Interrumpida por un ángel
Annamarie Sauter: Es fácil perder la esperanza cuando tenemos preguntas sin respuestas o anhelos insatisfechos. En esos momentos debemos recordar de qué se trata la vida.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Necesitamos confiar en el plan de Dios, confiar en el tiempo de Dios, que Él tiene propósitos en nuestras vidas que no podemos o no vamos a percibir hasta el momento justo en que Dios elija abrir el telón y revelar lo que no hemos podido ver.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Todas nosotras hemos enfrentado desilusiones, sabemos lo que se siente. ¿Cómo tratamos con estas? ¿Cómo lidiamos con anhelos insatisfechos o sueños que no se han cumplido? Nancy nos ofrecerá consejos bíblicos acerca de esto, como continuación de la serie titulada, «Un retrato de Elisabet».
Nancy: Déjame invitarte a que vuelvas hoy de nuevo en …
Annamarie Sauter: Es fácil perder la esperanza cuando tenemos preguntas sin respuestas o anhelos insatisfechos. En esos momentos debemos recordar de qué se trata la vida.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Necesitamos confiar en el plan de Dios, confiar en el tiempo de Dios, que Él tiene propósitos en nuestras vidas que no podemos o no vamos a percibir hasta el momento justo en que Dios elija abrir el telón y revelar lo que no hemos podido ver.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Todas nosotras hemos enfrentado desilusiones, sabemos lo que se siente. ¿Cómo tratamos con estas? ¿Cómo lidiamos con anhelos insatisfechos o sueños que no se han cumplido? Nancy nos ofrecerá consejos bíblicos acerca de esto, como continuación de la serie titulada, «Un retrato de Elisabet».
Nancy: Déjame invitarte a que vuelvas hoy de nuevo en tu Biblia al Evangelio de Lucas, capítulo 1, el primer capítulo del Evangelio de Lucas. Ayer vimos en este capítulo a una pareja anciana que en ese momento jugaba un papel importante en la historia de la redención. Era un momento de transición, del antiguo pacto al nuevo pacto de gracia.
Leemos en los versículos del 5 al 7, el telón de fondo, el escenario de lo que Dios estaba a punto de hacer en la plenitud, en el cumplimiento del tiempo. Y vimos que esto fue en los días de Herodes, el cruel rey de Judea, realmente una marioneta del gobierno romano. Vimos que en esos días había un sacerdote llamado Zacarías, y que su nombre significa «Dios recuerda». Me encanta eso, que Dios recuerda incluso cuando no creemos que lo hace, incluso cuando no parece que está recordando.
Y este sacerdote tenía una esposa que también era de la línea sacerdotal de Aarón. Su nombre era Elisabet. ¿Recuerdas lo que significa ese nombre? «El juramento de Dios», la promesa de Dios. Y en ellos veremos a dos personas que confiaban en que Dios recuerda y que Dios cumple sus promesas incluso cuando no podían ver que ese era el caso.
Y entonces leemos en ese primer párrafo que ambos eran justos ante Dios, justos por la fe. Confiaban en Dios y como resultado era evidente en su estilo de vida. Caminaron de forma intachable en los mandamientos y los estatutos del Señor. Ellos obedecieron a Dios. Tenían un estilo de vida obediente que reflejaba su corazón inclinado hacia el Señor.
Pero luego, en el versículo 7, vimos que eso no los libró de tener dolor en sus vidas, desilusiones, anhelos insatisfechos. No tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos estaban avanzados en años.
Y hablamos sobre la tristeza que experimentó Elisabet, anhelando tener un hijo, lo cual era muy importante, particularmente en su cultura, que las mujeres pudieran tener hijos, especialmente las esposas de los sacerdotes. Y así vivió ella todos estos años con las personas tal vez pensando mal de ella, pensando que tal vez Dios la estaba castigando. Pero ellos se mantuvieron obedientes al Señor, confiando en Él incluso cuando no podían ver lo que Él estaba haciendo.
Y quiero recordarles que estamos ofreciendo esta semana un nuevo recurso que nuestro equipo ha producido en nuestra serie de estudios, «Mujeres de la Biblia», que se llama, «Elisabet: Cómo lidiar con la desilusión». Te dará la oportunidad de profundizar más en este pasaje que estamos viendo en esta semana. Es un estudio de seis semanas que puedes hacer sola o con otras personas.
Nos encantaría enviarte este folleto digital como agradecimiento, cuando haces una donación de cualquier monto para ayudar a apoyar el trabajo de Aviva Nuestros Corazones, que está llevando este tipo de mensaje, este tipo de enseñanza bíblica, este mensaje transformador, a las vidas de las mujeres, no solo en tu comunidad y en todo el país, sino en todo el mundo.
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Ahora, hoy, mientras continuamos en Lucas 1, veremos dos escenas. En la primera pasaremos la mayor parte del tiempo y luego veremos brevemente la segunda. Ambas escenas involucran a un ángel enviado por Dios. Ambas tratan de noticias dramáticas, inesperadas que cambiaron vidas. Ambas involucran a Dios interviniendo de una manera milagrosa.
Así que veamos la primera. Estamos empezando en Lucas Capítulo 1, déjame leer comenzando en el versículo 8:
«Pero aconteció que mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios según el orden indicado a su grupo, conforme a la costumbre del sacerdocio, fue escogido por sorteo para entrar al templo del Señor y quemar incienso. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora de la ofrenda de incienso» (vv. 8–10).
Ahora, en este momento había aproximadamente 20,000 sacerdotes en Israel. Se dividían en 24 grupos y cada grupo servía durante una semana dos veces al año, y luego también durante los principales festivales y fiestas.
Así que aquí el grupo de Zacarías estaba de servicio este día en particular, y él fue «elegido por sorteo», dice la Escritura, para entrar al lugar santísimo para ofrecer incienso para interceder a favor del pueblo de Dios. Este era un honor increíble que llegaba a los sacerdotes una sola vez en su vida.
Ahora, cuando dice que fue «elegido por sorteo», pensarías, bueno, eso fue una casualidad. Pero no, no hubo ninguna casualidad involucrada en esto en absoluto. El Señor determina la suerte, nos dice Proverbios, y Dios estaba ordenando los detalles de su servicio, de su asignación y de su trabajo, así como Dios ordena los detalles de nuestras vidas, cada detalle y el momento oportuno de todos ellos.
Ahora, dice el versículo 10, que había una gran multitud de personas fuera del templo, en el patio exterior, que oraban mientras Zacarías estaba en el lugar santísimo ofreciendo este incienso e intercediendo ante el Señor. Es muy posible que la esposa de Zacarías, Elisabet, estuviera en esa multitud. No lo sabemos, pero ella podría haberse unido a los adoradores que oraban afuera ese día.
Creo que es muy probable que en esa multitud hubiera otras dos personas sobre las que leemos en el próximo capítulo de Lucas. Lucas, capítulo 2. ¿Recuerdas a Ana, la viuda de ochenta y cuatro años? Lucas 2 nos dice que ella «no se apartaba del templo, adorando con ayuno y oración día y noche». Creo que Ana probablemente estaba en esa multitud.
¿Y entonces recuerdas a otro hombre del que leemos en Lucas 2, que probablemente estaba en esa multitud? Su nombre era Simeón. Este anciano que vivía en Jerusalén. Y la Escritura dice que «era justo y piadoso y que estaba esperando la consolación de Israel. Y el Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo el Señor». Él estuvo en el templo meses después, cuando María y José trajeron a su hijo para dedicarlo al Señor. Entonces, supongo que Simeón estaba afuera en esa multitud de personas que oraban ese día.
Bueno, el versículo 11 nos dice:
«Y se le apareció (a Zacarías) un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se turbó, y el temor se apoderó de él. (Esa es la norma en la Escritura cuando las personas veían ángeles. En ocasiones aparecían en forma de hombre, pero había también algo acerca de ellos que hacía que las personas temblaran, temieran). Pero el ángel le dijo (esto también sucede muchas veces en las Escrituras): No temas, Zacarías, (esto es más fácil decirlo que hacerlo) tu petición ha sido oída».
Esas podrían haber sido las oraciones que acababa de orar en ese momento, las oraciones por el pueblo de Dios, pero creo que también incluía las oraciones que él y Elisabet oraron durante décadas para que Dios los bendijera con un niño porque el ángel le dijo:
«...Tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan» (v. 13).
El nombre «Juan» significa «la gracia de Dios». La gracia de Dios es el fruto de Zacarías, que significa Dios recuerda, y Elisabet, el juramento de Dios, las promesas de Dios. Entonces tenemos, Dios recuerda, Dios guarda sus promesas, o el juramento de Dios, y ahora la gracia de Dios.
Versículos 14 y 15:
«Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento. Porque él será grande delante del Señor; no beberá ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre (vv. 14-15).
(Volveremos a eso en unos momentos).
Pero luego, comenzando en el versículo 16, el ángel dice palabras que en realidad estaba repitiendo de una profecía que se encuentra en el último libro del Antiguo Testamento, en el libro de Malaquías, 400 años antes. Al final de la era del antiguo pacto, Dios le dijo estas palabras a su profeta Malaquías, que ahora, 400 años después, el ángel le repite a Zacarías y le dice: «Tu hijo será el cumplimiento de esta profecía».
Versículos 16 y 17:
«Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor (el Mesías) un pueblo bien dispuesto» (vv. 16–17).
Un precursor. Este niño que iba a nacer de Zacarías y Elisabet sería el cumplimiento de una promesa que Dios había hecho a su pueblo 400 años antes. Dios recuerda. Dios cumple sus promesas. Dios envía gracia.
Bueno, y el versículo 18 dice:
«Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré saber esto? Porque yo soy anciano y mi mujer es de edad avanzada».
Al meditar en este pasaje, uno se pregunta, ¿la Escritura tenía que seguir recordándonos que esta pareja era anciana? «Soy un hombre viejo y mi esposa está avanzada en años». (Es la segunda de tres veces que se dice esto en este capítulo).
«Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. Y he aquí, te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo» (vv. 19-20).
Ahora, muchos comentaristas creen que esto fue un castigo para Zacarías por su incredulidad. Un comentarista, a quien respeto mucho, G. Campbell Morgan, piensa que no fue un castigo, sino una señal que Zacarías había pedido: «¿Cómo lo sabré?» Fuera una señal o un castigo, el caso es que no pudo hablar; quedó mudo durante los siguientes nueve meses.
Versículos 21 y 22:
«Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de su tardanza en el templo. Pero cuando salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permanecía mudo» (vv. 21–22).
Esa palabra, mudo, es tal que muchos comentaristas dicen que podría significar que no solo se quedó sin palabras, sino que también quedó sordo. La palabra podría usarse para significar sordo mudo, o simplemente sordo. No lo sabemos con seguridad.
Versículo 23:
«Y cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, regresó a su casa»
Este era el día más grande de la vida de este hombre. Había sido seleccionado para una oportunidad única en la vida de ofrecer el incienso en el lugar santísimo. Aparece un ángel, le dice que sus oraciones fueron respondidas y que su esposa estéril y posmenopáusica va a tener un hijo, ¡y no puede decirle a nadie, ni siquiera a su esposa! ¡Wow!
No sabemos cómo le transmitió la noticia a Elisabet. Claramente, encontró una manera. No sabemos con certeza cómo respondió ella. Eso no se nos dice aquí en Lucas, pero suponemos que él se lo dijo. Y la pregunta es: ¿Creyó ella inmediatamente? ¿Ella hizo preguntas? ¿Qué pensó ella? ¿Cómo respondió ella?
Bueno, ella no había visto al ángel ni escuchó el mensaje que Zacarías había escuchado, pero sí sabemos que esta pareja de esposos tenía un hábito establecido de responder a Dios en fe, por lo que podemos asumir que ella respondió en fe cuando supo la noticia.
Versículos 24 y 25:
«Y después de estos días, Elisabet su mujer concibió, y se recluyó por cinco meses, diciendo:Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres» (vv. 24–25).
Esto es fascinante para mí. Está claro que Elisabet no se apresuró a dar la noticia a todos. Si hubiera habido redes sociales en esos días, no parece que haya publicado en Facebook o en Instagram, sino que, en cambio, se recluyó durante los primeros cinco meses de su embarazo, y me he estado preguntando: «¿Por qué?»
No sabemos por qué. Es una especulación, pero yo diría que para empezar, ella no era joven para tener su primer bebé, así que creo que probablemente estaba cansada. Ella era humana, y Dios le dio la fuerza, pero puede haber estado descansando mucho, tomando muchas siestas. Pero también, dado lo que sabemos del caminar de Elísabet con Dios, es probable que durante estos cinco meses se tomara el tiempo para:
- Alabar, alabar a Dios que le había dado a ella y a Zacarías este niño milagroso.
- Es probable que ella haya tomado tiempo para orar y para pedirle a Dios sabiduría sobre cómo criar a este niño.
- Y prepararse para esa gran responsabilidad.
- Es probable que tomara un tiempo para reflexionar, considerar lo que estaba sucediendo, como leemos más tarde que hizo María cuando nació su Hijo, para saborear la gracia de Dios que había experimentado.
Este niño se llamaría Juan, la gracia de Dios. ¿Crees que ella pensaba mucho sobre la gracia y sobre la gracia de Dios durante esos días, ese favor inmerecido? Ella usaría ese tiempo para meditar en las promesas del Antiguo Testamento acerca de esa persona que iría antes del Mesías, que prepararía el camino para Su venida, pensando que la venida del Mesías tal vez sería pronto, y de momento encontrarse inmersa en la maravilla de todo esto.
Creo que ella estuvo realmente ocupada en su corazón y en sus pensamientos durante esos cinco meses de reclusión, recordando que Dios cumple sus promesas. Ella debía haber pensado en Abraham y Sara y en cómo el Señor había intervenido sobrenaturalmente en su vejez para darles el hijo prometido, Isaac.
Un comentarista lo dijo de esta manera: «Dios estaba encendiendo una vez más el fuego con dos ramas secas». ¡Me encanta! Solo Dios puede hacer eso. Dios no había olvidado a su pueblo.
Y luego ella dijo: «Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres». «Así ha hecho conmigo el Señor», esto no fue suerte. Esto no fue casualidad. No había manera de que Elisabet pudiera llevarse el crédito por esto.
Ella lo sabía, y todos los demás lo sabían, y nosotros sabemos que ella era «estéril». No podía tener hijos. Ella sabía que tanto ella como su marido eran viejos. Habían pasado el tiempo de concebir un hijo. Ellos eran «avanzados en años». Lo vimos en el versículo 7, el versículo 18, y lo veremos nuevamente en el versículo 36. Y entonces ella dice: «¡El Señor ha hecho esto! ¡El Señor ha hecho esto!» Ella reconoció su actividad, su intervención divina en su vida, y le dio el crédito.
Y luego, en el versículo 25, ella dice: «se dignó mirarme». Algunas traducciones dicen aquí: «Me miró con favor». «Me miró con gracia».
Dios la había mirado. Él había vuelto Su rostro hacia ella. Él le había prestado atención. Y cuando Él la miró. . . Podría haberse preguntado durante todos estos años de querer tener un hijo: «¿Dios realmente me está mirando? ¿Dios me ve? ¿Sabe Dios que estoy aquí? ¿Sabe Dios los anhelos de mi corazón?»
Pero ella dice: «Dios me ha mirado». Dios me ha mirado, no con indiferencia, ni con impotencia. «Sé que quieres un hijo, pero realmente no puedo hacer nada al respecto». No con disgusto. «Si fueras más santa, más obediente, te daría un hijo». No para castigarla. Dios la había mirado con Su favor, con gracia.
Ella dijo: «Dios me miró con agrado, para quitar mi afrenta entre los hombres». Para quitar, esa palabra «quitar» significa, remover, llevarse, deshacerse de.
«Para quitar mi afrenta», la palabra «afrenta» podría traducirse como «mi vergüenza, mi desgracia». «Dios me miró para eliminar mi vergüenza, para eliminar mi desgracia». Cuando Dios la miró, Él le quitó, se llevó su vergüenza, su desgracia, y le dio todo lo contrario. ¿Qué es lo opuesto a la desgracia? La gracia. Dios la miró para darle su favor, para darle gracia, para eliminar su desgracia y para bañarla con gracia.
¿No describe ese versículo lo que Dios ha hecho con nosotras en nuestra salvación?
Déjame leerte un pasaje que me vino a la mente mientras pensaba en lo que Elisabet dijo aquí. Ella dijo: «Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres». Mira lo que dice este pasaje de Efesios, capítulo 2:
«Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos (muertos, sin vida, estériles) en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. … recordad, pues, que en otro tiempo vosotros los gentiles en la carne, llamados incircuncisión por la tal llamada circuncisión, hecha por manos en la carne, recordad que en ese tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo» (vv. 1–3, 12).
Eso es bastante sombrío, ¿no crees? Esa es la definición que vimos ayer: estéril, desolada y sin vida. Sin vida, sin esperanza de vida espiritual. Muerta.
«Pero Dios» . . . Efesios 2, versículo 4:
«Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados) (Nos miró con favor, gracia sobre nosotras. Has sido salvo por gracia y resucitado con Él)… Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios» (vv. 4-6,8)
Ella dijo: «El Señor ha hecho esto. El Señor me ha mirado. Esto no de vosotros. Es el don de Dios» (v. 8).
La historia de Elisabet simplemente nos presagia el don de la gracia de Dios en la salvación. «El Señor ha hecho esto».
Y así vemos que el tiempo de Dios es perfecto, y su retraso en responder una oración o dar una bendición que anhelamos puede ser en realidad una indicación de que Él tiene la intención de darnos algo en abundancia, ¡más allá de todo lo que pueda pedir o pensar!
Al retrasar el nacimiento de Juan hasta que Elisabet llegara a ser estéril y anciana, Dios estaba diciendo, cuando el niño llegó: «Este nacimiento es obra mía, y esto es algo realmente especial en la historia de la redención eterna».
Debemos tener cuidado de aconsejar nuestros propios corazones cuando el tiempo de Dios no es nuestro tiempo, cuando sus caminos no son nuestros caminos.
En este punto, Zacarías y Elisabet podrían haber dicho «¡No estamos interesados en tener un bebé ahora que estamos tan viejos!»
Robert y yo hemos bromeado sobre esto a veces. Me casé a la edad de cincuenta y siete años y decimos, como: «¿Es posible, en mi etapa de la vida, quedar embarazada?» Bueno, solo si Dios hace un milagro, ¿verdad? Y me imagino que si eres mayor, pensarás, no, gracias, ahora no. Este es el niño que nos hubiera gustado tener cuando éramos jóvenes. No nos gusta tu tiempo, Dios.
Zacarías y Elisabet podrían haber dicho eso. Pero se dieron cuenta de que no se trataba de ellos. Se trataba de Dios y sus propósitos y de estar disponibles para ser usados por Él para los propósitos de Su reino. Era el tiempo de Dios. Y durante décadas, Dios tuvo a Zacarías y a Elisabet en un «modo de espera». En sus mentes, estaban listos para un hijo años antes, pero Dios estaba arreglando las piezas.
Estaba organizando el escenario histórico y político, y también quería dejar en claro que la historia de la redención no era una que los humanos, sin importar cuán piadosos pudieran ser, podrían hacer que sucediera.
Y en la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo. Y en la plenitud del tiempo, Dios envió a Elisabet su hijo.
Entonces, al escuchar esta historia aprendemos que debemos confiar en el plan de Dios, confiar en el tiempo de Dios, que Él tiene propósitos en nuestras vidas que no podemos ver, que no percibiremos hasta el momento preciso, cuando Dios elija abrir la cortina y revelar lo que no hemos podido ver.
Bueno, esa es la primera escena. Escena uno: Elisabet, que había estado casada durante muchos años, era estéril, ahora posmenopáusica. Un ángel se acerca a su esposo y le dice: «Tu esposa va a tener un hijo». Elisabet queda embarazada, y ahí está el milagro, el regalo de un niño. Zacarías, Dios recuerda y Elisabet, Dios cumple sus promesas, el juramento de Dios, reciben un hijo en el vientre de Elisabet. «Se llamará Juan», la gracia de Dios.
Y entonces llegamos, y solo quiero que veamos por un momento la segunda escena que sigue, donde el mismo ángel es enviado a otra mujer. Su nombre es María. Pero ella no es una anciana, es una joven adolescente que nunca había estado con un hombre. Y a ella también le han prometido un hijo. Le han dicho que ella también va a tener un bebé.
Lucas 1, versículo 34:
«Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios. Y he aquí, tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo…»
¡Ahí está el recordatorio de nuevo! Elisabet, tu parienta, es una anciana. Ahora, ten en cuenta que María probablemente tenía trece o catorce años de edad. Entonces, cuando tienes trece o catorce años, cuarenta parecen una anciana, pero sabemos que para Elisabet habían pasado los años de tener hijos.
«Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo, y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. (¡Es un milagro!) Porque ninguna cosa será imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Senõr hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia» (vv. 36–38).
Tu parienta Elisabet. . . Por cierto, no sabemos exactamente cómo estaban relacionadas. Sus padres eran de dos tribus diferentes, por lo que es posible que estuvieran relacionadas por sus madres. No voy a entrar en todo eso, pero, «tu parienta Elisabet, la que es llamada estéril, ha concebido, porque nada es imposible para Dios».
¿Por qué crees que el ángel le contó a María la historia de Elisabet? Para reforzar la fe de María. Para inspirar la fe en María. Si Dios había hecho lo imposible por Elisabet, y Elisabet le había creído a Dios, y Dios había cumplido su promesa, entonces seguramente María, esta joven que no tenía tantos años de experiencia caminando con Dios y confiando en Él, ahora sabía. Ella podía confiar en que Dios cumpliría Sus promesas en ella.
Así que ella responde como su parienta Elisabet, en fe. ¿Y qué dijo ella? Algo asombroso, este es mi versículo favorito, mi versículo de vida, Lucas 1, versículo 38: «Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra».
Y así, María cree, ayudada, al menos en parte, por el hecho de que su parienta mayor, Elisabet, había creído que nada es imposible para Dios.
Tal vez haya alguna mujer más joven a tu alrededor, cuya fe Dios quiere inspirar contigo porque dices: «Voy a creerle a Dios. Voy a confiar en Su Palabra». Y cuando tu vida demuestra el poder sobrenatural del Espíritu Santo de Dios, esto inspirará fe en otras mujeres a tu alrededor, que necesitan saber, que necesitan ver que Dios es digno de confianza. Se puede confiar en Él. ¿Amén? ¡Amén!
Annamarie: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth, animándote a confiar en Dios y a decir: «Sí, Señor», a Su plan para ti.
Escuchaste a Nancy mencionar un estudio bíblico titulado, «Elisabet: Cómo lidiar con la desilusión». Este es parte de la serie de recursos titulados, «Mujeres de la Biblia», y te ayudará a tratar tus desilusiones de manera que honres a Dios. Este estudio te ayudará a ver más de cerca el ejemplo de Elisabet y cómo aplicarlo a tu vida.
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Cuando te sientes sola y desanimada, no tienes que resignarte a permanecer en esa condición. Descubre la provisión de Dios para tu vida, mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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