La historia de Yadira
Annamarie Sauter: Con nosotras Yadira Erchila Gorek.
Yadira Erchila Gorek: Y una vez le oré y le dije, «Señor, dame sabiduría y abre mi mente para entender el propósito de esta tribulación que no entiendo». Y el Espíritu me dio paz. Se trataba de su alma, se trataba de su alma. Y era un trato con él pero también conmigo. Porque en el proceso el Señor le dio a él paz, pero a mí me quebrantó.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura para hoy en el reto Mujer Verdadera 365 es la carta a los Romanos capítulos 10 al 12.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia de Saladín: ¿Alguna vez has experimentado una pérdida que te haya producido un profundo sufrimiento? O quizás, ¿alguna vez has pensado que lo que este mundo tiene para ofrecerte es mejor …
Annamarie Sauter: Con nosotras Yadira Erchila Gorek.
Yadira Erchila Gorek: Y una vez le oré y le dije, «Señor, dame sabiduría y abre mi mente para entender el propósito de esta tribulación que no entiendo». Y el Espíritu me dio paz. Se trataba de su alma, se trataba de su alma. Y era un trato con él pero también conmigo. Porque en el proceso el Señor le dio a él paz, pero a mí me quebrantó.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura para hoy en el reto Mujer Verdadera 365 es la carta a los Romanos capítulos 10 al 12.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia de Saladín: ¿Alguna vez has experimentado una pérdida que te haya producido un profundo sufrimiento? O quizás, ¿alguna vez has pensado que lo que este mundo tiene para ofrecerte es mejor que lo que Dios te ofrece— la salvación de tus pecados? Estas son algunas cosas que Yadira vivió. Has escuchado de ella en programas anteriores, y hoy queremos compartir contigo un poco más de su historia.
Esta es la segunda en una serie de historias acerca de la fidelidad de Dios en el sufrimiento. Estarás escuchándolas a lo largo de las próximas semanas a la luz de la enseñanza de Nancy titulada, «Persevera en las dificultades de la vida».
Yadira: Mi nombre es Yadira Erchila Gorek. Soy de Guatemala pero vivo hace 23 años en Alemania.
Soñaba con aprender idiomas y tuve la oportunidad de ir como au pair a Alemania a vivir con una familia alemana a ayudarlos a cuidar los niños por unas horas al día, y podía aprender el idioma. Estaba muy emocionada de poder salir por primera vez de casa. Tenía 21 años y se abrió una puerta muy grande para mí.
El Señor proveyó todo lo que necesitaba para ir, ya que los recursos en casa no eran muchos, pero el Señor abrió puertas y mi madre me dijo, «es una oportunidad y yo nunca tuve oportunidades como esa, vete». Y era difícil porque yo trabajaba para mantener a mi madre y mis hermanos también y pues… la dejé.
Patricia: Yadira nos cuenta un poco acerca de su familia y del momento en que conoció al Señor Jesucristo.
Yadira: Bueno, era una familia conflictiva. Mi padre fue alcohólico toda la vida que lo conocí, y mis padres no eran creyentes. No recibí el evangelio por ellos sino a través del segundo hermano que se convirtió; por él conocimos el evangelio. Me convertí… mejor dicho, el Señor me encontró cuando tenía 16 años. Me capturó de una manera increíble y abrió mis ojos a Su verdad.
Pero los años fueron pasando, y no fui firme. La doctrina era buena pero nunca aprendí acerca de la feminidad bíblica, nunca escuché sobre eso ni tuve un modelo a seguir. Mi madre fue una mujer muy valiente, pero no conocía al Señor y jamás me modeló algo que yo pudiera seguir como mujer. Al contrario, como ella tuvo que luchar con el alcoholismo de mi padre, me motivaba para salir adelante, para que si en el futuro yo tenía un esposo como mi padre, tuviera la posibilidad de trabajar y no como ella que no había estudiado.
Patricia: Estando en Alemania ella aprende el idioma y las cosas parecían ir bien pero…
Yadira: …pero el mundo me atrajo. Vi todo lo que había y me fui olvidando –no que me olvidara del Señor– el mundo me atrajo y empecé a hacer lo que hace el mundo, ir a las discotecas, a disfrutar con amigos, claro que la idea del Señor estaba, pero no era algo prioritario para mí. Me fascinó el mundo que había allá.
Pero como el Señor sabe y tiene planes, orquestó cosas para que me volviera a Él. Tuve que salir de emergencia de una familia porque se suscitaron problemas difíciles. Había conocido una cristiana, peruana y terminé viviendo en su casa. El Señor me volvió a traer hacia Él a través de esa amistad. Viví en su casa seis meses más o menos, y ahí ella tenía reuniones cristianas y fue ahí donde conocí al que iba a ser mi futuro esposo, pero él no era creyente.
Patricia: Esto sucedió casi al final de su regreso a Guatemala. Estando en Guatemala ella se mantuvo en contacto con él, pero ella tenía un novio…
Yadira: Más tarde, el Señor me convenció de que esa relación no era correcta, y una vez, frente al espejo, el Espíritu me habló y me dijo, «¿qué estás haciendo?» Así que la relación terminó pero este chico alemán que me escribía quería llegar a Guatemala a aprender español. Llegó y empezamos una relación, a pesar de que yo sabía que él sabía que yo era creyente pero él no era nacido de nuevo.
Pero al volver a mi país volví con muchas ganas de buscar al Señor porque yo había visto tanto amor en esa mujer…evangelizaba, servía a la gente de Latinoamérica en su casa, me recibió a mí y pude vivir en su casa– pero cuando volví a Guatemala, a la iglesia donde yo asistía, fue muy decepcionante.
Patricia: La iglesia a la que asistía no estaba muy firme y habían estado sucediendo cosas que no eran de buen testimonio. Esto decepcionó a Yadira y ella decidió tomar su propio camino…
Yadira: Estuve tan decepcionada, puse mis ojos en el hombre, y le pedí al Señor en oración que yo no quería un cristiano. Le dije, «Señor, no me des un cristiano como esposo». Y no estuve consciente del pecado que estaba cometiendo, simplemente con mis ojos, y era claro que no vivía en la Palabra; porque si yo hubiera vivido en la Palabra no me habría importado lo que mis ojos veían, pero puse mis ojos en el hombre y decidí, y cometí un pecado tan grande que creo que ha sido el peor, porque le pedí al Señor que hiciera algo contrario a lo que dice Su Palabra al pedirle que me diera un esposo no creyente; y realmente el Señor escuchó.
Este chico que había conocido en Alemania llegó a visitarme, a aprender español y nos enamoramos, y él me dijo, «ven a vivir a Alemania». Y al terminar mi carrera en la universidad fui y viví con él sin estar casada. Estaba avergonzada de esa situación, sabía en mi interior que no estaba haciendo bien.
Ni siquiera le pregunté al Señor, «¿él es el correcto?», porque yo sabía, a pesar de que no era fuerte en la Palabra, sabía las verdades básicas. Sabía que no estaba bien casarse con un inconverso. No le pregunté porque sabía la respuesta. Y bueno, fui a Alemania, estaba viviendo con él, hasta que nos casamos después de tres meses. Estaba tan consciente de lo que estaba haciendo, que a la amiga que me había recibido en su casa y que me había motivado a seguir al Señor, no le avisé que había vuelto a Alemania porque estaba avergonzada de estar viviendo con él sin estar casada.
Cuando me casé la contacté y le dije. Era como, «sé lo que estoy haciendo pero no estoy tan firme y tan arraigada en Su Palabra que estoy decidida a decir, no voy a hacer esto». No vivía la Palabra.
Patricia: La decisión de vivir conforme a sus deseos y rechazar la Palabra del Dios que la había salvado hizo que su relación con Él no fuera lo mismo que antes. Pero la historia no terminaría allí.
Yadira: Fue difícil porque al principio yo oraba y buscaba al Señor pero había entre Él y yo que yo no había confesado mi pecado. Pasaron muchos años y no asistí a ninguna iglesia porque…de vez en cuando iba con mi esposo. No tenía hermanos en Cristo. Tenía una hermana con la que oraba por teléfono siempre y leía la Palabra, pero no vivía en abundancia. Empecé a orar por mi esposo desde el principio, por su salvación. Las cosas se ponían difíciles a veces. Mi esposo tenía conflictos porque su familia también era conflictiva.
Pasaron los años, empecé a trabajar, apoyaba a mi madre en Guatemala, y después de cuatro años de matrimonio tuvimos nuestro primer hijo. Luego el segundo a los cuatro años siguientes. Cuando ellos eran muy pequeños mi esposo me dijo, «¿cómo vamos a educar a los niños, no quieres buscar una iglesia para que asistamos?» Él me pidió que buscara una iglesia.
Busqué una iglesia pero me dijo, «no busques una iglesia donde hagan mucho ruido, busca una iglesia tranquila». Con una amiga que me recomendó una iglesia empezamos a asistir a una iglesia. Yo oraba y leía la Palabra pero el Señor empezó a inquietarme. Empecé a buscarlo más y más y a leer más Su Palabra, a orar más… Siempre había orado. El Señor me empezó a hablar a través de Su Palabra y empecé a decirle, «Señor, quiero hacer Tu voluntad».
Pasó el tiempo y el Señor me inquietó a orar por mujeres que estuvieran cerca porque me sentía sola en la fe; y el Señor orquestó que conociera una hermana mexicana. Al principio no sabía que era creyente y después descubrimos que era creyente y empezamos a orar juntas.
Patricia: Y así comenzó un grupo de mujeres que ahora tiene más de 11 años. Yadira nos cuenta un poco más acerca de esto.
Yadira: Restaurando es un grupo de mujeres cristianas que empezó precisamente con eso. Oré por mujeres que conocieran a Dios porque me sentía sola, y que quizás pudiera compartir con ellas algo de la fe porque tenía algunas amigas que no eran creyentes y alemanas. En un tiempo rechacé a las latinas, no quería nada que ver con ellas porque me decían, «son chismosas, se meten en problemas… y entonces dije, «no».
Sin embargo tenía un anhelo de compartir. Me hacía falta mi familia, las mujeres, y el Señor me oyó y conocí a esta muchacha en una tienda. Ella me habla y luego nos hicimos amigas y comienza a cuidar a mi hijo después de la escuela porque empecé a trabajar, y descubrimos que éramos creyentes. Así inició Restaurando, orando ella y yo, luego se unió su hermana, luego vino otra y otra, y empezamos a hacer reuniones semanales en mi casa o en casa de las demás.
Empezamos a orar y orar y entre más orábamos más difícil se ponía la situación en mi casa con mi esposo. Él me decía, «estás cambiando, ya no eres como antes», porque ya no hacía todas las cosas que hacía cuando no estaba buscando al Señor de la manera que lo estaba buscando.
Patricia: Dios estaba escribiendo la historia de Yadira. Pronto Él la ayudaría a ver que estaba intercambiando algo muy valioso por las muchas ocupaciones.
Yadira: Entretanto yo tenía mil actividades. Trabajaba en el kindergarten de mis hijos, tenía mi trabajo fuera de casa, tenía una agencia de au pairs, de muchachas que llegaban a Alemania, tenía un negocio de joyas… hacía mil cosas.
Una vez –esto es algo que quiero contar– tenía una amiga, una polaca que llegaba a ayudarme en casa (porque yo trabajaba). Y un día llegó su hija y descubrió las joyas que yo vendía (joyas mexicanas para mi negocio), y me dijo, «muéstrame lo que estás haciendo», y le dije, «sí, claro». Y me dijo, «ah, ¿estás las vendes?», y le dije, «sí», y me preguntó, «¿y qué más haces?», y le dije, «bueno, soy la directora del kindergarten de mis hijos y tengo un negocio de au pairs… Y me dijo, «¿y tus hijos todavía tienen una mamá?»
Estaba de mal humor siempre, parecía una arpía, porque siempre tenía demasiadas cosas que hacer. Perdí el control de mí misma, golpeaba a mis hijos, les gritaba, le gritaba a mi esposo… Pero era porque tenía demasiadas cosas y yo misma me las buscaba, me cargaba con cosas. No les estaba dedicando tiempo de calidad ni le estaba dedicando mis energías a mi familia.
Y fue como una puñalada en mi corazón, y empecé a pensar. Y la situación se puso difícil en mi casa y tuve que renunciar a muchas cosas. Renuncié a ser la directora del kindergarten de mis hijos, dejé lo que tenía de la empresa de au pairs (que son muchachas que llegan allá a trabajar con familias), dejé el negocio de las joyas y solo me quedé con mi trabajo, que ya era suficiente el trabajo fuera de casa y con mis hijos.
Realmente lo que yo quería era huir de casa, no estar todo el día en casa. Quería afuera realizarme porque me estresaba el trabajo de la casa. Dejé a mi hijo al año y medio en algo que es como un cuidado para niños para poder trabajar de nuevo. Pero me dolió dejarlo. El Señor comenzó a trabajar en mi corazón, comencé a buscarlo, a buscarlo, y entre más lo buscaba la situación se ponía más difícil en casa.
Patricia: Llegaría un tiempo en el que las cosas mejorarían, pero aún la obra de Dios en su corazón y en el corazón de su esposo no había terminado.
Yadira: Mi esposo y yo teníamos el plan de comprar una casa. Buscamos durante años y al final él nos dio una casa. Todo estaba tan… parecía perfecto. Ya teníamos la iglesia, yo tenía alguien que me ayudaba en casa y había dejado algunas de las muchas actividades que tenía, parecía que todo iba bien. Pero justo cuando llega la casa que soñábamos, la casa que yo quería, que casi exigí a mi esposo, la situación de pareja era difícil.
Pero allí ya involucró una enfermedad terminal. La cosa se puso súper difícil con el diagnóstico. Pocos meses después de llegar y entrar a la casa nos dieron el diagnóstico. Entonces…¿de qué sirve todo lo demás si mi esposo está enfermo? Empezamos en nuestro corazón a buscar una solución, pero no había solución para él.
Fue algo muy duro para nosotros pero me di cuenta unos meses después del diagnóstico que el Señor había empezado a trabajar en mi corazón, porque había mucho orgullo, un orgullo terrible y autosuficiencia. A pesar de que reconocía que el Señor nos había dado todo lo material, mi esposo y yo nos sentíamos suficientes para hacer las cosas. Pero la enfermedad llegó y fue terrible.
Al principio buscamos sanidad, buscamos cualquier tipo de predicadores que te sanan, cualquier cosa con tal de que se sanara. Pero fue un diagnóstico muy difícil para nosotros porque no lo podían operar. Al principio fue ese diagnóstico. Luego cambiaron el diagnóstico, y al final lo operaron once veces. Fueron tres años y medio terribles. Él tenía un tumor que se llama Parachordom, y en esa época, hace diez años, solamente había diez casos en el mundo diagnosticados. Entonces los médicos, aún en Alemania, no sabían cómo actuar porque no era un tumor maligno, no era un tumor que destruía los órganos, pero como que los empujaba.
Le hicieron operaciones tremendas. En la primera le quitaron dos costillas porque le sacaron el tumor, y a la cuarta le sacaron cinco costillas más. Después de esa operación mi esposo ya no era el mismo. Ya no caminaba igual y le empezaron a salir tumores por todas partes. Los tumores se repartieron en su cuerpo. Uno de los tumores se posicionó en su columna vertebral y provocó que se quedara paralítico. Al final me quedé sin trabajar, cuidando de él.
Él estuvo en muchos hospitales, en muchas rehabilitaciones durante todos esos años.
Patricia: Yadira nos cuenta un poco más acerca de cómo Dios usó esta aflicción en sus vidas. Su petición inicial de tener un esposo inconverso se convirtió en un clamor por salvación.
Yadira: Él reconoció, me pidió perdón. Cuando le diagnosticaron la enfermedad me pidió perdón porque él tenía pecados ocultos que yo no sabía. En ese momento él quiso entregar su corazón al Señor pero eso duró solo un tiempo. Al principio como que iba bien. Lo operaron y todo parecía bien y entonces empezó a alejarse de Dios. Y entre más se alejaba la cosa se puso difícil para él en su salud.
Pero el Señor me hizo entender. Yo oré siempre por su salvación, pero en ese momento que yo veía que la cosa se ponía peor, y vi que no había sanidad, que buscábamos y orábamos y hacíamos lo que te dicen doctrinas que no son sanas, «¡declara!, haz esto, busca alguien que sane, el Señor lo puede hacer, no tenemos por qué enfermarnos». Pero me empecé a dar cuenta –porque buscaba más de Su Palabra– al servir a las mujeres buscaba en Su Palabra y el Señor se revelaba a mí.
Yo le decía, «Señor, muéstrame el propósito de esto», porque era una enfermedad muy difícil, fue horrible, horrible. Pero entre más difícil se ponía la situación, más el Señor me acercaba a Él y me hacía clamar más por su alma. Yo le decía, «Señor, está en Tus manos, pero que él llegue a Tus pies, que Te conozca realmente, que se convierta».
Y una vez le oré y le dije, «Señor, dame sabiduría y abre mi mente para entender el propósito de esta tribulación que no entiendo», y el Espíritu me dio paz, se trataba de su alma, se trataba de su alma; y era un trato con él pero también conmigo porque en el proceso el Señor le dio a él paz pero a mí me quebrantó. Todo el orgullo y la autosuficiencia que había, el Señor me fue mostrando como en un espejo la condición de mi corazón, y era una condición terrible.
Empecé a confesar mi pecado. Confesé mi pecado de haberle pedido un hombre no creyente y vi que Él me lo había dado. Había hecho lo que le pedí. Pero me lo dio porque durante todo nuestro matrimonio él no fue creyente. Me casé con un inconverso, viví con un inconverso como se lo había pedido al Señor. Pero en Su misericordia, en Su gracia, al final Él lo salvó. Él entregó su vida al Señor porque no quería creer en el amor de Dios.
Me decía, «cómo voy a creer en el amor de Dios si mira cómo me tiene; yo nunca les haría eso a mis hijos. «¿Por qué Dios me hace esto?» Pero él no entendía que Dios estaba conquistando su corazón. Mi esposo era un científico, entonces para él todo tenía que ser lógico. Lo lógico era, «si Dios es amor, no me da esta enfermedad». Porque la enfermedad fue espantosa. No fueron solamente las siete costillas, fueron los tumores por todas partes de su cuerpo y la cabeza.
Y viví milagros increíbles, como que mi jefe me dijera, «quédate en tu casa a cuidar a tu esposo»; de regalarme vacaciones para que lo cuidara. Y al final me quedé tres meses cuidándolo en casa y sirviendo; y allí fue la oportunidad que Dios me dio para servirlo y hacer lo que nunca había hecho. Porque no fui una buena esposa, siempre le reclamé porque yo no había aprendido la verdad de la Palabra de Dios. No la había aprendido.
Pero el Señor me ayudó en esos últimos meses a ser la mujer que Él quería que yo fuera. En el sufrimiento aprendí y mi esposo recibió el amor del Señor a través de mí. Yo fui quebrantada y él también al final cuando se quedó sin habla, cuando hasta debajo de la lengua tenía tumores y ya no pudo hablar ni comer. El Señor me mostró que Él puede perdonar cualquier cosa. Él me perdonó y perdonó a mi esposo a pesar de que Él le volvió la espalda; pero me mostró el sacrificio a través de lo que hizo en mí al servirle a mi esposo.
Él me mostró que el verdadero amor está dispuesto al sacrificio, no era un castigo era un deleite y un agradecimiento porque yo nunca lo había hecho. Y el Señor, Jesús, amó a mi esposo a través de mí. Mi esposo pudo verlo a través de mí y de ese pequeño rebaño de mis mujeres que lo visitaban, sus esposos, fue el amor que él vio y aun su familia, su mamá, vio el amor de Dios a través de los pocos creyentes y las mujeres que estaban a mi lado. Es el evangelio, el amor de Jesús y Su perdón.
Y estoy sumamente sorprendida de que haya podido perdonarme y haya podido perdonar a mi esposo. Al final entró en coma y el Señor lo hizo despertar del coma para que yo pudiera decirle, «Cristo te ama»; y le pudiera preguntar, «¿crees en el amor de Dios?», y él asintiera con su cabeza con su rostro iluminado y dijera que sí, y dos días después ir a la presencia del Señor. Es increíble la gracia de Dios, cómo lo salvó aun él dándole la espalda yo habiendo pecado de la manera en que pequé. Él lo salvó y me hizo viuda; pero yo le dije, «Señor, quiero ser viuda para la gloria de Tu nombre y ahora quiero vivir para Ti».
Patricia: Y en medio de todo esto, la tristeza y el dolor eran reales. Pero la fe de Yadira estaba en Dios Su proveedor.
Yadira: En un momento muy triste, cuando tenía que ir a escoger el sitio en que lo iba a enterrar, me sentí devastada. Le dije, «Señor, yo sé que Tú me puedes proveer…» –porque al final recibía muy poco dinero de la pensión de mi esposo. Le dije, «Señor, yo sé que me puedes proveer, pero me siento tan sola…aquí escogiendo el terreno donde van a enterrar a mi esposo, pero yo quiero confiar en Ti».
Patricia: Una hermana le recuerda las promesas de la Palabra de Dios en Deuteronomio 10:18: «Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra Su amor al extranjero dándole pan y vestido».
Yadira: Y hasta ahora Sus promesas se han cumplido. Nunca nos ha faltado nada ni he tenido que pedir prestado a nadie. Van a ser siete años que él partió, pero en esos siete años esa casa que el Señor nos dio, que era una casa que yo no podía pagar, hasta el pastor de la iglesia me preguntó, «¿puedes quedarte con la casa?, y le dije, «voy a ver si el Señor puede prestarme la casa para vivir con mis hijos».
Mi esposo temía y me decía, «¿y qué vas a hacer con la casa y con los niños?» Y yo le decía, «no importa, el Señor nos va a ayudar; si yo sé donde tú estás, yo voy a estar bien». Y ahora sé dónde está y estoy bien y el Señor ha sido fiel porque esa casa está ahí y ahí estamos viviendo. Soy viuda, extranjera, en un país lejano donde no está mi familia, pero el Señor está y Él ha sido mi Padre, mi proveedor y el padre de mis hijos y nunca nos ha faltado nada. Padre de huérfanos y defensor de viudas es Jehová en Su santa morada.
Y verdaderamente es algo que he aprendido, el Señor me lo ha dicho porque hasta a los cristianos nos dicen, «ahora eres padre y madre», pero eso es una mentira porque no es cierto. Le digo, «Señor, yo no soy padre, no soy un hombre que pueda darles a mis hijos el consejo de un hombre, ni puedo proveer de la manera en que un hombre provee», pero Dios lo ha hecho todo. Le dio un lugar a mi hijo en la universidad con un trabajo que le pagan. Mis hijos están bien y yo también y de verdad no nos ha faltado nada. Al contrario, tenemos para darles a los demás.
Es increíble, Dios es fiel y las mujeres que se han quedado solas por abandono del esposo o que son viudas, no es cierto que eres padre y madre. Somos madres, y el padre, el que asume la responsabilidad es el Señor. Y eso no es teoría es real.
Patricia: En su fidelidad, Dios ha ido restaurando aún más áreas en la vida de Yadira. Especialmente su maternidad.
Yadira: Un proceso muy largo pero el Señor me ha enseñado muchas cosas porque yo era iracunda. El Señor con Su Espíritu y Su Palabra me ha transformado, y no que sea la madre perfecta porque me equivoco mucho y a veces tengo que ir con mis hijos a pedirles perdón, pero, es increíble, ahora deseo estar en casa. Mis hijos ya están grandes y ya no me necesitan tanto, pero ahora quiero. Y lo que más me ha motivado es –he pedido perdón a mis hijos por lo que hice mal– pero ahora veo a las mujeres y digo, «¿qué están haciendo?» Y trato de decirles algo (a las creyentes y a las de mi grupo abiertamente) pero a las mujeres a mi alrededor, aún en mi trabajo les enfatizo que lo más importante, la prioridad es su esposo y sus hijos.
Y no es que las mujeres que hacen otras cosas al final sean felices. Aún las que no son creyentes tienen esa mala conciencia, ese remordimiento de dejar a sus hijos, porque eso lo ha puesto el Señor en nuestro corazón. Y si no lo hay es porque ha sido eliminado por algún pecado, alguna cosa que no está bien. Porque en el fondo cuando no nos dedicamos a nuestra casa, el Señor nos ha creado para eso, para ser esposas y madres.
Y no es que esté mal que trabajemos. Si el Señor lo permite en ciertas horas por supuesto que está bien; pero no debe quitarnos la prioridad. En mi corazón ha sido algo increíble, ha despertado una pasión por decir a las demás lo que no funcionó conmigo, todo lo que hice mal y decirles, «no lo hagan como yo», porque realmente no puedo decir que mi matrimonio funcionó, porque al final nunca funcionó. Fueron los tres últimos meses que el Señor por Su gracia me dio, pero ser esposa y madre es algo maravilloso.
Patricia: Como escuchaste, fue la Palabra de Dios la que transformó a Yadira. Ella nos cuenta cómo en medio del fuego de la prueba esa Palabra fue su sustento, y nos cuenta un poco acerca de cómo Dios usó Aviva Nuestros Corazones en su grupo de mujeres.
Yadira: Aviva fue la confirmación porque el Señor me quebrantó por las circunstancias. Le fue poniendo más calor al fuego, como en Daniel. Yo lo veía así; «Señor, estás calentando el horno cada vez más»; pero entre más se calentaba el horno más me hablaba por Su Palabra. Es triste decirlo, pero mi iglesia local no jugó ningún papel porque no era una iglesia tan bíblica ni tan fuerte en la hermandad y mucho menos en la hermandad entre mujeres. Eso sucedió… no sola porque tenía mujeres a mi alrededor y yo les enseñaba. Y mientras yo sufría les enseñaba porque yo seguía con el grupo enseñando; el Señor me enseñaba en Su Palabra y yo les enseñaba a ellas.
Después de eso fue que conocí Aviva y estábamos estudiando Tito 2, y oramos para que el Señor nos dirigiera y nos llevó a Aviva y fue la confirmación. Cuando empecé a ver los recursos entendí lo que había pasado. Entendí la feminidad bíblica porque sabíamos de feminidad bíblica sin el nombre de feminidad bíblica porque nos sentíamos raras. Esa era la palabra, «es que somos raras, las demás no piensan como nosotras y nos ven mal cuando les decimos que Tito 2 es verdad, que tenemos que ser maestras, que tenemos que sujetarnos al esposo porque la Palabra lo dice».
Nos veían mal y algunas mujeres se fueron de nuestro grupo. Entonces cuando llegó Aviva y le puso nombre a lo que estábamos viviendo fue que abrazamos esto porque había recursos, era una riqueza, era lo que estábamos necesitando. Yo lo entendí como la provisión de Dios para la enseñanza. Claro que buscaba en la Palabra pero era como que el Señor me dijo, «aquí está el regalo; solo pásalo a tus hermanas». Fue hermoso, realmente.
Patricia: Has estado escuchando a Yadira Erchila Gorek compartir su historia con nosotras. Espero que su testimonio te haya hecho reflexionar en tu propia vida. ¿Ha traído a tu mente el Espíritu Santo algún pecado sin confesar en tu vida que te impide vivir una vida abundante en Cristo? Quiero animarte a confesarlo hoy y ¡sé libre! La Palabra de Dios dice que «el que encubre su pecado, no prosperará, mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia». Anhelamos que Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga, anhelamos prosperar en Sus caminos, pero este versículo nos dice que ¡debemos confesar nuestros pecados y apartarnos!
Hoy es el día aceptable, hoy es el día de salvación. Si no conoces al Señor, corre a Cristo y a Su cruz para el perdón de tus pecados. Y si ya eres cristiana, aprovecha Su oferta como lo hizo Yadira y confiesa ese pecado que no te deja prosperar y apártate de él para que alcances la misericordia y experimentes la plenitud que Él ofrece!
Ahora Yadira regresa con una última exhortación.
Yadira: Me gustaría decirles a las mujeres que cuando ellas empiecen a sentir el trato del Señor, cuando las cosas se pongan difíciles, cuando tengan problemas, mucha gente querrá consolarte y te dirán, «ya va a cambiar esto»; pero no escuches y si las cosas se ponen más difíciles, ora más. Si el horno se calienta busca más al Señor, no tengas miedo del fuego ni la tormenta. Deja que Jesús sea el faro en la tormenta y pon tus ojos en Él en medio del fuego porque el Señor está haciendo algo precioso y va a salir algo hermoso de eso. Yo no entendía, pero le decía, «Señor, seguramente tiene una razón de ser». El Espíritu me quebrantó tanto que yo decía, «obedezco lo que quieras, haz conmigo lo que quieras». Y cuando nos rendimos y no nos resistimos es más fácil pasar por el fuego; y lo más hermoso de pasar por el fuego es que el varón está allí. El cuarto varón está ahí dentro y lo puedes casi ver y tocar. Eso es lo más hermoso. Dale gracias al Señor cuando pases por el fuego porque Él se va a mostrar a ti en toda Su hermosura.
Annamarie: Amén.
¿Te sientes inadecuada para enfrentar algo que Dios ha traído hoy a tu vida? Mañana Nancy te dará algunas estrategias para perseverar. Acompáñanos para este programa aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote no solo a sobrevivir, sino a tener una vida abundante en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Tenemos el privilegio de proporcionar transcripciones de estos mensajes vivificantes. Si el Señor los ha usado para bendecir tu vida, ¿considerarías donar hoy para ayudar a cubrir los costos?
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