Esperando ser consolados
Nancy DeMoss Wolgemuth: Podrás encontrar alivio y consuelo temporal en las bebidas alcohólicas, las relaciones sexuales, la diversión, el entretenimiento, el trabajo, los deportes, los amigos o hasta en la comida; hay infinidad de maneras de adormecer el dolor. Falsos escapes que pueden dar un confort o consuelo momentáneo, pero si anhelas un consuelo real, verdadero y duradero entonces necesitas acercarte al que es la Consolación de Israel.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: ¿Alguna vez te has encontrado en una situación de profunda tristeza, deseando que alguien te consuele? Hoy Nancy nos hablará del mayor acto de consolación de la historia, al retomar su enseñanza titulada, La dedicación del Rey.
Nancy: Estamos en el Evangelio de Lucas, en el segundo capítulo, contemplando algunos incidentes que tuvieron lugar un poco después del nacimiento de Jesús, en aquella …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Podrás encontrar alivio y consuelo temporal en las bebidas alcohólicas, las relaciones sexuales, la diversión, el entretenimiento, el trabajo, los deportes, los amigos o hasta en la comida; hay infinidad de maneras de adormecer el dolor. Falsos escapes que pueden dar un confort o consuelo momentáneo, pero si anhelas un consuelo real, verdadero y duradero entonces necesitas acercarte al que es la Consolación de Israel.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: ¿Alguna vez te has encontrado en una situación de profunda tristeza, deseando que alguien te consuele? Hoy Nancy nos hablará del mayor acto de consolación de la historia, al retomar su enseñanza titulada, La dedicación del Rey.
Nancy: Estamos en el Evangelio de Lucas, en el segundo capítulo, contemplando algunos incidentes que tuvieron lugar un poco después del nacimiento de Jesús, en aquella primera Navidad que hoy celebramos. Hemos visto cómo María y José llevaron al pequeño Jesús de tan solo 40 días de nacido, al templo. Al Templo de Herodes en Jerusalén.
Le llevaron allá con dos propósitos, por dos razones. La primera era cumplir con el rito de la purificación de la madre. De acuerdo a la ley del Antiguo Testamento, 40 días después del nacimiento de un hijo varón, la madre debía pasar por un proceso de purificación. Luego habrían de presentar al bebé en su dedicación o presentación a Dios. Ellos presentaron al bebé Jesús, a Dios.
Mientras María y José estaban en el templo para cumplir con estos dos ritos prescritos en la ley, ellos conocieron a dos personas piadosas. Dios en Su providencia había orquestado circunstancias para que estas dos personas estuvieran en el templo justo cuando María y José trajeran a Jesús al templo para Su dedicación.
Una de estas personas era un varón, la otra una mujer. Él se llama Simeón, ella Ana. Ambos reconocieron a Jesús como el muy esperado Mesías. Ambos testificaron llenos del Espíritu Santo acerca de quién es Jesús.
Así que en los próximos días vamos a echar un vistazo a la vida de Simeón, como este pasaje nos lo presenta. Luego estudiaremos a Ana. Creo que vas a amar el estudio sobre Ana. Ella es una mujer que he aprendido a amar y apreciar a lo largo de este estudio.
Primero queremos analizar la vida de Simeón. Estoy leyendo Lucas 2, a partir del versículo 25. Luego en los siguientes días, lo seccionaremos para estudiarlo versículo por versículo.
«Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús le trajeron para cumplir por Él, el rito de la ley, él tomó al niño en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo: Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; LUZ DE REVELACIÓN A LOS GENTILES, y gloria de tu pueblo Israel. Y los padres del niño estaban asombrados de las cosas que de Él se decían. Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción (y una espada traspasará aun tu propia alma) a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones» (Luc 2:25-35)..
Ahora, hay mucho que cubrir en ese pasaje en unos pocos días, pero hoy empecemos en el versículo 25. Observa qué puedes aprender de este hombre llamado Simeón, y cómo se puede aplicar a tu vida.
«Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón», Simeón era un nombre común en esos días. Un nombre relacionado al nombre Simón, como en el caso de Simón Pedro. El nombre Simeón en realidad significa, «Dios ha escuchado».
¿No es ese un nombre muy apropiado para alguien que había esperado la llegada del Mesías por años? Dios había escuchado sus oraciones y las contestó antes de que muriera.
Dios ha escuchado, esta es la única referencia bíblica a Simeón. No conocemos nada acerca de él, fuera de lo que acabo de leer. No se nos dice cuál era su ocupación. No sabemos nada de su familia.
A través de los años, algunos teólogos han pensado que Simeón era un sacerdote. Pero, no hay evidencia que sugiera que lo era, y sí la hay para sugerir lo contrario. Lo que sabemos es que era un simple adorador de Dios que vivía en Jerusalén.
Pero se nos dice mucho acerca de su condición espiritual y de las prioridades de su corazón, lo que le importaba a este hombre. Se nos dice que él era justo y piadoso, que era devoto. Se nos dice que esperaba la consolación de Israel, vivía expectante de tal advenimiento. Era un hombre paciente. Sí, era piadoso, pero también vivía de manera expectante y paciente. Se nos dice que el Espíritu Santo estaba sobre él, estaba lleno del Espíritu, del poder y de la presencia de Dios.
Estas tres peculiaridades:
- Justo y piadoso
- Esperando la consolación de Israel
- El Espíritu Santo estaba sobre él.
Estas cualidades distinguían a Simeón del resto de la gente en aquellos días. Estas cosas lo hacían diferente. Le hacían sobresalir del resto. De hecho, permíteme decirte que si estas tres características son verdades en ti, te harán diferente.
Simeón era aún diferente al resto de los judíos de sus días, porque aunque la mayoría de ellos cumplían con todos los rituales, no eran realmente justos y devotos. Casi ningún judío esperaba ver la aparición del Mesías con tanto ahínco, de manera expectante ni tampoco estaban llenos del Espíritu Santo como lo estaba Simeón.
Si estas tres cosas son una realidad en ti, te harán diferente a la mayoría de la gente en la iglesia hoy en día. No te hacen superior. Solo te hacen sobresalir. A veces te preguntas si realmente estás siguiendo al SEÑOR. «Me siento tan diferente a los que me rodean».
Algunos de mis conocidos que se dicen llamar cristianos, no poseen un corazón o hambre por los asuntos espirituales. No hay señales de vida espiritual en ellos. Y por ello a veces te preguntas, ¿soy yo una loca? Pues, no, fíjate que es el mundo el que está trastornado. Es el mundo él que se ha salido de orden. Tristemente muchísimos cristianos no se caracterizan por poseer estas tres peculiaridades.
Simeón sí, y por ende su vida se torna como un maravilloso ejemplo del tipo de corazón que como creyentes en Cristo deseamos tener. Entonces veamos cada una de estas características y hablemos acerca de cómo se pueden aplicar a nosotras.
Primero, vemos que era justo y piadoso. El hecho de que era justo nos habla de su relación hacia su prójimo y el hecho de que era piadoso nos habla de su relación con Dios.
La justicia es la relación horizontal. La piedad viene de su relación vertical, su relación con Dios. De manera que él era justo con los hombres. Él mostraba un carácter justo, una conducta justa. Él actuaba con justicia hacia los demás. Pero también tenía un corazón piadoso para con Dios. Tenía un corazón devoto. Él era devoto en su relación con Dios.
La palabra justicia es traducida de una palabra griega que significa «justo y derecho». Y denota un significado de ser conformado con lo que es correcto. Habla de una persona que atiende a las necesidades de otros en su comunidad. Alguien que actúa como un fiel guardián de las leyes y las ordenanzas del judaísmo. Alguien que es obediente a la ley de Dios.
En Lucas 1 vemos a Zacarías y a Elisabet, los padres ancianos de Juan el Bautista. Dice que, «ambos eran justos delante de Dios (la misma palabra usada aquí). Y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor» (Luc. 1:6). Ellos obedecían la ley de Dios. Su comportamiento, sus acciones eran justas. Esto implica la palabra justo.
Luego era también piadoso. Esa palabra es usada únicamente tres veces en el Nuevo Testamento, y en todas las ocasiones las usa Lucas. Aquí en su evangelio una vez, y dos más en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Ambos escritos por Lucas. Esta palabra significa «cuidadoso, precavido, consciente». Habla de alguien que reverencia a Dios; que es piadoso hacia Dios, un adorador escrupuloso, alguien que posee el temor del SEÑOR, que desea agradar a Dios en todo aspecto de su vida.
Así que aquí tenemos a un varón que fielmente guardó la ley de Dios. Bueno, muchos judíos lo hacían. Lo que marcó la diferencia en el caso de Simeón, es que él no solo cumplía por cumplir. Él guardó la ley desde un corazón que reverenciaba y tenía devoción hacia Dios. Su obediencia fue siempre motivada por su amor a Dios.
Hablamos mucho en el Nuevo Testamento sobre los fariseos. Los fariseos eran personas que eran justas en el sentido externo; hacia afuera. Hacían cosas justas. Lucían justos, pero no eran devotos. No contaban con el amor y la devoción por Dios, la actitud correcta en su corazón. Simeón, a diferencia de muchos en sus días, era tanto justo como piadoso. Justo para con los demás y piadoso hacia Dios.
Algunas veces al contemplar nuestro entorno, aun dentro del mundo cristiano hoy, es fácil desanimarse o desalentarse cuando nos damos cuenta de que realmente hay pocos hombres piadosos. Pensar en cuán egoísta es la gente, como cada uno quiere hacer lo suyo.
Pasajes como este me vuelven la esperanza. Se dice que Dios siempre tiene a sus justos y piadosos, aun en los tiempos más oscuros.
De hecho J. C. Ryle, un comentarista de antaño, escribió sobre este pasaje:
«Vemos en el caso de Simeón cómo Dios tiene creyentes aun en los peores lugares en los tiempos más oscuros. Dios nunca se queda completamente sin testigos. Creamos pues que la gracia puede sobrevivir y florecer aun en las peores circunstancias. Existen más Simeones en el mundo de lo que suponemos».
Como ves, aun en este periodo, uno muy oscuro en la vida espiritual de Israel, Dios tuvo gente como Elisabet y Zacarías, como Simeón y Ana, siervos que anhelaban a Cristo, personas que eran justas y piadosas, gente con un corazón y hambre de Dios. Ryle dice: «Recuerden que Dios siempre tiene más simeones de lo que suponemos, se mueve a través de un remanente. No necesita de muchos, pero siempre hay unos cuantos. Eso alienta mi corazón».
De manera que Simeón era justo y piadoso. Luego, en segundo lugar, vemos en el versículo 25 que él esperaba la consolación de Israel. Deseo estacionarme en esa frase por el resto de este mensaje y el próximo, solo quiero enfocarme en la palabra esperaba.
Hoy quiero hablar sobre la consolación de Israel. Esperaba. Eso es algo que nos resulta difícil hacer. Si la estás pasando mal esperando a que Dios actúe, entonces querrás estar con nosotras en las próximas entregas de Aviva Nuestros Corazones.
La consolación de Israel, esto es lo que esperaba Simeón, se implica que la espera había sido por un largo tiempo. No había estado esperando un ratito. Esto había sido una carga prolongada que ardía en su corazón. La consolación de Israel, esto en referencia al Mesías, el Cristo. Él esperaba la llegada del Mesías.
En ese entonces Israel estaba oprimido, tanto política como espiritualmente. Este era un periodo oscuro para la nación de Israel. La consolación de Israel era un concepto originado en el Antiguo Testamento, dado en referencia a la llegada del Mesías, como la esperanza de la llegada del libertador de Israel. Los israelitas creían que el Mesías traería la liberación y la consolación necesarias para rescatarlos de sus tinieblas y de su opresión.
La palabra consolación es una palabra griega que significa «confort». Es la misma palabra raíz usada en el Evangelio de Juan para hablar del Espíritu Santo, quien es nuestro consolador, y viene a nuestro lado en nuestra necesidad y nos consuela. Simeón esperaba la consolación de Israel.
Aquí vemos una imagen del hecho de que Cristo es parte de la Trinidad. Él es uno con el Espíritu Santo, uno con el Padre, el que está con nosotros en nuestra hora oscura y de aflicción, Él es la consolación de Israel.
Ahora, el hecho de que se necesitara en Israel consolación sugiere un tiempo de luto, de dolor, de pérdida y de tristeza. Casi describe nuestro propio mundo. Hoy sentimos que necesitamos consuelo. Hacemos celebraciones cada Navidad. Sí, tenemos las fiestas, la música y las risas, pero ¿acaso no te encuentras con mucha gente con corazones cargados? Ellos necesitan la consolación que solo Cristo puede traer.
Vivimos en un mundo caído, por ello estamos obligados, no solo a batallar con la caída de este mundo y sus efectos sobre nosotros, sino también a batallar con nuestra propia caída, nuestra debilidad, y nuestra propia necedad. Necesitamos consuelo, necesitamos ser confortados.
Simeón debió entonar el himno que dice:
«Oh ven, oh ven, Emmanuel, y cubre el rescate de Israel que se enlutece en soledad, en el exilio, hasta que el hijo de Dios aparezca.
Oh ven, día de primavera, ven y gózate. He aquí nuestros espíritus por tu advenimiento; Dispersa las nubes grises de la noche, y a las sombras oscuras de muerte hazlas huir».
Simeón en sus alabanzas y oraciones demostraba un conocimiento real del Antiguo Testamento, en particular del libro de Isaías. Te pido que busques el libro de Isaías. Quiero mostrarte como 700 años antes de que Simeón viviera, Dios había hecho varias promesas por medio del profeta Isaías. Muchas promesas de que enviaría un consolador, la consolación de Israel.
Ve a Isaías 40. Solo quiero que eches conmigo un vistazo a unos cuantos pasajes en el libro de Isaías. Verás aquí que Dios prometió enviar un consolador.
«Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a voces que su lucha ha terminado, que su iniquidad ha sido quitada, que ha recibido de la mano del SEÑOR el doble por todos sus pecados» (Isa. 40:1-2).
Así que Dios promete que habrá un cese a las guerras, habrá un fin a la manera pecaminosa de vivir y a la caída. «Proveeré consuelo a mi pueblo».
Unas páginas más adelante, en el capítulo 49 de Isaías, en versículo 13, dice: «Gritad de júbilo, cielos, y regocíjate, tierra. Prorrumpid, montes, en gritos de alegría, porque el SEÑOR ha consolado a Su pueblo, y de Sus afligidos tendrá compasión». Dios tiene un corazón tierno hacia los afligidos, hacia Su pueblo y promete mostrar compasión a ellos y enviarles un consolador.
Luego vayamos al capítulo 52 de Isaías y veamos cómo el hilo de esta promesa se sigue tejiendo en el versículo 9; nuevamente el tema del gozo: «Prorrumpid a una en gritos de júbilo, lugares desolados de Jerusalén (¿por qué?), porque el SEÑOR ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén». Dios prometió consolar a Su pueblo, a aquellos que estaban sufriendo y de luto. Sus lágrimas se tornarían en júbilo.
Y una última cita. Mira el capítulo 61, empezando en el versículo 1. Este versículo se entiende como un versículo clásico del mensaje mesiánico o profético, o sea que se refiere al Cristo, el Mesías, el consolador que había de venir. Él dice:
«El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí, porque me ha ungido el SEÑOR para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón (eso me suena a consolación), para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año favorable del SEÑOR, y el día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran,para conceder que a los que lloran en Sion se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del SEÑOR, para que Él sea glorificado» (Isa. 61:1-3).
Éste es el más grandioso intercambio que Dios nos puede ofrecer. Él vino para tomar nuestra aflicción, nuestro dolor, nuestro luto, nuestras cenizas y darnos en lugar de ello una corona de belleza, óleo de contentamiento, y un manto de alabanza, «para que sean llamados robles de justicia, plantío del SEÑOR, para que Él sea glorificado» (Isa. 61:1-3).
Dios envió consolación al mundo, no solo para ser confortados, no solo para hacernos felices, sino para que nuestras vidas hagan lucir a nuestro Dios de manera grandiosa, para que cuando la gente nos mire siendo confortados en nuestras aflicciones, puedan ellos decir: Dios es grandioso, Dios es bueno; y puedan ellos glorificar a Dios al ser testigos de Su consolación en nosotras.
Ahora, Simeón había estado esperando, añorando y sin lugar a dudas, había estado orando para ver la consolación de Israel. De ninguna manera estoy diciendo que la nación judía entera encontraría consolación a través de Cristo; de hecho, casi la nación completa se había corrompido y rechazado a Cristo. Cristo dijo que Él vino a traer la espada. Vino a traer juicio sobre los que se niegan a creer.
De manera que ÉL NO ES la consolación y el confort de todos los judíos. ÉL ES el consuelo para quienes conforman el verdadero Israel espiritual, aquellos que Dios ha escogido y llamado, de entre gentiles y judíos, incluyéndonos a nosotras. Él promete confortar a quienes están de luto y se duelen por sus pecados. Quienes se vuelven a Él para recibir Su consuelo, son aquellos que recibirán Su consuelo.
Así que al analizar pasajes de las Escrituras, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, notamos que tenemos un Dios que cuida de aquellos que sufren, se ocupa de los que están de luto.
Hay ocasiones en que lo único que puedo decir es, Dios lo ve, Él sabe y a Él le importas. Él es la Consolación de Israel. Él no es indiferente, Él se muestra sensible a tu lucha. Se ocupa de ti.
La segunda carta a los Corintios, capítulo uno nos dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (vv. 3-4). Dios es el Dios que ha prometido consolar a aquellos que lloran; que están afligidos.
Ahora, solo un recordatorio de que Cristo mismo, el que nació como un bebé y por ende celebramos en Navidad, es la Consolación de Israel. Jamás encontrarás consuelo o confort en alguna cosa o persona aparte de Cristo. Podrás encontrar alivio y consuelo temporal en las bebidas alcohólicas, las relaciones sexuales, la diversión, el entretenimiento, el trabajo, los deportes, los amigos o hasta en la comida; hay infinidad de maneras de adormecer el dolor. Falsos escapes que pueden dar un confort o consuelo momentáneo, pero si anhelas un consuelo real, verdadero y duradero entonces necesitas acercarte al que es la Consolación de Israel.
¿Es Él tu Consuelo en tiempos de tristeza? Probablemente no estés pasando por una experiencia traumática ahora mismo y quizás digas, «no sé, por qué tantas amistades tuyas están tan tristes, yo estoy bien». Pero ¿sabes qué? El solo hecho de vivir en este mundo caído es doloroso, y si por el momento no estás en dolor o aflicción, pronto puedes estarlo. Este es un mundo descompuesto, caído, confundido, deprimido, oprimido y en medio de todo ello, el pueblo de Dios puede obtener consuelo y aliento.
Aun a través de tus lágrimas puedes obtener consuelo. ¿Es Él tu consuelo? ¿Durante la temporada navideña te encuentras buscándole para que conforte tu corazón? ¿Le necesitas para que te de ánimo y gracia? ¿O buscas esto en otra persona o cosa? Nada fuera de Él, te lo dará. Nada te satisface igual. Cristo es la Consolación de Israel.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth regresará para orar. Ella nos ha estado animando a buscar consuelo en Jesús. Esta exhortación es parte de la serie titulada, La dedicación del Rey, la cual nos ha dado cosas importantes en qué pensar en este tiempo del año –aparte de pensar en cómo vamos a decorar nuestras casas.
Y asegúrate de regresar para el episodio de mañana. Estaremos escuchando sobre la realidad de que, en este momento de la historia de la redención, necesitamos aprender a esperar y a anhelar.
Oremos con Nancy.
Nancy: SEÑOR, te pido que en estas semanas previas a la Navidad, Tú puedas consolar a Tu pueblo con Tu gracia y con Tu paz. Que nos volvamos a Cristo como nuestro consolador, y no vayamos primero hacia otros, o hacia las cosas o hacia las experiencias.
Señor, levantamos nuestros ojos, aun llenos de lágrimas para decirte que Tú eres suficiente, que Tú eres nuestro refugio, Tú nos puedes dar gracia y consuelo y te bendecimos por ello. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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