La Fiesta de los Tabernáculos
Débora: Piensa en esa dificultad a la que te estás enfrentando ahora. Erin Davis, madre de cuatro niños, tiene algunas palabras de ánimo para ti.
Erin Davis: Tenemos un dicho en la casa de los Davis. Cuando las cosas se ponen difíciles, volteo a ver a mis hijos y a mi esposo y digo: «¿Será esta la ocasión en la que Dios nos decepcione?» Y mis pequeños niños dicen, «no, mami». ¿Cómo lo sabemos? «Porque hasta hoy nunca nos ha fallado».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Adornadas, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 22 de enero de 2024.
Sabes, Jesús nunca prometió que seguirlo sería fácil. De hecho, Él nos dijo que enfrentaríamos problemas en este mundo. Pero prometió estar con nosotras y cuidarnos. Erin Davis está concluyendo su serie acerca de «Las 7 fiestas». Hoy nos retará a considerar …
Débora: Piensa en esa dificultad a la que te estás enfrentando ahora. Erin Davis, madre de cuatro niños, tiene algunas palabras de ánimo para ti.
Erin Davis: Tenemos un dicho en la casa de los Davis. Cuando las cosas se ponen difíciles, volteo a ver a mis hijos y a mi esposo y digo: «¿Será esta la ocasión en la que Dios nos decepcione?» Y mis pequeños niños dicen, «no, mami». ¿Cómo lo sabemos? «Porque hasta hoy nunca nos ha fallado».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Adornadas, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 22 de enero de 2024.
Sabes, Jesús nunca prometió que seguirlo sería fácil. De hecho, Él nos dijo que enfrentaríamos problemas en este mundo. Pero prometió estar con nosotras y cuidarnos. Erin Davis está concluyendo su serie acerca de «Las 7 fiestas». Hoy nos retará a considerar dónde encontramos nuestro mayor consuelo.
Y recuerda, si te perdiste algún episodio de esta serie, puedes encontrarlo en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones, en la página web avivanuestroscorazones.com o en las plataformas digitales.
Aquí está Nancy para introducirnos a nuestra última fiesta, que está en el capítulo 23 del libro de Levítico.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Durante los últimos días hemos estado enfocadas en el capítulo 23 de Levítico, hablando acerca de las siete fiestas o festividades que celebraban los israelitas como parte de su calendario anual. Erin Davis ha sido nuestra maestra.
Erin, gracias por guiarnos a través de este pasaje de las Escrituras que de otro modo quizás nunca le hubiéramos prestado atención.
Erin: ¡Ha sido un honor para mí! Amo este pasaje de las Escrituras, y quiero que todas las mujeres y seguidores de Cristo lo amen también.
Nancy: Cada una de estas fiestas, de estos días santos, tiene una conexión específica con el evangelio y una aplicación para nuestra fe en el presente.
Erin, escribiste acerca de estas fiestas en un estudio bíblico de ocho semanas donde nos llevas a las Escrituras de una forma más profunda de lo que podemos hacer aquí en Aviva Nuestros Corazones, y nos ayudaste a encontrar a Cristo en las celebraciones sagradas del Antiguo Testamento.
Mientras grabábamos esta serie alguien dijo, «¿por qué se les llama fiestas?», suena a que estuvieran comiendo, como un banquete de Navidad o una cena de Pascua. ¿Había comida involucrada en estas fiestas?
Erin: Había comida en muchas de ellas, pero también había ayunos, y seguramente uno no piensa en ayuno cuando piensa en fiesta. Pero yo creo que eran celebraciones. Eran los días de su calendario que marcaban su año. Creo que festejaban las cosas de Dios. Era una invitación a venir a la mesa, por así decirlo, y pensar acerca de quién era Dios. Así que eran fiestas muy ricas en contenido, más allá de la comida.
Nancy: Es lo que uno ve al principio de Levítico Capítulo 23, versículos 1 y 2, lo cual sienta las bases, se puede decir, para estas siete fiestas: «El Señor habló a Moisés: “Habla a los israelitas y diles: ‘Las fiestas señaladas del Señor, que ustedes habrán de proclamar como santas convocaciones, son estas…’”»
Así que eran celebraciones, días en los que el pueblo se reunía. Pero no hacían esto solos, lo hacían en comunidad, como nosotros celebramos los caminos de Dios y los aspectos importantes de nuestra redención como pueblo de Dios, juntos. Pero estas fiestas eran para el Señor; estas eran las celebraciones que el pueblo de Su pacto disfrutaba con el Señor, las marcas de su fe. Todas ellas eran recordatorios del festejo final del cual vamos a disfrutar, la cena de las bodas del Cordero, ¡en el cielo con el Señor!
Así que hoy, tú nos llevarás a esa fiesta final, la última de estas siete fiestas. Estoy expectante de escuchar lo que has estudiado y cómo hablará el Señor a nuestros corazones durante este episodio.
Erin: Bueno, permíteme contarte algo. Debió haber sido una sencilla respuesta con un sí. Yo estaba en una cumbre ministerial, y quiero que tengas una imagen de lo que estaba pasando. Era un salón lleno de otros cristianos. Y esos cristianos habrían estado inmensamente felices de que yo hubiera tomado la decisión de obedecer. No lo hice. En lugar de eso, escogí la comodidad.
El pastor que estaba dirigiendo nuestro tiempo juntos acababa de predicar acerca del costo de seguir a Cristo. Y en el tiempo de invitación, nos dio estas instrucciones: «Párense ahí donde están y canten: “He decidido seguir a Cristo”», acappella…
No había música de fondo sonando para suavizar el momento o para camuflar nuestras voces. Dijo esas palabras y mi corazón empezó a latir rápido. Me pregunto si les pasa lo mismo cuando saben que Dios los está llamando a obedecer.
En mi corazón comenzó una competencia entre declarar abiertamente mi fe y mi propia comodidad, y mi comodidad empezó a tomar la delantera. Y finalmente una voz empezó a cantar fuerte y claro, «he decidido seguir a Cristo», y luego otra voz se unió, y otra voz y otra voz más, y yo seguía sentada en mi silla, literalmente aferrándome a la orilla de mi asiento temerosa de obedecer esa sencilla invitación a declarar mi fe en un salón lleno de compañeros que también seguían a Cristo.
Eventualmente comencé a cantar, pero me sentí como si me hubieran dado un puñetazo en las tripas. Si no podía estar por Jesús en una habitación llena de cristianos, ¿cómo podría defenderlo en un mundo que no lo reconoce? Y ese fue el momento en que supe que si quería que Dios me usara, tenía que renunciar a mis constantes deseos de comodidad.
Hemos estado estudiando las siete fiestas de Israel, registradas en Levítico 23. Hoy llegamos a la fiesta final. La Fiesta de los Tabernáculos, t-a-b-e-r-n-á-c-u-l-o-s. Voy a leer en voz alta la descripción de esa fiesta que está registrada en Levítico 23:33 al 43.
Ahora, voy a resumir algunas partes. El versículo 34 nos dice cuándo se festejaba esta fiesta en el calendario israelita y cuánto duraba. Dice:
«Di a los israelitas: “El día quince de este séptimo mes es la Fiesta de los Tabernáculos; se celebrará al Señor por siete días”».
Espero que hayas prestado atención a los detalles de estas fiestas y no solo los hayas pasado rápidamente, asumiendo que esos detalles no tienen importancia.
Esta fiesta duraba una semana entera. Y si alguna vez te han dolido los pies por los preparativos de una comida para un solo día de fiesta, quiero que te imagines los preparativos para una celebración de siete días.
Ahora, en varios versículos, el pasaje describe cómo el pueblo de Dios debía pasar esos días. El primer día era un día de descanso; es un patrón que vemos constantemente en las siete fiestas. Cada día requería una ofrenda de comida, estas están descritas en los versículos 37 y 38. Espero que estés leyendo las fiestas junto con nosotras y que pases un tiempo observando esos versículos.
Pero llegamos al versículo 40, que describe lo que era único acerca de esta fiesta final, la Fiesta de los Tabernáculos.
«Y el primer día tomarán para ustedes frutos de árboles hermosos, hojas de palmera y ramas de árboles frondosos, y sauces de río; y se alegrarán delante del Señor su Dios por siete días».
Ve imaginando muchas ramas, muchas hojas, muchos árboles distintos. Ellos iban juntando todo eso.
«Así la celebrarán como fiesta al Señor por siete días en el año. Será estatuto perpetuo para todas sus generaciones; la celebrarán en el mes séptimo. Habitarán en tabernáculos por siete días; todo nativo de Israel vivirá en tabernáculos, para que sus generaciones sepan que Yo hice habitar en tabernáculos a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios» (vv. 41-43).
Presta especial atención al versículo 42, que dice: «Todo nativo de Israel vivirá en tabernáculos». Necesitas entender la escena. Toda la nación de Israel recibió la instrucción de tomar ramas de los árboles y construir pequeñas tiendas o refugios, al observar esta fiesta. Cuando te imagines la Fiesta de los Tabernáculos, no quiero que pienses en unos cuantos amigos alrededor de una fogata. Conocemos por otras partes de las Escrituras que había millones de israelitas. Ahora imagina millones de personas acampando al aire libre durante una semana.
Para aquellas de nosotras que tenemos niños pequeños, la idea de observar esta fiesta puede llegar a ser motivo de ansiedad. La logística de mudar a mi familia a una tienda durante una semana, me hace estar muy agradecida de ser una hija de Dios del Nuevo Testamento.
Jason y yo, cuando estamos empacando para viajar nos esforzamos mucho y tratamos de recordar todo y al final siempre nos volteamos a ver y decimos esto: «Habrá un supermercado, ¿verdad?» Inevitablemente tenemos que parar ahí. Pero estas madres, estos padres israelitas, no tenían opción. Tenían que llevar lo que necesitaran, y toda la nación iba a estar en tabernáculos.
Ahora, no es que Dios estuviera tratando de que Sus hijos experimentaran una gran aventura al aire libre. No creo que ese fuera el objetivo de esa fiesta. De la misma manera que las otras seis fiestas que hemos visto, Dios estaba usando la Fiesta de los Tabernáculos para recordarles a Sus hijos Su carácter y para darles nuevas rutinas para sus vidas en la tierra prometida.
Así que empecemos con lo práctico. Buscar la comodidad está en la naturaleza humana. Me imagino que después de siglos de esclavitud seguidos por décadas de deambular en el desierto, lo único que querían los israelitas era vivir vidas cómodas. En la tierra prometida, muy probablemente estaban ya establecidos en sus rutinas de comodidad y conveniencia.
Y la Fiesta de los Tabernáculos funcionaba como una alarma anual preparando sus corazones para las rutinas de la adoración. Ninguno de nosotros escogería alabar y obedecer a Dios por iniciativa propia, nos acoplamos siempre a la comodidad. Esto era un estremecedor recordatorio de que ellos eran los hijos de Dios, y que debían vivir apartados para Su gloria; y frecuentemente, eso no es cómodo. Dios nos llama a vivir vidas de incomodidad también.
Permíteme leer las palabras de Jesús en Lucas 9:23-27:
«Y a todos les decía (este es Jesús hablando): “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”» (v. 23).
De inicio aquí Jesús nos sacude con esta palabra «niéguese», esa no es una palabra muy cómoda, y a tomar nuestra cruz.
«Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, ese la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde? Porque el que se avergüence de Mí y de Mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en Su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles. Pero en verdad les digo que hay algunos de los que están aquí, que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios» (vv. 24-27).
Jesús lo está diciendo tan claramente: «Seguirme te costará». En algunos sentidos, la vida cristiana es una vida muy incómoda. Requiere que carguemos la tosca y rasposa cruz en nuestras espaldas. La cruz de la auto negación, que nunca se vuelve más fácil (no para mí), la cruz de poner la vida de los demás antes que la tuya, la cruz del sacrificio, la cruz de la santidad. Ninguna de nosotras habría escogido nada de eso por iniciativa propia.
Somos criaturas en busca de comodidad. Pero Jesús modeló esto para nosotras de forma tan perfecta: rindiendo la comodidad que Él merecía, empezando por el pesebre y todo el resto de Su camino hasta la cruz. Escogió nuestro bien sobre Su comodidad cada segundo que caminó sobre la tierra; incluyendo la extrema incomodidad de la cruz.
Frecuentemente las palabras de Jesús son incómodas. Si la lectura de tu Biblia no te produce vergüenza ocasionalmente, no estoy segura de que estemos leyendo la misma Biblia. En Juan 7 vemos a Jesús predicando. Si estás disfrutando hacer las conexiones tanto como yo, notarás que en Juan 7 Jesús está predicando acerca de la Fiesta de los Tabernáculos.
Juan 7:14-24 registra el sermón de Jesús acerca de la Fiesta de los Tabernáculos. Mi pastor llama este tipo de sermón un «sermón incómodo», que es un sermón que te hace pensar un poco por el peso de todo este tema por un momento.
Y de hecho, el sermón de Jesús era de tal manera así, que la gente que lo estaba escuchando declaró, «¡tienes un demonio!» (v. 20). No les gustó lo que Jesús estaba diciendo. Estaban confundidos y ofendidos por Sus palabras, y lo que querían era lo que todas nosotras queremos en nuestra carne: queremos comodidad. Queremos líderes que nos arrullen con una canción de cuna.
Las enseñanzas de Jesús nos sacuden para mostrarnos nuestra verdadera condición. No es cómodo vivir como Cristo nos llama a vivir, y mediante las siete fiestas Dios estaba estableciendo rutinas para la vida de Su pueblo.
La palabra de Dios es como un desfibrilador, nos causa shocks en el corazón para llevarnos a una nueva rutina.
- Nos vemos de una manera, y la Palabra de Dios nos genera un shock al corazón para ver nuestra verdadera condición.
- Vemos a nuestros vecinos de una manera, y la Palabra de Dios nos genera un shock al corazón para ver que son portadores de la imagen de Dios.
- Vemos nuestro plan de vida de una forma, y la Palabra de Dios nos genera un shock al corazón para ver que lo que importa es el plan de Dios.
Y podemos verlo porque somos nuevas criaturas. La rutina es esta, el ritmo que las Escrituras nos marcan es este, el orden que Jesús modeló es este: niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús. La razón por la que negamos nuestra comodidad no es porque sea fácil hacerlo, no lo es, sino porque Cristo sacrificó Su comodidad por nosotras.
Rendimos nuestras vidas y buscamos vivir como nuestro Salvador. Rendimos nuestros planes de vida y vivimos la vida que Dios nos llama a vivir. Tengo una frase que describe este tipo de vida. La llamo «la cuerda floja de la obediencia aterradora». Invierto gran parte de mi tiempo allá afuera, en «la cuerda floja de la obediencia aterradora».
Así es como se vive en la «cuerda floja de la obediencia aterradora». Fijas tus ojos en Jesús, como si estuvieran pegados con pegamento, y das un paso incómodo tras otro. He aprendido a disfrutar la vida en «la cuerda floja de la obediencia aterradora», porque es ahí donde me encuentro obedeciendo y escuchando la voz de Dios.
Si has estado caminando con Cristo por más de un minuto, creo que puedes pensar en muchas ocasiones en las que Jesús te pidió, a través de su Palabra o por medio de Su Espíritu, hacer algo incómodo. Me gustaría que pudiéramos intercambiar esas historias. Si solo tienes un minuto de caminar con el Señor, entonces tienes fresco el recuerdo de rendir tu vida a la Suya, y sabes que tuviste que deshacerte del obstáculo de tu comodidad para tomar ese paso. No hay «gato por liebre».
La Biblia nunca nos llama a una vida cristiana cómoda, sino a ritmos constantes de sacrificio y rendición, así como de resistencia. Una de mis mentoras hace un tiempo cumplió setenta y seis años. Y casi cada vez que hablo con ella, me dice: «El Señor realmente está trabajando al extremo conmigo en esta área o en aquella». Por un lado, me anima cuando veo su obediencia, pero por el otro lado, pienso: «¿A los setenta y seis años todavía me hará estar trabajando al extremo?» Creo que para todas será así. Y de la misma forma que los israelitas necesitamos que nos recuerden, yo necesito que me recuerden, que obedecer a Dios me va a costar.
Debo esperar que sea incómodo. Y sinceramente, no necesito un recordatorio anual de ello, necesito recordatorios diarios. Entonces, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué sacrificar nuestra comodidad para seguir a Jesús? Por la misma razón que los israelitas observaban la Fiesta de los Tabernáculos. Una razón por la que escogemos rendir nuestra comodidad es porque Él es digno. Él es digno. Cualquier precio que Jesús te pida pagar, págalo, porque Él es digno.
Hay otra lección más en esta fiesta final, y es una forma tan adecuada de concluir nuestro tiempo juntas. Me gustaría que volvamos a la descripción de las siete fiestas nuevamente. Voy a leer Levítico 23:40-43, una vez más.
«Y el primer día tomarán para ustedes frutos de árboles hermosos, hojas de palmera y ramas de árboles frondosos, y sauces de río; y se alegrarán delante del Señor su Dios por siete días. Así la celebrarán como fiesta al Señor por siete días en el año. Será estatuto perpetuo para todas sus generaciones; la celebrarán en el mes séptimo. Habitarán en tabernáculos por siete días; todo nativo de Israel vivirá en tabernáculos, para que sus generaciones sepan que Yo hice habitar en tabernáculos a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios».
Esta es una festividad de gozo. Es una celebración prolongada. El versículo 40 nos dice que el tono de esta fiesta es siete días de regocijo. Dios escogió terminar el calendario de su año con una gran fiesta. El versículo 43 nos dice por qué: «Para que sus generaciones sepan que Yo hice habitar en tabernáculos a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios»
Dios quería que sus hijos, los nietos y los bisnietos de los israelitas, quienes fueron los primeros en entrar a la tierra prometida, supieran que Él es su Dios, que siempre ha tenido cuidado de ellos, y que siempre lo tendrá.
Tenemos un dicho en la casa de los Davis cuando las cosas se ponen difíciles, miro a mis hijos y a mi esposo y digo, «¿será esta la ocasión en la que Dios nos decepcione?» Y mis pequeños niños dicen, «no, mami».
¿Cómo lo sabemos? Honestamente, muchas veces se siente como que puede ser la ocasión en que Dios nos decepcione, así que, ¿cómo lo sabemos? Porque nunca nos ha fallado hasta ahora, y no lo hará con lo que sea que para nosotros se sienta imposible ese día. Y esta fiesta es para que el pueblo de Dios recuerde que «Él nos fue fiel en Egipto. Vengan, déjenme decirles que Él nos fue fiel en el mar Rojo; Él nos fue fiel cuando deambulábamos en el desierto. Y, por cierto, nosotros le fuimos infieles, pero Él nos fue fiel. Nos fue fiel en Jericó. ¡Él permanece fiel!» De eso se trata la Fiesta de los Tabernáculos.
El Señor quería que recordaran que cuando estaban en el desierto y no tenían nada, ni siquiera un techo sobre sus cabezas, Él cuidó de ellos. Las fiestas eran la forma en que Dios combatía la amnesia espiritual de sus hijos, recordándoles Su fiel cuidado.
Deambularon en aquel desierto durante 40 años. No tenían un hogar. No tenían una nación ni un vecindario que llamaran propio, pero Dios mismo era su refugio, era su resguardo, era su torre fuerte. Y aunque vivieron sin la comodidad de un hogar, nunca vivieron sin consuelo, porque Dios su Consolador siempre estaba con ellos.
¿No tendemos naturalmente a pensar que la comodidad del hogar o de los amigos o de un trabajo estable o de una cuenta llena en el banco, son la comodidad que más necesitamos? Dios arrancaba a Su pueblo de esas cosas durante siete días y les decía: «Celebren que Yo siempre he sido su Consolador».
Amigas, este es el regalo que nos dan las fiestas: que ya no se nos requiere participar en ellas. Puedes quitar ese colchón de aire de tu cuenta de Amazon si estabas planeando observar la Fiesta de los Tabernáculos. Nos estamos perdiendo de algo si simplemente nos las saltamos. Aquí mismo en nuestras biblias Dios nos ha dado las fiestas.
Estas descripciones pudieron haberse perdido con los israelitas, pero las tenemos para nosotros. ¿Por qué? Porque son recordatorios de quien es Él. Son recordatorios de quien siempre ha sido. Y son recordatorios de quien siempre será: nuestro Consolador.
Me gustaría cerrar nuestro tiempo juntas leyendo el Salmo 46 como una oración para ti, y quiero que uses tu imaginación mientras leo. Quiero que te imagines a la multitud de los hijos de Dios sentados alrededor de una fogata hasta donde sus ojos pueden ver. Sí, podemos contar historias de «la cuerda floja de la obediencia aterradora», pero no las podemos contar sin contar que Dios nunca ha dejado que nuestros pies resbalen. Ni una sola vez. Y de nuestro hermoso consuelo de amor, paz y gozo que tenemos siempre en Jesús.
Así que imagínate la fogata y a los hijos de Dios.
«Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, Aunque tiemblen los montes con creciente enojo. Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, Las moradas santas del Altísimo. Dios está en medio de ella, no será sacudida; Dios la ayudará al romper el alba. Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos; dio Él Su voz, y la tierra se derritió.
El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Vengan, contemplen las obras del Señor, que ha hecho asolamientos en la tierra; que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; quiebra el arco, parte la lanza, y quema los carros en el fuego. Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob» (Sal. 46).
Nancy: ¡Amén! Gracias Erin por lo que acabas de recordarnos, tal como esta fiesta les recordaba a aquellos israelitas del Antiguo Testamento año tras año que Dios mismo es nuestro refugio. Al recordar esos años deambulando en el desierto, cuando no tenían hogar, recordaban que tenían un hogar en Dios.
Hoy tenemos nuestros hogares, y algunas veces eso nos hace olvidarnos de que Dios es nuestro verdadero y eterno refugio, y que nunca abandona a los suyos. Provee para nuestras necesidades, y Su presencia es el lugar de su morada.
Mientras enseñabas, estaba recordando el Evangelio de Juan capítulo 7, versículos 37 al 38, cuando Jesús celebró la Fiesta de los Tabernáculos con los judíos de Su época. Ahora, en ese tiempo ellos ya no acampaban fuera, pero aún celebraban durante esos ocho días.
Juan 7 nos dice que al final de esa celebración (todos los judíos estarían recordando lo que ahora conocemos como Levítico 23, pensando acerca de ese último día de celebración):
«En el último día, el gran día de la fiesta, Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz: “Si alguien tiene sed, que venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’”» (vv. 37-38).
Y, por supuesto, estaba hablando del Espíritu Santo, quien vendría y llenaría a Su pueblo.
Así que conectamos los puntos desde los judíos deambulando en el desierto hasta la celebración de la Fiesta de los Tabernáculos cuando llegaron a la tierra prometida. Todo eso estaba apuntando hacia Jesús, quien un día diría: «Yo soy Su refugio; Yo soy Su provisión; Yo soy Su pan y Su agua. ¡Todo lo que necesitan se encuentra en Mí!»
Todo apuntaba hacia Él, y todo apunta hacia aquello que «todavía no es»: cuando en el cielo celebremos la presencia de Dios con Su pueblo. Él es nuestra morada, así que ya no hay necesidad del templo o de todas estas cosas terrenales de las que dependemos hoy, sino que Él es Aquel quien es nuestra morada por la eternidad.
Esta gran fiesta nos apunta hacia Cristo, pero también nos apunta al cielo donde celebraremos sin más sufrimiento, sin «obediencia aterradora», sino solo en adoración y celebración por toda la eternidad.
Erin, a lo largo de toda esta serie has creado en nosotras hambre y sed de conocer más de Dios, y solo quiero expresarte mi enorme gratitud por entregarte por completo, por hacer el trabajo duro de estudiar estas fiestas, y luego presentarlas a nosotras en esta serie.
Erin: Ha sido un honor para mí.
Nancy: Tienes más información de donde vino esto en el estudio bíblico que escribiste, un estudio de ocho semanas que se llama «Las 7 fiestas». Nos muestra cómo encontrar a Cristo en las sagradas celebraciones del Antiguo Testamento.
Creo que esta semana hemos escuchado lo suficiente por parte de Erin como para abrirnos el apetito. Quiero animarte a profundizar en el estudio y la celebración del significado de estas fiestas en la medida que caminas con Cristo.
Es un estudio que pueden hacer, ya sea de forma individual, o mejor aún, invita a una amiga o a un grupo pequeño y háganlo juntas, porque estas fiestas no estaban pensadas para celebrarse a solas en privado.
Eran parte de la comunidad de fe que compartía las fiestas juntos, y ustedes pueden compartir con otros en su comunidad de fe lo que significa caminar con Cristo, celebrando las maravillas de la redención que vemos descritas en estas siete fiestas, estos siete días santos que encontramos en Levítico 23.
Muchas gracias por tu apoyo a este ministerio. ¡Gracias por tus oraciones y ánimo!
Débora: Ella es la anfitriona de Aviva Nuestros Corazones, Nancy DeMoss Wolgemuth, conversando con Erin Davis. Esta serie ha sido un rico estudio acerca de las fiestas que se encuentran en el capítulo 23 de Levítico. Si quieres profundizar en ellas, puedes hacerlo con el estudio bíblico de Erin, «Las 7 fiestas» (disponible solo en inglés). Yo estoy justo a la mitad ahora, y me está ayudando a conectar los puntos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento de una forma que nunca antes había experimentado. ¡Creo que te va a encantar!
Espero que nos acompañes nuevamente en Aviva Nuestros Corazones.
Retándote a vivir apartada para Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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