La fe para dar un paso
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cualquiera puede alabar a Dios cuando puede ver el resultado. Si ves un buen resultado, dirás, «oh, alabado sea Dios, y ¿no es bueno Dios?» Pero eso no requiere fe. Requiere fe cuando tú no ves un buen resultado.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 6 de septiembre de 2023.
Hay muchas cosas a tu alrededor que pueden causarte temor; y puedes hacer dos cosas: aferrarte a esos temores o puedes cultivar la fe. Nancy te hablará más sobre esto en la serie titulada, Confía en Dios para entrar a la tierra prometida. Estos 8 episodios, que escucharemos durante los siguientes días, forman parte de una serie más amplia acerca de la vida de Josué. Este mes iniciamos nuestro pódcast diario hablando acerca de la fidelidad de Dios …
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cualquiera puede alabar a Dios cuando puede ver el resultado. Si ves un buen resultado, dirás, «oh, alabado sea Dios, y ¿no es bueno Dios?» Pero eso no requiere fe. Requiere fe cuando tú no ves un buen resultado.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 6 de septiembre de 2023.
Hay muchas cosas a tu alrededor que pueden causarte temor; y puedes hacer dos cosas: aferrarte a esos temores o puedes cultivar la fe. Nancy te hablará más sobre esto en la serie titulada, Confía en Dios para entrar a la tierra prometida. Estos 8 episodios, que escucharemos durante los siguientes días, forman parte de una serie más amplia acerca de la vida de Josué. Este mes iniciamos nuestro pódcast diario hablando acerca de la fidelidad de Dios en tiempos de angustia. Ahora examinaremos algunas lecciones que podemos aprender de la vida de Josué y poder proseguir hacia la meta. Escuchemos a Nancy:
Nancy: Creo que todas conocemos personas que parecen estar estancadas en su vida cristiana. Si miras algunos años atrás, ellas parecen estar lidiando siempre con los mismos problemas, las mismas luchas año tras año. No parecen haber hecho ningún progreso real.
Es una carga, una preocupación. Es una frustración para ellas y algunas veces, si estás tratando de discipular o de ayudar a una persona así, tú te preguntas, ¿por qué no entienden?
Y luego tienes a otras personas que están creciendo espiritualmente. Están madurando espiritualmente. Dando fruto. Se están asemejando cada vez más a la imagen de Cristo.
¿Qué hace la diferencia? ¿Por qué unas se estancan y otras dan fruto? Comenzando en el día de hoy, quiero que veamos otro incidente de la vida de Josué y de los hijos de Israel. Vamos a comenzar hoy y vamos a seguir en los próximos días. Este es uno de los relatos más conocidos que se relaciona con la vida de Josué. Permítanme resumirlo y luego nos vamos a tomar los próximos días para profundizar en este pasaje.
Es una historia que leemos en Números 13 y 14. Déjame pedirte que vayas allí a Números 13, para que puedas estar lista para leer conmigo. Y déjame darte un vistazo general. ¿Recuerdas cuando los hijos de Israel se prepararon para entrar a la tierra prometida, cuando llegaron a un lugar llamado Cades? A veces se llama Cades-Barnea, y es el mismo lugar.
Ellos enviaron doce espías a la tierra de Canaán para ver cómo era la tierra y para regresar a dar un reporte. Cuando regresaron, diez tuvieron un reporte negativo y decían: «Es una gran tierra, pero hay gigantes. No podremos hacer esto». Ellos desalentaron al pueblo de Dios de entrar en la tierra prometida.
De los doce hubo dos, cuyos nombres eran Josué y Caleb, que tenían un reporte de la minoría y ellos dijeron: «Sí, hay gigantes. Sí, hay problemas. Pero Dios está con nosotros y podemos hacer esto. Podemos tomar la tierra».
¿Recuerdas cómo el pueblo se alineó con el reporte de la mayoría, y terminaron rebelándose contra Dios y vagando en el desierto durante cuarenta años, hasta que toda esa generación adulta murió? De todos esos cientos de miles de adultos que estuvieron en Cades-Barnea y vieron la tierra prometida, solo dos, Josué y Caleb, vivieron para entrar en la tierra.
Y esa es la versión corta. Esta es la historia con la que todas estamos familiarizadas. Pero quiero desempacar esta historia pieza por pieza para ver lo que podemos aprender. Primero leemos este relato en Números capítulos 13 y 14. Se trata de un pasaje que es fácil de pasar por alto porque estamos muy familiarizadas con él. Pero este relato está registrado al menos otras cuatro veces en la Escritura.
Hay una referencia repetida en Números capítulo 32. Hay otra referencia en Deuteronomio capítulo 1, otra en el Salmo 95 y luego en Hebreos capítulos 3 y 4 se remontan a esta misma experiencia. Hay aproximadamente 160 versículos de la Biblia que se dedican a este incidente.
Y cuanto más estudiaba, más pensé: esto es importante. Si Dios repitió esto en las Escrituras varias veces es porque hay algunas lecciones muy importantes que tenemos que aprender, cosas que tenemos que entender sobre el corazón y los caminos de Dios. Así que vamos a quedarnos aquí por varios días y vamos a meditar en este evento. Hay cosas profundas sobre la vida de Josué y de la vida cristiana, que aprenderemos a medida que nos adentramos en esta historia.
Y quiero contarles cómo Dios ha usado este relato en mi propia vida de una manera fresca en las últimas semanas en las que he estado estudiando. Me ha ayudado a entender, ha traído algo de claridad para mí acerca de un momento muy difícil de lucha que tuve en nuestro ministerio no hace mucho tiempo. Y quizás comparta algunas pequeñas partes de esa lucha conforme me voy adentrando en la historia.
Pero a medida que entramos en este pasaje, vamos a orar primero y vamos a pedirle a Dios que abra nuestros ojos y que nos dé entendimiento.
Señor, quiero agradecerte por cómo has utilizado este pasaje tan familiar para darme una nueva luz en mi corazón en estos días. Oro que nos enseñes a través de Tu Espíritu, que nos instruyas, que abras nuestros ojos y nuestros corazones, y que nos cambies por medio de lo que nos estás mostrando a cerca de Tu corazón y de Tus caminos en este pasaje. Oro en el nombre de Jesús. Amén.
Ahora, para entender un poco del contexto aquí, los hijos de Israel recientemente habían sido liberados de la esclavitud en Egipto, donde habían estado durante 400 años. Ellos salieron de Egipto, atravesaron el mar Rojo, entraron en el desierto hasta el monte Sinaí, donde pasaron once meses recibiendo la ley de Dios, y Dios los estaba preparando para entrar en la tierra prometida.
Pero el objetivo de Dios no era que ellos se quedaran en Egipto. No era que ellos se quedaran en el desierto. No era que ellos se quedaran en el Monte Sinaí. ¿A dónde quería llevarlos Dios? A Canaán, a la tierra prometida, la tierra que Él había prometido cientos de años antes que daría a Su pueblo.
Dios le había dicho a Abraham, Isaac, y Jacob, «voy a darles una tierra». Esa era la tierra. Dios tenía el propósito de llevar a Su pueblo a la tierra prometida. El desierto era solo parte del trayecto para llegar desde Egipto a la tierra prometida. Esta tierra era un lugar de abundancia, un lugar de descanso. Era su patria. Ese era el propósito.
Y Dios tiene un propósito para nosotras como cristianas. Él no quiere que permanezcamos en esclavitud, a nosotras mismas o al pecado. La intención de Dios no es que vaguemos en experiencias en el desierto, aunque Dios puede ordenar algunas de estas experiencias para formarnos y hacernos más maduras. Pero la meta de Dios es llevarnos a la tierra prometida.
La tierra prometida no es el cielo. El cielo será la tierra prometida final. Se nos ha prometido esa tierra. Pero hay una tierra prometida para nosotras aquí en este mundo. Es un lugar de libertad espiritual, de plenitud y de abundancia en Cristo. La única razón por la que existe Aviva Nuestros Corazones, es para llamar a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Ese es el lugar al que Dios quiere llevarnos. Él no quiere vernos vagando en el desierto o en la esclavitud de nuestros pecados. Él quiere llevarnos a Canaán.
Y los hijos de Israel habían viajado desde Egipto al Monte Sinaí –que está en la parte sur de la península del Sinaí– y después de once meses allí, ellos viajaron al norte hacia Cades-Barnea, que está justo en la frontera sur de la tierra prometida.
Ellos podían verla. Podían probarla, olerla. Podían tocarla. ¡Estaba allí! Estaban justo en la frontera de donde Dios quería llevarlos.
Y desde el Sinaí hasta Cades-Barnea –el Monte Sinaí, donde la ley fue dada, hasta Cades justo en la frontera de la tierra prometida– hay 241 kilómetros más o menos. Según Deuteronomio capítulo 1, son como once días de camino a pie. Pero en ese viaje ellos llegan a Cades, pero terminaron vagando alrededor de Cades y no entraron a la tierra prometida hasta después de treinta y ocho años.
La intención de Dios era que fueran desde Sinaí a Cades y luego a la tierra prometida, un trayecto de once días; ellos debieron haber llegado allá. ¿Por qué les tomó treinta ocho años llegar?
Números 13 y 14 nos cuenta la historia y nos dice por qué terminaron vagando innecesariamente por treinta y ocho años, en realidad nunca avanzando, yendo en círculos, nunca entrando en la tierra prometida. Y también nos dice por qué nos sucede esto a muchas de nosotras en nuestra vida cristiana.
Mira el versículo 1 de Números, capítulo 13:
«Y el Señor habló a Moisés, diciendo: Tú mismo envía hombres a fin de que reconozcan la tierra de Canaán, que voy a dar a los hijos de Israel; enviarás un hombre de cada tribu de las tribus de sus padres, cada uno de ellos jefe entre ellos. Entonces Moisés los envió desde el desierto de Parán, (allí es donde está Cades) al mandato del Señor; todos aquellos hombres eran jefes de los hijos de Israel» (Núm. 13:1-3).
Y cuando empecé a estudiar la vida de Josué hace unos meses, llegué a este relato y se escuchaba como (lo que siempre había asumido ser el caso), que esta había sido la idea de Dios, que Dios fue el que inició el mandar a los doce espías a Canaán. Pero a medida que estudiaba, aprendí algo que nuncahabía pensado.
Cuando llegas a Deuteronomio al capítulo 1, una generación más tarde, Moisés está revisando este período de la historia de los israelitas y en su relato de esta historia, él da una nueva perspectiva sobre lo que realmente sucedió. Escucha este pasaje de Deuteronomio capítulo 1. Moisés dice:
«Partimos de Horeb (el monte Sinaí) y pasamos por aquel vasto y terrible desierto que visteis, camino de la región montañosa de los amorreos, tal como el Señor nuestro Dios nos había mandado, y llegamos a Cades-Barnea. Y os dije: “Habéis llegado a la región montañosa de los amorreos que el Señor nuestro Dios va a darnos. Mira, Israel, el Señor tu Dios ha puesto la tierra delante de ti; sube, toma posesión de ella, como el Señor, el Dios de tus padres, te ha dicho. No temas ni te acobardes”» (Deut. 1:19-21).
Moisés les está diciendo: «Cuando fuimos de Sinaí a Cades, les dije lo que Dios me dijo que les dijera, “la tierra es suya. Vayan y tómenla”».
Pero mira luego lo que dice en el versículo 22:
«Entonces todos vosotros os acercasteis a mí, y dijisteis: “Enviemos hombres delante de nosotros, para que nos exploren la tierra, y nos traigan noticia del camino por el cual hemos de subir, y de las ciudades a las cuales entraremos”».
Imagínense la escena, ahí están ellos, justo en la frontera de la tierra prometida. Dios dice, «es de ustedes, vayan, tómenla; se la he entregado». Pero en lugar de creer las palabras de Dios e ir y tomar posesión de ella, el pueblo va donde Moisés y le dice: «No estamos listos. Primero envía algunos hombres a explorar la tierra y que nos digan cómo es».
La evidencia aquí es que no estaban dispuestos a salir y obedecer a Dios. Dios dijo: «Ustedes no necesitan ver a la tierra. Vayan a ciegas. Les estoy diciendo que es una tierra buena. Les estoy diciendo que hay enemigos allí. Pero les estoy diciendo que Yo los envío a tomar posesión».
Pero ellos contestaron, «no estamos listos».
Creo que tenían miedo. Moisés les había dicho, «no tengan miedo, no se acobarden, no desmayen».
Pero ellos dijeron, «no estamos listos. Primero envía estos doce hombres». Ellos tenían miedo a lo desconocido. Tenían miedo de lo que no podían ver.
Ellos estaban diciendo, en efecto, «no queremos caminar por fe, queremos andar por vista. Queremos nuestras preguntas contestadas. Y tenemos que ver todos los hechos por nosotros mismos. Entonces decidiremos qué hacer».
Y ese fue su primer gran error. Ellos tuvieron un montón de errores grandes a lo largo del camino. Sin embargo, el primero fue enviar a estos doce espías, que no tenían necesidad de enviar, porque ya Dios les había dicho, «vayan, tomen posesión de la tierra». Pero ellos eligieron caminar por vista y no por fe.
El pecado no fue que querían prepararse para la conquista; no fue la planificación y la preparación. El pecado fue un corazón lleno de miedo y de incredulidad que les impulsó a querer probar las aguas en lugar de zambullirse. En realidad fue un asunto de control.
Y ¿no es esto cierto de nosotras muchas veces? Dios nos dice, «haz esto. Ve allá. Haz aquello». Dios tiene una dirección clara en Su Palabra y Él nos guía. Sabemos lo que Él quiere que hagamos. Pero nosotras decimos, «déjame primero poner el pie en el agua».
«No estoy lista para zambullirme. No estoy lista para dar este salto. Déjame probar primero. Déjame ver los detalles. Permíteme ver qué cosas van a estar involucradas, y entonces planearlo».
Cuando pones estos dos pasajes juntos –el que estamos viendo en Números capítulo 13 con este pasaje paralelo– ves que Dios accedió a su demanda. Dios fue tolerante con su falta de fe. Y Dios dijo: «¿Ustedes desean enviar doce espías? Pues háganlo. Envíen hombres a hacerlo». Dios les permitió hacer las cosas a su manera.
Pero fue a un gran costo. Resultó ser el primer paso en una espiral descendente que terminó haciéndolos vagar en el desierto durante cuarenta años. Y toda aquella generación nunca llegó a la tierra prometida, nunca.
¿Qué te ha enviado Dios a hacer que requiere fe? Pero antes de avanzar dices, «tengo que probar las aguas. Tengo que hacer una encuesta. Tengo que investigar. ¿Podemos permitirnos el lujo de tener más hijos? ¿Cómo será…? ¿Y qué si él no…?» Planificando, haciendo estrategias. «Señor, tengo que ver antes de que pueda avanzar».
Y no estoy aquí hablando de avanzar tontamente. Hay un tiempo para comprobar los hechos. Hay un tiempo para contar el costo. Hay un tiempo para evaluar la sabiduría de una decisión. Pero una vez que Dios te ha dado dirección, es hora de seguir adelante, incluso sin ser capaz de ver cómo va a funcionar.
Si pudiéramos ver cómo nos va a resultar todo, entonces no necesitaríamos fe. Y sin fe es imposible agradar a Dios. Eso es lo que dice el escritor a los Hebreos en el capítulo 11, en el versículo 6: «Quien quiera acercarse a Dios debe creer que Él existe y que recompensa a los que le buscan».
El paso de fe para los israelitas en este punto habría sido cuando Dios dijo: «Vayan y tomen la tierra», ellos deberían haber dicho, «está bien, Dios, vamos. No podemos ver. No sabemos quién está allí, ni sabemos lo que vamos a enfrentar. Pero Tú nos has guiado en cada paso del camino hasta este punto. Señor, has demostrado ser fiel y sabemos que vas a ser fiel en la medida en que vayamos entrando. Entonces aquí vamos».
No es una necedad cuando Dios te ha dado dirección. Habría sido una necedad de parte de ellos actuar sin la dirección de Dios. Pero Dios ya había dicho, «tomen la tierra». Y creo que ese paso en Cades fue el momento en que Dios quiso que fueran de allí a Canaán.
Los doce espías, ese no fue el plan original de Dios. Dios lo aceptó, pero resultó ser una decisión muy costosa porque el informe que obtuvieron fue tal que aterrorizó a los hijos de Israel. Y como resultado de ese informe decidieron no entrar.
Y si seguimos leyendo en Hebreos 11, donde habla acerca de la fe, vemos que la fe está relacionada con las cosas que no podemos ver. El versículo 7 de Hebreos 11 dice: «Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían…» Y ¿qué era eso? La lluvia. Ellos nunca habían visto llover y Dios les dice que va a haber una inundación que va a destruir la tierra.
Noé fue advertido por Dios acerca de eventos que él nunca había visto antes. Noé no podía imaginarse ni en sueños cómo se iba a ver un diluvio. Nosotras podemos imaginárnoslo porque lo tenemos en diversas imágenes, en colchas, en rompecabezas, en fotos, en libros. Pero Noé no podía imaginarse eso.
Pero Dios le advirtió, y así con el temor reverente construyó un arca para la salvación de su casa. Él pasó 120 años construyendo un barco para protegerse de una tormenta cuando él nunca había visto llover. Eso es fe.
Y el versículo 8 de Hebreos 11 dice: «Por la fe Abraham obedeció cuando fue llamado para ir a un lugar que había de recibir como herencia. Y salió, sin saber a dónde iba».
Dios le dijo: «Ve».
Y Abraham contestó: «Tú eres Dios; voy». Eso requirió fe, y eso es lo que agrada a Dios.
Entonces, ¿qué dirección nos ha dado Dios que requiere fe? Dios te dice, «perdona, no solamente una vez, no solo siete veces, sino hasta setenta veces siete».
¿Requiere eso fe? Y nosotras decimos, «bueno, es que primero tengo que ver si están arrepentidos, si van a cambiar».
Dios te dice, «no, hazlo por fe, perdona; y Dios te dice, ama a tus enemigos». Eso requiere fe.
Dios dice, «esposas, honren a sus esposos».
Y tú dices, «sí, lo haré después de que vea si él va a ser respetuoso, o si va a cambiar».
No. Dios te dice, «da un paso de fe. No envíes a los espías. No intentes averiguarlo. No trates de planear primero. Da un paso de fe y haz lo que te he dicho que hagas».
Dios te dice, «sé fiel a tu pareja hasta que la muerte los separe». ¿Requiere eso fe a veces? Hay mujeres que han tenido que caminar por fe a través de una temporada muy difícil en su matrimonio cuando no podían ver cómo iba a funcionar o si alguna vez esa situación iba a cambiar. Quizás todavía no lo vean.
Pero por fe tú has dicho: «Señor, es Tu Palabra, y lo voy a hacer aunque no pueda ver cómo va a resultar».
La Palabra de Dios dice, «estad siempre gozosos. Dad, gracias en todo».
Y decimos, «bueno, voy a hacerlo tan pronto como sepa cómo va a salir esto o cómo va a terminar o cómo voy a resolver este problema».
Dios te dice: «No. Antes de que sepas todo eso, antes de que puedas ver Mi provisión, antes de que veas de dónde va a salir tu próximo cheque, antes de que puedas ver cómo vas a pagar la matrícula de tus hijos, confía en Mí y regocíjate y da gracias en todas las cosas». Eso es alabar a Dios por fe.
Y por cierto, cualquiera puede alabar a Dios cuando puede ver el resultado. Si pueden ver un buen resultado, dicen, «oh, alabado sea Dios», y «¿no es Dios bueno?», eso no requiere fe. Se requiere fe para alabar a Dios cuando no puedes ver un buen resultado.
Dios dice, «da la primera parte de tus frutos al Señor». Y nosotras decimos, antes de diezmar o antes de dar mis diezmos y ofrendas, quiero ver si me va a sobrar suficiente para poder pagar mis cuentas. Eso no es fe.
Dios dice, «da ese paso. No hagas cuentas. No trates de entender. Solo hazlo. Dalo». Sal de allí. Entra en la fidelidad de Dios. Y no digas, «tengo que averiguar todo antes de hacerlo, investigar de antemano».
Dios dice, «no temas. No te preocupes por nada. Sé llena del espíritu». Todo eso requiere fe.
Se necesita fe en otros asuntos de la vida. Se necesita fe para decir: «Sí, acepto», en el altar y hacer un compromiso. Tenemos una gran cantidad de personas hoy en día que tienen miedo de hacer un compromiso, miedo de si va a funcionar. Y todo este asunto de divorcios múltiples y esta era de múltiples generaciones de divorcio, es algo que da miedo a la gente hoy en día.
Vieron que el matrimonio de sus padres no funcionó y dicen: «Y ¿podrá el nuestro funcionar?» Bueno, si se trata solo de dos seres humanos, probablemente no. Hay una buena probabilidad de que no funcione. Pero si se trata de dos seres humanos y de Dios como el líder, sí puede funcionar. Tienes que hacerlo por fe y decir: «Sí, acepto».
Algunas mujeres necesitan fe cuando se enteran de que están esperando un hijo en la etapa madura de su vida y cada ginecólogo que visitan les dice, «no deberías tener este niño porque estás muy mayor». Y te leen una lista de todas las cosas malas que pueden pasar con ese niño.
Cuando terminan de leer la lista te dicen, «¿quieres terminar este embarazo?» Esa es la presión, ¿o no es así, en nuestra cultura? Si tienes más de cierta edad o si tienes un determinado antecedente, se necesita fe para decir: «No, fue Dios quien abrió mi vientre y me dio este niño, y voy a tener este niño para la gloria de Dios».
Se necesita fe para salir y usar tus dones, para ministrar a los demás, para la hospitalidad, para discipular a las mujeres más jóvenes. Tal vez Dios te está llamando a dar un paso de fe y a trabajar en el servicio cristiano vocacional.
Y tú te preguntarás: «Pero, ¿cómo voy a mantener a mi familia? ¿Cómo serán cubiertas nuestras necesidades?» Queremos enviar a los espías. Y queremos estar bien informadas antes de hacer el compromiso.
¿Sabes lo que realmente queremos hacer? Queremos estar en control y eliminar todo riesgo. No queremos tener que estar allí afuera donde, si Dios no actúa, estamos condenadas al fracaso. Queremos tener suficiente control y sentirnos confiadas de que si Dios no actúa, entonces tenemos como suavizar el golpe. Queremos tener una zona de confort. Tenemos protección extra que nos cubrirá o nos sostendrá.
Dios te dice, «no, toma los pasos de fe tan lejos como puedas, que si Yo no actúo, estás destinada al fracaso, no tengas una carta bajo la manga».
Pero entonces justificamos nuestra falta de fe convenciéndonos de que estamos siendo cuidadosas. Pero es que Dios dice, «ve, da el paso de fe para obedecer. Ve y toma posesión de la tierra».
Y quiero decirte que si estás pensando en ir y hacer algo que otros están cuestionando, recuerda que Dios no te va a llevar a hacer ninguna cosa que sea contraria a Su Palabra. Así que si crees que Dios te está llamando a dejar tu matrimonio, esa no es la voluntad de Dios. No es Dios quien te está hablando.
Porque Dios nunca te va a llevar a hacer algo contrario a Su Palabra.
Débora: Así es, Dios nunca te llevará a hacer algo contrario a Su Palabra. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando cómo luce una vida vibrante, de fe en Dios. Esto no es algo que dé seguridad según el estándar del mundo, pero es algo que nos satisface. Nancy estará de regreso para orar con nosotras.
Recibimos malas noticias todo el tiempo. Miras alrededor, al mundo, o aun en tu propia casa, y ves cosas que te provocan temor. Pero ¿por qué en lugar de enfocarte en las malas noticias, no llenas tu mente con la Palabra de Dios?
Para ayudarte a meditar en las promesas que Dios nos ha hecho, hemos desarrollado un recurso titulado «50 promesas para vivir». Es un folleto sencillo que te recuerda promesas de las Escrituras y te ayuda a hacerlas parte de tu vida. Nos gustaría enviarte un acceso a la descarga de este recurso como agradecimiento por una pequeña ofrenda.
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Ahora, aquí está Nancy para concluir el episodio de hoy.
Nancy: Al terminar esta sesión, déjame preguntarte si quizás hay algo que sabes que Dios quisiera que estuvieras haciendo, algo que Él quiere que hagas por fe, alguna parte de Su Palabra que Él quiere que obedezcas, algún riesgo que Él quiere que tomes. Has tenido miedo. Te has estado deteniendo, resistiendo y estás diciendo, «déjame analizarlo primero».
Dios puede dejarte analizarlo, así como dejó que los israelitas mandaran a los espías a Canaán. Pero lo que escuches cuando lo analices será tal que te desanimará y te detendrá de ir y tomar la tierra.
¿Hay algun área de tu vida donde necesitas decir: «Ahora, Señor, por fe, tomaré este paso. Iré sin saber a donde sea que Tú me lleves»?
Gracias, Señor, que Tú sí conoces el camino y Tú sí nos guías. Ayúdanos, Señor, a conocer Tu Palabra, a buscar Tu voluntad y Tus caminos y a no tener miedo, a no desmayar, sino a ir y tomar posesión de la tierra prometida. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Animándote a poner toda tu confianza en el Señor, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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