La realidad del sufrimiento y la adversidad
Débora: Bob Lepine nos dice cómo él y su esposa, Mary Ann, aconsejan a sus propias almas cuando se hacen la pregunta ¿por qué, Dios?
Bob Lepine: Sé que lo que Dios hace es bueno, que todas las cosas vienen de Su mano, y cualquiera que haya sido Su propósito, lo entienda o no en esta vida, es un buen propósito.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 20 de julio de 2023.
La vida está llena de altas y bajas, montañas y valles. A veces los valles son profundos, oscuros y difíciles. Tanto hoy como mañana queremos abordar esta pregunta: ¿cómo podemos relacionar la soberanía y la bondad de Dios con el dolor que experimentamos?
En el otoño de 2021, Bob Lepine habló precisamente sobre este tema en Phoenix, Arizona, en una reunión con algunos de los …
Débora: Bob Lepine nos dice cómo él y su esposa, Mary Ann, aconsejan a sus propias almas cuando se hacen la pregunta ¿por qué, Dios?
Bob Lepine: Sé que lo que Dios hace es bueno, que todas las cosas vienen de Su mano, y cualquiera que haya sido Su propósito, lo entienda o no en esta vida, es un buen propósito.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 20 de julio de 2023.
La vida está llena de altas y bajas, montañas y valles. A veces los valles son profundos, oscuros y difíciles. Tanto hoy como mañana queremos abordar esta pregunta: ¿cómo podemos relacionar la soberanía y la bondad de Dios con el dolor que experimentamos?
En el otoño de 2021, Bob Lepine habló precisamente sobre este tema en Phoenix, Arizona, en una reunión con algunos de los miembros del ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Bob es mejor conocido por sus años como coanfitrión del programa de radio y podcast FamilyLife Today. También es pastor, autor y miembro de la directiva de Aviva Nuestros Corazones desde hace mucho tiempo. Él y su esposa, Mary Ann, son amigos queridos de Nancy.
Aquí está Nancy con una introducción adicional.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Mientras conversábamos sobre el tema «El cielo gobierna», pensábamos en la etapa de la vida en la que muchos se encuentran, las cosas por las que pasan, y nos dimos cuenta de que a veces la providencia de Dios es difícil y dolorosa. Puede que estés experimentando algo así en este momento de tu vida. Si no lo estás, en algún momento lo estarás, así que toma nota.
Deja que el Señor implante Su Palabra en tu corazón, porque lo que escucharemos es algo que cada una de nosotras debe saber cómo manejar, no solo por nuestro propio bien sino por el bien de nuestros seres queridos. La providencia de Dios, a veces inescrutable, incomprensible y dolorosa. Confiamos en que al mirar hacia atrás diremos: «Señor, todo lo has hecho bueno». Bob nos guiará en esa dirección.
Señor, gracias por estos preciosos amigos, consiervos, compañeros en el evangelio. Gracias por la belleza, el poder y la maravilla de Tu Palabra. Humillamos nuestros corazones ante Ti. Venimos a sentarnos a Tus pies, a escucharte, a decir «sí, Señor» a todo lo que nos dices a través de Tu Palabra, y gracias por Tu siervo que viene a traerla. Úngelo con aceite fresco y a nosotras oídos dispuestos a escuchar. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Bob: Gracias, Nancy. Es un privilegio estar aquí hoy y pasar este tiempo con ustedes en la Palabra de Dios. Quiero hacer un recorrido por el Salmo 103. Hace poco en una reunión de hombres, estuvimos conversando sobre el consejo de Martyn Lloyd-Jones, de que debemos invertir más tiempo hablando a nuestras almas que escuchándonos a nosotros mismos. Necesitamos dirigir nuestras almas, nuestras almas necesitan consejo. En lugar de decir, ¿cómo me siento? Necesitamos decirle a nuestra alma cómo debemos sentirnos.
Observa el Salmo 103, que comienza en esa dirección. El salmista dice a su propia alma lo que debería estar haciendo. Así que vamos a leer despacio; leeremos los primeros 19 versículos, y no quiero leer esto en vano, sino que hagamos este compromiso: «esto es con lo que mi corazón necesita estar comprometido».
El salmista dice:
Bendice, alma mía, al Señor,
Y bendiga todo mi ser Su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
Y no olvides ninguno de Sus beneficios.
Él es el que perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus enfermedades;
El que rescata de la fosa tu vida,
El que te corona de bondad y compasión;
El que colma de bienes tus años,
Para que tu juventud se renueve como el águila.
El Señor hace justicia,
Y juicios a favor de todos los oprimidos.
A Moisés dio a conocer Sus caminos,
Y a los israelitas Sus obras.
Compasivo y clemente es el Señor,
Lento para la ira y grande en misericordia.
No luchará con nosotros para siempre,
Ni para siempre guardará Su enojo.
No nos ha tratado según nuestros pecados,
Ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades.
Porque como están de altos los cielos sobre la tierra,
Así es de grande Su misericordia para los que le temen.
Como está de lejos el oriente del occidente,
Así alejó de nosotros nuestras transgresiones.
Como un padre se compadece de sus hijos,
Así se compadece el Señor de los que le temen.
Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda de que solo somos polvo.
El hombre, como la hierba son sus días;
Como la flor del campo, así florece;
Cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser,
Y su lugar ya no la reconoce.
Pero la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad para los que le temen,
Y su justicia para los hijos de los hijos,
Para los que guardan Su pacto
Y se acuerdan de Sus preceptos para cumplirlos.
El Señor ha establecido Su trono en los cielos,
Y Su reino domina, sobre todo.
Voy a detenerme aquí, porque quiero que esas palabras resuenen en nuestra mente mientras pensamos en el hecho de que, si el cielo gobierna, ¿cómo le damos sentido a la realidad del dolor, del sufrimiento y las dificultades en nuestras vidas, sabiendo que hay un Dios que abunda en amor constante por nosotros, pero que providencialmente nos lleva por un camino de dolor? ¿Cómo le damos sentido a eso? ¿Cómo creemos en la bondad de Dios cuando el camino es difícil, cuando la providencia trae dolor?
Hace un tiempo, Mary Ann y yo estábamos caminando. No sé si ella me miró o yo la miré, pero dijimos: «Ya pasaron ocho años, ¿cierto?»
Era 22 de octubre de 2014. Estábamos juntos en San Francisco en el hospital donde Mary Ann estaba siendo trasladada a un quirófano para someterse, despierta, a una cirugía para extirpar una masa del lado izquierdo de su cerebro.
No sabíamos qué era esa masa. Cuando escuchamos por primera vez que había una masa allí, fuimos a donde todos vamos en estos días, al Dr. Google. Dijimos: «Dr. Google, ¿qué podría ser esto?», y lo que el Dr. Google nos dijo es que «probablemente no era algo bueno», podía ser un glioblastoma, que es un tipo de astrocitoma (masa cancerosa) de grado tres o cuatro. Eso podría significar, no solo cirugía, sino quimioterapia o radiación. Podría ser fatal. Eso es lo que decía el Dr. Google.
Déjame llevarte de regreso a donde comenzó todo esto, porque en realidad empezó dos años antes. Un día, en el verano de 2012, llegué a casa luego del trabajo y casualmente Mary Ann me dijo: «Hoy me pasó algo raro».
Y le pregunté, «¿qué cosa?»
Ella dijo: «Me desperté de una siesta, y mi lengua comenzó a temblar, tembló durante un par de minutos y se detuvo».
Pensé, «eso es raro».
Hasta ahí llegó la conversación. Pensé que tenía algún tipo de espasmo muscular en la lengua, eso puede suceder. Me pasa con mi rodilla y otros lugares. Pensé que eso era lo que había ocurrido.
Un año después, en el verano de 2013, ella me dijo: «¿Recuerdas lo que te conté el año pasado cuando me desperté de la siesta y me tembló la lengua?»
Dije, «sí».
Ella dijo: «Sucedió de nuevo».
Le respondí, «¿de verdad?» No pensé nada al respecto.
Luego, en el verano del 2014, ella se despertó de tomar una siesta, y esta vez fue una contracción nerviosa que duró alrededor de cinco minutos. Ella dijo: «Traté de agarrar mi teléfono y grabar en video mi lengua temblando, pero no pude conseguirlo antes de que se detuviera».
Una vez más, dije:«Hum,soy un esposo servicial en ese sentido, ¿verdad?»
Pero me preguntaba qué podría ser eso. ¿Sería algo significativo?
Bueno, ella se estaba preparando para un procedimiento médico, para extirpar las paratiroides, y en medio de esa conversación con el doctor, le dije casualmente: «Sabes, Mary Ann ha tenido este evento un par de veces en los que su lengua se contrae, ¿podría la paratiroides estar afectando eso de algún modo?»
El médico cerró su libro y dijo: «No, eso no tiene nada que ver. Tendremos que posponer su procedimiento de paratiroides; tiene que ir a ver a un neurólogo».
Pensé, está exagerando. Mary Ann se enojó porque hice el comentario y debido a esto su procedimiento no se pudo hacer.
Llamé a un amigo que es doctor para que nos ayudara, porque conseguir una cita rápida con un neurólogo es difícil. Le dije: «¿me puedes recomendar un buen neurólogo?», entonces me dio el nombre de uno y le dije: «pueden pasar un par de meses antes de obtener una cita».
Él me respondió, «déjame ver qué puedo hacer».
Finalmente pudimos ir a ver al neurólogo la semana siguiente. Yo quería marcar eso como hechoen la lista de tareas, para volver al procedimiento de paratiroides. El doctor ordenó una tomografía y una resonancia magnética, Mary Ann se las hizo y nos programaron una cita de seguimiento para la siguiente semana.
Pero el día después de la tomografía computarizada nos llamaron para decirnos que el médico quería verla al día siguiente en la mañana. Saben lo que eso significa, ¿cierto?
Así que a las ocho en punto de la mañana estábamos en el consultorio del médico. Nos explicó que había una masa en el lado izquierdo del cerebro de Mary Ann y nos mostró la imagen para que pudiéramos verla. Se podía ver en la imagen algo denso y redondo.
El doctor dijo, «en primer lugar, ella tiene que ir a ver a un neurocirujano. Le voy a recetar medicamentos anticonvulsivos y no puede conducir hasta que esto se resuelva».
Mary Ann estuvo bien hasta que él dijo: «No puedes conducir».
Ella dijo, «¡¿no puedo qué?! ¡Mi vida está paralizada!»
Bueno, teníamos programado ir a ver a un neurocirujano en Little Rock. Nos sentamos con, probablemente, el neurocirujano más conocido y con más años de práctica en su generación. Él miró la masa y dijo: «Necesita ser removida. Podemos hacer el procedimiento aquí, pero no lo recomendaría».
Le pregunté, «¿por qué?»
Él dijo: «Porque la ubicación de esa masa está en la parte del cerebro que afecta el habla y las habilidades motoras. Para eliminarla hay que hacerlo con cuidado, y no hacemos ese tipo específico de cirugía. Voy a ver si podemos conseguir una cita en San Francisco para que puedan realizarla».
No sabía que la persona de quien estaba hablando era el Dr. Mitchell Burger, quien hace cuarenta años fue parte de los pioneros en la cirugía del cerebro mientras se está despierto. Ha realizado esta cirugía durante más de cuarenta años y es el expresidente de la Asociación Estadounidense de Neurocirujanos. Lo que quiero decir es, que no solo parece ser alguien muy reconocido, sino que realmente es inteligente, se educó en Harvard. Realmente sabe mucho sobre este tema.
El Dr. Burger nos aprobó para la cirugía y nos sugirieron agendarla para principios de octubre.
Miré mi agenda y dije: «No puedo. Se supone que debo estar presentando el evento True Woman ‘14 para ese tiempo, entonces le dije si podíamos posponerla un par de semanas. Así que tuvimos que retrasar la cirugía para poder cumplir con el evento de True Woman '14».
Finalmente terminamos programando la cirugía para el 22 de octubre. El 21 de octubre ya estábamos en San Francisco para completar todas las pruebas requeridas. Es bastante interesante cómo hacen esto. Hay una parte en la que le muestran unas tarjetas a Mary Ann. Le muestran una foto y ella dice: «Eso es un pez; eso es una bicicleta; eso es una pelota». Mientras tanto yo me preguntaba, «¿de qué se trata todo esto?»
Dijeron: «Bueno, mañana en la cirugía, cuando la despierten, le mostrarán estas tarjetas y se asegurarán de que las palabras que está usando ahora sean las mismas palabras de ese momento. Si ella dijo «pez» ahora y mañana dice «trucha», podríamos pensar que algo anda mal. Así que estamos tratando de prepararla para esto».
No tenía idea de cómo era, pero la cirugía de cerebro despierto funciona más o menos así: te acuestan y te duermen. Luego hacen una incisión para extraer una parte del cráneo, después te despiertan, manteniendo la cabeza inmovilizada, pero no sientes ningún dolor. Los doctores quieren que estés consciente, para poder realizar unas pruebas usando unas sondas en tu cerebro.
Le decían: «cuenta hasta diez despacio».
Ella contaba, «uno», y entonces ellos movían la sonda. Luego, «dos» y movían la sonda. Entonces ella diría, «feh» y cuando llegaban allí, decían: «Está bien, no corten ahí, porque eso es parte del habla».
¿No es fascinante cómo funciona esto? Están mapeando el cerebro para determinar cómo van a extraer el tumor sin que afecte la función del habla. Ellos no quieren que el paciente se despierte con las habilidades motoras dañadas. Esto es con lo que estábamos lidiando el 22 de octubre cuando entró a ese quirófano. Nuestras dos hijas estaban en San Francisco conmigo. Estuvimos en la sala de espera durante las cinco horas que permaneció en cirugía, orando y confiando en el Señor de que todo saldría bien.
Cuando el Dr. Burger salió de la cirugía, tuve una breve conversación con él en la que me dijo que habían podido eliminar con éxito la masa. Dijo que pensaba que habían podido extraer todo.
Le pregunté, «usted iba a hacer un procedimiento de seccionar la masa para descubrir lo que era, ¿no es así?»
Él dijo: «Sí, lo hicimos y es prometedor». Eso fue todo lo que dijo.
No sabía lo que eso significaba, pero dije bueno, ese es el reporte. Al día siguiente Mary Ann se recuperaba, el próximo día le dieron de alta del hospital, al tercer día caminamos juntos por el parque Golden Gate en San Francisco, el día después de eso fuimos a una iglesia en San Francisco, el lunes fuimos a Alcatraz y el martes volamos a casa.
Su recuperación fue buena y rápida, pero todavía estábamos esperando escuchar el reporte de patología. ¿Qué era esa masa? ¿Glioblastoma? ¿Astrocitoma? ¿Qué era?
Bueno, visitamos a nuestro médico en Little Rock diez días después de la cirugía para remover las grapas y mientras estaban removiéndolas, el doctor entra y nos pregunta: «¿Qué has escuchado sobre la patología?»
Dijimos: «No hemos escuchado nada».
Él dijo, «qué extraño». Le dijo a su enfermera: «Envíales un fax a ver si podemos conseguir el informe de la patología».
Y yo pensé, «¿por qué envías fax? ¡Estamos en 2014!»
Pasaron unos diez minutos para que la enfermera regresara con el informe patológico. El doctor lo miró y dijo: «La masa que se extirpó era un hemangioblastoma grado uno; es benigno, así que todo está bien, ya terminó».
Dije, «¿eso es todo? ¿No hay seguimiento?»
Él dijo: «Volveremos a vernos en un año para ver cómo sigue».
Ese fue el final de la historia. Salimos y comimos comida mexicana, un poco de guacamole, celebramos. ¡Fue grandioso!
Recuerdo que, mirando hacia atrás, nos preguntamos: «¿Cuál fue el propósito de todo eso? ¿Cuál era el plan de Dios al poner una masa benigna en medio de tu cerebro y ponernos en este desvío en nuestras vidas? ¿Quería Dios que hiciéramos el ejercicio que habíamos hecho para prepararnos para la posibilidad de la muerte de Mary Ann, hablando de cómo sería eso? ¿Y la quimioterapia y la radiación? ¿Cómo funcionaría eso? ¿Fue esto un simulacro de incendio para cuando un fuego real llegara a nosotros?
¿Quería que nuestra iglesia se comprometiera a apoyarnos (y lo hizo) y orar por nosotros? ¿Quiso reunirnos por alguna razón para que estuviéramos mejor preparados para el momento en que las noticias no fueran buenas? ¿Hubo algún encuentro al azar del que ni siquiera sabemos, donde hablamos con una enfermera y dijimos algo en esa conversación que tuviera algún impacto espiritual para ella o su familia? No lo sabemos. Todavía no lo sabemos. Estoy aquí hoy, ocho años después, y no puedo decirles cuál fue el propósito o el plan de Dios para llevarnos en ese viaje. Pero sé que no fue una casualidad, algo al azar. Sé que lo que Dios hace es bueno, que todas las cosas vienen de su mano, y cualquiera que haya sido su propósito, lo entienda o no en esta vida, es un buen propósito.
Ahora, en nuestra historia atravesamos por un camino difícil, un camino oscuro que duró solo una temporada, y luego salimos a la luz del sol y todo estaba bien. Esa no es la historia de todos. Más personas se sientan en esa sala, les llega el informe de patología y son malas noticias. Más personas se dirigen a un camino oscuro como ese y se enfrentan a diagnósticos médicos que conducen a la muerte o a la enfermedad.
Algunos de ustedes experimentaron la muerte de seres queridos durante la pandemia. Algunos han recorrido el camino con otros, donde el trayecto fue muy oscuro y que al final todavía lo era. Otras personas han tenido hijos que tomaron malas decisiones; quizás has tenido hijos que han abandonado la fe. Se alejaron de sus amigos o familiares por cuestiones políticas durante el Covid, o sobre si se debían usar mascarillas aquí o allá, o si debían vacunarse o no.
Quiero decir, estas son pruebas y tiempos difíciles. Podemos preguntar: «Dios, ¿qué estás haciendo en medio de esto?» Cuando estás en un camino oscuro, no es extraño que clames y digas: «Señor, no entiendo. Señor, esto no tiene sentido para mí. ¿Por qué permites esto? ¿Por qué no evitas que estas cosas sucedan? ¿Cómo es posible que esto sea para Tu gloria y para mi bien? Yo no veo eso, Señor».
No estás solo. El rey David tuvo la misma experiencia.
Cuando estaba en la escuela secundaria, aprendí de memoria el Salmo 13. Nunca lo he olvidado. El Salmo 13 es donde David, en medio de la prueba, clama al Señor y dice: «¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre?»
Esa es una acusación bastante seria. «¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo he de tomar consejo en mi alma, teniendo pesar en mi corazón todo el día? ¿Hasta cuándo mi enemigo se enaltecerá sobre mí? Considera y respóndeme, oh Señor, Dios mío; ilumina mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte» (vv. 1–3).
Algunos de ustedes están en esa temporada ahora mismo, en ese camino, en ese momento, en el que se preguntan, «Señor, ¿cuánto tiempo? ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué este dolor? ¿Cómo puede ser esto bueno?»
Este, por cierto, es uno de los temas filosóficos y teológicos más difíciles, o quizás el más difícil, con el que los cristianos han tenido que lidiar desde siempre. Algunos se han referido a esto como el talón de Aquiles del cristianismo: el problema del dolor.
¿Cómo le damos sentido a la bondad de Dios? Si Dios es amor, todopoderoso, infinitamente sabio, ¿cómo es que ese Dios amoroso y poderoso trae dolor a tu vida?, ¿es insensible? No, Él es siempre bueno. ¿Es imprudente? No, Él es infinitamente sabio. ¿Es algo que escapa de Su control? No, Él es todopoderoso.
¿Cómo le damos sentido a nuestro dolor? ¿Este dolor es para nuestro bien? No se siente así. ¿Pandemias, guerras, abusos, muerte? Ves las cosas horribles de nuestro mundo y te preguntas: «¿Esta es la bondad de Dios en nuestro mundo?»
No sé si recuerdan esto, pero justo después de que estallara la pandemia, se viralizó un video. De hecho, recuerdo dos videos virales. El primero que vi fue el coro de una iglesia de Nashville. Recuerdo que estos coros estaban en línea y en uno de ellos se veía el coro cantando, «Estoy bien con mi Dios», justo lo que necesitaba escuchar en marzo de 2020, porque no estábamos bien con nuestras almas cuando todo eso estaba sucediendo. Escuchar estas voces uniéndose en diferentes lugares para cantar, fue un bálsamo para mi alma.
Pero hubo otro video. La actriz que interpreta a la Mujer Maravilla en la película, Gal Gadot, reunió a un montón de sus amigos de Hollywood y dijo: «Vamos a grabar un video viral en el que todos cantemos una línea de la canción de John Lennon Imagine o, en español, Imagina».
No sé si has pensado en esa canción. La canción de John Lennon «Imagina» es un «himno» secular para imaginarse la vida sin Dios. Entonces, aquí está el impulso de esta actriz de Hollywood, en medio de una pandemia: «Necesitamos consuelo. Imaginemos un mundo sin Dios. Eso nos traerá consuelo». ¡Vaya!, aquí están estas personas cantando sinceramente, apasionadamente,
Imagina que no hay cielo;
Es fácil si lo intentas.
No hay infierno debajo,
No hay Dios…
Pensé, «sí, imagínate eso, imagínatelo, y deja que el horror de eso te lleve a la sobriedad, a reconocer que, si eso fuera cierto, estamos en una peor situación de la que cualquier pandemia puede traernos». Si esto es todo lo que hay y es la supervivencia del más apto y las pandemias pueden estallar de derecha a izquierda y estamos a expensas de nosotros mismos, ¡buena suerte!, eso es aterrador.
¿Te trae eso algún consuelo o esperanza, imaginar que no hay cielo, ni religión, nada por encima de nosotros, solo cielo, nada gobierna nuestro mundo, que el universo funciona por sí solo? Ante el mal y el dolor, si todo lo que tenemos para confiar es en nuestros propios recursos, nuestra propia inteligencia, nuestras propias habilidades y nuestro propio poder, estamos en un problema peor de lo que podemos imaginar.
Pero ahí es donde mucha gente se equivoca ante el dolor. Piensan: «No puede haber un Dios que permita esto, así que imagino que no hay Dios». Su opción frente al dolor es lo que yo llamo la «opción de imaginar». Imaginar que no hay Dios, porque no pueden entender que hay un Dios que permite esto.
Hay una segunda opción que algunos usan por defecto: la opción deísta. Si conoces la historia estadounidense, sabrás que hace 250 años, muchos de nuestros padres fundadores eran deístas en su cosmovisión. Creían que había un Dios que puso el universo en movimiento y que, ocasionalmente intervenía en los asuntos de los hombres, pero en su mayor parte, simplemente le daba cuerda y lo dejaba funcionar mientras hacía otras cosas.
El universo era una máquina, estaba operando mecánicamente, y Dios no estaba involucrado en las cosas más pequeñas. Cuando tenías una tragedia personal, Dios no se iba a molestar con eso. Esos son los efectos de vivir en un mundo roto. Dios se preocupa por las cosas grandes, pero se desvincula de las cosas más pequeñas.
Muchas personas viven sus vidas hoy como deístas funcionales. Muchos de tus amigos, ya sea que lo vean de esa manera o no, tienen esa visión del mundo. Se imaginan que hay un Dios, y sí, Él se va a involucrar en las cosas grandes, pero no en las cosas más pequeñas de la vida.
Pero la Biblia nos señala una tercera opción. No la opción imaginaria, no la opción deísta, sino la opción del Salmo 103, El Señor ha establecido Su trono en los cielos, Y Su reino domina sobre todo.
Nancy: Gracias Bob, y gracias por este mensaje. Recuerdo haberlo escuchado cuando lo expusiste por primera vez. Yo solo decía, «sí, sí», lo necesitaba en ese entonces y lo necesito hoy. Las personas en esa sala estaban pasando por cosas difíciles, y necesitábamos que nos llevaras a la Palabra para arraigar nuestros corazones en la verdad. Confiar en que Dios tiene el control cuando pasamos por algo insoportable, puede ser realmente difícil.
Qué oportunidad para nosotros de declarar que creemos que el cielo gobierna y encontrar consuelo para nuestros propios corazones cuando enfrentamos situaciones que nos traen temor o dudas. Podemos decir: «Sí, Señor, creemos que Tú gobiernas». Y entonces, ser mujeres que infunden esperanza, ser mujeres que dicen: «Sí, hay problemas. Estos son días difíciles, pero el cielo realmente gobierna. Armarnos de valor, y encontrar descanso. Nuestro Dios ciertamente tiene el control».
Débora: Así es, Nancy. Mi corazón necesita ese recordatorio.
Mañana en Aviva Nuestros Corazones, Bob Lepine concluye su mensaje «Cuando la providencia de Dios trae dolor». Espero que regreses a Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, te invita a confiar en la providencia de Dios, incluso cuando no lo entiendas. Así es como encontrarás libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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