
Intercede por los transgresores: la palabra de perdón
Nancy DeMoss Wolgemuth: A solo a unos kilómetros de donde estamos grabando hoy, hay un cementerio que tiene un gran monumento ya deteriorado, a un hombre llamado Joseph Coveney.
Débora: Esta es Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy: Él fue discípulo de algunos hombres cuyos nombres quizás reconozcas, Thomas Paine y Robert Ingersoll. Coveney murió el 12 de febrero de 1897, a la edad de noventa y dos años. Era conocido por su odio a Dios y la Biblia, y por su estilo de vida y sus creencias profanas.
El día después de su muerte, el New York Times informó que en su lecho de muerte sus hijos le rogaron que renunciara a su ateísmo y le pidiera perdón a Dios. La historia dice que él respondió con solo un débil susurro: «Muero como he vivido: no creo en Dios, ni en la Biblia, ni en la religión cristiana». Esas fueron las …
Nancy DeMoss Wolgemuth: A solo a unos kilómetros de donde estamos grabando hoy, hay un cementerio que tiene un gran monumento ya deteriorado, a un hombre llamado Joseph Coveney.
Débora: Esta es Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy: Él fue discípulo de algunos hombres cuyos nombres quizás reconozcas, Thomas Paine y Robert Ingersoll. Coveney murió el 12 de febrero de 1897, a la edad de noventa y dos años. Era conocido por su odio a Dios y la Biblia, y por su estilo de vida y sus creencias profanas.
El día después de su muerte, el New York Times informó que en su lecho de muerte sus hijos le rogaron que renunciara a su ateísmo y le pidiera perdón a Dios. La historia dice que él respondió con solo un débil susurro: «Muero como he vivido: no creo en Dios, ni en la Biblia, ni en la religión cristiana». Esas fueron las últimas palabras de Joseph Coveney.
En ese mismo cementerio, hay otra lápida donde está enterrado Del Fehsenfeld, Jr. quien fue el fundador de Life Action Ministries. Tuve el privilegio de servir bajo su liderazgo durante mucho tiempo, hasta que murió de un tumor cerebral a los cuarenta y dos años.
Recuerdo estar sentada en su habitación junto a otras personas apenas uno o dos días antes de que cayera inconsciente poco antes de irse a casa, donde el Señor. En ese momento le resultaba extremadamente difícil hablar. Mientras lo observaba, parecía estar durmiendo, pero de repente, con sus ojos todavía cerrados, él empezó a hablar. Las palabras fueron débiles, pero inconfundibles. Esto fue lo que él dijo: «Señor, por favor, trae de vuelta Tu gloria a Tu iglesia. Envía el fuego. Vuelve a ti los corazones de tu pueblo. Que sepan que solo Tú eres Dios». Esas fueron algunas de sus últimas palabras.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de abril de 2025.
¡Qué contraste entre las últimas palabras de dos hombres tan diferentes que Nancy acaba de mencionar!
Durante las últimas semanas, Nancy ha estado en una maravillosa serie llamada «Incomparable». Hoy comenzamos a examinar las últimas palabras de Jesús.
Nancy: Las últimas palabras de alguien tienen mucho significado. Cuando alguien dice lo que sabes que serán algunas de sus últimas palabras, escuchas con atención porque quieres saber: ¿Qué hay en su corazón? ¿Qué les importa cuando llega el fin? ¿Qué creía realmente?
Las Escrituras registran siete declaraciones que el Señor Jesús hizo durante las seis horas que sufrió en la cruz. Estas declaraciones son breves, lo cual no nos sorprende porque colgado de esa cruz, fue un esfuerzo supremo simplemente respirar, mucho más hablar. Como dice Oswald Sanders: «Cada uno de estos dichos es un océano de verdad comprimido en una gota de discurso».
Podríamos dedicar una semana o más solo a cada uno de estos dichos, pero durante los próximos días queremos dedicar un día a cada uno de estos dichos, las siete palabras de Cristo desde la cruz. Cada uno de ellos tiene una visión importante y rica del evangelio y del corazón de nuestro Cristo incomparable. He encontrado muchas bendiciones y beneficios en estos días previos a esta grabación al meditar en ellos y dejar que exhorten mi corazón y que hablen a mi vida.
De hecho, en su comentario, Matthew Henry dice: «Una de las razones por las que Jesús murió en la cruz fue tal vez para tener libertad de expresión hasta el final, y así poder glorificar a Su Padre y edificar a quienes lo rodeaban».
Todavía hoy, 2.000 años después, nuestras vidas están siendo edificadas gracias a estas poderosas palabras de Cristo desde la cruz. Así que permíteme pedirte, si así lo deseas, que busques en tu Biblia el Evangelio de Lucas, capítulo 23. Voy a leer comenzando en el versículo 32.
«También llevaban a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos con Él. Cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda» (vv. 32-33).
Ahora, esa palabra «Calavera», si estás usando algunas traducciones, dirá quizás Calvario. La palabra griega aquí es la palabra que se traduciría como «Calavera». La palabra en latín es «Calvario» y en hebreo es «Gólgota».
Entonces, todas estas palabras que has escuchado, son simplemente diferentes idiomas para la misma palabra, y piensan que tal vez la colina donde fue enterrado Jesús tenía la forma, aproximadamente de una calavera, una cima redondeada o tal vez se llamó así porque este es un lugar de crucifixión y muerte. Pero llegaron al lugar llamado Calvario, Gólgota, La Calavera, y allí lo crucificaron a Él y a los malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda.
El contexto aquí, como hemos estado viendo en las últimas sesiones de esta serie, es que Jesús acaba de pasar por un juicio terriblemente injusto. Él ha sido injuriado, burlado, abusado, humillado, tratado con desprecio, abandonado por Sus discípulos. Él ha pasado por todo y ha sido una experiencia horrible y tortuosa, como era el propósito de la muerte por crucifixión.
De hecho, dicen que la crucifixión era tan dolorosa que muchas de sus víctimas gritaban y maldecían tan intensamente que los soldados romanos a menudo les cortaban la lengua. Era una manera terriblemente dolorosa de morir.
Entonces, a la luz de la forma en que muchas personas hablarían desde la cruz, las primeras palabras que salían de la boca de Jesús son aún más notables.
Sus primeras palabras fueron pronunciadas tan pronto como fue clavado en la cruz, tal vez incluso mientras estaban en el proceso. Entonces, como a las nueve de la mañana, Jesús recién está siendo colgado en la cruz, ya debilitado por los golpes, las torturas, pero ahora estando ya clavado, llegamos al versículo 34:
«Y Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y los soldados echaron suertes, repartiéndose entre sí Sus vestidos».
Ahora, tenemos que imaginar esta escena en la medida limitada que podamos. Esto está tan fuera de nuestra imaginación porque, por regla general, hoy en día no vemos que sucedan cosas así. La multitud rebelde, por un lado, está fuera de control. Hay mucho ruido, muchas burlas, mucho escarnio, y Jesús es colgado para morir entre dos criminales acérrimos. ¿Y qué está haciendo? Él está orando, las primeras palabras que salen de Su boca son una oración.
Recuerda que Jesús comenzó su ministerio terrenal orando. En Su bautismo, Él estaba orando. Este fue el patrón de Su vida a lo largo de Su ministerio: hablar con Su Padre, y ahora termina Su vida terrenal, orando; hablando con Su Padre, comunicándose con Su Padre. Ya no está en condiciones de sanar, enseñar o ministrar a otros como lo había hecho durante los tres años anteriores, pero podía orar.
Pienso en algunas amigas que tengo. Estoy pensando en una en particular que tiene más de noventa años. Ella está enferma en silla de ruedas. Durante muchos años enseñó la Biblia y ha ministrado como esposa de pastor de muchas maneras diferentes, pero ahora está muy sola, confinada en su hogar. Cuando la veo en la iglesia (porque hay personas que la traen a la iglesia) a menudo dice: «Ya no hay nada que pueda hacer para servir al Señor, pero oro».
A veces ella se siente realmente inútil y tengo que recordarle una y otra vez: «¡Señora Jean, usted no es una inútil! Esas oraciones son muy, muy importantes».
De hecho, pienso en aquellas personas que no pueden hacer nada más que orar, y me pregunto si ese no será el ministerio más importante de sus vidas, y si no serán los ministros más eficaces sobre la faz de la tierra: aquellos que oran.
Mientras Jesús ora, Él no lo hace por Sí mismo, sino por los demás, y no primero por sus amigos, sino por sus enemigos. ¿No lo escuchamos pidiéndole a Dios que le perdone la vida. Ya él tuvo esa lucha en Getsemaní para comprender que, para redimir al mundo, Él debía beber esta copa. Se ha rendido a esto. Entonces Él no le está pidiendo a Dios que le perdone la vida, y no le está pidiendo a Dios que destruya a sus enemigos.
En esta oración tenemos un hermoso cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. En Isaías capítulo 53, todo ese capítulo es una profecía del Salvador sufriente, el Mesías sufriente, pero el versículo 12 de Isaías 53 nos dice:
«Y con los transgresores fue contado; [Él fue crucificado entre dos criminales, contado con los transgresores]; llevó el pecado de muchos, e intercedió por los transgresores».
Cientos de años antes, el profeta había dicho, bajo la inspiración del Espíritu Santo, que Jesús, el Mesías, el Salvador, intercedería por los transgresores. «Padre, perdónalos». Eso era exactamente lo que se estaba cumpliendo cuando Jesús oró desde la cruz. Él estaba intercediendo, abogando a favor de los transgresores.
En Su oración no hay ira ni amargura, solo perdón. Su primer acto desde la cruz, las primeras palabras que salieron de su boca ante este rechazo, injusticia y abuso increíblemente atroces, fue extender el perdón.
La palabra griega traducida como «perdonar» aquí, significa «déjalos ir». Un comentarista dice que el tiempo aquí sugiere que Jesús seguía diciendo: «Padre, perdónalos. Padre, perdónalos. Padre, perdónalos. Déjalos ir». Esa fue la oración mientras Él iba a la cruz.
En su maravilloso libro sobre la vida y los tiempos de Cristo, Alfred Edersheim dice:
«Así es como el vencido conquista verdaderamente a sus conquistadores, pidiendo para ellos lo que sus acciones les habían hecho perder».
No merecían el perdón. Lo habían perdido por lo que le estaban haciendo a Jesús. Pero el que ellos pensaban que había sido vencido en la cruz, en realidad venció a Sus conquistadores pidiéndole a Dios que perdonara a Sus ofensores.
En esta oración Jesús simplemente estaba viviendo lo que había enseñado a otros a hacer. ¿Recuerdas cuando Jesús dijo antes en el evangelio de Lucas capítulo 6:27-28:
«Amen a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen; oren por los que los insultan».
Mientras Jesús ora, comienza dirigiendo su oración a su Padre. «Padre». Él confiaba y se volvió a su Padre, incluso cuando toda la evidencia visible parecía decir que Dios no lo amaba y que se había apartado de Él. Esa falta de evidencia visible no debilitó Su fe. Él todavía clama: «Padre». Se dirige confiadamente a su Padre.
Luego ora: «Perdónalos». Ahora tenemos que preguntar a quiénes se refiere. ¿Por quiénes estaba orando Jesús? Creo que fue por muchos grupos.
- Creo que estaba orando por aquellos soldados romanos que en ese momento lo estaban clavando en la cruz.
- Creo que estaba orando por Pilato, por Herodes, por los líderes religiosos que lo habían condenado injustamente a muerte.
- Creo que estaba orando por esa turba salvaje que había gritado: «¡Crucifícale!».
- Creo que estaba orando por sus discípulos, sus amigos más cercanos que lo habían traicionado, lo habían negado y abandonado. Y creo que estaba orando por nosotras.
¿Recuerdas el viejo himno: «¿Estabas allí cuando crucificaron a mi Señor?»? La respuesta es sí. «Tú estabas ahí. Yo estaba allí. Nosotras crucificamos a Cristo. Fue por nuestros pecados que estuvo colgado en esa cruz. Así que fue por nosotros que oró: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”».
En Su oración está implícito el concepto de que Su muerte en la cruz era sustitutiva. En efecto, Él le estaba diciendo a Dios: «Castígame a Mí por el pecado de ellos». Él sabía que el pecado tenía que ser castigado y que el perdón tenía un precio. Dios en Su justicia no podía borrar los pecados del mundo, alguien tenía que pagar el precio. «Castígame por sus pecados y perdónalos. Sumerge todos sus pecados en las profundidades del mar. Déjalos ir libres». Eso era lo que Él estaba orando.
Murió en lugar de los pecadores como nuestro representante para que pudiéramos ser perdonados, y eso está implícito en esta oración.
Oswald Sanders dice: «Con las palabras de esta petición: “Él cubrió las cabezas de Sus asesinos con el escudo de Su amor, para protegerlos de la tormenta de la ira de Dios”».
No tenemos que experimentar la tormenta de la ira de Dios porque Jesús nos cubrió con el escudo de Su amor cuando Él oró: «Padre, perdónalos».
Ahora, Él dijo: «No saben lo que hacen». Aquí tenemos que preguntarnos: ¿En qué sentido no sabían lo que hacían? Ellos sabían que lo estaban crucificando. Pilato sabía que Jesús era inocente. Dijo eso al menos dos veces. Pero el caso es que no sabían a quién estaban crucificando. No sabían realmente quién era Jesús.
Me encanta esa canción que escuchamos en Navidad, «Dulce Niño Jesús». Habla de la muerte de Cristo. Dice: «No sabíamos quién eras».
Ignoraban, ya no solo quién era Jesús, sino también la gravedad y la enormidad de su crimen contra Dios.
Apenas unas semanas después, poco después de Pentecostés, Pedro estaba predicando y dijo en Hechos capítulo 3:«Y dieron muerte al Autor de la vida… Y ahora, hermanos, yo sé que obraron por ignorancia, lo mismo que sus gobernantes» (vv. 15, 17).
«Mataron al Autor de la vida, pero ustedes no sabían lo que hacían. No sabían a quién estaban matando».
La ignorancia no es inocencia. Ellos eran voluntariamente ignorantes, como lo somos nosotras tantas veces. Se negaron a creer en Él. En nuestra ceguera, en la medida en que no comprendemos el significado y la enormidad de nuestro pecado, nuestra ceguera es inexcusable porque es el resultado de la incredulidad y la rebelión. Nuestra ignorancia, nuestra ceguera es una prueba más de nuestra culpabilidad, de nuestra total depravación.
Al leer el Antiguo Testamento nos damos cuenta de que incluso los pecados cometidos en ignorancia deben ser expiados. Él, Cristo, murió por esos pecados. Satanás ha cegado las mentes de los incrédulos, nos dice 2.ª Corintios 4, y por eso hasta que Dios abre nuestros ojos, no nos damos cuenta de la magnitud ni de la naturaleza de nuestro pecado.
No nos damos cuenta de cómo Dios ve nuestro pecado y lo que le hizo a Jesús. No nos damos cuenta de muchas de las formas en que hemos pecado hasta que el Espíritu Santo nos da convicción y nos muestra nuestro pecado.
Creo que a eso se refería el apóstol Pablo en 1.ª Timoteo capítulo 1 cuando dijo: «Habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor». Él no se dio cuenta en ese momento. Solo en retrospectiva se dio cuenta de la naturaleza de su pecado. Luego dice:«Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad».
Él pensaba que estaba sirviendo a Dios al perseguir a esos cristianos, pero su incredulidad lo llevó a actuar con ignorancia. Pero luego dice: «Pero la gracia de nuestro Señor fue más que abundante, con la fe y el amor que se hallan en Cristo Jesús» (vv. 13-14).
¡Alabado sea Dios por la misericordia y la gracia hacia los pecadores ignorantes! ¿No te alegra eso? Eso fue lo que recibió Pablo; eso es lo que nosotras recibimos.
Ahora, ¿fue contestada la oración de Jesús?«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Quiero decir: «¡Sí! ¡Por supuesto!». Se contestó de muchas maneras diferentes. Creo que probablemente fue esta oración la que preparó el camino para que el ladrón arrepentido pidiera perdón por sus pecados al ver a Jesús extender el perdón a quienes pecaron contra él.
Creo que tal vez fue esta oración la que fue parte de lo que ablandó el corazón de aquel centurión romano que, después de la muerte de Jesús, dijo: «Ciertamente este hombre era el Hijo de Dios». La fe llenó su corazón al escuchar estas palabras salir de los labios de Jesús.
Y luego, siete semanas después, cuando 3,000 personas se convirtieron en Pentecostés, es probable que algunos de los convertidos ese día hubieran estado el día de la crucifixión y hubieran escuchado la oración de Jesús pidiendo el perdón para ellos. De manera que sus corazones fueran enternecidos y preparados para creer.
Y, ¿acaso no ha sido respondida la oración de Jesús en las generaciones venideras por aquellos que se han arrepentido, que creen y que han sido salvos, incluidas aquellas de nosotras que estamos hoy escuchando este mensaje? ¡Gracias a Dios que hizo esa oración por el perdón!
Entonces, a pesar de nuestro pecado y nuestra rebelión contra Dios, a pesar de lo que nuestro pecado requirió de Cristo, Su corazón hacia nosotras es de perdón, y mucho antes de que supiéramos quién era Él o la magnitud de nuestro pecado contra Él, Él oró por nuestro perdón.
Pagó el precio que hizo posible que un Dios santo y justo perdonara a los pecadores, los liberara de sus deudas, porque, como se nos recuerda en el libro de Hebreos: «Y sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados» (ver Hebreos 9:22).
Esta oración no podría haber sido respondida sin que Jesús hubiera estado dispuesto a derramar Su sangre para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. Él murió como nuestro sustituto para que esta oración de perdón fuera concedida.
Como dijo Martín Lutero: «Si Cristo no hubiera perdonado, el mundo habría sido reducido a brasas y enviado al infierno».
Cuando leo esas palabras, pienso: ¡Aleluya! ¡Qué gran Salvador! Gracias, Cristo, por hacer esa oración de perdón.
Hasta el día de hoy, no solo en la cruz hace 2,000 años en un evento real de la historia, sino hasta el día de hoy, Cristo es el Abogado del pecador, el que defiende nuestro caso ante el Padre, quien se ofrece a Sí mismo y a Su sangre para expiar, para eliminar nuestros pecados y satisfacer la justa ira del Padre y su juicio contra el pecado.
He compartido con ustedes varias veces durante esta serie el libro El Salvador Sufriente de Krummacher, escrito en el siglo XIX. Él dice:
«¡Oh, qué esperanza brilla en el Calvario para un mundo pecador! Montañas de pecado desaparecen ante Su intercesión. Él oró pidiendo perdón para Sus enemigos, para aquellos que pecaron contra Él, y como resultado, montañas de pecado han desaparecido ante esa intercesión».
Al concluir hoy, permíteme recordarte que la cruz de Cristo no solo perdona nuestras ofensas contra un Dios santo, sino que también nos llama a extender el perdón a aquellos que han pecado contra nosotros. Ser crucificado con Cristo requiere que dejemos ir a nuestros ofensores y que oremos por su perdón, porque nadie puede decir mientras fijamos los ojos en Cristo, en momentos en que es increíblemente difícil perdonar, nadie puede decir: «He sido más agraviada que Cristo; por lo tanto, puedo aferrarme a esta falta de perdón». Podemos dejarlo ir, y no solo podemos, sino que debemos hacerlo porque Él oró por nuestro perdón.
Antes de ser coronado rey de Francia en 1498, Luis XII ya tenía muchos enemigos. Una vez que tomó el trono, hizo una lista de los oponentes y colocó una cruz negra al lado de cada uno de sus nombres. Cuando sus enemigos se enteraron de la lista, huyeron pensando que seguramente estaban condenados a morir.
Pero cuando el rey se enteró, los mandó a buscar diciendo: «Regresen». Les aseguró que no serían destruidos, pero sí perdonados. Explicó que la razón por la que puso una cruz al lado de cada nombre fue para recordarse a sí mismo la cruz de Cristo. Tenía la intención de seguir el ejemplo de Aquel que había orado por quienes lo mataron: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Nadie está fuera del alcance de Su amor, gracia y misericordia.
Jesús oró para que los más viles, los más depravados fueran perdonados, por sus enemigos. Solo quiero recordarnos que no hay nadie, nadie, que esté fuera del alcance de Su amor, gracia y misericordia. Ni tú, independientemente de los pecados que hayas cometido, ni nadie que te haya hecho daño, independientemente de cuán grandes sean sus pecados contra ti. Nadie, nadie, ha pecado tan gravemente que Él no querría perdonarlos. Y gracias a Dios, gracias a Jesús: es Su cruz la que hace posible ese perdón. Amén y Amén.
Oremos: Padre, te damos gracias por el Salvador que oró por el perdón de quienes lo mataron; por el perdón; por dejarnos ir y por pagar el precio para que así fuera. Desde nuestro corazón decimos: «¡Gracias! ¡Qué gran Salvador!». Señor, danos gracia ahora para extender el perdón a aquellos que han pecado contra nosotras. Así como hemos sido perdonadas por Cristo, así podamos perdonar a los demás. Oramos con acción de gracias por tan grande perdón, en el santo nombre de Jesús, amén.
Débora: Has sido llamada a perdonar a los demás de la misma manera que te perdonaron a ti. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha mostrado el poder de esa declaración al observar el ejemplo de Jesús. Ese mensaje es parte de la serie basada en el último libro de Nancy, «Incomparable».
Estamos muy agradecidas de que el Señor esté usando mensajes como este para hablar a las oyentes según Su elección. Nancy tiene un testimonio.
Nancy: Dios no me ha llamado a enseñar a hombres, por eso Aviva Nuestros Corazones es un programa dirigido a las mujeres, pero sabemos que a veces los hombres escuchan. Por ejemplo, un caballero nos escribió recientemente para decirnos:
«El Señor me despertó anoche a las 2 de la madrugada para escuchar su programa. Habló a mi corazón. No sé de dónde ha venido, pero su mensaje ha sido un regalo de Dios para mí».
Ese es solo un ejemplo de la forma en que Dios elige usar Aviva Nuestros Corazones: poniéndonos en contacto con los oyentes justo cuando necesitan escuchar un mensaje.
El programa estuvo disponible para ese oyente en particular, esa noche a esa hora, a las 2 de la madrugada, gracias a oyentes como tú que apoyan el ministerio a través de la oración y donaciones financieras. Día tras día, mes tras mes, este ministerio se sustenta en las generosas donaciones del pueblo de Dios.
Débora: Cuando donas a Aviva Nuestros Corazones, estás colaborando para que el evangelio tenga un enorme alcance. Para conocer más detalles sobre cómo puedes donar visita AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Alguna vez has tenido dudas sobre dónde estarás cuando mueras? Nancy ofrece aliento a cualquiera que necesite entender acerca del cielo y cómo puedes estar segura de que irás allí. Eso será en el episodio del día de mañana aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
Únete a la conversación