Espiritualmente rica
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth quiere que vivas como una verdadera hija del rey.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Por qué ponemos nuestros ojos en las cosas que son tan terrenales, temporales, cuando Dios quiere darnos riquezas espirituales espléndidas y eternas?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 18 de mayo de 2023.
Si alguien te ofreciera un regalo increíble, pondrías atención de inmediato. Tú no ignorarías esa noticia. Bueno, Alguien te está ofreciendo un regalo increíble. ¿Quieres saber lo que es? Nancy continúa con la serie titulada Fidelidad y la corona de vida.
Nancy: El otro día recibí un correo electrónico de una de nuestras oyentes diciendo: «No hay manera de que puedas entender lo que estoy pasando. Nunca has estado en una situación familiar». ¿Y sabes qué? Ella estaba en lo cierto. Pero a medida que llegamos a …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth quiere que vivas como una verdadera hija del rey.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Por qué ponemos nuestros ojos en las cosas que son tan terrenales, temporales, cuando Dios quiere darnos riquezas espirituales espléndidas y eternas?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 18 de mayo de 2023.
Si alguien te ofreciera un regalo increíble, pondrías atención de inmediato. Tú no ignorarías esa noticia. Bueno, Alguien te está ofreciendo un regalo increíble. ¿Quieres saber lo que es? Nancy continúa con la serie titulada Fidelidad y la corona de vida.
Nancy: El otro día recibí un correo electrónico de una de nuestras oyentes diciendo: «No hay manera de que puedas entender lo que estoy pasando. Nunca has estado en una situación familiar». ¿Y sabes qué? Ella estaba en lo cierto. Pero a medida que llegamos a esta iglesia en Esmirna, la iglesia sufrida, la iglesia perseguida, entendemos que Aquel que les está hablando sí sabe, Él conoce.
Comenzamos esta carta en la sesión anterior y estamos retomando Apocalipsis, capítulo 2, versículo 8: «Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna: Esto dice el Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida».
Luego dice en el versículo 9: «Yo conozco tu tribulación y tu pobreza. ¡Pero tú, eres rico!» Jesús sabe. Él ha estado ahí, y vamos a ver eso a medida que desarrollamos esta parte de la carta a la iglesia sufriente.
Él le dice, en primer lugar: «Yo conozco tu tribulación».
Esa palabra tribulación es la palabra griega thlipsis. Me gusta decir –thlipsis-– me gusta como suena, pero no me gusta experimentarla. Tribulación. Es una palabra que significa presión intensa, aplastar, exprimir, apretar. Es una palabra que podrías utilizar si estuvieras exprimiendo uvas hasta que el jugo salga. Estás presionándolas, exprimiéndolas. Un comentarista la define como «la carga que aplasta».
Si algo te está presionando… Habla acerca de las personas que parece que tienen el peso del mundo sobre sus hombros. Están bajo thlipsis, tribulaciones, oprimidas y aplastadas. Jesús dice: «Yo conozco tu thlipsis; yo conozco tu tribulación. Yo sé lo que te está presionando. Sé lo que te está aplastando».
Ahora, cada vida tiene presión. A veces parece pesada, a veces no tan pesada. A veces parece que va a durar un largo tiempo, a veces es algo momentáneo simplemente en el radar en la pantalla, pero todas tenemos presiones en nuestras vidas. No puedes evitar la tribulación. No puedes evitar ser exprimida. No puedes evitar ser presionada.
Las personas responden de manera diferente a la presión. Algunas se rinden, otras colapsan bajo la presión. Otras permiten que les presione hacia Cristo. Tú no puedes decidir si tendrás o no tendrás presión, pero lo que tú sí puedes decidir es cómo vas a responder a la presión y qué tipo de resultados tendrá en tu vida.
Independientemente de la dificultad, sin tener en cuenta lo pesada que pueda ser la carga, Dios no es ajeno. Él sabe. Él conoce tu tribulación, y Él tiene cuidado. Vemos este tema a través de la Escritura: Él sabe y Él cuida.
El Salmo 142, el versículo 3 dice: «Cuando ya no me queda aliento, tú me muestras el camino» (NVI). Cuando mi espíritu estaba oprimido por todas partes, tú conocías mi senda.
Jesús dijo: «Yo conozco tu tribulación». Él conoce mi camino.
Déjame darte dos ejemplos bíblicos, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo.
El primero es del libro del Éxodo, y comienza en el capítulo 1 el versículo 8:
«Y se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no había conocido a José; y dijo a su pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y más fuerte que nosotros. Procedamos, pues, astutamente con él no sea que se multiplique, y en caso de guerra, se una también con los que nos odian y pelee contra nosotros y se vaya de la tierra. Entonces pusieron sobre ellos capataces, para oprimirlos con duros trabajos. Y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramsés» (vv.8-11).
Presión, tribulación. Y sigue diciendo:
Los egipcios, pues, obligaron a los hijos de Israel a trabajar duramente, y les amargaron la vida con dura servidumbre en hacer barro y ladrillos y en toda clase de trabajo del campo; todos sus trabajos se los imponían con rigor» (vv. 13-14).
Qué descripción. Estas son personas que están siendo presionadas, que están siendo aplastadas. Hay un gran peso sobre ellos que está siendo impuesto por los amos egipcios. El pasaje continúa diciendo que el faraón ordena a las parteras de las hebreas matar a todos los hijos nacidos de ellas –de las mujeres hebreas. Así que la carga se hace mayor, la tribulación se hace mayor. Justo cuando piensas que no puedes aguantar más, hay más todavía, más carga, más presión.
Y en el capítulo 2, versículo 23 dice: «Mucho tiempo después…» De hecho, ¿te acuerdas de cuánto tiempo los israelitas fueron esclavos en Egipto? Cuatrocientos años…siglos. «Los israelitas, sin embargo, seguían lamentando su condición de esclavos y clamaban pidiendo ayuda. Sus clamores desesperados llegaron a oídos de Dios». Ellos gimieron bajo el peso de la presión.
Ellos gimieron y gritaron pidiendo ayuda: «No podemos con esto». ¿Alguna vez has estado ahí? Bueno, no por 400 años, pero tal parece que fueran 400 años. Durante mucho tiempo te has encontrado gimiendo bajo el peso, gimiendo bajo la carga, y luego pidiendo ayuda a gritos.
Ese grito de ayuda, por cierto, es una gran cosa, porque hay Alguien que escucha nuestro clamor por ayuda, y eso es lo que leemos aquí en Éxodo capítulo 2: «Sus gritos desesperados llegaron a oídos de Dios… Fue así como Dios se fijó en los israelitas y los tomó en cuenta» (vv. 23-25).
Dios escuchó. Dios vio. Y Dios sabía.
Ellos no podían ver a Dios. No podían oír Su voz. Pero Dios los vio. Dios escuchó sus voces, y Dios sabía lo que estaban pasando. Ellos no sabían lo que había en la mente de Dios, pero Dios sí sabía lo que tenía en mente para ellos.
¿Estás tú en una situación desesperada? ¿Estás gimiendo bajo el peso de la misma? Quiero que estés segura de que Dios escucha tu clamor, Él ve tu dificultad, y Él sabe lo que estás pasando.
Aquí tenemos el otro ejemplo en Marcos capítulo 6. Permíteme leer comenzando en el versículo 45, dice:
«En seguida Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado, a Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Cuando se despidió, fue a la montaña para orar. Al anochecer, la barca se hallaba en medio del lago, y Jesús estaba en tierra solo. En la madrugada Él vio… (vv. 45-48).
¿Dónde estaban? Ellos estaban en el mar. Pero ¿dónde estaba Jesús? Él estaba en tierra, pero Él vio. Él vio lo que estaba sucediendo a pesar de que Él no estaba allí en la barca con ellos. Era de noche. Esta fue una visión sobrenatural.
«Él vio que los discípulos hacían grandes esfuerzos para remar, porque tenían el viento en contra y a la cuarta vigilia de la noche se acercó a ellos caminando sobre el lago» (v. 48)
Él hizo un milagro. Milagrosamente, vio lo que ellos tenían en contra; vio que estaban luchando contra el viento. Vio que estaban en serios problemas, y no ignoró su dificultad. Él esperó hasta que supo que era el momento adecuado. Y quizás tú te preguntes: «¿Cuál es el momento adecuado? Ahora es el momento adecuado». No, ahora no es siempre el momento adecuado. Jesús sabe cuál es el momento en la noche que es el momento adecuado, el momento correcto y la hora correcta, entonces, «Él vino a ellos andando sobre el mar».
El agua no fue un obstáculo para Jesús, y tus circunstancias no son un inconveniente, ni un obstáculo para Jesús. El viento no es problema para Cristo. Él puede caminar a través del viento y de las olas hacia tu barca. Él ve, Él sabe y Él vendrá a ti como vino a sus discípulos, y como vino a esta iglesia en Esmirna que hemos estado leyendo, esta iglesia del primer siglo.
Tú dices: «Bueno, yo sé que Él sabe y que Él ve, pero yo no lo veo. No sé dónde está». Esto me recuerda un pasaje en el libro de Job, en el capítulo 23, donde Job dice:
«Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo» (vv. 8-9).
Lo que él está diciendo es, «Dios, no puedo verte». Pero sin embargo en Job capítulo 23, en el versículo 10 él dice –me encanta este versículo: «Él, en cambio, conoce mis caminos».
Escucha, cuando se llega a este punto, ¿qué es más importante? ¿Que sepas a dónde Dios va y lo que está haciendo, o que Él sepa a dónde tú vas y lo que estás haciendo? Prefiero por mucho que Dios sepa. «Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro».
Saldré. O sea que hay liberación. Hay un propósito. Hay un fin. Hay una meta, y eso es para hacerme conforme a la imagen de Su Hijo, a la imagen de Cristo. Saldré como el oro.
Jesús sabe. Él dice: «Yo conozco tu tribulación». Y luego dice: «Conozco tu pobreza».
En el lenguaje original, en el griego, hay dos palabras que se pueden traducir como pobreza. La palabra más común es una palabra para alguien que apenas lo logra. Esa persona apenas se las arregla para ganarse la vida, y una vez que lo hace, no tiene nada que le sobre. Pero esa no es la palabra que se usa aquí cuando Jesús dice: «yo conozco tu pobreza».
La palabra que se usa aquí para pobreza no es la palabra para alguien que no tiene nada que le sobre. Es una palabra para alguien que no tiene nada en lo absoluto. Ha sido reducido a una completa y absoluta indigencia. Es un mendigo. Jesús dice: «Yo conozco tu pobreza».
Ahora, Esmirna era una ciudad muy próspera. Era una ciudad rica, pero aquí había cristianos que eran extremadamente pobres. Eran muy pobres. ¿Por qué pasaba eso? Bueno hay una serie de razones, pero creo que la principal tenía que ver con su profesión de fe en Cristo. Cuando ellos proclamaron ser creyentes en Cristo, se vieron obligados a abandonar sus gremios, perdieron sus puestos de trabajo y entonces fueron reducidos a la pobreza. Se encontraban en una gran estrechez económica. Puede aún que les hayan saqueado sus hogares, y sus posesiones les hayan sido quitadas.
Tal vez es a esto es que hace referencia el capítulo 10 de Hebreos en el versículo 34, cuando dice: «…y cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían un patrimonio mejor y más permanente».
Jesús dice: «Yo sé que tú eres pobre», pero entonces Él inserta una pequeña frase que cambia la perspectiva. Y dice: «Conozco tu pobreza (pero eres rico)».
Ahora, lo que Jesús le dice a esta iglesia es un contraste con lo que Jesús le dice a la iglesia en Laodicea, la séptima iglesia que estudiaremos más adelante. Él les dice: «Porque tú dices: “Yo soy rico…” sin darte cuenta de que eres pobre» (Apoc. 3:17).
La iglesia de Laodicea era materialmente rica pero espiritualmente pobre. Jesús le dice a la iglesia de Esmirna: «Ustedes son materialmente pobres, pero en realidad son espiritualmente ricos».
Esa palabra rico aquí significa, «eres rica, exitosa, suplida de forma abundante». Puedo imaginar a estos pobres cristianos de Esmirna que no tenían ingresos, que eran muy pobres, que eran indigentes, diciendo: «¿Ricos? ¿Tú nos estás diciendo que somos ricos? Nuestros acreedores nos están llamando. Están apagando las luces. Están apagando el fuego, y Tú nos estás diciendo: ¿Tú eres rico?»
Jesús no estaba hablando aquí de riqueza material. Él estaba hablando de riquezas espirituales, y los cristianos de Esmirna eran ricos. Pero ¿por qué eran ricos? Porque tenían fe en Cristo.
La perspectiva de Dios sobre el dinero, sobre las riquezas, sobre las posesiones, y las cosas, es muy diferente a la nuestra. Tenemos que ajustar nuestra manera de pensar sobre lo que es ser pobre y lo que es ser rico. Tendemos a evaluar la situación económica de las personas por lo externo –la ropa que llevan, el vehículo que conducen, la casa en que viven. El libro de Santiago, de hecho, se refiere a nuestra tendencia a juzgar a las personas sobre la base de estas cosas y de hecho mostrar un trato preferencial hacia aquellos que son más prósperos materialmente.
Pero Santiago dice: «¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que le aman?» (2:5).
Aquellos individuos e iglesias que parecen ser ricos no son necesariamente así. Ellos pueden ser pobres en las cosas que realmente importan. Y esos individuos e iglesias que parecen ser pobres, según nosotros medimos las cosas, no son necesariamente pobres. Pueden ser abundantemente ricos en las cosas que realmente importan.
Proverbios capítulo 10 dice que: «La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella» (v.22). Es la perspectiva de Dios sobre la riqueza y la pobreza. Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar para alinearnos con la suya.
He visto personas materialmente ricas que tienen vidas disfuncionales y relaciones familiares amargas y rotas. Son realmente muy pobres. Y por el contrario, he visto personas que tienen materialmente muy poco, que realmente luchan por llegar a fin de mes, pero tienen paz, felicidad y amor por Dios y por los demás.
Esto me recuerda el pasaje de Proverbios capítulo 15 que dice: «Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación. Mejor es la comida de legumbres donde hay amor…»; solo un plato de verduras, solo una comida sencilla. Algunas de ustedes piensan que eso suena bastante bien «…que un buey engordado», que un gran banquete «donde hay odio» (vv. 16-17).
Tú puedes tener toda la riqueza del mundo y ser una muerta de hambre en tu alma. O bien, puedes tener hambre, como el mundo la mide, pero ser rica y estar suplida abundantemente en tu alma.
- La riqueza de este mundo es temporal; puede ser quitada
- La riqueza verdadera es una riqueza eterna
- Las riquezas espirituales nunca pierden su brillo, nunca se rompen
- Las riquezas espirituales no se deterioran
- Las riquezas espirituales no se pueden perder
- Las riquezas espirituales no pueden ser robadas
Por lo tanto, la Palabra de Dios nos desafía a no fijar nuestra vista o nuestros afectos o nuestros esfuerzos en el logro de la prosperidad material.
Ahora, no hay pecado en ser materialmente ricas. Dios bendijo a muchos de Sus siervos en la Escritura con riquezas materiales. Y si Dios te da riquezas a ti, la Escritura dice que: «(Dios) nos da abundantemente todas las cosas para disfrutar; por lo tanto, sé generoso» (1 Tim. 6:17-18 NVI, parafraseado). Pero no fijes tu vista en las riquezas. No fijes tus afectos en los bienes materiales. Proverbios nos dice: «Se harán alas y volarán» (Prov. 23: 5 NVI). No duran.
De hecho, déjame ir un paso más allá. La Palabra de Dios nos enseña que tenemos que estar dispuestas a ser materialmente pobres, si fuera necesario, de manera que –nosotras o los demás– seamos hechas espiritualmente ricas. A veces es a través de despojarnos de algunas de estas cosas que hemos acumulado, que encontramos que nuestras almas son realmente capaces de prosperar.
Leemos en 2 Corintios capítulo 8:
«Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. (Él se despojó de Su riqueza. La puso a un lado. Él la entregó. Se hizo pobre ¿para qué?) Para que con Su pobreza tú fueras enriquecida» (v. 9).
Dios puede querer que lleguemos a ser materialmente pobres con el fin de que otros puedan ser espiritualmente ricos. ¿No fue eso lo que le sucedió a Juan en la isla de Patmos, al que se le está dando esta revelación para enviar a las iglesias? A él lo despojaron de todo. Él era materialmente pobre, y sin embargo, cuán ricas somos hoy por el hecho de sostener en nuestras manos este libro de Apocalipsis. Hoy nuestros corazones están siendo animados por la Palabra de Dios, porque Juan, el apóstol amado, estuvo dispuesto a hacerse materialmente pobre para que otros pudieran hacerse ricos espiritualmente.
Permíteme compartir contigo un pasaje en Lucas capítulo 12 que me ha estado ministrando en los últimos días a medida que he contemplado todo esto de la riqueza material a la luz de la perspectiva de Dios. De hecho, déjame pedirte que vayas allí si puedes.
En Lucas 12, comenzando en el versículo 16, Jesús cuenta una parábola acerca de un rico insensato. Él dice:
«La tierra de cierto hombre rico había producido mucho. Y pensaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré, ya no tengo dónde almacenar mis cosechas?” Entonces dijo: “Esto haré:(edificaré un anexo en mi casa; Voy a alquilar un almacén más grande. Bueno, eso no está en la Biblia); pero él dijo esto haré…derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi grano y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes depositados para muchos años (te puedes retirar, bueno, tampoco, está en la Biblia); descansa, come, bebe, diviértete”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que has provisto?” (Entonces Jesús dice) Así es el que acumula tesoro para sí, y no es rico para con Dios».
Para aquellos cuyo foco estaba en las cosas materiales, Jesús advierte contra dejar de lado las cosas que son mucho más importantes, las cosas del corazón, las cosas espirituales.
Luego, en el versículo 22, Él se dirige a Sus discípulos. Creo que ellos tal vez estaban pensando, o incluso diciendo, después de escuchar esta parábola: «Pero Jesús, tenemos que vivir. Tengo que alimentar a mi familia. Tengo que tener ropa para los niños. ¿Qué voy a hacer con todos estos asuntos que son prácticos?»
Este pasaje que sigue, mientras meditaba en él, incluso esta mañana antes de venir para esta sesión, el Señor lo ha utilizado como un estímulo para mi propio corazón. Creo que no solo para mis propios valores y necesidades personales, sino también para algunas de las necesidades financieras que enfrentamos en Aviva Nuestros Corazones. Dios usó este pasaje para dar aliento a mi corazón, y espero que lo haga con el tuyo también.
Versículo 22: «Y dijo a sus discípulos: Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que la ropa. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan; no tienen bodega ni granero, sin embargo, Dios los alimenta; ¡cuánto más valéis vosotros que las aves!»
«Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos» (v. 27).
El punto aquí es la fe. A veces nuestra pobreza, en términos relativos, puede ser utilizada para empujarnos a un lugar de mayor dependencia de Dios –el conocimiento de que Él es el Único que nos viste, Él es quien nos da de comer, Él es quien nos provee y satisface todas nuestras necesidades.
Versículo 29:«Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis de beber, y no estéis preocupados.Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas». (¿Qué fue lo que Jesús le dijo a la iglesia de Esmirna? «Conozco, sé de tu tribulación, conozco tu pobreza»)Mas buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas. No temas, rebaño pequeño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino» (vv. 29-32).
Dios quiere darnos mucho más. ¿Por qué nos conformamos con tan poco? ¿Por qué fijamos nuestra vista en las cosas que son tan terrenales, temporales, cuando Dios quiere darnos riquezas grandes, espirituales, eternas?
Mi padre ha estado con el Señor ahora por más de 30 años, pero todavía recuerdo que uno de sus himnos favoritos era uno que ya no cantamos muy a menudo. Pero me encantan las palabras. La primera estrofa dice:
Jesús, mi cruz he tomado, todo para salir y seguirte a Ti
Indigente, despreciado, abandonado, desde ahora mi todo serás.
Perece toda ambición que amo,
Todo lo que he buscado, esperado o conocido.
Sin embargo, ¡cuan rica es mi condición! Dios y el cielo son míos.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth regresará con nosotras para orar. Ella te ha estado ayudando a reconocer tu identidad y tus riquezas al conocer a Jesús. Y si no lo conoces todavía, te ha estado invitando a aceptar el increíble regalo de la adopción en la familia de Dios.
El sufrimiento tiene un límite. Dios no permitirá más de lo necesario para tu bien y para Su gloria. Si te sientes como si estuvieras en ese límite, te invitamos a recuperar el ánimo mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Ahora Nancy regresa para concluir el episodio de hoy.
Nancy: Escucha, si tienes todo lo que el mundo considera valioso, pero no tienes a Cristo, te digo que tú eres pobre. Y si no tienes nada de lo que este mundo considera importante y valioso, pero tienes a Cristo, tienes todo lo que necesitas. Al igual que esos creyentes en Esmirna, eres rica.
Gracias, Señor, que somos ricas en Cristo. Dios y el cielo son nuestros. ¡Qué rica es nuestra condición. Te damos gracias, Señor, que Tú conoces nuestras tribulaciones, que Tú conoces nuestra pobreza, y sin embargo, en Cristo, somos tan ricas.
Te damos gracias en el nombre de Jesús, Amén.
Débora: Fijando nuestros ojos en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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