¿Estás sentada en el trono de Cristo?
Débora: El libro de Apocalipsis nos dice que Jesús nos invita a sentarnos con Él en Su trono. Nancy DeMoss Wolgemuth señala lo sorprendente que es este concepto.
Nancy: Exaltar a pecadores caídos a un lugar donde puedan reinar y gobernar con Él…bueno, ¡eso es algo increíble! ¿No crees? Simplemente increíble.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 11 de julio de 2023.
La Biblia dice que los creyentes reinarán con Cristo. ¿Qué significa eso exactamente? Nancy te dará una idea clara de este asombroso concepto. La enseñanza de hoy es parte de una serie titulada La cura para una fe tibia. Es una de las varias series que se basan en las siete cartas a las iglesias de Apocalipsis.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Bueno, mientras llegamos al final de la carta que …
Débora: El libro de Apocalipsis nos dice que Jesús nos invita a sentarnos con Él en Su trono. Nancy DeMoss Wolgemuth señala lo sorprendente que es este concepto.
Nancy: Exaltar a pecadores caídos a un lugar donde puedan reinar y gobernar con Él…bueno, ¡eso es algo increíble! ¿No crees? Simplemente increíble.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 11 de julio de 2023.
La Biblia dice que los creyentes reinarán con Cristo. ¿Qué significa eso exactamente? Nancy te dará una idea clara de este asombroso concepto. La enseñanza de hoy es parte de una serie titulada La cura para una fe tibia. Es una de las varias series que se basan en las siete cartas a las iglesias de Apocalipsis.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Bueno, mientras llegamos al final de la carta que Jesús escribió a la iglesia en Laodicea, vamos a ver la esperanza, la bendición y la recompensa que se promete a los que escuchan y prestan atención a Su mensaje.
Pero permíteme tomar un momento para recapitular lo que hemos visto hasta aquí, dónde hemos estado. Si has estado con nosotras en esta serie, debes recordar que la iglesia de Laodicea, de las siete iglesias, era la que estaba en la condición más crítica, más deplorable. Jesús le dijo: «Tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo» (3:17). Aquí tenemos una iglesia que estaba autoengañada, engreída y orgullosa de ella misma.
Pero vamos a ir atrás y déjame leer a través de lo que hemos visto hasta ahora para que lleguemos donde estamos en el día de hoy. Recuerda que el que está hablando dijo: «Yo soy el Amén, el Testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios. Yo conozco tus obras» (3:14-15). Él lo sabe. Ese es el mensaje que viene a través de todas estas cartas. Él lo sabe. Él lo conoce. Él sabe la verdad acerca de nosotros.
«No eres frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Pero, por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad» (3:15-16).
Ese es el lema de la persona tibia o la iglesia tibia: «No necesito nada, estoy bien como estoy».
Y no te das cuenta de que eres, literalmente, una desventurada. Tú no eres una iglesia sin necesidades, estás en una condición miserable, digna de compasión, pobre, ciega y desnuda. Así que Él dice en el versículo 18:
«Por tanto, te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas».
Y habiéndoles dado esta instrucción ahora les recuerda que todo esto es una expresión de Su…¿qué? De Su amor.
«A todos los que amo, los reprendo y castigo».
Y entonces la exhortación. Él nos ama, nos reprende, nos disciplina. Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Por lo tanto, sé celoso (que se les caliente el corazón) y arrepiéntete.
Vuélvete de tu tibieza. La tibieza no es una condición aceptable, es un pecado del cual arrepentirse. Y entonces viene la invitación que vimos en la última sesión:
«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo» (vv. 18-20).
Así que aquí está esta promesa de restauración y comunión conmigo, como creyente o como iglesia: «Quiero tener comunión contigo».
Ahora bien, si el pasaje terminara allí, eso sería bastante maravilloso. Esa es una gran promesa, pero aún hay más. Hay más que Él ofrece, y eso es lo que queremos ver hoy en el versículo 21.
Y a medida que estudiamos esta promesa, creo que esta supera a todas las otras promesas que han estado en todas las otras cartas a las iglesias hasta el momento.
En el versículo 21 tenemos lo que termina las cartas a las siete iglesias. «Al que venciere le daré», y luego hay una promesa. A esta iglesia, él le dice:
«Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».
Ahora, yo no sé tú, pero creo que lo que dice el versículo 21 acerca del que venciere, es asombroso. Aquí tenemos una iglesia que Él ha amenazado con vomitarla de Su boca. Perdón por hablar de esa manera, pero esa es la palabra que se utiliza en el pasaje. Él ha amenazado con escupirla fuera de su boca, y entonces Él los invita al arrepentimiento y a abrirle la puerta a Él.
En el versículo 20 Él ofrece estar en comunión, nos ofrece compañía y comer con nosotras y nosotras con Él. Ahora, en el versículo 21 les ofrece a estas mismas personas un asiento con Él en Su trono.
¿Es eso sublime gracia o qué? De una condición deplorable a esta promesa asombrosa. Él no solo promete admitirlos si ellos abren la puerta como ciudadanos de segunda clase, sino que Él dice: «voy a elevarte a una posición de reinar, gobernar y sentarte conmigo en mi trono».
«Yo le daré que se siente conmigo en mi trono» (3:21).
Ahora, quiero salirme un poco del tema aquí con algo que me llegó a la mente mientras estaba meditando en esa frase, «que se siente conmigo».
Hay un concepto a través del Nuevo Testamento que nos dice que para aquellos que estamos en Cristo, nuestras vidas, nuestro futuro, nuestro bienestar, están inseparablemente unidos a Cristo. Si estamos en Cristo tenemos privilegios con Cristo que lees a través de toda la Escritura.
Permíteme leerte varios versículos y escucha las diferentes cosas que dice que son verdad acerca de nosotras con Cristo. Si estamos unidas a Cristo, estas son cosas que son verdad para nosotras.
Romanos 6:6-8: «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con Él».
Colosenses 2:12-13: «Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados».
Colosenses 3:3-4: «Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria».
Efesios 2:5-6: «Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús».
¿Estás captando los «con Él»? ¿De cuántas maneras estamos unidas con Cristo si estamos en Él?
2 Timoteo 2: 11-12: «Si somos hemos muertos con Él, también viviremos con Él; si sufrimos».
¿Qué sufrimos? Privaciones, aflicciones, persecución. «Si sufrimos, también reinaremos con Él» (v. 12).
Romanos 8:17: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él».
Y quizás digas, «oh, yo no sé si quiero estar con Él. Quiero reinar con Él y vivir con Él, pero sufrir con Él…»
Está previsto que padezcamos con Él, para que también seamos glorificados con Él (Rom. 8:17).
¿Te gusta esa parte? Si tú quieres ser glorificada con Él, ¿qué es lo que tienes que hacer primero? Sufrir con Él. Estamos unidas a Cristo. Es cierto en un sentido pasado. Es cierto en un sentido presente, y es cierto en un sentido futuro.
¿Qué pasa con el pasado? En el pasado, estamos unidas a Él en Su muerte, crucificadas con Él. Morimos con Él. Estamos unidas con Él en Su sepultura, sepultadas con Él en el bautismo. Leímos eso.
Estamos unidas a Él en Su resurrección, hemos resucitado con Él, tenemos vida juntamente con Él. Estamos unidas a Él en Su ascensión, Él nos hizo sentar en los lugares celestiales. Todo eso es en el tiempo pasado.
Estamos unidas a Él en todas aquellas formas que nos han servido de apoyo en nuestras vidas hoy en día.
Ahora, ¿qué pasa en el tiempo presente? Bueno, el tiempo presente que vimos en esos versículos es que ahora sufrimos con Él. Eso es lo que hacemos ahora. Podemos hacer eso porque hemos sido unidas a Él en Su muerte, en Su sepultura, y en Su resurrección. Estamos sentadas con Él en los lugares celestiales para que podamos soportar aquí en la tierra lo que debemos sufrir con Él.
Hemos sido invitadas como hemos visto en Apocalipsis 3 a la comunión con Él. En medio de un mundo caído, podemos disfrutar de la comunión y de la compañía de Su presencia.
Pero entonces hay un sentido futuro en el que nuestra unión con Él tendrá implicaciones. Seremos glorificadas con Él. Vamos a manifestarnos con Él en gloria. Nos sentaremos con Él en Su trono, y reinaremos con Él para siempre.
Es por eso que esto es tan crucial. Tu esperanza de vida en el pasado, en el presente y en el futuro es estar unida a Cristo, estar en Cristo, y no separarte de Cristo. Pero tú esperanza, tu vida, en el futuro, tu gozo, todo gira en torno a tu unión con Cristo.
Si estás en Cristo, tú tienes una casa futura que nada ni nadie te puede quitar. Vamos ahora a regresar a Apocalipsis capítulo 3.
Y todo esto que hemos visto que tenemos en Cristo, en nuestra unión con Cristo, es lo me da la gracia para levantarme por la mañana y seguir sembrando a través de días duros, difíciles, sabiendo que mi unión con Cristo tiene un cumplimiento futuro y que los resultados aún no se han visto. Y uno de ellos lo vemos en Apocalipsis 3:21.
«Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono».
En la próxima sesión vamos a ver que este versículo en el final del capítulo 3 de Apocalipsis es en realidad un enlace para los capítulos 4 y 5, donde se introduce el Cordero. ¿Y dónde está Él?
Él está sentado en el trono de Su Padre. Vamos a hablar de cómo el Cordero ha vencido y cómo podemos nosotras vencer o perseverar porque estamos en Cristo.
Pero déjame hablar por un momento hoy sobre este punto del trono, el trono al que se hace referencia aquí en Apocalipsis 3. «Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono».
En el Nuevo Testamento hay 61 referencias al trono o los tronos. Ayer las conté y de esas 61 referencias en el Nuevo Testamento, 47 están en el libro de Apocalipsis. Todas menos 7 están en el libro de Apocalipsis y se refieren al trono de Dios o el trono de Cristo, por lo que 40 de esas referencias se refieren al trono de Dios.
Veinte de esas referencias en Apocalipsis se encuentran en los capítulos 4 y 5 solamente. He repasado en mi Biblia, y he dibujado una pequeña silla al lado de cada referencia al trono en el margen de mi Biblia en Apocalipsis 4 y 5. Está por todos lados.
Así que un tercio de todas las referencias a la palabra trono en el Nuevo Testamento se encuentran en dos capítulos, Apocalipsis 4 y 5. Y lo que estamos leyendo aquí en el capítulo 3, esta promesa de sentarse con Cristo en Su trono, es lo que une con lo que vamos a leer en los capítulos 4 y 5 sobre Su trono.
Ahora bien, este pasaje en Apocalipsis 3:21, plantea una pregunta que puede o no parecer importante para ti. Pero fue interesante para mí, así que quiero compartir contigo un poco sobre mis hallazgos.
Jesús dijo: «Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono».
Esto plantea la pregunta: «¿Hay dos tronos diferentes?» Nunca había pensado en esto antes hasta que empecé realmente a profundizar en este pasaje: Mi trono, el trono de Jesús y el trono de Mi Padre.
Una vez más, aquí los comentaristas no son muy útiles porque se dividen justo a la mitad en cuanto a cómo responder a esta pregunta y lo que piensan al respecto. Hay unos que dicen que hay dos tronos, así es cómo explican su punto de vista. Y creo que es posible ciertamente.
El Padre tiene un trono. Él habla sobre el trono de Mi Padre. Ese trono, el trono de Dios, está en el cielo. Es una imagen del gobierno soberano de Dios sobre el universo.
Cristo vino a esta tierra. Él venció a la muerte. Venció a Satanás. Ganó la victoria sobre el pecado, murió, resucitó, ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios, con Dios, en Su trono. Jesús se ha sentado con Dios en ese trono desde entonces.
¿Qué está haciendo Él allí? Él está intercediendo por nosotros. Ese trono en el cielo, el trono de Dios, está reservado para Dios el Padre. No podemos sentarnos allí. Así es como los que dicen que hay dos tronos lo explican, y creo que es muy posible que esta sea una buena explicación.
Pero el día vendrá en el que los enemigos de Cristo serán puestos debajo de Sus pies y hechos estrado de Sus pies. Leemos eso en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y el último enemigo, la muerte, será destruido.
En ese momento no habrá más necesidad de la mediación de Cristo, porque Satanás, el pecado, el mal, la oscuridad y la muerte, todos serán destruidos. No habrá más enemigo en contra de Dios.
Y en ese punto, estos comentaristas dirían que el trono de Cristo será establecido sobre toda la tierra, un trono que a este punto Satanás ha estado tratando de usurpar. Él ha estado reclamando el derecho a gobernar. Él le ofreció a Jesús: «Te voy a dar todos estos reinos».
Perdón, pero ¿de quién son esos reinos? Pero Satanás reclama el derecho a sentarse en el trono de la tierra.
Recuerda, nosotras hemos visto que Jesús se describe en Apocalipsis como el soberano de los reyes de la tierra. Él es el gobernante legítimo. Pero Él vendrá a esta tierra, Él establecerá Su trono y tomará el lugar en ese trono y reinará y gobernará como el Señor a quien pertenece esta tierra.
Cristo como el Hijo de Dios se sienta con Dios en Su trono en el cielo, un trono que no podemos compartir. Pero Cristo como el Hijo del hombre que una vez fue humillado cuando vino a esta tierra es ahora exaltado y glorificado.
Y un día, cuando Él venga de nuevo a reinar en esta tierra en Su trono, exaltará a los redimidos, santos y victoriosos a compartir el trono con Él.
¡Qué esperanza! ¡Qué expectativa!
Ahora, de forma limitada, ya podemos disfrutar del inicio de esta promesa en esta vida, porque ya somos participantes en el reino de Dios. Pero hay un cumplimiento final que no vamos a experimentar hasta que Cristo regrese a la tierra.
Leemos en Apocalipsis 20 sobre el reino milenario de Cristo en esta tierra. Y si no te he confundido ya con esto, probablemente podría haberlo hecho, porque he estado leyendo mucho sobre esto y hay muchos enfoques diferentes para esto.
Y parte de esto es solo misterio. Tenemos que estar contentas al darnos cuenta de que no sabemos más de lo que hay que saber todavía. Pero es divertido poder explorar y pensar en cómo podría ser esto.
Hay un reino milenario en esta tierra donde hay tronos establecidos. Los creyentes están sentados en esos tronos, y reinarán con Cristo por mil años.
Luego se nos dice en Apocalipsis 22 sobre el reinado eterno de los santos con Cristo en la nueva creación, después del milenio y donde la noche ya no existirá.
«Y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos» (v. 5).
Cristo compartirá Su trono con Sus santos redimidos. Estábamos destituidas, muertas en nuestros pecados. Separadas de Cristo. Pero Él nos salvó y nos hizo nacer a una nueva vida, para traernos a la vida mediante Su resurrección, llevarnos a sentarnos en los lugares celestiales con Él, y luego glorificarnos y permitirnos reinar y gobernar con Él en Su trono, delegar esa autoridad sobre nosotras, compartirla con nosotras, exaltar a pecadores caídos a un lugar donde puedan reinar y gobernar con Él. Bueno, ¡eso es algo increíble! ¿No crees? Increíble.
Vemos en Apocalipsis capítulos 4 y 5, el Cordero sentado con el Padre en Su trono. Escucha, Jesús merece estar en ese trono, pero nosotras no merecemos sentarnos con Cristo en Su trono. Esa es la misericordia y la gracia de Dios.
A aquellas que han estado tibias, las que han sido repulsivas para Cristo, las que le han mantenido fuera de la puerta de la iglesia tocando y llamando, esas hemos sido invitadas a sentarnos con Él en Su trono.
Ahora, para los creyentes del primer siglo habría sido increíble escuchar este concepto, pero por otra razón. Recuerda que los primeros cristianos eran una ínfima minoría que estaba siendo presionada. Al decir la palabra «trono» lo que hubiera venido a la mente en esos días era el trono en Roma, donde ¿quién estaba sentado? Estaba sentado César, ese era el trono supremo en la tierra en ese momento.
De ese trono llegaron edictos para perseguir y destruir a los cristianos, en un intento de erradicar la iglesia. Ningún cristiano en ese tiempo, sin importar qué tan devoto fuera a Cristo, podía entretener la idea de que alguna vez se sentaría en ese trono. Lo más que podía esperar en esta vida era ser aplastado bajo la bota de quien ocupara ese trono.
Jesús quería que estos creyentes supieran y Él quiere que nosotras sepamos, porque vivimos en un tiempo en el que ese tipo de persecución está llevándose a cabo en muchas partes de la tierra. Probablemente el día vendrá cuando experimentemos eso aquí, en nuestros países también. Él quería que esos creyentes supieran que el trono de César no era el trono más alto del universo.
Me acordé de ese pensamiento la semana pasada en la iglesia mientras cantábamos ese maravilloso himno de Keith y Kristyn Getty.
Hay un trono más sublime que lo que el mundo jamás conoció, donde los hijos de la fe un día vendrán. Ante el Hijo estarán, por Su obra en la cruz encontrarán la bendición de salvación. Sus voces escuchad, sus himnos elevad, en alabanza celestial glorificad. Gloria, poder y honor, fuerza, gracia y Loor, sean al Rey, sean a Dios, por siempre.
Y allí nuestro hogar, nuestra vida le honrará, en devoción y comunión de corazón. Y sin ningún dolor no habrá más llanto y sed, ahora el cordero es nuestro Rey, el redentor.
Sus voces escuchad, sus himnos elevad en alabanza celestial glorificad, gloria, poder y honor, fuerza, gracia y loor, sean al Rey, sean a Dios por siempre, amén.
Así que cuando escuches las noticias y te enteres de las leyes que se aprobaron y las decisiones judiciales que se dictan que exaltan la maldad y la oposición, recuerda esto: Hay un trono más sublime.
Cuando veas la injusticia que reina en el lugar donde trabajas o donde tu pareja trabaja o donde tus hijos van a la escuela, recuerda esto: Hay un trono más sublime, más excelso, más alto.
Cuando te enfrentas a la oposición de un cónyuge incrédulo como hemos escuchado esta semana de una oyente de Aviva Nuestros Corazones, que ha sido recientemente salvada y planea ser bautizada este fin de semana, pero cuyo marido está seriamente opuesto a Cristo, cuando tú enfrentes ese tipo de oposición, recuerda esto: Hay un trono más sublime.
Y un día, si tú has sido fiel, y solo podemos ser fieles porque Él es fiel, tú te sentarás en ese trono con Cristo y reinarás con Él para siempre. Amén.
Débora: Fácilmente puedo pasar por alto pequeñas frases en la Biblia como: «reinar con Cristo». Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a entender lo que significa sentarse con Jesús en Su trono, y nos ha estado mostrando lo increíble que es la misericordia.
Experimentamos una sensación de asombro cuando Dios usa Aviva Nuestros Corazones para traer a las mujeres al reino de Dios. Nancy está aquí para contarte una historia al respecto.
Nancy: Una historia del año pasado fue especialmente significativa para mí, mientras veía cómo se desarrollaba. Una mujer comentó algo en nuestro blog de Mujer Verdadera, algo que dio lugar a un diálogo entre ella y alguien de nuestro equipo.
Descubrimos que esta mujer era la esposa de un diplomático en un país extranjero. Y en el transcurso de varios intercambios, esta mujer llegó a la fe en Cristo. Ahora ella está guiando a sus hijos a Cristo y está compartiendo su fe activamente dentro de la comunidad diplomática.
Esa historia me recuerda de nuevo el poder del evangelio para transformar las vidas de las personas, la historia que se repite en todo el mundo mientras las mujeres encuentran libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Este año pasado el Señor abrió puertas a algunas oportunidades nuevas, maravillosas para el ministerio. El alcance de Aviva Nuestros Corazones continúa expandiéndose.
Estamos avanzando en fe con cada uno de los detalles, confiando en que Dios proveerá los fondos que se necesitan.
Débora: Puedes ayudarnos a cubrir todas estas necesidades visitando avivanuestroscorazones.com y dejando una donación de cualquier cantidad. Sé parte de lo que Dios está haciendo con las mujeres alrededor del mundo. Tus ofrendas, independientemente del monto, pueden ser muy valiosas para avanzar el reino de Dios en la vida de muchas mujeres. ¿Te unirías a nosotras en esta misión?
Bien, ¿qué tiene que ver la marca Nike con el libro de Apocalipsis? Descúbrelo mañana cuando Nancy continúe esta serie acerca de la iglesia en Laodicea.
Creciendo en nuestra fe, juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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