Gracia para la vejez, con Evelyn Christenson
Débora: Hasta el final de sus días –a sus ochenta años– Evelyn Christenson le pedía al Señor que le ayudara a crecer y a aprender…
Evelyn Christenson: Manténme fiel, Señor. Es lo que estoy diciendo a esta edad. Es la transición más dura, ya que tienes que empezar a despegarte de lo que quieres hacer, porque no hay suficiente fuerza para todo eso, excepto para mantenerte fiel. En estos años, eso es lo que estoy aprendiendo, porque nunca terminaré. Nunca terminaré de decir: «Señor, cámbiame». Nunca.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Si has escuchado este programa durante algún tiempo, probablemente habrás oído a Nancy decir en algún momento que uno de sus objetivos en la vida, desde que era pequeña, ha sido llegar a ser una mujer mayor piadosa. Así que, a lo largo de los años, …
Débora: Hasta el final de sus días –a sus ochenta años– Evelyn Christenson le pedía al Señor que le ayudara a crecer y a aprender…
Evelyn Christenson: Manténme fiel, Señor. Es lo que estoy diciendo a esta edad. Es la transición más dura, ya que tienes que empezar a despegarte de lo que quieres hacer, porque no hay suficiente fuerza para todo eso, excepto para mantenerte fiel. En estos años, eso es lo que estoy aprendiendo, porque nunca terminaré. Nunca terminaré de decir: «Señor, cámbiame». Nunca.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Si has escuchado este programa durante algún tiempo, probablemente habrás oído a Nancy decir en algún momento que uno de sus objetivos en la vida, desde que era pequeña, ha sido llegar a ser una mujer mayor piadosa. Así que, a lo largo de los años, ella ha buscado ejemplos de mujeres que hayan sido el tipo de mujer que le gustaría ser en la medida en que envejece.
Evelyn Christenson fue uno de esos ejemplos durante muchos años, antes de partir a la presencia del Señor en el año 2011. Hoy escucharemos una conversación que Nancy grabó con Evelyn sobre cómo depender de la gracia de Dios durante los últimos días de la vida.
Nancy: Fue un privilegio muy especial para mí participar en una conferencia a la que asistió mi amiga, Evelyn Christenson. Me sentí muy agradecida al saber que ella iba a estar allí. Le pregunté si podía sacar un tiempo para mentorearme y para una conversación conmigo para Aviva Nuestros Corazones, porque sabía que ustedes querrían escuchar lo que ella transmite con su vida.
Evelyn es un gran ejemplo de una vida de oración y ha escrito quince libros. Ha hablado en conferencias, seminarios y talleres en todo el mundo, y ha enseñado a miles y miles de personas a orar. Ella es conocida como una mujer de oración.
Recientemente, al leer sobre Evelyn, supe que ha tenido otras experiencias que le han enseñado mucho sobre el corazón y los caminos de Dios. Le pregunté si estaría dispuesta a compartir con nosotras algunas de esas experiencias con las que sé que muchas de ustedes se podrán identificar.
Evelyn, muchas gracias por dedicar tiempo para estar aquí hoy. Tienes ochenta años y sigues siendo muy enérgica, aunque sé que estás lidiando con algunos problemas físicos y viviendo con un tercio de tu corazón. No puedo imaginar lo que harías si tuvieras todo tu corazón funcionando. De hecho, no puedo seguir el ritmo de vida que llevas ahora. Qué vida tan abundante te ha dado Dios, lo puedo notar al mirar tu rostro y ver plenitud y libertad y a Cristo reflejado en ti, pero sé que eso ha tenido un precio.
Evelyn: Así es Nancy, un precio muy alto.
Nancy: Has hablado en diferentes libros sobre tus tres hijos que son adultos y que ahora tienen hijos. Pero aprendí recientemente que también pasaste por algunas experiencias muy difíciles cuando eras joven, en relación a la pérdida de algunos bebés, algunos embarazos.
Evelyn: Absolutamente.
Nancy: Cuéntanos un poco sobre lo que sucedió y cómo Dios te guió a través de ese proceso.
Evelyn: Bueno, lo maravilloso de tener ochenta años, Nancy, es que puedo mirar hacia atrás y ver cómo Dios usó esas experiencias muy claramente para prepararme para lo que Él me estaba llamando a ser y a hacer. Cuando miro hacia atrás, ahora puedo hacerlo con un corazón agradecido. No podía hacerlo en ese momento, y no creo que nadie que pase por la pérdida de cuatro bebés –que es lo que sucedió– diría en ese momento, «oh, ¡¿No es esto maravilloso?! ¡¿No es esto divertido?!» No lo es. Es muy traumático.
Cuando nos casamos, estaba embarazada y perdimos a nuestro bebé en un aborto espontáneo. Eso no fue tan traumático como el siguiente aborto espontáneo porque perdimos un bebé a término, nació muerto. Y justo antes habíamos perdido al padre de Chris –cinco semanas antes. Murió de forma inesperada. Luego nuestro bebé nació muerto. Supe que el bebé había muerto diez días antes de dar a luz.
Nancy, estuvimos en la Segunda Guerra Mundial. No creo que nadie que no haya pasado por una guerra se dé cuenta de lo traumático que es y de todas las cosas por las que se pasa. Nuestros médicos y nuestras enfermeras estaban todos en el extranjero, y si no hubiera sido por mi madre, no habría sobrevivido a ese bebé muerto, porque durante dos días seguidos tuve un parto constante con contracciones de aproximadamente un minuto de diferencia.
Nancy: ¿Sabiendo que ese niño estaba muerto?
Evelyn: Sabiendo que el bebé estaba muerto, y que era algo muy serio. Mi marido se había ido; todavía estaba tomando entrenamiento. Aún no se había ido al extranjero, algo que sucedió después. Pero queríamos ese bebé desesperadamente, para llenar el lugar de su padre que acababa de morir. Pensamos: «Bueno, ahora va a haber un pequeño bebé». Pero no lo había.
Nancy: ¿Era un niño o una niña?
Evelyn: Era una pequeña niña, y era una bebé muy, muy deformada, y no sabemos por qué. Ahora saben algunas de las razones. No lo sabían en aquellos días.
Luego vino el siguiente aborto. Mi marido había vuelto de Alemania. En realidad estaba ubicado en Inglaterra, pero había estado bombardeando Alemania –era piloto de bombardeo. Fue una época muy traumática en nuestras vidas. Además, mi padre había quedado inválido.
Nancy: ¿Así que estos tres embarazos ocurrieron en un lapso de varios años?
Evelyn: Sí, unos cuatro años, y Dios me dijo claramente que esto era para mi bien.
Nancy: ¿Aceptaste eso inmediatamente?
Evelyn: ¿Sabes? …lo hice. Si Dios dice algo Nancy… Y creo que aprendí esto de mi madre…la observé. Si Dios lo dice, todo estará bien. Lo acepté del Señor. No solo lo acepté, sino que lo convertí en mi filosofía de vida, y he vivido de acuerdo a esta desde los veintitrés hasta los ochenta años. Nancy, Dios nunca me ha fallado. Yo le he fallado muchas veces, he caído al suelo muchas, muchas veces; pero nunca Dios.
Esta es una de las alegrías de envejecer (no todo es alegría al envejecer), pero una de las alegrías es ver cómo Dios hizo esto. Él me lo mostraba, a veces casi inmediatamente. A veces Él decía: «Bueno, cuando llegues al cielo lo verás, lo entenderás», o quizás «después de un tiempo». Y unos años después yo miraba hacia atrás y decía: «Oh, vaya».
Pero Dios me lo mostró claramente ese mismo día: «Si tuvieras todos estos bebés» –que serían tres en ese momento y estábamos en la universidad– «si tuvieras esos tres bebés, no habría manera de que pudieras obtener tu educación universitaria y Chris la suya y el seminario». Como el padre de Chris había muerto inesperadamente y había dejado dos hijos menores de edad, de los que éramos parcialmente responsables económicamente, no habría habido forma de que hubiéramos podido hacer lo que Dios nos estaba llamando a hacer. No creo que el llamado haya sido únicamente para Chris. Yo también fui llamada. Y no habríamos podido hacerlo con esos tres bebés. No hubiéramos podido.
Ahora que Dios nos ha dado tres hijos y ocho nietos, no sé qué haría si tuviera siete hijos. ¡Sería una madre muy ocupada! Pero Dios no se equivocó. Él sabía lo que estaba haciendo. Esto era para mi bien –incluso perder mis bebés.
Nancy: Tenías que estar dispuesta a aceptarlo aunque no pudieras entenderlo.
Evelyn: Lo entendí desde la primera vez que lo dijo; lo entendí. Han pasado muchas cosas en mi vida que no he entendido. Pero, tengo tan arraigado en mi pensamiento y en mi convicción la verdad de que Dios no se equivoca, que cualquier cosa que pase en mi vida puedo decir que sé que Dios no se equivoca. En mi vida han ocurrido cosas muy difíciles.
Una de las cosas difíciles fue escribir sobre nuestras familias y lo que sucede cuando las familias oran. Hay cosas que nunca le cuentas a nadie, especialmente en un libro, no lo harías, la verdad es que son cosas muy, muy duras.
Nancy: Y ese no fue el único bebé que perdiste.
Evelyn: Tuvimos otro, nuestra Jan, que estaba perfectamente sana. Nuestra pequeña era una niña maravillosa, preciosa. Luego, después de nuestro primer pastorado, estaba embarazada de nuestra pequeña Judy (pero no lo sabía cuando nos fuimos al pastorado). Las cosas no estaban bien cuando llegué al final del embarazo.
Las cosas no andaban bien. Algo andaba muy mal con Judy. Cuando nació, tuve un parto extremadamente difícil. Me dijeron que era el tipo de embarazo más difícil que habían registrado en el hospital. Y pensé: «Muchas gracias».
Judy nació con espina bífida y quedó paralizada de la cintura para abajo. Nos dijeron que es como un sistema de agua que no circula correctamente. Ella pasó por varias cirugías. Nos dijeron que, si alguna vez tenía fiebre alta, debíamos llevarla al hospital. Su sistema de agua, los fluidos de su cuerpo no podían controlar la fiebre alta. Una noche, estaba perfectamente bien y feliz cuando la acosté, y cuando la recogí por la mañana, tenía fiebre de 40 grados. Entonces, sabía que tenía que llevarla al hospital.
Nancy: ¿Qué edad tenía entonces?
Evelyn: Siete meses. Bueno, ella murió a los siete meses. Estuvo en el hospital un par de meses.
Nancy: ¿Y cómo oraste en ese momento?
Evelyn: Bueno, esto es lo que fue tan sorprendente. Fue entonces cuando me enfadé. Un antiguo pastor nuestro había dicho: «Wao, Dios debe amar mucho a Evelyn y a Harold para darles todos estos problemas». Me enfadé mucho. Él estaba hablando de Hebreos 12. Esa noche, en esa casa pastoral donde viví el primer año, me quedé de rodillas en la habitación toda la noche, luchando con Dios.
Nancy: Por la vida de esa niña, esa pequeña.
Evelyn: Yo le decía: «Esta es una gran manera de mostrarme que me amas… ¿No es suficiente haber perdido tres? ¿No he aprendido lo suficiente?» Todas estas cosas ya las había aprendido. Y yo le decía a Dios todas esas cosas. Estaba enojada y luchaba, y de repente, en Hebreos 12 Dios me dijo: «Evelyn, si vas a ser la esposa del pastor…» Ahora, Él no nos enseña a todos las mismas cosas de las mismas maneras, pero lo que Él me estaba enseñando era, «si vas a ser la esposa del pastor que Yo quiero que seas, vas a saber estas cosas».
Nancy: ¿Qué fue lo que viste en Hebreos 12?
Evelyn: Él estaba diciendo que «somos disciplinados porque Él nos ama para que seamos santos y es para nuestro bien».
Nancy: Disciplina. ¿Eso significa que habías hecho algo mal?
Evelyn: No, no. Esa palabra solía ser «castigo» en las traducciones antiguas. No es tanto un castigo. Es una preparación. Es perfeccionar, es hacer el oro más fino en el horno caliente; se trata de eso.
Nancy: ¿Te preguntaste: «¿He hecho algo malo? ¿Está Dios castigándome?»
Evelyn: Bueno, ni siquiera pensé que había hecho algo malo, porque habíamos ido a nuestra primera iglesia –habíamos hecho todo lo que se suponía que debíamos hacer. Habíamos pasado por todos los estudios. Hasta donde sabíamos, estábamos en la voluntad de Dios, así que no estaba cuestionando si había hecho algo malo.
Pero sí me pregunté, «¿por qué?» Yo hice todo lo que pensé que se suponía que debía hacer. Pero pensaba «ahora, ¿por qué me estás haciendo esto, Señor? ¿No he hecho lo suficiente? ¿No he dado lo suficiente? ¿No he sufrido lo suficiente?» Creo que muchas de nosotras hacemos esa pregunta. Y Él me dijo: «No, tienes que aprender».
Entonces, Nancy, esa noche…admito que estaba luchando contra Dios. Estaba enojada con ese pastor por decir eso. Pero cuando me derrumbé, fui quebrantada. Y Nancy, sufrí y me lamenté en ese momento.
Nancy: ¿Eso sucedió mientras tu pequeña aún estaba en el hospital?
Evelyn: Ella todavía estaba en el hospital. Incluso cuando ella murió, no peleé. Acepté la voluntad de Dios. Esa noche sobre mi rostro…
Nancy: ¿Ahí es que fuiste quebrantada?
Evelyn: Lo que fuera –mi actitud desafiante, mi ira, mi todo– se fue. Se rompió como una presa.
Nancy: ¿Fue un momento de rendición para ti?
Evelyn: Sí, fue una rendición.
Nancy: ¿Una renuncia?
Evelyn: Ambas. Fue una rendición a Dios.
Nancy: ¿Sin saber si ella viviría o moriría?
Evelyn: Así es. No sabíamos lo que pasaría…y no vivió. Lo sabía por los médicos. Dios podría haber hecho un milagro si hubiera querido. El duelo, el sufrimiento, estaba muy, muy presente, por supuesto, cuando la perdimos.
Nancy: ¿Entonces, la rendición no significa que no sientes dolor?
Evelyn: Oh no. Sentí dolor durante esos dos meses que la tuvimos en el hospital. La vimos literalmente agotarse porque su sistema no podía manejar la fiebre. Ella casi se puso morada. Estaba ardiendo. Ver a tu propio hijo pasar por eso es algo muy, muy difícil. Pero nunca le volví a preguntar a Dios, «¿por qué?»
Hace un par de años yo estaba participando, en California, de una emisión de radio en la que se recibían comentarios por llamada telefónica. Una mujer llamó desde la costa este. Dijo: «Puede que Evelyn no se acuerde de mí, pero yo era una niña cuando ella era la esposa del pastor» (en ese entonces estábamos en nuestra segunda iglesia).
Ella dijo, «Mi mamá y mi papá pasaron por una situación muy dolorosa porque mi hermana, mi hermanita, murió. El pastor Chris y Evelyn estaban de vacaciones. Renunciaron a sus vacaciones para volver a estar con mi madre y mi padre. Yo era una niña, una pequeña de unos cuatro años probablemente. Vi a Evelyn, la esposa de mi pastor regresar y pararse… (El detalle aquí es el pequeño ataúd. Verás, esto no es un aborto, es un ataúd. Ella continúa diciendo…) Vi a Evelyn, la esposa de mi pastor, caminar hacia mi madre junto al ataúd, y lo único que hizo fue tomar a mi madre en sus brazos. No recuerdo que dijera nada, pero abrazó a mi madre y lloró, y lloró con ella».
Nancy: ¿Eso sucedió años después de que perdieras a tu pequeña?
Evelyn: Muchos años después. Pero sabía que Dios había dicho: «Si vas a ser la esposa de un pastor, tienes que entender estas cosas en tu corazón». Yo sostenía a aquella hermana miembro de la iglesia… Ella participaba de mi clase de escuela dominical… La sostuve en mis brazos y lloramos juntas. Aquella mujer que llamó a la emisora de radio dijo: «Me dije a mí misma, cuando vi lo que pasó: “Cuando sea lo suficientemente grande quiero ser así, si eso es lo que es un cristiano”».
Dios nos consuela para que podamos consolar a quienes están en circunstancias similares. Creo con todo mi corazón que esa es la razón. Dios eligió entrenarme y prepararme. No todas las esposas de pastores pasan por esto, pero eso fue parte de mi entrenamiento. En mis viajes alrededor del mundo descubrí que las mujeres son iguales en todo el mundo. Todas pierden bebés.
Por un tiempo estuve cansada una y otra vez, de comenzar a hablar desde el principio… Donde realmente aprendí a orar y mi relación con el Señor y Romanos 8:28 y todo… Pero, al final las personas me decían: «Evelyn, no empieces a enseñar desde donde estás ahora. Por favor, empieza a enseñar desde el principio, donde nosotros estamos ahora, donde tú estabas entonces». Tuve que aprender eso y volver a donde ellas están. Eso es extremadamente importante.
Y no es tanto lo que digas, sino que ellas pueden percibir si tú sientes su dolor, y eso es extremadamente importante. Y no tienes que ser esposa de pastor, esto es para cualquier persona. Todas tenemos a aquellas que son nuestras mentoras, y todas tenemos a aquellas que nos buscan por seguridad y que vienen corriendo a nosotras cuando las cosas duelen. Cada mujer tiene eso, cada hombre también. Esto es algo que Dios nos ha llamado a hacer como cristianos –a ser ese apoyo. Pero no lo entiendes a menos que hayas pasado por cosas difíciles primero.
Nancy: Por supuesto, no podías ver todo esto hace cincuenta o sesenta años, ver cómo Dios estaba trabajando, como Él estaba refinándote. Una de las cosas que amo y admiro de ti, Evelyn, es la ternura de tu corazón. De hecho, recuerdo que hace años te escuché hablar en una conferencia. Tomé notas, y hace poco volví a encontrar esas notas; dijiste, «casi no pasa una noche en la que el Señor no me despierte en medio de la noche y llore y ore por los perdidos».
Te escuché decir eso y ni siquiera pude –te lo digo honestamente– no pude ni empezar a identificarme. Y todo esto es parte de la historia de tu vida.
Evelyn: Dios tuvo que permitir esas cosas difíciles, y creo que incluso envió algunas de ellas. Cuando lees el Antiguo Testamento ves que Dios envió granizo, Dios envió sequía; Dios hace esas cosas, pero lo hace por una razón.
La parte maravillosa de esto es que, ahora que tengo ochenta años –y ha sido cierto durante bastantes años– puedo mirar hacia atrás y puedo ver Romanos 8:28; Dios está obrando todo para mi bien porque soy llamada de acuerdo a Su propósito.
Ahora, Dios me dio ese versículo en mi segundo aborto espontáneo, cuando tenía veintitrés años. Tenía que tomarlo con fe absoluta –fe absoluta. No había un historial. No sabía nada. Solo tenía que decir: «Muy bien, Señor. Te creo y recibiré esto por fe». He vivido ese versículo. Mis hijos y mi esposo te dirán que viví ese versículo.
Pero la parte maravillosa es que, a medida que envejecemos, el gozo está en que esta es una fe inquebrantable. Miras hacia atrás y dices: «Lo hizo. Él lo hizo. Dios lo hizo».
Tengo uno de los regalos más preciados de Dios, y es una fe inquebrantable. Mi madre la tenía. La observé a lo largo de una vida muy difícil. Mi padre fue infiel; era todo lo que no debería haber sido hasta que finalmente encontró a Jesús. Y ella tenía una fe en Dios inquebrantable. Ella nunca vaciló. Así que esto es un regalo de mi madre. Esta es una herencia muy valiosa para mí.
Nancy: Pero no comenzaste con una fe inquebrantable. Estás diciendo que se desarrolló con los años.
Evelyn: Comencé simplemente con fe, porque «fe» es no saber lo que vendrá. Simplemente, confías en Dios –tienes fe en Dios.
Nancy: Aun cuando no puedes ver.
Evelyn: Cuando no puedes ver. Pero, cuando tienes mi edad y miras hacia atrás, hay algunas cosas que sabes. Esto es algo que sé. Sé cómo Dios cumple Sus promesas debido a quién Él es. Envejecer es uno de los mejores regalos que Dios le podría dar a alguien. Soy la más bendecida de todas las mujeres. Lo he dicho muchas veces: «No lo merezco». Todo lo que Él quería era vaciarme de mí misma y que dijera: «Señor, quiero Tu voluntad». A veces parecería doler más de lo que podría soportar –perder mi vida por causa de Cristo. Pero eso es lo que ha pasado durante todos estos años; pierdo mi vida por causa de Cristo.
Y lo más asombroso es que parece que todo es pérdida, pero no lo es. Una Pascua estaba tratando de perder mi vida por amor a Dios. Mi esposo Chris, me extrañaba en la parte de arriba de la casa y yo estaba abajo llorando en una vieja silla verde. Él bajó las escaleras y me dijo: «¿Qué sucede?»
Le dije: «Estoy escribiendo este libro, y estoy tratando de perder mi vida por causa de Cristo».
Él dijo: «Bueno, si me preguntas, creo que ya has hecho el 99% de eso».
Y dije: «Si lo he hecho, este 1% restante con el que estoy luchando es un 1% bastante grande». Yo estaba llorando. Era la mañana de la Pascua –domingo de resurrección; y no lo logré esa mañana.
Finalmente, estaba camino a Ottawa, Canadá, para un fin de semana lleno de reuniones. La noche anterior, mientras estaba allí en el hotel, dije: «Señor, obviamente no puedo manejar todo al mismo tiempo». Estaba en el proceso de vaciarme, vaciarme y volver a vaciarme de lo que estaba mal y rendirme.
Pero, sabes que la parte emocionante de Dios es que Él no nos deja en el proceso de vaciado. Él nos permite completar eso. Pero sucedió lo más sorprendente. Había una dulzura. No sé qué era; pero era buena. Era el Señor.
Nancy: Es el lado de la resurrección después de la cruz, ¿cierto?
Evelyn: Un lado es el de dar –es el lado difícil. ¡Pero el gozo está del otro lado! Lo que quiero decir es que yo estaba muy llena de gozo y emoción.
Nancy: Eso me hace pensar en Jesús «quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz». El problema es que estamos tratando de bajarnos de la cruz.
Evelyn: Sí, y mira que no se trata de eso en absoluto.
Nancy: Jesús pasó por la cruz y luego por la resurrección.
Evelyn: Ves, de eso se trata.
Nancy: Me pregunto si muchas veces no experimentamos esa plenitud de gozo porque no estamos dispuestas a pasar por la cruz.
Evelyn: Creo que casi siempre. Eso es lo que hace falta a menudo en mi vida, enfrentar las cosas difíciles. Pero el gozo que viene por la mañana es absolutamente impresionante.
Nancy: Pero es una mañana después de una noche de llanto.
Evelyn: Oh sí, sí. El gozo, la dulzura, mayor seguridad en Él… Fue una experiencia increíble, y no fue la última. Ha habido otras ocasiones en las que me he rendido, y Dios siempre regresa con más de Él cuando hay menos de mí.
Débora: Me encanta este hermoso testimonio de fe inquebrantable. Acabamos de escuchar a Evelyn Christenson compartir con Nancy DeMoss Wolgemuth algunas partes de su historia –reflexiones sobre sus experiencias de vida en el pasado.
Ahora, Nancy, tú grabaste esta conversación hace unos años.
Nancy: Sí, Débora, Evelyn tenía ochenta años en ese momento. La había conocido ya por varios años. Me encantaba ver la forma en que ella continuaba creciendo y buscando al Señor hasta que partió a Su presencia en el 2011.
Después de la muerte de Evelyn, alguien de su personal me envió por correo electrónico fotos de varias páginas diferentes de su Biblia, y fue increíble para mí ver cuántas notas había tomado durante sus años de estudio de la Palabra de Dios. Prácticamente todas las páginas fueron cubiertas. Los márgenes estaban llenos de notas. Algunos de ellos en bolígrafo, otros en marcadores de diferentes colores donde ella solo estaba observando cosas que el Señor le había dicho a través de Su Palabra, y oraciones que había orado en respuesta a la Palabra de Dios.
De hecho, imprimí una de esas páginas y la enmarqué. La tengo en mis manos, pero normalmente la tengo en mi escritorio en el estudio. Quería que estuviera allí como un recordatorio de mi necesidad de buscar al Señor y crecer en entendimiento de Su Palabra; todo el camino hasta la meta final.
Creo que a algunas de las que nos escuchan les gustaría ver la imagen de una página de la Biblia de Evelyn Christenson, por lo que la hemos publicado en avivanuestroscorazones.com, en la transcripción de este episodio. Espero que vayas allí, le eches un vistazo y seas inspirada, así como lo he sido yo, por el amor de Evelyn por la Palabra de Dios.
Débora: Hemos obtenido mucha sabiduría de la conversación de hoy. Y queremos dejarte con un recurso que te ayudará a vivir el poder y la belleza de la gracia de Dios, de modo que puedas florecer en cada etapa de tu vida.
Se trata del libro, Envejeciendo con gracia. A través de este, Sharon W. Betters y Susan Hunt te ayudan a encontrar la frescura del evangelio, que «es lo suficientemente grande, lo suficientemente bueno y lo suficientemente poderoso para hacer que cada etapa de la vida sea importante y gloriosa». Encuentra este libro, Envejeciendo Con Gracia, en nuestra tienda en línea en avivanuestroscorazones.com.
Al terminar un año y comenzar uno nuevo, necesitamos ser exhortadas con la Palabra de Dios. Mañana, Nancy nos traerá palabras de bendición de la Escritura que encontramos en la segunda carta de Pablo a la iglesia en Corinto. ¡Esas palabras están ahí para nosotras también! ¡Descubre cuáles son y qué tienen que ver con nosotras, en nuestra próxima serie!
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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