La humildad de Cristo
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es impensable que nos exaltemos, que nos promovamos a nosotros mismos, que nos resistamos, que nos resistamos a Dios o que seamos orgullosos en nuestros corazones, cuando hemos sido salvados por un Dios que se humilló…
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Ayer comenzamos a ver una escena poderosa: Jesús siendo dedicado en el templo de Jerusalén. Recordamos algunas verdades muy importantes en las que debemos reflexionar en esta época de Navidad.
Nancy: Jesús tuvo que venir en la carne. Tuvo que ser hecho como uno de nosotros para poder ser el fiel sumo sacerdote lleno de misericordia, y para abogar por nuestra causa ante Dios.
Jesús vino a ofrecer salvación para aquellos que necesitan un Salvador. Esto es, a todos nosotros. Necesitábamos ser salvos de nuestro pecado. Necesitábamos ser salvos de la ira de …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es impensable que nos exaltemos, que nos promovamos a nosotros mismos, que nos resistamos, que nos resistamos a Dios o que seamos orgullosos en nuestros corazones, cuando hemos sido salvados por un Dios que se humilló…
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Ayer comenzamos a ver una escena poderosa: Jesús siendo dedicado en el templo de Jerusalén. Recordamos algunas verdades muy importantes en las que debemos reflexionar en esta época de Navidad.
Nancy: Jesús tuvo que venir en la carne. Tuvo que ser hecho como uno de nosotros para poder ser el fiel sumo sacerdote lleno de misericordia, y para abogar por nuestra causa ante Dios.
Jesús vino a ofrecer salvación para aquellos que necesitan un Salvador. Esto es, a todos nosotros. Necesitábamos ser salvos de nuestro pecado. Necesitábamos ser salvos de la ira de Dios. Necesitábamos ser salvos del juicio de Dios.
El nombre de Jesús no se puede comparar con ningún otro nombre. Tampoco se puede comparar con ninguna otra persona en la historia. Su nombre es sobre todo nombre, sobre todos los reyes y gobernantes. Su nombre está por encima de los más ricos, los más brillantes, los más famosos. Su nombre está por encima de todo líder religioso, todo líder político, y todo líder humano. Su nombre es supremo sobre todo nombre.
Débora: Hoy Nancy nos ayudará a ver cómo esta escena de la dedicación de Jesús nos apunta a Su humildad, al continuar con la serie titulada, La dedicación del Rey.
Nancy: Creo que una de las cosas más sorprendentes acerca de la fe cristiana es la humildad de Dios. Podemos tener un vistazo de esto en el texto que estamos viendo esta semana, Lucas, capítulo 2.
Déjame pedirte que abras la Biblia, si aún no lo has hecho, en Lucas capítulo 2, versículo 21 donde nos dice: «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle (esto es después del nacimiento de Cristo), le pusieron por nombre Jesús, el nombre dado por el ángel antes de que Él fuera concebido en el seno materno».
En la sesión anterior vimos el versículo y vimos la humanidad de Cristo, el hecho de que Él es plenamente humano. Vimos también la deidad de Cristo, el hecho de que Él es completamente Dios. Vimos en ese versículo la identidad de Cristo: quién es Él y por qué nació. Ahora bien, en este versículo vemos la humildad de Cristo, el hecho de que Dios se humilló a Sí mismo.
Una de las palabras que los teólogos utilizan para hablar de la humildad de Dios o la humildad de Cristo es Su condescendencia. Él condescendió. Se humilló para venir a esta tierra.
El Salmo 113 nos dice: «Excelso sobre todas las naciones es el Señor; su gloria está sobre los cielos. ¿Quién es como el Señor nuestro Dios, que está sentado en las alturas…?» (vv. 4-5). Y entonces en el versículo 6 dice: «Quien se humilló a sí mismo». El Señor que mora en las alturas se «humilla a sí mismo a ver en los cielos y en la tierra».
Piensen en eso por un momento. Dios se humilla. Dios condesciende para ver, para contemplar las cosas que están en los cielos. Dios tiene que humillarse para mirar lo que está en el cielo. Nosotros tenemos que mirar hacia arriba para ver lo que hay en el cielo. Dios tiene que mirar hacia abajo para ver las cosas que están en los cielos.
Los ángeles son inferiores a Dios. Dios se inclina hacia abajo. Él se humilla a mirar las cosas en el cielo. Eso es increíble para mí, pero aún más sorprendente es el hecho de que Dios se humilla, no solo para contemplar las cosas que están en los cielos, sino que se humilla a Sí mismo a contemplar las cosas que están en la tierra.
¿Hasta dónde tuvo el Señor que humillarse para llegar a esta tierra como un bebé? No lo podemos comprender. El Salmo 8:3-4 nos dice que Dios no se limita a humillarse a Sí mismo para mirarnos. Él hace más que eso. El salmo dice: «Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides?»
- Por lo tanto Dios no solo nos mira, Él se involucra con nosotros
- Él se humilla
- Él condesciende a nosotros
- Se humilla para pensar en nosotros
- Él se acuerda de nosotros
- Se humilla para cuidar de nosotros
- El hecho de que le importamos a Dios es la mayor prueba de la condescendencia de Dios, de la humildad de Dios
Quiero decirte algo aún más sorprendente. La condescendencia de Dios va más allá de eso. Él no solo nos mira. Él no solo piensa en nosotros. Él no solo se preocupa por nosotros. En Navidad celebramos el hecho de que Dios bajó a la tierra y se convirtió en uno de nosotros. Se convirtió en un hombre.
Permítanme introducirles otro término teológico. De seguro lo has escuchado, sin duda, pero me pregunto si podrías explicarlo. Es el término de la encarnación. Seguro escucharás mucho esa palabra en esta época del año. Esa es una palabra que viene del latín que significa «en la carne». En términos teológicos significa: «el Verbo se hizo carne». Dios tomó forma humana. Emmanuel: Dios con nosotros. La encarnación.
¿Ves? La historia de la Navidad no es solo una dulce historia acerca de un bebé que nace en circunstancias adversas. Tenemos muchas imágenes lindas y la música dulce. Es eso, pero es mucho más que eso. La historia de la Navidad se centra en una doctrina que es vital para la fe cristiana, la doctrina de la encarnación.
Un teólogo define la encarnación de la siguiente manera: «Es el acto del Hijo de Dios por el cual Él tomó para Sí mismo una naturaleza humana». Jesús era Dios hecho carne. Esa es la encarnación. El hecho de que el Hijo de Dios fue concebido en el vientre de la virgen María y que se hizo hombre... ¡Qué increíble acto de humildad y condescendencia!
Filipenses capítulo 2, versículos 6-7, nos dice que a través de Jesús «el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, (¿y qué hizo?) sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres».
En los próximos momentos quiero que pensemos solo acerca de la encarnación; que reflexionemos sobre el hecho de que Dios se hizo hombre, de que tomó forma humana. El hecho de que el Dios de la eternidad entró en los límites del tiempo. El versículo que hemos estado viendo en Lucas 2 nos dice que al final de ocho días, el bebé fue circuncidado y se le llamó Jesús.
El Dios de la eternidad entró en el tiempo. El Dios que es infinito entró en los límites del espacio. Él fue concebido en un útero. El Dios del infinito reducido al espacio de una matriz. Dios que es Espíritu se hizo carne.
El cielo y la tierra no pueden contener a Dios, y sin embargo, Dios fue confinado a un cuerpo humano.
- El Anciano de Días se convirtió en un recién nacido.
- Con el nacimiento de Cristo, el Consolador (con mayúscula) se convirtió en un bebé indefenso.
- El que tiene el universo en Sus manos y cuyos brazos eternos están por debajo de toda la creación se resguardó en los brazos de María y de José, como veremos más adelante en este capítulo.
- Sus brazos sostienen el universo en su lugar, y sin embargo, los brazos de una adolescente lo sostuvieron.
- Aquél del cual dependemos para cada aliento, se hizo dependiente. Tuvo que ser llevado al templo en brazos de Su madre.
- El que es el dador y la fuente de toda vida, por quien todas las cosas en el cielo y en la tierra se hicieron (Él es el creador, Él es el dador y la fuente de la vida), se hizo a semejanza de la carne humana.
- Al pensar sobre esto, vi que Él fue como un alfarero de renombre convirtiéndose en una olla de barro.
- El Creador se convierte en uno de Sus seres creados.
- El que creó la primera mujer, nació de una mujer.
- El que abre y cierra la matriz y hace que la concepción tenga lugar, Él mismo fue concebido y se convirtió en un embrión dentro del útero de una mujer.
El Salmo 24:4 nos dice que Él es el único cuya voz es potente y completa y majestuosa. Él es aquel cuya voz es poderosa y llena de majestad, Aquél que se redujo al llanto de un bebé. El Salmo 29:9 nos dice que Su voz hace a las ciervas dar a luz. Aquel cuya voz hace que la cierva dé a luz, se deslizó por el canal del parto de una mujer.
El mismo Salmo (29:10) nos dice que Él se sienta como rey cuando el diluvio para siempre. El que se sienta como rey cuando el diluvio para siempre, cambió Su trono celestial por una cama hecha de paja, en el lugar donde los animales se alimentan.
Es sorprendente, ¿verdad? Es asombroso para mí. El que creó a los ángeles fue, de acuerdo a Hebreos 2:7, por un tiempo hecho menor que los ángeles. Como una prueba más de Su humildad, desde los primeros días de la vida de Jesús aquí en la tierra y a lo largo de toda Su vida, vemos Su sumisión y Su obediencia. Dios se humilla. Dios se somete a Sí mismo en la persona de Cristo y se hace obediente.
¿Cómo se ve esto aquí en Lucas, capítulo 2, versículo 21? «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, el nombre dado por el ángel antes de que Él fuera concebido en el seno materno». Vemos Su sumisión y Su condescendencia, en este versículo.
En primer lugar, en el mismo hecho de que se le hubiese dado un nombre. Tú dirás, ¿cómo muestra eso Su humildad? Bueno, ser nombrado en sí, es un acto de sumisión. La práctica de nombrar algo o alguien en la Escritura se asocia con autoridad o dominio, como cuando Adán fue asignado para nombrar a los animales y se le dio dominio sobre los animales.
A Aquél por quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, según Efesios capítulo 3; Aquél de donde todos obtenemos nuestros nombres; Aquél nombre delante de quien se doblará toda rodilla, a Él le fue dado un nombre humano. Dios es el que eligió el nombre de Su Hijo, el nombre de Jesús. Esto demuestra la autoridad del Padre sobre el Hijo y la sumisión del Hijo al Padre.
La forma como Él se sometió es una prueba de Su humildad. Así que, por cierto, cuando se nos pide que nos sometamos a las autoridades humanas, recuerda que nunca lucirás más como Jesús que cuando estés en sumisión a la autoridad ordenada por Dios.
El soberano del universo, Aquel ante el cual se postran los ángeles, se hizo obediente. Él obedeció la voluntad de Su Padre. Fue obediente a la voluntad de Sus padres terrenales. Fue obediente al sufrimiento. Fue obediente a la ley de Moisés y a la ley de Dios.
Vemos que este versículo de Lucas, capítulo 2, versículo 21, nos dice que Él fue circuncidado. A medida que avanzamos hacia el resto de este pasaje en los próximos días, vamos a ver más de cerca la obediencia de Jesús a la ley de Dios, pero comenzó aquí mismo, ocho días después de Su nacimiento en el hecho de que Él fue circuncidado.
¿Qué significa esto y cómo nos muestra la humildad y la sumisión, la obediencia de Jesús? Bueno, la palabra circuncisión proviene de dos palabras latinas que significan «cortar alrededor». La circuncisión es la extirpación quirúrgica o el corte de la piel del prepucio del órgano reproductor masculino.
La circuncisión fue dada a Abraham en Génesis capítulo 17 como el signo o el sello del pacto de Dios con Su pueblo judío. Era una señal que se le requería a todos los varones judíos cuando tenían ocho días de edad. Dios lo mandó y Jesús lo obedeció, Sus padres obedecieron, lo llevaron a través del proceso de seguir y obedecer y someterse a la ley de Dios con respecto a la circuncisión.
La circuncisión física de los bebés varones judíos estaba destinada a ser un símbolo, una imagen de una realidad espiritual. Se suponía que iba a representar una obra de Dios en el corazón humano. Así leemos a través de la Escritura donde Dios le dijo a Su pueblo «circunciden sus corazones».
Tenían el acto físico de la circuncisión, pero esto debía representar una circuncisión espiritual en sus corazones. ¿Qué significaba eso? Quitar la iniquidad de sus corazones. Cortarla. Arrepentirse. Apartarse de sus pecados.
Así que en el versículo 21 de Lucas 2, vemos que Jesús fue circuncidado ocho días después de Su nacimiento. Esto plantea una pregunta. Jesús no tenía pecado para ser eliminado. Él era sin pecado. Él era perfecto. Él era el Hijo de Dios, y Él no necesitaba tener este símbolo ya que Él no tenía pecado.
¿Entonces por qué tenía que ser circuncidado? En primer lugar, era un testimonio público a los judíos de que Jesús mismo era judío según la carne. Nacido de mujer, nacido bajo la ley, Gálatas 4 nos dice que como un niño judío recién nacido, cumplió los requisitos de la ley.
Sin haber cumplido con estos requisitos de la ley, comenzando con la circuncisión en el octavo día después de Su nacimiento, Él no habría sido reconocido por los judíos como el Hijo de David o la simiente de Abraham. No podría haber sido el Mesías si no era totalmente judío. Esto era un testimonio público de que Él era un judío, según la carne.
En Su circuncisión, demostró Su sometimiento a la ley de Dios. El Dios soberano que estableció este pacto, se sujetó a este en primer lugar. ¿Por qué? Para que pudiera liberarnos de la esclavitud de la ley. Si Él no hubiese cumplido la ley, no habría podido redimirnos de la esclavitud de la ley.
Así que Cristo sufrió. Esta era parte de Su sumisión, parte de Su humildad. Él sufrió, incluso a Sus ocho días de nacido, mientras soportaba un dolor en la carne tras ser circuncidado y lo hizo por nosotros, por nuestro bien.
Un comentarista dice que la circuncisión de Jesús fue Su primer sufrimiento para nosotros. Fue un anticipo de los grandes sufrimientos que Él algún día sufriría por los pecadores. Su circuncisión demostró Su obediencia, no solo a la ley de Dios, sino Su disposición a derramar Su sangre para el perdón de nuestros pecados. Este fue el primer derramamiento de Su sangre. Solo unas pocas gotas en este punto, pero una imagen de Aquel que un día derramaría ríos de sangre en la cruz.
Federico Farrar escribió un comentario en el siglo 19 llamado, La vida de Cristo. Permíteme leerte lo que tenía que decir sobre este momento en la vida de Jesús. Él dice: «Tal y como el este captura los colores de la puesta de sol del oeste, así también fue Belén, un preludio al Calvario; aún la cuna del bebé está teñida con un reflejo rojo de la cruz del Redentor».
¿No es maravilloso esto? Vemos incluso en esta etapa, a los ocho días de vida, mientras Jesús pasa por el rito de la circuncisión, una leve sombra de la cruz, razón por la cual Jesús vino. Como un niño, Jesús se sometió a una ordenanza que no necesitaba para Sí mismo, ya que no tenía pecado para ser eliminado.
Y al hacer esto, habiendo pasado por el rito de la circuncisión, no solo fue hecho a semejanza de la carne humana siendo un bebé, sino que fue hecho a semejanza de la carne pecaminosa, como nos dice Romanos 8. Él vino a la tierra para tomar nuestro lugar como pecadores, a someterse a la ley de Dios, a sufrir las consecuencias del pecado, y a sacrificar Su propia vida como pago por nuestros pecados. Él lo hizo todo por nosotros.
El padre Damián fue un sacerdote belga en 1800, que fue a una aldea en la isla de Molokai en Hawai, un pueblo que había sido puesto en cuarentena debido a una colonia de leprosos. Durante 16 años, el padre Damián vivió con estas personas con quienes nadie más quería estar. Aprendió su lengua. Les sirvió. Él construyó casas para ellos. Organizó escuelas y coros.
En lugar de cuidarse y de mantener su distancia de los leprosos, como la mayoría lo hubiera hecho, él estuvo a su lado. Él vendó sus heridas. Comió con sus pacientes, a veces en el mismo plato. Tocó a la personas que otros consideraban intocables.
Poco a poco, a lo largo de sus años de servicio allí, ese pueblo fue transformado. La desesperación fue reemplazada por la esperanza. Sin embargo, durante años todavía era diferente en un punto muy importante. Ellos eran los leprosos, y él no lo era.
Entonces, un día se puso de pie ante su congregación y comenzó su sermón con tres palabras. «Nosotros los leprosos», ya que había contraído la lepra, viviendo entre la gente. Desde ese momento la gente en ese pueblo vio a este servidor en una luz totalmente diferente. Ahora no solo estaba viviendo entre ellos. No solo les servía. Se había convertido en realidad en uno de ellos. No solo iba a compartir su vida, ahora iba a morir como ellos morían.
En Navidad celebramos el día en que Dios vino a nuestro pueblo. No solo vino a ayudarnos. Comenzó Su mensaje diciendo: «Nosotros los leprosos». Nosotros los pecadores. Se había convertido en uno de nosotros. Él tomó nuestro pecado. Ahora bien, Él nunca pecó, sino que tomó nuestro pecado, desde la infancia. Él se humilló para tomar nuestra condición enferma de pecado y finalmente, fue a la cruz y murió nuestra muerte.
Así que mientras reflexionamos sobre la humildad, la condescendencia de Cristo, el hecho de que Dios asumió un cuerpo humano y se hizo carne, que se humilló, que soportó dolor, sangró, y en última instancia murió; al ver la gran humildad y condescendencia de Cristo, ¿cómo debemos responder? Bueno, sin duda, con gratitud. Dale gracias a Dios. Dale gracias a Dios por Su humildad, Su disposición a dejar de lado sus derechos como Dios. Su voluntad para negarse a Sí mismo. Su voluntad para ser obediente hasta el punto de derramar Su sangre, incluso a los ocho días de nacido.
Y mientras le damos gracias, ¿no debería nuestro corazón estar humillado? ¿Cómo podemos ponderar y considerar la humildad de Cristo y luego tratar con otros de formas que no son humildes? ¿Cómo podemos ser orgullosos? ¿Cómo nos aferramos a nuestros derechos? ¿Cómo podemos ser obstinados? ¿Cómo podemos ser desobedientes cuando Él se humilló, haciéndose obediente?
¿Cómo podemos ser egoístas cuando Él dejó todo el esplendor del cielo y la gloria, lo dejó a un lado y vino aquí a buscar nuestro bienestar, no el Suyo? ¿Cómo podemos promovernos a nosotros mismos cuando Él se bajó de Su trono para nacer en un pesebre?
¿Ves lo insensato que es? Es impensable que nos exaltemos, que nos promovamos a nosotros mismos, que nos resistamos, que nos resistamos a Dios o que seamos orgullosos en nuestros corazones, cuando hemos sido salvados por un Dios que se humilló, haciéndose obediente.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a recordar la increíble verdad de que Jesús «se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 4:7-8). Nancy regresará para orar con nosotras.
Y, si Jesús tuvo que atravesar sufrimientos, es difícil pensar que nosotras no tendremos que hacerlo. También hay muchas cosas a lo largo de la carrera que nos pueden llenar de temor o ansiedad, pero como hemos escuchado a Nancy decir anteriormente, «El cielo gobierna». La Biblia declara que Dios participa de forma personal y con propósito en todo lo que sucede en la tierra.
Y en momentos de angustia podemos encontrar refugio al levantar nuestra mirada al cielo y dejar que Su paz gobierne sobre nuestros corazones. Basada en el libro de Daniel, Nancy nos habla más sobre esto en su nuevo libro titulado, «El cielo gobierna». Visítanos en avivanuestroscorazones.com para más detalles de cómo puedes adquirirlo.
En nuestro próximo episodio continuaremos refrescando nuestra visión de la venida del Salvador al mundo. Veremos cómo, a pesar de los retos y dificultades, María y José obedecieron a Dios; y veremos por qué esto fue tan importante.
Nancy: María y José sabían lo que la ley decía que tenían que hacer. Ellos conocían la Palabra de Dios. La gente no tenía su propia copia de la Biblia, pero conocían la ley de Dios porque la habían pasado de una generación a otra. La escuchaban, estaban atentos a ella. Habían aprendido estas cosas de sus padres, y sus padres lo aprendieron de sus padres.
Débora: Asegúrate de acompañarnos para la continuación de esta serie. Ahora, oremos juntas.
Nancy: Padre, queremos darte las gracias. Queremos bendecirte por haberte encarnado, por hacerte hombre, por Tu increíble, asombrosa e impresionante condescendencia, por humillarte. Señor, no podemos entender lo que significó cruzar ese abismo, el abismo que tuviste que pasar para convertirte en uno de nosotros. Te damos las gracias. Danos un nuevo sentido de la maravilla de lo que eso significa.
Que nuestros corazones en esta temporada navideña estén humillados y quebrantados delante de Ti. Que podamos humillarnos delante de los demás. Que podamos vestirnos en el Espíritu de Cristo, no aferrándonos a nuestros derechos, sino entregándolos, rindiéndolos, por amor a Cristo que dejó todos Sus derechos por nosotros. Te lo ruego en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 Grudem. Systematic Theology. 1244, 543.
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