Invita a otros a ser parte de tu vida
Débora: Vicki Rose parecía tenerlo todo. Ella tenía dinero, se codeaba con los ricos y los famosos, y tenía un trabajo muy importante en la Quinta Avenida, en la ciudad de Nueva York. En su interior estaba muriendo sin Jesús.
Pero un día le llegó una invitación.
Vicki Rose: La invitación decía: «La Sra. Arthur S. DeMoss, te invita a una cena para conocer y escuchar al Secretario de Interior, el Sr. Donald Hodel, para hablar sobre el cristianismo en el mundo de hoy».
Y abajo en la esquina izquierda decía: «Traje de etiqueta o formal». Y yo pensé: Bueno, tengo que ir. Esta es una oportunidad para vestirme con elegancia y salir. La realidad es que yo no estaba muy interesada en el tema y tampoco me daba curiosidad; pero era una cena y yo tenía una oportunidad para salir.
Débora: En esta cena, Vicki escuchó el evangelio y …
Débora: Vicki Rose parecía tenerlo todo. Ella tenía dinero, se codeaba con los ricos y los famosos, y tenía un trabajo muy importante en la Quinta Avenida, en la ciudad de Nueva York. En su interior estaba muriendo sin Jesús.
Pero un día le llegó una invitación.
Vicki Rose: La invitación decía: «La Sra. Arthur S. DeMoss, te invita a una cena para conocer y escuchar al Secretario de Interior, el Sr. Donald Hodel, para hablar sobre el cristianismo en el mundo de hoy».
Y abajo en la esquina izquierda decía: «Traje de etiqueta o formal». Y yo pensé: Bueno, tengo que ir. Esta es una oportunidad para vestirme con elegancia y salir. La realidad es que yo no estaba muy interesada en el tema y tampoco me daba curiosidad; pero era una cena y yo tenía una oportunidad para salir.
Débora: En esta cena, Vicki escuchó el evangelio y aceptó a Jesús.
Vicki: Lo primero que ellos me dijeron fue: «Dios te ama y tiene un plan para tu vida. Pero el pecado en tu vida te ha separado de Dios. Sin embargo, la buena noticia es que Dios envió a Su único Hijo, Jesucristo, para pagar por tus pecados. Y si pones tu fe en Él, entonces todos tus pecados serán perdonados, y pasarás toda la eternidad en el cielo con Él».
Y la cuarta cosa que ellos nos dijeron fue que ellos nos iban a ofrecer la oportunidad de orar y pedirle a Jesús que entrara a nuestras vidas.
Y todo esto sucedió en una cena formal en un gran salón de baile de ese Hotel.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de: «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 21 de noviembre de 2023.
¿Cuáles son algunos de tus sonidos favoritos? A mí me encanta el sonido que mi pavo real hace en la mañana, ¡suena muy tropical!
Pero hay un sonido que me encanta escuchar más que ningún otro: el sonido de la voz de Dios por medio de Su Palabra o de Su Espíritu Santo.
¿Cuándo fue la última vez que oraste para que alguien de tu familia pudiera escuchar a Dios hablar? Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si acabas de unirte a nosotras en esta serie, sería provechoso que escuches el episodio de ayer. Estamos en el segundo día de una serie de tres días, sobre uno de mis personajes favoritos de la Biblia: una mujer llamada Lidia.
Si tienes tu Biblia contigo, ábrela en Hechos capítulo 16. Estos son los hechos del Espíritu Santo por medio de los apóstoles cuando se fundó la iglesia primitiva. Estamos viendo la propagación del evangelio.
¿Por qué estamos hoy aquí? ¿Cómo llegamos a conocer a Jesús? Bueno, todo empezó después de Su muerte, resurrección y ascensión, cuando Él envió a Sus discípulos por todo el mundo a hacer discípulos en todas las naciones. Los apóstoles estaban obedeciendo el mandato de Jesús. Y así vemos cómo el evangelio es proclamado de ciudad en ciudad, de nación en nación, de continente en continente. Y por eso estamos hoy aquí.
Y estamos estudiando el pasaje de Hechos capítulo 16. Tenemos a Pablo, a Silas y a Timoteo, y otro personaje que les presentaré en un momento que estuvo en el segundo viaje misionero de Pablo. Estos hombres están tratando de llevar el evangelio a los lugares que no habían sido alcanzados.
Y como vimos ayer, ellos se enfrentaban a un obstáculo tras otro. Seguían siendo detenidos. Ellos querían ir a un lugar específico, pero el Espíritu Santo les decía que «no». El Señor estaba redirigiendo los pasos de Pablo, enviándolo en una dirección diferente.
Y nosotros hacemos eso en Aviva Nuestros Corazones. Tenemos reuniones de estrategia, planificación, y decimos: «Esto es lo quisiéramos hacer». Oramos y buscamos al Señor; no intentamos hacer nuestros propios planes. Pero a veces, aunque hagamos todo eso, el Señor nos deja claro que hay algo más que Él está haciendo.
Revive Our Hearts (nuestro ministerio en inglés), hace poco encontró que tiene colaboradores en Vietnam. Eso no estaba en nuestros planes, pero Dios puso un deseo en ese país y abrió una puerta allí. Sentimos que el Señor nos estaba guiando en esa dirección. Y gracias a que muchas personas apoyan el ministerio, Revive Our Hearts ha podido expandirse y asociarse con el ministerio en Vietnam. La Palabra de Dios está siendo proclamada en vietnamés.
Dios está haciendo cosas que nosotras no sabemos y no podemos ver. Así que debemos asegurarnos de que estamos haciendo Su voluntad.
Bueno, continuando con nuestro pasaje, estos misioneros finalmente llegaron a Troas. Ellos nunca habían ido tan lejos. El mar Egeo estaba frente a ellos y probablemente habrán pensado: «¿Ahora qué? ¿Vamos a ir nadando? ¿Qué vamos a hacer?»
Y para hacer un breve repaso de lo que hablamos ayer, mira el versículo 9 en Hechos 16:
«Por la noche se le mostró a Pablo una visión: un hombre de Macedonia estaba de pie, suplicándole: “Pasa a Macedonia y ayudamos”. Cuando tuvo la visión, enseguida procuramos ir a Macedonia, (porque Dios les dijo vayan y cuando Dios dice algo, tú obedeces) persuadidos de que Dios nos había llamado a anunciar el evangelio (vv. 9-10).
Estaba bastante claro, ¿no es cierto? Ahora, quiero que tengas en cuenta un pequeño detalle que no parece algo muy significativo, pero nos da una clave para el estudio bíblico y quiero ilustrarlo aquí. ¿Ves la palabra «procuramos»? Nosotros, «cuando tuvo la visión, enseguida procuramos ir a Macedonia», eso está en el versículo 10.
Un poco más arriba, en los versículos 6 y 7, dice:
«Pasaron (ellos) por la región de Frigia…habiendo sido impedidos por el Espíritu Santo… Cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces, pasando por Misia, descendieron a Troas».
Luego, en el versículo 10 dice: «Cuando (Pablo) tuvo la visión, enseguida procuramos ir…» Ha habido un cambio en el pronombre
¿Notaste la diferencia? El autor primero está hablando de «ellos» en tercera persona, y luego habla de «nosotros» en primera persona plural. ¿Qué pasó aquí?
Bueno, los teólogos creen que en Troas, que es donde cambia de «ellos» a «nosotros», Troas es donde el autor de Hechos, el autor humano, se une al equipo de Pablo. ¿Recuerdas quién era él? El Doctor Lucas, el médico amado.
Así que ahora es «nosotros». Entonces, Pablo y Silas son los dos que están en el viaje misionero, y Timoteo se encontró con ellos en Listra donde se unió al equipo misionero. Probablemente él se había convertido durante el primer viaje misionero. Pero ahora es «nosotros», porque el médico, Lucas, está con ellos.
Así que ellos navegaron por el mar Egeo, luego viajaron por tierra, y finalmente, en el versículo 12, llegan a Filipos: «que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, una colonia romana; en esa ciudad nos quedamos por varios días».
¿Qué estaban haciendo? Bueno, tal vez estaban descansando de su largo viaje o buscando un lugar donde quedarse. Pero seguramente estaban esperando que Dios les mostrara cuál era el próximo paso que debían dar.
No se nos dice lo que sucedió durante esos días. Y realmente, a veces está bien que no suceda nada significativo durante varios días, porque quizás Dios quiere que tú descanses, o que esperes hasta que Él orqueste las circunstancias para que estés donde Él quiere.
Pero nosotras nos ponemos tensas, ansiosas y decimos: «Yo necesito saberlo ahora. Yo tengo que hacer algo».
Dios no obra según nuestros planes. Él no está marcando cotejos. Él no trabaja según nuestros calendarios. Y con eso quiero decir que nosotras planificamos nuestra vida por el calendario en nuestro celular… ¿No es cierto? Pero Dios obra de maneras que no podemos ver.
Así que se quedaron en esa ciudad por varios días. En el Sabbath, como era costumbre, ellos fueron a buscar judíos con los que pudieran adorar. Pero como vimos ayer, no había muchos judíos en la ciudad de Filipos; una ciudad de probablemente diez a quince mil personas. No había muchos judíos, no había una sinagoga y se necesitaban diez varones para tener una sinagoga. Pero encontraron un lugar fuera de la ciudad, cerca del río, que estaba reservado para la oración. Y como sabemos, durante la época romana, en esas ciudades gentiles había lugares donde los judíos o los judíos convertidos, podían ir y adorar a Dios.
Y luego en el versículo 13 nos dice: «Nos sentamos y comenzamos a hablar a las mujeres que se habían reunido».
Ahora, el versículo 14 nos introduce al personaje principal de este estudio: «Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira (a unas 240 millas de ahí), vendedora de telas púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía».
Hay tanto contenido en este hermoso versículo. ¡Me encanta! Veamos este proceso en el que Lidia llega a la fe en Cristo.
En primer lugar, vemos que el Señor atrajo a esta mujer, una mujer de negocios, al lugar de oración donde Dios estaba enviando a Pablo para que fuera y hablara de Cristo. Lidia se reunió allí con otros que temían y adoraban al Dios de los judíos: Yahvé (Jehová).
Luego vemos que el Señor abrió el corazón de esta mujer al hecho de que hay un Dios; un Dios digno de ser temido. Lidia es llamada «una mujer temerosa de Dios». Estas son palabras griegas que tienen que ver con ser devota, ser reverente, una adoradora de Dios.
Ahora, esta mujer todavía no era creyente. Recuerda que estamos en la transición del antiguo pacto al nuevo pacto; el evangelio apenas estaba empezando a ser proclamado. Lidia probablemente era una gentil desde su nacimiento; pero el Espíritu de Dios había obrado en su corazón para que se inclinara por el Dios de los judíos. Ella era «una mujer temerosa de Dios».
Proverbios nos dice: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». Es el primer paso. ¿Y dónde obtuvo ella ese temor por el Señor? Dios lo puso en su corazón. Dios inclinó su corazón para que ella supiera que hay un Dios. Los griegos y los romanos adoraban a muchos dioses falsos, pero ella sabía que había un Dios, y se reunió allí porque tenía respeto por Dios; ella quería orar con estas otras mujeres.
Y este mismo versículo dice: «Y estaba escuchando» lo que Pablo decía. Ella estaba escuchando.
Romanos 10:17, nos dice: «Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Cristo».
Y es por eso que Aviva Nuestros Corazones siempre será un ministerio que proclama la Palabra de Dios. Lo que yo tenga para decirte, mis opiniones acerca de cómo lidiar con tu vida y con los desafíos y luchas, no va a cambiar tu vida. Pero lo que está en este Libro está inspirado por Dios. Son Escrituras santas, y ellas cambiarán tu vida. El Espíritu obra por medio de Su Palabra y nos guía a Jesús.
Así que nosotras necesitamos llevar la Palabra y pedirle a Dios que traiga personas que estén dispuestas a escuchar. Lidia estaba escuchando lo que Pablo decía.
Y mientras esta mujer temerosa de Dios escuchaba el mensaje de Pablo, el versículo 14 continúa diciendo: «…y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía».
¡Me encanta ese versículo! «El Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía» (v. 14).
Otra traducción dice: «Y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía».
Lidia no solo estaba escuchando con sus oídos. Ella estaba escuchando con su corazón. La Palabra se arraigó en su corazón porque Dios abrió su corazón y ella prestó atención. Respondió a lo que Pablo estaba diciendo.
Esta fue una obra espiritual, invisible, profunda, intensa y real, que sucedió en el corazón de esta mujer, así como en muchos corazones en este momento, mientras la Palabra de Dios está siendo proclamada. «El Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía».
Escucha, nuestros corazones y nuestros ojos están cerrados al evangelio hasta que el Señor, por medio de la verdad de Su Palabra, abre nuestros ojos. Nadie puede responder al evangelio, nadie puede responder a la Palabra de Dios. Para una persona en cuya vida el Espíritu no ha hecho una obra, la Biblia es solo un libro más; es solo tinta en un papel y palabras que no tienen sentido.
Jesús lo dijo en Juan 6: «Nadie puede venir a Mí si no se lo ha concedido el Padre» (v. 65).
Nadie puede venir a Jesús, nadie puede ser salvo a menos que el Señor abra su corazón para responder.
Así que si tu corazón ha sido cautivado por el evangelio, si tú has respondido, si tú has prestado atención, es porque Dios abrió tu corazón. Tú no puedes atribuirte ningún mérito por ser cristiana. Es una obra del Espíritu de Dios.
Y la verdadera conversión, como vemos en este pasaje, siempre implica una respuesta personal a la Palabra de Dios y al evangelio. No es suficiente oírla. No es suficiente tener el corazón abierto. Tu corazón tiene que estar abierto de tal manera que digas: «Sí, Señor. Yo creo. Me arrepiento. Confío en Ti para mi salvación».
Una verdadera conversión siempre implica una respuesta personal. Si alguien dice «yo soy cristiana» y esa persona ha escuchado el evangelio, está de acuerdo con el evangelio, pero nunca ha respondido en fe y arrepentimiento hacia Cristo, esa persona no es cristiana. Tal vez sea religiosa, pero no se ha convertido.
Ahora, solo para recordarte, mientras estudiaba este pasaje, esto me recordó que no podemos abrir los corazones de los demás. Solo Dios puede hacer eso.
Entonces, ¿nosotras qué hacemos? Nos preguntamos: «¿Tenemos que esperar a que Dios abra el corazón de las personas?» No, nosotras tenemos una responsabilidad. Nuestra responsabilidad es llevar el mensaje así como Pablo lo hizo. Pero nosotras dependemos de Dios para que Él abra los corazones.
Y a veces, cuando le hablas a alguien sobre Jesús, pudieras tener la impresión de que esa persona no está entendiendo; como si no te estuviera prestando atención ni comprendiendo lo que dices.
Quizás estés pensando en alguien que conoces y que has tratado de hablarle sobre Jesús, pero no entiende lo que dices. Esa persona no ha reaccionado mal, no se ha resistido, pero simplemente no entiende. Y es por eso que nosotras necesitamos orar para que Dios abra los corazones. Satanás ha cegado las mentes de los incrédulos para que no crean ni vean. Nosotras necesitamos orar: «Señor, quita las vendas. Abre sus ojos. Abre sus corazones».
Y no sabemos cuántas mujeres se reunieron a orar en el río ese día; y de esas mujeres que estuvieron allí, no sabemos cuántas creyeron en Cristo, cuántos corazones abrió el Señor. Solamente se nos habla de una mujer. Quizás fue solo Lidia o tal vez fueron más. Pero sabemos que hubo una mujer a quien el Señor le abrió el corazón para que respondiera a lo que Pablo decía.
Y este versículo ha venido a mi mente muchas veces en los últimos días cuando Robert y yo oramos por las personas que conocemos que no son creyentes.
Hace un tiempo estuvimos orando con una pareja que son queridos amigos nuestros, y tienen hijos y nietos que no son creyentes. Hace poco ellos nos dijeron: «Nosotros invitamos a uno de nuestros nietos a cenar. Queremos compartir el evangelio con él».
Nosotros oramos con ellos. Le pedimos a Dios: «¿Señor, abrirías el corazón de este joven mientras nuestros amigos le hablan sobre Jesús?»
Yo creo que eso ya está en proceso, pero puede ser un proceso largo.
Muy cerca de nosotros vive una pareja mayor que nosotros. He estado orando por ellos durante años, y según tengo entendido, ellos todavía no son creyentes. Ellos son amigos que nos aman a mí y a Robert. Salimos a cenar juntos y nos comunicamos con frecuencia. Pero no hay ninguna conexión espiritual.
Necesitan desesperadamente al Señor. Todo el mundo necesita desesperadamente al Señor. Así que Robert y yo hemos tratado de acercarnos a ellos y ser sus amigos. Les hablamos libremente del Señor y oramos con ellos y por ellos. Y mientras lo hacemos, le pedimos al Señor que los ilumine, que sea la luz, que abra y mueva sus corazones a responder.
Mientras hablo de esto, ¿viene alguien a tu mente que no entiende cuando le hablas de Jesús? Piensa en esa persona; recuerda su nombre, y allí donde estás pídele a Dios: «Señor, abre su corazón para que responda al evangelio». Eleva esa oración. Sigue orando que Dios haga solo lo que Él puede hacer.
Bueno, continuando con nuestro pasaje, vemos claramente que Dios abrió el corazón de Lidia. Mira el versículo 15: «Cuando ella (Lidia) y su familia se bautizaron…»
Primero vimos que el Señor abrió su corazón para que respondiera a lo que Pablo estaba diciendo. Porque lo próximo que dice es que ella fue bautizada. Y después dice: «Nos rogó: “Si juzgan que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y quédense en ella”. Y nos persuadió a ir».
Ahora, quiero enfatizar algunas cosas aquí. Cuando estudiamos la Biblia debemos empezar haciendo observaciones sobre el texto. Eso es lo que yo hago. No estudié en un seminario, no sé griego ni hebreo, y no sé cómo utilizar algunas referencias y herramientas. Pero, por lo general, me siento y pienso sobre el pasaje por un largo rato. Trato de examinarlo y mirarlo desde todos los ángulos. Y eso es exactamente lo que estoy haciendo con este versículo.
Dice: «Cuando ella y su familia…» Detente ahí un momento. Aquí no menciona a su esposo, entonces, ¿quién era su familia? Bueno, tal vez eran familiares que estaban viviendo con ella. Tal vez eran sus sirvientes. Ella era una mujer de negocios, una mujer exitosa. Si ella era viuda, tal vez aquí esté hablando de los miembros de su familia.
Pero me surge esta pregunta: ¿Quién vive en tu casa? Tal vez hay familiares viviendo contigo, o quizás no; pero ¿quiénes estarían incluidos dentro de los que viven en tu casa?
Y te hago esta otra pregunta: ¿Estás influenciando tu hogar con el evangelio? ¿Crees que Dios puede traer a tu familia a la fe en Cristo?
Ahora, no existe la promesa de que si oramos, testificamos y vivimos una vida piadosa, todos en nuestra casa serán salvos. Pero es mucho más probable que Dios toque los corazones de nuestros familiares si hay alguien que está orando para que ellos vengan a la fe.
«Cuando ella y su familia se bautizaron». Esta es una declaración pública inmediata de su fe. Lidia y su familia dijeron: «Nosotros nos estamos identificando con Jesús». Ahora, esto sucedió en una ciudad donde no había muchos creyentes en Jesús. No había evangelio. No había iglesias. Todo esto era nuevo en una cultura y en un mundo muy pagano. Y ellos dijeron públicamente: «Nosotros vamos a seguir a Jesús. Ahora somos creyentes en Jesús».
Y por cierto: ¿Te bautizaste cuando creíste en Jesús? Tal vez fuiste confirmada o bautizada cuando eras una niña. Diferentes iglesias tienen diversas prácticas con respecto a esto. Pero las Escrituras hablan sobre el bautismo del creyente.
Es decir, una vez que has venido a la fe en Cristo, haces esta declaración pública: «He decidido seguir a Cristo, no vuelvo atrás». Y estás dispuesta a que todos lo sepan.
Si tú no has sido bautizada, es algo que como hija de Dios necesitas hacer.
Y después de que ellos fueron bautizados, ella dice (todo esto en una sola frase): «Si juzgan que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y quédense en ella».
Ella invitó a Pablo y a sus compañeros a su casa. Esa fue una evidencia inmediata y fruto del evangelio obrando en la vida de esta mujer. Ella creyó en Cristo, fue bautizada, y ese mismo día se unió al ministerio del evangelio. Ella abrió su hogar a los siervos del Señor. Hizo lo que podía hacer. Eso fue lo que ella pudo hacer en ese momento.
Y eso no fue solo una invitación por educación. Ella le insistió a Pablo. Ella persuadió a Pablo, a Timoteo, a Silas, y ahora a Lucas para que se quedaran en su casa. De hecho, ella les rogó tener el privilegio de ayudarles de esa manera para involucrarse y participar en la obra del evangelio.
Y al estudiar este pasaje en el que Pablo y sus compañeros estaban en Filipos, en la región de Macedonia, recuerdo 2 Corintios capítulo 8 cuando Pablo escribió sobre las iglesias en Macedonia, incluyendo la iglesia de Filipos. Había muchas personas en estas iglesias y –a diferencia de Lidia– estaban en una pobreza extrema. Pero Pablo dice que ellos le suplicaron con muchos ruegos el privilegio de participar en el ministerio de los santos.
¿Dónde comenzó este corazón generoso en la iglesia de Filipos? Comenzó con una mujer llamada Lidia cuando dijo: «Vengan y quédense en mi casa».
Ahora, está claro que Lidia era una mujer de recursos porque tenía una casa lo suficientemente grande para hospedar más personas. Ella usó su casa para bendecir a otros, y su casa se convirtió en la primera base de operaciones, la primera sede de reunión para la proclamación del evangelio en Filipos.
Y me surgió esta pregunta mientras estudiaba este pasaje: ¿A cuántos más invitó Lidia para que fueran a escuchar a Pablo compartir el evangelio? ¿Qué clase de dulce comunión disfrutaron juntos estos nuevos creyentes? Piensa en todas las conversaciones que tuvieron lugar durante las comidas y en la sala de su casa por la mañana, por la tarde y por la noche.
Aparentemente, esta fue una larga estadía; Pablo y sus compañeros no se quedaron por una noche. Lo que Lidia hizo fue darles a Pablo y a sus compañeros un hogar, una base de operaciones mientras proclamaban el evangelio en Filipos.
La mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que el hogar de Lidia se convirtió en el lugar de reunión para la primera iglesia en Europa. Ella fue la primera convertida en Europa. Y pensar en esto hace que se me pongan los pelos de punta. Ella acogió esta joven iglesia en su hogar.
Y vemos que la iglesia primitiva nació y floreció principalmente en los hogares. En Hechos capítulo 2, al final del capítulo se nos dice que:
«Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón… Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos» (vv. 46-47).
No había edificios para que la iglesia se reuniera. Estaba el templo judío, o en las ciudades afuera de Jerusalén, estaban las sinagogas. Luego estaban los hogares donde los creyentes se podían reunir y crecer en la fe.
Quizás hayas esccuchado hablar de Rosaria Butterfield, quien fue una profesora de inglés que se identificó como lesbiana y activista del movimiento LGBT cuando escuchó por primera vez el evangelio de Cristo. Su encuentro con el Señor no tuvo lugar en una iglesia, porque ella no quería ser sorprendida dentro de una iglesia.
Sin embargo, tuvo lugar en la casa de un pastor y su esposa, una pareja que le abrió su hogar. Ellos le hablaron de Cristo y le ofrecieron hospitalidad; fueron sus amigos, la ayudaron a aclarar sus dudas y le mostraron la Palabra. Eventualmente Rosaria vino a la fe en Cristo después de muchas horas de conversación en la mesa de la cocina de esta querida pareja.
Rosaria, quien ha sido usada en gran manera por el Señor, ha escrito un libro, entre otros, sobre el arte perdido de la hospitalidad cristiana. Me encanta el título. Tal vez lo has leído, y si no lo has hecho, deberías hacerlo. Se titula: El evangelio viene con la llave de la casa. Hoy en día el hogar de Rosaria y su esposo es un lugar para el ministerio del evangelio.
Mi esposo Robert ha estado allá. Él me contó que ellos tienen en su patio una mesa para pícnic pintada de un color brillante, y que todo el vecindario sabe que ellos siempre son bienvenidos a la casa de los Butterfield. Ellos siempre tienen invitados. Ella empieza su día cocinando por si acaso alguien llega a cenar en la noche.
Rosaria es conferencista y autora. Ella educa a sus hijos en casa y es hospitalaria. Constantemente tiene en su casa personas creyentes y no creyentes que se reúnen y comparten las comidas, hablan, comparten sus vidas, oran, cantan himnos y estudian juntos las Escrituras. Rosaria y su esposo hacen esto con los creyentes y los no creyentes. Ellos comparten el evangelio desde su hogar.
Cuando yo era niña tuve un buen ejemplo de esto. Desde que tengo memoria, mis padres siempre tuvieron el corazón y el hogar abiertos. Nosotros siempre recibíamos personas que servían en la obra de Cristo y misioneros en nuestro hogar. Y algunos de ellos venían y se quedaban por largo tiempo. Otros solo se quedaban por poco tiempo.
Pero un día, y esto fue cuando se podían dejar las llaves en el carro a la entrada de la casa, nosotros nos levantamos y el carro ya no estaba. Resulta que una de estas personas cristianas, que se estaba quedando en nuestra casa, tomó el carro prestado, pero mi papá no sabía. Así que nos preguntamos: «¿Dónde está el carro?» Y me refiero a que así era como nosotros vivíamos: corazón abierto, hogar abierto. Y por cierto, no recomiendo que dejes las llaves de tu carro afuera hoy en día.
Nosotros vivíamos en aquellos días en una zona muy acomodada donde había muchos negocios y gente profesional. Y mis padres siempre tenían en su corazón una carga por estas personas que tenían mucho dinero e influencia. Tenían todo lo que este mundo ofrece, pero no tenían a Jesús. Mi padre pensaba que estas personas eran tan difíciles de alcanzar como las que viven en los barrios bajos que destruyen sus vidas con drogas.
Así que a mi papá le preocupaban estas personas, pero él no empezó invitándolos a ellos y a otros a la iglesia. Él empezó invitándolos a nuestra casa. Mis padres invitaban a personas que ellos conocían, pero también invitaban a personas que no conocían.
Y a veces mi mamá iba a algunos vecindarios afluentes. Ella miraba el buzón del correo de las casas donde sabía que vivían personas que tenían muchas posesiones pero que no tenían a Jesús. Anotaba las direcciones y averiguaba los nombres.
Luego, mi mamá las invitaba a cenar a nuestra casa, donde se servía una gran cena hermosamente presentada, con una mesa bien adornada. Y luego alguien daba testimonio de su fe en Cristo y les presentaba el evangelio. Ellos invitaban a las personas a conocer a Jesús.
Cientos de miles de personas, a lo largo de los años, recibieron a Cristo a través de la proclamación del evangelio en nuestra casa. Se hicieron muchos estudios bíblicos, y durante uno de ellos que duró por muchos meses, eventualmente surgió una iglesia grande que todavía está prosperando en los suburbios de Filadelfia.
Y cuando mi padre murió, vendimos la casa. Cuando Robert y yo éramos novios, yo quería que él viera el área donde yo crecí. Así que fuimos allá y pudimos conocer al nuevo dueño, quien no es creyente, pero que ha vivido en esa área por muchos años, aun cuando mis padres estaban haciendo este tipo de ministerio. Y este señor nos dijo: «Desde que me mudé a esta casa, algunas personas han venido, tocan el timbre y dicen: “Yo conocí al Señor aquí. Quería ver esta casa de nuevo”».
Un corazón abierto y un hogar abierto, el evangelio viene con la llave de la casa, y el ejemplo que me dieron mis padres, y la increíble hospitalidad de mi madre, han influenciado profundamente mi propia vida. La hospitalidad es algo que conlleva mucho esfuerzo.
Hace un tiempo estuve pensando en algunos de los lugares donde viví cuando empecé a estudiar en la universidad. Primero en un dormitorio compartido y después en otro dormitorio en la casa de una pareja anciana. También viví por un tiempo en un condominio, y luego en una casa móvil por algunos años haciendo ministerio itinerante. Para mí fue un gran gozo recibir y atender a las personas en lo que yo llamaba hogar en ese momento. Así que tuve muchas conversaciones sobre Cristo con creyentes, con no creyentes, con personas llenas de luchas, con personas que servían en la obra del Señor, con parejas jóvenes recién casadas, con padres de familia.
Hace treinta años, después de viajar haciendo ministerio itinerante por muchos años, construimos una casa en el suroeste de Michigan. Durante ese proceso el constructor, el contratista general y su esposa, vinieron a la fe en Cristo; y esa es otra historia, una bonita historia. Yo comencé invitándolos a mi casa y hablando con ellos. Ellos estaban hambrientos por la Palabra, así que la estudiábamos juntos. Luego, ellos empezaron a invitar a sus amigos.
Y durante varios años hice estudios bíblicos allí. Invitamos a un hermano cristiano para que hiciera un estudio bíblico para las parejas, y tres de los hombres que estuvieron en esos primeros estudios bíblicos (sin incluir el constructor, él todavía está vivo), conocieron a Jesús en esos estudios y ahora están en el cielo. Ellos conocieron a Jesús en un hogar que abrió sus puertas.
No tienes que tener una casa grande y elegante. Tú puedes usar lo que Dios te ha dado para presentar el evangelio. «Vengan a mi casa y quédense en ella», dijo esta mujer. Tal vez aquellos que invites se queden a cenar, pasen la tarde allí, o tal vez se queden una semana, un mes o un año. «Vengan a mi casa y quédense en ella».
El ministerio surge de ahí. ¿Podría Lidia haber imaginado que Dios estaba plantando una iglesia que se extendería por toda Europa y desde Europa, a todos nuestros países y luego a todo el mundo?
Pero el modelo de hospitalidad, en última instancia, no es Lidia. No son mis padres. No es Rosaria Butterfield. Ellos son buenos ejemplos. El modelo es Jesús, cuando en la cruz abrió Su corazón. Durante Su ministerio Él dijo: «Vengan y quédense en Mi casa. Yo les voy a preparar un hogar para que estén conmigo donde yo estoy». Nosotras tenemos un Salvador hospitalario que nos invita a venir a Su hogar.
En 1 de Pedro 4 se nos dice: «Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones» (v. 9).
La hospitalidad, abrir tu hogar es un trabajo arduo. Lidia era una mujer de negocios ocupada. Hay sacrificios que debemos hacer cuando abrimos nuestras vidas y nuestros corazones a otros. Pero Pedro dice: «Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones…para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo…»
Pídele al Señor que te muestre cómo Él quiere que uses lo que Él te ha dado. Hablaremos más sobre esto mañana. Ahora dile al Señor: «Señor, mi hogar es Tu hogar. Úsame. Usa mi casa. Usa mi vida para bendecir, para plantar las semillas del evangelio, para que en todo Tú seas glorificado mediante Jesucristo». Amén.
Débora: ¡Amén! Esa es otra palabra que me encanta escuchar porque significa que los hijos de Dios están de acuerdo los unos con los otros. Yo ciertamente estoy de acuerdo, porque si queremos ver a nuestros seres queridos ser transformados por Cristo, necesitamos orar por ellos para que escuchen Su voz y luego la obedezcan.
Nancy nos ha estado animando para que abramos nuestras Biblias y aprendamos sobre la vida de Lidia. Si el programa de hoy te ha animado a orar de una manera diferente, o para que uses los recursos que Dios te ha dado para bendecir a otros de manera intencional, esta es una oportunidad para que consideres ayudar al ministerio de Aviva Nuestros Corazones.
Tus donaciones nos ayudan a alcanzar a mujeres alrededor del mundo con un mensaje que vale la pena escuchar: El cielo gobierna.
Continuaremos explorando la vida de Lidia mañana en Aviva Nuestros Corazones. Nancy nos explicará por qué enfrentar oposición podría ser una buena señal. Por favor regresa con nosotras mañana a Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a experimentar libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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