Escoge decir «sí, Señor»
Débora: Según Nancy DeMoss Wolgemuth, todos nos enfrentamos a una decisión importante.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Confianza o tiranía? ¿Cuál vas a escoger? Confiar en las promesas de Dios que te liberarán para vivir gozosamente bajo Su amoroso señorío o vivir bajo la tiranía de aquello a lo que te niegas a rendir.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Rendición: El corazón en paz con Dios, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 de agosto de 2023.
Esta semana hemos estado escuchando acerca del gozo que proviene de rendirnos a Dios. Hemos visto cómo Dios proveerá en cuatro áreas en las que solemos tener temor: provisión, placer, seguridad y relaciones. Hoy escucharemos acerca de lo que sucede cuando no nos rendimos a Dios. Aquí está Nancy.
Nancy: Creo que uno de los mayores retos al momento de rendirnos a Dios es no …
Débora: Según Nancy DeMoss Wolgemuth, todos nos enfrentamos a una decisión importante.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Confianza o tiranía? ¿Cuál vas a escoger? Confiar en las promesas de Dios que te liberarán para vivir gozosamente bajo Su amoroso señorío o vivir bajo la tiranía de aquello a lo que te niegas a rendir.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Rendición: El corazón en paz con Dios, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 de agosto de 2023.
Esta semana hemos estado escuchando acerca del gozo que proviene de rendirnos a Dios. Hemos visto cómo Dios proveerá en cuatro áreas en las que solemos tener temor: provisión, placer, seguridad y relaciones. Hoy escucharemos acerca de lo que sucede cuando no nos rendimos a Dios. Aquí está Nancy.
Nancy: Creo que uno de los mayores retos al momento de rendirnos a Dios es no saber lo que va a significar. ¿Qué va a requerir Dios? ¿Qué va a pedir?
Y puedo imaginar a Abraham y a Sara, por ejemplo, que tenían tan poco en qué apoyarse. No tenían historias bíblicas que pudieran leer para saber cómo resultaría si confiaban en Dios. No podían leer el final de la historia, y nosotras tampoco podemos leer el final de nuestra historia.
A veces al principio, particularmente cuando somos jóvenes en nuestro caminar con el Señor, y en especial la gente joven, piensa, tengo toda una vida por delante. Si la rindo a Dios, ¿qué va a significar eso?
Lo que realmente nos gustaría es que Dios nos diera un contrato detallado. Queremos poder leer la letra pequeña. Queremos saber lo que nos espera. ¿Me dejará casarme? ¿Me dejará tener hijos? ¿Tendré salud? ¿Podré comprar las cosas que quiero? ¿Viviré en un lugar que me guste? Entonces podremos decidir si firmamos o no el contrato.
Bueno, estoy aquí para decirte que Dios no lo hace de esa manera. Si fuera así, no habría fe, ¿cierto? Lo que Dios hace, en cambio, es entregarnos un papel en blanco, por así decirlo, y dice: «Ahora quiero que firmes aquí abajo, luego devuélvemelo y déjame completar los detalles». Y tú piensas: «¡oh, quiero leerlo primero! ¡Quiero saber primero! ¿Qué va a implicar?»
Pensamos que podríamos firmar si supiéramos lo que nos espera. Pero Dios dice: «No, no es así como vamos a hacerlo. Quiero que me conozcas y confíes en Mí, hasta el punto en que firmes el papel en blanco y me dejes escribir los detalles». Sabiendo que los detalles que Él escribirá serán mucho mejores, aunque probablemente sean muy diferentes a la forma en que nosotras hubiéramos escrito el guión de nuestras propias vidas.
Al leer la historia de la iglesia, los escritos de aquellos que firmaron este papel en blanco, por así decirlo, han retado y animado mi propia fe. Esos que entregaron su futuro al Señor. Y pienso en un creyente francés de finales del siglo dieciocho que escribió:
«Padre, me entrego en Tus manos. Haz conmigo lo que quieras. Hagas lo que hagas, te doy las gracias. (Eso es fe, agradecer a Dios por adelantado) Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, solo que se haga Tu voluntad en mí y en todas Tus criaturas. No deseo más que esto, oh Señor».
Ese es el corazón de la completa rendición.
El punto para cada hijo de Dios cuando se trata de esta rendición total es: ¿Confiamos en Él? ¿Confiamos en Aquel que dice: «Déjame hacer lo que quiero en tu vida»? ¿Confiamos en Aquel que controla el universo, que creó el universo, que lo sostiene con la palabra de Su poder? ¿Confiamos en Él para que dirija nuestras vidas? ¿Creemos que nos ama? ¿Creemos que Él tiene en cuenta nuestros mejores intereses? ¿Creemos que nunca hará nada que no sea lo mejor para nosotros?
¿Y si no confiamos en Dios de esa manera? ¿Y si nos aferramos? ¿Y si no nos dejamos llevar? ¿Y si tratamos de dirigir y controlar nuestra propia vida?
Bueno, un par de cosas: en primer lugar, no vamos a ser útiles, vamos a llegar a ser espiritualmente estériles. Nos vamos a marchitar. Eso que pensamos que nos traería felicidad y paz, que es aferrarnos a nuestras propias vidas, en realidad nos va a destruir. Por eso Jesús dijo en Juan 12: «En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo» (v. 24). Es inútil; pero si muere, produce mucho fruto.
Hasta que estemos dispuestas a morir con Cristo, a morir a nuestra propia reputación e intereses, futuro y planes, vamos a permanecer solas. Pero cuando nos rindamos a Él y dejemos que Él actúe, Él hará que Su vida fluya a través de nosotras y dé vida a otros.
Jesús dijo: «Si quieres venir en pos de mí, tienes que negarte a ti mismo. Tienes que tomar tu cruz cada día y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida (la persona que se aferra fuertemente), la perderá; pero el que pierda su vida (la rinda, la deje, se abandone a Jesús, renuncie a ella) por Mí, ese es el que la salvará» (Mateo 16:24-25 parafraseado).
Entonces, puedo sugerir que si no confiamos en las promesas de Dios, y por lo tanto no damos un paso en fe y nos rendimos, al final nos encontraremos en la esclavitud de las mismas cosas que nos hemos negado a rendir. Confianza o tiranía, esas son las opciones. Confía en las promesas de Dios, que te liberarán para vivir gozosamente bajo Su amoroso señorío, o vive bajo la tiranía de aquello a lo que te niegas a rendir.
Y este principio se ve poderosamente en Deuteronomio 28, a partir del versículo 47. Moisés les dijo a los israelitas:
«Porque no serviste al Señor tu Dios (no te rendiste) con alegría y con gozo de corazón, cuando tenías la abundancia de todas las cosas, servirás a tus enemigos, los cuales el Señor enviará contra ti: en hambre, en sed, en desnudez y en escasez de todas las cosas. Y Él (Dios) pondrá yugo de hierro sobre tu cuello hasta que te haya destruido» (vv. 47-48 parafraseados).
¿Ves la alternativa? Confía, ríndete, deja que Dios haga Su voluntad, o la tiranía. Servirás a algo. Servirás a alguien. Pensamos, soy tan libre porque dirijo mi propia vida.
Escucha, la persona que dirige su propia vida no es libre, es esclava. Por eso Pablo dice en Romanos 6: «Ustedes eran esclavos del pecado, pero ahora son esclavos de Cristo. Son esclavos de la justicia, y en esa esclavitud está la verdadera libertad» (vv. 17-18 parafraseados).
Así que, si no estamos dispuestas a confiar en Dios en el tema de la provisión, vamos a ser tiranizadas por cosas como la avaricia, el robo, el engaño, la mentira, la adoración, la codicia; nuestras vidas se centrarán en el dinero. Estaremos esclavizadas a las cosas si no podemos confiar en Dios en relación a nuestra provisión.
Si no estamos dispuestas a confiar a Dios nuestra felicidad, nuestro bienestar e insistimos en perseguir los placeres temporales, podemos llegar a ser dominadas por las mismas cosas que pensábamos que estábamos tratando de controlar. Y entonces llegaremos a ser dominadas por cosas como comer en exceso, emborracharnos, usar drogas, la promiscuidad sexual, el adulterio, la pornografía, la obsesión por la televisión o las películas. Si no confiamos a Dios nuestro placer…si decimos, «quiero determinar mi propio placer», vamos a terminar bajo la tiranía de las cosas que pensamos que nos traerán placer.
Y lo mismo ocurre con la protección. Si no confiamos en Dios para nuestra seguridad, sino que exigimos tener seguridad y protección humana, podemos vernos abrumadas por el miedo, la preocupación, la actitud defensiva, la obsesión por las armas, el miedo a la intimidad, la tendencia a la violencia. Seremos tiranizadas por las cosas que pensábamos que nos iban a dar protección.
Y en el tema de las relaciones, si no valoramos al Señor como nuestra relación principal, el Único cuya compañía es la más importante, entonces vamos a vivir con miedo: miedo a perder las relaciones humanas. Te aferrarás a tu pareja, te aferrarás a tus hijos. Eso no es amor. El amor es dar. Te estarás aferrando a ellos. Los pondrás en prisión. Harás a tu esposo prisionero de tus expectativas si vives con miedo a perderlo. O si vives con miedo de que él (tu esposo) esté fuera de tu control; es por eso que tienes que confiar en Dios para que Él sea tu relación principal y no buscar en tu esposo las necesidades que solo Dios puede satisfacer.
Estaremos listas para ser tiranizadas por cosas como la posesividad, el abusar de otros, el ser abusadas, el adulterio, las relaciones obsesivas o controladoras. Vamos a ser esclavas de aquellas cosas que pensamos que nos darían gozo, si no buscamos a Dios para que provea la compañía y amistad principal en nuestras vidas.
El hecho es que cuando firmamos este contrato en blanco de rendición, no hay garantías sobre a dónde nos llevará Dios, qué pasará en nuestras vidas, cuán difícil será nuestro viaje. Pero conocemos el carácter de Dios en quien hemos depositado nuestra confianza.
Estoy muy agradecida de que el Señor me ayudara como joven a empezar a conocerle, a confiar en Él, a firmar ese contrato en blanco y a entregarle mi vida. Han llegado momentos en que he caído en incredulidad o he tenido miedo, momentos en los que me he inquietado y preocupado, pero en lo más profundo está la confianza en que Dios sabe lo que está haciendo; saber que la voluntad de Dios es siempre buena, agradable y perfecta.
Han sucedido cosas en el desarrollo de ese plan, en que no han sido lo que yo hubiera elegido para mi vida. Pero miro hacia atrás, a lo largo de más de cincuenta años de caminar con Dios, y puedo decir que Dios ha escrito un guión que es mucho más maravilloso que cualquier cosa que yo pudiera haber escrito.
Él me ha demostrado una y otra vez que es Él fiel y que se puede confiar en Él. Qué tonta sería si tratara de dirigir mi vida yo misma. Hay muchos días en que eso es lo que hago, pero es una tontería porque el plan de Dios es siempre bueno. El plan de Dios es el mejor. Podemos confiar en Él. Confiar en Él nos trae bendiciones, recompensas, gozo y libertad más allá de lo que podríamos tener si tratáramos de dirigir nuestras propias vidas.
Hace poco recibí una carta de una mujer que me escuchó hablar hace años sobre este tema de la rendición. Al final de mi mensaje de ese día les pedí a las que me escuchaban que firmaran un papel en blanco que simbolizaba su voluntad de entregarlo todo –pasado, presente y futuro– al control de Cristo y dejar que Él escribiera los detalles de lo que eso significaría.
Ahora, años después, esta mujer me escribió para agradecerme ese reto, y esto es lo que me dijo:
«El Señor te usó a ti y a Su Palabra ese día para hacerme ver cosas a las que me había aferrado por más de treinta años, incluyendo la amargura que había estado guardando desde antes de casarme hace más de treinta y tres años. ¡Qué maravilloso es perdonar!»
Eso es parte de lo que significó para ella firmar ese contrato en blanco. Dios escribió los detalles y dijo, «necesitas perdonar».
«Qué maravilloso es, y cuánto mejor hubiera sido mi vida si me hubiera dado cuando de esto hace años».
Escucha, en cualquier momento a partir de ahora, como Dios mide el tiempo, tú y yo estaremos en la presencia del Señor con todo el tiempo detrás de nosotras y toda la eternidad delante nosotras. Miraremos hacia atrás y lo único que lamentaremos será no haber confiado más en Dios, no haberle entregado todo, no haber retenido nada de Dios. Las alegrías, el gozo, la plenitud y la bendición que podemos experimentar en esta vida y por toda la eternidad son el fruto de decir: «Haz lo que quieras de mí, Señor. Haz lo que quieras».
Débora: Como Nancy DeMoss Wolgemuth ha señalado, todas nos enfrentamos a una decisión. ¿Nos rendiremos a Dios o seremos esclavas de las cosas a las que tratamos de aferrarnos? ¿Hay algo a lo que te estés aferrando por temor? ¿Algo que te impide confiarle a Dios tu vida por completo?
Escuchemos a Nancy en la segunda parte de esta enseñanza.
Nancy: Hemos estado hablando de lo que significa una entrega total a Jesús como Señor y de dejar que Él haga Su voluntad en nuestras vidas y enfrentar nuestros temores de lo que eso significará, y el precio a pagar. Pero recordando que Dios es fiel y que Sus promesas contrarrestan nuestros mayores temores acerca de la rendición.
Y he enfatizado todo este asunto, y sigo volviendo a él en Aviva Nuestros Corazones porque creo que en el corazón de la vida cristiana está la necesidad de confiar y obedecer. Leo decenas y decenas y decenas, probablemente cientos de correos electrónicos y cartas de nuestras oyentes, y siempre me emociona recibirlos. Me encanta leer cómo Dios está trabajando en sus vidas. Me encanta leer algunas de las luchas en las que están involucradas en las diferentes estaciones de la vida. Me identifico con algunas de ellas. Y es realmente útil para mí conocer algunos de los problemas con los que algunas mujeres luchan.
Pero al leer las cartas, muchas de ellas en situaciones difíciles, mujeres que luchan con problemas matrimoniales muy duros, me doy cuenta de que no hay respuestas fáciles. No hay respuestas sencillas. No hay una salida fácil a corto plazo a esas situaciones. Pero al leerlas me doy cuenta de que lo que Dios te dice a ti y lo que me dice a mí en cada asunto de la vida es: «Descubre cuál es Mi voluntad. Descubre lo que dice Mi Palabra, y luego simplemente inclina tu voluntad y di, «sí, Señor», a lo que sea».
En cada circunstancia y situación de la vida el reto es: ¿Qué quiere Dios que yo haga? No es, ¿cómo puedo resolver mi problema?, tampoco es, ¿cómo puedo salir de esto?, sino, ¿cuál es la voluntad de Dios? Entonces, simplemente dile: «Sí, Señor. Lo que sea que signifique, lo que sea que se requiera». Confía y obedece porque «si queréis ser felices, debéis obedecer».
Muchos de ustedes han oído la historia de William Borden, Borden de Yale es como se le suele llamar. William Borden creció en un hogar prominente de Chicago. Era el heredero de la empresa lechera Borden Las oportunidades y opciones que tenía ante sí eran prácticamente ilimitadas.
Cuando se graduó de la preparatoria, a la edad de dieciséis años en 1904, sus padres le dieron como regalo de graduación un crucero alrededor del mundo. El joven William Borden, Bill Borden como se le conocía entonces, había aceptado a Cristo como su Salvador cuando era un niño. Ahora, mientras navegaba de un continente a otro, vio las necesidades espirituales de la gente de todo el mundo.
Su corazón se rompió y se sintió atraído. Sintió que Dios lo llamaba a servir a Jesús como misionero, así que dijo: «Sí, Señor. Eso es lo que estoy dispuesto a hacer». Humanamente hablando, tenía mucho que perder con esta decisión. Él había tenido muchas comodidades en su vida. Tenía un maravilloso futuro por delante en el mundo de los negocios, pero sentía que Dios lo llamaba a servir como misionero.
Durante sus años de universidad en Yale, anotó en su diario lo que él consideraba el punto principal del problema. Esto es lo que escribió en su diario:
«Niégate a ti mismo y di sí a Jesús siempre. En el corazón de cada hombre hay un trono y una cruz. Si Cristo está en el trono, el yo está en la cruz; pero si el yo, aunque sea un poco, está en el trono, entonces Jesús está en la cruz, en el corazón de ese hombre». Este joven dijo, ¡sí Señor!
Así que oró y esto también fue registrado en su diario. Escribió:
«Señor Jesús, quito mis manos en lo que respecta a mi vida, y te pongo a Ti en el trono de mi corazón. Cámbiame, límpiame y úsame como Tú quieras».
Después de que Bill Borden se graduó de Yale, por fin llegó el momento de salir al campo misionero. Pensó que su destino final sería China, donde esperaba llevar el evangelio a los musulmanes, pero su viaje lo llevó primero a Egipto, donde quiso estudiar árabe.
Y mientras estaba en Egipto, el joven William Borden contrajo una meningitis y, menos de un mes después, murió a los veinticinco años.
Cuando se legalizó su testamento, se descubrió que había dejado toda su fortuna de aproximadamente un millón de dólares, lo que es mucho hoy en día; era mucho más en 1904. Había dejado todo su patrimonio para ser dedicado a la causa de Jesucristo. Y eso no incluía las decenas de miles de dólares que había regalado durante su corta vida mientras era estudiante en Yale.
Bill Borden había dicho no al yo, no a sí mismo y sí a Jesús. Renunció a todo lo que el mundo considera importante: sus planes, sus esperanzas, sus sueños, su carrera, su dinero, su futuro, y finalmente, su vida. Desde el punto de vista de la tierra, Bill Borden fue un gran perdedor. Pero desde la perspectiva del cielo, ¿qué hizo? Renunció a esas cosas que de todos modos eran temporales, a cambio de las riquezas eternas del reino de Dios.
Al escuchar la historia de Borden a lo largo de los años, Dios ha desafiado mi propio corazón para decir «no» a mí misma, y decir «sí» a Jesús cada vez. «Sí, Señor. Sí, Señor». Dobla tus rodillas. Ondea la bandera blanca de la rendición. Es un símbolo universal que dice: «Me rindo. Me rindo. Me rindo». Eso es lo que Dios nos llama a hacer cada día en cada circunstancia y situación de la vida: renunciar al control, decir «sí» a Dios, doblar las rodillas. Tenemos que decir «sí» a la Palabra de Dios en cada área en la que habla a nuestras vidas, la sabiduría de Dios, las advertencias de Dios como las encontramos en Su Palabra.
Recibí una carta de una mujer que me había escuchado hablar sobre ondear la bandera blanca de la rendición total a Dios. Me contó que cuando llegó a su casa después de esa conferencia, le pidió prestado uno de los pañuelos blancos a su marido.
Y todos los días, al comenzar su tiempo de meditación, antes de ponerse a leer la Biblia abierta en su regazo, ondeaba literalmente ese pañuelo ante el Señor simbolizando: «Señor, digo “sí” a lo que Tú digas. Tu Palabra dice perdona; yo perdono. Tu Palabra dice que hay que dar a los que tienen necesidad; yo daré lo que Tú pongas en mi corazón para dar. Cualquier cosa que digas en Tu Palabra, diré “sí, Señor”. Ondeo la bandera blanca de la rendición y doblo mis rodillas ante Jesús como Señor».
Quiero animarte no solo a decir «sí» a la Palabra de Dios, sino a los caminos de Dios. Eso es la providencia y la soberanía de Dios, confiar en que lo que Dios está haciendo en tu vida y en este mundo es conforme a Su plan.
Tengo una amiga que recientemente ha pasado por una serie de circunstancias muy, muy dolorosas en su familia. Ella dijo que la paz que está experimentando en medio de tanta confusión es el resultado de su decisión de aceptar estas circunstancias como la voluntad de Dios para su vida.
Dijo: «Esta es la voluntad de Dios para mi vida. Es obvio que lo es. No tengo ningún control sobre ella, así que la acepto. Aquí es donde Dios quiere que esté».
Así que cuando te enfrentes a la tragedia, a la pérdida, a la decepción, al dolor, a cosas que no puedes entender, a cosas que no puedes explicar, con tus hijos, con tu matrimonio, en tu lugar de trabajo, di: «Sí, Señor». Ríndete, dobla tus rodillas, en lugar de luchar, resentir y resistir, que es lo que hace nuestra naturaleza, solo di: «Sí, Señor. Acepto Tus caminos, Tu providencia y Tu soberanía en mi vida».
Y luego di «sí» a la voluntad de Dios, al llamado y al plan de Dios para tu vida. Eso es lo que me encanta, y lo he citado a menudo, sobre el corazón de María de Nazaret, cuando el ángel vino a ella y le dijo: «Vas a tener un hijo, el Hijo de Dios», me encanta la respuesta de María. Ella dijo: «Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a Tu palabra» (Lucas 1:38). ¿Qué estaba diciendo? «Sí, Señor. Recibo Tu voluntad para mi vida».
Y puedes decir: «Bueno, Dios no me va a dar algo como lo que le dio a María». No, Dios te dará algo como la soltería, tal vez por algún período de tiempo o incluso para toda la vida. Si esa es la voluntad de Dios para tu vida, dile «sí».
Tal vez te encuentres en un matrimonio difícil. Necesitas llegar al lugar donde reconozcas que por este tiempo ese es el llamado y la voluntad de Dios para tu vida, que perseveres, que encuentres Su gracia para amar y respetar a esa pareja por difícil que sea y abrazar la voluntad de Dios aún en esa situación difícil.
Puede que Dios te haya llamado a la maternidad. Acéptalo. Di: «Sí, Señor, lo recibo». Puede que Dios te haya llamado a no poder tener hijos. Acéptalo como la voluntad de Dios y di: «Sí, Señor».
Eso no significa que no duela. No significa que no llores. No significa que no luches con eso; pero al final volvemos a decir: «Sí, Señor. Si te agrada, me agrada».
Dios puede estar llamando a algunas al ministerio vocacional. Hace poco escuché a una mujer decir algo sobre esto mientras hablábamos de este tema de la rendición. Ella me dijo: «¿Sabes? Dios ha estado llamando a mi esposo al servicio cristiano a tiempo completo, y yo lo he estado reteniendo». Ella tenía miedo, tenía reservas. Ella me dijo, «Dios me ha hablado, y necesito liberar a mi esposo para que sigamos la voluntad de Dios».
Si eres una mujer soltera y Dios te está llamando al servicio vocacional, o si eres una mujer casada, y Dios te está llamando con tu esposo, si esa es la voluntad de Dios para tu vida, di «sí, Señor». Dobla tus rodillas, ondea la bandera blanca, di: «Sí, Señor».
¿Vale la pena? Bueno, si pudiéramos preguntarle a William Borden, «¿lo harías de nuevo?» ¿Qué diría? Creo que respondería con tres frases que se descubrieron escritas en la parte posterior de su Biblia después de su muerte. Estas son las tres frases: «Sin reservas. Sin dudas. Sin vuelta atrás».
Y dices: «Pero perdió la vida a los veinticinco años. ¡Qué desperdicio!» ¿Crees que tuvo un momento de duda o de pesar mientras estaba en la presencia del Señor? Ni por un momento.
¿Para qué estás viviendo? ¿Vale la pena morir por ello? Cuando estés ante el Señor Jesús, pronto, como todas lo estaremos, ¿podrás mirar atrás en esta vida terrenal y decir: «Así es como la viví. Sin reservas, sin retener nada, sin dudas, sin pesar. Porque simplemente confié y obedecí»?
Débora: Nancy de DeMoss Wolgemuth volverá en unos momentos para ayudarnos a aplicar lo que hemos escuchado hoy. Todas tenemos que tomar una decisión. ¿Dirás: «Sí, Señor»? No solo es importante que lo digamos ahora, sino que lo digamos cada día, que aprendamos a decirlo cada vez más. Espero que tomes un tiempo para profundizar en el tema de hoy.
Ahora, para terminar nuestro tiempo, aquí está Nancy.
Nancy: Me pregunto si hay algo que Dios te ha estado diciendo a través Su Palabra, pero que has estado luchando con ello. Has querido salir de ese matrimonio en lugar de seguir comprometida con tu esposo. Has querido renunciar a alguien que Dios te ha llamado a amar.
Has querido aferrarte a la amargura hacia alguien que Dios te ha estado llamando a perdonar, alguien que te ha herido profundamente quizás. Has querido aferrarte a tus recursos financieros, y Dios ha estado imprimiendo en tu corazón que necesitas dar, porque has acumulado y te has aferrado a eso por miedo.
Y no sé qué es, qué circunstancia o situación puede tener Dios para ti en este momento. Tal vez en este momento es solo una serie de pequeñas cosas. Podrías pensar en cualquier circunstancia o situación, y decir, «Sí, Señor. Acepto esto que viene de Tu mano. Recibo Tu voluntad para mi vida. Confío en Ti. Incluso en medio del dolor, del daño o la pérdida, seguiré confiando en Ti y por Tu gracia, voy a obedecer».
Señor, te ruego que nos des la fe y el valor para vivir no solo este día, sino también mañana y el siguiente, y cada día del resto de nuestras vidas diciendo: «Sí, Señor», doblando las rodillas, ondeando una bandera blanca de rendición y reconociendo que Tú eres el Señor.
Y al hacerlo, sabemos que llegará el día en que podremos mirar atrás y decir: «Sin dudas, sin pesar». Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Aviva Nuestros Corazones, con Nancy DeMoss Wolgemuth, te llama a la libertad, la plenitud y a una vida fructífera en Cristo.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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