Intimidad con Dios
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Debo hacerme la siguiente pregunta: Aquellos que me siguen, que son más jóvenes que yo, si permanecieran en el mismo lugar en donde me ven a mí hoy, viendo dónde invierto mi tiempo, etc., ¿dónde estarían? ¿Consumidos por el trabajo? ¿Por el ministerio? ¿Por un pasatiempo? ¿En diversiones? ¿O consumidos por la pasión de conocer a Dios?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 27 de febrero de 2024.
¿Cómo es tu relación con Dios? ¿Podrías usar la palabra íntima para describirla?
Hoy Nancy te animará a acercarte a Dios y a profundizar en tu relación con Él, a través de su mensaje titulado, Intimidad con Dios. Escuchemos.
Nancy: El pasaje en el cual he estado meditando durante las últimas semanas está en el libro de Éxodo. Capítulos 33 y …
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Debo hacerme la siguiente pregunta: Aquellos que me siguen, que son más jóvenes que yo, si permanecieran en el mismo lugar en donde me ven a mí hoy, viendo dónde invierto mi tiempo, etc., ¿dónde estarían? ¿Consumidos por el trabajo? ¿Por el ministerio? ¿Por un pasatiempo? ¿En diversiones? ¿O consumidos por la pasión de conocer a Dios?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 27 de febrero de 2024.
¿Cómo es tu relación con Dios? ¿Podrías usar la palabra íntima para describirla?
Hoy Nancy te animará a acercarte a Dios y a profundizar en tu relación con Él, a través de su mensaje titulado, Intimidad con Dios. Escuchemos.
Nancy: El pasaje en el cual he estado meditando durante las últimas semanas está en el libro de Éxodo. Capítulos 33 y 34 del libro de Éxodo.
Ustedes saben que en el contexto de este extenso pasaje Moisés se encuentra en el desierto con los hijos de Israel. Como recordarán, mientras Moisés estaba en el monte Sinaí teniendo ese sorprendente encuentro con Dios, el capítulo 32 nos relata lo que estaba sucediendo al pie de la montaña donde el pueblo le dice a Aarón: «Haznos un Dios que podamos ver». Y terminan haciendo el becerro de oro.
Dios le dice a Moisés: «Tienes que bajar y ver lo que está sucediendo allí». Moisés baja y está furioso. Dios está enojado. La relación se ha quebrantado. Al final de Éxodo 32, vemos que Dios hiere al pueblo con una plaga.
Y Dios dice: «Yo voy a consumir a este pueblo. He tenido suficiente con ellos». Esto no ha comenzado bien.
Pero en medio de toda esta trágica situación se vislumbra como un trasfondo la vida de Moisés y su relación con Dios. Lo que se ve en estos capítulos son diferentes ángulos de lo que implica intimar con Dios. En un momento tienes una experiencia de intimidad con Dios, que poco después se quebranta por motivo del pecado, y así mismo vemos a Moisés otra vez buscando intimar con Dios cuando Él interrumpe su comunicación y la comunión con Su pueblo. Y finalmente vemos a nuestro increíble Dios, lleno de gracia, restaurando la intimidad, no solo con Moisés, sino también con Su pueblo.
Ahora, vamos a leer algunas partes de este extenso pasaje. Quisiera que leyéramos ambos capítulos. Pero vamos a empezar con el versículo 1 del capítulo 33.
«Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel)…» (RV60, vv.1-3)
Hasta ahora todo va muy bien. Vemos muchas promesas grandes aquí. Pero he aquí el punto de conflicto que Moisés no quiere aceptar:
Dios dice: «Pero yo no subiré en medio de ti» (v. 3). Pueden tener todas estas otras cosas, pero YO no voy con ustedes.
Quizás mientras leo este pasaje ustedes quieran hacer una nota mental de los momentos de intimidad y los momentos en los que esa intimidad se quebranta. He aquí un punto de esa intimidad interrumpida: Dios les dice, «Yo no voy con ustedes». Aquí hay una separación.
«…porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino. Y oyendo esta mala noticia, vistieron de luto, y ninguno se puso sus atavíos. Porque Jehová había dicho a Moisés: Di a los hijos de Israel: Vosotros sois pueblo de dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré. Quítate, pues, ahora tus atavíos, para que yo sepa lo que te he de hacer» (vv. 3-5, RV60).
Al reflexionar sobre este pasaje me sorprendió que este pueblo, así como era de necio y pecador, pudo darse cuenta de lo trágico que era que Dios no fuera con ellos. Tuvieron el buen sentido de guardar luto. Aun cuando estaban tan lejos de Dios, ellos pudieron percibir que tener que irse a la tierra prometida sin la presencia de Dios era una situación horrenda.
Y yo me cuestiono:
¿Cuándo se quebranta mi comunión con Dios, es realmente eso tan importante para mí como debería serlo?
¿Guardo luto por esa ruptura?
¿Me lleva a deshacerme de todos mis ornamentos?
¿Me aflijo?
¿Nos afligimos al ver al pueblo de Dios experimentar una ruptura en esa intimidad o solo nos afligimos con la nuestra?
Son palabras desastrosas cuando Dios dice: «Yo no iré con ustedes». Algunas veces me pregunto si realmente nos importa eso.
De forma que vemos que el pueblo está separado de Dios. Aquí hay una relación rota. No hay intimidad. Pero cuando llegas al versículo 7, encontramos aquí una nueva perspectiva, un contraste entre el pueblo de Israel y Moisés, el siervo de Dios.
Versículo 7: «Y Moisés, (por el contrario) tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión».
Ahora, como ustedes saben, este no es el tabernáculo. Este no había sido construido todavía. Esta era aparentemente una estructura temporal que Moisés construyó con el propósito de buscar al Señor.
Todos los que buscaban al Señor iban al Tabernáculo de Reunión que estaba fuera del campamento.
«Cada vez que Moisés iba afuera al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba y se paraba frente a su tienda, y observaban hasta que Moisés entraba al tabernáculo. Cuando Moisés entraba al tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y el Señor hablaba a Moisés. Y cuando todo el pueblo veía la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba. Y hablaba el Señor a Moisés cara a cara, como un hombre a un amigo…» (vv. 8-11, parafraseados)
«Cuando Moisés volvía al campamento, su asistente Josué, hijo de Nun, un hombre joven, no se apartaba del tabernáculo. Moisés dijo al Señor, mira, Tú me dices: Haz subir a este pueblo; pero Tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Además, has dicho: Te he conocido por tu nombre, y también has hallado gracia ante mis ojos. Ahora, pues, (dice Moisés) si he hallado gracia en Tus ojos, te ruego que me hagas conocer Tus caminos para que yo te conozca (no es suficiente con que Tú me conozcas a mí; yo te quiero conocer), y halle gracia ante Tus ojos. Considera también que esta nación es Tu pueblo. Y (Dios) le dijo, mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso» (vv. 11-14, parafraseado).
(Moisés) le dijo a Él: «Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí. ¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante Tus ojos, yo y Tu pueblo? ¿No es acaso en que Tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y Tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la faz de la tierra?» (vv.15-16).
Hacia el final del capítulo 33, y en los primeros versículos del capítulo 34, Dios llama a Moisés a subir para reunirse con Él en el monte Sinaí. En este segundo viaje de 40 días Dios se le revela a Moisés nuevamente. Entonces observa el versículo 8 del capítulo 34.
«…Moisés se apresuró a inclinarse a tierra y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia ante tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros».
Moisés no quiere dejarlo ir. Él no se da por vencido. No se conforma con nada menos que no sea que Dios vaya con ellos.
«…y aunque el pueblo sea de dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por posesión tuya» (v. 9).
Entonces vamos a ir hasta el versículo 29, capítulo 34.
«Y aconteció que cuando Moisés descendía del monte Sinaí, con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, Moisés no sabía que la piel de su rostro resplandecía por haber hablado con Dios».
«Y al ver Aarón y todos los hijos de Israel a Moisés, he aquí, la piel de su rostro resplandecía; y tuvieron temor de acercarse a él» (vv. 29-30).
Moisés está cerca de Dios; su rostro brilla pero la gente tiene miedo porque no son santos.
«Entonces Moisés los llamó, y Aarón y todos los jefes de la congregación volvieron a él; y Moisés les habló. Y después se acercaron todos los hijos de Israel, y él les mandó que hicieran todo lo que el Señor había hablado con él en el monte Sinaí. Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. Pero siempre que Moisés entraba a la presencia del Señor para hablar con Él, se quitaba el velo hasta que salía; y siempre que salía y decía a los hijos de Israel lo que se había mandado, los hijos de Israel veían que la piel del rostro de Moisés resplandecía. Y Moisés y volvía a poner el velo sobre su rostro hasta que entraba a hablar con Dios» (vv. 31-35).
En los momentos que nos restan, quisiera que consideráramos juntas la prioridad de la intimidad con Dios, especialmente al ver la vida de Moisés, su proceso de intimidad con Dios, y el resultado que hemos visto en este último párrafo. ¿Qué pasó? ¿Cuál es el resultado de tener intimidad con Dios?
Vemos en este párrafo la prioridad; vemos cuán importante era para Moisés el encontrarse con Dios. Pero volvamos por un momento al capítulo 33. Quiero enfocar la mayoría de nuestros comentarios en los versículos del 7-11, del capítulo 33. Aquí vemos esta estructura que erigió Moisés, este tabernáculo de reunión.
Versículo 7: «Y acostumbraba Moisés tomar la tienda, y la levantaba fuera del campamento a buena distancia de él, y la llamó la tienda de reunión».
Ahora, vemos que el tabernáculo tenía que estar fuera del campamento porque en el pueblo había pecado. Y Dios dijo, «no puedo vivir en medio de la pecaminosidad». Entonces podemos ver aquí cómo el pecado nos separa de Dios. Y a pesar de que Dios está juzgando a Su pueblo y está retirando Su presencia, Moisés está enfocado en perseguir y en mantener su comunión con Dios. Él está determinado a encontrarse con Dios. Y él es intencional en encontrar una forma de hacerlo, a pesar de estar viviendo con dos o tres millones de judíos que están separados de Dios, que están viviendo lo que podríamos llamar una vida carnal.
De modo que el pecado ha separado al pueblo y Dios ha dicho: «Yo no iré con ustedes». Pero Moisés no acepta esa respuesta, él está determinado. Él no está contento con vivir o proseguir sin la presencia de Dios.
Él dice, «tenemos que tener a Dios. No solo Su provisión, no solo Su protección, no solo Su ángel, no solo Su dirección. Tenemos que tener a Dios». Y con el objetivo de tener a Dios él hace esta consciente, deliberada e intencional elección, como presidente ejecutivo, muy ocupado de la nación que él era. Él se aparta un tiempo. Él detiene toda otra cosa que estaba haciendo, cualquier petición que tuvieran estos judíos demandantes, y se va lejos del campamento; se va fuera para encontrarse con Dios.
Esto resulta interesante para mí porque choca con mi vida, no nos da la impresión de que Moisés está haciendo mil cosas a la vez mientras está en el tabernáculo de reunión. O sea, no un correo electrónico, no lee ningún otro libro, no tiene ninguna otra conversación. Solo vemos una determinada y enfocada intención de reunirse, de encontrarse con Dios.
Versículo 8: «Y sucedía que cuando salía Moisés a la tienda, todo el pueblo se levantaba y permanecía de pie, cada uno a la entrada de su tienda, y seguía con la vista a Moisés hasta que él entraba en la tienda».
Resulta interesante también para mí, que las personas alrededor de Moisés lo observaban cuidadosamente. Así como estaban de alejados de Dios en muchos aspectos, estaban también curiosos e intrigados. Había algo irresistible acerca de la visión de este hombre yendo a la tienda de reunión. Ellos sabían lo que él estaba haciendo. Ellos sabían lo que era más importante para él.
Las personas a nuestro alrededor nos observan. Ellos saben lo que estamos haciendo y pueden darse cuenta de lo que es más importante para nosotros. Especialmente las personas más cercanas, las personas que viven dentro de nuestras casas, las personas que viven con nosotros y con las que compartimos nuestras vidas. Ellos saben que brincamos de la cama y que diez minutos más tarde estamos de camino al trabajo.
Ahora, podríamos hablar todo lo que queramos acerca de nuestra gran relación con Cristo, pero las personas más cercanas a nosotros saben lo que realmente es importante para nosotros. Ellos saben si estamos o no conectados con el Señor en tiempos de intimidad con Él de forma regular.
Algunas personas solo observaban a Moisés encontrarse con Dios. Otros iban ellos mismos a encontrarse con Dios. Y nosotros también tenemos hoy en día dos categorías parecidas. Mientras que algunos se levantaban, el versículo 7 nos dice que había otros que buscaban al Señor.
No nos vamos a hacer más espirituales solo por conocer y observar a otras personas siendo espirituales. Esto conllevará que hagamos un compromiso personal de buscar a Dios. Y vemos en la vida de Moisés la prioridad, la determinación, un enfoque que él tenía de desarrollar una intimidad con Dios. Y vemos aquí un poquito del proceso.
Versículo 9: «Cuando Moisés entraba en la tienda, la columna de nube descendía y permanecía a la entrada de la tienda, y el Señor hablaba con Moisés».
Versículo 11: «Y acostumbraba hablar el Señor con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo».
Cuando Moisés dejaba a la muchedumbre para buscar al Señor, el Señor se encontraba con él y le hablaba. Y tenemos aquí el símbolo visible de la presencia de Dios en la columna de nube, ¿no sería maravilloso tener eso?
Y nosotros hoy tenemos la revelación de la Palabra, la revelación más segura de Dios mismo en Su Palabra. Tenemos la columna de nube, tenemos el fuego aquí. Dios habla a aquellos que se toman el tiempo de buscarle y encontrarse con Él.
Vemos a Moisés escuchar atentamente. Me imagino a Moisés de puntillas, en el borde de la silla, si es que alguna vez se sentó. Tal vez solo se paraba. Tal vez se postraba delante del Señor. Yo no lo sé. Pero lo imagino escuchando atentamente, queriendo escuchar lo que Dios iba a decir. Yo sospecho que esto comenzó desde el momento que Dios le habló a través de la zarza ardiendo, y desde ese momento él escuchaba todo lo que Dios tenía que decir.
Dios se encontrará con nosotras si nos tomamos el tiempo de buscarle. Él nos hablará si le escuchamos. Moisés buscaba a Dios y por eso él disfrutaba de esta extraordinaria intimidad con Él cara a cara. Claro, sabemos que esto no es una manifestación literal de la cara de Dios a Moisés porque Dios mismo le dice a Moisés en el mismo pasaje, «nadie puede ver mi rostro y vivir». Pero en sentido figurado, tenemos aquí una referencia de apertura, de cercanía, de amistad, de relación.
Esto no es una cuestión de Moisés cumpliendo con una agenda, «hice mi devocional hoy». Pienso en todas las veces que tuve mi devocional pero en las que realmente no experimenté devoción, no tuve un encuentro cara a cara, no tuve amistad, sin reservar nada, sin esconder nada.
He estado meditando en cómo me relaciono con mis amigas. Doy gracias al Señor por unas preciosas amigas que forman parte de mi vida. Seguro tú tienes este tipo de amigas, amigas a las que les cuentas cosas que no les dices a otras personas.
Y quieren estar juntas. No es una carga. No es una obligación estar cara a cara con tus amigas. Es más bien un privilegio. Desearían pasar más tiempo juntas. Yo deseo tener esto con mis amigas. Mientras más íntima sea la amistad, menos barreras, menos obstáculos, menos secretos.
Pero esto requiere de nosotros, así como lo hizo para Moisés, la determinación de quitarnos el velo, de ponernos al descubierto, de exponernos. Nos colocamos expuestas delante del que todo lo ve y todo lo sabe. La honestidad transparente y la apertura, es un requerimiento para venir delante de Dios. Sin pretensiones. Sin secretos. Sin falsas apariencias. Sin tratar de causar una buena impresión, simplemente siendo transparentes.
Entonces, rápidamente, ¿cuál es el producto? ¿Cuál es el resultado de experimentar intimidad con Dios? La intimidad con Dios es siempre transformadora. Cambia la vida. Siempre nos cambia.
Y vimos esto en Éxodo 34:29: «Y aconteció cuando Moisés descendía del monte Sinaí…al descender del monte Moisés no sabía que la piel de su rostro resplandecía, por haber hablado con Dios».
¿Qué brillaba? ¡Era el reflejo de la gloria de Dios! No era su propia gloria; era la gloria de Dios porque él había estado en la presencia de Dios. Él había sido alterado.
Cuando Moisés volvió al campamento trajo consigo los residuos de esa relación. Claro, él no estaba consciente de esto. Fueron los demás los que se dieron cuenta. ¿Y no nos pasa esto a menudo en nuestra relación con Dios? A veces miro mi vida y digo: «¿Ha habido algún crecimiento? ¿Está cambiando algo? Yo quiero ser como Jesús. Pero solo me enfoco en mis asuntos y en mis dificultades y mis batallas con la carne, con mi ego y mi orgullo».
Pero mientras pasamos tiempo con Dios, otros se dan cuenta de que Dios nos está transformando. Se dan cuenta de que nos está haciendo como Jesús. Nuestro estilo de vida de intimidad con Dios puede también motivar a otros a buscar al Señor, a buscarle más fervorosamente como resultado de ver Su presencia en nuestras vidas.
No solo lo adoraron, sino que por momentos se atemorizaban de él. Vemos esto en el capítulo 34 versículo 30, cuando ellos vieron la piel del rostro de Moisés brillar. Tuvieron miedo de acercársele. Ahora, es Dios quien nos atrae a Él y nos invita a acercarnos. Pero ¿no debería haber un temor de Dios en aquellos alrededor de Su pueblo cuando ven a Dios reflejado en nosotros?
Debería motivarles a asegurarse de que están bien con Dios. De esta manera tienes un impacto en la generación futura. Esto cambia a otros. Leímos esto, vimos en el capítulo 33:11, que «cuando Moisés regresaba al campamento, su joven ayudante, Josué, hijo de Nun, no se apartaba de la tienda».
Aquellas de ustedes que son madres y abuelas, que quieren que sus hijos y nietos conozcan al Señor, esto puede ser el resultado de una generación adulta que conoce a Dios íntimamente. Josué quería estar en el lugar en donde él veía a su amo pasar el tiempo.
Después que Moisés se iba, Josué permanecía. Él no quería irse. Él quería lo que había visto. Él sabía que una relación con Dios no era un trabajo para Moisés. No era un deber, una tarea. Era algo que él deseaba.
Nuestras vidas están moldeando y tallando la vida de aquellos alrededor nuestro, particularmente la de la siguiente generación. Debo hacerme la siguiente pregunta: Aquellos que me siguen, que son más jóvenes que yo, si permanecieran en el mismo lugar en donde me ven hoy, viendo dónde invierto mi tiempo, etc., ¿dónde estarían? ¿Consumidos por el trabajo? ¿Por el ministerio? ¿Por un pasatiempo? ¿En diversiones? ¿O consumidos por la pasión de conocer a Dios?
Así que hemos visto que el resultado de intimar con Dios resulta en una transformación.
Y para ir resumiendo quiero compartirles unas palabras que están en mi corazón desde que contemplaba esta mañana este texto, y se trata de la perspectiva que nos espera cuando vemos y conocemos a Dios.
Moisés conocía a Dios de una forma extraordinaria. Pero aún él tenía una limitante de hasta cuánto podía ver y conocer a Dios. Él siempre quería más. Él oraba, «Señor, Dios, enséñame Tu gloria» (v.18). Aparentemente él quería una manifestación física de Dios.
Dios se rehusaba a su pedido porque Él decía, «no podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá» (v. 20). Entonces aún hasta Moisés con lo increíble que había podido conocer de Dios, experimentaba limitaciones en cuanto a lo que él podía ver y lo mucho que podía saber.
De hecho, tú y yo como creyentes del Nuevo Testamento, podemos conocer a Dios en una forma que Moisés jamás experimentó. «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).
En la segunda carta a los Corintios, en el capítulo 4, dice: «Dios…es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (v.6); versículo 4: «…el cual es la imagen de Dios».
En Cristo y por el poder del Espíritu Santo, tú y yo tenemos la bendición de poder ver y conocer una mayor parte de Dios que lo que Moisés pudo experimentar. Moisés anhelaba verlo, y pudo entrever algo. Pero en la faz de Jesucristo y por el poder del Espíritu, nosotras estamos llamadas a un nivel de intimidad que Moisés solo podía soñar con experimentar.
Entonces esta promesa nos ofrece una gran perspectiva y nos da una esperanza, ánimo y fe para seguir adelante en este pródigo mundo caído. Un día veremos y conoceremos a Dios de una forma que hoy solo podemos soñar, en una forma que no es posible ahora. Ahora vemos una imagen borrosa, pero luego le veremos cara a cara, exactamente como Moisés añoraba verle, lo que él experimentó a menor escala. Pero lo que él quería era poder contemplar la imagen completa, sin interferencias, tal cual Él es. Y le veremos cara a cara. Lo veremos tal cual Él es y ¡gloria a Dios!, entonces seremos como Él.
Dos no pueden caminar en intimidad a menos que estén de acuerdo. La mayor intimidad que jamás experimentaremos se dará cuando ocurra la consumación de la intimidad de nuestra relación con Cristo, cuando le veamos a Él tal cual Él es; cuando esa visión nos transforme a Su semejanza, y cuando caminemos por toda la eternidad con una comunicación abierta y una comunión ininterrumpida con Él.
En el último capítulo de la Biblia tenemos esta gran visión de la Ciudad Santa, y el trono de Dios y el Cordero estarán allí. Y vemos a Sus siervos adorarle a Él. Ellos verán Su rostro. Moisés dijo, «Señor, yo quiero ver Tu gloria».
«Y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará» (Apoc. 22:4-5).
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado hablando sobre cómo puedes crecer en tu relación con Dios. Es a través de Su Palabra donde encontramos la verdad y crecemos en el conocimiento de Dios.
El día de mañana, no te pierdas el comienzo de una nueva serie, aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a crecer en tu intimidad con Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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Recursos del Episodio
Serie, «Redescubriendo la intimidad con Dios»
Serie, «Caminando con Dios»
Libro, «En la quietud de su presencia»
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