Fortaleza para los débiles
Débora: Para entrar en el reino de Dios, no es necesario luchar contra la burocracia o hacer un montón de papeleos. Nancy dice que solo tienes que conocer a la Persona adecuada.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Jesús dice: «Te estoy dando un pasaporte, una visa, con acceso completo al reino de Dios; serás ciudadana de la nueva Jerusalén».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 29 de junio de 2023.
¿Sientes que los grandes políticos o empresarios de tu país toman todas las decisiones que afectan tu vida mientras que tu voz es silenciada? Bueno, en realidad has sido invitada a hablar directamente con la persona más poderosa en todo el universo. Nancy explicará más al continuar con la serie, Aliento para perseverar.
Nancy: Creo que en muchos de nuestros corazones a veces hay una tendencia a pensar, incluso …
Débora: Para entrar en el reino de Dios, no es necesario luchar contra la burocracia o hacer un montón de papeleos. Nancy dice que solo tienes que conocer a la Persona adecuada.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Jesús dice: «Te estoy dando un pasaporte, una visa, con acceso completo al reino de Dios; serás ciudadana de la nueva Jerusalén».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 29 de junio de 2023.
¿Sientes que los grandes políticos o empresarios de tu país toman todas las decisiones que afectan tu vida mientras que tu voz es silenciada? Bueno, en realidad has sido invitada a hablar directamente con la persona más poderosa en todo el universo. Nancy explicará más al continuar con la serie, Aliento para perseverar.
Nancy: Creo que en muchos de nuestros corazones a veces hay una tendencia a pensar, incluso aunque no lo digamos en voz alta, «bueno, si yo obedezco al Señor, si soy fiel a Él, si no cedo ante mi carne, sino que sigo el camino de la cruz, ¿qué voy a conseguir con eso? ¿Qué beneficio hay para mí?»
Y ciertamente esa no debería ser la motivación o la fuerza que dirige nuestras vidas. Debemos amar al Señor lo suficiente como para querer hacer lo que Él dice, aun si no hubiera ningún beneficio, para nosotras. Pero Dios es misericordioso, lleno de gracia y bondadoso, y Él promete muchas bendiciones para aquellos que son fieles a Él. Él no promete una vida fácil, pero sí promete recompensas.
Toda la enseñanza de las recompensas en la Escritura es algo en lo que tal vez hagamos una serie dentro de un tiempo en Aviva Nuestros Corazones, pero a medida que nos hemos adentrado en estas cartas a las iglesias en Apocalipsis, al final de cada una de ellas hemos visto que Jesús le dice a cada iglesia, «el que venciere», o el que vence, el que se mantiene firme, el que es fiel hasta el final, hasta la meta final –esto es lo que debe esperar.
Las promesas que se le dan a la iglesia en Filadelfia, la que hemos estado viendo en los últimos días, son magníficas en su belleza y amplitud. Así que eso es lo que queremos ver en el día de hoy, en la medida en que cerramos esta parte de la serie.
Ahora, vamos a retomar aquí, porque durante los últimos días nos salimos del tema hablando sobre la segunda venida de Cristo. Hicimos tres programas de esas dos palabras, «vengo pronto», pero creo que valió la pena solo para recordarnos lo que es un tema importante a través de toda la Escritura; pero en el día hoy quiero que vayamos de regreso a Apocalipsis capítulo 3, a la carta en la iglesia en Filadelfia.
Permítanme leer de nuevo toda esta carta para que podamos tener todo el contexto, y luego nos concentremos en los últimos versículos que son la recompensa prometida.
«Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
“El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto:‘Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.‘He aquí, yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que yo te he amado.‘Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra.‘Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona».
Al llegar al versículo 12, aquí es donde vemos esta magnífica recompensa que se promete, y eso es en lo que quiero concentrarme durante nuestro tiempo en el día de hoy.
Versículo 12: «Al vencedor…» Al vencedor –el que guarda Mi Palabra porque persevera con paciencia, el que se aferra a Mi Palabra y no ha negado Mi nombre, el que se aferra a lo que tiene, esa persona es la que vence, la que conquista.
«…le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo.‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’».
Ahora, la primera vez que oyes esto, suena un poco como un una jerga, como, «¿y de qué está hablando? ¿Es en código o en qué?» Pensé eso la primera vez que leí estos pasajes. «¿Y de qué está hablando? ¿Quién quiere ser una columna?» Bueno, déjame decirte que después de que terminemos esta sesión, todo el mundo va a querer ser una columna, porque estas son preciosas promesas.
Y quizás te preguntes: «¿Cómo obtienes todo esto de un material como ese?» Bueno, la realidad es que no hay atajos. Te sumerges en la Palabra, meditas en ella, excavas en el pasaje, y también aprendes algo acerca del contexto, de la historia y la situación allí en Filadelfia, con la ayuda de personas que son más inteligentes y más estudiadas que tú. Los comentarios también son muy útiles; hay otros pasajes de las Escrituras que son referencias cruzadas y también ayudan. Y me he dado cuenta que luego de días, semanas, meses, en la medida en que me sumerjo en estos pasajes, el Señor me va dando luz, me va dando entendimiento y más conocimiento –no perfecto, pero Él abre mi corazón para poder ver y poder decir, «sí, esta es realmente una promesa maravillosa».
Así que tengo la esperanza de que mi estudio de la Palabra no solo te lleve a dejarme alimentarte con cucharita, sino que te motive a ti a adentrarte a la Palabra por ti misma y a encontrar riquezas de las Escrituras que yo ni siquiera he comenzado a encontrar ni aprovechar. Siento que con pasajes como este solo acabo de arañar la superficie. Como tienes el Espíritu Santo morando en ti y estudias, el Señor hará que estos pasajes cobren vida para ti.
Así que «para el que venciere»; y solo un comentario acerca de este concepto de vencer o conquistar. En algunas de sus traducciones el tiempo verbal que se utiliza es un presente continuo, un proceso continuo que en algún punto terminará. Así que es algo que estamos haciendo ahora, venciendo, conquistando. Es algo que tenemos que seguir haciendo, durante mucho tiempo o hasta que el Señor venga, cuando sea que eso ocurra, pero es algo que no vamos a tener que hacer para siempre. Habrá un fin para esto.
Así que cuando nos sentimos como que tenemos que aferrarnos a lo que tenemos y es difícil hacerlo en este mundo caído, en este planeta roto, pródigo, recuerda que no tendrás que hacerlo para siempre. Habrá un momento en que lo veremos, estaremos con Él, y no vamos a tener todo este equipaje que nos pesa. Pero mientras tanto tenemos que estar haciendo esto entre el aquí y el entonces. Es un presente continuo para vencer. No has llegado donde has vencido hasta el momento en que veas a Jesús. No antes de eso.
He oído a personas mayores hablar sobre cómo tratar con los problemas de su carne, con el pecado y las tentaciones a los 80 años, y pienso, «guau, y yo pensaba que iba a llegar a mis 80 años, y que todo esto iba a ser más fácil». Puede ser más difícil.
Ahora, si tienes 18 años, puede que no te entusiasme el darte cuenta de que se pone más difícil porque hay diferentes batallas que tenemos que enfrentar. Pero Dios nos está preparando para el cielo, y Él nos dará la gracia para superar cada paso del camino y para mantenernos venciendo hasta el final.
Esta promesa final para los vencedores en Filadelfia, y para todos los creyentes, creo que nos da diferentes aspectos de la misma promesa, en relación con nuestra comunión con Cristo al final de los tiempos, en la eternidad y nuestra identificación con Él. Son diferentes aspectos de la comunión que disfrutaremos con Él en la eternidad, y de la presencia íntima y eterna de Dios y el Señor Jesús con Su pueblo. Esto se trata de nuestra intimidad con Él, lo que podemos anhelar, anticipar y que disfrutaremos por toda la eternidad en el cielo.
Así que vamos a desmenuzar estas promesas, o esta promesa que tiene diferentes partes.
Jesús dice: «Yo le haré una columna en el templo de mi Dios, nunca tendrá que salir de allí».
En esta carta hay tres imágenes claves.
Recuerda, la primera fue la llave de David que dijimos que era un símbolo de la autoridad de Cristo. Él tiene la llave. Él tiene el derecho de decir quién entra y quién sale, para abrir las puertas de la salvación y las puertas de servicio, las oportunidades. Es la autoridad de Cristo. Así que tenemos esta llave que es una de las imágenes.
La segunda imagen es una puerta abierta, y es un símbolo de la oportunidad de la iglesia. La autoridad de Cristo, la oportunidad de la iglesia –la llave y la puerta.
Y ahora tenemos esta tercera imagen de una columna en el templo de Dios y creo que es un símbolo de la seguridad del vencedor –la seguridad del que vence.
Y anteriormente dijimos en esta serie que Filadelfia se encontraba en una falla geológica, y que a menudo se vio sacudida por terremotos. Las columnas en los templos en Filadelfia estaban sujetas a los efectos de los frecuentes terremotos. Esas columnas eran fuertes pero se podían caer, y de hecho, la mayoría se cayó.
Pero aquí hay un contraste y los creyentes en Filadelfia en el primer siglo habrían entendido esta imagen. En contraste con esas columnas que podían ser sacudidas por terremotos, está la posición futura de los cristianos en el cielo que es segura e inamovible. No hay nada que pueda moverlas, nada puede sacudir nuestra relación con Cristo.
Otra cosa que esta descripción podía haber traído a la mente de aquellos primeros oyentes, era que aquellos que eran judíos sabían sobre el templo, sobre el templo de Salomón. Y el templo tenía dos enormes columnas de bronce en la entrada. Sin duda, los judíos habían escuchado sobre esto. Por eso cuando dice: «Yo lo haré columna en el templo de mi Dios», tal vez su mente se habría ido a esas historias que habían oído, las historias que sabían sobre las dos grandes columnas en el templo de Salomón.
Ahora, es interesante que Jesús hablara sobre el templo de Su Dios, porque cuando llegamos al final de Apocalipsis, nos encontramos con que en la ciudad eterna, la nueva Jerusalén, no hay templo, excepto Dios y el Cordero que son el templo. Así que, en realidad, el templo habla del lugar donde se halla el trono de Dios en el cielo. Toda la ciudad se convierte en un gran templo. La presencia de Dios es el templo, el lugar donde Él vive, el lugar donde Él mora, y lo que Jesús está diciendo aquí es que los que le siguen y perseveran a través de la tribulación, son recompensados con la presencia de Dios, la presencia de Cristo en este templo eterno, Su morada eterna.
Cuando hablamos de alguien que es una columna, un pilar en la iglesia, se piensa en una columna de apoyo. Uno de los pilares de la iglesia es probablemente alguien que ha conocido, que ha estado allí desde hace mucho tiempo, que ha tenido un papel activo, vital en la iglesia, prominente y confiable. Un pilar se puede utilizar para apoyo. Ahora a veces en esos templos paganos, las columnas eran pilares de soporte, de carga. Pero a veces solo estaban ahí por la belleza que representaban. A veces eran funcionales pero a veces eran ornamentales o decorativas.
De cualquier manera, eran un símbolo de fuerza, de estabilidad, de permanencia, de constancia, de perseverancia –todas las cosas que Jesús llama a Sus seguidores a ser– a estar firmes, a perseverar. Lo que Él está diciendo es, «si permanecen en Mi Palabra, si retienen lo que les he dado, yo los voy a sostener. Te voy a dar fe perseverante, y un día serás una columna en Mi templo que va a ser inamovible, firme, permanente, estable y fuerte».
Él les está diciendo esto a aquellos de quienes Él dijo aquí en la tierra: «Yo sé que tienes poca fuerza». Pero la promesa es, «tú tendrás más fuerza. Vas a ser un símbolo de fortaleza y de estabilidad».
Los santos de Jesucristo serán columnas inamovibles, firmes, fijas, estables, hermosas, un símbolo de dignidad. Y como esas columnas en el templo de Dios, vamos a estar siempre en exhibición, visibles. Como prueba, como evidencia de la redención, de la transformación, y el sostén de la obra de la gracia de Dios.
Una frase de la que me apoyo fuertemente es la que dice, «nosotros somos débiles, pero Él es fuerte». Me encuentro en este ministerio, no importa lo que puedas pensar, aquellas de ustedes que leen mis libros, que escuchan los programas de radio, y piensan, «oh, ella es tan fuerte y tan estable espiritualmente». Quiero decirte que tú no vives conmigo y no conoces mi debilidad. A veces me siento abrumada por las mismas cosas que Dios me ha llamado a hacer. Y sé que has experimentado eso.
Como madre y como esposa espero que ames a tu esposo y a tus hijos. Y hay días buenos, pero también hay días en que, aun en las mejores familias, te sientes como: «soy un fracaso. No puedo hacer nada bien. Este niño de dos años para quien ningún libro de texto ha sido escrito, sobreviviré hasta que cumpla los tres años?», o «ese adolescente que está actuando como un niño de dos años de edad», es la vida. Es la vida en el lugar de trabajo, es la vida en el hogar, es la vida en este planeta caído. No nos sentimos fuertes. Somos frágiles. Estamos hechas de carne. Somos como la hierba que hoy está aquí, crece durante el día y mañana se ha ido.
Pero el tener la promesa de que un día vamos a ser un pilar, una columna en el templo de Dios para siempre, en exhibición como un símbolo de que Dios nos ha redimido, nos ha sostenido, nos ha mantenido, nos ha preservado, y nos ha transformado por Su gracia, es una hermosa promesa y nos da esperanza para seguir adelante hoy y mantenernos perseverando.
Él dice: «al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios. Y nunca más saldrá de allí».
Me encanta esa parte de la promesa.
Hay un par de razones por las que hubiera sido preciosa para esos cristianos que había en Filadelfia en el siglo primero.
En primer lugar, los judíos los habían expulsado de la sinagoga. ¿Recuerdan eso? Pero Dios los reclama como suyos. Él dice, «nunca tendrán que salir de allí, yo no voy a echarlos fuera». «Nunca más saldrán de allí» –nunca vamos a ser sacados de ese templo, significa que seremos libradas de la posibilidad de caer. ¡Alabado sea Dios! Cuánto espero y anhelo ese día.
La gente en Filadelfia sabía que en el año 17 D.C. –y ya hicimos una referencia anteriormente a esto en esta serie– hubo un terremoto que devastó Filadelfia, Sardis, y otras diez ciudades de esa región, y Filadelfia experimentó frecuentes réplicas en los años siguientes. Así que ellos vivieron una vida inestable en esa ciudad. Había constantes temblores de tierra, y tenían que salir corriendo de la ciudad hasta que las cosas estaban tranquilas de nuevo. Ellos tenían que huir de la ciudad constantemente y luego regresar de nuevo a sus casas para asegurarse de que todo estaba bien.
Un escritor dijo: «Este ritmo asustadizo de entrar y salir se había convertido en parte de sus vidas».
Muchas personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en el 17 D.C., para ir a buscar un lugar más seguro. Así que cuando Jesús les dice: «Yo te haré una columna en el templo de mi Dios, nunca tendrás que salir de allí» –nunca tendrás que correr de nuevo, nunca tendrás que huir– les estaba dando una promesa de seguridad. Es una promesa de permanencia, eternamente seguros en la presencia de Dios, sin miedo a perdernos. Sin miedo a no ser salvas o a ser enviadas lejos del cielo o enviadas lejos de la presencia de Dios. Si pertenecemos a Él, estamos eternamente seguras a causa de Su poder protector.
«Le haré columna en el templo de mi Dios. Nunca más saldrá de allí y entonces escribiré sobre él…», tres nombres –una inscripción de tres nombres. Ahora bien, no está claro si el nombre está escrito en el vencedor o en la columna, porque a veces las columnas tenían inscripciones de nombres de personas sobre ellas, pero realmente no importa. No afecta de manera significativa en la aplicación de este pasaje.
Era la costumbre del mundo romano de esa época, que cuando un hombre había servido al estado fielmente, la ciudad podía darle un monumento o erigir una columna en uno de los templos con su nombre inscrito en la columna, para que los que vinieran al culto en ese templo vieran la columna y recordaran a este ciudadano fiel. Los creyentes en Filadelfia conocían esa costumbre.
Así que Jesús está diciendo: «Sí, alguien puede morir. Si es un ciudadano famoso y le sirvió bien al estado, va a tener una columna en el templo pagano, y tendrá su nombre escrito en él. Pero si tú me eres fiel a Mí, Yo te haré columna en el templo de Mi Dios, y voy a escribir un nombre en esa columna». Pero no es nuestro nombre el que está escrito en esa columna. Es Su nombre porque Él es el que ha sido fiel.
La gente en Filadelfia sabía cómo obtener un nuevo nombre. Después del terremoto en el 17 D.C., el emperador Tiberio remitió los impuestos por un período de tiempo y le dio una ayuda sustancial a la ciudad para ayudar a reconstruirla. En agradecimiento por su ayuda, la ciudad de Filadelfia en realidad por un período de tiempo, cambió su nombre por el de Neo-Cesarea, la nueva ciudad de César. Ahora, ellos no mantuvieron ese nombre. Ellos volvieron al nombre de Filadelfia, pero sabían como ciudad lo que era conseguir un nuevo nombre. Todo eso les venía a la mente al mirar esta inscripción de tres nombres en la columna.
«Yo escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo».
Vamos a echar un vistazo rápido a los tres nombres.
«El nombre de mi Dios», un símbolo de pertenencia y de identificación. Escribir un nombre en algo era una expresión figurativa en la cultura hebrea para referirse a la toma de posesión de esa cosa, por lo que era completamente suya. Dios está diciendo, «eres mía».
¡Oh, esa maravillosa promesa en Apocalipsis 22: «Sus siervos lo adorarán. Ellos verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes».
Su nombre escrito en nosotros, la marca con el nombre, la imagen, el carácter de Dios mismo. Los que vencen eso es lo que van a conseguir –la propiedad, la identificación.
Pero entonces Jesús dice: «Yo escribiré sobre él el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo de mi Dios».
No solo pertenencia, sino la ciudadanía. Los ciudadanos de esta nueva ciudad. Lo que Jesús les está diciendo es: «yo te voy a dar un pasaporte, una visa, con acceso completo al reino de Dios. Vas a ser ciudadana de la nueva Jerusalén, de la ciudad celestial».
Entonces lo que Él está diciendo es, «voy a escribir sobre ti mi nombre nuevo». El nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, y mi nombre nuevo –coherederas con Cristo, de quien se dice en Apocalipsis 19: «Y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él» (v.12).
Los aspectos más íntimos de quién es Él se escribirán sobre nosotras, y vamos a tener a nuestra disposición una comunión íntima y la unidad, la unión y la comunión con Él por toda la eternidad.
Jesús les está diciendo a estos primeros creyentes: «Tú has estado dispuesto a arriesgar tu nombre por Mi nombre en este mundo. Te voy a dar Mi nombre en el otro mundo».
Sea cual sea el precio que pagues aquí, Él te va a dar diez mil veces más en el reino por venir.
Es una promesa de que cuando Cristo nos haga completamente Suyas, escribiendo Su nombre nuevo en nosotras, Él nos admitirá en Su gloria completa, que en la actualidad es incomprensible para nosotras. Hay aspectos de lo que Él es que no podemos ni siquiera imaginar ahora.
Pablo dice en 1 Corintios: «Porque ahora vemos por espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido» (13:12).
Las partes de Cristo que ahora están llenas de misterio para nosotros, que no podemos ver, que nos habría gustado ver…nos habría gustado conocerle. Lo conoceremos, conoceremos Su nombre, Su nuevo nombre estará escrito en nosotros.
Así que tenemos una imagen aquí de victoria, de cristianos de vencedores que pertenecerán por completo a Dios, Su propiedad, Su identificación, miembros de Su familia a quienes les dará la plena ciudadanía en la nueva Jerusalén y entrarán en la gloria de Cristo.
Así que Jesús le dice a esta iglesia en Filadelfia: «Yo sé que solo tienes un poco de fuerza. Sé que estás atravesando algunos momentos difíciles en este momento, pero has sido fiel. Como resultado, he abierto para ti las puertas que nadie puede cerrar. No dejes que nadie te detenga; nadie puede cerrarlas. Tus enemigos algún día se someterán a ti y a Mi nombre. Ellos vendrán a inclinarse ante tus pies. Vas a ser liberado. Saldrás como esos tres jóvenes hebreos que salieron de ese horno. Tú has pasado por el fuego tal vez, a través del fuego, pero vas a salir ileso, y entonces habrá esa corona eterna y la recompensa».
Lo que le dijo a la iglesia en Filadelfia, Jesús también nos lo dice a nosotras dondequiera que vivas hoy en día: «Vengo pronto. Retén lo que tienes».
Y quizás preguntes: «¿Cuánto tiempo tengo que esperar?»
Hasta que Él venga.
«¿Cuánto tiempo es eso?»
No mucho, cuando piensas en ello a la luz de la eternidad. Él viene pronto. Espera solo un poco más de tiempo.
Y quizás digas: «pero es que no sé si puedo aguantar todo ese tiempo».
Escucha, Él te sostiene. Aférrate a Él. Aférrate a Él. Él te llevará a través de este día. Él te llevará a través de mañana. Él va a sostenerte a través de todo lo que pudiera venir la semana que viene aunque ni siquiera sabemos de su existencia. Él te llevará a través de esto. No estás perseverando para apenas sobrevivir. La promesa es que vas a florecer. Hay una corona, hay un premio, hay una recompensa, y será tuya si vences en Su nombre.
Débora: No importa la situación que venga en tu futuro, todavía puedes avanzar hacia adelante con gran esperanza. Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado mostrándote por qué.
Si te perdiste algo del episodio de hoy, solo tienes que visitar avivanuestroscorazones.com. Puedes leer la transcripción o escuchar el audio desde el principio. Aprovecho para decirte que nuestra página está llena de recursos que te ayudarán a crecer en tu caminar con Cristo y te equiparán para discipular a otras mujeres.
¿Piensas que la segunda venida de Cristo es un acontecimiento misterioso y lejano en el futuro? Continúa aprendiendo por qué el regreso de Cristo tiene implicaciones tan prácticas para cada día, en el siguiente episodio de Aviva Nuestros Corazones.
Perseverando en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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