¿Existe un atajo a la gloria?
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te pregunta: «En tu casa, ¿Estás tratando de competir con los demás, o estás tomando el rol de sierva?»
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Mantienes un puntaje de lo mucho que has hecho tú en comparación con lo poco que otros han hecho? Eso es competir; eso es «querer ser el primero». ¿O haces que tu meta sea ser servir a todos los demás en la familia?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 14 de junio de 2024.
Ayer Nancy comenzó una serie titulada: «¿Cómo alcanzar la grandeza?». Hemos estado viendo tres historias sobre Jesús y sus discípulos que definen la verdadera grandeza. Desafortunadamente, para mí es fácil relacionarme con los discípulos ambiciosos y peleones. Pero la enseñanza de hoy nos animará a ser más como Jesús, quien se hizo servidor de todos.
Nancy: …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te pregunta: «En tu casa, ¿Estás tratando de competir con los demás, o estás tomando el rol de sierva?»
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Mantienes un puntaje de lo mucho que has hecho tú en comparación con lo poco que otros han hecho? Eso es competir; eso es «querer ser el primero». ¿O haces que tu meta sea ser servir a todos los demás en la familia?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 14 de junio de 2024.
Ayer Nancy comenzó una serie titulada: «¿Cómo alcanzar la grandeza?». Hemos estado viendo tres historias sobre Jesús y sus discípulos que definen la verdadera grandeza. Desafortunadamente, para mí es fácil relacionarme con los discípulos ambiciosos y peleones. Pero la enseñanza de hoy nos animará a ser más como Jesús, quien se hizo servidor de todos.
Nancy: Estamos haciendo una serie corta, para ver tres pasajes de las Escrituras que han capturado mi corazón y han llamado mi atención. Son tres incidentes en la vida de los discípulos donde había alguna contienda en cuanto a quién era el mejor, quién era el mayor, quién era el más importante, quién era el primero.
Su idea de grandeza era tan diferente a la idea de grandeza de Jesús. Vimos uno de esos pasajes en la última sesión, en el Evangelio de Marcos, capítulo 9, donde los discípulos estaban discutiendo sobre quién era el más grande.
Jesús les dijo: «¿Quieren saber quién es el más grande? Es aquel que está dispuesto a ponerse a sí mismo de último, y que está dispuesto a ser un siervo para todos los demás. Esa es la persona que es la más grande. Humildad más servicio es igual a verdadera grandeza».
Los discípulos eran muy parecidos a nosotras, en que ellos no tendían a «entender» las cosas en la primera ronda. Tenían que ser recordados una y otra vez. Este es un tema en el que eran particularmente testarudos. Este es un asunto que me temo, también nosotras podemos ser muy cabezas duras.
Es asombroso para mí ver estas discusiones, estos tres pasajes que estamos mirando (y vamos a ver el segundo en el día de hoy), todos tienen lugar en el contexto de Jesús diciéndoles a sus discípulos: «Yo voy a ser asesinado. Voy a ser rechazado, yo voy a ser crucificado, y voy a volver a la vida».
Si bien toda la preocupación sobre el plan cósmico de la redención se arremolina en torno a Jesús, los discípulos están actuando como niños. «Nah, nah, nah, nah, nah. Yo soy el mejor; Yo soy el primero; Yo soy el más grande». Tú lo lees y piensas, «¿Cómo podía ser esto?»
Entonces miro mi propio corazón, mis relaciones, mis conversaciones, y creo que sí, ¿cómo puedo ser así? Mira hoy en Marcos capítulo 10 llegamos al segundo relato, y aquí tenemos a Jesús prediciendo su muerte por tercera vez. Es importante ver el contexto en el que surgieron estos debates.
Marcos 10, comenzando en el versículo 32,
«E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban perplejos, y los que le seguían tenían miedo. Y tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: (esta es ya la tercera vez) He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles. Y se burlarán de Él y le escupirán, le azotarán y le matarán, y tres días después resucitará» (vv. 32-34).
¡Bastante claro! Bueno, para nosotras está bien claro, para ellos no lo era. Mira lo que sigue, el siguiente versículo. Como si ellos no hubieran oído nada de lo que Jesús acababa de decir. Jesús acaba de decirles a sus discípulos: «Yo voy a morir; voy a ser crucificado». Y los discípulos están ajenos, indiferentes a lo que está pasando en la vida de Jesús. Lo que les preocupaba eran sus propios intereses.
Comenzando en el versículo 35,
«Y se le acercaron Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos».
Ahora, ellos no están preocupados por lo que pueden hacer por Él, o por cualquier otra persona. Ellos quieren que Jesús haga algo por ellos. Versículo 36,
«Y Él les dijo:¿Qué queréis que haga por vosotros. Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Ahora, Jesús había vuelto su rostro con dirección hacia Jerusalén, donde le esperaba la cruz a Él. Nada se lo podía impedir. Pero los discípulos quieren pasar por alto la cruz y encontrar un atajo directo a la gloria. Cuando lleguen allí, quieren tener un asiento de primera y una posición esperando por ellos.
Si vas a la narración de Mateo, es el mismo relato, pero de nuevo otro paralelo. En Mateo capítulo 20, verás que su madre hizo la solicitud. Permítanme leerles lo que dice ahí. Mateo 20, comenzando en el versículo 20,
«Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante Él y pidiéndole algo. Y Él le dijo:¿Qué deseas? Ella le dijo: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (vv. 20-21).
Ahora, ¿qué sucedió? ¿Vinieron los discípulos o fue la madre que vino? La respuesta es: «Sí».
Al parecer, Santiago y Juan que eran hermanos, habían utilizado a su madre para que apelara a su favor. Ya que Jesús les respondió a ellos, sugiere que ellos habían llegado con esa idea desde el principio. Así que aquí está una madre bien intencionada, y que se alegra de darles un poco de impulso a sus hijos, de manera que puedan conseguir ese honor y esa promoción.
Creo que cuando pones estos pasajes juntos parece que la idea fue instigada por Santiago y Juan, y que estaban usando a su madre como parte del proceso. Ahora, Santiago y Juan, eran hijos de Zebedeo, y eran dos de los tres discípulos en el círculo íntimo de Jesús. . . ellos ya tenían una posición privilegiada.
Su madre, Salomé, era probablemente hermana de María de Nazaret, lo que significa que, si ese es el caso, entonces Santiago y Juan eran primos hermanos de Jesús. Así que se podría pensar que si alguien tendría el «derecho» a hacer una petición especial, que ellos la harían. Están en el círculo interior, y son parientes cercanos de Jesús.
Creo que probablemente estaban pensando, no hay nada anormal o inadecuado con esta solicitud. De hecho, en el capítulo anterior, solo unos días antes, Jesús les había dicho a los discípulos que se sentarían en tronos con Él.
Mateo 19, versículo 28: «Y Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel». Así que no hay nada malo con desear lo que Jesús ha dicho que en realidad se haría realidad.
El problema es que estos dos hermanos, Santiago y Juan, están tratando de ser colocados por encima de los demás. Ellos quieren los mejores asientos en la casa. Leemos acerca de otros como ellos entre los fariseos en Mateo 23. A los escribas y los fariseos les encantaba el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas.
Ellos querían ser reconocidos, querían ser estimados, querían ser valorados por encima de los demás. Creo que parte del problema con los discípulos, en este caso, es que ellos estaban pensando en un reino político temporal.
Cuando Jesús iba a Jerusalén, sí, sí, sí, Él dice esto acerca de que va a morir, pero en realidad, Él es el Mesías. Él es el Rey. Él va a venir y va a derrocar a los romanos. Eso es lo que ellos estaban pensando. Ellos estaban pensando cuando Jesús llegó a Jerusalén que Él iba a derrocar el gobierno, y los romanos iban a ser eliminados y Jesús iba a establecer Su reino.
Había muchos pasajes del Antiguo Testamento sobre el reino de Dios siendo establecido, pero los pasajes que ellos perdieron de vista fueron los que hablaban de lo que tenía que venir primero; la humillación antes que la exaltación. Tú ves, Jesús no vino a establecer un reino temporal, un reino físico en esta tierra primero; un día Él lo hará, pero Él vino primero a establecer un reino eterno espiritual.
Los discípulos, pensando que este era un reino temporal, un reino físico que iba a tener lugar en Jerusalén, aquí y ahora, ellos querían los puestos del número uno y dos en la administración de Jesús. Pensaron que era el momento de ellos poner su oferta.
Así que en lugar de esperar a que la elección o el nombramiento les llegara, «Solo vamos a ir primero a la cabeza, delante de los otros y vamos a pedir esas posiciones ahora». No se dieron cuenta de lo que se requería para ser elevados a esas posiciones. Ellos querían un atajo.
Querían llegar solo por decreto, con Jesús diciendo: «Bueno, tú tienes el número uno, tú tienes el número dos». Así que se disputaban el protagonismo, el poder, la posición, la influencia. Querían ser el más grande. Buscaban honor, control, autoridad. Querían estar a cargo. Estaban buscando el reconocimiento, la aprobación, la admiración. ¿Les suena esto como algo con lo que nadie lucha aquí? Permítanme levantar mi mano al aire.
¿Cuántas veces en mi corazón he estado buscando estas mismas cosas? Ellos querían todas estas cosas por razones egoístas para servirse ellos mismos. Esa es la manera del mundo. Eso es lo que es natural; eso es lo que es humano. Lo queremos para nosotras mismas, como lo hicieron los discípulos. Y lo queremos para los que amamos, como su madre lo hizo. Darles un empujoncito. Las mamás puede que no quieran esto tanto para sí mismas como lo quieren para sus hijos o tal vez para su marido.
Lo que termina pasando es que:
- Nosotras maniobramos.
- Manipulamos
- Hacemos nuestros propios esquemas
- Competimos
- Nos esforzamos
- Somos capaces de pisotear a otros si es necesario, con tal de que lleguemos a un nivel más alto.
Nos elevamos de tal manera que otros se ven inferiores. Si tenemos que despreciar a otros con el fin de exaltarnos a nosotras mismas, lo haremos. Quitamos a otros a codazos. Solo tendremos que darle un empujoncito a los otros por el camino. Ahora, no solemos hacer eso físicamente, aunque es probable que hayas visto algunos de tus hijos hacer eso. Simplemente lo hacemos en una forma más adulta. Lo hacemos con miradas, actitudes y palabras. Pisoteamos a otros si es necesario, con el fin de llegar a la cima.
¿Cómo responde Jesús a todo esto? Él dice en el versículo 38 (de nuevo en Marcos, capítulo 10) «No saben lo que están pidiendo». (Ellos dijeron: queremos la mano izquierda y la mano derecha).
«Jesús les dijo: No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Y ellos le dijeron: “Podemos”. Y Jesús les dijo: “La copa que yo bebo beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados”».
¿Qué es toda esta charla sobre la copa y el bautismo? ¿Qué significa?
Él simplemente les está diciendo: «Hay una copa que beber, y hay un bautismo que hay que soportar, y es la copa y el bautismo del dolor y del sufrimiento. Es la cruz, y yo nunca voy a ser exaltado hasta que vaya a través de la cruz». Jesús sabía esto acerca de Sí mismo, pero lo que estaba tratando de decirles era: «ustedes nunca serán elevados al lugar que Dios quiere ponerles hasta que estén dispuestos a beber esa copa y pasar por el bautismo del dolor y del sufrimiento. . . la humillación antes de la exaltación».
No hay atajos. Jesús no podía tomar un atajo al lugar de exaltación que Él disfruta hoy a la diestra del Padre. Tuvo que llegar por medio de la cruz. Dios nos quiere exaltar. Él dice: «Humíllate, y serás exaltado por Dios». Pero nosotras queremos tomar el atajo. Queremos que sea de la forma más fácil y barata. Queremos que el camino sea sin dolor. Queremos obtener el primer lugar, el lugar de preeminencia, la exaltación, la grandeza sin ir de una manera humilde, por el camino de los humildes y los mansos, y por el camino de la obediencia. Pero Jesús dijo que no hay atajos.
Eso es lo que quiso decir cuando dijo: «No saben lo que están pidiendo. Ustedes no saben lo que se necesita para llegar allí». Y los discípulos fueron, probablemente, demasiado prontos en decir: «Oh, sí, estamos dispuestos a beber esa copa y pasar por el bautismo». ¿Dónde estaban los discípulos no mucho tiempo después cuando todo esto se estaba haciendo realidad y Jesús estaba siendo capturado, arrestado, juzgado, condenado y crucificado?
¿Dónde estaban? ¿Listos para beber esa copa, dispuestos a pasar por ese bautismo? De ninguna manera. Estaban corriendo. Estaban asustados. Estaban aterrorizados. Jesús conocía sus corazones, de un modo que ni ellos mismos sabían. Y Jesús les dijo: «Tendrán que beber esa copa y pasar por ese bautismo», y en última instancia lo hicieron.
En última instancia, ellos sufrieron por la causa del Salvador, y se dieron cuenta de que Dios exalta a los que se humillan, a los que buscan el lugar más bajo en vez del lugar más alto. Jesús ha dado estas palabras, esta respuesta, a Santiago y a Juan, pero luego mira el versículo 41 de Marcos 10.
«Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan». ¿Por qué crees que eso sucedió? ¡Porque ellos se sentían de la misma manera! Querían ser el número uno y el número dos. Era por celos. Ellos estaban molestos de que Santiago y Juan llegaron a Jesús en primer lugar, para pedir el favor. «Nos hubiera gustado haber llegado hasta allí».
Jesús conocía sus corazones, sabía de su egoísmo, de su autopromoción, de su ambición egoísta. Así que en el versículo 42 de Marcos capítulo 10, Jesús los llama hacia Él y les dice:
«Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos».
Esa palabra, «se enseñorean» es una palabra griega grande y larga. Significa «gobernar, despreciar a las personas» para estar en tu lugar exaltado debes gobernar degradando las otras personas.
Esa es la forma en la que se construían los gobiernos en esos días. Estaba la gente en la parte superior, las autoridades, los gobernantes, y lo que hacían era que «se enseñoreaban» de las otras personas. En los imperios griegos y romano, el orgullo se consideraba una virtud, y la humildad se consideraba una debilidad. Los esclavos eran despreciados y los gobernantes eran venerados. Esa es la manera en la que opera el reino del hombre.
El reino de este mundo opera con un sistema de valores completamente diferente a los del reino de Dios. Lo que es muy apreciado por el mundo no significa nada para Dios, y lo que es muy estimado por Dios es despreciado por el mundo.
Hoy en día, ¿cuáles son algunas de las virtudes que se consideran como supremas? El orgullo, el control, la autoestima, y la forma que comúnmente tenemos de ver al que está en autoridad hoy, significa que tiene más derechos que las otras personas. Si estás en autoridad puedes controlar a la otra persona y puedes hacer las cosas a tu manera.
Pero Jesús presenta un nuevo punto de vista de lo que es la autoridad. Es un enfoque donde el que está en autoridad es que el sirve. El objetivo no es hacerlo a tu manera, no es tener la razón, no tienes más derechos, no estás en control. El objetivo del tipo de autoridad que sirve, es proteger a los que están bajo su autoridad, proveer para su bienestar, para levantarlos, para hacer lo que se pueda para servirles.
Jesús dice en el versículo 42: «Así es el camino del mundo. . . el reino del hombre, que se enseñorean, esa es la forma en que ejercen la autoridad», pero en el versículo 43 dice: «Pero entre vosotros no será así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor». Esa es la palabra, «diakonos,» esa es la palabra que significa «un camarero, un asistente, alguien que toma las directrices de los demás».
Si quieres ser grande, debes ser un siervo. Y el que quiera ser el primero de todos, será esclavo de todos. Esa es la palabra griega «doulos» esclavo, siervo, la posición de servidumbre la categoría más baja de servidumbre en todo el sistema económico de ese tiempo.
En el sistema del mundo, los gobernantes se enseñorean de quienes están bajo su autoridad y los grandes ejercen su autoridad sobre los demás. En el sistema de Dios, el que es grande es un siervo, el que es primero es el que está dispuesto a ser esclavo de todos.
Eso es tan cuesta arriba de la manera en que el mundo mira a la posición, el rango y la grandeza. Y luego dice Jesús el gran versículo, el versículo 45 de Marcos capítulo 10: «Porque el Hijo del Hombre» el Gobernante del universo, el Creador del universo, Aquel que era igual a Dios. . .incluso el Hijo del Hombre, no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos.
Él es el Señor del cielo y de la tierra, Él tenía el derecho de ejercer autoridad sobre todo ser humano sobre la faz de la tierra, pero Él cedió ese derecho, y Él vino a servirnos. Él renunció a todo para satisfacer nuestras necesidades.
Él nos dice: ya que estás en el ministerio sirviendo a los demás, ya sea como mamá, como consejera, haciendo discípulos, en el lugar de trabajo, no estás en este trabajo o este ministerio por lo que puedas sacar de él, estás en ese lugar por lo que tú puedes dar a los demás.
Necesito recordar esto en el contexto del ministerio. Tengo muchos privilegios. Recibo muchas muestras de gratitud y aprecio y oportunidades para viajar; aunque la oportunidad más grande para mí es quedarme en casa. Pero tengo que recordarme que no estoy en esto por lo que este ministerio puede hacer por mí.
Es por eso que, por cierto, es para mí un gran privilegio no tener que tener un sueldo de nuestro ministerio. Ni un centavo de lo que las personas donan a Aviva Nuestros Corazones se utiliza para mi salario. Es por eso que es un privilegio que todos los derechos de autor de todos los libros que he escrito se pueden dar de vuelta al ministerio. Yo no tomo ninguna de esas ofrendas para uso personal.
No estoy presumiendo de esto aquí. Yo digo que es un privilegio estar en este ministerio, y poder decir: «Yo no estoy en esto por lo que puedan hacer por mí, pero estoy porque Dios me ha llamado a ser una sierva suya… y sierva de todos».
Ese es el llamado de Dios para mi vida, y ese es el privilegio más grande, exaltado, bendito y el mejor lugar para estar.
Así que tenemos, por un lado el reino del hombre, que promueve la ambición egoísta, la búsqueda egoísta, el interés personal, la autopromoción; y por el otro lado tenemos el reino de Dios que promueve la humildad y el servicio.
Jesús dijo: «Yo he venido para modelarles a ustedes lo que es ser grande en el reino de Dios. ¿Quieres ser realmente grande? Sé una sierva de todos». Así que vamos a hacerlo de manera personal. En el lugar de trabajo, aquellas de ustedes que se encuentran allí. . . ¿Es tu objetivo tener éxito y obtener beneficios para ti misma, o es tu meta que la empresa tenga éxito, que tu jefe se vea bien? ¿Eres tú una sierva en tu lugar de trabajo?
¿Y qué en tu casa? ¿Mantienes la puntuación de lo mucho que haces comparado con lo poco que los demás han hecho? Esa es la forma de competir. Esa es la manera en que mostramos que «queremos ser los primeros». ¿O haces que tu meta sea servir a todos los demás en tu familia? ¿Te molesta cuando tú sirves y no te reconocen?
Ahí es donde creo que muchas de nosotras, como mujeres, experimentamos una lucha en nuestra experiencia diaria. La mayoría de nosotras en el contexto de nuestras casas o en los lugares de trabajo, estamos en una posición en la que servimos mucho. Pero es fácil llegar a sentirnos resentidas por nuestro servicio. A veces me encuentro a mí misma, y me da vergüenza decirlo, pero hay veces en el ministerio cuando me resiento por tener que estudiar largas horas.
No estoy diciendo esto para que sientan lástima por mí, lo digo para que oren por mí, porque a veces me encuentro solo resentida por lo que necesito hacer para cumplir con lo que Dios me ha llamado a hacer. Entonces tengo que recordar que es un gran honor y un privilegio increíble y un regalo del Señor pasar esas horas en mi estudio, frente a mi computadora portátil, recibiendo mensajes de la Palabra de Dios con el fin de alimentar a las mujeres que Dios me ha llamado a ministrar y a servir.
¡Eso es un privilegio! Por cierto, yo saco más provecho de eso que cualquiera de las que las nos escuchan, pero tengo que volver a poner mi pensamiento de nuevo en el carril correcto. Tengo que conseguir poder reorientarme a pensar a la manera de Dios en vez de pensar a la manera que viene naturalmente.
En la iglesia, Pedro les dice a los que son líderes: «No se enseñoreen sobre aquellos a quienes ustedes están llamados a pastorear, sino que más bien han de venir junto a ellos y a servirles como el pastor del rebaño» (1 Ped. 5:1-2). Y como mujeres, en nuestras relaciones en la iglesia, ¿es nuestra meta servir o ser servida?
¿Vas a la iglesia por lo que pueden hacer por ti y lo que puedas sacar de ella y cómo te va a bendecir, como me encuentro yo a veces haciendo? Si vas a la iglesia por esa razón, tú vas a tender a ser crítica en la música si no te ha bendecido, crítica de la predicación si no es el estilo que prefieres. Vas a encontrar que te estás convirtiendo en una persona descontenta, y el descontento causa división si no vas a la iglesia, como sierva, para decir: «¿Cómo puedo bendecir?»
Me he dado cuenta de que obtengo tanto gozo y una mezcla de sentimientos; y es que a una parte de mí le gustaría ir a la iglesia y no tener que estar al frente y ministrar a otras personas. A veces una parte de mí piensa, déjame ir a la iglesia y ser una persona privada.
Pero, por otro lado, cuando voy a la iglesia y con anterioridad pienso: «Señor, ¿a quién puedo servir y serle de bendición hoy?». Me parece que invariablemente, semana tras semana, encuentro gente que viene y se sienta a mi lado; que viene a mí en el pasillo, entre los servicios o después del culto, y comparte su corazón, y tengo tantas oportunidades increíbles para ser una sierva.
Salgo de todo esto bendecida. Saco mucho más del servicio que si hubiera ido a buscar una bendición. Recibo una bendición. Quiero que entiendan eso, pero la bendición viene por ponerme en la posición de bendecir y servir a los demás.
Entonces, ¿qué significa ser una sierva, servir a los demás? Significa estar más preocupada por satisfacer las necesidades de la otra persona que por satisfacer tus propias necesidades. Significa estar centrada en el otro, no centrada en ti misma.
Muchas veces, cuando voy a un grupo de personas, y todas vemos esto suceder. Tenemos nuestros propios problemas, nuestras necesidades, nuestras propias cargas y preocupaciones, y solo queremos que alguien nos ponga su brazo alrededor y nos ame, y nos ministre. Eso me pasó en la iglesia el domingo pasado. Es una gran bendición y Dios a menudo te da eso. Pero me parece que si voy y entro en una habitación llena de personas, y digo: «¿Cómo puedo doblarme las mangas y servir? ¿Cómo puedo dar?»
Le pido al Señor que me haga estar atenta, en sintonía con las necesidades de las demás, y lo hace. En el darle a otros, Dios llena mi copa. Él llena mis necesidades. Él me bendice de maneras tan dulces . Así que ser una sierva es tener en cuenta las necesidades de los demás, sus intereses, sus inquietudes.
Por cierto, no hay lugar más importante para hacerlo que en el contexto de nuestros propios hogares. Ahí es donde tenemos la tendencia a querer ser servidas, o entendidas o apreciadas o valoradas. Pero Jesús dijo: «Esa es la manera del mundo. Renuncia, renuncia a ello».
«Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Mar. 10:45).
Oh, Señor, cómo oramos que nos des un corazón humilde como el de Jesús, un corazón de siervo, quien recibió gozoso a los niños, que tomó la posición más baja, que fue a la cruz y se dio y se dio y se dio a sí mismo para que nosotras pudiéramos ser levantadas. Señor, que podamos manifestar ese corazón en nuestras familias, en nuestras iglesias, en nuestros trabajos, donde Tú nos has puesto. Déjanos revelar y mostrar a los demás el corazón humilde y de servicio del Señor Jesús, en cuyo nombre oramos, amén.
Débora: Amén. Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth en la serie titulada, «¿Cómo alcanzar la grandeza?».
Tienes que saber que vas a ser confrontada y quizá tentada con la definición que el mundo tiene de «grandeza», pero Dios te llama a vivir según la grandeza que verdaderamente perdura y satisface. Es de mucho aliento ver cómo la Palabra de Dios nos ayuda a conocer la verdad respecto a temas tan prácticos. Si has sido bendecida con esta enseñanza, comparte este episodio con otras mujeres para que ellas también sean bendecidas con la verdad. Puedes hacerlo fácilmente a través de nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com.
Imagina un grupo de niños de nueve años de edad junto al hombre más fuerte del mundo. ¿Comenzarían los niños a discutir acerca de cuál de ellos puede levantar el objeto más pesado? ¡Sería absurdo! Escucha más acerca de esto el lunes en la continuación de esta serie. ¡Te esperamos!
Llamándote a reflejar la hermosura del evangelio al mundo que te rodea, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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