Escuchando a Dios
Annamarie Sauter: Todas queremos ser escuchadas pero, ¿estamos nosotras escuchando a Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios habla claramente hoy, más claro que nunca, por Su Espíritu y a través de Su Palabra escrita, la Biblia. Así que no esperes que Dios te hable o te responda cuando vayas a tu puesto de guardia, cuando vayas a tu torre y estés buscando respuestas, no esperes que Dios te responda apartada de Su Palabra.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 8 y 9.
En la Biblia encontramos ejemplos de hombres y mujeres, que aun en medio de fuertes dificultades y dolor, buscaban a Dios y querían escuchar Su voz. No eran perfectos, pero amaban a Su Señor y a Su pueblo. Hoy queremos hacernos …
Annamarie Sauter: Todas queremos ser escuchadas pero, ¿estamos nosotras escuchando a Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios habla claramente hoy, más claro que nunca, por Su Espíritu y a través de Su Palabra escrita, la Biblia. Así que no esperes que Dios te hable o te responda cuando vayas a tu puesto de guardia, cuando vayas a tu torre y estés buscando respuestas, no esperes que Dios te responda apartada de Su Palabra.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 8 y 9.
En la Biblia encontramos ejemplos de hombres y mujeres, que aun en medio de fuertes dificultades y dolor, buscaban a Dios y querían escuchar Su voz. No eran perfectos, pero amaban a Su Señor y a Su pueblo. Hoy queremos hacernos una pregunta muy importante en la medida en que comenzamos a reflexionar acerca de la necesidad que tenemos de clamar a Dios por avivamiento en nuestras vidas, familias e iglesias. La pregunta es: ¿estamos nosotras –tú y yo hoy– escuchando a Dios?
Uno de estos hombres que clamó y estuvo dispuesto a escuchar y a obedecer a Dios, y que fue un instrumento en las manos de Dios para hablar al corazón del pueblo fue el profeta Habacuc. En su libro vemos pesar, calamidades, dolor, pero también encontramos esperanza.
Nancy: Habacuc ahora está listo para escuchar lo que Dios tiene que decirle y cómo Dios responderá a las preguntas y a las inquietudes que están en su corazón.
Annamarie: En el versículo uno del capítulo dos leemos: «Estaré en mi puesto de guardia, y sobre la fortaleza me pondré; velaré para ver lo que Él me dice, y qué he de responder cuando sea reprendido».
Nancy: Entonces el versículo 2 –y me encantan estas cinco palabras: «Y el SEÑOR me contestó».
Annamarie: Hoy profundizaremos en estas palabras en el mensaje titulado, «Escuchando a Dios».
Nancy: «Y el SEÑOR me contestó». Ahora, para darnos algo de contexto aquí, si vas hacia atrás al capítulo 1, al versículo 2, recuerda que Habacuc le dijo a Dios: «¿Hasta cuándo, oh Señor, pediré ayuda, y no escucharás?» Habacuc pensaba que Dios no lo estaba escuchando, y si Dios lo estaba escuchando, entonces parecía como que no estaba haciendo nada al respecto.
Ahora tenemos este recordatorio de que Dios ha estado escuchando todo el tiempo, y me pregunto si solamente Dios estaba esperando que Habacuc llegara a un punto donde pudiera estar lo suficientemente tranquilo, lo suficientemente callado y disponer del tiempo suficiente para escuchar la respuesta de Dios. «Y el SEÑOR me contestó».
Es solamente un recordatorio hermoso de que cuando clamamos al SEÑOR, Él nos escucha, y Él nos responde, no siempre en nuestro tiempo, no siempre a la manera que esperamos, pero Él nos responde. No puedo decirles cuánto me encanta esa frase: «El SEÑOR me contestó».
De hecho, encontrarás a través de todas las Escrituras, una especie de hilo conector. Lo encuentras muy a menudo en los salmos. El Salmo 138 el versículo 3 dice:
«El día que invoqué, me respondiste».
Salmo 3, versículo 4:
«Con mi voz clamé al Señor, y Él me respondió desde su santo monte».
Salmo 99, versículo 6:
«Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaron su nombre; ellos clamaron al SEÑOR, y Él les respondió».
Salmo 118, versículo 5:
«En medio de mi angustia invoqué al SEÑOR; el SEÑOR me respondió y me puso en un lugar espacioso».
¿Y no es eso lo que dice Jeremías 33?
«Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces» (v. 3, parafraseado).
Ahora, Dios no siempre nos responde exactamente de la manera que nosotras pensamos que lo hará.
Estoy pensando en ese versículo de Job. En realidad, es un versículo que se repite dos veces, en Job capítulo 38 y después, otra vez en Job capítulo 40. Y dice:
«Entonces el SEÑOR respondió a Job desde el torbellino» (38:1 y 40:6).
Bueno, no quisiéramos que un torbellino llegara a nuestras vidas, pero algunas veces esa es la manera como Dios nos habla, en medio del torbellino.
También en Éxodo capítulo 19; ¿recuerdas que los hijos de Israel acamparon en el Monte Sinaí, donde Dios les entregó la ley? Era un lugar impresionante. Y vamos a leer un poco más sobre ese contexto y cómo Dios les respondió.
«Y aconteció que al tercer día, cuando llegó la mañana, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un fuerte sonido de trompeta; y tembló todo el pueblo que estaba en el campamento» (v. 16).
Yo pienso que si conociéramos cómo es Dios realmente, las trompetas, los relámpagos, los truenos y las densas nubes, no nos harían temblar tanto como Su presencia lo haría.
«Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y ellos se quedaron al pie del monte. Y todo el Monte Sinaí humeaba porque el SEÑOR había descendido sobre él en fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía con violencia. El sonido de la trompeta aumentaba más y más. (¿Captas la escena aquí? Esta es una escena muy ruidosa). Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno» (vv. 17-19).
¿Cómo habrá sido eso? No me lo puedo imaginar, pero Dios le respondió a Moisés cuando Moisés le habló.
Pero ahora, volvamos a Habacuc. Habacuc ha subido a su puesto de guardia. Él dijo, «voy a ver qué me dirá Dios», y Dios sabía que su corazón estaba en una posición donde estaba listo para escuchar. Estaba listo para recibir lo que Dios le tenía que decir, y entonces dice: «Entonces el SEÑOR me respondió».
Ahora, eso suscita la siguiente pregunta en mi mente. ¿Cuánto tiempo habría estado Habacuc en esa torre de vigilia, en ese puesto de guardia? ¿Cuánto tiempo habría estado esperando? ¿Cuánto tiempo había estado escuchando? ¿Cuánto tiempo había estado esperando una respuesta?
Bueno, la respuesta obvia es que no sabemos porque la Escritura no nos lo dice, pero te diré algo que sí sabemos. Él esperó el mismo tiempo que le tomó a Dios responder. Nosotros no sabemos qué periodo de tiempo hay entre el versículo uno y el versículo dos.
¿Le respondió Dios en tres minutos? ¿Le respondió Dios en tres horas o en tres días? ¿Qué tiempo estuvo en ese puesto de guardia? Ahora, no es literalmente un puesto de guardia. Es una actitud de expectación, esperando en Dios, diciendo, «Señor, habla, que tu siervo está escuchando».
¿Qué tiempo esperó allí? Esperó lo suficiente para obtener una respuesta de Dios, y yo creo que esa es una de las razones por las que tantas de nosotras sentimos que Dios no responde nuestras oraciones; porque no esperamos el tiempo suficiente. Lanzamos nuestra oración, y entonces nos vamos de ahí y seguimos hacia la próxima actividad, la próxima ocupación en nuestras vidas, y no esperamos que Dios nos responda.
Y tú dices, «¿tú quieres decir que se supone que mi tiempo de quietud dure tres días consecutivos, sin parar? Pero espérate, dime, ¿quién alimentará a mis hijos? ¿Cómo iré al trabajo? ¿No vivo mi vida?» Lo que estoy diciendo es que necesitamos vivir nuestras vidas en una actitud de espera y expectativa en Dios, en anticipación, en estado de alerta hasta que Dios nos de lo que necesitamos, no importa lo mucho que se tarde.
Has orado por tu esposo. Has orado por tu hijo. Has orado por un trabajo. Has orado por una situación con tus suegros o por una situación en tu escuela, y nada cambia. ¿Cuánto debes esperar para que Dios actué? ¿Cuánto debes esperar para obtener la perspectiva de Dios? El tiempo que sea necesario. Esa es la respuesta.
Espera en el Señor. No está expresado explícitamente aquí, pero creo que está implícito en este pasaje -–él esperó.
De hecho, tenemos otra ilustración de esto en el libro de Jeremías, en el capítulo 42 dice que las personas se acercaron, y le dijeron al profeta Jeremías: «Llegue ahora ante ti nuestra súplica, y ruega al SEÑOR tu Dios por nosotros, por todo este remanente porque quedamos pocos de muchos que éramos, como pueden ver tus ojos, para que el SEÑOR tu Dios…»
Esta gente le dijo: El Señor Tu Dios. Este era el pueblo de Dios, pero le dijeron a Jeremías:
«Ruega que el SEÑOR tu Dios nos indique el camino por donde debemos ir, y lo que debemos hacer» (vv. 1-3).
Ellos se acercaron a Jeremías y le dijeron: «Necesitamos misericordia, ¿orarías a nuestro favor? Y Jeremías les dijo: "Os he oído. He aquí, voy a orar al SEÑOR vuestro Dios"», el Señor tu Dios. Él es tu Dios, también. No es solamente mi Dios. Él es tuyo también; pero, «voy a orar al SEÑOR vuestro Dios conforme a vuestras palabras, y todas las palabras que el SEÑOR os responda yo os las declararé. No os ocultaré palabra alguna».
«Al final de diez días la palabra del SEÑOR vino a Jeremías» (vv 4 y 7). Y la gente se acercó y le dijeron: «Ruega por nosotros». Jeremías les dijo: «Está bien, voy a orar por ustedes». Diez días más tarde, llega palabra de Dios a Jeremías para el pueblo. ¿Estás dispuesta a esperar por la palabra de Dios?
¿Y si se tarda diez años? En nuestras mentes, si no acontece en diez minutos, ¡nos vamos de allí! Habacuc dijo: «Estaré en mi puesto de guardia. Velaré para ver lo que Él me dice». «Entonces el SEÑOR me respondió…» Espera hasta que llegue la respuesta.
Ahora, quiero irme un poco por la tangente aquí y creo que este pasaje me da una buena oportunidad para decir algo que pienso que necesita ser dicho a nuestra generación. Quiero hablar sobre la manera en la que Dios nos habla hoy.
«El SEÑOR me contestó». ¿Qué significa eso para nosotras? ¿Cómo lo vemos? ¿Qué entendemos por eso? Bueno, hay diversos lugares en las Escrituras que nos pueden ayudar, pero el que encuentro más útil está en...vamos a Hebreos capítulo 1; quiero que vayas allí.
Hebreos capítulo 1, versículo 1 nos dice que «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas…»
De manera que hay una manera que Dios usó para hablar a Su pueblo. Acabamos de leer algunas de esas formas que Él usó en los días del Antiguo Testamento. Dios habló en el torbellino, en el trueno, en voces, a través del profeta Jeremías.
Dios le dió estas voces audibles. «(Dios) habiendo hablado hace mucho tiempo en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, pero en estos últimos días Dios nos ha hablado y ha finalizado de hablar por su Hijo (Cristo), a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo» (vv. 1-2).
Dios acostumbraba hablar de muchas maneras diferentes. Ahora, Dios nos ha dado Su revelación completa, Su Palabra completa, la Palabra viva, Jesucristo. Cuando venimos a Hebreos capítulo 12, el autor dice: «Mirad que no rechacéis al que habla» (v. 25a).
En el pasado Dios habló de cierta manera. En estos últimos días, Dios nos ha hablado por medio de Su Hijo, pero entonces Él dice que hay un sentir en el cual Dios todavía está hablándonos.
«Porque si aquellos no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de aquel que nos amonesta desde el cielo» (v. 25: b). Él dice: «Dios está aún hablando, y eso plantea esta pregunta, ¿cómo Dios nos habla hoy?
Quizás tú dices: «Quiero la respuesta de Dios. Quiero saber lo que Dios piensa. Me he colocado en mi puesto de guardia. Quiero saber como Dios quiere que yo responda sobre este asunto en mi matrimonio, en mi iglesia, en mi lugar de trabajo.
«¿Qué hago? ¿Cómo debo esperar escuchar de Dios? ¿Tendré un sueño? ¿Tendré quizás una visión? ¿Escucharé una voz audible? ¿Cómo sabré que Dios me está hablando a mí?»
Bueno, como acabamos de leer en Hebreos capítulo 1, antes de que se completaran las Escrituras, Dios usaba frecuentemente cosas como visiones y sueños y voces audibles. Eso no era inusual en el Antiguo Testamento, que Dios hablara de esas maneras.
Pero ahora que se han completado las Escrituras –la Palabra escrita de Dios– Dios nos habla a través de Su Palabra. Él nos habla a través de Su Palabra. Su Palabra en las Escrituras está completa, y Dios nos habla por Su Espíritu que mora dentro de nosotras.
¿Qué hace el Espíritu? El Espíritu nos ayuda a entender la Palabra, por lo que el Espíritu dentro de nosotras nos da entendimiento, ilumina esa Palabra. El Espíritu Santo toma la Palabra que es simplemente tinta sobre papel, el Espíritu Santo la abre ante nuestros ojos, y la hace tomar vida. Él la aplica en nuestros corazones. Mientras leo las Escrituras, me doy cuenta de que es Dios quien me está hablando. Es el Espíritu Santo quien me está dando ese entendimiento. Es el Espíritu Santo quien me da convicción mientras leo las Escrituras, quien me dirige, quien me guía a través de la Palabra de Dios.
Dios habla claramente hoy, más claro que nunca, por Su Espíritu y a través de Su Palabra escrita, la Biblia, así que no esperes que Dios te hable o te responda cuando vayas a tu puesto de guardia, cuando vayas a tu torre y estés buscando respuestas, no esperes que Dios te responda apartada de Su Palabra. Déjame decirlo de esta manera. Dios no está revelando nada nuevo hoy.
Ahora bien, vas a escuchar a personas decir, «Dios me dijo esto, o Dios me dijo aquello». Si lo que ellos están diciendo es, «Dios me dijo esto a través de Su Palabra», eso tiene mucho más sentido, pero si ellos están diciendo, «Dios me dijo algo nuevo o diferente, que no está en la Palabra de Dios», están hablando por Dios de una manera que nosotras sabemos que no es bíblica.
Dios no está revelando nada nuevo hoy. Él nos ha dado todo lo que necesitamos saber. Ahora, el Espíritu Santo tomará esa palabra, la avivará en nuestros corazones, la aplicará y nos mostrará cómo se relaciona con nosotras.
Probablemente la Biblia no contiene el nombre de tu esposo. La Biblia, probablemente no te dice a qué universidad debes ir o qué trabajo debes tomar, pero el Espíritu Santo, mientras estás en la Palabra de Dios, tomará esa Palabra y la avivará en tu entendimiento y en tu corazón y te mostrará cómo debe ser aplicada a las circunstancias y a las situaciones de tu vida en ese momento.
No puedes esperar ignorar la Escritura o dedicarle un tiempo limitado o leerla con mucha rapidez, recibir una dosis mínima de ella en tu corazón y llenar tu mente con otros libros, con programas de televisión y música, y esperar que Dios te responda.
Una de las cosas que he notado desde que inició Aviva Nuestros Corazones, es que hay un movimiento real en el mundo cristiano evangélico alejado de la enseñanza, de la predicación y de la proclamación de la Palabra de Dios.
¿Y qué la ha reemplazado? Bueno, muchas cosas. Pero una de las cosas más populares es la música. Estamos viendo esto, por ejemplo, en la radio cristiana de hoy; más personas sintonizarán una estación si tiene música que si tiene la Palabra de Dios siendo proclamada. Así que el argumento es, «bueno les llevaremos la Palabra a través de la música».
Ahora, la música es bíblica si es una música centrada en la Biblia. No hay nada malo con ella, pero Dios nos habla a través de Su Palabra. Aun la música, si realmente va a ser de beneficio para nuestras vidas espirituales, debe estar llevando la Palabra de Dios a nuestras vidas. Pero la sabiduría convencional es: «La gente no quiere escuchar la Palabra de Dios enseñada. Quieren escuchar más música».
Bueno, no dudo que eso sea verdad, pero la pregunta es: ¿Quieren escuchar a Dios? ¿Quieren respuestas, o simplemente quieren estar entretenidos? Si solamente quieres estar entretenida, entonces mantén tu vida llena de música y de otras cosas que te mantienen feliz, pero si quieres obtener respuestas, tienes que ir a la Palabra de Dios.
Tenemos que ser personas de la Palabra de Dios. No puedes ignorar las Escrituras, obtener dosis mínimas de ella en tu vida, llenar tu vida de otras cosas, y entonces esperar obtener respuestas de parte de Dios.
¿Cuáles son entonces algunos puntos importantes que debemos recordar hoy? Número uno: Dios nos escucha y nos responde cuando oramos. Puede que pienses que Él no está escuchando. Puede que no sientas que Él está escuchando. Puede que no veamos Su respuesta. Puede que no comprendamos Su respuesta, pero Dios escucha y responde las oraciones.
Es bueno recordar las cinco palabras que me encantan del versículo 2 de Habacuc capítulo 2: «Y el SEÑOR me respondió». Ahora, ten presente la posición en que estaba Habacuc cuando el Señor le respondió. Él estaba a la expectativa. Estaba esperando. Estaba escuchando. Estaba en su puesto de guardia. Estaba en su torre.
Algunas de nosotras no estamos escuchando a Dios porque no estamos tomando el tiempo para escucharlo; el tiempo de esperar en Él, de permitirle hablarnos. Dios escucha y responde cuando oramos, pero recuerda esto: Dios no siempre responde inmediatamente. ¿Qué está esperando? No lo sé.
- Quizás está esperando que estemos listas para escuchar.
- Quizás está esperando que estemos en un lugar donde estemos preparadas para la respuesta.
- Quizás está esperando por algo que no tiene nada que ver con nosotras, pero Dios sabe por qué.
Él tiene Sus razones. Podemos confiar en que, aunque Él no siempre responda inmediatamente, aún así está escuchando, y está en el proceso de respondernos. Tenemos que estar dispuestas a salirnos de la multitud, a estar tranquilas, a esperar, a escucharlo hablar, y esto es de lo que se trata la meditación –mientras vamos a la Palabra de Dios– no estar apresuradas o distraídas.
Solamente quiero decirte que Dios ha estado haciendo algo muy fresco en mi propio corazón durante el último par de meses en mi tiempo de quietud personal. He sido retada a ir a la Palabra de Dios y poner a un lado todas las distracciones, todas las interrupciones. Estoy encontrando que soy capaz de escuchar mejor cuando no estoy haciendo tantas cosas al mismo tiempo, cuando me detengo para meditar en la Palabra de Dios.
Cuando me voy a dormir y cuando me levanto, versículo por versículo, frase por frase, meditando sobre ello, masticándolo, escuchándolo, diciendo una frase y ponderándola, ¿qué quiere decir Dios con esto?
«Y el SEÑOR me respondió». ¿Qué significa esto? ¿A qué se parece esto? Como resultado, la Palabra está retornando viva hacia mí de una manera que no siempre pasa si permito interrupciones, distracciones, o si tengo prisa o estoy tratando de cubrir cantidades masivas de Escrituras cada día. Ha sido bueno para mí reducir la velocidad, irme a mi puesto de guardia, escuchar lo que el Señor me dirá.
Entonces recuerda que la respuesta de Dios no es siempre lo que hemos esperado o deseado. Cuando vas a escuchar a Dios, no le digas cómo responder, y no lo limites a responder de la forma como tú piensas que Él debe hacerlo, o a la manera que tu esperas que Él lo haga.
A Dios le encanta sorprendernos con Sus respuestas. Puede que pienses que Su respuesta no es la correcta, pero te garantizo que sí lo es. Ahí entra la fe, y eso es lo que Habacuc llega a entender.
Déjame preguntarte esto, ¿estás escuchando a Dios? ¿Te está Dios hablando? ¿Estás recibiendo respuestas de Dios?
«Y el SEÑOR me respondió». «Clamé, y el SEÑOR me respondió». «El SEÑOR me respondió». «El SEÑOR me respondió». Está en toda la Escritura.
- ¿Te está Dios respondiendo?
- ¿Te está hablando?
- Si no es así, ¿por qué no?
- ¿Te estás colocando en una posición, en un lugar, donde puedes escucharlo a Él?
- ¿Estás tú en la Palabra?
- ¿Estás meditando en ella?
- ¿Estás reflexionando en ella?
- ¿Estás tomando tiempo en ella?
Amigas, no me digan cuán ocupadas están porque yo lo sé. Yo también estoy ocupada. Todas lo estamos, y algunas veces simplemente pienso, en toda esta actividad –Dios quisiera tener mucho menos actividad y simplemente más de nosotras.
¿Sabes qué? Encuentro que tengo que ser inflexible con mi agenda y con mi horario. Hay personas con las que no me puedo reunir. Hay personas a quienes no puedo ver. Hay cartas que no puedo escribir. Hay lugares a los que no puedo ir. Hay compromisos de conferencias que no puedo tomar.
Ahora, yo no estoy diciendo que nunca hago ninguna de estas cosas, pero tengo que limitarlas. Algunas veces las personas no entienden por qué no estoy haciendo más cosas.
¿Sabes qué? Es porque he decidido que en esta vida quiero prepararme para estar lista para encontrarme con Dios, y eso significa que quiero estar escuchándolo. Y eso toma tiempo.
Tienes que hacer el tiempo. Eso no va a ocurrir solo en tu agenda. Tienes que apartar el tiempo. Colocarlo aparte.
Ve a tu puesto de guardia. Ve a tu torre. Mantente alerta para ver lo que Dios te dirá, y a Su manera, y en Su tiempo, Él te responderá.
Señor, danos oídos para escuchar y corazones para recibir lo que Tú nos dirás. Gracias porque Tú eres un Dios que habla, un Dios que se ha revelado a Sí mismo. Gracias porque Tú quieres darnos dirección, sabiduría, comprensión fresca y entendimiento.
Ayúdanos a tener corazones quietos, a estar lo suficientemente quietas para escucharte y recibir lo que Tú nos dirás. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Cuando sentimos que Dios no nos escucha se nos hace difícil perseverar en buscarle. Hoy Nancy nos ha recordado que Dios escucha nuestras oraciones y también que sus respuestas pueden ser muy diferentes de lo que esperamos.
Con este programa queremos que reflexiones en la pregunta: ¿estoy escuchando a Dios? ¿Estoy llenándome de Su Palabra y conociendo más y más al Dios al que le oro y que me ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo?
Durante todo este mes de octubre aquí en Aviva Nuestros Corazones queremos reflexionar juntas acerca de la necesidad que tenemos de clamar a Dios por avivamiento en nuestras vidas, familias e iglesias. Queremos oídos para oír, queremos unirnos en un mismo sentir y aprender juntas a orar y a clamar a Dios. ¿Estás tú dispuesta a decir, «Sí, Señor. Avívame, aviva tu obra y aviva tu iglesia»? Asegúrate de acompañarnos mañana para escuchar más acerca de esto. Y no olvides visitarnos en AvivaNuestrosCorazones.com para suscribirte en el devocional, «Clama», este mes de octubre.
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