
Firme mientras avanza: el silencio majestuoso de Cristo
Débora: ¿Sabes? A veces lo que no decimos es más poderoso que lo que decimos. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando estás segura de quién eres y de tu llamado, no tienes que hablar tanto. Veo esta virtud, esta dignidad en unos pocos (no lo suficiente). Pero la veo en unas cuantas mujeres cristianas que conozco. No tienen que defender lo que hacen. No tienen que decir mucho, incluso en ocasiones con familiares o amigos que las malinterpretan en gran medida. Simplemente viven la vida.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 4 de abril de 2025.
Nancy continúa enfocándose en Jesús en la serie llamada «Incomparable».
Nancy: Ayer estuvimos viendo el juicio de Jesús: el juicio judío y el juicio romano. Una de las cosas que me llama …
Débora: ¿Sabes? A veces lo que no decimos es más poderoso que lo que decimos. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando estás segura de quién eres y de tu llamado, no tienes que hablar tanto. Veo esta virtud, esta dignidad en unos pocos (no lo suficiente). Pero la veo en unas cuantas mujeres cristianas que conozco. No tienen que defender lo que hacen. No tienen que decir mucho, incluso en ocasiones con familiares o amigos que las malinterpretan en gran medida. Simplemente viven la vida.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 4 de abril de 2025.
Nancy continúa enfocándose en Jesús en la serie llamada «Incomparable».
Nancy: Ayer estuvimos viendo el juicio de Jesús: el juicio judío y el juicio romano. Una de las cosas que me llama la atención de este juicio es la forma en que Jesús se comportó con esta increíble calma, dignidad y dominio, especialmente cuando lo contrastas con el comportamiento de sus oponentes que estaban muy enojados, agresivos y decididos a deshacerse de Él y darle muerte. El contraste entre ambos es realmente marcado.
Quiero seguir hablando hoy sobre el juicio de Cristo y detenerme en un aspecto del mismo. Lo que quiero decir es que el juicio fue notable por las pocas cosas que dijo, pero aún más, pienso que por lo que no dijo. Y repetidas veces, y no creo que sea un asunto incidental, los relatos de los Evangelios registran que Jesús guardó silencio ante Sus enemigos, lo que Oswald Sanders en su libro, El Cristo incomparable, llama «el silencio majestuoso de Cristo».
Permíteme leerte algunos pasajes que te mostrarán cómo se menciona eso. En primer lugar, en el juicio de Jesús ante los gobernantes judíos, estoy leyendo en Marcos capítulo 14, el versículo 55 dice:
«Los principales sacerdotes y todo el Concilio procuraban obtener algún testimonio para dar muerte a Jesús, pero no lo hallaban. Porque muchos daban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios se contradecían.
Algunos, levantándose, daban falso testimonio contra Él, diciendo: “Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos’”. Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos» (vv. 55-59).
En este punto, el sumo sacerdote ve que su caso estaba fracasando, se estaba desmoronando, por lo que él intenta que Jesús se incrimine y testifique contra sí mismo, lo cual era ilegal según la ley judía. Sin duda, el sumo sacerdote lo sabía.
Versículo 60:
«Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús [porque no pudo lograr que los testigos falsos estuvieran de acuerdo]: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?” [Esperando que todo lo que Jesús dijera fuera autoincriminatorio. Y aquí está el versículo clave] Pero Él se quedó callado y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote: “¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Bendito?”» (vv. 60-61).
Ahora avancemos hasta Mateo 27, el juicio ante Pilato.
«Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió. Entonces Pilato le dijo: “¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?” [Como si Pilato estuviera rogándole a Jesús que dijera algo en su propia defensa para que Pilato pudiera dejarlo ir.] Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que, el gobernador estaba muy asombrado» (vv. 11-14).
Ya son dos veces. Pero ahora, por tercera vez, cuando Jesús se presenta ante Herodes en Lucas 23, en el versículo 8 dice:
«Al ver a Jesús, Herodes se alegró en gran manera, pues hacía mucho tiempo que lo quería ver por lo que había oído hablar de Él, y esperaba ver alguna señal que Él hiciera. [Herodes quería entretenerse] Lo interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió. [¿No es eso un contraste? Herodes no puede dejar de hablar y Jesús no quiere empezar a hablar. Jesús no responde las preguntas.] Los principales sacerdotes y los escribas también estaban allí, y lo acusaban con vehemencia» (vv. 8-10).
Cuando leemos textos como estos, creo que a veces podemos tener en nuestra mente una imagen como suavizada de cómo podría haber sido este juicio. Podemos olvidar que no se trataba de escenas pacíficas y decorosas en los tribunales. Más bien, había aquí una tensión creciente. Había clamor, ira, gritos, confusión, sangre y más sangre. Y Jesús, durante todo ese tiempo, fue cruelmente abusado, golpeado, burlado y maldecido por los soldados romanos y por la turba sedienta de sangre.
Los acusadores de Jesús estaban fuera de sí por la ira. Estaban fuera de control. Así que, al final, se produjo un caos cuando el mismo infierno desató su furia sobre el inocente Hijo de Dios.
En ese contexto tumultuoso, pienso que el silencio de Jesús fue aún más sorprendente. La mayoría de las personas, si fueran amenazadas con sus vidas (ya fuera justa o injustamente), tenderían a estar un poco asustadas, tal vez aterrorizadas. Al menos, hablarían para salvar su vida.
La mayoría de las personas que han sido juzgadas por un delito capital del que sabían que eran inocentes, habrían estado preparando seriamente su defensa. Habrían aportado todas las pruebas posibles. Habrían insistido en un interrogatorio cruzado de los testigos. Habrían apelado a todas las autoridades y tribunales posibles para obtener reivindicación.
Mientras medito en eso, pienso en las pocas veces en las que me he sentido, de forma relativamente leve, atacada y acusada falsamente. Mi impulso natural en esos momentos es a defenderme. Si no puedo hablar con la persona que me malinterpreta o me acusa falsamente, entonces voy a hablar con todos los demás al respecto. Supongo que ustedes también han estado en una situación parecida.
Pero mira en contraste al Cristo incomparable, nadie es como Él. Mientras demostraba Su extraordinaria fuerza y dignidad, Él no se resiste; Él no alza la voz para defenderse de las falsas acusaciones; Él no arremete contra sus enemigos; Él no insiste en Su inocencia; Él no expone las mentiras de Sus acusadores y no apela a un tribunal superior.
Es sorprendente cuando lo piensas. Aquel que es la Palabra, Aquel que creó el mundo mediante Su Palabra, y mantiene unido al mundo mediante Su poder, no pronunció una palabra para salvar Su propia vida. No tenía nada malo que decir acerca de sus enemigos. No tenía nada malo que decir acerca de Su Padre celestial, cuya voluntad era que Él sufriera y muriera. Él guardó silencio.
Ahora, quizás podríamos ver al hombre siendo estoico ante la muerte. Pero no se trataba de una cuestión de ser estoico, ni tampoco de permanecer enojado en silencio. Más bien, al meditar sobre esto, veo que fue un silencio de sumisión a la voluntad del Padre. Como dice Matthew Henry en su comentario de Isaías 53: Él «mantuvo posesión de Su propia alma».
Esto es evidencia de lo que hemos estado hablando en los últimos días de la humildad de Cristo y de la serenidad de Cristo. Lo vemos a todo color en estos relatos. Él no tuvo que luchar ni esforzarse. No luchó por su derecho de ser tratado como Dios y tampoco por ser tratado justamente como ser humano.
Cuando estás seguro de quién eres y de tu llamado, no tienes que hablar tanto. Veo esta virtud, esta dignidad en unos pocos (no lo suficiente). Pero la veo en unas cuantas mujeres cristianas que conozco. No tienen que defender lo que hacen. No tienen que decir mucho, incluso en ocasiones con familiares o amigos que las malinterpretan en gran medida. Simplemente viven la vida. Al hacerlo, reflejan el corazón y el espíritu de Jesús.
¿De dónde vino esa resolución y esa compostura mientras Jesús permanecía en ese juicio y guardaba silencio? Bueno, Esta semana hemos visto el Huerto de Getsemaní, donde vimos a Jesús en gran angustia, suplicando a Su Padre en oración que le librara de tener que beber esta copa de pecado, sufrimiento y muerte. Pero habiendo confirmado que esta copa era la voluntad de Su Padre, y habiendo sido fortalecido por la oración, Él sale del huerto, sereno, resuelto, sin suplicar una vez más que le perdonen la vida, y sin perder nunca el control ni atacar a Sus enemigos.
Creo que esa progresión es opuesta a la forma en que a menudo manejamos las pruebas. Pasamos poco o ningún tiempo hablando con nuestro Padre celestial al respecto, luchando con Él para comprender Sus propósitos, alineando nuestros corazones con Su voluntad y obteniendo Su perspectiva.
En cambio, hablamos interminablemente con todos los demás sobre nuestra angustia. Enviamos mensajes de texto y correos electrónicos enojadas. Nos apresuramos a explicarle a todos los demás cómo fuimos perjudicadas. Y te puedo decir todo esto, porque lo he hecho.
Luchamos con aquellos que nos malinterpretan o difaman, con la intención de reivindicarnos, exponer a nuestros oponentes y ponernos en la mejor luz posible. «Es que mi esposo…», «Mis hijos…», «Mi jefe…», «Mi pastor…» «Mi ex….», lo que sea, lo que hicieron, se lo contamos a todos los demás. Jesús le dijo a Dios sus preocupaciones y luego las dejó con su Padre y fue sereno y decidido a enfrentar el juicio.
Me pregunto: ¿cuánto más nos pareceríamos a Cristo, resueltas y serenas, en presencia del mal y de las personas malvadas, si primero nos presentáramos ante Dios y resolviéramos las cosas con Él?
El silencio de Jesús tuvo que ser desconcertante para quienes lo tentaban. Sin duda, nunca antes habían experimentado algo así. Estaban acostumbrados a que todos se rebajaran y se inclinaran ante ellos. Sentían que eran ellos los que estaban a cargo. Sin embargo, el silencio de Jesús fue en realidad un desafío a su autoridad.
Oswald Sanders dice: «Tanto por su silencio como por sus palabras, Jesús dejó en claro que eran Pilato y los judíos quienes estaban siendo juzgados ante Él, y no Él ante ellos». Ellos tuvieron que sentir algo de eso. Creo que es por eso que Pilato estaba tan inquieto, así como la esposa de Pilato estaba inquieta, porque se dieron cuenta: «No somos nosotros los que estamos juzgando a este hombre; Él es el que nos está probando a nosotros».
¿Qué hacer con un hombre que no puede ser provocado, que se niega a defenderse o a arremeter contra sus acusadores? Sabemos que Jesús no guardó completo silencio durante Su juicio; a veces hablaba. Por ejemplo, en Mateo capítulo 26, el sumo sacerdote le hizo una pregunta directa: «¿Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios?», sabiendo que Jesús estaba bajo un juramento solemne y legalmente tenía que responder. En 1.ª Timoteo 6:13: «dio testimonio [refiriéndose a Cristo] de la buena profesión delante de Poncio Pilato». Él nunca negó la verdad con lo que dijo o con lo que no dijo.
Pero en las pocas veces que Jesús habló, Él estuvo completamente en control. Solo hablaba cuando Dios le encargaba que hablara. Sabía cuándo hablar y cuándo callar. El problema es que nosotras hablamos cuando deberíamos callar y callamos cuando deberíamos hablar. Creo que un indicador clave para saber cuándo debemos hablar es si está en juego nuestro honor o el de Dios. Porque ahí hay una gran diferencia.
Quiero sugerir varias razones por las que creo que Jesús guardó silencio ante sus enemigos. Esas razones nos dan una mayor comprensión del propósito de Su vida y Su muerte. También nos ayuda a comprender mejor lo que significa ser una seguidora de Cristo y cómo responder cuando somos acusadas falsamente o tratadas injustamente. Razones por las que Él guardó silencio ante Sus enemigos:
- Él ya había hablado. Durante tres años había dicho todo lo que tenía que decir. Su tiempo de enseñar, de llevar mensajes, de compartir la verdad ya estaba dicho. Ahora era el momento del silencio. No tenía sentido arrojar perlas de la verdad ante aquellos que no tenían un corazón para la verdad.
- Él sabía que era inocente y que las acusaciones eran falsas. Es como si alguien dijera que eres un sapo. Te reirías porque es muy ridículo. Nada más lejos de la verdad. Cuando acusaron falsamente a Jesús, fue igualmente ridículo. Cuando ves acusaciones falsas desde esta perspectiva, esas acusaciones se vuelven inofensivas.
- Jesús se negó a defenderse contra estas afirmaciones ridículas porque en Su corazón tenía el plan mayor de Dios. Después de todo, Él había dicho en Juan 10: «nadie me la quita [mi vida] sino que Yo la doy de Mi propia voluntad» (v. 18). Él sabía que había un plan aquí. Entonces, en lugar de resistir, abrazó, el plan de Dios, la voluntad de Dios. Otra razón está en lo que dice 1.ª Pedro, capítulo 2.
- «Quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que [he aquí la razón, Él] se encomendaba a Aquel que juzga con justicia» (1 Pe. 2:23).Al no arremeter contra Sus acusadores, Jesús estaba diciendo: mi vida no está en sus manos, mi vida está en las manos de Dios. Confiaba en que Dios finalmente vindicaría la justicia y traería recompensa contra los malhechores.
La semana pasada recibí un correo electrónico de una amiga cuyo marido había sido despedido la noche anterior, después de treinta y cinco años en la misma empresa. Desde la perspectiva de mi amiga, su empleador lo trataba injustamente. Ella me dijo:
«Ahora es el momento en que estamos llamados a soportar el pecado con paciencia, “teniendo en cuenta a Dios” [que es una cita de 1 Pe. 2:19], sabiendo que estamos caminando en las huellas de Cristo. Debemos evitar amenazar y mentir, y debemos encomendarnos a nuestro Padre celestial».
Ese es el corazón de Cristo. Sufrió sin injuriar, sin amenazar a cambio, porque siguió encomendándose a Dios que juzga con justicia.
- El silencio de Cristo cumplió la profecía mesiánica del Antiguo Testamento. En Isaías 53 tenemos el cántico del siervo sufriente. Déjame leerte el versículo 7:
«Fue oprimido y afligido, pero no abrió Su boca. [sabemos que Jesús soportó un a abuso intenso, físicamente, verbalmente, mentalmente y espiritualmente, además de injusticia y humillación] Como cordero que es llevado al matadero, Y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, Él no abrió Su boca» (v. 7).
Creo que una de las razones por las que Jesús guardó silencio es que siempre quiso que se cumplieran las Escrituras. Al guardar silencio, Él estaba cumpliendo esta profecía del Antiguo Testamento.
Este pasaje también habla de la naturaleza apacible y tranquila de las ovejas. Cristo, el Cordero de Dios, se sometió en silencio y voluntariamente fue a la muerte. Era la voluntad del Padre. Era necesario que Él sufriera y muriera por nuestra redención. Entonces vemos a Jesús diciendo en Juan 18, versículo 11: «La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no he de beberla?» (v. 11).
Existe esta resignación, esta mansa y callada resignación a la voluntad de Dios. No solo en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, sino en la figura de Él como el Cordero de Dios. Él no abrió Su boca «La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no he de beberla?». Es un corazón sumiso y tranquilo el que estaba detrás de Su silencio.
- Quiero que veamos lo que creo que es la causa principal del majestuoso silencio de Cristo. Eso se ve en el versículo anterior a Isaías 53:6. Es un versículo que nos resulta familiar a la mayoría de nosotras, pero quizás no te habías dado cuenta que este versículo precede al que habla de Él que no abrió Su boca. Un Cordero en silencio, llevado al matadero. ¿Qué dice el versículo anterior? Dice:
«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, Nos apartamos cada cual [todos] por su camino; Pero el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros».
Y luego dice el versículo 7: «Fue oprimido y afligido, pero no abrió Su boca». Esta es la causa de Su silencio. Él estaba sufriendo vicariamente, en nuestro lugar, como nuestro sustituto. Él aceptó el castigo de esta prueba: los golpes, las burlas, el desprecio, el rechazo y, en última instancia, la cruz, como si lo mereciera.
Él soportó voluntariamente el castigo que nos correspondía por nuestros pecados. Fuecomo dice el versículo 8:«por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida». El Señor cargó en Él la iniquidad de todos nosotros.
El silencio suele verse como una admisión de culpa. Le preguntas a tu hijo: «¿Hiciste esto?» Si no dicen nada, sabrás que su respuesta es: «Sí, pero no quiero decírtelo». Bien, y de hecho Jesús guardaba silencio porque estaba tomando el lugar del culpable. Nuestros pecados fueron puestos sobre Él. Él estaba tomando sobre Sí mismo ante Dios cada pecado del cual Él era acusado, los pecados de los cuales nosotros éramos culpables, no Él.
El Cordero de Dios sufrió en silencio, como nuestro sustituto. Las iniquidades de todos nosotros fueron puestas sobre Él. Él estaba sufriendo como nuestro representante, como nuestro portador del pecado, como el juzgado, el condenado bajo la ira de Dios, como nuestro sustituto, pagando la deuda por nuestro pecado.
Él sufrió como sufrió porque estaba experimentando todas las ramificaciones de nuestro pecado. Los golpes que recibió fueron golpes destinados a nosotras y merecidos por nosotras. En Su silencio, Él estaba cumpliendo Su papel como nuestro mediador, representante y Salvador.
¿Qué le hace eso a tu corazón? ¿Te hace clamar: «Señor, debía haber estado allí? Soy yo quien merecía el dolor. Gracias. Gracias por llevarlo en silencio por mí. No solo por ser acusado, sino por tomar el lugar del acusado, cargando con mi pecado».
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth volverá enseguida. No olvides que si te perdiste alguno de los episodios de esta serie, puedes escucharlos en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones o en AvivaNuestrosCorazones.com. Puedes escuchar el audio o si lo prefieres leer las transcripciones.
Hemos estado en una serie muy rica, una que podría impactar grandemente tu adoración y agradecimiento en esta temporada de Pascua.
Estamos enfocadas en Jesús a medida que nos acercamos al Domingo de Resurrección, pero conocerlo es algo que debemos hacer todos los días, incluso después de la Pascua.
La próxima semana será muy especial en Aviva Nuestros Corazones. Como parte de la serie «Incomparable», Nancy comenzará a centrarse en las últimas siete palabras de Cristo en la cruz. No hay mejor manera de prepararse para el Viernes Santo y la Pascua. Esperamos que aprendas, adores y sirvas en tu iglesia este fin de semana y regreses el lunes para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones.
Aquí está Nancy para concluir el episodio de hoy.
Nancy: Al considerar hoy, el majestuoso silencio de Cristo, creo que es importante mencionar que Jesús todavía guarda silencio en general ante aquellos que lo blasfeman. Piensa en todos los ateos que escriben libros, personas que lo acusan falsamente de ser un Dios injusto, carente de amor; personas que dicen que Él no es Dios en absoluto. En gran medida, Jesús aún hoy lo soporta en silencio, pero un día hablará.
Él guarda silencio cuando nosotras, como Su pueblo, nos quejamos contra Sus caminos. Él sabe que un día reconoceremos que ha hecho todas las cosas bien. Así que no confundamos el silencio actual de Jesús con Su silencio definitivo. Él hablará.
Cuando Jesús vino por primera vez a esta tierra, vino como Cordero para sufrir en silencio, para ofrecer Su vida como ofrenda en sacrificio por los pecadores. Pero quiero decirte que cuando Él regrese, será como el León de Judá, para recompensar a todos los malhechores, y para reinar y gobernar con aquellos que Él ha redimido mediante Sus sufrimientos como nuestro sustituto, a nuestro favor. ¿Amén? Ven pronto, Señor Jesús.
Débora: Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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