Encuentra a Dios en medio de la dificultad
Débora: El último libro de la Biblia te mostrará una imagen poderosa de Jesús.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estamos en el libro de Apocalipsis, y tenemos este destello del Cristo resucitado, glorioso, ascendido, majestuoso y reinando resplandeciente en gloria, Dios nos dice en el día de hoy: «Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 4 de mayo de 2023.
¿Puedes imaginar que tu iglesia reciba una carta directamente de Jesús? Varias iglesias la recibieron y estas cartas inician el libro de Apocalipsis. Estaremos explorando estas cartas con Nancy durante las próximas semanas.
Esta semana comenzamos la primera serie titulada Una visión del Cristo glorificado.
Nancy: Bueno, si te estás uniendo a nosotras hoy en esta serie, déjame animarte a leer el libro de Apocalipsis. En esta …
Débora: El último libro de la Biblia te mostrará una imagen poderosa de Jesús.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estamos en el libro de Apocalipsis, y tenemos este destello del Cristo resucitado, glorioso, ascendido, majestuoso y reinando resplandeciente en gloria, Dios nos dice en el día de hoy: «Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 4 de mayo de 2023.
¿Puedes imaginar que tu iglesia reciba una carta directamente de Jesús? Varias iglesias la recibieron y estas cartas inician el libro de Apocalipsis. Estaremos explorando estas cartas con Nancy durante las próximas semanas.
Esta semana comenzamos la primera serie titulada Una visión del Cristo glorificado.
Nancy: Bueno, si te estás uniendo a nosotras hoy en esta serie, déjame animarte a leer el libro de Apocalipsis. En esta serie vamos a recorrer los tres primeros capítulos. Quiero desafiarte todos los días por los próximos 30 días, a considerar la lectura de los tres primeros capítulos del libro de Apocalipsis. Incluso tal vez a memorizar porciones.
Vamos a tomarnos el tiempo para hacer esto porque he sido ministrada grandemente, y las Escrituras prometen una bendición para el que las lee en voz alta, así que las leeré en voz alta. Pero también promete una bendición para el que oye estas palabras y las guarda. Y es mi deseo que tú seas bendecida.
Así que durante los próximos días, lee el libro de Apocalipsis y deja que Dios te hable. No me dejes hacer todo el trabajo por ti. Si te estás uniendo a nosotras ahora, hemos estado enseñando los primeros ocho versículos del capítulo 1. Hemos visto el prólogo, la introducción. Hemos visto la descripción que Juan dio de Cristo, algunos nombres de Cristo y Su ministerio a favor nuestro.
Ahora llegamos al versículo nueve de Apocalipsis, capítulo 1, y Juan se presenta a sí mismo. Él dice:
«Yo, Juan (el apóstol Juan), vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús».
Vamos a detenernos ahí y a descomprimir todo esto un poco. En primer lugar, Juan se identifica a sí mismo como «vuestro hermano y compañero». Él está diciendo con esto, «yo soy uno de ustedes. Yo no soy el gran y exaltado apóstol. Yo soy uno de ustedes. Yo soy su hermano. Yo soy parte de su familia espiritual, y soy su compañero». Creo que Juan estuvo apto incluso a la edad de 90 años, cuando le fue dada esta visión, para consolar y animar a los creyentes que estaban sufriendo porque él había estado ahí. Él había perseverado. Y él podía establecer esa conexión.
Así que permíteme decirte que tus problemas, cualesquiera que sean –hayan sido en el pasado, sean en el día de hoy, o los que tengas en el futuro– en realidad te proporcionarán la oportunidad de hablar a la vida de otros a los cuales no podrías ser capaz de alcanzar de otra manera. Hay algunas personas a las que puedes tocar con el mensaje de tu vida, porque eres su compañera en esos sufrimientos. Personas a las que quizás yo no les puedo hablar de la misma manera en que tú sí lo harías.
Lo que Juan dice es: «Yo soy su hermano y compañero de tribulación, del reino y en la perseverancia de los que están en Cristo». Ahora, estas próximas frases nos dan la escena o el contexto de toda esta revelación. Hemos dicho que Juan es ya un hombre mayor un hombre anciano. Él tiene unos 90 años de edad. Él está en el exilio. Ha sido desterrado por el gobierno romano a la isla de Patmos.
Patmos es una pequeña isla rocosa en el mar Egeo. Está a unos 40 kilómetros de la costa de la actual Turquía. Al parecer, era una colonia penal romana. ¿Por qué estaba Juan allí? El gobierno romano dijo que era un criminal. Juan nos dice por qué él estaba allí. Fue por causa de su fidelidad a la verdad, a la Palabra de Dios, y al testimonio de Cristo. Él estaba allí por circunstancias que estaban fuera de su control.
¿Alguna vez has estado en circunstancias que están fuera de tu control? Te has preguntado: «¿Qué he hecho para llegar aquí?» El hecho es que puedes no haber hecho nada excepto ser obediente a Dios y fiel a Su Palabra. Y a veces eso te aterriza en una isla llamada Patmos, como lo hizo con Juan. Aquí te enfrentas a condiciones muy duras. Estás en circunstancias desoladoras, en situaciones restrictivas, y piensas, «¿tendré alguna recompensa por todos los años de servicio fiel?»
Esta colonia penal podría haber sido, probablemente, un lugar de trabajo duro. No sabemos todos los detalles de lo que Juan tenía que hacer, pero sabemos definitivamente que no era un hotel 5 estrellas. Él estaba en circunstancias difíciles, pero –y aquí viene una de mis frases favoritas del primer capítulo, el versículo 10. Juan dice: «Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor». ¿Dónde estaba Juan? Juan es un prisionero. Él está en el exilio. Él está en esta isla dura, estéril sombría. Está en la isla de Patmos, pero ¿dónde más está Juan? Él dice: «estaba yo en el Espíritu en el día del Señor». Me encanta esa frase.
Ahora, algunos comentaristas dicen que el día del Señor significa en realidad «día del Señor», es decir el futuro día de juicio. Pero la mayoría de los comentaristas creen que aquí el día del Señor es una referencia al domingo, al primer día de la semana. Este es un poderoso testimonio cuando te detienes a pensar en ello.
Aquí tenemos a Juan, en medio de estas circunstancias sombrías y en el día del Señor… Hablando de un lugar donde no hay muchas iglesias que escoger –la isla de Patmos. Probablemente no tenía muchas opciones sobre a qué iglesia poder asistir. Él estaba separado de otros creyentes, separado de la comunión, pero ¿qué estaba haciendo Juan? ¿Dónde estaba?
Dice que Él estaba en el Espíritu. Es decir él está en un marco espiritual de la mente. Está bajo el control o la influencia del Espíritu Santo. Es el día del Señor, y él es todo oídos. Él está listo, está preparado para que Dios le hable.
Creo que una de las razones por las que la gente hoy no escucha a Dios en el día del Señor, o en cualquier otro día, es porque sus corazones no están preparados espiritualmente. No están sintonizados. No están atentos. Sus corazones, sus oídos no están inclinados hacia el Señor.
La mayor parte de mi vida he tenido la bendición de estar en iglesias donde la Palabra de Dios es predicada, donde Cristo es exaltado, y donde puedo adorar con los hermanos y las hermanas con los que tengo afinidad en Cristo. Pero sé de muchas personas que realmente se sienten frustradas con la situación de sus iglesias. Ha habido ocasiones en las que yo misma, de vez en cuando, he estado en situaciones muy desesperadas de iglesia.
Amigas, no me importa lo viva o muerta, lo fría o caliente que pueda ser tu iglesia, si tú estás en el Espíritu en el día del Señor, eso hará toda la diferencia en el mundo. Juan estaba en el Espíritu en el día del Señor. Honestamente, ha habido algunos días, cuando temía ir a la iglesia. Ahora, afortunadamente, ese no es el caso por lo general. La mayoría de las veces realmente tengo ganas, anhelo ir a la iglesia. Pero hay veces en que por diferentes circunstancias no deseo ir.
Y si fueras honesta, creo que me dirías lo mismo. Pero ahí es cuando tenemos que recordarnos lo que Juan dice, «estaba yo en el Espíritu en el día del Señor». Si estás en el Espíritu el día del Señor, vas a oír del Señor. Te encontrarás con Él. Por la gracia de Dios, no importa a qué iglesia vayas, no importa el clima, no importa cuáles sean las circunstancias, puedo estar en el Espíritu el día del Señor, y tú también puedes. Y Juan dijo:
«Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como sonido de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea» (Apoc. 1:10-11).
Ahora, este es un período que fue oscuro para la iglesia. Como ya hemos dicho, Juan era un hombre viejo. un anciano, estaba exiliado, estaba encarcelado. Pero Dios no había terminado con él. Dios todavía tenía una misión y un propósito para él en esa época y en ese lugar. Y su misión era proclamar a las iglesias lo que Dios le había mostrado.
Amigas, independientemente de sus circunstancias, cualquiera que sea la isla de Patmos en la que puedas estar, Dios tiene un propósito para ti. Él te quiere mostrar cosas en esta temporada y en esta situación de tu vida, que no podrías ver en cualquier otra situación. Él quiere usarte como un reflector, para que apuntes como Juan lo hizo para nosotras, a Cristo, al revelar Su plan eterno. Él quiere usarte para darles esperanza a otros que están luchando y necesitan esa perspectiva.
¿No te alegra el hecho de que Juan estuviera en el Espíritu en el día del Señor cuando esta visión le fue dada? Piensa en la esperanza que tenemos hoy gracias a que él estaba en el Espíritu en el día del Señor. Piensa en la esperanza que Dios puede darles a otros al usarte si estás en el Espíritu, no solo el día del Señor, sino todos los días porque todos los días son el día del Señor.
Puede que sientas que estás estancada en algún pequeño lugar. Tal vez te sientes aislada. Que aportas poco espiritualmente, que tienes pocos amigos espirituales. Tal vez sientes que no hay manera en que Dios pueda usarte donde te encuentras. Tal vez estás en tu casa con tres niños pequeños y sientes que estás atrapada ahí. Te sientes encarcelada ahí. Sientes realmente que no puedes salir y «tener un ministerio».
Tal vez estás educando en casa a tus niños pequeños. Tal vez es un ambiente de trabajo donde las condiciones son muy duras y no hay más creyentes. Tal vez te encuentras incapacitada físicamente. Tal vez estás encarcelada, ya que muchas de nuestras oyentes, ciertamente lo están, literalmente encarceladas. Tal vez estás en algún pequeño lugar, un lugar donde te sientes aislada. En un ambiente sombrío.
Piensa en Juan. Juan había sido desterrado a Patmos. Allí no había estudios bíblicos. No había lugar para enseñar. No había lugar para predicar. Pero él había sido designado para este lugar remoto y desolado por la soberana voluntad de Dios. En última instancia Dios lo había puesto ahí, no había sido el gobierno romano. Y es Dios quien te ha puesto donde estás. Fue en ese lugar donde Juan tuvo el mayor y más personal destello de la gloria de Dios. Ahí fue donde él recibió esa visión del cielo. Y fue en ese lugar, en esa colonia penal lejana, en ese lugar aislado, sombrío y remoto, en el que Dios le dio a Juan su mayor ministerio.
Amigas, no hay lugar, no existe ninguna circunstancia en la que puedas encontrarte hoy o alguna vez, en la que Dios no pueda revelarse a ti y en la que Dios no pueda usarte para darse a conocer a otros. Estés donde estés Dios puede se te puede revelar. Donde quiera que estés –aunque estés diciendo, «yo no tengo ningún ministerio».
Juan pudo haber pensado en la isla de Patmos, «¿a quién puedo ministrarle aquí?» Bueno, mira él está ministrándonos a ti y a mí en el día de hoy. Y él les ministró a las iglesias de esa época. Ha servido a todas las iglesias en todas las épocas, porque estuvo dispuesto a estar donde Dios lo puso y a verse a sí mismo como puesto allí por designación divina.
Dios puede usarte. Dios puede revelarse a ti en donde quiera que estés. Hay otros en todas las Escrituras, en realidad Juan no fue el único que vio a Dios en medio de las dificultades más difíciles, valga la redundancia. Pienso en Agar en el libro del Génesis, que bajo circunstancias menos que ideales estaba embarazada del hijo de Abram. Abram quien era el esposo de Sarai, quien consiguió embarazar a su sierva Agar para tratar de ayudar a Dios.
Las Escrituras dicen que Sarai, mujer de Abram, la afligía y Agar huyó de ella. Y luego el ángel del Señor la encontró junto a una fuente de agua. ¿Dónde específicamente la encontró? En el desierto (Gén. 16: 6-7 parafraseado). «Y Agar llamó el nombre del Señor que le había hablado: Tú eres un Dios que ve; porque dijo: ¿Estoy todavía con vida después de verle? Verdaderamente aquí he visto al que me ve» (Gén. 16:13).
Amigas, hay algunas circunstancias que nos permiten llegar a conocer a Dios por quien Él es, ya que de ninguna otra manera lo habríamos visto si no hubiéramos estado dispuestas a entrar a ese lugar a ese lugar de desesperación sombrío y desierto. Sadrac, Mesac y Abed-nego ¿dónde tuvieron la mejor visión de Cristo de toda su vida? Fue en medio de ese horno de fuego.
¿Cuándo vio Isaías al Señor alto y sublime? En el año en que el rey Uzías –el hombre más poderoso de la tierra– murió, en medio de esa tragedia Isaías dice: «Vi al Señor».
No sé cuál ha sido tu experiencia este año, en qué situación tan dura puedas estar, las pérdidas que puedas haber sufrido, el horno ardiente en el que ahora puedas estar caminando, pero quiero decirte que Dios te encontrará allí. Él se revelará a Sí mismo. Él es el Dios que ve y al que realmente, en medio de estas circunstancias, puedes ver cuidando de ti.
En el versículo 12, Juan dice: «Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candelabros de oro; y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre». Juan respondió a lo que había oído. Él oyó una voz que le hablaba como una trompeta, diciéndole, escribe lo que ves en el libro y luego Juan se vuelve a ver la voz que le hablaba. Porque él quiere saber más. Él responde a lo que escucha y Dios le muestra más.
Y esto me recuerda el libro del Éxodo en el capítulo 3, el versículo 3, cuando Moisés vio la zarza ardiente y la Biblia dice que: «Entonces Moisés dijo: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema, no se consume». Algunas de nosotras vemos cosas asombrosas, escuchamos cosas del Señor, o en Su Palabra y a través de Su pueblo, pero seguimos de largo.
Pero lasbendiciones vienen a nosotras, cuando nos detenemos a explorar y nos detenemos a examinar y a mirar y le decimos «Señor, yo quiero más». ¿Qué es esto?
«Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema. Cuando el Señor vio que él se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza, y le dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: “Heme aquí”» (Éx. 3, 3-4).
De ahí surgió esta gran visión de Dios.
Juan se apartó del camino para ver la voz del que hablaba. Cuando Dios te hable, no te precipites. No te limites a seguir adelante con tus afanes. ¡Detente! Apártate y dile: «Señor, quiero escuchar más. Quiero saber más». Y Dios te dará más por tu respuesta a lo que Él te ha mostrado.
Luego, en el siguiente párrafo en Apocalipsis, capítulo 1, Juan se aparta para ver a Aquel que estaba hablando con él, y lo que él ve es una visión de ese Cristo que él acababa de describir en el párrafo anterior. El párrafo anterior, no era una visión. Era solo la descripción que Juan estaba dando de Cristo. Pero ahora Juan tiene una visión y es un espectáculo imposible de describir. No hay palabras que puedan describir lo que él está viendo.
Así que en los versículos del 13 al 16 él utiliza la palabra «semejante» en seis ocasiones. Era como tratando de describir algo tan magnífico a alguien que no lo puede ver. Y Juan dice cómo fue. Y da detalles de lo que vio del Cristo resucitado, pero es una imagen destinada a ser simbólica.
Algunos comentaristas difieren, y he leído un buen número de ellos. Difieren en cuanto al significado exacto de cada uno de estos símbolos, pero todos coinciden en que se trata de una descripción de la majestad, el esplendor, la grandeza, la gloria del Cristo resucitado que está activo, vivo y que preside Su iglesia aquí en la tierra.
Juan dice:
«Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candelabros de oro; y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la nieve; sus ojos eran como llama de fuego;sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas» (Apoc. 1:12-15).
Permítanme detenerme aquí y vamos a seguir más adelante con en el resto de este párrafo. Pero veamos algunas de estas imágenes de ese Cristo resucitado, reinante y glorioso. Dice que estaba vestido con una larga túnica y con un cinto de oro alrededor de su pecho. Esta es la vestimenta de la realeza. Es la ropa de un rey, de un juez, de un sumo sacerdote, alguien en una posición de autoridad. Sugiere el derecho a gobernar, el derecho de juzgar a Su pueblo y habla de Cristo, quien nos representa ante el altar de Dios como nuestro gran y misericordioso sumo sacerdote.
Esta ropa era similar a la del sumo sacerdote en el Antiguo Testamento, una túnica larga, con un cinto con una faja alrededor de su pecho. Y Cristo como nuestro gran sumo sacerdote se ofreció a sí mismo como elsacrificiouna vez y para siempre por nuestros pecados. Como nuestro Sumo Sacerdote Él es capaz de ayudarnos cuando nos sentimos tentadas, de acuerdo a lo que dice Hebreos en el capítulo 2. Hebreos capítulo 7 nos dice que Él intercede por nosotros en el cielo. Este es el Único, nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Rey, nuestro Juez, el que está vestido con esa túnica larga.
Y luego Juan habla de los cabellos de su cabeza que eran blancos como lana blanca, como la nieve. Este es un símbolo, creo, de la eternidad de Cristo. Él es eterno. Él siempre ha sido y siempre será eterno; y también una imagen de Su pureza y de Su sabiduría. La palabra blanco en el idioma original sugiere un blanco brillante. Blanco como una luz brillante. Juan estaba viendo la gloria de Cristo. Es resplandeciente y aquí tiene el pelo blanco, blanco brillante, un pelo gloriosamente blanco. Él es eterno, Él es santo y Él es sabio.
Y dice además que Sus ojos eran como llama de fuego. Esto me recuerda ese versículo en Hebreos, en el capítulo 4, el versículo 13, donde dice: «No hay cosa creada oculta a su vista sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta». Él tiene un conocimiento infinito. Él lo ve todo. Él lo sabe todo. Esos son ojos penetrantes que traspasan. No hay nada oculto para Él. Él es el Único que conoce todos los detalles de cada una de estas iglesias y sobre cada individuo de cada una de estas iglesias. Él no solo ve lo que otros ven, Él puede ver lo que está detrás de las escenas.
Él ve el interior de los corazones con ojos como llama de fuego. Él ve todo pecado oculto y cada acto de humildad o de servicio silencioso. Ojos como llamas de fuego. Este es el que les va a hablar a estas iglesias y que sabe de lo que está hablando porque Sus ojos lo ven todo.
En el versículo 15 dice: «Sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno». El bronce es un símbolo de fuerza. Refinado en el fuego tiene que ver con fuegos que purifican. Él es un Dios de purificación, Él es un Dios de juicio. Las ofrendas por el pecado se consumieron en el altar de bronce. En el libro de Apocalipsis veremos a Cristo juzgar a las iglesias, juzgar a los creyentes. Ahora, ese no es el juicio final. Ese es un juicio correctivo, un juicio de restauración. Pero también lo veremos juzgar a los impenitentes, al mundo incrédulo con ese juicio cataclísmico final.
«Sus pies son semejantes al bronce bruñido, en un horno», y esos pies caminan entre los candelabros, entre las iglesias. Y «su voz era como el rugir de mucha agua». Cuando Juan vio esta visión, puede haberle recordado el rugido de las aguas que se estrellan contra las rocas durante una tormenta en la isla de Patmos. El rugir de muchas aguas.
Y si conoces las cataratas del Niágara, quizás te hace pensar en estar de pie en la parte inferior de ellas. Ese es el rugir de muchas aguas. Es un rugido ensordecedor que ahoga todos los demás sonidos. Tienes dificultad para poder oír a la persona que está parada junto a ti, porque el estruendo de las aguas domina, abruma todos los otros sonidos a su alrededor.
Mientras he estado meditando sobre este pasaje, he pensado en cómo hoy en muchas de nuestras iglesias, a menudo apenas se oye la voz de Cristo hablándole a Su iglesia, a Su pueblo, a nuestras vidas. ¿Sabes por qué? Porque está ahogada por tantos otros sonidos y voces. Cuando tú tengas una visión de Cristo, Su voz ahogará todas las otras voces, todos los demás sonidos. Porque es la voz de la autoridad suprema, del poder supremo.
Como dice el Salmo 29 en los versículos 3 y 4: «Voz del Señor sobre las aguas. El Dios de gloria truena, el Señor está sobre las muchas aguas. La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es majestuosa».
Y esta escena debe haberle recordado al apóstol Juan otra escena de muchos años antes en el monte de la transfiguración, donde Pedro, Santiago y Juan vieron a Cristo transfigurado. Oyeron Su voz y dice que: «Vino una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escúchenlo» (Mat. 17:5, parafraseado).
Y mientras estamos en el libro de Apocalipsis y vemos esta visión del Cristo resucitado, glorioso, ascendido, majestuoso, reinante y resplandeciente en gloria, Dios nos dice hoy: «Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd».
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado ofreciéndo esperanza a cualquiera de nosotras que se sienta atrapada. Cuando Juan, el autor de Apocalipsis, fue hecho prisionero en una isla, se enfocó en Jesús y vio cosas asombrosas. Esto también puede ser cierto para ti si te encuentras atrapada en una situación difícil.
Nancy se encuentra en una serie titulada, Una visión del Cristo glorificado. Es la primera de varias series que vamos a cubrir durante las próximas semanas basadas en las cartas a las iglesias que encontramos en el libro de Apocalipsis.
Y bien, los evangelios nos dan una imagen colorida de Jesús, pero como hemos escuchado hoy, Apocalipsis también nos muestra a Jesús. Vamos a continuar viéndolo a través de las páginas de Apocalipsis, mañana, en Aviva Nuestros Corazones.
Contemplando a Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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