Exprimida por el sufrimiento
Carmen Espaillat: Cuando estás bajo presión, ¿qué sale de tu boca? Aquí está Joni Eareckson Tada.
Joni Eareckson Tada: El sufrimiento revela tu verdadero yo—la verdadera Joni—me exprime hasta sacar todas las impurezas, todo el egoísmo, el egocentrismo, las mismas cosas que Dios quiere quemar y eliminar de nuestro carácter. Yo no hubiera podido reconocer esas cosas acerca de mí, de no ser porque el sufrimiento me hubiese apretado hasta sacarlas de mí.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy vamos a escuchar a una verdadera heroína de nuestra generación. Aquí está Nancy para introducir a nuestra invitada.
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Si sabes que Dios está a tu lado, puedes soportar cualquier cosa, incluso el desvelo por estar enferma y sentada en una cama.» Esas palabras fueron escritas por mi amiga, Joni Eareckson Tada. Ella está aquí con …
Carmen Espaillat: Cuando estás bajo presión, ¿qué sale de tu boca? Aquí está Joni Eareckson Tada.
Joni Eareckson Tada: El sufrimiento revela tu verdadero yo—la verdadera Joni—me exprime hasta sacar todas las impurezas, todo el egoísmo, el egocentrismo, las mismas cosas que Dios quiere quemar y eliminar de nuestro carácter. Yo no hubiera podido reconocer esas cosas acerca de mí, de no ser porque el sufrimiento me hubiese apretado hasta sacarlas de mí.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy vamos a escuchar a una verdadera heroína de nuestra generación. Aquí está Nancy para introducir a nuestra invitada.
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Si sabes que Dios está a tu lado, puedes soportar cualquier cosa, incluso el desvelo por estar enferma y sentada en una cama.» Esas palabras fueron escritas por mi amiga, Joni Eareckson Tada. Ella está aquí con nosotras esta semana en Aviva Nuestros Corazones para hablar de resistencia, y de sufrimiento—el mensaje que Dios ha puesto en su vida como resultado de más de 40 años de sufrimiento.
Joni, muchas gracias no sólo por dejar que Dios obre en tu vida, sino por dejar que Él te use como un instrumento de gracia y de redención en la vida de otros. Gracias por estar con nosotras aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Joni: Oh, Nancy, estoy tan honrada y tan bendecida de que me hayas invitado a este programa. Una razón importante es que somos amigas y siempre disfruto el tiempo que paso contigo, pero también porque sé cómo amas a las mujeres. Yo tengo amor por las mujeres también. Significa mucho para mí el poder inspirar a algunas de las mujeres que nos escuchan hoy con las ideas que yo pueda compartir desde esta silla de ruedas. Así que, gracias.
Nancy: Leí los correos electrónicos que llegan de nuestras oyentes. ¡Y estoy tan agradecida cuando nos escriben, cuando comparten con nosotras, nos dicen cómo podemos orar por ellas y lo que Dios está haciendo en sus vidas! Pero tengo que decir que hay muchos de esos mensajes son desgarradores.
Quiero decir, no son sólo situaciones duras y difíciles de la vida. Algunas de ellas son físicas, como las que has experimentado. Otras, y me pregunto si estas son las más duras, son relacionales: problemas conyugales, problemas con los hijos, o áreas de profundo dolor, cargas y disfunciones que parecen seguir, seguir y seguir.
Una parte de mí—al leer esas cartas y correos electrónicos—siente que no sabe qué decir. A veces siento que si yo estuviera en esos zapatos, estaría desesperada. Podría pensar que no hay esperanza. Pero tú has estado en esa silla de ruedas durante 40 años a consecuencia de un accidente al tirarte de cabeza en ese lago, y sin embargo, tienes un mensaje de esperanza, de gracia y una perspectiva que sé que es un aliciente para muchos de los que están en circunstancias de la vida que no parecen cambiar.
Joni: Bueno, gracias, Nancy. Pero me gustaría que nuestras amigas oyentes entiendan que no he llegado a entenderlo todo. No soy una veterana en esta silla de ruedas a pesar de que he estado en ella por 40 años. Honestamente no soy una profesional en esto, Nancy.
Muchas veces cuando me despierto por la mañana, ahora que estoy envejeciendo y estoy pasando por el cambio hormonal, noto que la discapacidad me está invadiendo un poco más cada año. Es cada vez más difícil e incluso un poco más doloroso.
Hay tantas mañanas en que me despierto, y aún después de todos estos años, mi primer pensamiento es: «¡No sé si puedo hacer esto! Estoy tan cansada. ¡No puedo enfrentar esto, Señor Dios, un día más! ¿Cómo voy a encontrar energía hasta que sea la hora de comer? ¡Oh, no puedo esperar para poner mi cabeza sobre la almohada!
Sin embargo, Señor, Tú pones el día de hoy delante de mí. Cuando mi dama de compañía se asome en la puerta de la habitación para darme un baño en la cama, para hacer mis ejercicios de motricidad, cuando me vista, me ponga en la silla de ruedas, cepille mi pelo, me cepille los dientes—Oh Dios, tengo que darle una sonrisa. Así que por favor, ¿puedo tomar prestada Tu sonrisa hoy? Te necesito desesperadamente. Oh, Dios, por favor hazte manifiesto. ¡Ayúdame Jesús! »
Nancy, honestamente, creo que esa es la manera cristiana de vivir. Esa es la manera bíblica de vivir. No es una forma vergonzosa de vivir. El apóstol Pablo dice: «gloríese en sus aflicciones» (2 Co 12:5, parafraseado). Dile al Señor la verdad. Ve con Él por la mañana y dile: «No puedo hacer esto.» Digo, fue el mismo Jesús quien dijo: «De todos modos no puedes hacerlo. No puedes hacer nada sin mí» (Juan 15:5, parafraseado). Así que ¿por qué no admitirlo?
Prácticamente todas las mañanas esta parálisis me empuja al trono de Dios para pedir Su gracia. Tal vez las personas realmente discapacitadas son verdaderamente las que cuando se despiertan por la mañana al escuchar la alarma la apagan, saltan de la cama, toman una ducha rápida, devoran el desayuno, y luego salen por la puerta principal en piloto automático.
Tal vez son los más discapacitados porque Dios dice en Santiago capítulo 4, «El resiste a los soberbios» (Stgo 4:6b, parafraseado). Algunas traducciones dicen: «Se opone, está en contra de los soberbios.»
¿Quiénes son los soberbios? Las personas—las mujeres—que piensan que tienen la vida resuelta. Ok. Ya resolvi esto. Ya lo resolví, Señor. Voy a seguir adelante por mis propios medios, y sólo voy a consultarte de vez en cuando si te necesito, pero yo puedo con esta cosa llamada vida. Dios dice: «Si esa es la manera en que despiertas por la mañana y enfrentas el día, estoy en contra tuya. Yo resisto a los soberbios, pero (y aquí está la mejor parte) Él da gracia a los humildes.»
Nancy, tú y yo sabemos que los humildes son simplemente aquellos que reconocen su necesidad desesperada de Dios, sus «manos vacías» debido a su pobreza espiritual. Le doy gracias a Él por esta silla de ruedas. Yo puedo darle las gracias por ella y en ella, porque es lo que me impulsa a ir a Su corazón cada mañana por nueva gracia, por nueva perspectiva, nueva esperanza, nuevas y frescas misericordias.
¡Grande es la fidelidad de Dios! Él realmente se revela. ¡Realmente me da la sonrisa para que reciba a mi dama de compañía cuando ella entra a la habitación a levantarme por la mañana!
Nancy: A menudo digo que todo lo que me hace necesitar a Dios es una bendición. Ahora bien, muchas veces no vivo de esa manera. Me encuentro muy a menudo quejándome, lamentándome y gimiendo bajo el peso de las cosas que me hacen sentir necesitada o desesperada. Pero si puedo ver la perspectiva de Dios en ello, me doy cuenta de que ¡todo lo que me hace realmente necesitar a Dios es una bendición!
Joni: Es una bendición que deja moretones, ¿no es así? A menudo considero mi cuadriplejia como un extraño y sombrío compañero. Como Sheldon Vanauken dijo: «Es una misericordia severa» (1977). Pero es algo que Dios sabe que necesito.
El sufrimiento es un libro de texto que nos enseña acerca de nosotros mismos. El sufrimiento nos muestra quienes somos realmente. Hace algún tiempo estaba teniendo desacuerdos con mi marido. Oh, me la pasaba descargándome sobre él; estaba furiosa y haciendo pataletas. Más tarde me disculpé con Ken. Le dije: «Oh cariño, lo siento mucho. No sé qué me ha pasado. Esa no soy yo. »
Él me miró directamente y dijo: «Esa eres tú. Así eres tú. Esa es quien eres.»
Me sentí tan humillada y avergonzada. Pero el sufrimiento revela tu verdadero yo—la verdadera Joni—me exprime hasta sacar todas las impurezas, todo el egoísmo y el egocentrismo, las mismas cosas que Dios quiere quemar y eliminar de nuestro carácter. Yo no hubiera podido reconocer esas cosas acerca de mí, de no ser porque el sufrimiento me hubiese apretado hasta sacarlas de mi.
Nancy: O si no tuvieras un marido que te ayuda señalándotelas.
Joni: Eso es correcto. Me muestra todos mis puntos ciegos, ¡gloria al Señor!
Nancy: Él realmente te ama.
Joni: Si, el realmente me ama. Es un gran hombre, mi querido esposo. Hemos estado casados casi 25 años. Es mi más querido y cercano compañero. Ambos reconocemos que esta silla de ruedas es lo que ha fortalecido nuestro matrimonio.
Nancy: Tú has dicho que el sufrimiento nos recuerda lo que amamos, nos muestra si amamos al Dios de toda consolación o al consuelo que pudiera llegar a convertirse en nuestro Dios. ¿Qué quisiste decir con eso?
Joni: Bueno, déjame volver atrás para decirte que cuando yo era una niña en la escuela secundaria y conocí por primera vez a Cristo, con mi pequeña Biblia, nos pidieron que eligiéramos un versículo de vida. La hojeé rápidamente y me encontré con este versículo en Filipenses capítulo 3. «y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Fil 3:10-11).
Yo ni siquiera sabía lo que eso significaba, pero lo subrayé en color rojo y puse en el margen, «versículo de vida.» Lo aprendí de memoria porque tenía esa habilidad, haciendo énfasis en: «Quiero conocer a Cristo», bueno, seguro que todos queremos conocer a Cristo.
Nancy: ...así como el poder de Su resurrección.
Joni: ¡Oh, por favor, sí quiero! Pero luego, cuando llegamos a esa parte sobre compartir sus sufrimientos, pensamos: «Bueno, yo no estoy tan segura de que quiero conocerte tan bien, Señor.» Pero, entonces viene la parte en que Dios nos llama a profundizar hacia la «participación en sus padecimientos» y de llegar a ser como Él en Su muerte.
Nancy, me ha dado trabajo aceptar esa parte de ese versículo. Creo que significa que cuando Dios nos invita a entrar en el santuario secreto de participar con Él—de participar en los sufrimientos de su Hijo, Él nos está haciendo la oferta de que tomemos nuestra cruz cada día, y muramos a los pecados por los que Él murió sobre Su cruz. De este modo, es como llegamos a ser como Él en su muerte. Morimos a los pecados por los que Él murió en la cruz.
El centro del plan de Dios es rescatarnos del pecado. Ese es realmente el enfoque de Dios. Nuestro dolor, nuestros problemas y comodidades no son Su prioridad. Dios está en el cielo decidido a rescatarnos de nuestra naturaleza pecadora.
Creo que cuando uno finalmente llega a ser como Cristo en Su muerte uno puede decir: «Muy bien, Dios, me rindo. En este momento confieso este pecado. Voy a dejar este viejo hábito atrás. Voy a descansar y a invitarte a reinar en mi corazón. Guíame. Dame el poder y la fuerza para decir: "No" a esas raíces de amargura, a este espíritu de queja, al rencor… sácalo de raíz, Dios, y sustitúyelos por algo nuevo y fresco que sea agradable a ti.»
Una vez que hagamos eso, una vez que nos liberemos del pecado y permitamos que el Espíritu Santo acabe con todos esos pecados domesticados (ya sabes cómo somos las mujeres)…
Nancy: Los pecados respetables.
Joni: ¡Oh sí! ¡Nosotras domesticamos, domamos y educamos los pecados que ocultamos del escrutinio del Espíritu! Somos buenas en hacer eso. Somos cuidadosas y hábiles en eso. Esos son los pecados que Dios quiere eliminar—esos que nosotros educamos, domamos y domesticamos.
Nancy: Incluso a veces los «espiritualizamos».
Joni: Exactamente. Dios no quiere saber nada de ellos. Si vamos a llamar a Jesús nuestro Señor, Él no querrá saber nada de esto. Él recibirá estos pecados, si queremos confesarlos. Entonces nos quedamos al descubierto, desarmadas delante de Dios, y es entonces que nuestros corazones pueden ser unidos de una mejor manera al Suyo.
No sólo nos hacemos semejantes a Él en Su muerte, sino que es en ese momento cuando realmente vivimos la vida. ¡Qué gozo es éste que me permite no tener nada, y sin embargo poseerlo todo!—¡estar afligida, pero siempre alegre! Es la clase de paz y poder que hace que alabes al Señor sin importar las circunstancias de la vida—incluso si eres, como yo—una parapléjica.
Creo que es entonces cuando Dios infunde esa esperanza celestial y alegre en tus venas espirituales. Esto sólo ocurre cuando decimos, «no» a la impiedad y «sí», a Su gracia. Dios comparte Su gozo en Sus términos. Estos términos nos llaman de alguna manera a sufrir, al igual que Su amado Hijo lo hizo cuando caminó en la tierra.
Nancy: Has hablado de esa iniciación que se da para entrar al club de «los participantes de Sus padecimientos.» A veces parece que las cuotas para ese club son muy altas. ¿Por qué querría alguien unirse al club de, «los participantes de Sus padecimientos?»
Joni: Creo que esa es la «hora de la verdad de nuestra fe.» De eso es que se trata la fe. Se centra en las promesas de Dios. «Oh Dios, ¿estás seguro? ¿Me estás diciendo que realmente me puedes dar vida en abundancia? ¿Me estás diciendo que puedo realmente darle la bienvenida a esta prueba como a un amigo que puedo regocijarme en ella? ¿De verdad me estás diciendo que debo regocijarme en el sufrimiento? ¿Es eso posible?»
Se necesita fe para creer eso. Pero la fe no son pensamientos nebulosos, imprecisos, brumosos, o melancólicos. No. Está cimentada en el Peñón de Gibraltar—en las sólidas y verdaderas promesas de la Escritura que están ancladas en tu corazón, mientras tú mantienes listas cortas y vas por el día corrigiendo tu curso de acción.
«Oh Señor Jesús, ¿qué quieres que yo haga aquí? Oh Padre, he mentido. Exageré. Ayúdame a volver atrás y hacer lo correcto.» Listitas cortas cada día—mirando esos pequeños patrones pecaminosos que tú sabes que el Espíritu Santo te está señalando. Quitándolos del medio y limpiándolos ante Dios si es necesario, mientras permites que Su Espíritu te ayude a vivir una vida que le agrade a Él.
Entonces descubres que—¡santo cielo!— ¡estas promesas son reales! Tú ya no serás sorprendida por el fuego de las pruebas, porque sabes que han llegado para probar tu fe. Eso no es malo en lo absoluto.
Nancy: Joni, tengo que decir que a lo largo de los años, cada vez que te veo—por supuesto que siempre estás en tu silla de ruedas. Pero a lo largo de, no sé ya ni cuántos años, 15 ó 20 quizás, en ocasiones en las que te he visto en diferentes circunstancias, siempre tienes una sonrisa. Con frecuencia hay un himno en tus labios. ¡He oído incluso que rompes a cantar! Tú eres cálida, atractiva, atrayente y te conectas con las personas que esperan en fila de pie para hablar contigo, para saber cosas de ti o hacerte preguntas.
Te veo en esos espacios públicos. Y siempre pareces estar viviendo este mensaje. Tengo que decirte, que a veces me pregunto, »¿tendrá Joni realmente alguna grieta emocional?» Quiero decir, soy una persona pública también y sé cómo hacer lo que se tiene que hacer, cuando te sientes muy cansada, muy agotada, o muy desgastada. Pero tú pareces tener siempre ese gozo. ¿Alguna vez tienes que luchar por mantener la fe?
Joni: Últimamente he tenido una gran batalla con dolores crónicos. A principios de este año estuve en cama durante un par de meses—aproximadamente dos meses y medio—con un grave y severo dolor de espalda. Fue un dolor alucinante. Me sentí como si fuera a desfallecer.
Tuve muchas noches oscuras, cuando no podía pedirle a mi marido que despertara una vez más para que me ayudara a darme la vuelta. Así que terminaba apretando los dientes y aguantando hasta el amanecer, cuando mi dama de compañía estaba a punto de venir por mí, porque no podía pedirle a él que me levantara una vez más.
Sí, hay muchas veces en que mi discapacidad me pone contra la pared, y siento como que estoy emocionalmente en un callejón sin salida. Alguien me dijo una vez: «Cuando te sientas así, Joni, simplemente date la vuelta, enfrenta esa pared y camina a través de ella. Encontrarás a Jesús en el centro de la pared.» Él tenía razón.
Creo que nadie puede entender tu dolor, excepto el Señor Jesús. No espero que la gente entienda—cuando hablo de la brillantez y la alegría de saber que Jesús es el Señor, de la dulzura y la intimidad del amor del Salvador… no puedo decir todo esto en un momento y al mismo tiempo convencerte de la realidad de que también tengo muchos momentos de ansiedad, de miedo y de dudas.
Pero Nancy, es en esos momentos—y sucede todo el tiempo—que vuelvo a caer en los hábitos maravillosamente piadosos que ahora son parte de mi carácter. «Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado.» (Ro. 5:3-4). He cambiado. Ya no soy la chica de 14 años de edad que una vez fui hace unos treinta y algo de años.
Soy una mujer que ha sido transformada de gloria en gloria. He visto a mi Salvador, y Él ha sido mi salvación en el más oscuro de mis momentos. He vuelto a caer en hábitos que acaban trayéndome a los pies de la cruz. Si me duele la espalda, nos detenemos y oramos. Aunque estemos en un ascensor. O en la recepción de un hotel.
Si estoy con una amiga y me estoy sintiendo cansada, le pregunto: «Vamos a cantar un himno. ¿Podemos cantar un himno en este momento? ¿Cuál es tu canción favorita de las Escrituras?» Algo, cualquier cosa que me haga centrarme en las glorias celestiales, donde se me llama a poner mi atención en Colosenses capítulo 3 (v. 1).
Una cosa más, Nancy—sé que la vida es corta. Yo sé que mi cuadriplejia no va a durar para siempre. Sé que no quiero llegar al cielo y mirar por el espejo retrovisor y pensar: «Jesús, ¿por qué desperdicié todos esos sufrimientos? La vida fue muy corta. No fue más que un pequeño punto en la pantalla de mi eternidad. ¿Cómo pude haber dudado de ti? ¿Cómo pude haber vivido de manera tan egoísta?»
Quiero decir, sé que el cielo está a punto de romper el horizonte terrestre. Todo lo que hago aquí en la tierra, cada elección, cada decisión que tomo, tendrá un efecto directo en mi capacidad de servicio, gozo y adoración en el cielo. No quiero perder esa oportunidad aquí en la tierra. Quiero redimir esa oportunidad. Esa es sólo una parte del hábito y el carácter que Dios me ha infundido.
Me glorío de mi aflicción. Me regocijo en la limitación. Me glorío en la enfermedad porque yo sé que es entonces cuando el poder de Cristo reposa sobre mí —y reposa también en todas nuestras amigas oyentes que hacen lo mismo.
Nancy: Pero eso no quiere decir que sea más fácil.
Joni: No lo es.
Nancy: Tú has dicho que en cierto modo, es cada vez más difícil. Yo creo poder decir con seguridad que la lucha con el cansancio y con el desaliento en la batalla posiblemente no está relacionada totalmente con tu discapacidad. Algunas luchas tienen que ver con nuestra naturaleza humana. Otras con el hecho de que somos mujeres. Por estar expuestas al ojo público. Hay desafíos asociados con todo esto que nos pueden hacer propensas al desaliento.
Estoy pensando por ejemplo en «El Progreso del Peregrino» el cual he estado leyendo recientemente. Durante todo el camino hacia la Ciudad Celestial de este peregrino, para Cristiano, hay desafíos.
Joni: Es interesante que menciones eso. A principios de este año yo estaba en el apartamento de mi madre en Ocean City. Mi madre partió hace tiempo para estar con Jesús. Encontré una vieja copia de El progreso del peregrino, de inicios del 1900, que perteneció a mi padre. Estaba toda magullada, maltratada, y sucia con las páginas de color amarillo.
Volví a ese último capítulo donde Cristiano, en su peregrinar, puede ver la Ciudad Celestial. Ahí está. ¡Oh Dios mío! Él comienza a chapotear a través del río, esta confusión, esta terrible vorágine de problemas, temores y ansiedades, lo ahogan, y empujan hacia abajo.
Nancy: ¡Justo llegando a la meta!
Joni: ¡Justo llegando a la meta! Pero él se aferra del hombro de Esperanza, y Esperanza no mira hacia atrás. Él siguió su camino. Él siguió su camino.
Quiero terminar bien la carrera. Quiero pelear la buena batalla. Quiero cruzar la meta y no avergonzarme de mi Salvador. Estoy tan deseosa de escuchar las palabras: «Bien hecho sierva buena y fiel.»
Nancy: Joni, no puedo decirte cuántas veces mientras «corro mi propia carrera», cuando he estado cansada, frustrada, temerosa, ansiosa, y en ocasiones plagada de dudas, miedos o tropiezos —no puedo decirte cuántas veces, el Señor te ha traído a mi mente.
Joni: ¿En serio?
Nancy: Sí. Una y otra y otra vez. También he oído a otras personas decir esto, y esto ha sido un recordatorio para que ore por ti, porque a pesar de lo que estoy soportando ese día, tus retos diarios sólo en el aspecto físico, son mucho mayores de los que yo estoy experimentando.
Pero también Dios te ha usado para que seas una «esperanza» para esta peregrina.
Joni: Bueno, es interesante que estés mencionando que luchas; que dudas; que tienes inquietudes; que te cansas; porque eso me alienta. Es como, «¿quieres decir que Nancy tiene realmente esos momentos?» Pero esa es otra evidencia del libro de Santiago, donde se nos dice que «confesemos nuestros pecados los unos a los otros, para que podamos ser sanados» (Stgo 5:16, parafraseado).
El pecado exige que te pongas un yeso blanco, te cubras de santidad, exhibas una sonrisa, y avances en tus fuerzas día a día. Pero Dios no quiere nada de eso. Él exige que el pecado no se esconda detrás de esa apariencia.
Hacemos bien cuando nos confesamos los pecados unos a otros, ¿verdad? Hay días en que estamos cansados, días terribles y angustiosos, días en los que podemos apoyarnos unos a otros y ser reales, transparentes y vulnerables ante los demás, lo que le da el Espíritu de Cristo bastante libertad para moverse. ¿No crees?
Nancy: ¡Amén! Cuando retomemos mañana esta conversación, queremos oír más sobre algunas de las cosas que Dios ha usado para fortalecerte en tu carrera y llevarte más cerca de la meta.
Hemos estado conversando con Joni Eareckson Tada. Ella es una gran amiga y compañera, y ha sido una de las personas que más me ha motivado en mí caminar con el Señor. Espero que te unas a nosotras de nuevo mañana en Aviva Nuestros Corazones.
Carmen Espaillat: Tanto Nancy DeMoss de Wolgemuth como Joni Eareckson Tada tienen mucho que ofrecer. Ha sido una bendición escuchar esta conversación.
Joni nos ha estado hablando sobre las aflicciones y cómo estas nos acercan más a Dios. Si te interesa buscar más recursos sobre este tema, te invito a visitarnos en nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí puedes encontrar recursos que te guiarán a una perspectiva bíblica de los problemas y dificultades que puedas estar atravesando. Visítanos hoy en AvivaNuestrosCorazones.com.
Te invito a visitar también la pestaña «Eventos.» Aquí está Nancy con una información importante.
Nancy: Sabías que puedes estar involucrada en discipular, mentorear a otras mujeres de diferentes maneras, sin importar quien seas? Espero que consideres unirte a Aviva Nuestros Corazones para la conferencia Revive 17 «Mujeres mentorando mujeres, según Tito 2», los días 29 y 30 de septiembre de este año, a través de las transmisión en vivo, en inglés y en español.
Reúne un grupo de amigas y animate a cumplir el propósito que Dios ha creado para ti: Adornar el evangelio de Cristo junto a otras mujeres.
Carmen: Para más información visita nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Te has preguntado alguna vez: «¿Por qué la vida es tan dura?» Cuando las cosas son difíciles, tendemos a asumir que algo anda mal y necesita ser arreglado. Joni te ofrecerá una perspectiva diferente mañana. Espero que puedas unirte a nosotras aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Crea en Mi, Coalo Zamorano, Confesiones de un Corazón Agradecido ℗ 2014 Canzion Group LP
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