¿Eres una atea en la práctica?
Annamarie Sauter: Si no aprendes a ver a tu Dios en medio de tus circunstancias presentes, le darás al mundo una mala impresión de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El mundo mirará tu actitud o tu respuesta a tus circunstancias y sacarán sus conclusiones acerca de Dios, que el Dios al que dices adorar no puede ser confiado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con la conclusión de su enseñanza titulada, ¡He aquí tu Dios!
Nancy: Ha sido muy alentador escuchar los testimonios de cómo Dios ha usado este capítulo en la vida de tantas personas durante esta serie. Espero que este se convierta en uno de esos capítulos a los que regresamos una y otra vez, y no solo este capítulo sino el mensaje del capítulo: He aquí tu Dios.
Estamos llegando a los versículos …
Annamarie Sauter: Si no aprendes a ver a tu Dios en medio de tus circunstancias presentes, le darás al mundo una mala impresión de Dios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El mundo mirará tu actitud o tu respuesta a tus circunstancias y sacarán sus conclusiones acerca de Dios, que el Dios al que dices adorar no puede ser confiado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con la conclusión de su enseñanza titulada, ¡He aquí tu Dios!
Nancy: Ha sido muy alentador escuchar los testimonios de cómo Dios ha usado este capítulo en la vida de tantas personas durante esta serie. Espero que este se convierta en uno de esos capítulos a los que regresamos una y otra vez, y no solo este capítulo sino el mensaje del capítulo: He aquí tu Dios.
Estamos llegando a los versículos finales del capítulo 40 de Isaías, retomando en el versículo 25 donde Dios dice: «¿A quién, pues, me haréis semejante para que yo sea su igual? –dice el Santo».
Ahora, el Santo, es el Apartado, Aquel que es único, diferente, infinito, separado de todos nosotros que no somos santos. Él dice: «Soy tan santo» y según hemos visto en el resto de este pasaje, «soy tan grande; tan poderoso; conozco o sé tanto». Y hemos visto la sabiduría, el poder de Dios, y Dios dice: «¿A quién, pues, me haréis semejante para que yo sea su igual?» No soy como nadie a quien conozcas. Soy mucho más grande, Soy eterno, y todo y todos fuera de Mí son insignificantes.
Ahora, en el versículo 26, Isaías sale a una noche oscura donde las estrellas llenan el cielo, y les dice a los israelitas que enfrentan el cautiverio, o que enfrentan el ejército de Babilonia en su inminente ataque y que tienen todo tipo de aflicciones y luchas, él les dice: «Alzad a lo alto vuestros ojos y ved». ¡Miren hacia arriba!
El problema es que con frecuencia no miramos hacia arriba, no somos rápidas en ver hacia arriba, y casi siempre nos quedamos mirando hacia abajo; a nosotras mismas y a nuestras circunstancias.
Ya Él nos ha dicho: «He aquí tu Dios». Él dice: «Si necesitas ayuda para contemplar a Dios, mira el cielo de la noche. En esta noche clara sin las luces de la ciudad que nos impiden ver las estrellas, mira y ve quién las ha creado. Estas estrellas que ves, el esplendor del cielo de la noche, ¿quién crees que ha hecho todo esto?» Bueno, es Dios; «Él hace salir en orden a su ejército, y a todos llama por su nombre. Por la grandeza de su fuerza y la fortaleza de su poder no falta ni uno», dice el versículo 26.
Isaías usa el mundo natural para apuntar a la grandeza del Dios creador.
Los babilonios, quienes dicho sea de paso, serían la próxima potencia de dominio del mundo, practicaban la astrología. Ellos adoraban las estrellas. Las observaban buscando mensajes; las observaban en busca de sabiduría. Pero Isaías nos dice: «No adores las estrellas. No busques en ellas sabiduría. Ellas apuntan a su Creador y nos obligan a mirarlo a Él para alcanzar el entendimiento y la sabiduría».
Él dice: «Dios es el Creador. Él sabe cuántas estrellas hay. Él hace salir en orden a Su ejército y a todos llama por Su nombre». Él ha nombrado a cada una de ellas.
Ahora, para que no pienses que esta es una tarea sencilla, se dice que por lo menos hay cien billones de estrellas en nuestra galaxia, solamente cien billones de estrellas. He leído que puede haber hasta quinientos billones más de galaxias, cada una con su billón de estrellas, y Dios las ha contado todas. Dios las envía de noche. Él sabe cuántas hay, y ha nombrado cada una de esas estrellas. Es decir, combinando la vida de todos los científicos, no nos alcanzaría para el conteo y el nombrar de todas las estrellas, pero Dios lo ha hecho.
En julio del 2003 los astrónomos anunciaron que en el universo había unos setenta sextillones de estrellas. ¡Eso tiene veintidós ceros! No sabría cómo lo saben, y realmente no lo saben. Pero basados en la investigación que habían hecho hasta entonces, ellos reportaron, «realmente no sabemos, pero basados en la investigación que hasta ahora hemos hecho, creemos que hay esa cantidad». Dios sabe cuántas hay. No falta ni una en Su conteo.
El énfasis en este pasaje es en el poder y fortaleza de Dios, el poder de Dios que creó esas estrellas, que las ordenó, que las ha enumerado y nombrado, y que las sostiene en el firmamento en la noche.
Y la implicación es esta: Si Dios puede hacer todo eso, ¿crees que Él puede manejar las circunstancias que estén sucediendo en tu vida?
Y tú me dices, «tengo muchas cosas en mi vida». ¿Cuántas tienes? ¿De cuántas cosas te preocupas, diez?
Y dirás: «No, hay muchas más que esas».
¿Veinte? ¿Cincuenta? ¿Tienes trescientas preocupaciones en tu vida ahora mismo? Sé que tienes el mismo número de preocupaciones que de familiares, trabajo, y cosas que suceden en tu entorno.
Y dirás, «en mi vida tengo toneladas de cosas que me preocupan, cosas que me inquietan».
Y yo te digo, si Dios puede contar y nombrar 70 sextillones de estrellas en el universo, las puede ordenar, las mantiene, las sostiene, ¿no crees que Dios puede con los problemas y las cosas que tienes en tu vida?
¿Crees que Dios puede encargarse de tus hijos?
Y dirás, «tengo muchos hijos».
Dios tiene muchas estrellas. Las maneja, las conoce, Él sabe su nombre, no solo el nombre de las estrellas.
- Él conoce TU nombre
- Él conoce TU situación
- Él conoce TUS preocupaciones
- TUS inquietudes
- Él ES DIOS, y Él es capaz de resolver todas las cosas
Es así que en el versículo 27 leemos:
«¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: Escondido está mi camino del Señor, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios?»
Los hijos de Israel estaban en el exilio cuando esto ocurría, y pensaban que Dios les había olvidado, que Él estaba en ignorancia sobre lo que les sucedía a ellos. Así que murmuraron contra Dios. Se quejaron.
Esas palabras: «Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel», en algunas traducciones dice: «¿Por qué te quejas?», y está en un tiempo verbal que nos deja ver que no sucedió una vez y ya, si no que es una acción persistente y continua. Este es el patrón que habían desarrollado en sus vidas, de preocupación, de ansiedad, de no saber si Dios sabía lo que estaba sucediendo. Y este es un patrón que habían escogido. Se sentían abandonados. Se sentían como si Dios les hubiera olvidado o Dios hubiera fallado en hacer lo que es correcto y decían: «Escondido está mi camino del Señor (Dios no sabe, no ve o me ha dejado sola para tratar con esta situación), y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios» (v.27).
Y les digo, hermanas, sé por mi propia vida, si no te entrenas y te disciplinas para ver a tu Dios en medio de las circunstancias de tu vida, te frustrarás, te resentirás, te atemorizarás y te convertirás en una persona demandante. Y acabarás acusando a Dios y amargada con Él.
Y me dirás: «No estoy amargada contra Dios».
Ahí acabarás si no aprendes a ver a tu Dios en medio de las circunstancias de la vida, y le darás al mundo una mala impresión de Dios. El mundo mirará tu actitud o tu respuesta a tus circunstancias y sacarán sus conclusiones acerca de Dios, de que el Dios al que dices adorar no puede ser confiado.
Y eso es lo que me duele en el alma cuando respondo así a las presiones y a los problemas. Una cosa es que yo no confíe en Dios, pero otra, que otros me vean preocupada o ansiosa o con temor y pensar que ellos pueden pensar mal de Dios por mi respuesta a las presiones y a los problemas.
Nuestro trabajo, dijo John Wesley, es darle al mundo una buena impresión de Dios. La forma como respondemos a nuestras circunstancias, si vemos a nuestro Dios, no solo estaremos fortalecidas sino que seremos fuente de gracia y de fortaleza para animar a otros.
El problema de los israelitas en esos días era que habían olvidado quién era Dios. Olvidaron a qué se parecía Dios. Necesitaban que se lo recordaran e Isaías les dijo: «¿Cómo puede olvidarse Dios de ustedes? Él conoce las estrellas. Él sabe cuando cae en tierra cada pajarillo común. Los cabellos de tu cabeza están contados. ¿Cómo puede Dios olvidarse?»
Así que dice en el versículo 28: «¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable».
¿Qué es lo que Isaías les dice a los israelitas y qué nos dice Dios a través de este pasaje? «Aprende a aconsejar tu corazón de acuerdo a la verdad. Recuérdate lo que sabes que es verdad». Necesitamos recordarnos lo que sabemos que es verdad. Por eso Isaías dice al pueblo que decía: «Dios se ha olvidado y nuestro caso ha pasado desapercibido».
Isaías les dice: «¿Acaso no lo sabes? El Señor es el Dios eterno. Vuelve a lo que sabes es verdad». Muchos de nosotros tenemos tanta teología, pero, ¿de qué nos sirve si en el día a día tenemos tantas quejas y estamos tan ansiosos? Así que de qué nos sirve si decimos creer que Dios es todopoderoso y todo lo conoce y lleno de gracia y misericordia, pero vivimos como si no hubiera Dios. ¡Somos ateas en la práctica!
Así que para la mayoría, la respuesta no vendrá con una nueva enseñanza, una nueva clave para la vida, sino en el ejercicio de la fe en lo que ya creemos.
¿Y qué es lo que creemos? «El Señor es el Dios eterno».
Esto significa que no tiene principio ni final; estuvo ahí antes de tus problemas y estará ahí después de ti y de tus problemas. Él es el Dios eterno.
Sé que soy intensa cuando hablo de esto pero es porque le predico a mi propio corazón. En la medida que me vuelvo temerosa, ansiosa o preocupada, necesito volver a lo que sé que es verdad.
Él es el Dios eterno. Él es el Creador de los confines de la tierra. Él no se fatiga ni se cansa.
Y ¿qué significa esto? Que no hay límites en su capacidad para enfrentar la presión. Dios no tiene límites.
Y recuerda esto, porque ahora contrastaremos eso aquí. En el versículo 29 dice: «Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor. Aun los muchachos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor, renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán» (vv.29-31).
Hemos visto que a Dios nunca se le acaba la energía. Él no se cansa. Nosotros en nuestra humanidad no podemos comprender esto. Es decir, casi a diario necesito tomar una siesta para poder soportar un largo día. Me canso. Me fatigo. Físicamente me gasto, y tú también. Así que tenemos que volver a llenarnos; pero Dios jamás necesita ser llenado. Él nunca se gasta. Él nunca se vacía.
Por el contrario, Él da poder, Él da fuerza. Siempre la derrama sobre Su pueblo. Él es un Dios generoso, o ¿no? Nos da fuerza y cuando nos da de Su fortaleza no se hace más débil. Nosotras nos entregamos también. Y cuando nos damos a nuestros hijos o esposos o en el trabajo, llegas a la casa al final del largo día exhausta. Te has entregado. Pero cuando Dios se da, Él no decrece en lo más mínimo.
«Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor».
Leemos sobre esto en 2 Corintios en el capítulo 12, donde Dios le habla al apóstol Pablo asediado con una debilidad o limitación física. Dios le contesta a Pablo cuando le pregunta: «¿Podrías por favor quitarme este aguijón?» Dios le dice: «no quitaré el aguijón, pero te diré lo que haré: «Te doy mi gracia, mi gracia es suficiente para ti, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad». Por tanto (dice Pablo) me gloriaré en mis debilidades» (v.9).
Hermana, jamás conocerás el poder de Dios hasta que no llegues al final de tus propios recursos.
Madres, algunas de ustedes tienen muchos hijos, algunas están educándolos en casa, algunas tienen un trabajo muy demandante, tienen cosas que les consumen la vida; algunas están cuidando padres envejecientes, y están físicamente drenadas, físicamente fatigadas; por momentos exhaustas; pero jamás conocerán el poder de Cristo para sus vidas en toda su magnitud hasta que no lleguen al final de sus propias fuerzas.
A veces me veo en medio de una experiencia ministerial, una conferencia de Aviva Nuestros Corazones en un fin de semana, y estoy hablando y dando consejería. Y a veces en medio de la grabación pienso: «No puedo seguir más. No puedo continuar». Y aquí viene uno de los momentos más importantes a los que puedo llegar, el de reconocer que porque he clamado a Dios y he dicho, «Señor soy débil, pero Tú eres fuerte, ¿podrías Tú ser fuerte en mí? ¿Me das Tu fuerza para mi debilidad?»
Y eso es exactamente lo que Dios hace. Él dice que nosotras somos débiles, aún las jóvenes… Algunas de nosotras que no somos tan jóvenes ya y comenzamos a sentir limitaciones físicas vemos a los jóvenes y pensamos, «¿cómo lo hacen?» Esos niños que corren, corren y corren, nos cansan. Y pensamos, «¿cómo es que tienen tanta energía?» Dios dice que esa energía tiene un límite. Por la noche caen exhaustos en la cama. Escucha, aún el más fuerte de los hombres o de los jóvenes es débil, frágil y es limitado.
Los atletas olímpicos se cansan en ciertos niveles, pero compara el Anciano de Días. Nunca se cansa. Nunca se desgasta. Nunca se debilita.
Así que, ¿qué haremos? El versículo 31 de Isaías dice: «Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas».
Esperar en el Señor no es algo pasivo, no es como esperar por el verano, o esperar a que los hijos crezcan. Es una espera activa. La palabra significa, «adherirse», «anhelo por Dios». Es la idea que leemos en el Salmo 130 cuando dice: «Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en Su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana» (vv. 5-6).
Algunas de ustedes han trabajado largas noches, o se han quedado despiertas con un hijo enfermo en la madrugada, pensando, «¡oh, que amanezca! Desearía que ya fuera de mañana», tratando de mantener los ojos abiertos, esperando que sea de mañana.
Así es como nuestra alma necesita esperar por el Señor, deseándolo, a la expectativa, aferrándose a Él. El Salmo 37, versículo 7 dice: «Confía callado en el Señor y espérale con paciencia».
¿Qué sería lo opuesto de esto? Confiar en nosotras mismas, la autosuficiencia. «Yo puedo con esto; me levanto sola y yo puedo hacerlo; es cuestión de darle con fuerza».
Escucha, vas a quedarte sin combustible. Sin energía. Ahí es donde debes aprender a esperar en el Señor. Significa que pondrás toda tu confianza en Él, tu esperanza en Él.
Y ¿qué sucede si esperas en el Señor? Renovarás tus fuerzas. Él te dará fortaleza para tus adversidades. Él te dará fuerzas para tu cansancio. Él te dará fuerzas para tu debilidad.
La palabra «RENOVAR» no significa que Él te dará una inyección de adrenalina para que sigas adelante. Es una palabra poderosa que significa «intercambio». Él te da Su fuerza a cambio de tu debilidad.
Y ¿qué sucede cuando esperas en el Señor y Él te renueva tus fuerzas? Dice el texto que te remontarás.
Esa palabra es «ascender» «sobremontarse». Remontarse con alas como las águilas, la imagen aquí es de estar por encima de las tormentas.
Las águilas en realidad son llevadas a nuevas alturas por las tormentas, a elevaciones mayores. Mientras más fuerte es el viento y más feroz la tormenta, las águilas dejan que el viento sople debajo de sus alas y se dejan llevar a una mayor altura. Puedes ver muchas aves batiendo sus alas. Pero las águilas no baten sus alas. Se remontan por encima de la tormenta.
Qué imagen de cómo lucen nuestras vidas cuando confiamos en Cristo y en Su fuerza. Se nos permite volar sobre las tormentas. No significa que no tenemos que pasar por la tormenta, las decepciones, los problemas, los dolores de cabeza, el dolor, y los largos días que parecen no acabar. Las madres saben que el día a día puede ser una tormenta. Las águilas dejan que las tormentas las lleven a alturas mayores. Por la gracia de Dios y el poder de Su Espíritu en nosotros, Él nos lleva por encima de la tormenta.
Una cosa es sobrevolar la tormenta y otra muy diferente es seguir en el duro día a día. Isaías también toca este punto.
Él dice: «pero los que esperan en el Señor, renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán».
Hay un esfuerzo que hay que hacer para lidiar con nuestro trabajo, para ser fieles, para seguir adelante día a día, llenando tus responsabilidades en la casa, en tu trabajo, en la iglesia, para seguir adelante cuando estás decepcionada, cuando parece que nadie aprecia lo que haces, para seguir cuando piensas, «ya no tengo fuerzas para ser quien cuide de esta persona en la familia».
Las Escrituras dicen que Dios te dará las fuerzas. Él te dará de Su fuerza sobrenatural para levantarte por encima de esa tormenta, para que sigas adelante, para que no te canses ni te fatigues.
Me encanta esa canción gospel que ilustra tan bien la vida del águila remontándose por encima de las tormentas, dejando que la tormenta nos lleve a nuevas alturas, a nuevas planicies. El autor dice:
Presionando en la subida, nuevas alturas gano cada día; orando en mi salida «Señor lleva mis pies a las alturas».
Mi corazón no tiene deseos de quedarse donde la duda y el miedo se levanten. Aunque muchos habitan ahí; mi corazón apunta más allá.
Quiero vivir por encima del mundo, aunque los dardos de Satanás a mí estén dirigidos; mi fe ya escuchó el cántico gozoso de los santos en las alturas.
Quiero escalar a esas alturas y alcanzar el destello de la gloria que allí brilla; pero aun así oro hasta que en el cielo me encuentre: «Señor, llévame a las alturas».
Señor, levántame (como en las alas de las águilas) y déjame por fe en la tierra de la cena celestial; una planicie más alta de las que pude encontrar, «Señor lleva mis pies a las alturas».
¿No es esto lo que quisieras? Ser capaz de remontarte por encima del día a día. ¿Por encima de esas tormentas que amenazan tu vida? ¿Quieres levantarte con las alas de las águilas? ¿Quieres subir a nuevas alturas? ¿Más cerca al corazón de Dios? ¿Quieres correr y no cansarte? ¿Quieres caminar y no fatigarte? Ve a Isaías 40.
Aprende a esperar en el Señor en medio de cada tormenta y de cada circunstancia, en cada problema de la vida, no importa cuán grande sea, acude a tu Dios.
- Fija tus ojos en Él
- Pon en Él tu corazón
- Pon en Él tu fe
- Que en Él descanse tu fe
- Descansa en Él
- Espera pacientemente por Él
- Haz que Él sea tu preocupación
- Haz que Él sea tu foco
- Medita en Su nombre
- Medita en Su carácter
- Medita en Su poder
- Medita en Su grandeza
Busca la perspectiva de Dios para tu vida aquí en este mundo caído. Reconoce que Él es el Creador. Él es el Dios eterno. Nunca se cansa. Nunca se fatiga, y cuando acudes a Él y esperas en Él, Él te fortalece.
Lo he visto una y otra vez en mi vida. Muchas veces he sentido que no tengo una onza más de fuerza para continuar, y he clamado al Señor: «¡No puedo más!», y Dios me ha dicho: «Déjame darte de mi fuerza». Y en mi espera en el Señor Él se vuelve mi vida. Él se convierte en mi fortaleza, sobrenaturalmente me es dado el poder de levantarme y remontarme como las águilas, de correr y no fatigarme, de caminar y no desmayar.
He aquí tu Dios. Espera en el Señor. No serás decepcionada jamás.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha recordado que tienes una esperanza sólida en Dios tu Creador. ¡Es de mucho ánimo recordar que Él nunca se cansa, y que cuando nosotras nos cansamos podemos encontrar en Él todo lo que necesitamos!
Con este episodio finaliza la serie, ¡He aquí tu Dios! Si te perdiste algún episodio anterior encuéntralo en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com. Y si ha sido de edificación para ti, comparte esta enseñanza con más mujeres.
Algo que ciertamente puede provocar cansancio en la vida de una mujer es la crianza de los hijos, pero es una labor sumamente importante. En nuestra próxima serie, Betsy Corning te hablará sobre cómo cuando inviertes en tus hijos (biológicos o espirituales), afectas las generaciones por venir.
Annamarie: Te esperamos para esta próxima serie de Aviva Nuestros Corazones.
Trayéndote enseñanza práctica de la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 Traducción libre de la lírica de "Higher Ground." Johnson Oatman, Jr.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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