La historia de la Pascua
Annamarie Sauter: Este es un día para recordar un gran sacrificio.
Max McLean: Llevando su propia cruz, salió hacia el Lugar de la Calavera, que en hebreo se llama Gólgota. Allí, le crucificaron.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Me encanta y disfruto la oportunidad de enseñar la Palabra de Dios cada día en Aviva Nuestros Corazones. También disfruto el entrevistar diferentes personas acerca de cómo la Palabra de Dios se aplica a situaciones de la vida real. A veces es bueno dejar que la Palabra hable por sí misma.
Este Viernes Santo, pensé que sería apropiado el centrarnos en la historia de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, según consta en el Evangelio de Juan. Cuando pensé en enfocarme en el texto bíblico de la pasión de Cristo, mi amigo …
Annamarie Sauter: Este es un día para recordar un gran sacrificio.
Max McLean: Llevando su propia cruz, salió hacia el Lugar de la Calavera, que en hebreo se llama Gólgota. Allí, le crucificaron.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Me encanta y disfruto la oportunidad de enseñar la Palabra de Dios cada día en Aviva Nuestros Corazones. También disfruto el entrevistar diferentes personas acerca de cómo la Palabra de Dios se aplica a situaciones de la vida real. A veces es bueno dejar que la Palabra hable por sí misma.
Este Viernes Santo, pensé que sería apropiado el centrarnos en la historia de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, según consta en el Evangelio de Juan. Cuando pensé en enfocarme en el texto bíblico de la pasión de Cristo, mi amigo Max McLean vino a mi mente. Él es el presidente de la Cofraternidad de las Artes Escénicas y también el narrador de The listeners Biblie, un a Biblia en audio. Las lecturas de Max sobre la Escritura me han bendecido mucho a lo largo de los años y me han ayudado a escuchar de manera fresca pasajes bíblicos con los que estoy familiarizada.
Oh Señor, cuando escuchemos Tu Palabra hoy te pedimos que no nos concentremos en otra cosa excepto en Jesús y en el sacrificio supremo que observamos en este día, el Viernes Santo. Te ruego, Señor que abras nuestros oídos y nuestros corazones para recibir de una manera fresca el mensaje de lo que has hecho por nosotros para salvarnos de nuestros pecados, para hacernos libres a través de Jesucristo, nuestro Señor en cuyo nombre oramos, Amén.
Max McLean: Juan 18:
Luego de orar, Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto al cual entró El con sus discípulos. También Judas, él que le iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se había reunido allí a menudo con sus discípulos. Entonces Judas, tomando la cohorte romana, y a varios alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allá con linternas, antorchas y armas. Jesús, pues, sabiendo todo lo que le iba a acontecer, salió y les dijo: ¿A quién buscáis? Ellos le respondieron: A Jesús el Nazareno. Él les dijo: Yo soy. Y Judas, el que le entregaba, estaba con ellos. Y cuando Él les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús entonces volvió a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús el Nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; por tanto, si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; para que se cumpliera la palabra que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. (Ver Juan 6:36)
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete la espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?
Entonces la cohorte romana, el comandante y alguno de los alguaciles de los judíos prendieron a Jesús y le ataron, y le llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote ese año. Y Caifás era el que había aconsejado a los judíos que convenía que un hombre muriera por el pueblo.
Y Simón Pedro seguía a Jesús, y también otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote, pero Pedro estaba fuera, a la puerta. Así que el otro discípulo, que era conocido del sumo sacerdote, salió y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. Entonces la criada que cuidaba la puerta dijo a Pedro: ¿No eres tú también uno de los discípulos de este hombre? Y él dijo: No lo soy. Y los siervos y los alguaciles estaban de pie calentándose junto a unas brasas que habían encendido porque hacía frío; y Pedro estaba también con ellos de pie y calentándose.
Entonces el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas. Jesús le respondió: Yo he hablado al mundo abiertamente; siempre enseñé en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que han oído de lo que hablé; he aquí, éstos saben lo que he dicho. Cuando dijo esto, uno de los alguaciles que estaba cerca, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que he hablado mal; pero si hablé bien, ¿por qué me pegas? Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose; entonces le dijeron: ¿No eres tú también uno de sus discípulos? Él lo negó y dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, que era pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, dijo: ¿No te vi yo en el huerto con Él? Y Pedro lo negó otra vez, y al instante cantó un gallo.
Entonces llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era muy de mañana. Y ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. Pilato entonces salió fuera hacia ellos y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Ellos respondieron, y le dijeron: Si este hombre no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado. Entonces Pilato les dijo: Llevadle vosotros, y juzgadle conforme a vuestra ley. Los judíos le dijeron: A nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie. Para que se cumpliera la palabra que Jesús había hablado, dando a entender de qué clase de muerte iba a morir.
Entonces Pilato volvió a entrar al Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús respondió: ¿Esto lo dices por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? Jesús respondió: Mi reino noes de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían por mí para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí. Pilato entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Pilato le preguntó: ¿Qué es la verdad?
Y habiendo dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Entonces volvieron a gritar, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era un ladrón.
Juan 19:
Pilato, pues, tomó entonces a Jesús y le azotó. Y los soldados tejieron una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza y le vistieron con un manto de púrpura; y acercándose a Él, le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que sepáis que no encuentro ningún delito en El. Jesús entonces salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el Hombre! Entonces, cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, gritaron, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle, porque yo no encuentro ningún delito en Él. Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley Él debe morir, porque pretendió ser el Hijo de Dios. Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, se atemorizó aún más. Entró de nuevo al Pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Pilato entonces le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte? Jesús respondió: Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba; por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado. Como resultado de esto, Pilato procuraba soltarle, pero los judíos gritaron, diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se opone al César.
Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en un lugar llamado el Empedrado, y en hebreo Gabata. Y era el día de la preparación para la Pascua; era como la hora sexta. Y Pilato dijo a los judíos: He aquí vuestro Rey. Entonces ellos gritaron: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿He de crucificar a vuestro Rey? Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que el César. Así que entonces le entregó a ellos para que fuera crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando su cruz al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota, donde le crucificaron, y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: JESUS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDIOS. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilato: No escribas, “el Rey de los judíos”; sino que Él dijo: “Yo soy Rey de los judíos.” Pilato respondió: Lo que he escrito, he escrito.
Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza. Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliera la Escritura: Repartieron entre si mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Por eso los soldados hicieron esto. Y junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofas, y María Magdalena. Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! Después dijo al discípulo: ¡He ahí tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca. Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de preparación para la Pascua, a fin de que los cuerpos no se quedaran en la cruz el día de reposo (porque ese día de reposo era muy solemne), pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y se los llevaran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y también las del otro que había sido crucificado con Jesús; pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Miraran al que traspasaron.
Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato concedió el permiso. Entonces él vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, vino también, trayendo una mezcla de mirra y áloe como de cien libras. Entonces tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas, como es costumbre sepultar entre los judíos.
En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual todavía no habían sepultado a nadie. Por tanto, por causa del día de la preparación de los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Juan 20:
Y el primer día de la semana María Magdalena fue temprano al sepulcro, cuando todavía estaba oscuro, y vio que ya la piedra había sido quitada del sepulcro. Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto. Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, e iban hacia el sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro; e inclinándose para mirar adentro, vio las envolturas de lino puestas allí, pero no entró. Entonces llegó también Simón Pedro tras él, entró al sepulcro, y vio las envolturas de lino puestas allí, y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con las envolturas de lino, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Porque todavía no había entendido la Escritura, que Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos entonces se fueron de nuevo a sus casas.
Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro; y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Y ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Al decir esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo* en hebreo: ¡Raboní! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y que El le había dicho estas cosas.
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengáis los pecados, éstos les son retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.
Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.
Juan 21:
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias, y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Me voy a pescar. Ellos le dijeron: Nosotros también vamos contigo. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Oyendo, pues, Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se la había quitado para poder trabajar), y se echó al mar.
Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino a unos cien metros, arrastrando la red llena de peces. Entonces, cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed algunos de los peces que habéis pescado ahora. Simón Pedro subió a la barca, y sacó la red a tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres; y aunque había tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: Venid y desayunad. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Jesús vino, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme. Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Entonces Pedro, al verlo, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme. Por eso el dicho se propagó entre los hermanos que aquel discípulo no moriría; pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si yo quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué?
Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y el que escribió esto, y sabemos que su testimonio es verdadero.
Y hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, que si se escribieran en detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría contener los libros que se escribirían.
Annamarie: Hoy hemos estado escuchando la increíble historia - la verdadera historia de la muerte, sepultura y la resurrección de Jesús, narrada por Max McLean .
Te deseamos un bendecido Domingo de Resurrección. Y recordemos... ¡Él vive! ¡La tumba está vacía!
Acompáñanos en nuestro próximo programa el lunes. Nancy nos estará hablando sobre un tema un poco complicado de aplicar para muchas de nosotras: la modestia.
¡Te esperamos!
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
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