La reina de Sabá, día 1
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez te has hecho esta pregunta?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Cómo puedo tener un espíritu quieto, manso y tranquilo, y aún hacer muchas cosas, ser productiva?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia De Saladín.
Hoy descubriremos a dónde podemos llevar nuestras preguntas más desconcertantes. Estaremos escuchando acerca de una mujer de pensamientos profundos sobre diferentes temas. Nancy explorará su encuentro con uno de los hombres más sabios de toda la historia. Escuchemos.
Nancy: Permítanme invitarles a abrir sus biblias en el Antiguo Testamento, en el primer libro de Reyes. Viene justo antes de 2 Reyes, y todo esto antes de las Crónicas y después de 1 Samuel. Si no estás segura, mira el índice. Puedes hacer eso, también. Quiero que conozcan su Biblia, que conozcan los libros de la Biblia para que puedan moverse a través de …
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez te has hecho esta pregunta?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Cómo puedo tener un espíritu quieto, manso y tranquilo, y aún hacer muchas cosas, ser productiva?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia De Saladín.
Hoy descubriremos a dónde podemos llevar nuestras preguntas más desconcertantes. Estaremos escuchando acerca de una mujer de pensamientos profundos sobre diferentes temas. Nancy explorará su encuentro con uno de los hombres más sabios de toda la historia. Escuchemos.
Nancy: Permítanme invitarles a abrir sus biblias en el Antiguo Testamento, en el primer libro de Reyes. Viene justo antes de 2 Reyes, y todo esto antes de las Crónicas y después de 1 Samuel. Si no estás segura, mira el índice. Puedes hacer eso, también. Quiero que conozcan su Biblia, que conozcan los libros de la Biblia para que puedan moverse a través de sus páginas y encontrar las cosas.
Algunas de ustedes quizás son nuevas creyentes y otras tal vez no son creyentes, y este es un territorio desconocido. Entonces, cuando hablamos de estos pasajes, como lo haremos hoy, a veces asumo que es un pasaje familiar, pero para algunas de ustedes no lo es. Así que vamos a dar un paso atrás y vamos sentar las bases para aquellas que tal vez no saben exactamente dónde estamos al comenzar hoy esta serie corta acerca de la reina de Sabá.
Mi esposo me preguntó la semana pasada: «¿Qué fue lo que te interesó de la reina de Sabá? Le dije: «No sé». Pero mientras más profundizo en su vida y en este pasaje, más me entusiasma compartir lo que vamos a hablar en los próximos días.
Permítanme leer todo el pasaje completo, los primeros diez versículos y luego el versículo 13 del capítulo 10. En los próximos días, simplemente vamos a ir analizando el pasaje poco a poco.
«Cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del Señor, vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y gran cantidad de oro y piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan oscuro que el rey no pudiera explicárselo. Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que él había edificado, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus vestiduras, sus coperos, y la escalinata por la cual él subía a la casa del Señor, se quedó asombrada (la dejó sin aliento). Entonces dijo al rey: Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría. Pero yo no creía lo que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se me había contado ni la mitad. Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama que había oído. Bienaventurados tus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabiduría. Bendito sea el Señor tu Dios que se agradó de ti para ponerte sobre el trono de Israel; por el amor que el Señor ha tenido siempre a Israel, te ha puesto por rey para hacer derecho y justicia. Entonces ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca más entró tanta abundancia de especias aromáticas como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón» (1 Reyes 10: 1-10).
Versículo 13;
«El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, además de lo que le dio conforme a su real magnificencia. Después ella se volvió, y regresó a su tierra con sus siervos».
Esta es la Palabra del Señor. Y, oh, Señor, te pedimos que abras nuestros ojos, nuestros oídos y nuestros corazones para recibir todo lo que tienes para nosotras al estudiar este personaje del Antiguo Testamento, de hace aproximadamente tres mil años. ¿Qué relevancia tiene ella hoy? Bueno, estamos a punto de descubrirlo, y oramos para que nos enseñes. Enséñanos tus caminos, y que anhelemos la sabiduría que proviene de ti. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Así que estamos en el siglo X, A. C., aproximadamente mil años antes del tiempo de Cristo. El Rey Salomón es el hijo de David, y él tiene una reputación que se ha extendido por todas partes. Vemos esto en el versículo 1, 1 Reyes 10: «Y cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón por causa del nombre del Señor, vino a probarle con preguntas difíciles».
Salomón ha acumulado una gran riqueza.
- Él ha expandido las fronteras del reino.
- Es famoso por su sabiduría, es la edad de oro de Salomón.
- Está importando y exportando productos de todo el mundo conocido, incluyendo desde y hacia Sabá.
Entonces esta mujer está familiarizada con quien es él.
Muchos comentaristas creen que el reino de Sabá estaba ubicado en el extremo sur de la península arábiga, a lo largo del Mar Rojo, en lo que sería el moderno Yemen, a unas mil quinientas millas al sur de Jerusalén. Así que no fue poca la distancia, especialmente en ese tiempo, cuando básicamente viajabas a pie o en camello o algo parecido.
Israel y Sabá estaban involucrados en el comercio internacional. Sabá era conocida por sus perfumes y sus especias y comerciaba recursos valiosos como el oro, el incienso y la mirra en toda África, la India y la región mediterránea.
Ahora, las Escrituras no nos dicen mucho sobre la reina de Sabá. Todo lo que sabemos es lo que está en este pasaje en 1 Reyes y en un pasaje paralelo en 2 Crónicas 9, que es casi idéntico a este pasaje. Hay algunos pequeños detalles que se agregan en uno u otro.
Pero básicamente, esto es lo que sabemos, además de un versículo en el Nuevo Testamento, bueno, de hecho, hay dos, uno en Mateo 12, y el otro en el Evangelio de Lucas que es un pasaje paralelo, donde Jesús habló mil años más tarde acerca de la reina de Sabá, y llegaremos a eso en un par de días a partir de ahora en esta serie.
En torno a este tema de la reina de Sabá se han desarrollado leyendas y hay mucho folclor. Si la buscas en Google, encontrarás todo tipo de cosas fascinantes y otras no tan fascinantes, algunas cosas extrañas. Algunos han sugerido que ella era la sulamita, a la que se hace referencia en el Cantar de los Cantares.
Y luego, según una leyenda, ella y Salomón tuvieron una aventura amorosa y nació un hijo de esa unión que luego se mudó a Abisinia, también conocida como Etiopía, y, hasta el día de hoy, según tengo entendido, la familia real de Etiopía reclama ser descendiente de Salomón y de la reina de Sabá.
Bueno, la Escritura es clara en que Salomón tuvo muchas esposas y amó a muchas mujeres extranjeras, pero no hay evidencia histórica o bíblica de que la reina de Sabá fuera una de esas mujeres.
Encontrarás más leyendas sobre esta mujer en el Corán, pero mientras hablamos de ello esta semana, vamos a seguir de cerca lo que dicen las Escrituras porque eso es lo que sabemos que es verdad. Dios nos ha dicho lo que necesitamos saber, y en eso vamos a basar este estudio. Las otras cosas son conjeturas. Las cosas que acabo de mencionar, no hay evidencia de que sean ciertas. Así que vamos a apegarnos a las Escrituras porque siempre estamos a salvo ahí.
Ahora, aquí hay una mujer que tenía gran riqueza, poder, posición e influencia. Y la Escritura dice que «ella oyó de la fama de Salomón por causa del nombre del Señor». Oyó hablar de alguien que era más grande que ella.
Entonces, ¿qué la motivó a hacer este viaje tan largo y arduo a Jerusalén para encontrarse con Salomón? Bueno, ella había oído hablar de su fama. Quería ver si todas las cosas que había oído sobre él eran ciertas. Entonces «ella vino para probarle con preguntas difíciles» para evaluarlo.
Ella había escuchado acerca de sus vasta fortuna y quería verlo con sus propios ojos.
Ella había escuchado acerca de su sabiduría. Dice que «ella vino a probarle con preguntas difíciles». Esa palabra en el idioma original en realidad podría traducirse como acertijos o enigmas. Este era un tipo de deporte entre los monarcas y en el antiguo oriente, decir acertijos e historias –hay algunos ejemplos de esto en el Antiguo Testamento– para ver quién era el más inteligente de los dos, quién era el más sabio de los dos.
Seguramente estaba familiarizada con los recursos que Israel producía con los esfuerzos de comercio internacional, por lo que podría haber estado interesada en explorar un posible acuerdo comercial.
Pero cualesquiera que fueran otras razones que ella pudo haber tenido, había al menos una cosa más. Ella había oído hablar, como lo dice una traducción, en el versículo 1: «que él honraba el nombre del Señor», su relación con el Señor. Ella había oído hablar de su sabiduría y de su devoción a Jehová. Probablemente había oído hablar de una casa que habían construido donde las personas podían acercarse a su Dios.
Muchas naciones tenían templos, pero había una nación donde las personas podían venir y acercarse y conocer a su Dios. Me imagino que esta mujer tenía curiosidad. Ella era inquisitiva, hizo preguntas, quería saber más acerca de Salomón, y tal vez quería aprender más acerca de su Dios.
Ahora bien, no era inusual que las naciones enviaran delegaciones y obsequios a Salomón. Pero esta mujer no envió una delegación. Ella no envió un embajador. Ella fue ella misma. Así que la Escritura dice en el versículo 2 que «ella vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos con especias y mucho oro y piedras preciosas».
Ella vino de muy lejos. Una estimación es que la caravana que se describe aquí podría viajar unas veinte millas por día, lo que significa que habría tomado setenta y cinco días para hacer este viaje. Fue un enorme esfuerzo. Un viaje de ida y vuelta de aproximadamente cinco mil kilómetros. Pero ella hizo todo lo necesario para llegar allí porque consideraba que Salomón valía la pena.
Ahora, quiero que recuerden estas cosas porque en un par de días cuando avancemos al Nuevo Testamento, van a escuchar que Jesús hace una observación sobre todo el esfuerzo y las molestias a que esta mujer se expuso, qué tan lejos viajó para oír la sabiduría de Salomón. Esto va a ser importante a medida que lleguemos al Nuevo Testamento.
En la providencia de Dios, cuando estaba estudiando a la reina de Sabá hace unos días, llegué en mi lectura devocional del Antiguo Testamento, al Salmo 119. La mayoría de los comentaristas creen que este salmo fue escrito por el padre de Salomón, el rey David. Cuando leí el Salmo 119 de una sola sentada, ya sabes, ese es un salmo largo, pero me tomé el tiempo para leer todo el salmo. Y una y otra vez mientras meditaba en el corazón del salmista veía este mismo corazón que tenía esta mujer, la reina de Sabá, cuando vino a ver a Salomón.
Déjame darte un ejemplo. El salmista, quien escribió el Salmo 119, probablemente David, consideraba que la sabiduría de Dios y la Palabra de Dios tenían mayor valor que cualquier riqueza o ganancia material. Él creía que valía la pena buscar la sabiduría de Dios y Su Palabra con todo el corazón. Así que escucha estos versículos del Salmo 119.
«¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan!» (v.2).
«Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta» (v.36).
«Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata» (v.72).
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca» (v.103).
«Por tanto, amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro fino» (v.127).
«Mi corazón teme tus palabras, Me regocijo en tu palabra, como quien halla un gran botín» (vv.161,162).
Puedes ver que el salmista le da tanto valor a la Palabra y a la sabiduría de Dios, y la reina de Sabá le dio gran valor a las palabras y a la sabiduría del rey Salomón.
Lo que me lleva a preguntar, mientras pensamos en el esfuerzo que ella hizo: ¿qué tipo de esfuerzo y sacrificio estás dispuesta a hacer para obtener sabiduría? ¿Qué tipo de sacrificios estás dispuesta a hacer? ¿Estás dispuesta a pasar tiempo en la Palabra de Dios, estudiarla, meditar en ella, memorizarla, vivir en ella?
Permíteme hacer la pregunta de una forma un poco diferente: ¿cuánto tiempo y dinero gastamos en cosas que no importarán en lo absoluto dentro de poco tiempo y mucho menos en la eternidad?
Ves, tenemos un sistema de valores. Elegimos qué hacer con nuestro tiempo, qué hacer con nuestro dinero. Y entonces decimos: «No tengo tiempo para leer mi Biblia». Pero tenemos tiempo para Facebook, para Twitter. Tenemos tiempo para Instagram. Tenemos tiempo para... llena el espacio en blanco.
No estoy criticando esas cosas. Yo misma hago esas cosas. Pero si tengo tiempo para eso pero no tengo tiempo para conocer la Palabra de Dios y conocer el Dios de la Palabra, estoy diciendo que valoro las cosas terrenales y temporales más de lo que valoro la eterna e infinita sabiduría de Dios.
Lo que queremos cuando se trata de nuestras vidas cristianas es que queremos hacer un mínimo esfuerzo y obtener el máximo resultado en muy poco tiempo. Queremos espiritualmente vivir en restaurantes de comida rápida y autoservicio. Como esos donde entras a una fila con tu vehículo y pones tu orden ante un micrófono y luego avanzas y recoges tu pedido en una ventanilla, tu comida, barata y rápida. Esa es la forma en que muchas de nosotras vivimos espiritualmente.
Sé a veces en mi propia vida, que mi vida devocional no se trata tanto de devoción como de marcar algo en mi lista de cosas por hacer y de querer resultados rápidos y baratos. Quiero conocer al Dios del universo. Quiero tener toda su sabiduría. Quiero saber cómo vivir. Pero no quiero pasar el tiempo necesario para conocerlo.
Proverbios 2 dice:
«porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor, y descubrirás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia» (vv. 3-6).
Ves, «la reina de Sabá se enteró de la fama de Salomón, fama que hablaba de su relación con el Señor, y ella dijo: «Quiero saber más sobre eso». Así que ella pagó un precio. Ella se tomó el tiempo, se esforzó por ir a buscarlo.
Proverbios dice que si quieres conocer el temor del Señor, si quieres conocer la sabiduría del Señor, si quieres conocer los caminos de Dios, debes buscarlo como se busca de plata, como a tesoros escondidos. Tienes que llamar. Tienes que buscar. Tienes que hacer lo que sea necesario, pagar el precio, para obtener esa sabiduría.
El Nuevo Testamento lo dice de esta manera en Colosenses 3: «Buscad las cosas que están arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (v. 1).
Es un esfuerzo constante, continuo, intencional y proactivo. Continuamente busca conocer a Cristo, buscándolo por encima de todo. Y veo en esta reina de Sabá un ejemplo de búsqueda sincera de sabiduría.
El versículo 2 nos dice que, «Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan oscuro que el rey no pudiera explicárselo».
He estado pensando en todo este pasaje, en todo este encuentro, tratando de ponerme en el lugar de esta reina y en esta situación. Oigo a esta mujer decirle a este dignatario, a este jefe de estado –con quien se reúne por primera vez, de quien solo ha oído, y con quien ahora se reúne– todo lo que tiene en su mente. Quizás fueron cosas que nunca le había dicho a nadie más. Ella se abre frente él.
Ella debe haberse sentido bienvenida, debe haberse sentido cálidamente recibida por él, y por alguna razón debe haber sentido la libertad de contarle todo.
Y cuando venimos al Señor, venimos con esa libertad para decirle lo que hay en nuestros corazones, lo que tenemos en nuestra mente, ¿en qué estamos pensando? ¿Qué nos preocupa? ¿Qué estamos ponderando? ¿Qué nos turba?
Cuando venimos al Señor, esto es en cierto sentido lo que es la oración: decirle todo al Señor. Decirle lo que hay en nuestro corazón, lo que tenemos en nuestra mente, con lo que estamos luchando. No tienen que ser solo cosas grandes, enormes, solo situaciones de emergencia. ¿No sería esto algo parecido a lo que es «orar sin cesar», siempre decirle al Señor lo que está sucediendo en nuestro interior, dentro?
Pero ella vino no solo para decirle lo que tenía en mente, sino también para hacerle preguntas. Ella trajo sus preguntas con ella. Y dice que fueron difíciles. Eran enigmas. Eran misterios. Eran cosas desconcertantes, cosas que no podía entender, cosas que ella se preguntaba si él podría descifrar, entenderlas y hacérselas entender.
Entonces aquí está una mujer que vino al gran rey Salomón, al sabio rey Salomón:
- No como un maestra sino como una aprendiz
- No con respuestas sino con preguntas
- No con orgullo sino con humildad
Ella era inquisitiva pero también era enseñable. Le gustaba aprender. Era una aprendiz.
Una vez más vuelvo al Salmo 119, que una vez más siento que es como el pensamiento de la reina de Sabá. El salmista, quien sea que escribió el Salmo 119, probablemente el padre de Salomón, vino a Dios con un espíritu humilde, como un humilde aprendiz, como un discípulo, buscándolo a Él para adquirir sabiduría y entendimiento.
Doce veces en el Salmo 119 lees esta palabra: Enséñame. Enséñame. Enséñame. Enséñame.
«Bendito Tú, oh Señor; ¡enséñame tus estatutos!» (Sal. 119: 12). Enséñame tu ley Enséñame tus caminos. Enséñame tu palabra. Enséñame acerca de ti. Enséñame lo que necesito saber, lo que necesito aprender
Mi papá, mientras crecíamos, siempre estaba leyendo el libro de Proverbios. Él amaba la literatura de sabiduría. Él amaba la toda la Palabra de Dios, pero leía un capítulo de Proverbios todos los días desde el momento en que llegó a conocer a Jesús hasta el momento en que fue a estar con el Señor veintiocho años más tarde. Él amaba los Proverbios.
A menudo nos recordaba la importancia de buscar sabiduría, de tener un espíritu enseñable, de tener un corazón que anhela aprender y pedir ayuda cuando necesitamos resolver problemas difíciles.
Cuando hacemos preguntas al Señor, estamos expresando humildad. Estamos diciendo: «No sé todo lo que necesito saber». Tengo mucho que aprender. Señor, tú lo sabes todo. ¿Me enseñas? Tengo estas preguntas y Tú tienes las respuestas». Entonces le llevo mis preguntas a Él para obtener Sus respuestas.
Proverbios 1 dice: «Que escuche esto el sabio y aumente su saber» (v. 5, NVI). Siempre debemos estar aprendiendo.
Sé que nos escuchan algunas mujeres con canas. Me alegra tener una mezcla de mujeres jóvenes y mayores. Tenemos mujeres jóvenes y mujeres mayores que escuchan nuestro programa. Pero te digo que sin importar la edad que tengas, nunca querrás dejar de aprender. Siempre quieres crecer. Pero no puedes crecer si no escuchas.
Entonces hacemos nuestras preguntas, y luego escuchamos. Abrimos la Palabra de Dios, y escuchamos. Decimos: «Enséñame, oh Señor».
He estado escuchando y aprendiendo de la reina de Sabá durante esta última semana más o menos, haciendo preguntas, aprendiendo, deseando crecer en sabiduría.
Proverbios 20, versículo 5 dice: «Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará».
Eso es lo que hizo la reina de Sabá con Salomón, ¿no es así? El consejo en el corazón de Salomón era como un pozo profundo. Pero ella acudió a él, y ella hizo preguntas, y escuchó, y sacó la sabiduría.
Algunas de nosotras no aprendemos nunca de las personas que nos rodean porque no nos tomamos el tiempo para hacer preguntas, para encontrar las respuestas. Algunas de ustedes están pensando: desearía que mi esposo me diera sabiduría. Desearía que él compartiera. Desearía que él me guiara espiritualmente.
Bueno, déjame hacerte una pregunta. Tu esposo puede tener algo de sabiduría. El puede tener un pozo hondo de sabiduría, pero, ¿tú lo escuchas? ¿Haces preguntas? ¿Le dejas saber que quieres aprender? ¿Aprender juntos del Señor y el uno del otro? O de alguna manera tiene la impresión de que tú eres la que sabe porque tú eres la que va a todos los estudios bíblicos, y tienes todos esos lápices de diferentes colores con los que marcas la Biblia, y él se siente un poco intimidado porque piensa que no tiene nada que pueda enseñarte.
Ahora, sé que no estoy describiendo cada matrimonio aquí, pero apuesto a que estoy describiendo algunos matrimonios aquí. ¿Tienes un espíritu enseñable?
Bueno, las preguntas y enigmas de la reina no eran un reto para Salomón. No importaba cuán difícil pudiera ser la pregunta que ella le lanzara, él la manejaba con facilidad.
Al pensar en nuestra relación con el Señor, todas tenemos algunas preguntas para las que realmente necesitamos respuestas, queremos respuestas. Quiero decir, ¿tienes algunas preguntas difíciles, cosas que te desconciertan, problemas con los que estás lidiando? Algunas de esas preguntas son comunes para muchas de nosotras.
Tal vez necesitas dirección y orientación para tomar una decisión difícil. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿A qué escuela se supone que debo ir? ¿Qué curso de estudio debo seguir?
Tal vez estás haciendo preguntas como:
- ¿Cómo estar bien con Dios? ¿Cómo puedo tener una relación correcta con él?
- ¿Cómo lidiar con personas difíciles en tu vida?
- ¿Cómo tratar con el dolor o la tristeza o la pérdida?
- ¿Cómo puedo encontrar la paz?
Tal vez tu mente está atormentada por cosas que están sucediendo a tu alrededor, y te das cuenta de que tu cabeza está dando vueltas con todo lo que está sucediendo, los eventos a tu alrededor y dices: «Solo quiero un poco de paz». ¿Cómo la consigues?
Algunas de ustedes pueden tener un sentimiento de culpa al pensar en su pasado, algún pecado en el que han estado involucradas. Tal vez es algo en lo que están involucradas actualmente, y piensan, simplemente no tengo idea de cómo salir de esta situación o cómo lidiar con esta tentación. Sigo cayendo, cayendo y cayendo. ¿Cómo obtengo la victoria sobre el pecado, sobre los pecados de mi carne?
Bueno, hay muchas preguntas que nos hacemos. Una de las preguntas que me hago a veces, y le pregunté esto a la esposa de un pastor no hace mucho tiempo es: «¿Cómo puedo tener un espíritu quieto, manso y tranquilo, y aún hacer muchas cosas, ser productiva?»
Esta era una mujer con la que estaba hablando, una mujer muy productiva. Ella hace muchas cosas. Y yo hago muchas cosas, pero muchas veces creo un torbellino, dentro y fuera, a mi alrededor, mientras las hago. Así que esta es una pregunta importante para mí: «¿Cómo puedo tener un espíritu quieto, suave, sereno? ¿Cómo demuestro paz cuando estoy trabajando muchas cosas, o cuando me estoy preparando para una sesión de grabación, o estoy escribiendo un libro, o tengo reuniones con otras personas o lo que sea?» Esa es una pregunta importante.
Bueno, piensa en cuáles son tus preguntas y a dónde acudes para obtener respuestas. ¿A dónde te diriges? ¿Vas al internet? ¿A tus amigos? ¿A los libros? Debemos comenzar yendo a la fuente de toda sabiduría.
No sé cómo responder mis preguntas, mucho menos las tuyas. Una señora se me acercó mientras grabábamos este programa para hablarme sobre una situación en su familia. Es una situación difícil. Y yo solo tenía que decirle: «No sé lo que haría, pero sé que Jesús sabe la respuesta a esa pregunta. Sé que Él te mostrará qué hacer. Él tiene la sabiduría que necesitas en esa situación».
El versículo 3 dice que «Salomón respondió todas sus preguntas». «Nada era demasiado difícil para que él le explicara», dice una traducción. Ahora, ¿de dónde sacó Salomón esa sabiduría? De Dios. Dios le dio esa sabiduría.
Y hoy ustedes y yo tenemos la oportunidad de encontrarnos con Uno que es más grande que Salomón, Uno que tiene toda la sabiduría. Hacemos eso estudiando Su Palabra, haciéndolo con un corazón abierto, con los oídos abiertos. A menudo oro en una sesión de enseñanza o en mi propio tiempo con el Señor: «Señor, abre nuestros oídos, abre nuestros ojos, abre nuestros corazones, abre nuestras mentes para comprender, para recibir lo que tienes que enseñarnos, lo que quieres mostrarnos acerca de ti y tus caminos, tu evangelio y nuestras propias vidas».
¿Estás buscando la sabiduría del Rey de reyes? ¿Te ves como la reina de Sabá en ese sentido? ¿Estás haciendo el esfuerzo, haciendo el sacrificio, tomándote el tiempo para ir al Rey de reyes por la sabiduría?
Santiago 1 dice: «Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (v. 5).
Annamarie: Es increíble cuánto podemos aprender de la Escritura. Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha traído varias lecciones que podemos aprender de una historia que encontramos en el Antiguo Testamento, como parte de la serie titulada, «La reina de Sabá».
Nancy nos ha invitado a examinar nuestros corazones para ver si estamos valorando más las cosas terrenales que la sabiduría de Dios. También nos ha animado a acercarnos a Dios como aprendices, y expresarle nuestras preguntas y lo que hay en nuestros corazones.
- ¿Tienes tú un espíritu enseñable?
- ¿Estás dispuesta a esforzarte por conocer los caminos y el temor de Dios?
Aquí está Nancy para orar con nosotras.
Nancy: Gracias, Señor, que podemos acudir a Ti, podemos acudir a Ti como lo hizo esta reina hace casi tres mil años, y Tú nos recibirás. Nos darás la bienvenida. Escucharás lo que hay en nuestros corazones. Nos darás sabiduría cuando te la pidamos. Y con eso, nos darás mucho más como veremos a medida que continuamos en este pasaje.
Ayúdanos, Señor, a volvernos hacia Ti, a volvernos hacia Ti primero, a volvernos hacia Ti por encima de todo. Para buscar Tu sabiduría por encima de cualquier otra sabiduría que podamos obtener de cualquier otra fuente. Y gracias por darnos esa sabiduría generosamente, y porque no nos reprochas de ninguna manera por pedirte. Te damos gracias, en el nombre de Jesús. Amén.
Annamarie: ¿Cuándo fue la última vez que te sorprendió la maravilla del mundo creado por Dios? Mañana, Nancy te mostrará cómo recuperar ese sentido de asombro todos los días. Te esperamos aquí, en tu programa Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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