La profunda misericordia de Dios
Annamarie Sauter: ¿Cómo reaccionas cuando tu autoridad como madre es retada? Puedes guiar a sus hijos con serenidad.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Cuando sabes que Dios te ha hecho madre y aunque no seas la mejor madre del mundo buscas agradar al Señor, no tienes por qué enfurecerte y perder los estribos cuando tu autoridad es retada.
Dale tiempo a Dios para que actúe como lo hizo en el caso de Miriam y de Moisés. Deja que el Señor maneje tu situación de la forma que Él mejor considere.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Miriam fue usada grandemente durante su juventud, pero tomó malas decisiones hacia el final de su vida. La misericordia de Dios es visible en la vida de este personaje bíblico, y esa misericordia también está disponible para ti. Y tú, ¿cómo sueles responder …
Annamarie Sauter: ¿Cómo reaccionas cuando tu autoridad como madre es retada? Puedes guiar a sus hijos con serenidad.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Cuando sabes que Dios te ha hecho madre y aunque no seas la mejor madre del mundo buscas agradar al Señor, no tienes por qué enfurecerte y perder los estribos cuando tu autoridad es retada.
Dale tiempo a Dios para que actúe como lo hizo en el caso de Miriam y de Moisés. Deja que el Señor maneje tu situación de la forma que Él mejor considere.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Miriam fue usada grandemente durante su juventud, pero tomó malas decisiones hacia el final de su vida. La misericordia de Dios es visible en la vida de este personaje bíblico, y esa misericordia también está disponible para ti. Y tú, ¿cómo sueles responder cuando otras personas te tratan mal? Nancy te ayudará a reflexionar en esta pregunta, al continuar con la serie, Recordando a Miriam.
Nancy: Hoy quiero terminar la serie de Miriam con algunas ideas y haciéndolo más personal para nuestras vidas.
Para aquellas de ustedes que no han estado con nosotras, hemos estado en Números 12, y vimos un incidente muy serio en el que Miriam, en compañía de su hermano Aarón, habló contra Moisés. A ellos no les gustaba la esposa que Moisés había escogido, pero más profundamente, estaban molestos de que Moisés fuera quien hablase por Dios.
Hubo celos. Hubo envidia. Hubo una sublevación, una rebelión contra la autoridad de Moisés que Dios tomó muy seriamente. Miriam fue castigada con lepra y tuvo que permanecer fuera del campamento por siete días. Este era un asunto muy serio.
Pienso que todas nosotras, las que hemos estado escuchando esta serie, estamos contentas de que Dios no nos castigue de una forma tan directa como lo hizo en este caso, pero es una advertencia de que el Señor toma el pecado seriamente.
Pero, a lo largo de este pasaje, también vemos la increíble misericordia de Dios. Es un pasaje sobrio. Es un pasaje que muestra la santidad de Dios y su juicio contra el pecado, pero démosle gracias a Dios por su misericordia.
Primero y ante todo, vemos la misericordia de Dios ante el hecho de que Miriam no murió. Se recuperó. «Porque la paga del pecado es muerte...» (Rom. 6:23a) y todo pecador, esas somos todas nosotras, merece morir.
De hecho, si recuerdas el contexto en el que se desarrolló esta historia, Números 12, está precedido por Números 11, donde el enojo del Señor se exacerbó contra la gente que había estado murmurando y quejándose. Dios abatió a esas personas. Muchos de ellos murieron por causa de una plaga.
Justo en el lugar donde los hijos de Israel habían estado con anterioridad, mucha gente perdió su vida por causa del pecado, pero Dios en su misericordia, le perdonó la vida a Miriam. El hecho de que tú y yo estemos vivas, evidencia la misericordia de Dios. No lo des por sentado. No lo tomes a la ligera.
Luego, vemos misericordia en el hecho de que Moisés intercediera por Miriam. En el versículo 13, luego de ella haberse contagiado de lepra, Moisés clama al Señor: «¡Oh, Dios, por favor sánala, por favor!» ¡Agradécele a Dios por aquellos que interceden a nuestro favor y claman por misericordia en nuestras vidas!
Más adelante, vemos la misericordia de Dios en el hecho de que fuera sanada; no solamente el hecho de que no muriera, sino el hecho de que no terminara sus días como una leprosa. La única forma de que Miriam pudiera ser sanada de una enfermedad terminal era por un acto sobrenatural de Dios.
Esa sanación fue la misericordia de Dios. Ella no podía curarse a sí misma. Moisés no hubiese podido sanarla tampoco.
Por cierto, aquellos que pecan contra nosotras y experimentan las consecuencias —como Miriam por pecar contra Moisés— no pueden ser sanados por su propio esfuerzo. Solo pueden ser sanados por Dios. Es por eso que lo correcto es hacer lo que hizo Moisés, orar y rogar ante Dios para que sane y restaure a pecadores arrepentidos.
Fue la misericordia de Dios la que hizo que Miriam no estuviese apartada por más de siete días; la que la perdonó; la que produjo el restablecimiento de su relación con Dios y con el pueblo de Dios.
Ella pudo retornar a la comunidad del pacto, y esa es la meta. Esa es siempre la meta que Dios persigue cuando castiga y disciplina; que nuestra relación sea restablecida, tanto con Él como con Su pueblo.
El estudio de la vida de Miriam me resulta interesante. La vimos, en el primer capítulo de su vida, cuando aún era una niña pequeña (Éxodo 2); la vimos como guarda, cuidando de su pequeño hermano Moisés, en aquella canasta de juncos en el río Nilo. Ella fue quien cuidó de Moisés.
Vimos como en Éxodo 15, mientras salían del Mar Rojo, ella celebraba y dirigía a las mujeres en alabanza al Señor por lo que Él había hecho. Ella fue directora de una celebración.
Luego, y durante los últimos días, la hemos visto en Números 12 como una persona crítica e inconforme; una que atacó a Moisés, un capítulo pecaminoso en su vida. Esos son los tres recuentos que tenemos acerca de la vida de Miriam, aparte de su muerte que se menciona en Números 20 y de la que no tenemos detalles.
Por lo que, luego de este incidente en Números 12, no se vuelve hacer mención de Miriam hasta su muerte (Núm. 20:1).
«Los hijos de Israel, toda la congregación, llegaron al desierto de Zin en el mes primero; y el pueblo se quedó en Cades. Allí murió Miriam y allí la sepultaron».
Esa es la próxima referencia que tenemos de Miriam. Ella tenía aproximadamente unos 126 años de edad. Murió un año antes de que los israelitas cruzaran el Jordán hacia la tierra prometida. Nunca la pudo ver.
Por lo que las últimas palabras que oímos de boca de Miriam (las que tenemos registradas en las Escrituras), son las que hemos estado estudiando en esta serie, empezando en Números 12:2 cuando dice: «Y dijeron: ¿Es cierto que el Señor ha hablado solo mediante Moisés? ¿No ha hablado también mediante nosotros?»
Fueron palabras cargadas de criticismo, celos, envidia, orgullo, ambición, egoísmo y rebelión. Esas son las últimas palabras de Miriam registradas en la Biblia.
Mientras meditaba en esto, pensé: «¿Qué tal si las palabras que he dicho recientemente a mi familia, empleados, a aquellos con quienes estoy en desacuerdo, son mis últimas palabras, las que quedan, las que se recuerdan?»
¿Qué tal si las últimas palabras que le dijiste a tu esposo, a tus padres o a tu jefe son tus últimas palabras? La lengua es una expresión de nuestro corazón, y por ello necesitamos ser muy cuidadosas con las palabras que salen de nuestras bocas.
¿Por qué no se menciona a Miriam otra vez? Me gusta pensar que sirvió humilde y discretamente en el rol que Dios le había asignado como profetisa, como una mujer de Dios, liderando a las mujeres en apoyo al liderazgo de Moisés; que hizo esto al servir de manera humilde y callada por el resto de su vida, en mansedumbre y sumisión, contenta de cumplir con el rol que Dios le había asignado para su vida, sirviendo fuera de las luces y del centro de atención.
No sabemos, y una de las razones por las que quizás las Escrituras no nos dicen, es para que nos demos cuenta de que Dios, en ocasiones nos pone en un estante, terminando así nuestro tiempo de utilidad. Podemos llegar a pecar hasta el punto de quedar descalificadas para el ministerio y esa es una idea terrible de pensar. Pero también tenemos la esperanza de que, si nos arrepentimos, podemos ser restauradas y Dios puede continuar usándonos.
Hay un versículo en el libro de Deuteronomio, y en todas las veces que a lo largo de los años he leído las Escrituras no recuerdo haberlo visto antes. Pero ahí está: Deuteronomio 24:9 «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam en el camino, cuando salíais de Egipto».
Esto fue después de la muerte de Miriam. A medida que el pueblo de Israel se preparaba para entrar a la tierra prometida, Moisés les dice: «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam en el camino, cuando salíais de Egipto».
Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam. Ese es un gran reto y las quiero dejar con esa inquietud. Recuerda lo que Dios le hizo a Miriam.
Un escritor judío dijo que ese versículo es una de las seis remembranzas que los judíos recitan todos los días al finalizar su oración matinal: «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam».
Me recuerda otro versículo: «Recuerda a la esposa de Lot». Leemos eso en Lucas 17:32. Estas dos mujeres vivieron en carne propia la mano disciplinadora de Dios. A la esposa de Lot, la llevó a la muerte; Miriam fue restaurada. Recuerda. No olvides lo que Dios le hizo a Miriam.
Y ¿qué es lo que estamos supuestas a recordar? Bueno, el hecho de que para Dios el criticar, el murmurar, el oponerse a sus siervos, es cosa seria. No dejes que esos pensamientos se conviertan en palabras.
El hablar contra un hombre de Dios, contra tu esposo, pastor o líder cristiano, el oponerse a él, pisotearlo con un corazón orgulloso, lleno de envidia, celos y crítica; el tener un corazón rebelde es cosa seria. Es una gran maldad.
Tal y como les dije al principio de esta serie, eso no significa que esos líderes no pecan y tampoco quiere decir que nunca puedas ser parte del proceso de sacar el pecado a la luz. Hay otros lugares en las Escrituras que hablan de las formas adecuadas de sacar el pecado a la luz.
De lo que venimos hablando es de la seriedad que conlleva el tener un espíritu crítico que juzgue a quienes Dios ha puesto como líderes. «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam».
Aquí tenemos otro peligro que veo a medida que avanzamos en la historia de Miriam. Ella tenía una posición prominente y respetable así como muchas de nosotras. Marcamos la pauta y el ejemplo a seguir para el cuerpo de Cristo. Muchas nos admiran y el peligro radica en que podríamos empezar a sentirnos superiores.
Podríamos empezar a pensar que somos la excepción a la regla de Dios. Otras no pueden pecar y salirse con la suya, pero nosotras sí; podemos justificar lo mal hecho por la posición ventajosa que tenemos.
Vemos, a medida que estudiamos la vida de Miriam, que hasta las personas más espirituales y respetadas tienen defectos. Son humanas. Son vulnerables. ¿Cuál es la implicación? No deposites tu confianza en las personas.
En el Salmo 118:7-8, que casualmente vienen a ser los dos versículos que marcan la mitad de toda la Biblia, se nos dice (lo estoy citando de memoria, por lo que no va a ser exacto, pero en esencia): No confíes en hombres. No deposites tu confianza en príncipes. No deposites tu confianza en la gente. Deposita tu confianza en Dios.
Estoy tan agradecida por las oyentes de este programa y por muchas de ustedes que me expresan su gratitud por cómo Dios ha estado usando estas enseñanzas en sus vidas. Pero, les digo que como Miriam, tengo defectos.
Soy pecadora. Soy débil. Soy vulnerable. Mi oración es que Dios guarde mi corazón y que nunca peque de tal manera que desacredite o deshonre la Palabra de Dios. Pero, si alguna vez lo hago, asegúrate de que tu confianza no esté en mí, sino en el Señor.
Conozco las luchas de mi propio corazón. Yo sé las tentaciones y las tendencias de mi propia carne. Por lo que cuando Dios use a alguna persona en tu vida, agradécelo, pero no pongas tu confianza y esperanza en esa persona.
La edad, la posición, el tiempo en el ministerio, la influencia, la fidelidad a largo plazo, ninguna de esas cosas nos inmunizan contra el fracaso. Miriam caminó con Dios hasta los noventa años de edad aproximadamente.
De hecho, esa fidelidad a largo plazo puede hacerte caer, porque empiezas a pensar que puedes dormirte en tus laureles; que puedes tomarlo con ligereza.
Yo no puedo tomarlo con ligereza. No debes nunca tomarlo con ligereza. Nosotras necesitamos la protección, la gracia y el poder de Dios en nuestras vidas, sin que importen las canas ni el tiempo que hemos sido fieles a la verdad.«Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam».
Luego, está el recordatorio de que la posición y el tiempo dentro del ministerio no te hacen la excepción a la regla de Dios. Tú y yo, quienes estamos siendo usadas por Dios de distintas maneras, no podemos justificar nuestros pecados porque Dios nos esté usando o porque somos quienes enseñamos la Biblia o porque damos consejería a las personas o porque somos ejemplo para mucha gente. «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a la profetisa Miriam»
Miriam fue enviada por Dios, junto a Moisés y Aarón, de manera especial para que fuera parte del equipo de liderazgo de Dios. De hecho, setecientos años después, leemos en Miqueas 6:4: «Pues yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí, y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a Miriam».
Por lo que ella tenía un rol significativo. Ella fue enviada por Dios, bajo el mando de Moisés y bajo la autoridad de Dios, a ser líder para estas mujeres, para que fuera profetisa. Ella fue una mujer que conoció a Dios y mostró la Palabra de Dios a estas mujeres, pero eso no la hizo inmune a su caída. No fue la excepción a las reglas de Dios. «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam».
Quiero retarte a que lo recuerdes. Tengo la esperanza de que no olvides la vida de Miriam. Dios toma el pecado muy seriamente y así debemos tomarlo nosotras.
Creo que Dios está llamando a muchas de nosotras al arrepentimiento de todo lo que puede deshonrar a Dios cuando criticamos a sus siervos con nuestro espíritu, nuestra lengua, nuestras actitudes o nuestra conducta. «Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam».
Y que no solo recuerdes la lepra que padeció por culpa de su pecado. También recuerda cómo Dios restauró su relación (luego del arrepentimiento de Miriam) como resultado de la misericordia y la gracia de Dios.
Quiero tomarme un poco más de tiempo, mientras finalizamos esta serie, para darles otra aplicación práctica de lo que hemos visto en Números 12 acerca de la vida de Miriam, y quiero hacerlo con esta pregunta: «¿Cómo debemos responder cuando somos nosotras las atacadas?»
Algunas veces, e indistintamente de los roles que tengamos o de las circunstancias en que estemos en nuestras vidas, nos podemos ver atacadas de forma injustificada y no provocada. Esos ataques pueden venir de fuentes inesperadas.
Miriam, era una profetisa y Aarón, el sumo sacerdote. Ambos hermana y hermano de Moisés; sus familiares más cercanos, no exactamente personas de las que esperarías un ataque. Por lo que ¿qué se supone que hagamos?
Pienso que, de lo poco que se dice de Moisés en este capítulo, aprendemos algunas lecciones muy importantes. Primero y ante todo, necesitamos responder con un espíritu de mansedumbre y humildad.
Se nos dice en Números 12:3 que «Moisés era un hombre muy humilde». Era un hombre humilde y, como dijimos anteriormente, la evidencia de su humildad es que no dijo una sola palabra en su defensa.
Porque Moisés fue el más humilde de todos los hombres, pudo dejar el ataque (del que estaba siendo objeto), al Juez sabio y justo que lo había llamado y calificado para ejercer su oficio».
Cuando sabes que Dios te ha puesto donde estás… algunos de tus hijos adolescentes te podrían estar diciendo, «no tienes el derecho de decirme qué hacer». Pero cuando sabes que Dios te ha hecho madre de ellos, y que aunque quizás no seas la mejor madre del mundo, pero estás buscando agradar al Señor, no tienes por qué enfurecerte y perder los estribos cuando tu autoridad es cuestionada o retada.
Puedes aplicar este principio a otras situaciones también. Deja que Dios pelee tus batallas. Dale a Dios tiempo de actuar, como lo hizo en el caso de Miriam y de Moisés. Deja que Dios maneje tu situación de la manera que Él considere adecuada.
Proverbios 26:4 nos recuerda: «No respondas al necio de acuerdo a su necedad, para que no seas tú también como él». No le respondas neciamente.
Pudo haber sido muy fácil y natural para Moisés hacer lo que la mayoría de nosotras hubiese hecho. «¿No te has dado cuenta de que Dios me llamó? ¡Yo estuve en ese arbusto ardiente!» Él pudo haber utilizado toda clase de defensa, pero no lo hizo.
No le contestes al necio de acuerdo a su necedad o te convertirás en lo que esa persona es. Refrena tu boca de pecar, aunque otros pequen con sus bocas en tu contra.
Oye, lo que importa no es tu reputación. Tienes que estar dispuesta a renunciar a ello. Lo que importa es la gloria de Dios.
La venganza le pertenece al Señor. Deja que Dios haga lo que tenga que hacer en la vida de esa persona y clama misericordia para esa persona en lugar de juicio.
Sé lo que estás pensando: «Ellos se lo buscaron». Y es correcto. Pero también nosotras. ¿No te alegras de que Dios haya sido misericordioso contigo en lugar de haberte pasado juicio?
De manera que clama como lo hizo Moisés. Él oró; él intercedió y dijo: «Señor por favor no dejes que muera. Por favor sánala, por favor».
Él intercedió por ella encarecidamente. Él pidió misericordia. Ahora bien, imagino que Moisés pudo haberse sentido vindicado secretamente, quizás hasta contento de ver a Miriam sufrir; pero no hay evidencia de que él respondiera de esa forma.
Santiago 2:13 nos dice: «Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia; la misericordia triunfa contra el juicio». ¿No te alegras? Asegúrate de que en tu respuesta triunfe la misericordia sobre el juicio para con los que han pecado contra ti.
Déjenme recordarles que como hemos visto en la historia de Miriam, el soportar la maldad con un espíritu de mansedumbre y humildad, podría estarte convirtiendo en el instrumento de gracia y sanación en la vida del que hace lo malo. Ese es el poder de la cruz.
Eso fue lo que pasó cuando Moisés lo soportó calladamente. Dios vino a su rescate, en su defensa. Dios lidió con Miriam, pero al final, y como resultado de la disposición de Moisés de orar por su hermana quien había pecado grandemente, él se convirtió en el instrumento de la misericordia de Dios en su vida y en su sanación.
No conozco una ilustración que manifieste mejor ese tipo de impacto como la que vemos en 1 de Pedro 2:19-25:
«Porque esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante Dios, alguno sobrelleva penalidades sufriendo injustamente. Pues ¿qué mérito hay, si cuando pecáis y sois tratados con severidad lo soportáis con paciencia? Pero si cuando hacéis lo bueno sufrís por ello y lo soportáis con paciencia, esto halla gracia con Dios. Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas».
En ese sentido, Moisés es en realidad un tipo de Cristo.
«EL CUAL (Cristo) NO COMETIÓ PECADO, NI ENGAÑO ALGUNO SE HALLÓ EN SU BOCA; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia; y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados».
Por la disposición de Moisés de soportar esas heridas, Miriam fue sanada. Por la disposición de Cristo de soportar nuestras heridas, en última instancia fuimos sanadas nosotras.
«Pues vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas».
Ese es el poder del Justo que sufrió por los injustos para llevarnos a Dios, para llevarnos al arrepentimiento. Y así como Dios nos redimió por Su disposición de cargar nuestros pecados, así (cuando estamos dispuestas a soportar las heridas que nos han infligido otros con sus lenguas o actitudes o deslealtad, cuando lo tomamos con mansedumbre y humildad) manifestamos el espíritu de Cristo; y así veremos el poder de la cruz en esa situación, al ver al malhechor, al pecador, ser llevado al arrepentimiento y la sanación.
Annamarie: Nancy Demoss de Wolgemuth ha estado explorando la historia que encontramos en la Biblia acerca de Miriam. A través de esta nos ha dado las buenas noticias acerca del pecado y del perdón.
Este mensaje es parte de la serie titulada, Recordando a Miriam. Este personaje bíblico tiene mucho que decirnos a las mujeres al día de hoy. Ha sido de tanta bendición escuchar acerca de asuntos importantes del corazón en los que todas debemos pensar.
¿Alguna vez has dicho algo como esto?: «Tenemos que hacer las cosas de la forma en que siempre se han hecho». Averigua por qué esta manera de pensar podría llevarte a pecar de la manera en que Miriam pecó. Esto será mañana, ahora Nancy regresa para orar con nosotras.
Nancy: Oh, Señor, enséñanos a pensar como Tú. Ayúdanos a recordar lo que le hiciste a Miriam cuando salía de Egipto, a recordar el reproche, la vergüenza, el precio y las consecuencias de su pecado y a recordar también la increíble gracia y la misericordia que tuviste para con ella como resultado de la intercesión y el arrepentimiento.
Y cuando otros pequen contra nosotras, oh, Señor, oro para que nos des ese espíritu humilde y manso como el que mostró Moisés; el que demostró nuestro Señor Jesucristo nuestro Salvador cuando murió por la salvación del mundo, y por nuestra salvación, a pesar de haber pecado contra Él en gran manera. Que podamos poner de manifiesto la humildad y la disposición para soportar los pecados de otros para que puedan ser sanados. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Por Tu Misericordia, Sovereign Grace Music, Eres Dios, ℗ 2012 Sovereign Grace Music. Canción usada con permiso.
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