La reina de Sabá, día 2
Annamarie Sauter: ¿Estás llevando a cabo las tareas diarias con todo tu corazón?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Servir al Rey Jesús es un llamado gozoso. Tú quieres que tus hijos, las personas en tu hogar, las personas en tu lugar de trabajo digan: «Es un gozo servir a Jesús».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
El mundo está lleno de maravillas, y las verás si te tomas el tiempo de detenerte y mirar. Nancy te animará a hacer justamente eso mientras continúa contándonos acerca de un encuentro histórico entre dos líderes mundiales poderosos. Nos encontramos en la serie titulada, «La reina de Sabá».
Nancy: Bueno, queremos continuar donde nos quedamos ayer en 1 Reyes capítulo 10. Así que, si puedes ir a este pasaje en tu Biblia, quiero motivarte a hacerlo. Y mi anhelo con Aviva Nuestros Corazones …
Annamarie Sauter: ¿Estás llevando a cabo las tareas diarias con todo tu corazón?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Servir al Rey Jesús es un llamado gozoso. Tú quieres que tus hijos, las personas en tu hogar, las personas en tu lugar de trabajo digan: «Es un gozo servir a Jesús».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
El mundo está lleno de maravillas, y las verás si te tomas el tiempo de detenerte y mirar. Nancy te animará a hacer justamente eso mientras continúa contándonos acerca de un encuentro histórico entre dos líderes mundiales poderosos. Nos encontramos en la serie titulada, «La reina de Sabá».
Nancy: Bueno, queremos continuar donde nos quedamos ayer en 1 Reyes capítulo 10. Así que, si puedes ir a este pasaje en tu Biblia, quiero motivarte a hacerlo. Y mi anhelo con Aviva Nuestros Corazones es que no dejes que lo que yo te enseño sea suficiente alimento y satisfaga tu hambre espiritual, sino que entres tú misma en la Palabra, y que las cosas de las que hablamos te lleven a la Palabra, a Cristo, a aprender y estudiar más.
Estamos haciendo un breve estudio, en realidad, un muy breve estudio, esta semana, de uno de estos personajes menores en el Antiguo Testamento, la reina de Sabá. Pero espero que lo que estamos compartiendo te sirva para estudiar más a fondo y escuchar al Señor.
Déjame leer el párrafo del que hablamos ayer, y luego vamos a retomar desde el versículo 4. Pero ahora voy a leer comenzando en el versículo 1:
«Cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del Señor, vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén (un viaje de aproximadamente dos mil cuatrocientos catorce kilómetros) con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y gran cantidad de oro y piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan oscuro que el rey no pudiera explicárselo»(1 Reyes 10: 1-3).
Así que aquí hay una mujer que viene con muchos regalos y riqueza, pero realmente vino con preguntas. Ella hace las preguntas, y luego escucha sus respuestas. Ella escucha sus palabras. Ella escucha su sabiduría.
Ayer la vimos escuchando, pero hoy vamos a verla observando. Ella mira a su alrededor y observa cuidadosamente todo lo que hay. Es como si ella tuviera que completar un informe para llevarlo de vuelta a su país, para responder preguntas que le harán en su país. «¿Qué viste? ¿Cómo te fue?» Así que ella está siendo extremadamente observadora.
«Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que él había edificado, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus vestiduras...» (v.5)
Incluso se dio cuenta de cómo vestían los sirvientes, la moda de los sirvientes. ¿Por qué estaba ella interesada en esto? No lo sé. Solo sé que lo estaba. Ella vio su ropa. Ella vio . . .
«. . . sus coperos, y vio y la escalinata por la cual él subía a la casa del Señor, (cuando vio todo esto) se quedó asombrada» (v.5)
Ahora, está claro que no fue una mirada rápida, un vistazo. Y me llama la atención el contraste con la forma en que algunas de nosotras pasamos por la vida, realmente no estamos observando. Tenemos nuestros ojos, pero cabeza abajo mirando nuestro teléfono y no estamos viendo lo que sucede a nuestro alrededor.
Mi esposo y yo tenemos algo desde el principio cuando estábamos saliendo como novios. Estábamos en un lugar donde había una puesta de sol, a él le gustan más los amaneceres, y a mí los atardeceres, digamos. Pero era una puesta de sol, y en ese momento, recuerdo que Robert tenía sus ojos en su computadora portátil, y le dije: «Levanta los ojos, tienes que mirar hacia arriba. No puedes dejar de mirar el atardecer».
Y así cada vez que vemos una puesta de sol, y tenemos la oportunidad, nos detenemos, miramos, nos maravillamos y le agradecemos al Señor. Ustedes dirán: «Están locos». No, solo estamos mirando, observando las maravillas y la majestad del Señor.
La reina de Sabá se tomó su tiempo para asimilarlo todo: el magnífico palacio real que se había construido con tanto arte y destreza, el personal del palacio con todos los roles asignados, los banquetes reales que preparaban. Ella notó todos los detalles.
Algunos de esos detalles se describen mejor en 1 Reyes, capítulo 4. Déjame leerte un párrafo o dos de ese pasaje. Nos dice más de todas las cosas que ella habría observado.
Dice que «la provisión de Salomón para un día (para un día en el palacio y las personas que vivían en el palacio, sus trabajadores y su familia, para un día) era de treinta coros de flor de harina y sesenta coros de harina, diez bueyes cebados, veinte bueyes de pasto y cien ovejas, sin contar los ciervos, gacelas, corzos y aves cebadas» (1 Reyes 4:22, LBLA)
¡Guau! Esa era la provisión de un día. Quiero decir, solo imagina poner todo eso en tu despensa. Incluso para una mujer que tuviera... dieciocho hijos o más, lo que fuera. Quiero decir, ella necesitaría mucha comida en su despensa, pero esto es mucha comida.
Versículo 26: «Salomón tenía cuarenta mil establos de caballos para sus carros y doce mil jinetes. Y los gobernadores abastecían, cada uno un mes, al rey Salomón y a todos los que venían a la mesa del rey Salomón; (incluyendo a la reina de Sabá y su séquito) no dejaban que faltara nada».
Versículo 29: «Dios dio a Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Y la sabiduría de Salomón sobrepasó la sabiduría de todos los hijos del oriente y toda la sabiduría de Egipto».
Así que la reina de Sabá, avanzando ahora a 1 Reyes 10, está asimilando todo esto. Ella está viendo toda esta magnificencia. Ella está viendo toda esta riqueza, toda esta abundancia, y está asombrada.
También vio los holocaustos que él ofrecía en el templo que había construido para el Señor. Y cuando ella vio, eso la introdujo, a esta reina pagana, a la idea de que un sustituto tenía que morir para que los pecadores pudieran expiar sus pecados. Para que los pecadores pudieran acercarse a un Dios santo, un animal inocente debía morir.
Ella era observadora, estaba haciendo preguntas, estaba escuchando. Ella le estaba diciendo todo lo que tenía en su corazón. Ella estaba asimilando todo esto. No sabemos cuántas discusiones teológicas tuvieron, pero sabemos que hablaron mucho. Sabemos que ella escuchó mucho. Sabemos que ella miró, observó. Ella lo asimiló todo.
Ahora, esta reina no era ajena a la riqueza, al esplendor, a tener sirvientes, a tener un reino. Tampoco era ajena al tema de la religión. Pero lo que presenció de primera mano en Jerusalén la dejó sin aliento. La dejó sin palabras, atónita, asombrada. Ella estaba maravillada.
Leí una entrevista de John Piper sobre un tema que él dice: «Una epidemia entre los seres humanos en general», y es la trágica pérdida de admiración y asombro. Él dijo,
Nos aburrimos tan fácilmente con la gloriosa realidad. Vamos a visitar las magníficas Montañas Rocosas, los Alpes o el Himalaya y, durante un día o dos, nos quedamos sin aliento por el asombro. Pero para el final de la semana, estamos sentados frente a la televisión en nuestra pequeña cabaña en la cima de la montaña, observando esfuerzos cinematográficos humanos penosos de crear asombro. Es el gran y trágico efecto de la caída: superficialidad en un mundo de maravillas, aburrimiento fácil, amar algo por dos, tres repeticiones, y después de eso, hum...aburridos.
Necesitamos revertir la mentalidad superficial y reemplazarla con una mente profundamente gozosa, lista para descubrir maravillas y asombrarse dondequiera que miremos. Necesitamos proponernos conscientemente el cultivar una mente espiritual que esté completamente alerta a las glorias de Dios.
Cuando leí esa entrevista, pensé en la reina de Sabá, que estaba completamente alerta a las glorias del reino de Salomón, de la maravilla de todo. Ella se quedó sin aliento, sin palabras, asombrada. Ella estaba en un tipo de búsqueda intencional, esa búsqueda consciente, su mente estaba completamente alerta a lo que estaba viendo.
El salmista tenía ese mismo tipo de mentalidad.
El Salmo 111, por ejemplo, el versículo 2, dice: «Grandes son las obras del Señor, buscadas por todos los que se deleitan en ellas. Esplendor y majestad es su obra». Podemos ver una sensación de admiración, una sensación de asombro aquí.
Me encantan esas partes en los salmos. Lo ves un poco en Job. Lo ves en otros lugares de la Escritura donde habla sobre las maravillas del Señor, y luego menciona algo tan cotidiano como la lluvia. Quiero decir, ¿cómo es la lluvia una de las maravillas del Señor? Pero a medida que estudias lo que se requiere para que llueva, cómo se desarrolla, cómo se produce en la tierra y cómo se relaciona con todo lo demás en la creación, es maravilloso. Pero no nos detenemos a meditar, no estudiamos, no contemplamos ni nos deleitamos en las obras del Señor con tanta frecuencia porque nos estamos moviendo demasiado rápido, y me estoy predicando a mí misma aquí cuando digo esto. Nos quedaríamos sin aliento si nos detuviéramos para mirar y reflexionar sobre la asombrosa sabiduría y las obras de Dios.
En el versículo 6 de 1 Reyes 10, la reina de Sabá le dijo al rey:
«Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría. Pero yo no creía lo que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se me había contado ni la mitad. Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama que había oído».
Así que, a unos dos mil cuatrocientos catorce kilómetros de distancia, muy lejos en el reino de Sabá, la reina había escuchado informes sobre la sabiduría de Salomón, su fama, su riqueza, sus logros, probablemente comentarios de mercaderes y comerciantes que venían a su reino. Inicialmente, ella estaba escéptica. Los informes parecían demasiado buenos para ser verdad. Parecían exagerados. Así que decidió comprobarlo por ella misma para ver si era cierto.
Ahora, lo que la reina de Sabá había oído acerca de Salomón era verdad. Era cierto incluso antes de que ella creyera que era cierto. Era verdad. Pero no lo creyó del todo hasta que lo experimentó de primera mano, y lo vio con sus propios ojos. Los informes de segunda mano no fueron suficientes.
Así mismo sucede con la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es verdad, la creas o no. El evangelio es verdad. Jesús es la verdad. Pero no es suficiente solo escucharlo de otros. Tenemos que verlo y experimentarlo personalmente, y por cierto, esto es algo por lo que deberías estar orando, por tus hijos y tus nietos. A medida que crecen, tal vez en un hogar cristiano, quieres orar para que su fe sea la fe de ellos que no sea una fe de segunda mano, que no solo la escuchen de ti, sino que la vean y la experimenten de primera mano, personalmente.
He orado esto muchas veces a lo largo de los años por los hijos de mis amigos. Oro: «Señor, permíteles tener sus propios encuentros transformadores con Cristo, que cambian vidas, que sea una experiencia personal».
La reina le dijo a Salomón: «Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama que había oído».
Ahora, muchas veces sucede al revés. Escuchas sobre alguien o lo ves desde lejos. Puede ser alguien con quien estés interesada en salir, o alguien a quien piensas contratar. Tal vez sea alguien por quien piensas votar en unas elecciones, o estás pensando en unirte a una iglesia con un pastor específico.
Ves a estas personas desde lejos y piensas, son bastante sorprendentes. Pero a medida que te acercas te das cuenta de que no son todo lo que pensabas que eran. Descubres que hay inconsistencias, fallas y defectos que no viste desde la distancia.
Pero todo lo contrario ocurrió cuando la reina de Sabá conoció a Salomón. Cuanto más se acercaba a Salomón, más impresionada estaba. Lo que ella experimentó superó con creces todo lo que había escuchado o imaginado.
Ahora, sabemos que Salomón tenía sus inconsistencias, sus fallas y defectos. Con el tiempo, mientras más riquezas y esposas él acumuló, mientras más se asombraban los que estaban a su alrededor, más comenzaron a aparecer sus debilidades. Así que él era un ser humano defectuoso e imperfecto.
Pero a diferencia de Salomón, mientras vamos tras Cristo, nunca lo encontraremos menos que los reportes que hemos escuchado de él. La realidad que encontramos una vez que lo conocemos y lo ponemos a prueba con nuestras preguntas difíciles, es siempre mayor que cualquier reporte que hayamos escuchado sobre él. Él es más grande que cualquier cosa que hayamos escuchado o pensado. El resplandor de su gloria nunca se empañará ni se desvanecerá. Solo se embellece más. Él nunca nos decepcionará.
Cuando un día veamos al Rey (con «R» mayúscula) cara a cara, nos quedaremos anonadadas. Diremos como dijo la reina de Sabá en presencia de Salomón: «¡No se nos había contado ni la mitad! No soñamos lo maravilloso que eres. Tu sabiduría, Tu belleza, Tu gloria sobrepasa cualquier reporte que hayamos escuchado alguna vez».
Y en el versículo 8 del capítulo 10, la reina de Sabá continúa y dice:
«¡Bienaventurados son tus hombres! Bienaventurados son tus siervos (Ella los había estado mirando. Ella había visto que eran personas felices sirviendo al rey de Israel, el rey Salomón) ¡Bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabiduría!»
Sus empleados estaban felices. Esa palabra significa benditos. Ellos eran felices.
Cuando leí ese versículo, pensé en mi hermano quien tiene un negocio de relaciones públicas llamado, «The DeMoss Group». En el año 2003, su compañía fue seleccionada como «uno de los mejores lugares cristianos para trabajar». Se llegó a esta votación por encuestas completadas por los empleados de su compañía, donde hablaban sobre las cosas que les gustaban.
Visité la oficina de Mark y la gente adora trabajar allí. Les encanta el ambiente. Les encanta el tipo de trabajo que tienen que hacer. Sienten que están haciendo algo que realmente es importante. Les encanta la oportunidad de desarrollo profesional y aman el espíritu del equipo. Les encanta la forma en que mi hermano y su esposa Abril valoran y tratan a su equipo y cómo invierten en ellos.
Los empleados de Salomón estaban felices. Ellos eran bendecidos. Ellos habrían dicho: «Este es el mejor lugar para trabajar».
Pero no solo los empleados estaban felices, la población en general estaba feliz. En 1 Reyes 4, dice: «Judá e Israel eran tan numerosos como la arena que está en abundancia a la orilla del mar. Comían, bebían y se alegraban» (v. 4).
Esta fue la edad dorada para el reino de Salomón. La gente estaba feliz, y la reina de Sabá notó esto. Debe haber sido diferente al lugar de donde ella venía, porque lo resaltó como algo inusual. Parece que ella casi envidió a aquellos que tenían el privilegio de vivir o servir cerca de este asombroso rey y de escuchar su sabiduría día tras día. Puede que ellos lo dieran por sentado, pero ella no lo hizo. Ella no estaba acostumbrada a esto. Esto fue especial para ella.
Pienso en las mujeres en la conferencia que tuvimos en Querétaro, México, en el 2017, que simplemente se sentaron durante horas, horas y horas. Yo les preguntaba, «¿están cansadas?»
Y ellas decían: «¡No! ¡Queremos escuchar más!» Porque no están acostumbradas a escuchar este tipo de enseñanza. Estaban felices de escucharla. Y para las que no estuvieron en Querétaro y quieren escuchar estos mensajes, pueden encontrar los videos de esta conferencia en nuestro sitio web avivanuestroscorazones.com.
El caso es que la reina de Sabá estaba encantada de escuchar todo eso, y reconoció la bendición que era estar cerca de este rey.
Y de una manera similar, aquellas que reconocemos la grandeza de nuestro Rey, el Rey Jesús y Su sabiduría, consideramos que Sus siervos están en una posición envidiable. Gran gozo es el producto inevitable de ser uno de los siervos del Rey, de estar en su presencia diariamente, de escuchar sus palabras y su sabiduría. Eso debería hacernos felices. Y nos hará felices.
El Salmo 65, versículo 4 dice: «¡Cuán bienaventurado (o cuán feliz) es el que tú escoges, y acercas a ti, para que more en tus atrios. ¡Seremos saciados con el bien de tu casa, tu santo templo!»
Es dulce. Es satisfactorio. Te llena. Te bendice. Si eres hija de Dios lo sabes y sabes lo que es empaparte en Su Palabra, sumergirte en Su presencia, estar con Su pueblo, lo sabes, aunque a veces hay lágrimas, hay cosas difíciles, hay lugares difíciles, hablamos mucho de eso en Aviva Nuestros Corazones, pero también hay gozo y alegría. Hay felicidad al estar en la presencia del Señor y con su pueblo.
En Proverbios 8, versículo 34, la sabiduría habla personificada, y la sabiduría dice: «Bienaventurado (feliz) el hombre que me escucha, velando a mis puertas día a día, aguardando en los postes de mi entrada».
Escuchen amigas, pertenecer a Jesús, servir al Rey Jesús es un llamado de gozo. Quiero que la gente me vea, como la reina de Sabá miraba a los empleados de Salomón, y quiero que sepan que este es un llamado de bendición. Quiero que mi esposo sepa que este es un llamado feliz.
Ahora, hay momentos, como al preparar una sesión de grabación, cuando siento que estoy como en trabajo de parto, y lo único que se puede escuchar es «¡puja!» Lo que quiero decir es que se siente difícil, sientes que estás desfalleciendo. Pero no quiero que las personas piensen que lo que se obtiene por servir a Jesús es duro. Por supuesto, hay algunas cosas difíciles al respecto. Hay trabajo involucrado. Hay tareas involucradas. Pero quiero que se entienda que todo eso es un llamado cuya retribución es bendición. Es un llamado hermoso. Es un llamado de gozo.
Cualquiera que sea tu llamado para servir al Rey Jesús, quieres que tus hijos, quieres que las personas en tu hogar, quieres que las personas en tu lugar de trabajo digan: «Servir a Jesús es causa de alegría».
Aquellos que le sirven son recipientes de alegrías y bendiciones que no pueden ser experimentadas por las personas fuera de Su servicio. Esa perspectiva nos dá una nueva luz sobre el concepto de conocer y servir a Cristo. Ser Sus siervas no debe ser considerado un requisito o una obligación tanto como un gran privilegio, gozoso y maravilloso.
Los siervos felices de Jesús hacen que los demás piensen bien de Él; y no estoy hablando solo de enseñar la Palabra de Dios o las cosas que hago en el ministerio como escribir libros. Necesito ser una sierva feliz de Jesús mientras hago mi trabajo, pero tú debes ser una sierva feliz de Jesús haciendo lo que sea que Dios te haya llamado a hacer día tras día.
Eso es lo que Pablo les dice a los Colosenses: «Y todo lo que hagáis, hacedlo como para el Señor y no para los hombres», no para tu empleador humano, no para tus hijos o tu esposo. Sí, les sirves. Sí, sirves en tu trabajo. Pero al final estás sirviendo al Señor Jesucristo. Deseas que tus hijos sepan que cuando les estás sirviendo, estás sirviendo a Jesús, y que ese ese es un llamado gozoso.
En el versículo 9, la reina le dice a Salomón:
«¡Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel! Porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia».
Ahora, las naciones que rodeaban a Israel eran generalmente politeístas, creían en muchos dioses. Israel, por otro lado, era monoteísta. Creían y adoraban al único Dios verdadero, creador del cielo y la tierra, el Soberano del universo.
No hay evidencia clara en este pasaje de que la reina de Sabá se haya convertido a la fe en Jehová. No lo sabemos con certeza, no hay evidencia. Ella no ofreció sacrificios en su templo, y pensamos que ella lo habría hecho si hubiera llegado a la fe. Pero en realidad no lo sabemos. Pero sí sabemos que ella se convenció de que el Dios de Israel existía y que al menos estaba a la altura de otras deidades, y le atribuyó a Jehová la sabiduría y el éxito de Salomón.
Todo lo que ella experimentó, las maravillas que vió, la gran sabiduría y la prosperidad de Salomón le apuntaron al Dios de Salomón. Se dio cuenta de que lo que había visto era evidencia de un Dios, y de un Dios invisible, que amaba a su pueblo y se deleitaba en ellos. Ella dijo: «Porque Dios amó a su pueblo, Él te ha hecho rey».
John MacArthur lo dice de esta manera: «La reina de Sabá vino a ver la gloria de Salomón y en el proceso, se encontró con la gloria del Dios de Salomón».
¡Me encanta eso! Entonces, cuando las personas ven tus habilidades, lo que puedes hacer, tus talentos, cómo crías a tus hijos, cómo sirves en tu hogar, o van a ver lo que haces en tu lugar de trabajo, o van a un estudio de la Biblia que enseñas, o conversan contigo sobre asuntos espirituales, o cualquier otra cosa; te buscan para obtener algo de ti.
Cuando una mujer más joven viene donde ti y te pregunta: «¿Puedes ser mi mentora?», ella quiere aprender algo de ti. (Y espero que eso ocurra a medida que te conviertes en una mujer mayor). Es posible que quieran ver tu sabiduría, tu conocimiento: «¿Cómo manejas esto?» Quieren ver tu gloria inicialmente, pero en el proceso, tu esperanza es que encuentren la gloria de tu Dios, que lo que vean las lleve a decir: «¡Bendito sea el Señor! ¡Bendito sea el Señor!»
Ella se dio cuenta de que Salomón había sido puesto soberanamente en el trono por Dios, había sido designado para ser el representante de Dios para servir a favor del pueblo de Dios, para ejercer la justicia y la rectitud entre ellos.
Ahora, finalmente Salomón falló en cumplir su llamado divino. Esa es la parte triste de esta historia, que sigue luego del incidente de la reina de Sabá. Pero un día Dios levantaría a otro Rey (con «R» mayúscula), uno mayor que Salomón que llevaría a cabo fielmente todo todo lo que agrada a Dios. Su nombre es Jesús.
Venimos a Él. Lo adoramos. Lo amamos. Le traemos ofrendas. Recibimos de Él. Y ofrecemos nuestras vidas y a nosotras mismas a Él con el objetivo de que otros vean: «¡Estas son adoradoras felices! ¡Estas son siervas felices de Jesús! Realmente creen que Él es real. Ellas hablan con él. Ellas lo conocen, le adoran, se deleitan en Él, y Él se deleita en ellas». Y vendrán a adorar la gloria de nuestro gran Dios.
¿No es eso lo que quieres? ¡Sí! ¡Amén!
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha ayudado a ver cuán importante es la historia de la reina de Sabá para nosotras. Vimos cómo el encuentro de esta reina con Salomón puede alentarnos a admirar las maravillas de la creación de Dios.
¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste un amanecer o un atardecer? ¿Te has acostumbrado a asombrarte con cosas pequeñas?
Puedes comprobar por ti misma que la Palabra de Dios, el evangelio y Jesucristo, son verdad. Y es por medio del arrepentimiento y la fe que conocerás la salvación que Dios ha provisto para los pecadores. Visítanos en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí tenemos muchos recursos que te ayudarán a crecer en el conocimiento de Dios.
Me encantó el Salmo 65:4 que Nancy compartió con nosotras, «¡Cuán bienaventurado es el que tú escoges, y acercas a ti, para que more en tus atrios! ¡Seremos saciados con el bien de tu casa, tu santo templo!»
Que nuestras vidas reflejen que es un gozo y un gran privilegio servir al Rey Jesús aún en medio del trabajo arduo.
Si conoces a Jesús, eres extremadamente rica. En nuestro próximo programa Nancy te mostrará por qué. Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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