La llave de David
Débora: ¡Es oficial! ¡Estamos en temporada navideña! Muchas veces, en medio de todo el ajetreo de estos días, se nos olvida la verdadera celebración: el Salvador se hizo hombre y vino al mundo a rescatar pecadores para reconciliarnos con el Padre. Estos días no dejes de meditar en el asombroso regalo que hemos recibido.
Como ministerio, es nuestra oración que este tiempo sirva para recordar en qué consiste el verdadero amor. Fue el amor que movió el corazón del Padre para actuar a nuestro favor, entregando a Su único Hijo para salvar a la humanidad que le había dado la espalda. Que ese amor nos impulse a las buenas obras y al servicio a los que nos rodean, incluyendo a los más pequeños, pero sobre todo, no olvidemos contar sobre el sacrificio de nuestro Salvador. ¡Feliz Navidad!
Cuando piensas en los nombres de Jesús, ¿cuáles te vienen a la mente? …
Débora: ¡Es oficial! ¡Estamos en temporada navideña! Muchas veces, en medio de todo el ajetreo de estos días, se nos olvida la verdadera celebración: el Salvador se hizo hombre y vino al mundo a rescatar pecadores para reconciliarnos con el Padre. Estos días no dejes de meditar en el asombroso regalo que hemos recibido.
Como ministerio, es nuestra oración que este tiempo sirva para recordar en qué consiste el verdadero amor. Fue el amor que movió el corazón del Padre para actuar a nuestro favor, entregando a Su único Hijo para salvar a la humanidad que le había dado la espalda. Que ese amor nos impulse a las buenas obras y al servicio a los que nos rodean, incluyendo a los más pequeños, pero sobre todo, no olvidemos contar sobre el sacrificio de nuestro Salvador. ¡Feliz Navidad!
Cuando piensas en los nombres de Jesús, ¿cuáles te vienen a la mente? Es nuestro Salvador, nuestro Pastor. Es el Rey de reyes y Señor de señores, el Hijo de Dios. ¿Pero qué tal, la llave de David? Normalmente, no nos enfocamos en ese.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo ha abierto el paraíso. ¿Cómo hizo esto? Porque Él es la llave que abre y que nadie puede cerrar. Esto significa que si Cristo te ha dado vida eterna, y si tienes vida eterna, solo la tienes porque Él te la ha dado.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 22 de diciembre de 2023.
Hoy seguiremos profundizando en el himno Oh ven, Emmanuel. Veremos qué significa que Jesús se llame a sí mismo la llave de David. Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Esta semana estamos hablando sobre el que yo llamo mi nuevo villancico favorito de Navidad. Un villancico es una canción de gozo que normalmente habla sobre la celebración del nacimiento de Cristo. Me encanta escucharlos no solo en esta época del año, sino a lo largo de todo el año también.
Hemos estado hablando sobre este himno o villancico que conocemos como Oh ven, Emmanuel. Hemos dicho que originalmente tiene siete estrofas y algunas de estas no se encuentran en nuestros himnarios modernos. Pero cada una de esas siete estrofas refleja uno de los títulos o de los nombres de Jesús, el Mesías.
Muchos de estos nombres aparecieron por primera vez en el Antiguo Testamento. Ya hablamos en el episodio anterior sobre el nombre Emmanuel. Hablamos también sobre el nombre La Vara de Isaí, y hoy llegamos a la estrofa que habla sobre la llave de David.
Este es un término o nombre con el cual yo no estaba muy familiarizada, así que ha sido una bendición para mí ir a la Escritura, indagar un poco más y descubrir lo que significa el término, llave de David.
Déjame leerte la estrofa porque puede que no la encuentres en tu himnario. Y por cierto, este himno data del siglo nueve. El autor dice:
¡Oh, ven Tú, Llave de David!
Abre el celeste hogar feliz;
Haz que lleguemos bien allá,
Y cierra el paso a la maldad.
Oh ven, Tú, Llave de David.
Tendría que decirte, que si me lo hubieras preguntado, no habría sabido dónde encontrar esta frase en las Escrituras. Tenía un vago recuerdo de dónde estaba, y si vas al libro del Antiguo Testamento que tiene muchas profecías sobre el Mesías, ahí lo encontrarás, y es en el libro de Isaías.
En Isaías 22 es donde encontramos la referencia a la llave de David. Déjame darte un poco del contexto de este pasaje. Y así como sucede con muchas de las profecías del Antiguo Testamento, ellas tienen un propósito o cumplimiento inmediato y cercano, pero también tienen un cumplimiento lejano que habla sobre la promesa del Cristo venidero, que no se iba a cumplir hasta 700 años más tarde.
Así que este es un pasaje profético. De una manera directa, el profeta está hablando sobre dos líderes en Israel. Sus nombres no nos son muy familiares. El primero es un hombre llamado Sebna. Sebna era un hombre que se exaltaba a sí mismo como líder.
Era orgulloso, pero no era un hombre de Dios, piadoso. Al final Dios dijo: «Voy a destituirte». Voy a quitarle a Sebna el liderazgo. En su lugar, Dios dijo, «voy a levantar a un hombre que sustituya a Sebna, un hombre llamado Eliaquim». Eliaquim iba a ser un líder sabio y fiel, levantado por Dios.
Vemos en este hombre Eliaquim a un tipo de Cristo. Sabemos muy poco de este hombre, pero las frases que se nos dan para describirlo también se usan para describir al Mesías. En Isaías 22:22 el profeta dice: «Entonces pondré la llave de la casa de David sobre su hombro», hablando inmediatamente sobre Eliaquim, pero a largo plazo sobre Cristo; «pondré la llave de la casa de David sobre su hombro».
Recuerda, el linaje de David se convirtió en el linaje de reyes y gobernadores de Israel, porque Dios levantó a David para que fuera un rey conforme a Su corazón. A través de este linaje vendría el Mesías a la tierra.
Mientras leía esta frase de «la llave de la casa de David sobre su hombro», me acordé de otra frase en el libro de Isaías. En el capítulo 9 dice: «Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (v. 6). La soberanía estará sobre Sus hombros, la llave sobre Su hombro.
Isaías 22:22 continúa diciendo, «cuando él abra, nadie cerrará, cuando él cierre, nadie abrirá». La llave mencionada en este versículo y a través de la Escritura es un símbolo de autoridad. Es un símbolo de poder, un símbolo de control. Nos dice que Cristo el Mesías es el Rey y Él tiene las llaves del reino.
La llave es un símbolo de acceso, no solo de autoridad. Las llaves nos permiten entrar a lugares. El rey que tenía la llave del reino tenía acceso a todos los tesoros reales. Él tenía acceso a cualquier cosa que quisiera porque era su reino y él tenía las llaves.
Aquí tenemos una imagen de autoridad absoluta, de poder, y el derecho que el Mesías tiene de entrar a cualquier lugar que le plazca. No hay nadie que tenga una mayor autoridad, nadie puede impedir que Él entre, si desea entrar. Él puede abrir cualquier puerta y puede cerrar cualquier puerta que quiera.
Vemos que Cristo, quien es la llave de David, tiene autoridad soberana para controlar quién entra en Su reino y quién no. Él tiene las llaves del reino.
Ahora, cuando vamos al libro de Apocalipsis –al final de sus biblias– vemos esta frase de Isaías repetida. En Apocalipsis 3:7, Jesús dice a través de Su siervo Juan:
«Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: “El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, (Cristo que tiene la llave de David) el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto: ‘Yo conozco tus obras. Por tanto he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poco poder, has guardado Mi palabra y no has negado Mi nombre’”» (vv. 7-8).
En este pasaje vemos el cumplimiento del pasaje del Antiguo Testamento. Vemos que Cristo tiene la llave de la salvación y que Él tiene la llave para bendecir. Si tienes salvación, si tienes bendiciones en tu vida, es porque Cristo tiene la llave y te abre la puerta para que entres y tengas vida eterna.
No solamente tiene la llave para la vida, las bendiciones y la salvación también. Según el libro de Apocalipsis, también tiene la llave para la muerte y el infierno. En Apocalipsis 1, Jesús dice:
«No temas, yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (vv. 17-18).
El Hades es el lugar a donde van los muertos.
El autor del himno, de este villancico que hemos estado viendo dice: «¡Oh, ven Tú, Llave de David! Abre el celeste hogar feliz». Abre el cielo para nosotras. Y ¿cómo puede Él hacer esto? Porque Él es la llave y lo que Él abre nadie lo puede cerrar.
Esto significa que si Cristo te ha dado vida eterna, si tienes vida eterna, solo la tienes porque Él te la ha dado. Él abrió la puerta. No fue por tu propia iniciativa. No había nada que pudieras hacer para conseguirlo por ti misma. Si tienes vida eterna, Él te la ha dado y nadie te la puede quitar.
Y en contraposición, lo que Él cierra nadie lo puede abrir. Solo Él tiene la llave de la vida. Y si tú no has recibido la vida eterna de Él, no tienes ninguna manera de entrar al cielo. Lo que Él cierra, nadie lo puede abrir.
Y no solo tiene la llave para la vida eterna y para el cielo, sino que también tiene la llave para todo lo que necesitamos aquí en la tierra hasta que lleguemos al cielo. Él es el único que tiene la llave donde guarda los tesoros de Sus abundantes riquezas espirituales.
Todo lo que tú y yo necesitamos para la vida y la piedad en este mundo y en la eternidad se encuentra en Cristo, quien es la llave de David. Todo lo que necesitas entender es Su Palabra, Él es la llave. Él es el único que puede abrir puertas.
Te cuento que yo necesitaba esa llave esta semana pasada cuando estaba intentando descubrir lo que la llave de David significaba. Tuve que rogarle al Señor y decirle, «Señor, Tú tienes la llave. Abre Tu Palabra delante de mí. Muéstrame lo que significa esto. Dame entendimiento». La llave no se encuentra en mí, y tampoco en ti. No es nuestra sabiduría, nuestra fortaleza, nuestras habilidades o nuestros esfuerzos, es Cristo, la llave de David.
Por eso oramos:
¡Oh, ven Tú, Llave de David!
Abre el celeste hogar feliz;
Haz que lleguemos bien allá,
Y cierra el paso a la maldad.
Luego está la estrofa que llama a Cristo la aurora celestial. Esta estrofa nos dice que gracias a que Jesús vino a esta tierra, gracias a Su adviento –esta palabra significa llegada o venida– gracias a Su adviento, ya no tenemos por qué caminar en oscuridad. No tenemos que caminar con miedo. No tenemos que vivir con angustia porque Cristo es la fuente de luz y de vida. Por eso, Él es la fuente de la verdadera alegría. Esa alegría viene de Él a nuestros corazones porque Él ha venido a la tierra.
La cuarta estrofa de Oh ven, Emmanuel, dice:
¡Oh, ven Tú, Aurora celestial!
Alúmbranos con Tu verdad;
Disipa toda oscuridad
Y danos días de solaz.
Alégrate, ¡oh Israel!
Vendrá, ya viene Emmanuel.
El escritor decía, «oh, ven Tú, Aurora celestial. Esta frase, aurora celestial, hace referencia a una canción cantada por Zacarías en Lucas 1. Era una canción profética. No sé si recuerdas que Zacarías fue el padre de Juan el Bautista. Y cuando su hijo Juan nació, Zacarías fue lleno del Espíritu Santo. En Lucas 1:68, cuando profetizó dijo:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha traído redención para Su pueblo».
Luego, a partir del versículo 76, Zacarías profetiza:
«Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo;
Porque irás delante del Señor para preparar Sus caminos;
Para dar a Su pueblo el conocimiento de la salvación
Por el perdón de sus pecados,
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que la Aurora nos visitará desde lo alto,
Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,
Para guiar nuestros pies en el camino de paz».
Hay diferentes traducciones de este versículo. La palabra Aurora, «con que la Aurora nos visitará desde lo alto», la Nueva Versión Internacional la traduce, «así nos visitará el sol naciente».
El punto es que el amanecer, la mañana, el momento en que la luz aparece lentamente y disipa la oscuridad, es la aurora. Se nos dice que Cristo es la aurora desde lo alto, la salida del sol del cielo, del sol naciente, el regalo de Dios para nosotros. Él trae luz a nuestra tierra oscura, y da luz a aquellos que se sientan en oscuridad y en sombra de muerte.
A medida que hemos examinado el libro de Isaías, encontramos algunas profecías que nos cuentan que esto es lo que Jesús haría cuando viniera a la tierra. Por ejemplo, en Isaías 9:1 dice: «A pesar de todo, no habrá más penumbra para la que estuvo angustiada» (NVI).
Isaías 9:2 dice: «El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos».
El amanecer, la luz, la aurora, la mañana. ¿Por qué? Isaías 9:6 dice: «Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros». La Aurora desde lo alto, la salida del sol naciente desde el cielo nos ha visitado. Dios ha venido a la tierra. Jesucristo es la Aurora desde lo alto que ha venido a visitar la tierra. Es Dios enviando el amanecer, la luz, la mañana y la salida del sol a esta tierra oscura, esta tierra que durante años ha sufrido en la oscuridad del pecado y de la muerte.
Vienen a mi mente versículos del libro de Génesis cuando la oscuridad cubría la tierra, pero el Espíritu de Dios se movía por encima de la superficie de las aguas (véase Gen 1:2). Y llegó el momento en que: «Entonces Dios dijo: “Sea la luz”. Y hubo luz» (1:3).
Jesucristo es la luz que vino a esta tierra oscura y pecadora a traer la mañana, a traer el día, a traer el amanecer a nuestros corazones. Vemos que Cristo es la luz del mundo a través de la Escritura. En Malaquías 4 dice: «Pero para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldrán y saltarán como terneros del establo» (v.2).
Cuando estábamos en la oscuridad del pecado, esclavas de Satanás y de la muerte, no podíamos ver. Nos tropezábamos en la oscuridad de este mundo que se encuentra en oscuridad espiritual. Pero una vez que la luz se encendió, una vez que el día amaneció, una vez que la Aurora apareció, logramos ver. Podemos saltar de gozo, podemos alegrarnos, podemos ser liberadas de nuestra desesperanza. Podemos regocijarnos porque la Aurora celestial, nos ha visitado desde lo alto.
Cuando Cristo venga, como ese sol naciente, como el amanecer, disipará la oscuridad y las tinieblas. Jesús dice, en Apocalipsis 22:16: «Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana». Él es el Único que hace que el miedo a la muerte desaparezca. Él es el que trae alegría y esperanza a aquellos que están desesperados, sin esperanza. Cristo es la luz que penetra en la oscuridad de este mundo.
De hecho, encontramos en la Escritura que la completa realización, la plenitud de esta luz no ha llegado todavía. Todavía no vivimos en el mediodía. Hemos visto el amanecer, hemos visto la Aurora, pero sabemos que todavía hay mucha oscuridad que tiene que disiparse en este mundo.
Sabemos que la plenitud de la luz va a venir. Segunda de Pedro capítulo 1, hace referencia a esto. Habla sobre el tiempo en que el día amanecerá y la estrella de la mañana brillará en nuestros corazones (véase v.19). Dice que hasta que llegue ese momento tenemos la Palabra de Dios que es como una lámpara que brilla, que alumbra en la oscuridad. Tenemos a Cristo, la Palabra viva brillando en nuestros corazones. Aun así, hay un sentido de que habrá una plenitud en un día que ha de venir. Me encanta la descripción en Apocalipsis 21, que nos cuenta cómo será ese día. Habla sobre que ya no habrá oscuridad; cuando se instauren los cielos nuevos y la nueva tierra, «Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos» (v.3).
Se nos dice: «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera» (v.23). No habrá noche. ¿Te lo puedes imaginar? Bueno, no podemos. Pero intenta imaginar ese día cuando no haya más noche, no más tinieblas, no más tristezas, no más enfermedades, no más oscuridad, no más muerte, no más penas, no más dolores y no más lágrimas.
Todo esto es posible porque la Aurora desde lo alto, el amanecer, la mañana, nos ha visitado y Él está amaneciendo en nuestros corazones. Y lo continuará haciendo en este mundo hasta que no haya oscuridad, hasta que no quede ninguna sombra. Vivimos hoy en esperanza del día que vendrá.
Cristo es la luz del mundo que nos trae esperanza, que nos trae luz, que nos da alegría en nuestros corazones. Quiero que recordemos en esta Navidad que Cristo no solo es la luz del mundo, sino que también es la Aurora que ha amanecido en nuestro mundo y en nuestros corazones, el único que ha puesto alegría en nuestros corazones, el que disipa las nubes tenebrosas de la noche, quien hace que la sombra oscura de muerte se desvanezca como hemos estado leyendo en este himno.
Porque Cristo mismo es la Aurora que ha resplandecido en nuestros corazones, y es quien nos ha dicho, «ustedes son la luz del mundo». Él entra en nuestros corazones, los alumbra y Él brilla a través de nosotros para dar luz a este mundo oscuro. Somos la luz del mundo. Los creyentes somos la luz del mundo.
1 Tesalonicenses dice: «porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas» (v.5). Así que no vivan como hijas de las tinieblas. Vivan como hijas del día.
Efesios 5 dice: «porque antes ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor; anden como hijos de luz. Porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinen qué es lo que agrada al Señor, y no participen en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascárenlas» (vv. 8-11).
¿Cómo podemos exponer la oscuridad? ¿Cómo podemos desenmascararla? Siendo luz. Dejando que la luz de Cristo brille a través de ti en este mundo oscuro. Leemos este versículo en Proverbios 4 y pienso que no solo habla de Cristo sino de nuestras vidas. Dice: «Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que es pleno día» (v.18).
Cristo es nuestra justicia. Él es la Aurora. La luz de la mañana. Él brilla más y más fuerte en este mundo hasta que llegue el día en que ya no haya más oscuridad ni más sombra.
Pero somos llamadas en este mundo, que aún tiene muchas sombras, a ser Su luz. Somos llamadas a ser justas, a brillar como la luz de la mañana, a brillar más y más hasta que sea pleno día, hasta que llegue ese día.
Débora: Y tú, ¿están tus ojos en Jesús? ¿Eres luz allí donde Él te ha puesto? Hoy has estado escuchando la segunda parte de la enseñanza de Nancy DeMoss Wolgemuth titulada, Oh ven Emmanuel. Puedes encontrar tanto el audio como la transcripción de estos episodios en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com.
En Aviva Nuestros Corazones buscamos ser una infusión diaria de gracia, de esperanza y de pensamiento bíblico centrado en el evangelio, que ayude a las mujeres a filtrar lo que el mundo ofrece a través de la Palabra de Dios, para encontrar así la libertad, la plenitud y la abundancia que solo se encuentran en Cristo.
El Señor ha sostenido este ministerio a lo largo de los años y nos ha permitido alcanzar a muchas mujeres en diferentes partes del mundo, en formas que solo Él puede hacer posibles.
Si anteriormente has donado a Aviva Nuestros Corazones, queremos darte las gracias, y nos gozamos de que a través de ello seas parte de lo que Dios hace en la vida de muchas mujeres. Si no lo has hecho pero has sido bendecida por este ministerio, si has recibido a través de Aviva Nuestros Corazones una infusión de gracia en tu propia vida, ¿orarías y considerarías hacer una donación?
Te necesitamos, tú puedes ser parte de la misión vital de nuestro ministerio permitiéndonos llegar a las mujeres con el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en Cristo. No hay donación pequeña, cada dólar que dones este mes será duplicado.
Espero que esta enseñanza, a través de la que hemos estado fijando nuestros ojos en Jesús, haya sido de edificación para tu vida. Y te animamos a celebrar la Navidad con los ojos puestos en Él, considerando el verdadero significado de Su nacimiento.
Esperamos que tengas una Navidad muy especial, con los ojos espirituales puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Asegúrate de acompañarnos el lunes para escuchar la historia de una mujer que lloró a los pies de Jesús. Sí, Nancy estará hablando de la mujer pecadora que enjugó los pies del Señor con sus lágrimas en la casa de Simón, el fariseo.
Fijando nuestros ojos en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación