
Ferviente y llena de fe: la vida de oración de Cristo
Débora: Esta es una pequeña visión de la vida de oración de Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Confieso que a veces cuando oro, si es por lo que siento, siento que nadie me escucha. No puedo ver a Dios. A veces no puedo sentirlo. Y cuando oro, necesito fe, porque aunque no lo puedo ver y no lo puedo sentir, Él está conmigo y Él me está escuchando. Él me está escuchando y Él me responderá.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 1 de abril de 2025.
Hoy, vamos a aprender de la vida de oración, no de Nancy, sino de la de Jesús. Pero primero, estoy muy emocionada de compartir esta historia con ustedes. Le pedí a Anna que te lo contara de primera mano. Anna Preston es una de nuestras …
Débora: Esta es una pequeña visión de la vida de oración de Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Confieso que a veces cuando oro, si es por lo que siento, siento que nadie me escucha. No puedo ver a Dios. A veces no puedo sentirlo. Y cuando oro, necesito fe, porque aunque no lo puedo ver y no lo puedo sentir, Él está conmigo y Él me está escuchando. Él me está escuchando y Él me responderá.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 1 de abril de 2025.
Hoy, vamos a aprender de la vida de oración, no de Nancy, sino de la de Jesús. Pero primero, estoy muy emocionada de compartir esta historia con ustedes. Le pedí a Anna que te lo contara de primera mano. Anna Preston es una de nuestras representantes de servicios ministeriales. Llamémosla.
Anna Preston: ¿Hola?
Débora: Hola, Anna.
Anna: Hola, Débora. ¿Cómo estás?
Débora: Estoy bien, gracias por preguntar. Anna, pongamos a las mujeres que nos escuchan en contexto. Quizás recuerdes haber escuchado la serie sobre Elizabeth Mitchell hace algunos meses. Ella creció en Jamaica y ella compartió los difíciles detalles sobre la muerte de su amado hijo James a los trece años, y habló de sus emociones mientras procesaba y lloraba su partida.
Elizabeth Mitchell: ¿Alguna vez podré volver a sonreír? Me desperté esa mañana y pensé: jamás volveré a sentir gozo. Por supuesto, ¡no hay forma de que salga nada bueno de tan enorme dolor! Creo que se lo dije en voz alta al Señor.
Débora: Anna, esa serie impresionó a alguien con quien hablaste. Compártenos sobre Olivia.
Anna: Tuve el privilegio de contestar esta llamada telefónica de una dulce mujer llamada Olivia. Desde que empezó a hablar, me di cuenta de que probablemente era jamaiquina, porque tenía un acento idéntico al de Elizabeth. Era el último día de la serie cuando ella llamó.
Me dijo que el programa la había animado mucho, y escuchar eso fue una gran bendición para mí. También me dijo que la serie le había llamado especialmente la atención porque Elizabeth compartía su etnia jamaiquina. ¡Me encantó ese detalle intencional del Señor!
Olivia continuó y me dijo que la tarde anterior, después de haber escuchado los dos primeros episodios, recibió una llamada de su hermana contándole la devastadora noticia de que su bisnieto de nueve años acababa de morir trágicamente, cuando regresaba a casa de la escuela.
Sentí escalofríos mientras ella compartía, y pude ver la conexión inmediata con la historia de Elizabeth sobre perder a su hijo a una edad tan temprana. Olivia dijo que instantáneamente pensó en la situación de Elizabeth y se aferró a las verdades que se compartieron en ambos episodios para tener esperanza inmediata en ese momento.
Continuó compartiéndome que ella es la única cristiana en su familia, y la trágica noticia la obligó a comprar el libro de Elizabeth del que había escuchado hablar en el programa para prepararse y ministrar a su familia en medio de sus sufrimientos.
Hablamos por un rato y tuve el privilegio de orar con ella en su dolor. Me sobrecogió su fe firme en medio de esa tragedia y el ver el cuidado de Dios por ella, y usar a Elizabeth para allanar el camino mientras navegaba por este sufrimiento con el Señor.
Débora: Vaya, ¡esta es una historia triste y a la vez tan hermosa! Viene a mi mente la verdad de que en este mundo tendremos aflicción. Pero, como ministerio estamos aquí para recordarte que hay esperanza, ¡porque Cristo ha vencido al mundo! Gracias por compartir eso Anna, y gracias por responder mi llamada hoy.
Anna: ¡Para mí es un privilegio!
Débora: Igualmente, gracias Anna.
Y a ti que nos escuchas, si alguna vez has donado a Aviva Nuestros Corazones, nos estás ayudando a ministrar a preciosas amigas como Olivia. ¡Quiero darte las gracias! Y si quieres ser parte de ese tipo de ministerio, ese servicio, considera en oración convertirte en colaboradora mensual de Aviva Nuestros Corazones. Para conocer todos los detalles, visita AvivaNuestrosCorazones.com y haz clic donde dice «Donar».
Ahora que la Semana Santa está a la vuelta de la esquina, estamos estudiando varios aspectos de la vida de Jesús, quien verdaderamente es incomparable. El libro de Nancy «Incomparable»toma prestados los temas y títulos de los capítulos de un libro de Oswald Sanders llamado El Cristo Incomparable. Aquí está Nancy.
Nancy: Hoy queremos ver una cosa más que hace a Cristo incomparable, nadie como Él, y es Su vida de oración. La vida de oración de Cristo. Jesús fue un hombre de oración y oró porque era hombre. Eso es parte de tomar nuestra humanidad, y es una expresión de Su sentido de dependencia como hombre, el hecho de que oraba a Su Padre celestial.
Como seres humanos, todos somos necesitados y dependientes; de hecho, no somos autosuficientes ni independientes.
- Necesitamos provisión.
- Necesitamos protección.
- Necesitamos dirección.
- Necesitamos sabiduría.
- Necesitamos ayuda, consuelo
- Y necesitamos ánimo.
Dios es el dador de toda buena dádiva y don perfecto. Él es la fuente de todo lo que necesitamos.
Así que al orar nos humillamos y reconocemos que estamos necesitadas y pedimos a Dios, quien es que lo tiene todo, que nos ayude a satisfacer esa necesidad. Eso significa que la oración es la mayor expresión de dependencia que podemos ofrecer a un Dios todo suficiente. Es un reconocimiento de que sabemos que lo necesitamos.
Mientras pensaba esta semana, se me ocurrió que si realmente creyéramos que estamos en necesidad y que Él es todo suficiente, dispuesto y capaz de satisfacer nuestras necesidades, ¡oraríamos! El hecho es que no oramos más, y déjame hacerlo más personal aquí, el hecho es que no oro más porque no me doy cuenta de lo necesitada que estoy realmente. Tengo un espíritu orgulloso y autosuficiente. O no creo que Él pueda satisfacer mis necesidades. O no creo que Él esté dispuesto a satisfacer mis necesidades.
Porque si supiera que estoy necesitada y que Él está dispuesto a suplir mis necesidades y es capaz, entonces oraría. Así que si no oro, entonces algo está mal en lo que creo.
Ahora, realmente no se puede conocer a Cristo sin considerar su vida de oración. Definitivamente es una de las cosas más importantes acerca de Él. Es una de las cosas que vemos en los relatos de los Evangelios, particularmente en Lucas, una y otra vez. Lee el Evangelio de Lucas y marca con un círculo cada referencia a la oración. Él era un hombre de oración.
En esta sesión quiero hacer diez observaciones sobre la vida de oración de Cristo. No hay nada realmente profundo aquí, nada que probablemente no hayas escuchado antes. Pero mientras he estado meditando sobre Cristo como hombre de oración y mi deseo de convertirme en una mujer de oración, aquí hay diez cosas que he observado acerca de Su vida de oración que deberían animarnos y motivarnos.
Primero, Él oraba a Su Padre
Su vida de oración se basaba en una relación familiar. El hecho de que oraba a Su Padre revela la intimidad de Su relación con Su Padre. Sus oraciones no eran simplemente una lista de pedidos a Dios, como son las mías a menudo: por favor, haz esto y aquello, y no olvides esto, y necesito esto otro. Sus oraciones fueron mucho más que eso. Mientras Él oraba, pasaba tiempo con alguien a quien conocía íntimamente, a quien amaba y sabía que Su Padre lo amaba, y era con quien Él anhelaba pasar tiempo.
Pienso en el Salmo 27:4, que es uno de mis versículos favoritos, es algo que Jesús podría haber dicho:
«Una cosa he pedido al Señor,
Y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor
Todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura del Señor
y para meditar en Su templo».
Jesús tenía ese anhelo de estar con Su Padre. Entonces, Sus oraciones nacían de una relación con Él.
En segundo lugar, Él oraba con frecuencia.
Oraba mucho. No solo un poco, sino mucho. A veces se alejaba de la multitud con el propósito expreso de orar; pero otras veces lo encontramos orando en el curso de Su actividad y de su rutina diaria. Al leer los Evangelios, verás que los momentos claves de Su vida estuvieron marcados por la oración: Su bautismo, la elección de los doce, en el Monte de la Transfiguración, la alimentación de los 5.000, en el Huerto de Getsemaní, en la cruz. Todos estos fueron momentos claves que estuvieron marcados por la oración.
Pero también oraba en los momentos no tan claves, como un estilo de vida. Jesús oraba después de un día completo de ministerio, cuando estaba cansado. Él era un hombre, y seguramente muerto de cansancio. Oraba antes de comenzar un nuevo día también, un día de ministerio, con la gente presionándolo, y con cosas que hacer y lugares a donde ir. Oraba como parte de Su vida cotidiana. Cada ocasión era una ocasión para orar, para comunicarse con Su Padre, manteniendo esa línea abierta. Ningún evento, ningún suceso, ningún detalle fue demasiado grande o demasiado pequeño para no ser un motivo de oración. Él vivió orando y murió orando. Oraba con frecuencia. Era un estilo de vida para Él.
En tercer lugar, Él oraba cuando estaba solo, y oraba cuando estaba en compañía de otros.
En Lucas 5:15 vemos un caso en el que se nos dice que Jesús oró a solas con Su Padre. Dice:
«Su fama se difundía cada vez más, y grandes multitudes se congregaban para oír a Jesús y ser sanadas de sus enfermedades. Pero con frecuencia Él se retiraba a lugares solitarios y oraba» (vv.15-16).
Así que a veces Él dejaba a la multitud, dejaba la presión y las responsabilidades, los plazos y las demandas. En un acto intencional de Su parte. Iba a lugares desolados donde no sería interrumpido ni distraído, y oraba. También sabemos que hubo momentos en que Él iba a esos lugares desolados, tratando de estar solo y la multitud lo seguía.
Una cosa que me encanta del Salvador es que nunca se enfadó con la multitud. Me encuentro yo, a veces, cuando estoy en esos lugares solitarios donde quiero estudiar y buscar al Señor, que alguien viene y puedo irritarme con la misma gente que el Señor me ha enviado a servir. Aquellas de ustedes que tienen niños pequeños, saben lo difícil que es alejarse de la multitud. A veces alejarse a un lugar desolado no significa que los envíes a un campamento o que te vayas de casa por una semana. A veces significa que en medio de la multitud encuentras un lugar tranquilo en tu corazón.
Jesús también supo hacer eso, estar sereno en medio de la multitud. Oró cuando estaba a solas con Su Padre, pero también oró en lugares públicos. En Lucas 3 nos dice que Él oró en Su bautismo. Y en Juan 6 nos dice que durante la alimentación de los 5.000, Él levantó los ojos hacia el cielo y dio gracias, en un escenario muy público. En Juan 11 nos dice que ante la tumba de Lázaro, Él oró.
Así que vemos que oró en lugares públicos.
Él también oró con sus discípulos. Tengo que creer que aparte de las veces que oró a solas con Su Padre, aquellas veces que oró con Sus discípulos debieron ser momentos muy especiales para Él y para ellos.
En Lucas capítulo 11 dice en el versículo 1:
«Aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de Sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos”» (v. 1)
Aquí vemos que Jesús estaba con Sus discípulos, y ellos lo vieron orar. Aparentemente lo estaban escuchando orar. Y de alguna manera estaban presentes cuando Él estaba orando, por lo que ellos se motivaron a decirle: «Señor, enséñanos a orar». Versículo 2:
«Y Él les dijo: “Cuando oren, digan: ‘Padre nuestro, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino’”».
Él llevó consigo a sus discípulos al lugar de oración. Verás esto nuevamente en el Monte de la Transfiguración en Lucas capítulo 9, donde nos dice que Él: «Tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió al monte a orar» (v. 28). Él los llevó consigo. Él oró con ellos.
En el Huerto de Getsemaní, Él estaba con Sus discípulos. Cuando fue a orar, se alejó a un tiro de piedra de distancia, pero la forma en que él oró fue llena de fervor. Así que no puedo evitar creer que los discípulos sabían lo que estaba pasando. Probablemente podían verlo, y quizás podían escuchar mientras oraba.
Creo que Jesús al orar con otros establece un patrón para que nosotros oremos dentro de la familia de Dios. Oramos juntos: «Padre nuestro que estás en los cielos… danos hoy el pan nuestro de cada día» (Lc. 11:3). Sé que algunas personas no se sienten realmente cómodas orando con otras. Pero quiero compartir con ustedes esto: los tiempos de oración de nuestro personal, en el ministerio, son una dulce experiencia. Algunas noches, de vez en cuando, llamo a mi mamá y oro una bendición sobre ella al final del día. Ora con aquellos que conoces y amas. Busquemos juntos al Señor.
Y es una realidad que nosotros, las personas que servimos en el ministerio, nos encanta orar juntos. No solo nos encanta sino que lo necesitamos. Muchas veces estamos desesperados. Hacemos reuniones de oración de pie. Escuchamos de nuestras oyentes sobre una necesidad en particular o algo que está sucediendo en el ministerio, y nos reunimos de manera espontánea. Hay mucha oración llevándose a cabo, no porque seamos muy espirituales, sino porque necesitamos al Señor y lo necesitamos juntos.
Jesús estableció un modelo no solo para orar a solas, sino también para orar juntos, con otras personas. Permíteme animarte en tu hogar, ya sea que vivas con una compañera de cuarto, tal vez en un dormitorio universitario, tal vez tú y tu esposo, o tal vez con tus hijos, tal vez en un lugar de trabajo, busca oportunidades para orar con otros.
Ora con tu pareja. Dile a tu esposo: «¿Podríamos orar juntos?». Ahora, algunas esposas y esposos, dependiendo de cómo estén conectados, algunos se sentirán un poco incómodos con eso, así que no lo hagas sentir incómodo, a tu esposo. En cambio, dile «¿Puedo orar por ti?».
Tengo un pequeño ministerio en la iglesia al que llamo ministerio de pasillo. En el pasillo después del culto, el domingo pasado tuve una hermosa oportunidad de orar con varias personas que estaban experimentando diferentes crisis en este momento. Una fue una mujer en medio de tratamientos de quimioterapia, otra una joven que me dijo que estaba espiritualmente seca y tenía problemas de amargura en su vida. Así que detente y ora una bendición por esas personas que aparecen en los pasillos los domingos en tu iglesia.
Y en ese momento acababa de ver a una mujer de pie y no sabía quién era. Así que me acerqué y le pregunté: «¿Eres nueva aquí?».
Ella me dijo: «Bastante nueva».
Entonces luego le pregunté: «¿Cómo te llamas?», y empezamos a compartir. Esa mañana su esposo acababa de recoger a su hijo de la cárcel por problemas relacionados con drogas. Un verdadero desastre. Sin rumbo y no conocía a Cristo ni lo seguía en absoluto. Esa misma mañana habían estado lidiando con todo eso, y ella estaba parada al fondo en la iglesia esperando a su otro hijo.
Así que pude poner mi brazo alrededor de ella y orar por alguien que ni siquiera conocía. Tú puedes hacer eso. Puedes bendecir; puedes animar.
Y también estoy muy agradecida por la gente que se me acerca y ora por mí. Esta mañana, al comienzo de la sesión de grabación, dos personas de nuestro personal vinieron y pusieron sus manos sobre mi hombro y oraron por mí y por este día. Hay una infusión de la gracia y la fuerza de Dios que podemos mediar unos por otros en el lugar de la oración. Así que déjame animarte a aprovechar al máximo esa oportunidad.
Bueno y aquí me desvié un poco, no era mi intención dedicar tanto tiempo a un solo punto. Así que permíteme pasar a los otros puntos.
Número 4, Jesús siempre encontró tiempo para orar.
Ciertamente, Jesús estaba más ocupado que cualquiera de nosotras, cuando pensamos que Su lista de tareas pendientes era todo el plan de redención que tenía que llevar a cabo en tres años. Pero nunca estuvo tan ocupado que no tuviera tiempo para orar. Siempre fue una prioridad para Él.
Estaba conversando acerca de este capítulo con algunas amigas con las que me reúno para que ellas me dieran algunas ideas para estas sesiones. Una de ellas dijo que de las primeras cosas que vio cuando llegó a este capítulo sobre la vida de oración de Cristo fue orar contra el sentimiento de culpa. Yo conozco ese sentimiento. «No soy una mujer de oración y me puedo sentir muy culpable». Ella dijo: «Pero al leer este capítulo, me di cuenta de que Jesús realmente consideraba la oración como Su obra más importante. Él dejaba de lado todas sus otras demandas para orar. Así que este capítulo me inspiró a orar cuando mi trabajo es abrumador». Esta es una buena palabra de aliento. Jesús siempre encontró tiempo para orar.
¿Quién de nosotras puede comparar su carga de trabajo con la Suya? ¿Quién de nosotras se enfrenta a más distracciones e interrupciones de las que Él enfrentó cada día? Las Suyas eran situaciones de vida o muerte. Cosas como: «¡Vamos! Mi hija se está muriendo», o, «Es demasiado tarde; ella murió». Realmente son cosas demandantes. Emergencias por todas partes. Pero Él encontró tiempo para orar. Si alguien pudiera justificar saltar o apresurarse en los tiempos de oración, ese sería Jesús, Él podría haberlo hecho. Pero en las épocas más ocupadas y demandantes de su vida, Él oró más, no menos.
Nosotros hacemos de los horarios ocupados una razón para no orar; Jesús los convirtió en un motivo para orar.
Estaba leyendo otro libro sobre la vida de Cristo, meditando en ello para esta serie, y me encontré con otro antiguo escritor que dijo: «Hacemos de las agendas ocupadas y las demandas apremiantes una razón para no orar; Jesús las convirtió en un motivo para orar». Esas son buenas palabras, ¿no? Jesús siempre encontró tiempo para la oración.
Número cinco, Jesús oró por las cosas que sabía que agradarían y honrarían a su Padre, y las cosas que hacían avanzar el reino de Dios.
A Él le importaba eso más que Su propio bienestar. Él siempre estaba sometiendo Su voluntad a la voluntad del Padre.
Me encanta ese pasaje en Juan capítulo 12, versículo 27, donde Cristo dice:
«Ahora Mi alma se ha angustiado [porque se acerca la cruz y Él lo sabe] y ¿qué diré?: “Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora. [Vine a morir, por eso me envió aquí. Entonces ¿cuál es el motivo de su oración? Él no ora: Padre, sálvame de esta hora, sino que Él ora]: Padre, glorifica Tu Nombre”. [Lo que necesite ser hecho] Entonces vino una voz del cielo: “Y lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré”»(vs. 27-28).
En Su caso, glorificar el nombre de Dios significó soportar la cruz. Sus propios deseos siempre estuvieron sujetos y sometidos a las cosas que sabía que agradaban y honraban a su Padre.
«Estas cosas habló Jesús, [dicen en Juan 17:1] y alzando los ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti». Ese fue siempre el objetivo. Hacer lo que fuera necesario para que el Padre fuera glorificado.
Número 6, Jesús creía que Dios lo escuchaba cuando Él oraba.
Él oraba con la confianza y la fe de que Dios escuchaba y respondía Sus oraciones. Dice en Juan capítulo 11, que ante la tumba de Lázaro: «Jesús alzó los ojos, y dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído, yo sabía que siempre me oyes» (vv. 41-42). Él tenía esa confianza ¿Sabías que puedes tener la misma confianza cuando oras? Puede que digas: «¡Pero yo no soy Jesús!» Bueno, escucha este versículo en 1.ª Juan capítulo 5:
«Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho» (vv. 14-15).
Él creía que Dios lo escuchaba cuando oraba y que Dios le respondería.
¿Crees eso cuando oras? Confieso que a veces cuando oro, siento que nadie me escucha. No puedo ver a Dios. A veces no puedo sentirlo. Mi vida de oración no es así, cuando leo acerca de algunas personas que sintieron esa presencia de Dios, eso no suele pasarme a mí. Cuando oro, necesito fe, porque aunque no lo puedo ver y no lo puedo sentir, Él está ahí, conmigo y Él me está escuchando. Él me está escuchando y Él me va a responder.
Número 7, Jesús oró mucho durante los días de Su Pasión.
Esa es la semana a la que nos acercamos en esta serie, al arresto, el juicio, y la crucifixión de Cristo: la Semana Santa. En particular Él oró mucho durante esos días. En Lucas capítulo 22, ves a Jesús en Getsemaní. Y vamos a hacer una sesión completa de ese momento. Escuchamos a Jesús orando en la cruz, y veremos las cosas que Él oró mientras estuvo colgado la cruz.
Pero ahora quiero darle un vistazo por un momento a Juan capítulo 17, a la oración sacerdotal de Jesús, la verdadera oración del Señor; la que Jesús oró en el aposento alto y en Getsemaní. Y podríamos decir que esta es una mirada íntima a la vida de oración de Cristo. Así que permíteme darte un bosquejo de ese capítulo.
- Él oró por sí mismo (Jn. 17:1-5)
- Él oró por sus discípulos (Jn. 17:6-19)
Él oró:«Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno» (v. 11); «Que los guardes del maligno» (v. 15); «Santifícalos en la verdad» (v. 17). Él primero oró por Sí mismo y luego por Sus discípulos.
- Entonces, me encanta que en los versículos 20 al 26 ¡Él oró por nosotros! (Jn. 17:20-26)
«Pero no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos [¡y ahí estamos nosotras!], para que todos sean uno, como Tú, oh Padre, estás en Mí, y yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste… Padre, quiero que los que me has dado, estén también Conmigo donde Yo estoy, para que vean Mi gloria, la gloria que me has dado»(vv. 20-24).
Piensa en Jesús orando esas cosas por nosotras. Eso muestra Su corazón, al orar por otros cuando, comprensiblemente, podría haber estado consumido por sus propias necesidades. Él oró por Sí mismo, Él oró por Sus discípulos, Él oró por nosotros, pero sobre todo, en su vida de oración, durante esa semana de la pasión, la Cuaresma, y a lo largo de su vida, Él oró por la gloria de Dios, para que se hiciera la voluntad de Dios.
Apenas unas horas después de hacer esa oración en Juan 17, unas pocas horas después, Él oró en Getsemaní. Les dijo a sus discípulos: «Velen y oren para que no entren en tentación» (Mt. 26:41). ¿No es interesante que los discípulos se durmieron y cayeron en tentación? Jesús oró, mientras ellos dormían, y Él venció la tentación. Él venció el pecado y la muerte, y compró nuestra salvación.
Anoche, mientras meditaba en este pasaje, se me ocurrió este pensamiento: «¿Imagínate si Jesús no hubiera orado? ¿Qué hubiera pasado si se hubiera dormido cuando se suponía que debía estar orando?».
No hay respuesta para eso porque Él siempre hacía la voluntad de Su Padre. Pero piénsalo. ¿Y si se hubiera dormido en lugar de orar? Él también habría sido vencido por la tentación. Pero Jesús no pecó y no podía pecar, por lo que es una pregunta absurda. ¿Pero no estás contenta de que haya orado? Me pregunto qué diferencia habría en nuestras vidas si oráramos en lugar de dormir. Por supuesto que dormir también es un buen regalo de parte de Dios. Hay un momento para dormir, pero hay un momento para despertar y orar.
Número 8, Jesús hizo oraciones fervientes y apasionadas.
No eran oraciones aburridas. Creo que a veces, si fuera posible, nuestras oraciones pondrían a Dios a dormir. Él quizás debe estar preguntándose: ¿Pero realmente les importa si hago lo que me piden o no? ¿Esto realmente les importa? Creo que Dios podría pensar de esa manera acerca de muchas de mis oraciones. ¡Pero no de las de Jesús!
«Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente» (Hch. 5:7).
Llegaremos al Huerto de Getsemaní dentro de poco en esta serie, pero cuán pocas de nosotras tenemos idea de lo que significa agonizar en oración como lo hizo Jesús.
Número 9, Él oró incluso cuando fue abandonado por Su Padre y Dios se negó a responder, Él aun así oró.
Sabemos que el Salmo 22 es un salmo mesiánico. Son palabras que Jesús oró desde la cruz. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El salmo sigue diciendo ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo, y no respondes, y de noche, pero no hay para mí reposo» (vv. 1-2).
Cuando Jesús se hizo pecado por nosotros, Dios le dio la espalda a Su Hijo. Pero Jesús siguió orando. En la hora más oscura y sombría de Su vida, Él demostró, a través de Sus oraciones desde la cruz, fe en que Dios todavía estaba allí. Incluso cuando no podía sentirlo ni percibir Su presencia.
Alabado sea el Señor. Para aquellas que estamos en Cristo, Dios nunca nos desamparará ni nos abandonará. Aunque a veces parece como si lo hubiera hecho. ¿Estoy en lo cierto? A veces, no podemos sentir su presencia, no podemos ver lo que está haciendo. La pregunta es: «¿Seguiremos, como Cristo, orando de todos modos?».
Número 10, todavía Jesús está orando.
¡Me encanta! Él continúa orando por nosotros hoy en el cielo. Él oró durante toda su vida terrenal. Él oró durante toda Su Pasión. Él oró en la cruz. ¡Él todavía está orando! Él no ha dejado de orar:«...puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos»nos dice Hebreos capítulo 7. Romanos 8:34 nos dice que Él está «a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros». ¿No estás contenta por eso?
¡Gracias Jesús por tus oraciones por nosotras! Gracias Señor, porque oraste cuando era fácil y cuando era difícil, oraste en los tiempos ocupados, oraste en los tiempos tranquilos, oraste con nosotros, y cuando oraste solo, y oraste a tu Padre celestial porque le conocías y lo amabas, y anhelabas estar con Él.
Señor, tu vida de oración nos anima. Estamos agradecidas. Te agradecemos. Y así como lo hicieron los discípulos, te pedimos que nos enseñes a orar. Oh Cristo, eres verdaderamente incomparable te adoramos y te amamos. En el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha compartido algunas observaciones sobre la vida de oración de Jesús. ¿No es sorprendente pensar que Él está orando por ti y por mí? La enseñanza de Nancy en estas semanas es parte de su libro «Incomparable».
En el Huerto de Getsemaní, Jesús agonizaba en oración. ¿Por qué afrontó Su próxima prueba con tanta angustia? No fue solo el dolor de la cruz. Algo mucho más profundo estaba en juego. Considera la angustia del alma de Cristo, mañana en Aviva Nuestros Corazones.
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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