La belleza de un corazón generoso, día 2
Carmen Espaillat: ¿Cuál es el motor de tu vida? ¿Qué te impulsa a seguir hacia adelante?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Late tu corazón por Jesús? ¿Late tu corazón por las buenas nuevas, por el evangelio… por llevar esas buenas nuevas y ver vidas transformadas? No subestimes el valor de utilizar cualquier medio que Dios te haya dado para ayudar a propagar el evangelio.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Ayer Nancy dio inicio a una breve serie titulada, «La belleza de un corazón generoso». Hoy ella continúa con ese estudio.
Nancy: Estamos estudiando solo un pequeño párrafo en Lucas capítulo 8, los primeros tres versículos. Si te perdiste la sesión de ayer, puedes ir a AvivaNuestrosCorazones.com, puedes leer la transcripción o escuchar el audio.
Estamos retomando este pasaje, viendo a estas mujeres quienes apoyaron a Jesús. …
Carmen Espaillat: ¿Cuál es el motor de tu vida? ¿Qué te impulsa a seguir hacia adelante?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Late tu corazón por Jesús? ¿Late tu corazón por las buenas nuevas, por el evangelio… por llevar esas buenas nuevas y ver vidas transformadas? No subestimes el valor de utilizar cualquier medio que Dios te haya dado para ayudar a propagar el evangelio.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Ayer Nancy dio inicio a una breve serie titulada, «La belleza de un corazón generoso». Hoy ella continúa con ese estudio.
Nancy: Estamos estudiando solo un pequeño párrafo en Lucas capítulo 8, los primeros tres versículos. Si te perdiste la sesión de ayer, puedes ir a AvivaNuestrosCorazones.com, puedes leer la transcripción o escuchar el audio.
Estamos retomando este pasaje, viendo a estas mujeres quienes apoyaron a Jesús. Permíteme leer el pasaje, y después continuaremos con la última frase de este párrafo. Lucas 8:1-3:
«Y poco después, El comenzó a recorrer las ciudades y aldeas, proclamando y anunciando las buenas nuevas del reino de Dios; con Él iban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos».
Esta es la frase que quiero que veamos hoy, «que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos». Así que aquí tenemos estas mujeres, tres de ellas de quienes tenemos los nombres, y después muchas otras de quienes no conocemos sus nombres; quienes tenían una deuda de gratitud con Jesús. Ellas estaban agradecidas. Habían recibido mucho de Él, y le debían una gran deuda de amor, y querían devolverle algo.
Así que el pasaje no dice que proveían para Él de sus medios. Dice que proveían al sostenimiento «de ellos» de sus bienes. ¿Quiénes son «ellos»? ¿Quiénes estaban con Jesús? Los doce, los discípulos.
Jesús y los doce estaban viajando en su ministerio, y entonces esta pequeña banda de mujeres se reunió, y ellas «contribuían al sostenimiento de ellos», los discípulos y Jesús, quienes tenían necesidades relacionadas con su ministerio itinerante. Ellos no tenían otros medios para sustentarse en algunos casos, ya que en su mayoría, no eran hombres adinerados.
Varios de ellos eran pescadores. Ellos no podían dirigir su negocio de pesca familiar mientras estaban viajando con Jesús. Ellos lo habían dejado todo para seguirle a Él, así que ¿cómo se suponía que debían satisfacer sus necesidades? ¿Cómo se suponía que debían comer? Estamos hablando de necesidades prácticas.
Dios utilizó esta pequeña compañía de mujeres no solo para sostener a Jesús, quien era el orador principal, el maestro, el líder, el rabí, sino también para sostener a aquellos que servían con Él en roles menores. ¿Tienes tú un corazón para Jesús? ¿Tienes un corazón para las buenas nuevas, un corazón para el evangelio que lleva el mensaje y transforma vidas?
Quiero animarte a que te conviertas en una de las mujeres de esta banda: mujeres fieles, leales quienes estaban con Jesús. Ellas aprendieron de Él. Ellas lo escucharon, se sentaron bajo Su ministerio, proveyeron para Sus necesidades, de sus recursos. No subestimes el valor de utilizar cualquier recurso que Dios te haya dado para ayudar a avanzar la propagación del evangelio.
«Ellas proveyeron de sus medios». La versión Biblia de las Américas dice aquí, «de sus bienes personales». Estos eran recursos, de algún tipo, a los cuales ellas tenían acceso. Y ellas usaban esos recursos, esos medios, sus propios bienes personales, sus talonarios de cheques, sus cuentas de banco, sus bolsas de monedas, lo que fuera, para proveer para Jesús.
Ahora, esto sugiere que estas mujeres tenían medios independientes de algún tipo. No quiere decir que eran adineradas. Juana pudo haberlo sido. No lo sabemos. Pero sí quiere decir que tomaron lo que tenían, y eso que tenían podría haber sido utilizado para otros propósitos.
Ellas pudieron haberlo usado para ellas mismas, para sus propios placeres, para su propia provisión, para su propio futuro o su propia jubilación o sus propias vacaciones. Ellas pudieron haberlo destinado para otros fondos, pero dijeron, «no, esto necesita ir aquí, para ayudar a Jesús, para ayudar en Su ministerio, para ayudar a quienes están sirviendo con Él».
Ellas invirtieron lo que tenían en Jesús. Y lo que sea que hayan invertido en Él quiere decir que no lo pudieron utilizar en ningún otro lugar. Pero ellas estaban felices de hacerlo, porque habían sido sanadas de enfermedades espirituales y físicas y dolencias.
Ahora, este grupo de mujeres, ellas no eran «simples seguidoras». Ellas no eran espectadoras pasivas. Eran contribuyentes activas a la misión de Jesús. Ellas eran parte del ministerio. Ellas eran parte de Su evangelización, proclamando las buenas nuevas. Apoyaban a Jesús al Él hacer esto, y su donación era una expresión o una extensión, un resultado de lo que Jesús había hecho en sus vidas y el resultado de estar con Él.
Recuerda, el texto dice, «con Él iban los doce, y también algunas mujeres». Así que como resultado de estar con Él, de pasar tiempo con Él, de ver lo que Él había hecho en sus vidas y ver lo que Él estaba haciendo en las vidas de otros, estas mujeres dijeron, «queremos apoyar esto».
No fue como que, «vamos a tomar y ofrendar, y ¿quién puede aportar dinero para la comida de hoy?» Esto me parece como algo que ellas hicieron como resultado, como una expresión de su devoción a Cristo.
No creo que estas mujeres estuvieran buscando un ministerio o buscando reconocimiento o importancia. La mayoría de ellas ni siquiera es nombrada (dice «muchas otras»); ellas simplemente querían estar con Él. Al ellas caminar con Él, miraron a su alrededor, y se hicieron sensibles a las necesidades prácticas para que Dios pudiera utilizarlas para satisfacer esas necesidades. Y lo hicieron y ministraron de maneras prácticas.
Jesús y los discípulos tenían que comer. Ahora, eso pudiera parecer mundano o insignificante en lo que respecta al ministerio. No es glamoroso comprar alimentos, ir al mercado a escoger la comida, prepararla, servirla, pero este ministerio de satisfacer las necesidades físicas no era poco importante.
En efecto, Dios lo valoró tanto que el Espíritu Santo inspiró esta frase de manera que fuera incluida en la Escritura, y cada palabra de Dios es valiosa. Es significativa, es importante, es provechosa. «Contribuían de sus bienes personales al sostenimiento de ellos». Eso le importó a Dios lo suficiente como para registrarlo para que nosotras lo leyéramos hoy.
Y la provisión, creo, de lo que podemos entender de los evangelios, no era lujosa. Era simple. Jesús, se nos dice, no tenía lugar donde reposar Su cabeza. Así que ellas tampoco estaban pagando la cuenta para que Jesús se quedara en un hotel de cinco estrellas. Él murió siendo dueño de nada más que de Sus ropas, pero Él y Sus discípulos, lo sabemos por otras partes de la Escritura, sí contribuían para los pobres. Ellos eran generosos. Estas mujeres, aparentemente, tuvieron una parte en hacer eso posible, haciendo que las necesidades diarias de un ministerio continuo pudieran cumplirse, y después suficiente para que Jesús y sus discípulos tuvieran algo que dar.
Ahora piensa esto. Jesús podría haber provisto sobrenaturalmente para estas necesidades prácticas sin la ayuda de estas mujeres. Él había sanado sobrenaturalmente a estas mujeres. Él las había librado de demonios y dolencias y enfermedades. ¿No crees que Él habría podido proveer para el desayuno?
En efecto, en dos ocasiones, Él obró milagros para alimentar multitudes de seguidores hambrientos. Él podría haber hecho eso aquí también. Él era Dios. Pero Él escogió no hacerlo de esta manera en este caso. ¿Por qué no? Bueno, la Escritura no nos dice por qué no, pero al estar meditando en esto, permíteme compartirte algunos de los pensamientos que he tenido.
En primer lugar, creo que era una evidencia de Su humillación, Su condescendencia. Jamás vemos a Jesús utilizando Su poder divino para satisfacer Sus propias necesidades. Él puso de lado los derechos, los privilegios de la divinidad, y se humilló a Sí mismo.
Un antiguo escritor de himnos dijo,
Tú, que fuiste rico más allá de todo esplendor,
Todo por amor te hiciste el más pobre;
Cambiaste Tu trono por un pesebre,
Cortes pavimentadas con zafiro por el suelo de un establo.
(«Tú, que fuiste rico más allá de todo esplendor» por Frank Houghton)
Él se humilló a Sí mismo. Él se inclinó tanto que Él, ¡Dios mismo!, el Hijo de Dios necesitó este tipo de ayuda.
Él humildemente aceptó la generosidad y el apoyo de estas mujeres. Permíteme leerte lo que dos comentaristas han dicho sobre este punto. William Jay dice, «Él era Señor de todo, pero no tenía donde reclinar Su cabeza, y se sintió sosegado por las criaturas de Su poder». Qué hermoso.
Y luego, G. Campbell Morgan, uno de mis expositores favoritos del siglo pasado dijo,
«Así que tenemos esta imagen de una pequeña compañía de mujeres de recursos cuidando del grupo. Está lleno de belleza. Siempre veo aquí, para mí, la gracia de Cristo; que Él estuvo conforme de ser apoyado de esta manera, vivir de la caridad mientras Él llevaba a cabo Su ministerio poderoso. Me parece como que este pequeño grupo de mujeres siempre tendrá un lugar honroso en la tierra de gloria, porque ellas cuidaron del Señor de gloria durante esos años de ministerio terrenal».
Cristo primero las había ministrado, y luego ellas le ministraron a Él. Qué imagen tan dulce.
Y luego, al permitir que estas mujeres hicieran esto, Jesús les proveyó una oportunidad para que ellas dieran. ¡Qué privilegio ser parte del ministerio de Jesús de esta manera! Es un recordatorio de que tenemos una necesidad más grande de dar que la que cualquier ministerio tiene necesidad de recibir. Es un gozo dar, es un privilegio dar. Es más bienaventurado dar que recibir, y Jesús quería que ellas tuvieran esa bendición.
Y luego, esto era consistente con el modelo que vemos en el Antiguo Testamento, de proveer para el servicio de Dios. Los Levitas y los sacerdotes debían ser sustentados por las personas a quienes servían. Vemos los profetas en el Antiguo Testamento… Elías, quien fue cuidado por la viuda de Sarepta, la viuda pobre de Sarepta (debo agregar). Y Eliseo, quien fue sustentado por la mujer adinerada de Sunem.
He tenido la alegría de estar en ambos lados de este tipo de ministerio práctico. Al estar pensando en este pasaje, me encontré con una amiga en la tienda de alimentos hace como una semana más o menos. Ella es una mamá joven con cinco hijos, cinco pequeñitos. Es una mujer muy generosa, me ha bendecido frecuentemente de muchas maneras prácticas.
A menudo, ella me trae comidas cuando estoy escribiendo un libro o preparando mensajes para la radio. Ella hace eso con tanto gozo, compartir con nuestro ministerio de esa manera. Es una dadora sacrificial. Me siento muy, muy agradecida; de ella y de su esposo que sirven juntos en el ministerio, y ellos viven muy sencillamente, un solo ingreso, y sé que ellos tienen necesidades.
Ella ha suplido mis necesidades tantas veces, que al estar de pie allí en el supermercado solamente hablando, poniéndonos al día, oramos juntas, y justo antes de separarnos, me sentí impulsada. Su carrito de compras aún estaba vacío, ella justo estaba por comenzar. Saqué de mi billetera un poco de cambio que tenía, tal vez cuarenta dólares, algo así. Se lo entregué y le dije: «usa esto para ayudar a comprar algo de alimentos para tu familia». Ella ha sido de tanto ánimo para mí muchas veces, y en ese momento el Señor me permitió ser un apoyo para ella.
¡Y qué gozo, para las dos, ministrar en el nombre de Jesús de lo que Él nos ha dado! «Más bienaventurado es dar que recibir».
Jesús al permitir a las mujeres dar de esta manera cumplió un principio bíblico que encontramos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, sobre nuestra responsabilidad de ministrar a las necesidades materiales de aquellos que nos ministran espiritualmente.
Pablo dice en 1 Corintios 9:11 y 14, «Si en vosotros sembramos lo espiritual, ¿será demasiado que de vosotros cosechemos lo material? Así también ordenó el Señor que los que proclaman el evangelio, vivan del evangelio».
Pablo dijo, «no está mal que yo tome una ofrenda». Ahora, en algunos casos él dijo, «No lo voy a hacer». En efecto, él les dijo esto a los corintios, por razones específicas. Pero él dijo, «no está mal», de hecho, Dios ha dicho que aquellos quienes predican la Palabra deben ser sostenidos por aquellos quienes reciben el ministerio de la Palabra.
Pablo dice lo mismo en Gálatas 6:6: «Y al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena con el que le enseña». Y así, estas mujeres sostenían y cuidaban de Jesús, su Rabí, su Pastor, su Líder, su Maestro, su Amigo, su Libertador, su Sanador.
Ellas hicieron esto durante Su vida y ministerio terrenal. Y cuando Jesús murió, ellas demostraron este mismo tipo de cuidado práctico. Leemos en Lucas 23:55-56 que,
«Las mujeres que habían venido con Él desde Galilea siguieron detrás, y vieron el sepulcro y cómo fue colocado el cuerpo. Y cuando regresaron, prepararon especias aromáticas y perfumes. Y en el día de reposo descansaron según el mandamiento.
Pero el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro trayendo las especias aromáticas que habían preparado...Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de Jacobo; también las demás mujeres con ellas referían estas cosas a los apóstoles» (Luc. 24:1,10).
¿Qué cosas dijeron? ¡Él ha resucitado! ¡Está vivo!
Ellas recibieron esa increíble bendición de ser las primeras en recibir las nuevas de la resurrección porque estaban ocupándose y atendiendo a las necesidades prácticas, las preocupaciones prácticas. Ellas no estaban haciendo gran cosa sobre esto, no deseando que se escribiera y que lo estuviéramos leyendo en el día de hoy.
Estas mujeres honraban y bendecían a Cristo. Ellas no lo hacían para recibir elogios o reconocimiento humano o aplauso u honor, pero Dios honró a estas mujeres. Y ha habido otras como ellas a través de la historia de la iglesia quienes, de sus medios, de sus bienes han apoyado el trabajo y el ministerio de Cristo para hacer posible que el evangelio se propague.
Tengo un amigo llamado John Rinehart quien ha escrito un libro que se titula Gospel Patrons (Patrocinadores del evangelio, disponible solo en inglés), y en ese libro él cuenta las historias de aquellos que han estado detrás, apoyando algunos de los alcances y esfuerzos más grandes del reino, a través de la historia.
William Tyndale, George Whitefield y otros cuyos nombres reconocerías de inmediato, quienes han hecho la obra del ministerio, pero detrás de ellos, ha habido personas cuyos nombres probablemente no conozcas quienes estaban apoyando, quienes estaban patrocinando, quienes estaban asegurando y haciendo posible que ese ministerio siguiera adelante. Estos son los patrocinadores del evangelio; y esto es lo que estas mujeres eran, patrocinadoras del evangelio.
Pienso en otra mujer llamada Selina Hastings, que nació en el seno de una familia británica adinerada en 1707. Se casó a la edad de veintiún años, y cuando lo hizo se convirtió en la condesa de Huntingdon, o como se le suele llamar, Lady Huntingdon.
Lady Huntingdon vivía una vida religiosa recta, pero confiaba en su propia justicia para salvarse. Y luego, a la edad de treinta años, su seguridad sobre la condición espiritual de su alma se perturbó al escuchar a George Whitefield, de veintidós años, predicar el evangelio.
Bueno, en esa época ella se enfermó y pensó que se estaba muriendo. Comenzó en su lecho de muerte a sentir la insuficiencia de confiar en sí misma cuando tenía por delante la eternidad. Permíteme leerte lo que dijo uno de sus biógrafos sobre su conversión.
Ella sintió un deseo ferviente de entregarse por completo a Cristo para la vida y la salvación. Instantáneamente, desde su cama, levantó su corazón hacia Jesús el Salvador. . . e inmediatamente, toda su angustia y temor fueron eliminados y fue llena de paz y alegría al creer. Fue restaurada a una salud perfecta. Determinó, de allí en adelante, presentarse a Dios como un sacrificio vivo, completamente aceptable, que estaba convencida que era su servicio racional.
¿No te recuerda esto a algunas de estas mujeres en la pequeña banda de Jesús, estas patrocinadoras del evangelio?
Ellas habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades, y dijeron: «Somos tuyas. Lo que tenemos es tuyo. Queremos apoyarte. Queremos estar contigo. Queremos ayudar a asegurar el ministerio del evangelio».
Después de su conversión, Lady Huntingdon se convirtió en una apasionada seguidora de Cristo. En lugar de dedicar todo su tiempo a socializar con sus amigos adinerados, comenzó a extender la mano en el nombre de Jesús para ministrar a los pobres que la rodeaban.
Cuando tenía treinta y nueve años, su marido murió, y desde ese momento hasta su propia muerte cuarenta y cinco años después (a la edad de ochenta y tres años) dedicó toda su vida a la oración, al evangelismo y a utilizar su riqueza e influencia para ayudar a promover el evangelio.
Ella fue una generosa colaboradora de muchos ministerios evangélicos y predicadores en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Fue una gran benefactora en el ministerio de George Whitefield, y tuvo un papel significativo en el Segundo Gran Despertar en el siglo dieciocho. Lady Huntingdon. Una mujer en esta hermandad. . . este grupo de mujeres quienes proveyeron de sus medios para Jesús y Sus colaboradores.
Y estoy muy agradecida cuando pienso en estas mujeres y en otras como ellas, en muchas mujeres generosas cuyas vidas han sido tocadas, transformadas por Cristo a través de los diversos alcances de Aviva Nuestros Corazones. Han venido a conocer a Jesús y sus matrimonios han sido reconciliados, sanados, restaurados, perdonados. Sus conciencias han sido hechas limpias, sus relaciones rotas han sido restauradas.
Muchas de estas son mujeres que dan para apoyar las necesidades prácticas de este ministerio. Mucho de esto no es realmente ni glamoroso ni conocido: pagan micrófonos, hacen posibles las grabaciones a través de donaciones para el estudio de grabación, pagan facturas de servicios públicos, impresoras, teléfonos, ayudan a asegurar a los miembros del equipo que sirven entre bambalinas con responsabilidades administrativas, personas que hacen que nuestras computadoras funcionen, personal de radio de medios técnicos, aquellos que organizan eventos, etc. Tenemos mujeres cuyas vidas han sido impactadas, mujeres que junto a sus maridos dicen: «Queremos ayudar a que este ministerio sea posible».
Ellas lo están haciendo, no porque se lo suplicamos, sino porque dicen: «Nos encanta este mensaje. Amamos lo que hace en nuestras vidas, y queremos ser parte al ver que esto llegue a otras mujeres».
Pienso en una mujer que ha sido alentada y discipulada al escuchar la transmisión de Aviva Nuestros Corazones durante muchos años mientras ha estado sufriendo en un matrimonio extremadamente difícil con un marido adicto al alcohol y a las drogas.
Pienso en otra mujer que fue liberada de años de profunda amargura y disfunción emocional y mental como resultado de sondear los archivos de Aviva Nuestros Corazones y encontrar recursos que Dios utilizó para ayudarla a ser libre. Y ahora, ella es una de las personas más generosas (junto con su esposo) de este ministerio.
Pienso en otra mujer que durante muchos años estuvo casada con un incrédulo; y cómo ella fue tan fiel, durante muchos años de matrimonio. Dios usó Aviva Nuestros Corazones para ayudar a alentarla y sostenerla, y su esposo llegó a conocer a Jesús en su lecho de muerte. ¡Ella está tan agradecida! Ha sido una mujer fiel y ha sido una de las más fieles colaboradoras de este ministerio.
Entonces, al hacer la aplicación práctica de este pasaje, mi pregunta es: «¿Qué medios tienes para ofrecer para el apoyo de Cristo y el sostenimiento de Su reino?» ¿Qué medios, qué recursos te ha dado Dios? Tú dices: «No soy adinerada». No sabemos si todas estas mujeres eran ricas. Algunas de ellas pudieron haberlo sido, pero muchas quizás no lo fueron.
Muchas de las mujeres que apoyan este ministerio, la mayoría de ellas, no son mujeres de grandes recursos, pero dan de lo que tienen. Y eso es todo de lo que Dios nos pide que hagamos que demos de lo que tenemos.
Entonces, ¿qué recursos tienes, no solo para dar a este ministerio, sino para apoyar la obra de Cristo, Su reino, las buenas nuevas? Tal vez es dar para satisfacer las necesidades financieras de tu iglesia local, y eso debería ser cierto para cada una de nosotras. Tal vez es sostener a misioneros, obreros cristianos.
Tal vez sea de otras maneras, quizás cuidando a los pequeños en la guardería de manera que sus padres puedan sentarse durante el servicio de la iglesia y escuchar la Palabra predicada. Tal vez sea un tiempo voluntario en la oficina de la iglesia o en el ministerio de mujeres o en el ministerio de niños o jóvenes o en el ministerio local del cuidado del embarazo.
Nos hemos encontrado con mujeres aquí quienes están sirviendo al Señor en muchas capacidades diferentes que Dios les ha dado para ser una bendición, para ver el evangelio promovido. Tal vez sea preparando comida o proporcionando servicios administrativos para una iglesia o algún alcance de tu comunidad.
Tal vez sea proporcionando cuidado de niños para que tu pastor y su esposa puedan salir en una cita muy necesaria. Tal vez sea recibir misioneros o quizás obreros cristianos en tu hogar para comer, o proporcionar alojamiento durante un período prolongado de tiempo mientras están de licencia.
Quizás tú me digas: «No tengo los medios». ¿Tienes una habitación extra en tu casa? Tal vez pudieras ampliar el evangelio abriendo esa habitación para que la use alguien que necesita a Cristo, o alguien que sea siervo del Señor.
La epístola de 3 Juan nos dice que cuando proporcionamos apoyo práctico para aquellos que están haciendo la obra del Señor, en realidad somos compañeras en la obra con ellos. ¡Compañeras en la obra con ellos! Quizás tú digas, «yo no me podría levantar y enseñar; no puedo predicar, no puedo ser líder de una organización, no puedo…» Pero ¿qué es lo que sí puedes hacer?
¿Ha hecho Jesús una obra en tu vida, algo que te haga amarlo? ¿Has pasado tiempo con Él? ¿Sabes lo poderoso que es Él; sabes cuán grande es Él? ¿Sabes lo buenas que son estas buenas nuevas, y quieres que los demás lo sepan?
Dios te ha dado algunos medios, y quiero desafiarte a que te preguntes a ti misma: «¿Con qué medios me ha bendecido Dios que pueda usar para apoyar la obra de Jesús y el avance de Su reino?»
La Escritura también nos dice que no solo somos colaboradoras cuando proveemos este tipo de apoyo, sino que también compartimos la recompensa de aquellos quienes están haciendo el trabajo inicialmente. En Mateo 10, Jesús nos dice que compartiremos Su recompensa.
Escucha. Cuando damos para apoyar el trabajo del reino, la obra de Jesús en este mundo, eso demuestra dónde está nuestro corazón. La Escritura dice que dónde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Donde invertimos, eso es lo que vamos a amar.
Pero también es cierto que, donde está nuestro corazón, allí también estará nuestro tesoro. ¿Dónde está tu corazón? ¿Está tu corazón en Jesús, en las buenas nuevas, en el evangelio, en el evangelio que transforma vidas? Quiero alentarte a que te conviertas en una de esta banda de mujeres; mujeres fieles y leales que estuvieron con Jesús.
Aprendieron de Él, lo escucharon, se sentaron bajo Su ministerio, y después proveyeron para Sus necesidades de sus recursos. No subestimes el valor de usar cualquier medio que Dios te haya dado para ayudar a promover el evangelio. Y no subestimes el valor de dar para ministrar a las necesidades físicas y materiales de aquellos que sirven a Cristo, proclamando el evangelio y avanzando Su reino.
Carmen: Cuando piensas detenidamente en lo que Jesús ha hecho por nosotras, el resultado que fluye de esto es la generosidad. Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado mostrando por qué. Ella regresará para orar.
Queremos aprovechar este programa para darle las gracias a cada una de nuestras colaboradoras. A aquellas que oran por Aviva Nuestros Corazones, que sirven voluntariamente, que donan mensualmente, y a aquellas que comparten el mensaje con otras mujeres. Gracias a cada una de ustedes por ser parte de nuestra misión. Juntas llamamos a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Aquí está Nancy para orar con nosotras,
Nancy: Oh, Señor, como oro para que levantes de entre nosotras patrocinadoras del evangelio: mujeres adineradas, mujeres de escasos recursos, pero que digan: «¡Quiero estar con Jesús! ¡Estoy tan agradecida por lo que ha hecho por mí! Estoy tan agradecida por cómo ha cambiado mi vida, cómo me ha sanado, cómo me ha restaurado, cómo ha redimido mi vida de la destrucción. Y quiero ser parte de ayudar a que las buenas nuevas del evangelio lleguen a las demás».
Así, que, Señor, te pido que apliques estas verdades a nuestros corazones. ¿Qué medios nos has confiado y cómo podemos hacer que esos recursos estén disponibles con las manos abiertas, con nuestros corazones abiertos? Decimos: «Señor, quiero ver venir tu reino; quiero que se haga Tu voluntad»
Escucha, todas las baratijas y las cosas en las que gastamos tanto de nuestro tiempo y esfuerzo, enfoque y dinero, la mayor parte de eso se quemará. No durará por la eternidad. Pero aquellas que son estas patrocinadoras del evangelio, esta hermandad de mujeres que apoyaron a Jesús. . . puede que no sean ricas en esta vida, pero serán ricas en la vida eterna.
Ellas honraron a Jesús y Jesús las honró. Señor, queremos estar entre aquellas mujeres, amando, dándote, apoyando con los recursos que nos has dado para ver Tu reino avanzar en esta tierra. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Carmen: ¿Te describirían los que te rodean como una persona generosa? Mañana, conoce a algunas mujeres cuyas vidas están marcadas por la generosidad. Ellas compartirán sus experiencias con nosotras, de modo que nosotras seamos animadas a conocer el gozo de la generosidad por nosotras mismas.
Cultivando un corazón generoso juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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