Evidencia de amor genuino
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si alguna de ustedes tuviera la oportunidad de conocer a mi amiga Devi Titus sabría que ella tiene un gran corazón para mostrar hospitalidad. Pero ella no siempre ha estado tan dispuesta a abrir su hogar.
Devi compartió una historia sobre su experiencia como joven esposa de pastor, una esposa de pastor con muebles nuevos muy apreciados.
Devi Titus: Acababa de comprar dos sillas nuevas. Eran nuestras primeras sillas. Algunas de ustedes tienen suficiente edad para recordar que podíamos cambiar latas de bebidas gaseosas por monedas de 10 centavos.
Así que con dichas latas ahorré todo el dinero que pude y compré nuestro primer sofá y dos sillas de terciopelo.
Nancy: Pero Devi estaba a punto de ser desafiada: ¿Haría de esas sillas una gran prioridad? ¿O se enfocaría en edificar el reino de Dios a través de la hospitalidad?
Devi: Habíamos estado orando por un joven …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si alguna de ustedes tuviera la oportunidad de conocer a mi amiga Devi Titus sabría que ella tiene un gran corazón para mostrar hospitalidad. Pero ella no siempre ha estado tan dispuesta a abrir su hogar.
Devi compartió una historia sobre su experiencia como joven esposa de pastor, una esposa de pastor con muebles nuevos muy apreciados.
Devi Titus: Acababa de comprar dos sillas nuevas. Eran nuestras primeras sillas. Algunas de ustedes tienen suficiente edad para recordar que podíamos cambiar latas de bebidas gaseosas por monedas de 10 centavos.
Así que con dichas latas ahorré todo el dinero que pude y compré nuestro primer sofá y dos sillas de terciopelo.
Nancy: Pero Devi estaba a punto de ser desafiada: ¿Haría de esas sillas una gran prioridad? ¿O se enfocaría en edificar el reino de Dios a través de la hospitalidad?
Devi: Habíamos estado orando por un joven que estaba esclavizado en drogas. Él era hermano de unas personas a quienes estábamos ministrando. Literalmente, vivía en un huerto, afuera bajo los árboles y dormía en las hojas.
Un día caluroso de verano apareció en tan solo unos jeans que había cortado, y nada más. Estaba sudado y sucio. Tenía un olor que yo nunca había olido antes. El timbre sonó y mi esposo abrió la puerta. Me asomé por la puerta de la cocina que estaba en el piso de arriba, alineada con las escaleras.
Vi esta cosa que parecía que literalmente había salido de la tierra. Mi esposo le dijo, «¡oh!, pasa adelante». Larry se dio la vuelta y subió las escaleras, y si las miradas pudieran matar, mi esposo estaría muerto. Porque al ir subiendo las escaleras, el joven estaba detrás de él. No me podía ver, y yo le dije, «llévalo al sótano, llévalo al sótano».
Nancy: Pero su esposo trató a este joven como si fuera un invitado de honor. Lo llevó directo a…
Devi: …mis nuevas sillas doradas de terciopelo arrugado. Le dijo, «toma asiento».
Nancy: Pero allí en su cocina, el Señor le habló a su corazón, y ella se dio cuenta de que necesitaba usar todo lo que tenía para la gloria de Dios.
Devi: Él me dijo, «Devi, si usas lo que tienes, me voy a encargar de que siempre tengas lo que necesites».
Ese día rendí mi derecho a cualquier cosa que fuera mía. Yo estaba en mis veinte. Estoy muy agradecida por Mateo 25, versículo 10, hasta el final del capítulo, que es el principio de «usa lo que tienes». «El que es fiel en lo poco, el Señor le confía Sus posesiones para construir el reino». Él me estaba enseñando sobre cómo edificar el reino.
¿Cómo edificas el reino? Una de las formas de edificar el reino es usando las posesiones a través de la hospitalidad. ¿Tienes un sofá? ¿Tienes una silla? ¿Tienes un vaso? ¿Una tasa? ¿Una jarra? ¿Tienes un vaso de agua fría? Eso es todo lo que se requiere.
Nancy: Estamos a punto de explorar esto más a fondo, en la serie llamada, El corazón de la hospitalidad. Vas a descubrir cómo construir el reino de Dios al abrir las puertas de tu hogar.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 09 de abril de 2024.
Sarah: ¡Descubre la bendición de vivir rendidas a Cristo a través de la hospitalidad! Al sumergirte en la Palabra de Dios, descubrirás que la hospitalidad que debe exhibir el creyente va más allá de simples acciones; es un estilo de vida que transforma tu hogar en un testimonio del amor de Cristo. Aunque tu hogar sea imperfecto, puede señalar a otros hacia un Dios perfecto. «Bienvenido a casa: abrazando el corazón de la hospitalidad» es nuestro nuevo recurso diseñado para enseñarte y animarte a cómo tu vida cotidiana puede convertirse en una herramienta para alcanzar a los perdidos y animar a los santos. ¡Aprende, crece y vive la hospitalidad con propósito!
Acompáñanos durante el episodio de hoy, en el que Nancy continuará con esta serie sobre la hospitalidad.
Nancy: Ser cristiana no es solo tener nuestra propia relación con Dios. Ser cristiana es ser parte de una familia. Para los creyentes del Nuevo Testamento ese era un concepto poderoso. Ellos venían de diferentes tipos de trasfondos –esclavos, libres, judíos, gentiles, hombres, mujeres– pero habían llegado a relacionarse unos con otros como hermanos y hermanas en la familia de Dios.
Así que para estos cristianos primitivos que vivían en un mundo pagano y hostil que rechazaba a Cristo, esta familia era muy importante para ellos. Ellos permanecían juntos. Tenían que hacerlo. Su supervivencia dependía de ello. Ellos compartían sus posesiones materiales, se reunían en casas, comían juntos, cuidaban a sus viudas y mostraban hospitalidad unos a otros.
El ministerio de la hospitalidad es uno de los factores clave que explica cómo el cristianismo pudo expandirse y avanzar tan rápido en el mundo del primer siglo del Nuevo Testamento. Fue por el amor que los cristianos se mostraban unos a otros, y mostraban ese amor a través de la hospitalidad.
Cuando los paganos veían a los cristianos eran forzados a reconocer, «¡miren cómo se aman unos a otros!» ¿Cómo demostramos el amor de Cristo en términos prácticos y terrenales? Porque una cosa es sentarse en la iglesia y hablar sobre cómo nos amamos unos a otros, pero ¿cómo demostramos que nos amamos unos a otros en la práctica?
Bueno, quiero sugerirte, en base a las Escrituras del Nuevo Testamento, que la hospitalidad es una de las expresiones más prácticas y concretas del verdadero amor cristiano. De hecho, las exhortaciones en el Nuevo Testamento con relación a la hospitalidad son siempre encontradas en el contexto del amor fraternal.
Déjame mostrarte cómo esto es así. En Hebreos capítulo 13, el primer versículo dice: «Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de mostrar hospitalidad» (vv. 1-2). Muestren amor a los extraños. Hay amor, y ¿cómo es expresado? A través de la hospitalidad. 1 Pedro 4:8: «Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros».
De nuevo, está en un libro donde habla mucho sobre el sufrimiento. ¿Cómo sobrevives en un mundo duro que te golpea? ¿Cómo sobrevives en un mundo donde hay relaciones difíciles? Pedro, dice: «Ámense unos a otros». ¿Cómo expresamos ese amor? El siguiente versículo dice: «Sed hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones».
Ámense unos a otros. ¿Cómo vemos eso? A través de la hospitalidad. Ves este mismo concepto en Romanos 12. Pablo dice: «Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal». Él continúa diciendo cómo expresamos ese amor: «(buscando) la hospitalidad» (Rom.12:10).
No es suficiente decir que nos amamos unos a otros. Debemos mostrar que nos amamos, y una de las formas más prácticas en que podemos mostrar que nos amamos es expresando la hospitalidad cristiana unos a otros.
Alexander Strauch ha escrito un pequeño libro llamado La hospitalidad: Un mandato ineludible. Él dice:
«La hospitalidad encarna el amor de una manera particularmente personal y sacrificial. A través del ministerio de la hospitalidad, compartimos nuestras posesiones más preciosas. Compartimos nuestra familia, nuestro hogar, finanzas, comida, privacidad, y tiempo. En realidad, compartimos nuestras vidas.
A menos que abramos las puertas de nuestros hogares unos a otros, la realidad de la iglesia local como una familia unida de hermanos y hermanas, es solo una teoría. Una iglesia fría y poco amigable, hostil, contradice el mensaje del evangelio».
No sé tú, pero a través de los años he escuchado a personas decir, «no me gusta regresar a esa iglesia porque son poco amigables». Espero que eso no se pueda decir de tu iglesia ni de nosotras como creyentes.
Lo que la gente necesita decir cuando nos ve es, «ellas son abiertas. Se dan a sí mismas. Este es un estilo de vida para ellas, el abrir sus corazones y sus hogares».
Una de las cosas en las Escrituras que ha sido más desafiante para mi propio corazón es aprender que Dios es un Dios hospitalario. Puedes ver en las Escrituras que Dios es un refugio. Él es el anfitrión perfecto para aquellos que buscan refugio en Su morada. El Salmo 90 nos dice: «Señor, a lo largo de todas las generaciones, ¡tú has sido nuestro hogar!» (Sal. 90:1 NTV). Él es el verdadero hogar de nuestro corazón. Él es un Dios hospitalario.
Esta semana pasada descubrí un versículo, estoy segura de que lo he leído muchas veces antes, pero nunca había pensado en él como en esta semana. Está en Deuteronomio 10:18. La Escritura dice que Dios «muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido». Ahora, si eso no describe hospitalidad, entonces no sé qué lo hará. Dios ama al extranjero dándole comida y vestido.
¿Cuál es la implicación? El siguiente versículo dice: «Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto». Moisés está diciendo, «Dios tuvo cuidado de ti y te trajo hasta Su hogar. Él fue hospitalario contigo cuando necesitabas que te cuidaran. Por lo tanto, debes extender ese corazón hospitalario de Dios hacia otros que lo necesitan».
Dios es un Dios que recibe al pobre y al necesitado. Él le da la bienvenida al rechazado, Él le da la bienvenida al oprimido, Él le da la bienvenida al que no tiene hogar. Él le dice, «ven y encuentra un hogar. Ven y encuentra descanso. Ven y encuentra refugio en Mí».
De hecho, estoy viendo este tema a través de todas las Escrituras. Justo esta mañana en mi tiempo devocional leí el Salmo 65, y allí estaba otra vez. Escucha lo que dice: «Cuán bienaventurado es el que tú escoges, y acercas a ti, para que more en tus atrios. Seremos saciados con el bien de tu casa» (v.4).
Dios es un Dios que nos escoge para acercarnos a Él. Él dice: «Ven a Mi casa. Ven a vivir conmigo. Ven a vivir en Mi presencia». La Escritura dice que Su hospitalidad es supremamente satisfactoria. Vamos a ser satisfechas con la bondad de Su casa.
Así que Él es un Dios que inicia la relación. Nosotras no lo escogimos; Él nos escogió. Él es un anfitrión que se extiende a Sí mismo hacia nosotras. Él desea y busca una relación con nosotras. No solo nos dice, «ven a Mi casa», Él dice, «ven a ser parte de Mi familia».
Es el ministerio de adopción, Él nos adopta en Su familia y dice, «no quiero que sean extraños. Quiero que sean mis hijos y mis hijas, que sean parte de mi familia».
Todas estamos familiarizadas con el Salmo 23 y la imagen de Dios como un pastor. Pero en la segunda parte de este salmo, vemos una imagen de Dios siendo un anfitrión clemente; el corazón hospitalario de Dios.
En el versículo 5 dice: «Tú preparas mesa delante de mí». Como anfitrión Él nos alimenta. Él prepara una comida para nosotras. Él nos nutre. «Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos». Estoy segura cuando estoy a Su mesa. Los enemigos de mi alma me pueden estar buscando, pero estoy protegida cuando estoy en Su casa.
«Has ungido mi cabeza con aceite». Esa era una imagen en el Antiguo Testamento de bendición y honor: Me haces tu huésped de honor y unges mi cabeza con aceite, me bendices. «Mi copa está rebosando». Dios no es un anfitrión tacaño, Él nos da hospitalidad en abundancia. Su generosidad y hospitalidad rebosan.
El salmista continúa diciendo: «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días». La hospitalidad de Dios, Él es un anfitrión lleno de gracia. Él es el mejor anfitrión. Él es el modelo para nosotras como anfitrionas. Él es el modelo para nuestra hospitalidad.
De hecho, los salmos nos dicen que cuando los israelitas caminaron por el desierto, uno de sus pecados más grandes fue que dudaron de que Dios sería hospitalario con ellos, dudaron de que Dios podía satisfacer todas sus necesidades.
El Salmo 78:19-20 dice: «Hablaron contra Dios, y dijeron: ¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto? He aquí, hirió la roca y brotaron aguas, y torrentes se desbordaron; ¿podrá también dar pan? ¿Proveerá carne para su pueblo?»
El pueblo de Israel acusó a Dios de ser tacaño, incompetente, e incapaz de satisfacer sus necesidades mientras ellos vagaban por el desierto; y Dios los juzgó por su pecado.
El pasaje continúa diciendo, Salmo 78:21-25: «Por tanto, al oírlo, el Señor se indignó…porque no creyeron en Dios, ni confiaron en su salvación. Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba, y abrió las puertas de los cielos; hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo. Pan de ángeles comió el hombre; Dios les mandó comida hasta saciarlos».
Este pasaje está diciendo, «Dios fue un anfitrión generoso y lleno de gracia con Su pueblo, y el pecado del pueblo fue dudar de Su hospitalidad». ¿Puede Dios realmente satisfacer nuestras necesidades? Es como si el salmista y Dios estuvieran diciendo: «Es inimaginable que Dios sea otra cosa que siempre generoso y lleno de gracia».
Esto me dice que es inimaginable que nosotras, que tenemos Su nombre, seamos otra cosa que no sea siempre generosas y llenas de gracia. Su hospitalidad es el modelo para nuestra hospitalidad. Puedes ver este tema a través de todo el Antiguo Testamento.
Los profetas del Antiguo Testamento hablaban de una esperanza, una esperanza que aún estaba por venir. Era un día cuando ellos preveían y Dios les había revelado que un día Él iba a actuar como un anfitrión generoso, al final de los tiempos, al preparar un banquete eterno y atender a Su pueblo Israel en aquel banquete.
Puedes ver que varios profetas hacen referencia a esto. Al profeta Isaías le fue revelado que este banquete no solo sería para los judíos, sino para todos los pueblos, los gentiles serían incluidos, Dios iba a abrir esta mesa y abrir este banquete no solo para Su pueblo escogido, sino que Él escogería a otros quienes serían también bienvenidos a este banquete.
Leemos en Isaías 25:6: «Y el Señor de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de manjares suculentos, un banquete de vino añejo». Es un banquete eterno, y ¡tú estás invitada! Esta es la esperanza que les dio a los judíos el concepto de la hospitalidad, que ellos debían ser hospitalarios así como Dios es hospitalario.
Dios ha creado un hogar eterno para nosotras, el lugar donde ese banquete eterno se llevará a cabo. La Escritura dice en 2 Corintios 5:1-2: «De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, (está hablando de nuestros cuerpos terrenales, nuestros hogares terrenales) tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial» (NVI).
Todas tenemos un corazón que anhela llegar al hogar. Tenemos estos cuerpos; tenemos estas casas físicas en las que vivimos, pero no son suficientes. Son débiles y frágiles. Están muriendo. Pero tenemos la esperanza de vivir en un hogar eterno que Él ha construido para nosotras, donde Él será nuestro anfitrión, en Su presencia por toda la eternidad.
Algo increíble sobre nuestro Dios es que Él nos ha invitado a ir a Su hogar y vivir con Él para siempre. ¿Te puedes imaginar invitar a alguien a venir y vivir en tu casa contigo para siempre? Sin embargo, pienso en el corazón de Dios, y Él dice, «ven a casa conmigo y vive conmigo para siempre. Yo quiero que te mudes aquí. Te quiero adoptar. Quiero que vivamos juntos para siempre».
El evangelio mismo es una invitación a venir y a disfrutar el hogar de Dios y Su banquete exuberante por toda la eternidad. Así que cuando se nos manda a ser hospitalarias, se nos está diciendo que mostremos al mundo cómo es Dios. Él es hospitalario. Él es un anfitrión lleno de gracia. Él es un anfitrión generoso. De la misma manera nosotras debemos extender Su corazón a los demás.
Como ves, nuestra meta, nuestro propósito, nuestro llamado como mujeres de Dios es mostrar al mundo cómo es Dios, dar al mundo una opinión correcta de Dios.
Algo a lo que necesitamos regresar, y que se ha perdido por mucho tiempo en nuestros tiempos, es a este corazón de hospitalidad, este ministerio de la hospitalidad, el abrir nuestros hogares, el abrir nuestros corazones, el abrir nuestras vidas a otras personas. No estar tan consumidas con nosotras mismas, sino ser siervas desinteresadas; el atender a otros, así como Él lo ha hecho con nosotras.
Y tenemos en la Escritura muchos ejemplos terrenales y físicos de realidades eternas; y esta es una de las más poderosas. La hospitalidad visible en la tierra, es para apuntar a las personas a lo invisible, y mostrarles el corazón hospitalario de Dios.
Cuando extendemos nuestra hospitalidad a los extraños, a invitados, a extranjeros, a aquellos que están solos, a los marginados, a los que tienen necesidades de diferentes formas, lo que estamos haciendo es crear en las personas hambre por el banquete eterno. Estamos haciendo que añoren ser parte de la familia de Dios. Estamos creando un ambiente que les da una probadita de las realidades eternas y lo que está disponible para ellos a través de Dios, el anfitrión lleno de gracia.
Tantas personas hoy en día no tienen concepto de lo que es un hogar, de qué es un lugar a donde pertenecer, de seguridad, de descanso, de refugio. La hospitalidad cristiana es una forma de mostrar a otros lo que el hogar verdaderamente significa, lo que el hogar de Dios verdaderamente significa.
Así que te hago esta pregunta: ¿Qué dice tu corazón y qué les dice la forma en la que usas tu hogar a los de afuera, sobre cómo es Dios? ¿Está tu vida haciendo que las personas deseen estar en casa con Dios? ¿Estás haciendo que las personas amen el concepto del hogar? ¿Qué dice tu corazón sobre el corazón de Dios? ¿Estás reflejando Su corazón de una manera que es digna de Él?
Al pensar sobre cómo la hospitalidad expresa el amor de Cristo, me pregunto cuántas camas vacías hay en los hogares de creyentes. ¿Cuándo fue la última vez que invitaste a un extraño a tu hogar, o le dijiste a alguien al final del servicio en la iglesia, «¿te gustaría venir a comer con nosotros?»
Aquí está la pregunta con la que el Señor me ha estado desafiando: Si mi amor fuera medido por la hospitalidad, ¿qué tan grande sería mi amor? La hospitalidad cristiana es una evidencia del amor cristiano. Es por eso que no es una opción. Tenemos que abrir nuestros corazones y nuestros hogares si vamos a mostrar el amor de Cristo.
Padre, Tú nos has mostrado Tu amor al abrir Tu corazón y Tu casa a nosotras. Ahora nos llamas, en este mundo hostil y pagano que está tan roto y tan herido, a mostrar Tu amor.
Gracias por todas aquellas que nos han mostrado amor y que han abierto sus corazones y sus hogares y nos han ministrado Tu gracia. Oro que Tú nos muestres cómo mostrar Tu amor a otros al abrir nuestros hogares y extender hospitalidad por causa de Jesús, para que otros puedan conocer cuánto les amas. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Sarah: ¿Alguna vez has pensado en el evangelio como una invitación a disfrutar del hogar de Dios? Hoy hemos sido animadas, no solo a aceptar esa invitación, sino también a abrir las puertas de nuestros corazones y hogares a otros. Y no se trata principalmente de cocinar o decorar, se trata de mostrar el amor de Dios a las personas que nos rodean.
Si has olvidado la magnitud de lo que Dios te ha dado en Cristo, te animo a tomar un tiempo hoy o esta semana para meditar en lo que has estado escuchando. ¡Haz memoria de las bendiciones de Dios! ¡Has sido invitada a un banquete eterno!
Este episodio es el segundo en la serie, El corazón de la hospitalidad, todas necesitamos escuchar mensajes como este de vez en cuando, porque es fácil desviarnos en medio de las muchas ocupaciones y cerrar nuestros hogares en lugar de abrirlos. Es nuestra oración que la Palabra de Dios se haga vida en ti y en tus decisiones diarias.
Aquí en Aviva Nuestros Corazones constantemente escuchamos testimonios sobre cómo Dios está usando contenido como este para alcanzar a muchas mujeres.
Nancy: Esto es realmente emocionante para mí. Y déjame darte una razón de por qué. Cuando las líderes del movimiento feminista comenzaron a reunirse a mediados de los sesenta, ellas eran consideradas como un grupo marginal. Muchas personas pensaban que estaban locas. Pero ellas fueron sistemáticas e intencionales y persistentes en extender su mensaje entre las mujeres jóvenes, mientras los programas de estudios para mujeres se esparcían por las universidades a través de todo el país. Y también distribuían sus mensajes impresos.
Y esto me hizo preguntarme: ¿Qué podría Dios hacer con un grupo que se comprometiera con un nuevo movimiento, una revolución contracultural de mujeres verdaderas bíblicas de Dios? ¿Cómo podría extenderse ese mensaje?
Aquí en Aviva Nuestros Corazones, le pedimos al Señor que extienda el alcance de nuestro ministerio de varias formas clave. Le estamos pidiendo al Señor que provea recursos para que podamos desarrollar más currículos para grupos pequeños e iglesias. Hemos trabajado en un currículo que incluye Mujer Verdadera 101, también Mujer Verdadera 201. Sabemos que vamos a necesitar más recursos de enseñanza y discipulado en los años por venir.
Tú puedes ser parte de todo esto al apoyarnos con tu donación. Puedes hacer tu aporte en línea, en avivanuestroscorazones.com. Gracias por apoyarnos e involucrarte en este movimiento, y ayudarnos a alcanzar a esta generación de mujeres, mujeres mayores y jóvenes, en los años por venir.
Sarah: Si lees el Antiguo Testamento con la mentalidad del siglo XXI, puedes perder de vista algunos detalles importantes sobre la hospitalidad. Nancy nos mostrará por qué, en el próximo episodio. ¡Te esperamos!
Nancy: Permíteme leerte lo que escribió un autor. Él dijo:
El egoísmo es el mayor enemigo de la hospitalidad. No queremos ser molestados. No queremos compartir nuestra privacidad o nuestro tiempo con los demás. Estamos consumidos con nuestras comodidades personales. Queremos tener libertad para dedicarnos a nuestro negocio sin interferencias ni preocupación por las necesidades de otras personas. No queremos la responsabilidad ni el trabajo que la hospitalidad conlleva. Somos codiciosos y no queremos compartir nuestra comida, casa, o dinero. Tenemos miedo por el hecho de que seremos usados o que nuestra propiedad sufrirá daños.
Débora: Llamándote a reflejar la hermosura del evangelio al mundo que te rodea, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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