Entra por la puerta verdadera
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que solo Jesús mismo puede darte entrada a la Iglesia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Como verás, otros pueden darte entrada dentro de la iglesia visible. Firma aquí, ve a esta clase, haz lo que sea que tengas que hacer para unirte a tu iglesia. A esto le llamamos la iglesia visible.Pero no todo miembro que está involucrado en la iglesia visible, es miembro de la iglesia verdadera. Solo Cristo tiene la llave y puede permitir la entrada a la iglesia verdadera.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 21 de junio de 2023.
¿Quién tiene las llaves de tu iglesia? ¿El pastor? ¿El cuidador? ¿La persona que llega temprano para preparar el café?
Conocerás quién verdaderamente tiene las llaves de la iglesia mientras Nancy continúa en la serie titulada Aliento para …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que solo Jesús mismo puede darte entrada a la Iglesia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Como verás, otros pueden darte entrada dentro de la iglesia visible. Firma aquí, ve a esta clase, haz lo que sea que tengas que hacer para unirte a tu iglesia. A esto le llamamos la iglesia visible.Pero no todo miembro que está involucrado en la iglesia visible, es miembro de la iglesia verdadera. Solo Cristo tiene la llave y puede permitir la entrada a la iglesia verdadera.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 21 de junio de 2023.
¿Quién tiene las llaves de tu iglesia? ¿El pastor? ¿El cuidador? ¿La persona que llega temprano para preparar el café?
Conocerás quién verdaderamente tiene las llaves de la iglesia mientras Nancy continúa en la serie titulada Aliento para perseverar.
Nancy: Tengo un llavero en mis manos. Una llave es la de mi auto. Otra es para entrar al edificio de la oficina, y por último esta llave, la única que realmente parece una llave, es la llave de mi casa. Cuando mi casa estuvo terminada –bueno, no construí la casa, alguien más lo hizo. Pero cuando la casa estuvo terminada, el constructor me dio la llave de la casa. Siempre la llevo conmigo. Y la uso para entrar y salir de la casa o para abrir la puerta de la cochera.
Esta llave simboliza autoridad y control sobre mi casa. Simboliza posesión. Simboliza el derecho de entrar y salir de mi casa. Y también simboliza el derecho de decidir quién más entra y sale.
Ocasionalmente, presto esta llave a algunas personas para que puedan tener acceso a la casa. Podría decirle a alguien, «ve, entra, siéntete como en casa». Tengo el derecho de hacer eso porque es mi llave.
Tuve una pareja viviendo en mi hogar. Durante ese periodo de tiempo les entregué una copia de la llave y les di la libertad de ir y venir de la casa como ellos quisieran. Pero la casa no les pertenecía. La llave no les pertenece. Ellos usaban la llave y yo tengo derecho de darles la llave porque la llave es mía. La casa es mía. (Bueno, pertenece al Señor. Todo pertenece al Señor. Pero estamos hablando aquí de las llaves).
Ahora, no permito que cualquier persona tenga acceso a mi casa. A veces utilizo esta llave para cerrar y poner seguro a la puerta, porque hay personas que quiero mantener fuera de la casa. Las llaves de esta casa me pertenecen. Así que tengo el derecho de determinar quién puede entrar y quién no.
Las personas que me conocen saben que soy muy abierta con esas llaves, y las personas suelen salir y entrar como gusten. Pero en las noches aseguro la puerta. Porque no quiero intrusos entrando a mi casa, y la llave me ayuda en esto.
Las llaves simbolizan autoridad, control, posesión, derecho. Y mientras estudiamos la carta que Jesús envió a la iglesia en Filadelfia en Apocalipsis capítulo 3, vemos una llave. Y vemos quién posee la llave, es el mismo Señor Jesús.
Así que déjame retomar el versículo 7 para que nos ubiquemos aquí:
«Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
“El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto:‘Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar’”» (vv. 7-8).
Supongo que si las personas recuerdan esta carta a la iglesia de Filadelfia, es por una razón, la puerta abierta. De hecho, alguien me llamó anoche para orar conmigo antes de grabar esta sesión. Y me preguntó «¿qué vas a enseñar mañana?»
Y le respondí «la carta a la iglesia en Filadelfia».
Y esta amiga me dijo, «oh sí, la puerta abierta, la iglesia de la puerta abierta». Incluso tenemos una iglesia de la puerta abierta en Filadelfia. De ahí proviene su nombre.
Pero Jesús dijo: «Yo soy quien tiene la llave de David. Yo abro y nadie puede cerrar, cierro y nadie puede abrir». Esta llave de la casa de David habla sobre la autoridad de Cristo, como vimos en la última sesión.
La puerta de la que hablamos hoy habla de la oportunidad de la iglesia. Cristo tiene la autoridad y Él abre la puerta. Y veremos que es una puerta de oportunidad.
Y Él dice: «He puesto delante de ti una puerta abierta». Y la traducción literal de esa frase sería «te he dado una puerta abierta». Cada puerta abierta que Jesús nos da es un regalo de Dios. No es algo que merecemos. Es un regalo, un privilegio.
Cristo dice que él tiene la autoridad absoluta sobre la casa de Dios, la iglesia de Jesucristo. Él les dio a los creyentes en Filadelfia, a los creyentes del primer siglo y a nosotras hoy en el siglo 21, una puerta abierta que nadie, ni siquiera el enemigo de la iglesia de Cristo, puede cerrar.
Ahora bien, la pregunta obvia cuando ves este pasaje es, «está bien, hay una puerta abierta que nos ha sido dada, pero una puerta abierta ¿para qué?
Bueno, como he leído, en este pasaje hay dos interpretaciones posibles a simple vista, y algunas otras interpretaciones secundarias. Creo que las dos que vemos a simple vista son verdaderas. Vamos a ver qué les parece esta sugerencia: Quiero considerar ambas posiciones, una puerta abierta, dos puertas abiertas, que Jesús abrió para aquellos creyentes y también para nosotras.
En primer lugar tenemos la puerta de la salvación. Los cristianos que vivían en la ciudad de Filadelfia parecía que habían sido excluidos de la sinagoga, como veremos luego en este pasaje. Los judíos, que se habían convertido a Cristo habían sido excomulgados de la sinagoga. Ellos fueron expulsados y les cerraron las puertas en sus caras. Fueron sacados de la sinagoga.
Y quizás te preguntarás: «Pero, ¿cuál es el gran problema?» Bueno, si eras un judío creyente en ese tiempo, eso era un problema. Esa era su crianza. Su trasfondo religioso estaba centrado en esa sinagoga; sus relaciones sociales, toda su vida estaba centrada alrededor de la sinagoga. Y aquí vemos que les cerraron las puertas en sus caras cuando se convirtieron en creyentes en Jesucristo.
Pero Jesús les dice, «yo les he dado una puerta abierta. Yo les doy una oportunidad de entrar en la casa de Dios, en el reino de Dios». Quizás hayas sido excluida de la sinagoga. Quizás fuiste excluida de poder compartir con las personas con las que has crecido. Pero si yo he abierto la puerta de la casa de mi padre para ti, nadie puede cerrarla o sacarte. Eres bienvenida. Es la puerta de la salvación.
La casa de Dios de la que Jesús tiene la llave, es la iglesia de Jesucristo. Necesitamos que nos recuerden que solo por Cristo, quien tiene la llave, y es el dueño de la llave; es solo por Cristo es que puedes ser admitida u obtener la entrada a esa casa. La admisión a la familia de Dios, a la casa de Dios, la admisión o la exclusión, están solamente en Su poder.
En Juan capítulo 10 Jesús dice, «Yo soy la puerta de las ovejas…si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto» (vv. 7-9). No puedes entrar si no a través de Jesucristo.
Y Hebreos capítulo 10 lo dice de la siguiente manera: «Tenemos la confianza, la libertad de entrar al lugar santísimo», refiriéndose al lugar más santo en el tabernáculo o en el templo donde la presencia o la gloria de Dios habita; el lugar santísimo que fue apartado y consagrado y al que nadie –sino el sacerdote, el sumo sacerdote– podía entrar.
La Escritura nos dice que tenemos confianza para entrar, para entrar al lugar santísimo «por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotras por medio del velo» (vv. 19-20), esa cortina grande y pesada que separaba los judíos piadosos del Antiguo Testamento de la presencia de Dios.
Cuando Jesús murió, ¿qué pasó con ese gran velo? El velo fue rasgado de arriba a abajo. Por medio de ese velo, que es Su carne, Él abrió ese camino para nosotras. Cuando Su carne fue desgarrada en la cruz, cuando Él dio Su vida en la cruz, Él abrió ese camino para que nosotras pudiéramos entrar al lugar santísimo. Él tiene la llave, Él abrió la puerta.
Y recuerdo recibir un correo de una de nuestras oyentes que hablaba de un retiro al que ella asistió donde tenían una réplica del tabernáculo. Incluso pudieron caminar a través de él y dentro de él. Ella me comentó cómo fue impactante el momento en que ella caminó en el lugar santísimo.
En el Antiguo Testamento los judíos no podían hacer esto. Ellos debían enviar a un representante a derramar la sangre de los animales. Pero hoy, nosotras podemos entrar directamente a la presencia de Dios porque la sangre ha sido derramada, la sangre del Cordero de Dios, la sangre de Jesucristo. Él tiene la llave y Él nos ha abierto la puerta, el camino, la vía, hacia la presencia de Dios.
Él abre la puerta de la salvación. Y Él también cierra la puerta. Un día la puerta para la salvación será cerrada permanentemente para aquellos que aún no hayan entrado.
Y mientras meditaba en este pasaje, pensaba en Noé y el arca y cómo él y su familia entraron y estuvieron a salvo dentro del arca. Pero entonces Dios cerró la puerta y todos aquellos que estaban afuera, que se resistieron a creer el evangelio predicado por Noé, quedaron excluidos.
Jesús dice en Lucas capítulo 13:
«Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, y vosotros, estando fuera, comencéis a llamar a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”, Él respondiendo, os dirá: “No sé de dónde sois”.
Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos en tu presencia, y enseñaste en nuestras calles;”y Él dirá: “Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí, todos los que hacéis iniquidad”.
Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera» (vv. 24-28).
Ese es un pasaje severo. Debería provocar temor en los corazones de aquellas que nunca han entrado por la puerta de salvación a través de Jesucristo para obtener esa salvación. Ese pasaje en Lucas capítulo 13, está sugiriendo que tú puedes ser fiel a la iglesia, puedes haber sido bautizada en tu infancia, o adultez, hacia delante, hacia atrás, inmersa, salpicada, como sea que lo hayan hecho en tu iglesia. Puedes ser una buena persona y aún permanecer fuera de la puerta de salvación.
Y como verás, otros pueden admitirte en la iglesia visible, organizada. Firma aquí, ve a clases, haz lo que sea que tengas que hacer para entrar en la iglesia. A eso le llamamos la iglesia visible. Pero no todo aquel que forma parte de la lista de la iglesia visible, es miembro de la iglesia verdadera. Solo Cristo quien tiene la llave puede darte entrada a la iglesia verdadera.
Y tienes que entrar en Sus términos a través de Él, no por nada bueno que hayas hecho. No por ningún esfuerzo de tu parte, sino basada en Su soberana decisión, en Su misericordia electiva.
Ahora, puedes pensar que lo que has hecho es tan malo que te ha descalificado, que te ha descartado y que no hay manera en que puedas entrar a la casa de salvación, a la casa de Dios. Pero quiero decirte que este pasaje en Apocalipsis capítulo 3, nos dice que si Él ha abierto la puerta para ti, puedes entrar, porque tu entrada no está basada en lo que has hecho. Está basada en lo que Él ha hecho y en la realidad de el que derramó Su sangre, dio Su vida, murió en nuestro lugar para que nosotras pudiéramos venir y entrar por esa puerta.
Nadie puede dejarte fuera, cuando Él abre la puerta, ni siquiera tú misma.
Y la pregunta es, «¿has entrado por esa puerta? ¿Has respondido al llamado de entrar por la puerta de salvación que Jesús ha abierto para ti?»
Ahora, teniendo la puerta de la salvación abierta, Cristo abre una segunda puerta para nosotras, y es la puerta del servicio. Primero la puerta de salvación y luego la puerta del servicio. Así como Cristo tiene la llave para la puerta de salvación, también tiene la llave para las oportunidades de servicio.
En la última sesión mencionamos que Filadelfia fue fundada como una ciudad misionera para evangelizar la cultura griega. Ahora, la iglesia de Cristo en Filadelfia iba a ser misionera para el evangelio de Cristo. No para la cultura griega, sino para el evangelio de Cristo.
La ciudad fue construida en la gran carretera romana. Y estaba en una ruta de comercio. Era una ubicación ideal y una oportunidad perfecta para difundir las buenas nuevas. La iglesia de Filadelfia se convirtió en una iglesia misionera. De hecho, algunos creen que el cristianismo llegó en primer lugar a la India porque esta iglesia en Filadelfia envió misioneros.
Y quiero que veamos varios principios que se destacan, según he meditado sobre este concepto de Cristo abriendo la puerta para servir, y quiero retarte a pensar sobre cuáles puertas el Señor puede estar abriéndote.
Antes que todo, no hay puerta al servicio que Dios no pueda abrir. No hay puerta cerrada tan rápido o tan fuerte que Él no pueda abrir. No hay situación, no hay campo misionero, no hay grupo de personas, ni corazones, ni gobiernos que Dios no pueda penetrar. No existe ningún poder terrenal que pueda interponerse en el camino cuando Dios quiere moverse.
Cuando estábamos comenzando a planear lo que se convirtió en la primera Conferencia Mujer Verdadera en octubre del año 2008 en Chicago, hubo un pasaje que el Señor puso en mi corazón justo al principio, que se hizo muy hermoso y especial para nosotras, en la medida en que íbamos necesitando la intervención divina una y otra vez para llevar a cabo la conferencia.
Mi corazón fue guiado en ese proceso a ese pasaje de Isaías capítulo 45, donde dice:
«Así dice el Señor a Ciro, su ungido…»
Y esa es una gran y larga historia, no entraremos en ella ahora. Pero a este rey, este rey pagano le dice el Señor:
«A quien he tomado por la diestra, para someter ante él naciones… Para abrir ante él las puertas, para que no queden cerradas las entradas» (Dios dice): «Yo iré delante de ti y allanaré los lugares escabrosos; romperé las puertas de bronce y haré pedazos sus barras de hierro» (vv. 1-2).
Bueno, en realidad no vas por ahí derribando puertas de bronce. Si están cerradas, puedes ir y usar toda tu influencia, y las fuerzas que tengas. Pero si no tienes la llave, no puedes abrir esas puertas. No puedes derribarlas. No puedes rodearlas. No puedes atravesarlas.
Sabíamos que al hacer esa conferencia de Mujer Verdadera 2008 –como ha sido el caso en muchos aspectos de este ministerio– habría muchos obstáculos financieros, personales, permisos que necesitábamos para diferentes tipos de licencias y cosas relacionadas, conferencistas que venían a participar y que apartaban la fecha en sus calendarios, muchas puertas que no pudimos abrir.
Pero Dios le dio aliento a nuestros corazones con esta promesa en Su Palabra de que cuando Él abre una puerta nadie puede cerrarla y que Él abre puertas de oportunidad. No hay puerta que Dios no pueda abrir.
Entonces, me siento alentada mientras veo en las Escrituras que tenemos que pedirle a Dios que abra puertas. No solo pararnos y quedarnos mirando y abrumarnos, sino orar. La oración hace más para abrir las puertas que parecen estar cerradas para nosotros, que cualquier golpe, martillazo o preocupación.
Y el apóstol Pablo dice en Colosenses capítulo 4:
«Orando…por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado» (v. 3).
Así que aquí está Pablo en la prisión, y está escribiendo una carta a aquellos fuera de la prisión, a sus amigos creyentes diciéndoles, «oren por nosotros para que Dios abra para mí una puerta para proclamar a Cristo en esta prisión».
Ora. Dios puede abrir esas puertas.
Esto me recuerda a Pedro, cuando estaba en prisión y la iglesia oraba por él. Dios envió un ángel para abrir ¿cuántas puertas para sacar a pedro? Bueno, la única puerta que él no pudo abrir fue cuando llegó a la puerta de la casa donde los creyentes estaban orando y no creyeron que Dios de verdad iba a abrir las puertas. Es Dios quien abre las puertas. Pídele que lo haga.
Y luego espera hasta que Dios abra las puertas.No intentes forzar tu entrada por las puertas que Dios no ha abierto. No intentes abrir tu propio camino.
Tengo algunas personas que vienen a mí, por lo regular mujeres más jóvenes, que quieren ser conferencistas o autoras. Ellas vienen y me preguntan, «¿cómo lo haces? ¿Cómo comenzaste? Quiero tener un ministerio».
Puedo simplemente decirte, como parte de mi testimonio personal, que todos los tipos de ministerios que Dios me ha dado a lo largo de los años, ninguno de ellos es una puerta que abrí por mí misma. Todas fueron puertas que Dios abrió y dejó ver claramente: este es el tiempo para andar por este camino.
Así que espera hasta que Dios abra la puerta. Y cuando lo haga –aquí está el valor de esto– una vez que llegues y te des cuenta de que hay caminos difíciles, que los habrá, si sabes que Dios abrió la puerta y que no la derribaste tú, entonces estarás en la capacidad de confiar en Dios para que te de la gracia para esos tiempos difíciles después de haber entrado por la puerta.
Y luego está alerta a las puertas que Dios te ha abierto. Pablo dice en 1 Corintios capítulo 16: «Pero me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto una puerta grande para el servicio eficaz, y hay muchos adversarios» (vv. 8-9).
Hay puertas que Dios ha abierto que nosotras quizás no nos hemos dado cuenta. A veces no reconocemos las puertas que Él ha abierto. Estamos buscando algo diferente, algún tipo de ministerio, algún tipo de puerta abierta cuando Dios ya ha abierto la puerta que necesitas.
Él te ha dado oportunidades de servicio, oportunidades para dar testimonio, para ser útil, para fructificar exactamente donde vives, donde trabajas, en esa casa donde esos niños te hacen sentir constreñida y restringida. Y piensas, «si pudiera hacer que estos niños crezcan, entonces podría tener un ministerio».
¡No! Tienes un ministerio justo donde estás. Así que está alerta ante las puertas que Dios te ha abierto.
Y luego siéntete satisfecha y contenta con las puertas que Dios te ha abierto. A veces no estamos complacidas con las puertas en particular que Él nos ha abierto o nos ha cerrado. Queremos la puerta que Él ha abierto para otra persona.
Y Dios dice, «conténtate con la puerta que te he abierto». Queremos decidir qué tipo de ministerio vamos a tener. Pero recuerda que Cristo tiene la llave. Él es quien tiene el control y la autoridad sobre cuáles puertas están abiertas para nosotras.
Muchas de ustedes saben que yo estuve soltera por más de 50 años. Dios no me abrió esa puerta para casarme durante todos esos años. Y pienso en tantas mujeres solteras que quizás ignoran o desconocen las puertas que Dios les ha abierto, porque están obsesionadas con una puerta que Dios no les ha abierto.
Y de la misma forma pienso en tantas mujeres casadas que pensaron que el matrimonio era la gran puerta que ellas querían y pensaron que los hijos eran la gran puerta abierta que ellas querían, hasta que llegaron allí y se dieron cuenta de que esto les pone algunas restricciones. Y ahora están enfocadas en buscar una puerta abierta y en mirar con envidia a sus hermanas solteras que pueden salir.
Sabes, ¿simplemente no estamos satisfechas, contentas…o me equivoco? Ten contentamiento con las puertas que Dios te ha abierto.
Dios ha abierto algunas puertas para mí, pero Él ha abierto muchas otras. Él ha cerrado algunas puertas para ti, pero ha abierto otras. Cuando Dios abra la puerta, entra. No permitas que el miedo o la duda o los retos, los obstáculos, un sentido de insuficiencia, las críticas de otros, no permitas que esto te aleje de aprovechar las oportunidades que Dios te ha dado.
Y una última palabra: si pierdes la oportunidad, algún día la puerta se cerrará. Si no abrazamos las oportunidades que Dios nos ha dado para fructificar y ser útiles, un día encontraremos que esas oportunidades ya no estarán disponibles.
Jesús es quien tiene la llave de David. Él abre y nadie cierra. Él ha abierto puertas a nuestro alrededor. Y este es un día de grandes oportunidades para la iglesia de Cristo. La iglesia en Filadelfia tuvo la oportunidad de ser testigo de muchas oportunidades, pero nosotras tenemos ventajas y oportunidades hoy, que ellos ni siquiera soñaron en el primer siglo. Lo que significa alcanzar el corazón de las personas con el evangelio a través de los medios de comunicación electrónicos, por medio de internet.
Y dirás, «bueno, es que no estoy en… ¿Estás en Facebook? ¡Qué oportunidad! Hablando sobre cómo la palabra se difunde. Si vas a estar en Facebook, úsalo para conectarte con amigos que se conectan con amigos que se conectan con amigos, y habla sobre algo que realmente importe. Muy a menudo estamos ciegas ante las cosas que Dios está haciendo, y consumidas con cosas de importancia secundaria que tienen poco o ningún valor eterno.
¿Cuáles puertas Dios te ha abierto? ¿Las puertas de salvación? Si no has recibido el regalo de Dios, camina a través de esa puerta hoy. Y luego, al haber entrado por esa puerta, ve por la puerta del servicio. Ahora da a otros y llévalos al reino contigo.
Débora: Esa es Nancy DeMoss Wolgemuth, sugiriendo que puede haber algunas puertas abiertas ante ti, y que quizás necesitas caminar hacia ellas.
Esta enseñanza es parte de una serie titulada Aliento para perseverar.
Estas series sobre las iglesias de Apocalipsis han marcado una gran diferencia en las vidas de las oyentes de Aviva Nuestros Corazones. Como una mujer que nos escribió y dijo:
Muchas gracias por este estudio sobre Apocalipsis. Estaba muy desanimada con la situación de nuestra iglesia. Aún no he terminado toda la serie, pero estoy vislumbrando cuánto ama Cristo a Su iglesia, y a pesar de todos los problemas de hoy, le estoy preguntando a Dios cómo puedo involucrarme de nuevo y cómo puedo tener una carga para orar por la pureza de Su novia.
Estoy muy agradecida de que Aviva Nuestros Corazones forme parte del deseo de esta hermana, de volver a participar en la iglesia. Piensa en cómo su participación puede afectar a otras mujeres. Si has hecho una donación para apoyar a este ministerio, tú también eres parte de esa historia. Y si aún no lo has hecho, pero Dios te está moviendo a apoyarnos financieramente, visita avivanuestroscorazones.com y da clic en el botón «Dona». Tu donación de cualquier cantidad nos ayuda a seguir produciendo recursos como el que acabas de escuchar. Muchas gracias por tu apoyo.
Una gran cantidad de personas intentan obtener poder por medio de la influencia política, por el dinero o la popularidad. Pero ¿proveen estos medios verdadero poder? ¿Poder duradero? Escucha sobre la única fuente de poder mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Perseverando en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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