Escogiendo la adoración en vez de la queja
Débora: Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La alabanza ejercita la fe en que hay un Dios, que Él es soberano, que el cielo gobierna, que Dios tiene todo bajo Su control, que Él es siempre fiel, siempre bueno y que todo está bien y que todo estará bien porque Dios está en Su trono.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 29 de octubre de 2024.
Hoy Nancy continúa en la serie basada en el Salmo 113 titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza».
Nancy: En nuestra última sesión vimos que «aleluya» significa…¿significa qué? ¡Alaben al Señor! Es un mandato. Significa que «todas juntas debemos alabar al Señor» como un mandato grupal, colectivo. Y esa es la palabra que se utiliza al inicio del Salmo 113. «Alabado sea el Señor», en hebreo, aleluya.
Y me gustaría que …
Débora: Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La alabanza ejercita la fe en que hay un Dios, que Él es soberano, que el cielo gobierna, que Dios tiene todo bajo Su control, que Él es siempre fiel, siempre bueno y que todo está bien y que todo estará bien porque Dios está en Su trono.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 29 de octubre de 2024.
Hoy Nancy continúa en la serie basada en el Salmo 113 titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza».
Nancy: En nuestra última sesión vimos que «aleluya» significa…¿significa qué? ¡Alaben al Señor! Es un mandato. Significa que «todas juntas debemos alabar al Señor» como un mandato grupal, colectivo. Y esa es la palabra que se utiliza al inicio del Salmo 113. «Alabado sea el Señor», en hebreo, aleluya.
Y me gustaría que lo leyeras conmigo ahora. Salmo 113:
«¡Aleluya! [¡Alabado sea el Señor!]
Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
El Señor domina sobre todas las naciones;
su gloria está sobre los cielos.
¿Quién como el Señor nuestro Dios,
que tiene Su trono en las alturas
y se digna contemplar los cielos y la tierra?
Él levanta del polvo al pobre
y saca del muladar al necesitado;
los hace sentarse con príncipes,
con los príncipes de su pueblo.
A la mujer estéril le da un hogar
y le concede la dicha de ser madre.
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!» (NVI).
En nuestra última sesión estudiamos esa primera frase: «¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!» Quiero que hoy estudiemos el resto del versículo 1:
«Alaben (hallelu), siervos del Señor,
alaben (hallel; hallelu) el nombre del Señor».
Ahora, como vimos, estos son los «Salmos Hallel», las canciones de la liberación de Egipto que fueron cantadas por los judíos en la celebración de la Pascua donde hacían memoria y recordaban cómo Dios había librado a Su pueblo de la esclavitud. Ellos recordaban que habían sido siervos del Faraón, esclavos del Faraón, y el Señor los había librado de la esclavitud, y ahora se habían convertido en siervos del Señor.
A lo largo del Antiguo Testamento Dios se refiere a Israel como «mi siervo». A propósito, cuando Israel no cumplió con el llamado dado por Dios como siervo del Señor, ¿a quién envió el Señor? Al Mesías, mi siervo, para ser el siervo que Israel nunca pudo ser, que nunca fue; para transformar y redimir sus corazones; para darles nuevos corazones y poder así convertirse en verdaderos siervos del Señor.
Cuando cantaban este salmo, mientras leían este salmo en la Pascua, «alaben, siervos del Señor», se daban cuenta de que ahora eran siervos del Señor. Debían servirle con gozo, no por obligación como lo hicieron con Faraón, sino con gozo, con deleite. «Señor, me deleito en servirte. Te alabo porque eres un amo, un Señor maravilloso. Tú eres el Señor. Me deleito en servirte».
Y creo que este versículo nos habla de la relación entre Dios y Su pueblo. Muy a menudo y de manera natural, queremos vernos como los amos y vemos a Dios como nuestro siervo. Y le decimos, «Señor, ¿harías esto por mí? ¿Harías aquello? ¿Me conseguirías esto otro? Y no te olvides de esto». Pero eso es confundir las cosas, ¿no crees? Este salmo nos recuerda que Él es el Señor y nosotras somos Sus siervas.
Realmente, cuando estás alabando al Señor, se transforma tu perspectiva distorsionada. La alabanza corrige nuestra perspectiva para darnos cuenta de que, «oh sí, Tú eres el Señor, y yo soy tu sierva. Como sierva tuya te alabaré, Señor».
Es un recordatorio de que Sus siervos deben ser adoradores. No se trata de un trabajo arduo o de cumplir con una obligación. No es solo hacer lo que se debe, sino adorarle mientras le servimos. No es solo servirle por obligación sino con deleite. Así que este salmo nos recuerda que amamos, admiramos y adoramos al Dios que servimos.
A menudo cito a mi amigo Charles Spurgeon, y voy a mencionarlo mucho en esta sesión. Él escribió acerca de este versículo:
«Su servicio es libertad perfecta, y aquellos que se dedican completamente a este descubren en dicho servicio miles de razones para adorar».
Y recordemos también que no solo somos sus siervas, sino que todas las cosas, todas las circunstancias, todas las personas al final son sus siervas. Por lo tanto, todas las cosas, las personas y las circunstancias deben alabar al Señor. Rehusarse a alabar a Dios, no querer alabarle, descuidar Su alabanza, es realmente un acto de traición y rebelión cósmica. Todos los siervos del Señor lo alaban, lo adoran. Y por cierto, un día, todos lo harán. ¿No es así? Si no lo hacen ahora con alegría, un día lo harán por obligación.
Ahora, en los versículos del 1 al 3 de este salmo, vemos un énfasis en el nombre del Señor. «El nombre del Señor», esa frase se repite varias veces. «Alaben el nombre del Señor». El nombre del Señor revela quién es Él, y ese es el Dios que debemos adorar. Ese es el Dios que debemos alabar.
No debemos alabar o construir para nosotras otro dios (con «d» minúscula). No debemos alabar o adorar a un dios (con «d» minúscula) de nuestra propia invención o concepción. Debemos adorar al Dios, (con «D» mayúscula), que ha revelado ser el Dios personal, autosuficiente, eterno, inmutable, invariable, el Dios santo, el Dios de rectitud, de justicia, de misericordia, gracia y verdad, el Dios que se ha revelado a través de Sus nombres en la Escritura.
Me han dicho que hay miles de nombres diferentes para Dios en la Escritura. Yo realmente nunca los he contado todos. Pero comienza a buscarlos y alábale por Sus nombres. Todos esos nombres significan algo. Ellos nos cuentan quién es Él y a quién debemos alabar.
Cuando lo reconocemos como Señor, cuando decimos, «alabado sea el Señor Jehová», le damos la adoración con amor por lo que Él ha revelado acerca de sí mismo. Así que, la adoración realmente es nuestra respuesta a lo que Dios nos ha revelado de Sí mismo. Alaben el nombre del Señor. Alabamos su nombre, Su carácter, Sus atributos, todo lo que hace. Reverenciamos y adoramos Su santo nombre.
Y el versículo dos continúa con el mismo tema, pero introduce una nueva palabra:
«Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre».
Esa palabra «bendito» en el hebreo es la palabra Barak. Con frecuencia significa, «postrarse como un acto de adoración». «Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre». Está relacionado con postrarse ante el Señor. Él es el Señor y nosotras somos sus siervas, ¿recuerdan? Postrémonos ante el Señor como un acto de adoración.
La traducción griega del antiguo testamento, la Septuaginta, usa allí la palabra eulogeo. ¿Te suena familiar? ¿Elogiar? Exaltar, hablar bien de alguien. Significa «demostrar un gran afecto y gratitud hacia Él». Barak. Bendice al Señor. Eulogeo. Habla bien de Él.
Y una vez más, citando a Charles Spurgeon, él dice:
«Cada vez que pensemos en el Dios de la Escritura, debemos bendecirle, y Su prestigioso nombre nunca debería ser pronunciado sin reverencia jubilosa».
Reverencia jubilosa. ¡Eso me gusta! No es simplemente reverencia, porque eso pudiera hacerlo sonar como que se trata de una reverencia sobria y que uno solo habla en susurros acerca del nombre del Señor.
Y a veces eso es apropiado. Pero también es apropiado tener una reverencia jubilosa, proclamar el nombre del Señor, cantar el nombre del Señor, anunciar el nombre del Señor, decir: «¡Oh Jehová, Señor Dios, eres asombroso, eres admirable, eres maravilloso! ¡No hay Dios como tú!». Y vamos a ver esa misma frase en la mitad del Salmo 113 cuando lleguemos a ese versículo.
«¡Bendito sea el nombre del Señor desde ahora y para siempre!» ¿Cuánto tiempo debemos alabar al Señor? Por siempre y para siempre. Esto habla de tiempo, eternamente. Dios está siendo alabado por los ángeles y los ciudadanos del cielo hoy. «Día y noche no cesan de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios de los ejércitos. El cielo y la tierra están llenos de ti. Toda la tierra está llena de Tu gloria».
Y nosotros nos uniremos a ellos y estaremos para siempre con el Señor. Lo que estamos haciendo cuando alabamos a Dios es solo un ensayo, una práctica de lo que estaremos haciendo por la eternidad en el cielo, alabando al Señor, bendiciendo al Señor desde ahora y para siempre.
Pero no solo habla de tiempo sino también de espacio. Mira el versículo 3.
«Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor».
Ahora, tú podrías tomar esto de dos formas, y creo que ambas son apropiadas. En primer lugar, ¿por dónde sale el sol? Por el este. Y ¿dónde se pone? En el oeste. Entonces, desde el este hasta el oeste, a lo largo de todo este gran planeta tierra, alrededor del globo, por todo lugar, en todo tiempo, en todos los lugares, el nombre del Señor debe alabarse, desde el este hasta el oeste.
Mientras estamos aquí, sentadas a la luz del día, es de noche en algún otro lugar del mundo. Día y noche el nombre del Señor debe ser alabado, de costa a costa, desde el oriente hasta el occidente.
Pero también, desde temprano en la mañana hasta el último pensamiento que tenemos en la noche. Desde la salida del sol, cuando nuestros pies tocan el suelo, hasta su ocaso, cuando nuestras cabezas se recuestan en la almohada, desde la mañana hasta la noche y durante todo el día. En todo tiempo, el nombre del Señor sea alabado. Bendito sea el nombre del señor. Alaben su nombre.
La alabanza siempre es apropiada. Él es siempre digno de nuestra alabanza. Algunas de ustedes son personas activas en las mañanas. Algunas de nosotras somos activas por la noche. No importa la hora del día o de la noche. Yo estuve levantada hasta las 2:30 de la madrugada trabajando en estos programas. El nombre del Señor sea alabado.
Y algunas de ustedes se levantaron justo después de yo haberme acostado. Si tú eres una persona madrugadora, de las que se levantan a las 4: 30 de la madrugada, alaba al Señor. Y si tú eres de las personas que se acuesta a las 2: 30 de la madrugada, alaba al Señor en ese momento y en todos los instantes.
No importa lo que esté sucediendo; no importa lo que estemos atravesando; no importa lo que nos esté presionando ese día; levanta tus ojos al cielo. Tus circunstancias cambiarán, pero Dios nunca cambia. Alabado sea el nombre del Señor. Alabado sea el nombre de Dios.
Un comentarista lo dijo de esta forma: «Esta alabanza debe ser la ofrenda de hombres (y mujeres) en todo lugar; en enfermedad y en salud, en la fragilidad de la vejez y en el vigor de la juventud, en tiempos de dificultad y en tiempos de gozo, en nuestro lecho de muerte, como lo hizo Oliver Cromwell: «¿Acaso no hay nadie aquí que alabe al Señor?», (dijo mientras estaba en su lecho de muerte, en el ocaso de su vida). O como la madre de John Wesley (mientras moría): «Hijos, tan pronto muera, canten un salmo de alabanza a Dios».
Temprano en la mañana, tarde en la noche, al inicio de nuestras vidas y en su ocaso, en el momento cuando nuestros cuerpos físicos no hagan lo que solían hacer y comiencen a decaer, a debilitarse, a desfallecer mientras anticipamos ese nuevo cuerpo como el de Cristo, alabado sea el Señor.
Para las jóvenes también; tenemos jovencitas que nos escuchan, alaben al Señor en su juventud. En la juventud, cuando tienen ese vigor, alaben al Señor. En el ocaso de la vida, en cada etapa, cuando las hormonas estén en su furor, alaben al Señor en cada etapa de sus vidas. Todo esto que acabo de decir no está citado en ese comentario. Yo agregué el final. Pero el punto es que el nombre del Señor debe ser alabado en todo lugar, en todo tiempo y por todos.
Malaquías, el último libro del Antiguo Testamento, en el capítulo 1, versículo 11, tiene un versículo similar. Escuchen el pasaje. Dice:
«Porque desde la salida del sol hasta su puesta, mi nombre será grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre, y ofrenda pura de cereal; pues grande será mi nombre entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos».
Ese versículo anticipa, como el Salmo 113, un día de alabanza y adoración mundial. Toda rodilla se doblará. Barak. Eulogeo. Toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. «Santificado sea Tu nombre». Por eso oramos, «que venga Tu reino y se haga Tu voluntad. Que Tu nombre sea exaltado».
Ahora, ese no es el caso hoy en día en la mayoría del planeta. Pero sí lo es en algunas reuniones, sí lo es en muchos de nuestros corazones. No es como desearíamos que fuera, no es como será un día, pero estamos alabando al Señor. Sin embargo, existen muchos lugares en esta tierra donde nunca han escuchado el nombre del Señor. Existen lugares en este planeta donde han escuchado el nombre del Señor, pero lo rechazan.
Leí un artículo ayer sobre mujeres famosas y reconocidas que están haciendo público su ateísmo. Ellas creen que no necesitan a Dios. Para ellas no existe Dios. Son actrices, empresarias. Pero un día lo conocerán y creerán. Un día habrá adoración mundial.
Debería entristecernos el estar en un lugar donde el nombre de Dios no sea santificado, comenzado en nuestros propios hogares y corazones, y nos debería motivar a orar y desear ese día. Que el nombre del Señor sea alabado.
Así que, ¿quién debería cantar aleluya? ¡Todos y todo! «Todo lo que respira alabe al Señor» (Salmo 150:6). He estado escuchando a unos gansos afuera de mi casa. Parece que es tarde en la noche y abro mi ventana y están esos gansos haciendo toda clase de ruidos. Ellos están diciendo, «¡aleluya!» Estoy segura de que sí. Aleluya. Ellos respiran. ¿Los gansos respiran? Creo que sí. Alabado sea el Señor.
¿Cuándo deberíamos cantar aleluya? ¡En todo tiempo! Puede ser que mientras escuchas este salmo hoy, sea difícil para ti decir: «Aleluya». Tal vez estés en medio de grandes pruebas. Tu corazón está pesado, y se te dificulta cantar «aleluya».
Bueno, recuerda que a lo largo de la Escritura y a lo largo de la historia y en otras épocas de nuestras vidas, hemos visto cómo santos han cantado muy dulcemente sus alabanzas al Señor cuando sus corazones estaban siendo atravesados por la aflicción, por tiempos difíciles, por espinas.
Se requiere fe para alabar al Señor cuando tus ojos están llenos de lágrimas. Pero levanta tus ojos. Dios es más grande. Dios es más real. Dios está más presente que cualquier cosa que puedas estar atravesando hoy.
Y te darás cuenta de que en la alabanza la nube se levanta. Tu corazón es libre aun cuando tus circunstancias quizás no hayan cambiado. La alabanza nos da un nuevo par de lentes, un nuevo par de gafas, todo el mundo luce diferente cuando se ve a través de los ojos de la alabanza.
Y, ¿dónde debería Dios ser alabado? ¿Dónde se debería cantar aleluya? En toda la tierra.
F.B. Meyer fue un gran maestro bíblico de una generación anterior. Me encanta la forma como dice esto. Él dice:
«Dios está preparando todo el universo para ser una orquesta de alabanza y adoración a Su Hijo. En una ocasión un gran director, en medio del sonar de quinientos instrumentos, se dice que se le perdió el flautín (un instrumento pequeño); y el director paró toda la presentación hasta que el flautín sonó. Nada puede satisfacer a Dios hasta que los gemidos de la creación se conviertan en éxtasis, y lo que frena sus alabanzas, sea quitado de la faz de toda la naturaleza; Él quiere oír tu voZ».
Quizás digas: «En esta gran orquesta o en esta mega iglesia donde tenemos cinco mil personas cantando juntas, simplemente soy un flautín». Me pregunto si Dios, como el gran director de nuestra adoración, puede que diga: «Paremos la alabanza hasta que el flautín comience a sonar». Sí, tal vez no tengas una gran voz. Sí, tal vez no seas un hermoso violonchelo o una resonante trompeta. Eres un flautín.
Tengo una de esas voces chillonas cuando canto. Así que me podría considerar como un flautín cuando se trata de cantar. Pero el gran director dice, «quiero oír tu voz. Quiero oír tu alabanza. Puede que rechine. Puede que sea débil. Pero quiero escuchar tu voz hasta que todo el universo se una en una gran orquesta y en un coro de alabanza y adoración a Jesús».
Podemos decir que la alabanza ejercita la fe de que existe un Dios, que es soberano, que el cielo gobierna, que Dios tiene todas las cosas bajo Su control, que Él siempre es fiel, que siempre es bueno y que todo está bien y estará bien porque Dios está en Su trono. La alabanza dice, «confío en ti, Señor, aun cuando no pueda ver lo que estás haciendo».
La alabanza reconoce que Dios ve lo que no podemos ver, que sabe lo que no sabemos y que entiende todos los misterios, que siempre está obrando a favor de aquellos que le aman y que son llamados de acuerdo a su propósito. La alabanza entiende eso.
La alabanza reemplaza la murmuración, los lamentos, la queja, las peleas, los enojos, la ansiedad y el temor. Tú no puedes alabar y hacer esas cosas al mismo tiempo. No puedes alabar y quejarte al mismo tiempo. Y si te estás quejando, no estás alabando. Si estás alabando no puedes quejarte. La alabanza desplazará todas aquellas otras cosas que no son dignas de nuestro gran Dios.
Bueno y mientras estaba estudiando para esta serie me encontré varias citas magníficas del que yo considero mi amigo, Charles Spurgeon, sobre el tema de la alabanza.
No conozco de la existencia de otro, quizás, aparte del apóstol Pablo en la historia de la iglesia, que haya sabido cómo alabar al Señor y cómo pregonar su alabanza tan maravillosamente como lo hizo Charles Haddon Spurgeon, quien fue el príncipe de los predicadores del siglo diecinueve en Londres, Inglaterra.
Cuando alabamos a Dios, podemos respirar en medio de circunstancias complejas o difíciles. No tenemos que estresarnos, esforzarnos, manipular o arreglar a todos y todo a nuestro alrededor. Podemos aferrarnos a Él en fe y ver cómo nuestras vidas son abrazadas en Su bondad, Su grandeza y Su majestuosa historia redentora de la cual somos una pequeña parte.
Quiero leerte algunas de esas citas de Spurgeon. Pero quiero decirte que si vas a AvivaNuestrosCorazones.com, hemos puesto un PDF allí que puedes descargar. Puedes imprimir más de las citas de Spurgeon sobre la alabanza. Puedes imprimirlas y llevarlas contigo y tu Biblia en tu tiempo devocional con el Señor y simplemente leerlas y meditar en algunas de esas citas que elevan nuestros corazones al Señor.
Permíteme leerte algunas de esas citas en este momento. Unamos nuestros corazones. No tengo palabras. Me siento como una conferencista y escritora de grado preescolar cuando estoy cerca de lo que personas como Charles Spurgeon han escrito. Pero mi corazón se levanta con ellos a medida que exaltan la grandeza de Dios. Algunas de las palabras usadas son un poco anticuadas, pero las entenderás.
Spurgeon dijo:
«Vengan, hijos de Dios, y bendigan su precioso nombre. ¿No canta toda la naturaleza alrededor? Si estuvieran en silencio, serían una excepción en el universo. ¿No le alaba el trueno mientras suena como tambores redoblando en la marcha del Señor de los ejércitos? ¿No le alaba el océano cuando palmea sus miles de manos? ¿No ruge el mar y toda su plenitud? ¿No le alaban las montañas cuando, en sus cumbres, sus frondosos bosques se mecen en adoración? ¿No escriben los rayos su nombre en letras de fuego sobre la oscuridad de la medianoche? ¿No le da alabanza este mundo y sus incesantes revoluciones (dando vueltas y vueltas) girando perpetuamente? ¿No tiene toda la tierra una voz, y nos quedaremos nosotros callados? ¿Se quedará mudo el hombre, para el cual fue creado el mundo, los soles y las estrellas? No, déjalo que él tome la iniciativa».¹
Aquí hay otra cita:
«Muchas de nuestras dudas y temores se irían si alabáramos más a Dios. Y muchas de nuestras pruebas y nuestros problemas desaparecerían si comenzáramos a cantar de nuestras misericordias. Posiblemente, ¡la depresión de espíritu que no se rinde a toda una noche de lucha, se rendirá en diez minutos de acción de gracias ante Dios!».²
Y otra:
«¡No cantamos lo suficiente, hermanos y hermanas! ¡Con cuánta frecuencia los estoy exhortando acerca del tema de la oración, pero tal vez deba ser así de intenso en cuanto al tema de la alabanza! ¿Cantamos tanto como las aves? Aun así, ¿qué razón tienen las aves para cantar, en comparación a nosotros? ¿Crees que cantamos tanto como lo hacen los ángeles? Aun así, ¡ellos nunca fueron redimidos por la sangre de Cristo!».³
Y esta otra:
«¡Se crearía un cambio casi milagroso en las vidas de algunas personas si insistieran en hablar más de las cosas preciosas y menos de las preocupaciones y de los males! ¿Por qué siempre la pobreza? ¿Por qué siempre los dolores? ¿Por qué siempre el niño que muere? ¿Por qué siempre el pequeño salario del esposo? ¿Por qué siempre la falta de amabilidad de un amigo? ¿Por qué no hablar a veces, sí, por qué no hablar siempre, de las misericordias del Señor? ¡Eso es la alabanza y debería ser nuestra vestidura cada día!».⁴
Y quí está otra:
«Alabar a Jesucristo durante el día es algo grandioso; pero no hay música más dulce que la del ruiseñor, y este alaba a Dios por la noche. Es bueno alabar al Señor por su misericordia cuando tienes salud, pero asegúrate de hacerlo cuando estés enfermo, porque entonces tu alabanza probablemente será más genuina. Cuando estás en profundo dolor, no le quites a Dios la gratitud que se le debe; nunca disminuyas Su debida alabanza cuando lo demás escasea. Alábale en los tiempos de los címbalos resonantes con todo tu corazón y ser; pero cuando no puedas hacerlo, solo siéntate y brinda su alabanza en silencio solemne en la profunda quietud de tu espíritu».⁵
Y también esta otra:
«Seguramente, la bondad y la misericordia han iluminado todos los días de nuestras vidas. Cada día ha sido tan maravilloso [con Su misericordia, Su bondad], que si tuviéramos que vivir solo ese día, hubiéramos tenido razón para alabar al Señor por siempre y para siempre».⁶
Así que, oh sierva del Señor, ¿cuánto escucha Él la alabanza saliendo de tu boca, brotando de tu vida? ¿Cuánto nos escuchan otras personas expresar nuestra alabanza para y por el Señor?
«¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
Aleluya». (NVI)
Débora: Has estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth, en la serie titulada, «Aleluya: Una celebración de alabanza».
Aun cuando las circunstancias parecen no cooperar, tienes una elección: ¿Te quejarás, o alabarás a Dios?
Nancy mencionó varias citas del predicador Charles Spurgeon sobre la alabanza, y te recordamos que este es un recurso que tenemos disponible para ti. Visítanos en nuestra página web, y descarga el PDF totalmente gratis con estas citas del gran predicador del siglo XIX. Encuentra el acceso para descargarlo en la transcripción de este episodio, en AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Sabías que los pueblos antiguos adoraban a los animales? Quizá para nosotras pudiera ser fácil reconocer la futilidad, lo vano de este tipo de idolatría, pero la verdad es que cada una de nosotras es tentada a adorar a otros dioses. En nuestro próximo episodio, Nancy nos hablará más acerca de esto. Acompáñanos aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
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