La historia de Alejandra (día 1)
Annamarie Sauter: ¿Qué es lo que le da sentido a tu vida? Con nosotras Alejandra.
Alejandra: Uno a veces como adicto, como alcohólico, comete el error o se cree la mentira, de que cuando dejas de beber dejas de vivir. Y a pesar de que tenía ya más de un año limpia y sobria no le encontraba el sentido a una vida sin consumir.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura para hoy en el reto Mujer Verdadera 365 es la carta a los Efesios, capítulos 1 al 3.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia de Saladín: A lo largo de las últimas semanas hemos estado escuchando la enseñanza de Nancy titulada, «Persevera en las dificultades de la vida». Como parte de esta serie hemos compartido contigo algunas historias —historias de la fidelidad de Dios en el …
Annamarie Sauter: ¿Qué es lo que le da sentido a tu vida? Con nosotras Alejandra.
Alejandra: Uno a veces como adicto, como alcohólico, comete el error o se cree la mentira, de que cuando dejas de beber dejas de vivir. Y a pesar de que tenía ya más de un año limpia y sobria no le encontraba el sentido a una vida sin consumir.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. La lectura para hoy en el reto Mujer Verdadera 365 es la carta a los Efesios, capítulos 1 al 3.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia de Saladín: A lo largo de las últimas semanas hemos estado escuchando la enseñanza de Nancy titulada, «Persevera en las dificultades de la vida». Como parte de esta serie hemos compartido contigo algunas historias —historias de la fidelidad de Dios en el sufrimiento. Hoy estarás escuchando la historia de Alejandra.
En los centros de rehabilitación les enseñan a las personas a reconocer más a fondo su problema.
Alejandra: Mi nombre es Alcohólica y mi problema es Alejandra. Tu problema no es la adicción, realmente es tu corazón. En las adicciones uno va cambiando una cosa por otra, puede ser el alcohol, pueden ser las drogas, el fanatismo, el legalismo, el trabajo, los ídolos de la familia…o sea, hay un montón de cosas que uno va cambiando creyendo que son buenas, pero que al final de cuentas es volver a poner tu confianza en algo que va a perecer.
Patricia: Alejandra se identificaba a ella misma como una alcohólica, pero a Su tiempo, Dios transformaría su identidad a pesar de las continuas luchas. Pero, vayamos al principio, Alejandra nos cuenta un poco acerca de su familia.
Alejandra: Soy la más pequeña de tres hermanas mujeres. Estudié en un colegio católico dirigido por monjas, una orden de Nueva York. Crecí en un hogar con una mamá temerosa de Dios –me atrevería a decir que fue alguien que creció en un hogar cristiano. Mi papá, un hombre moral. Crecí en una familia que ante los ojos del mundo era buena, o parecía buena, pero al final de cuentas en una casa dentro de cuatro paredes, siempre hay luchas, circunstancias.
Y en nuestras vidas nos tocó pasar por situaciones difíciles. A mi mamá la secuestraron por un mes. Luego mi papá tuvo un tema de quebrantos de salud, no hace muchos años, y a pesar de que esos dos momentos significativos existieron en nuestras vidas, nunca hubo una necesidad tan profunda de, como familia, comprometernos a buscar al Señor.
Cuando tengo el problema con el alcohol, mi papá toma la decisión de acercarse a Dios luego mi hermana mayor, y ahora te puedo decir que somos una familia que está comenzando a conocer qué es el evangelio, qué es la cruz, qué es la gracia, qué es la bondad de Dios para con nosotros.
Creo que cada miembro de la familia… mis padres dieron lo mejor que pudieron en su momento. Crecí en un hogar con relativas libertades y muchas ausencias en mi vida, en un hogar donde uno de los miembros tuvo problemas con el alcohol y viendo un grado de disfuncionalidad en mi vida. A los 18 años, a mi papá le da un infarto, le tienen que hacer una operación del corazón, y mi mamá toma la decisión de irse a vivir con mi papá porque él vive fuera de la ciudad, por temas de trabajo.
Entonces comienzo a tener una vida con muchas libertades a los 18 años. Mi hermana mayor de 22 años se «hace… no cargo» de la casa, pero empezamos, la mediana de 20 y yo de 18. Creo que fue esa necesidad de llenar esos vacíos que había en mi vida con cisternas relativamente rotas, creo que hay heridas como familia que cuando no las tratas con la cura que realmente es, todos van a buscar roles o papeles o refugios que no son un verdadero oasis para el alma, y en mi caso decidí refugiarme en la bebida.
Creo que si le preguntas a un alcohólico, ninguno te va decir cuál fue el momento exacto donde atravesó esa línea imaginaria de ser un bebedor social para convertirse en un alcohólico. Tristemente comienzas a consumir para vivir y luego con los años sin darte cuenta comienzas a consumir para morir. Yo no podría decir que cuando comencé a experimentar con mis primeros tragos, me imaginé que iba a llegar a donde llegué.
Pero hoy, 27 años después, te puedo decir con plena seguridad, que volvería a vivir mi vida como ha sido. No le quitaría nada porque fue esa vida la que me llevó a conocer a este Cristo redentor que de otra manera no habría conocido. Y realmente el conocerle, el rendirme, ha sido una lucha, ha sido una pelea bien fuerte y ha sido pedir ese maná que a veces olvido pedir a quien realmente me lo puede otorgar, y Alejandra se cree la dueña y señora de su propia vida.
Patricia: Cada una de nosotras tiene una historia—una historia que Dios ha ido escribiendo como parte de una historia mucho más grande. Quizás al escuchar a Alejandra puedes pensar en un momento o un periodo de tu vida que te marcó, y con el tiempo has visto a Dios sanar y restaurar las cosas. O quizás, eres de las personas que no entienden las luchas de aquellos que te rodean y más que reflejar la compasión de Cristo, tienes un espíritu crítico y severo hacia los que ves luchando y los percibes como inferiores a ti.
Alejandra: Cuando uno se siente –y la vida de las personas no es así porque sí, todo el mundo tiene una historia. Yo siempre he dicho que respecto a los adictos o a los alcohólicos, la gente los tacha de que no tienen fuerza de voluntad, no quieren salir de esa vida, les gusta, se acomodaron, o siempre hacen promesas y no se comprometen… pero hay mucha ignorancia, a veces mucha condenación en ese tipo de cosas, pero si te sientas con un alcohólico o con un adicto y le preguntas en qué momento de su vida se le rompió el corazón, todo el mundo tiene una historia en la que hubo un parteaguas que lo marcó para siempre.
Lo mismo ha sido en la vida de mis papás. Y ahora con los años en los caminos del Señor, comprendí que yo no era juez de nadie, y que así como Dios me había tratado a mí, con los mismos ojos de misericordia con los que Él me veía, uno de mis anhelos es que Él me enseñe a ver a los demás y a mí misma de esa manera.
Patricia: Aquello que marcó la vida de Alejandra la llevó a un centro de rehabilitación. Ella nos cuenta cómo llegó allí.
Alejandra: Llego al centro de rehabilitación un 16 de febrero del 2016. Llego porque me hacen una intervención en Guatemala con una terapeuta que veía adicciones. Me citan en una sala y obviamente se habló el tema de que había problemas con el alcohol. Esta terapeuta habla con mis papás, mi hermana mayor dice, «yo no me hago más responsable, no puedo con este secreto, no puedo seguir en esto y tenemos que hacer algo».
Y así es como llego a este centro donde estuve. Cuando llego al centro yo no quería dejar de beber, lo que quería era dejar de sufrir. Y por un momento, durante varias semanas, luché con la realidad de tener que aceptar que no iba poder consumir nunca más eso que me encantaba y que creía que para mí era esa libertad. Pero al final de cuentas, adicción lo que significa es, a=sin, dicción=habla; entonces la mayoría de los adictos son personas que no han sabido cómo expresar sus emociones, sus luchas, sus sentires, y por eso de una u otra manera han encontrado la droga, el alcohol y su droga de predilección, como la forma de poder desinhibir o liberar todo eso que han tenido contenido dentro de ellos.
Recuerdo que el último fin de semana que consumí había salido de fiesta, un sábado a las 8 de la noche. Y regresé un domingo a las 5 de la mañana a mi casa. Y todavía me quedé consumiendo en la oficina de mi papá hasta las 11 de la mañana.
Fue esa noche cuando mi hermana mayor en el cuarto de mis papás entra llorando y me dice, «Ale, yo no puedo contra esto. O te vas a matar, o vas a tener un accidente de carro y te vas a matar y vas a matar a alguien. Yo necesito que busques ayuda». Ahí creo que fue la primera vez que en mi humanidad sin Dios, me derroté por primera vez. Ahí entendí que necesitaba ayuda. Eso fue un domingo pero terminé interna un lunes.
El lunes que entré al centro entré alcoholizada. Todavía ese lunes que iba para allá dije, «si esta es la última vez, quiero darme mi despedida». En el centro tuve mucho miedo de no saber cómo vivir la vida porque uno de los problemas de las personas con adicciones es que no sabemos vivir, no sabemos amar, no sabemos perdonar, no sabemos recibir amor, no sabemos vivir las cosas sencillas como tomarte un buen café, ver un atardecer, las cosas que las personas tal vez comunes y corrientes, disfrutan.
Nosotros distorsionamos tanto nuestra vida que siempre dependemos de una sustancia química para poder sentir que la vida tenía sentido. Así es como llego al centro. Recuerdo que uno de mis fondos más profundos fue ese último intento de suicidio donde una madrugada, alcoholizada, me corté una de las muñecas y ahí fue cuando me asusté porque dije, en el fondo, fondo, fondo, aunque no sabía cómo vivir mi vida, en el fondo no quería morirme. Pero necesitaba una forma diferente de vivir y ahí fue cuando me extendieron la ayuda y dije, «nada pierdo con intentar».
Patricia: Alejandra nos habla de cómo, estando en el centro, Dios interceptó su vida.
Alejandra: Yo tenía como 4 o 5 semanas de estar interna y hubo un terapeuta que me dijo, «Ale, si usted no se aferra a un poder superior, no va a salir de esto. ¿Le puedo hacer una pregunta?», y le dije. «sí». Me dijo, «¿usted cree en Dios?» Y le dije, «sí». Ni modos, había estudiado en un colegio católico, había creído que existía un Dios… Y me dijo, «no, Ale. No me responda con la cabeza, respóndame con el corazón, ¿cree que Dios existe?» Y le dije, «ay, yo sé que Dios existe, sé que Dios está ahí, pero realmente no lo siento en mi vida, no lo siento en mi corazón y no sé cómo sentirlo». Me dijo, «la verdad es simple. Mañana va a bajar a la playa, se va a arrodillar en la puesta del sol, y le va a decir con su boca y con su corazón en la mano, «Dios, no creo en Ti. Necesito que me ayudes a creer en Ti».
Siendo honesta, cuando me hizo esa propuesta le dije, «¿cómo le voy a decir a Dios que no creo en Él?» Y me dijo, «¿cree o no cree?» Y le dije, «la verdad, no creo». Entonces me dijo, «no tiene nada que perder». Entonces, al día siguiente hice lo que me dijo. Bajé a la playa, porque el centro donde le conocí era un centro de rehabilitación para alcohol y para drogas; en ese entonces tenía 22 años y obviamente había tomado malas decisiones y por eso estaba ahí.
Recuerdo, lo tengo tan presente como si fuera ayer, que llegué, escogí un lugar cerca del agua, pero como sabía que iba a estar con los ojos cerrados pensé, no me voy a hacer muy cerca del mar no vaya y sea que una ola me asuste y me quite mi momento espiritual. Recuerdo haberme arrodillado y en tono retador haberle dicho, «bueno, Dios, si Tú realmente existes y estás ahí, perdóname por lo que te voy a decir pero no creo en Ti. Pero necesito y quiero que me ayudes a creer en Ti. A partir de ahora quiero concebirte en mi vida como un Dios de libertad, como un Dios que me va a corregir pero lo va a hacer con toneladas de amor».
Estuve como media hora en la playa y me levanté y dije, «bueno, ya lo hice, ya me derroté, lloré, pero no sentí nada». Me limpié las rodillas, había un policía que me estaba vigilando, y genuinamente, cuando me iba a despedir de la playa viendo el atardecer, lo anhelé, anhelé sentirlo y experimentarlo en mi vida…recuerdo haber cerrado los ojos y decirle, «dame una muestra para que yo pueda confirmar que Tú eres real y que realmente me escuchaste y realmente me vas a acompañar en esto que es más grande que yo».
Tenía los ojos cerrados, y no te miento, una ola llegó y me mojó los pies y del susto abrí los ojos, y hasta el policía se asustó conmigo porque no entendimos. Y cuando terminé eso salí corriendo a la clínica, llegué con la persona que me lo había sugerido y le dije, «mire, pasó esto. Venga a ver. Lo llevé a la playa y le dije dónde estaba parada y mire dónde está el mar… esto es imposible»; y me dijo, «Ale, no le busques más muestras, lo que acabas de tener hoy, es tu primer encuentro con Dios. Atesóralo y aférrate a ese poder superior que hoy tienes el privilegio de conocer».
Patricia: En los grupos de doce pasos se refieren a la deidad como «un poder superior»—para que sea incluyente a muchas religiones. Pero el encuentro de Alejandra no fue con un dios, sino con el único Dios verdadero, el Creador de los cielos y de la tierra.
Alejandra: Te soy bien honesta, a partir de ahí mi caminar en el centro cambió. Nosotros todas las mañanas teníamos una caminata en la madrugada viendo el amanecer en la playa y era un tiempo de media hora para hablarle a tu poder superior.
Antes de ese 11 de marzo, recuerdo que por 4 semanas, me dormía la media hora en la playa. Agarraba un punto y me acostaba en lo que cada quien hablaba, y a partir de ese día que comencé a sentirlo en mi vida, hubo una terapia que mi compañera de cuarto me recomendó. Me dijo, «Ale, tienes que comenzar a hablarle, tienes que comenzar a tener una relación con Dios. Y recuerdo que me dijo, «aunque sea comienza con las conchas. Busca conchas y háblales». Y yo decía, «voy a parecer que estoy loca». Porque te miden todo, cuánto fumabas, cuánto dormías, todo.
Entonces, quise creer que esa terapia era real y empecé a caminar en las mañanas por la playa buscando conchas rotas. Ese día encontraba una concha rota y en la concha rota le dedicaba las cosas de mi vida de las que me quería realmente deshacer. Le hablaba a la concha rota, me acercaba a la orilla de la playa y la lanzaba con toda mi fuerza –aunque la concha no volaba, se quedaba ahí– pero en mi mente ese ejercicio me ayudó para ir soltando y despojándose de lo viejo.
Luego me dije, bueno, estoy soltando cosas que me destruyeron pero quiero retomar cosas que tuve o que quiero tener. Entonces junto con la concha rota me propuse conseguir conchas enteras y comencé a recolectarlas porque para mí la concha completa significaba que había una perfección (no perfección de Alejandra) pero había algo de lo que yo podía seguir llenándome a pesar de que había cometido errores.
Y ese proceso de la concha les puedo decir que tal vez hoy, cinco años después de ese tiempo de mi vida, me confirmó que fueron mis primeras oraciones.
Patricia: Luego de salir de aquel centro, Dios orquesta un viaje en la vida de Alejandra a una conferencia organizada por el ministerio Coalición por el Evangelio en el 2016.
Alejandra: Yo tenía un año de estar sobria y llego a TGC. Tenía como tres meses de que una persona de la iglesia a la que amo muchísimo me dijo, «mira, escucha este programa; comienza a ver». Sacó un podcast y en efecto así fue. En esa etapa, a pesar de que había dejado de consumir, como adicto uno se cree la mentira de que cuando dejas de beber dejas de vivir. Y a pesar de que tenía más de un año limpia y sobria, no le encontraba sentido a una vida sin consumir.
Cuando comienzo a indagar en la página de Aviva Nuestros Corazones encuentro las series por tema y me intriga mucho. Obviamente empiezo a buscar temas relacionados a mi realidad y escuché por mucho tiempo los temas como adicción, depresión y suicidio. Una de las cosas por las que termino internándome en un centro era porque, al final de cuentas, había cometido dos intentos de suicidio y lo más probable es que no iba a contar un tercero.
Comienzo a oír las series y me encantan. Entonces cuando llego a TGC, yo sabía que uno de los talleres en que me había metido al azar, lo daba Patricia de Saladín y se llamaba Paz en medio de la tormenta. Llegó el día del taller, entro y Pati hace su exposición, y cuando termina el taller me quedé porque en ese mismo salón me tocaba el otro taller. Ella se queda sentada en la primera fila. Daban un descanso como de media hora y entonces me le acerco y le pregunto acerca del ministerio. Le digo, «¿cómo nace Aviva Nuestros Corazones?» Recuerdo que ella estaba libre y me dijo, «ven, te voy a llevar al stand y te voy a contar un poco qué es el ministerio».
Llegamos al stand y comenzamos a hablar y me contó acerca de Aviva, de cómo funcionaba y me pregunta qué hago ahí. Y le dije, «te soy sincera, ni siquiera yo misma sé qué estoy haciendo aquí, no estoy convencida, no sé… Y le cuento un poco de mi historia. Recuerdo que Aviva Nuestros Corazones iba a hacer una rifa de unos libros, una trilogía que tiene Nancy que es Quebrantamiento, Rendición y Santidad.
Cuando regresé a Guatemala, Dios en Su soberanía me llevó esos tres libros y comienzo a leerlos. Comienzo a descubrir un mundo paralelo que para mí nunca había existido.
Patricia: El viaje espiritual de Alejandra apenas comenzaba. Las cosas no serían color de rosa, más bien Dios continuaría trabajando en su vida para restaurar, sanar y revelar sus ídolos, de modo que ella pudiera crecer en su relación con Él y confiar solo en Él para su plena satisfacción cada día.
Alejandra: A los 22 años dejo de consumir alcohol pero era una fanática fumadora. Llegué a consumir cajetilla y media a dos diarias. Cuando comienzo mi proceso con el Señor saliendo de TGC y de haber leído estos libros de Nancy, comienzo a sentir que mi corazón no hacía click en muchas cosas, entre ellas llego a descubrir el gran ídolo que era para mí el fumar.
Recuerdo que después de leer los tres libros que Pati me había regalado, un día le mando un mensaje de texto y le digo, «¿qué libro me recomiendas leer?» Y su respuesta fue, «dame un segundo, lo voy a orar y luego te cuento». A los días me manda un mensaje y me dice, «lee Ídolos del corazón». Entonces busco ese libro, lo compré en kindle, comienzo a leerlo y ahí confronta Dios mi vida en el gran ídolo que era el cigarro para mí. Había dejado el ídolo del alcohol y luego me di cuenta que el cigarro era otro.
Y así como hice una carta de despedida a mi adicción en el centro, apliqué lo mismo con el cigarro. El día que tomé la decisión de dejar de fumar, les dije a mis compañeros, «hoy dejo de fumar»; y no me creyeron porque por la gran cantidad de cigarros que fumaba, para ellos era inconcebible. Ese día cuando llegué, lo más sobrenatural que hice fue que a las 11:58 subí a mi cuarto y me arrodillé y le dije: «Dios, Tú sabes lo que amo fumar. No tengo que explicarlo porque para mí, hoy te estoy entregando un tesoro que para mí es como el oro, te estoy entregando algo que amo por amor a algo más grande que eres Tú».
Y le dije, «te he conocido en el pasado como un Dios de misericordia y sé que este acto no lo vas a despreciar, no me vas a abandonar y me vas a respaldar». Y aquí estoy, tres años y pico de no fumar, cinco años de no consumir alcohol y bien contenta. Por un lado caminando y conociendo parte de la gracia y el favor de Dios hacia mi vida, pero por otro lado bien confrontada porque de una u otra manera, siendo verdaderamente honesta, a la fecha de hoy sigo teniendo luchas, sigo teniendo dudas, a veces sigo robándole a Dios Su trono queriendo yo tomar el control de mi historia.
A veces sigo dudando de Su soberanía, sigo dudando de que Él sea un Dios bueno y que Su voluntad es siempre buena, agradable y perfecta; pero en mi humanidad y en mi egocentrismo a veces quiero robarme el protagonismo de la historia.
Patricia: Has estado escuchando la primera parte de la historia de Alejandra, una historia de la fidelidad de Dios en el sufrimiento. Hemos estado compartiendo contigo algunas de estas historias como parte de la serie de enseñanzas de Nancy, titulada, «Persevera en las dificultades de la vida».
Quizás en la medida en que escuchabas este programa te hayas podido identificar con algunas de las luchas de Alejandra. Así como Dios un día se reveló a ella, Él se puede revelar a ti. ¿Estás dispuesta a hacer de Él el objeto de tu fe y de tu confianza? O le has dicho «Dios, Tú no eres real».
Si aún no has conocido al Dios que se revela a sí mismo en la Biblia—el único Dios verdadero—te animo a que no dejes pasar este día sin buscarle. Y si te has dado cuenta de que tu corazón es crítico y severo hacia aquellos que te rodean y que enfrentan fuertes luchas, te animo a verte en el espejo de la Palabra de Dios. Confesemos nuestra falta de compasión y pidámosle a Dios que nos dé Sus ojos de misericordia.
Como dijo Juan Calvino: nuestros corazones son fábricas de ídolos; quizás Dios te muestre cuál o cuáles son los tuyos. Porque lo cierto es que cada una de nosotras, no importa cuál sea nuestra historia, necesitamos la gracia de Dios para perseverar en las dificultades de la vida.
Asegúrate de acompañarnos mañana, para escuchar la continuación de la historia que has estado escuchando hoy, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Llamándote a —no solo sobrevivir— sino a tener una vida abundante en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Tenemos el privilegio de proporcionar transcripciones de estos mensajes vivificantes. Si el Señor los ha usado para bendecir tu vida, ¿considerarías donar hoy para ayudar a cubrir los costos?
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