasaje en las Escrituras, que Dios se encargó de ponerme en el laboratorio de la vida y alumbrar sobre él luz para que yo lo viera con más claridad. Quiero que vayan al Evangelio de Marcos, al capítulo seis, los versículos del 30 al 44. Es un pasaje muy familiar para todas nosotras. Es, de hecho, el único milagro que está en los cuatro evangelios. Y estamos hablando de ese pasaje que se conoce como la multiplicación de los panes y de los peces.
Dice así la Palabra de Dios en Marcos 6:30: «Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado. Y Él les dijo: Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco. (Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer.) Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado. Pero la gente los vio partir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Él vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y cuando era ya muy tarde, sus discípulos se le acercaron, diciendo: El lugar está desierto y ya es muy tarde; despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer. Pero respondiendo Él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer? Y Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y cuando se cercioraron le dijeron: Cinco, y dos peces. Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta. Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos. Todos comieron y se saciaron. Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos, y también de los peces. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres».
La propuesta que les tengo en este taller es que Cristo nos va a dar de Su suficiencia para suplir nuestras propias necesidades y las de los otros, si rendimos nuestra insuficiencia ante Él. El primer punto que quiero que veamos es que somos personas necesitadas. Fíjense que el versículo 30, dice que los discípulos habían regresado de su viaje de predicación. El Señor los había enviado y ellos habían llegado a contarle todo lo que había sucedido, todo lo que habían hecho y enseñado.
Pero eso definitivamente cansa. Los que están sirviendo aquí durante todo este fin de semana, cuando termine el fin de semana van a estar cansados. Van a contar las grandes cosas que Dios ha hecho, pero se van a sentir cansados. Y el Señor, percibiendo su humanidad y su cansancio, es quien les dice: «Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco». Él reconoce el cansancio de ellos y su necesidad de descansar. Y fíjense que ahí mismo dice la razón. Dice que eran muchos los que iban y venían de manera que no tenían ni siquiera tiempo para comer.
Y ¿qué hace Señor? Les dice, «bueno, vamos a montarnos en esta barca y vamos al otro lado a un lugar desierto» –que no era desierto de arena sino era desierto porque era solitario. Dice después, que había mucha hierba verde, parece que el lugar era bonito. Pero miren lo que sucedió; lo dice ahí la Escritura: «muchos los vieron ir y los reconocieron. Entonces muchos fueron allá a pie desde las ciudades y llegaron antes que ellos y se unieron a ellos». Las personas llegaron a ese punto de desembarco bordeando el lago porque estaban cerca y salieron tras el Señor.
Lo que sucedió fue que ellos vieron, «ahí van», y comenzaron a salir de todos esos pueblos para alcanzarlo donde Él estaba. El hecho de que vemos que toda esa gente salió –probablemente algunos corriendo y otros caminando– muestra la gran necesidad en que se encontraban. Ellos tenían necesidades físicas y llevaban familiares que también tenían necesidades.
Miren el versículo 34. Dice que «cuando Jesús salió vio una gran multitud». Esta gente llegó cansada al otro lado pensando que iban a descansar, y se encontraron una multitud…cinco mil hombres sin contar las mujeres ni los niños. Era como para ponerse a llorar. Ese no es un sitio donde yo hubiera querido estar. Llegando sobre todo cansada. Pero sigue diciendo el versículo 34, que Él tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Al ver esas personas, Cristo, que escudriña los corazones, que nos conoce en lo más íntimo, vio esa multitud y tuvo compasión porque vio su mayor necesidad, que no era la necesidad de que les sanaran los problemas físicos que tenían. Su mayor necesidad era espiritual.
Dice que los vio como ovejas que no tenían pastor. Y Él sintió compasión. El Señor no les dijo, «miren, la hora de ministerio se terminó, esto está cerrado hasta nuevo aviso. Estamos muy cansados y nosotros hemos venido aquí a descansar y a recuperar fuerzas. Les vamos a avisar cuando estemos disponibles». Y déjenme decirles que no estoy en contra de que hay momentos en que hay que decirle así a la gente. A veces tenemos que decirles a las personas, «hablamos después porque ahora no puedo».
Pero cuando dice que tuvo compasión de ellos, dice que el Señor se conmovió en lo más profundo de Su ser, en Sus entrañas. Fue movido a amarlos al ver el sufrimiento, la confusión, el desaliento, sus cargas, su condición espiritual. Nosotras tenemos personas a nuestro alrededor enfrentando pérdidas, dolor, frustración, ataduras, desaliento, decepciones, dudas, desesperación. ¿Qué necesitan esas personas? Unas necesitan consuelo, otras alivio, otras perdón. El liberarlas de la culpa, de la vergüenza. Otras necesitan restaurar relaciones rotas. Algunas tienen problemas de adicciones a pecados sexuales, desórdenes alimenticios.
Mujeres que tienen hijos pródigos, otras se han practicado abortos. Mujeres que sienten atracción por el mismo sexo… Gente necesitada por todas partes. Y quizás tú digas, «yo no sirvo en un ministerio, ese no es mi problema». Pero quizás son esos niños pequeños que tú tienes de un año, dos años o tres años que están ahí todo el tiempo; tu casa, tu esposo y ese es tu ministerio. O las personas en el trabajo. El punto es que somos personas necesitadas teniendo que suplir las necesidades de otras personas necesitadas.
Y el Señor, a diferencia de nosotras –por lo menos a diferencia de mí– tuvo compasión de ellas, Él se conmovió. Y me encanta que Marcos resalta eso porque Marcos resalta ese Salvador que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Yo sé que a mí me hubiera nacido el egoísmo y la molestia. Y ¿saben por qué les digo que Dios me dio un taller práctico en estos días? Porque yo he estado cansada. He estado muy cansada por muchas demandas físicas de la vida. Del ministerio, de mi propia casa, de mi familia. Y he tenido diferentes situaciones que he sentido que me han estirado. Pero yo no me daba cuenta que era que el Señor me estaba mostrando, literalmente, mi insuficiencia para que yo experimentara en carne propia lo que yo quería traerles a ustedes.
¿Y saben lo que sentí? Sentí molestia, ira, incomodidad. Me di cuenta porque lo que quería era pelear. ¿Adivinen con quién quería pelear? Con Eduardo, mi esposo. Porque yo lo veía y decía, «este es el culpable. Este es el que me hace traer gente y gente y gente a la casa. Este es el que me dice vamos a tal lugar…»
Y un día caí rendida en un sueño como de dos horas. El Señor me puso a dormir y cuando me desperté dije, «wao, yo estaba cansada. Soy insuficiente para todo esto que estoy enfrentando y el Señor me está dando la oportunidad de verlo y de buscar Su suficiencia». Ahora, el Señor siguió estirándome, y yo le decía, «Señor, ya lo entendí. No te preocupes ya entendí la cosa, no tienes que seguirme dando taller porque ya sé por dónde vas». Porque me vi igualita que Marta, y diciéndole, «mira Señor, ¿no te da cuidado que estoy haciendo esto sola? Aquí no hay nadie más que me esté ayudando, ya no aguanto más».
Y sentía, como les digo, mal humor. Sentía que me estaba naciendo Hulk, el hombre verde que se va poniendo cada vez más grande y enojado, porque no resistía. Y era cansancio, insuficiencia. Ahora, luego de que somos personas necesitadas, el segundo punto es que el Señor entonces utiliza personas incapaces, insuficientes y llenas de necesidades. Él utilizó a los discípulos. Fíjense lo que dice el versículo 36. Ellos le dicen al Señor: «despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer. Pero respondiendo Él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer?»
Miren la condición de los discípulos, la condición de las personas que Dios usa. Jesús utilizó estas personas cansadas; y ya vimos por qué estaban cansadas. Habían llegado de ese viaje. El Señor mismo reconoce que están cansados. Y dice que ellos no tenían tiempo ni para comer. Ellos enseñaban y el Señor sanaba y probablemente mientras más personas se sanaban y recibían la bendición, más personas llegaban. Y ellos le dicen, «despide esta gente, que se vayan». Ellos estaban también sumamente ocupados porque vemos lo que les decía, era tanta la gente que no había tiempo ni de pararse a comer. Las personas iban y venían.
Pero también los utilizó como personas drenadas emocionalmente. Ellos venían de dar y dar en ese viaje misionero; habían visto cosas hermosas, habían vivido la muerte de Juan el Bautista. Y cuando yo leí esto en ese orden, yo decía, «esto tiene que haberlos afectado». La tristeza, el gozo del evangelio, el cansancio. Necesitaban ser llenados. Y ellos no sienten ni un ápice de compasión. Ellos le dicen, «Señor, despide esta gente. Deja que se cuiden ellos mismos; que vayan a buscar qué comer».
Porque estaban gastados. Pero a pesar de eso, Cristo les dice, «denles ustedes de comer». Y la cuarta cosa que veo en ellos es que no solo eran personas cansadas, ocupadas, drenadas, sino que no tenían recursos. Ellos le dicen, «pero ¿cómo crees que vamos a ir a comprar pan por 200 denarios? Un denario era el salario de un día, o sea, era el salario de 200 días de trabajo. Y es como… ¿dónde crees que vamos a conseguir comida para toda esta gente? Estamos hablando de una multitud. Porque si eran 5000 hombres, tenía que haber mujeres y niños.
Hay quienes creen que pudieron haber sido hasta 20.000 personas. Y para acentuar todavía más su necesidad el Señor les dice. «vayan y pregunten cuánto tienen». Ellos no tenían el dinero suficiente, y si lo hubieran tenido –fíjense que dice que era un lugar desierto. Y ni aún en nuestras ciudades. Si tú cruzas un día ante una multitud de 20.000 personas y vas a comprar comida para 20.000 personas, no hay comida para toda esa cantidad de personas.
Entonces cuando les dice que vayan a ver cuánto hay… cinco panes y dos peces. Eso es increíble porque el Señor pudo haber hecho que cayera maná del cielo como había hecho en el antiguo testamento; pudo haber dicho la palabra y haber hecho que apareciera en las manos de cada uno el pan y el pez. Pudo haber llamado ángeles. Pero sin embargo el Señor Jesucristo escogió a los discípulos para hacer esto.
Este milagro nos enseña que el método de Cristo para suplir las necesidades de un mundo necesitado, es a través de personas necesitadas. Y si tú hoy estás cansada, muy ocupada, drenada emocionalmente y sientes que no puedes dar un paso más, que no puedes seguir en el ministerio, con tu matrimonio, como profesora, sirviendo los demás; crees que ya no puedes con tus hijos, ni con tus nietos, ni con las personas en el trabajo o en el colegio o la universidad, o en tu vecindario… te felicito, porque has calificado para ser usada por Dios para suplir las necesidades de otras personas y también las tuyas.
Porque Dios trabaja con personas insuficientes que están cansadas, drenadas, ocupadas; que no pueden seguir adelante. Pero ¿sabes qué? Le dan a Él, le presentan a Él los pocos recursos que tienen para que Él los use como a Él le plazca. Las personas tienen necesidades enormes. Nosotras somos personas insuficientes. Entonces yo te pregunto, ¿crees que Cristo puede llenar las necesidades de otros y las tuyas a través de tu insuficiencia?
Y tú me vas a decir que sí porque es la respuesta bíblicamente correcta. Pero en la práctica muchas veces nos quemamos en esa prueba. Yo misma me vi incómoda, hasta que dije, «no, es que el Señor quiere que yo le rinda mi insuficiencia para que Él me use como a Él le plazca». Porque hay una diferencia entre escoger servir y ser una sierva un siervo. Si yo escojo servir, voy a escoger servir cuando esté descansada, cuando tenga los recursos, cuando tenga el tiempo, cuando esté fresquecita. Cuando tenga los recursos para poder atender las necesidades y las demandas de los demás.
Pero el Señor no trabaja con personas que escogen servir, sino con personas que son siervos, siervas de Él. Porque nosotros los que servimos porque somos siervos, no escogemos ni el momento ni la multitud. Aunque esté cansada, aunque esté ocupada, aunque esté drenada emocionalmente, estamos bajo la obligación del Maestro. Le servimos a Él cuando Él quiera donde Él quiera y cuando Él diga. Y ¿cómo lo hacemos? Presentándole nuestra insuficiencia para que nos use como le plazca. Había cinco panes y dos peces, la comida de un niño.
Miren lo que dice en Juan, el pasaje paralelo. Juan capítulo 6. Dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?» Los discípulos viendo la gran necesidad y la gran insuficiencia. El pasaje de Mateo dice que el Señor les dice, «traédmelos acá» (los panes y los peces). Y esa es la clave, debemos llevarle al Señor nuestros cinco panes y nuestros dos peces y decirle, «Señor, aquí está mi insuficiencia. Tú puedes convertirla en lo que Tú quieras».
Debemos rendirle lo que tenemos, no lo que no tenemos. Ustedes me dirán, «bueno, pero es obvio que es lo que tenemos». Pero no, porque a veces yo digo, «si tuviera una casa más grande, hospedaría más personas; si tuviera un esposo más piadoso, yo sería una mujer más piadosa; si mis hijos se portaran mejor, yo no me enojaría así; o si esto o si aquello. Si tuviera más tiempo, si tuviera otros dones… El Señor no te está pidiendo lo que no tienes. Él te pide lo que tienes, por poco que sea. Él les pregunta, ¿cuántos panes tienen? Cinco panes y dos peces. Y a ti, Él te pregunta ¿cuánto tienes? ¿Qué es lo que tú tienes? Llévaselo a Cristo, y pongamos lo que tenemos y lo que somos en el altar de Dios.
Hay una ilustración de un granjero en una zona rural que me gusta mucho. El pastor viene a visitarlo y le dice, «si tú tuvieras veinte mil pesos, ¿darías diez mil para la obra del Señor? El granjero responde, «oh, sí, claro que sí. Ojalá tuviera el dinero para hacerlo, lo daría con mucho gusto».
Después el pastor le dice, «y si tú tuvieras dos vacas, ¿ofrendarías una para el Señor?» «Eso no es justo porque usted sabe que yo tengo dos vacas». O sea, pídeme lo que yo no tengo, porque eso sí estoy dispuesta a darlo para el Señor. Entonces, te pregunto ¿qué tienes…? El Señor te pregunta, ¿qué tienes (ve a ver), para poder presentarle al Señor nuestra insuficiencia, para que Él haga con eso lo que le plazca? Tenemos que rendirnos a Él. Muchas veces queremos que el Señor use lo que tenemos como nosotros entendemos que debe usarlo; y no es como a nosotras nos parece, es como a Él le plazca.
Miren lo que dice el versículo 39. ¿Que hizo el Señor? «Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta. Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes…» Y después vino el milagro de la multiplicación. El Señor les pidió lo que tenían y les dijo cómo acomodar la gente. La gran multitud se organizó de una manera milagrosa porque imagínense la organización de esa multitud. Bendijo y dio gracias y partió los panes.
En otro de los evangelios es que dice que dio gracias, porque al dar gracias reconocía la suficiencia de Su Padre para suplir lo que faltaba. Y esa era la confianza que Cristo estaba manifestando en Su Padre celestial. Después vino la bendición. Hermana, si deseas, si anhelas que Dios te bendiga, que bendiga tu insuficiencia, tienes que rendirle lo que tienes al Señor.
Ahora, cuando decimos, «que Dios te bendiga», lo que estamos diciendo es que queremos verlo obrar mucho más allá de lo que pedimos o entendemos; que queremos verlo obrar por encima de nuestras capacidades naturales. Tenemos un Dios que llama las cosas que no son como si fueran. Que cuando manda que algo suceda, sucede infaliblemente. Él saca luz en medio de las tinieblas, orden en medio del desorden, fuerza en medio de la debilidad, gozo en medio del pesar y alimento de la nada.
Y esperar resultados del trabajo; pero no en proporción a nuestros dones y talentos porque no llegaríamos a ninguna parte, sino en proporción a Sus riquezas en gloria. Muchas veces somos como los discípulos. Vemos las necesidades y queremos calcular lo que tenemos para resolverlas. Debemos trabajar con lo que tenemos y esperar que Dios obre con lo que no tenemos para que toda la gloria sea para Él. Porque con la bendición de Dios, cinco panes y dos peces fueron más que suficientes. Y nosotros queremos esa bendición sobre nuestras vidas, sobre nuestras familias, sobre nuestros ministerios, sobre todo lo que hacemos.
Juan 15:5, dice: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer». ¿Qué pasó cuando ellos presentaron su insuficiencia delante del Señor? Que Cristo les dio Su suficiencia y quedaron satisfechos. Miren el versículo 41, dice: «Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos. Todos comieron y se saciaron».
Todos fueron saciados, no faltó nada. Y Hendrix lo traduce así: «Comieron y se hartaron». Es decir que recibieron todo cuando quisieron. Tuvieron bastante, quedaron totalmente satisfechos. Solo Cristo puede satisfacernos. Dios no nos ha dejado sin recursos sino que mandó a Su Hijo para fortalecernos para el servicio. Solo podemos seguir adelante por Su gracia, por Su poder –porque la Escritura dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Y me encanta lo que dice Juan 1:16: «Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia». Y eso es que una ola de gracia viene, y no se ha ido cuando viene la siguiente ola. Cristo, la plenitud de Cristo. Él está lleno de gracia, en Él habita toda la plenitud de Dios. Él nos satisface, Él suple nuestra insuficiencia porque nosotras estamos completas en Él. Somos llenas de toda esa plenitud y debemos crecer a la estatura de la medida del Hijo de Dios. Recibimos bendición tras bendición, olas de gracia, tras olas de gracia. Cristo es suficiente para satisfacernos, para suplir nuestra insuficiencia. Él utilizó ese milagro de esos cinco panes y dos peces.
Ahora, la belleza de esa compasión y de ese símbolo del pan; ese pan –que viene representado desde ese pan en el Antiguo Testamento– que descendió del cielo, ahora es ese pan que se multiplica y Juan en varias partes del evangelio nos dice que Él es el pan. «Yo soy el pan que descendió del cielo, el que come de este pan no tendrá hambre jamás». Tenemos a nuestro alcance a ese Señor suficiente que nos dice, «sométete a Mí, ríndete a Mí, tráeme tus cinco panes y tus dos peces, y deja que yo sea el que haga la obra que tú no puedes hacer». No huyas hacia el pecado, como yo huí ese día. Corre a Cristo, permítele que te deje ver que lo que estás sintiendo es porque eres insuficiente; pero que Él ha prometido llenarte de Su suficiencia.
Pero ¿saben lo que esto quiere decir? Que cuando nos sentimos así, necesitamos más de Cristo que nunca. Necesitamos ir a esa Palabra, necesitamos ponernos de rodillas, necesitamos decirle, literalmente, «Señor te traigo mi insuficiencia». A mí me pasó con una hermana de la iglesia la semana pasada. Ella se cayó y se fracturó un tobillo y los ligamentos y ella tenía un viaje –porque era una caída seria– para irse a los Estados Unidos a hacerse cirugía; y en el ínterin el esposo se enfermó, cogió una bacteria en Haití y pasaban los días y ella no podía operarse, el marido casi interno, y yo la llamé un día y ella estaba sin rumbo, sin norte. Me contó que había llorado y yo le dije, «¿sabes qué? Ven donde el Señor y dile, “mira Señor, te voy a presentar mi tobillo roto, mi marido enfermo, el viaje que no voy a poder hacer… Haz con esto lo que Tú quieras Señor, ayúdame a que Tú suficiencia venga en medio de este problema”». Y resumiendo, si vemos a nuestro alrededor vamos a ver personas necesitadas. Vamos a ver a un Señor que usa otras personas necesitadas para llenar las necesidades. Son más necesidades que las que nosotros podemos suplir.
Este mismo fin de semana nos estamos cruzando con mujeres todas con sus historias Quizás tú digas, «yo vine a recibir aquí a la conferencia; quiero irme nueva». Pero quizás Dios te pone una persona necesitada y tú en vez de lograr lo que los discípulos fueron a lograr al otro lado, tuvieron que seguir batallando hablando y sirviendo porque ese fue el llamado de Dios.
Queremos obedecer al Señor, sabemos que somos insuficientes para hacerlo. Rindámonos ante Él y seamos como ese frasco de alabastro quebrado. Con ese quebrantamiento de decirle: «Señor, con Cristo estoy juntamente crucificada más ya no vivo yo sino que vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí. Yo te digo, sí Señor, haz conmigo como Tú quieras». Vamos a tener que mortificar el egoísmo, no vamos a pensar en nosotras primero porque eso es lo que tendemos a hacer. Si queremos servir al Señor tenemos que pensar como dice el texto, «si el grano de trigo no cae a tierra y muere, no lleva fruto; pero si muere, entonces lleva mucho fruto. Todo el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará».
Presentémonos delante del Señor como sacrificio vivo agradable a Él que es nuestro culto racional, y abramos nuestros ojos; que el Señor nos deje ver las necesidades de los que están a nuestro alrededor para que podamos hacer lo que Él quiere que hagamos con nuestros cinco panes y dos peces.
Oh Señor y Dios, como dice Tu Palabra, queremos venir rendidas a ti. Como dice ese himno, «Salvador a Ti me rindo», yo me rindo a Ti Señor. Quiero decirte, sí Señor, de todo corazón. Muchas veces mi carne pelea y hay una guerra que se levanta delante de nosotras. Como dice Pablo, «miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?» Pero sabemos oh Señor, que si venimos rendidas ante Ti, si te presentamos nuestros cinco panes y nuestros dos peces, Tú vas a usarlos mucho más allá de lo que pedimos o entendemos. Tú vas a suplir para todos alrededor nuestro y para nosotras conforme a Tus riquezas en gloria. Bendice, oh Señor, Tu Palabra y concédenos glorificar Tu nombre a través de nuestra insuficiencia, porque tenemos un Salvador todo suficiente a Él y solo a Él sea la gloria, por los siglos de los siglos, amén.
Annamarie: Amén. ¿Has rendido tu insuficiencia ante Dios? Patricia de Saladín te ha estado invitando a hacer esto, de modo que tus necesidades y las de aquellos que te rodean, sean suplidas a través de la abundancia que hay en Cristo. Esta es una enseñanza que ella impartió en un taller para mujeres en una conferencia del ministerio Coalición por el Evangelio.
¿Es posible experimentar la bendición de Dios en medio de una gran aflicción? Mañana, escucha la historia de una mujer que en medio de su enfermedad ha experimentado la suficiencia de Cristo al fijar sus ojos en Él. Asegúrate de acompañarnos para este próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Viviendo la abundancia de Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura bíblica para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es 1ro Samuel capítulos 10 al 12.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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