El Padre Nuestro, día 10
Annamarie Sauter: ¿Deseas que el reino de Dios venga en cada área de tu vida?
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tu esposo! Eso lo sé. ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tus hijos! Yo lo sé. Quieres tratar de hacer que el reino de Dios venga, si pudieras, a las vidas de los demás a tu alrededor. Pero ¿quieres que el reino de Dios, Su reinado, Su señorío, venga a tu vida? ¿O simplemente quieres que los demás se sometan a Él para que puedas tener una vida más fácil?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hace dos semanas dimos inicio a la serie titulada, El Padrenuestro. Este es un viaje de varias semanas en el que estaremos profundizando en cada parte de esa …
Annamarie Sauter: ¿Deseas que el reino de Dios venga en cada área de tu vida?
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tu esposo! Eso lo sé. ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tus hijos! Yo lo sé. Quieres tratar de hacer que el reino de Dios venga, si pudieras, a las vidas de los demás a tu alrededor. Pero ¿quieres que el reino de Dios, Su reinado, Su señorío, venga a tu vida? ¿O simplemente quieres que los demás se sometan a Él para que puedas tener una vida más fácil?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hace dos semanas dimos inicio a la serie titulada, El Padrenuestro. Este es un viaje de varias semanas en el que estaremos profundizando en cada parte de esa porción de la Escritura, de modo que aprendamos a orar. Ya vimos las primeras palabras: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre» (Mat. 6:9). Hoy comenzaremos a ver la siguiente parte que dice, «venga Tu reino».
Recuerda que en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com, tenemos disponibles para ti todos los episodios anteriores en esta serie, así como los recursos relacionados.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Hemos llegado hoy a lo que es la petición más corta de las seis peticiones en el Padrenuestro: «venga Tu reino» (Mat. 6:10).
¿Petición corta? Sí. Se trata solo de tres palabras, pero tienen un gran significado y muchas implicaciones. He encontrado estas tres palabras retumbando en mi corazón y en mi cabeza a todas horas del día y de la noche, y en todo tipo de situaciones mientras me he estado preparando para esta serie. Ten en cuenta que Jesús nos enseñó a orar, pero también nos enseñó una forma de pensar, una forma de vivir, una manera de acercarnos, no a un camino, sino al Camino, para enfrentar todos los aspectos de la vida.
Si tú estás en el reino de Dios, si tú eres hija de Dios, esta es la manera en que la familia funciona. Esta es la manera en que todo funciona. El Señor vino a revelarnos al Padre y a revelarnos cómo debemos vivir en el reino de Dios.
Esta oración es para que todas esas cosas sean una realidad en nuestras vidas. Vamos a pasar unos días en esta petición, «venga Tu reino», porque hay mucho en ella. Creo que en el momento en que lleguemos al final, podrás ver más de lo que tal vez nunca te diste cuenta que allí había.
Una vez más, permítanme subrayar que las peticiones del Padrenuestro, en el orden en que están, nos muestran las prioridades de Dios, la agenda de Dios.
Creo que es importante en cada una de estas peticiones darnos cuenta que Jesús estaba hablando a los discípulos, y Él está hablando con nosotras en el día de hoy; que tenemos diferentes necesidades, diferentes crisis, diferentes cargas, preocupaciones diferentes.
Llegaste a la sesión de hoy con las cargas y preocupaciones en tu corazón, y Dios quiere saber cuáles son. De hecho, Él sabe cuáles son, pero Él quiere que tú le digas cuáles son.
Él quiere que la prioridad en nuestras vidas, lo más importante, sea Su agenda, Sus preocupaciones. Por eso le pedimos en primer lugar: «Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad». Y entonces, continuamos orando: «Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdónanos nuestras deudas. Líbranos del mal. Protégenos de la tentación» (Mat. 6:9, Parafraseado).
Necesitamos provisión; necesitamos perdón; necesitamos protección. Pero oramos por estas cosas después de que hemos orado por la gloria de Dios; porque el nombre de Dios sea santificado; que Su reino venga y se haga la voluntad de Dios.
Tal vez dices: «¿Por qué sigues repitiendo eso?» Porque por lo general, oramos muy diferente. Esta oración nos está diciendo cómo debemos orar sobre esas cosas. Es cierto que tenemos necesidades de provisión, de protección y de perdón. ¿Por qué queremos esas cosas? Para que el nombre de Dios sea santificado, para que Su reino venga, para que Su voluntad se haga en la tierra como en el cielo. Tiene que ver con nuestras motivaciones, nuestro enfoque, y nuestras prioridades.
Cuando oramos, «venga tu reino», estamos expresando que lo que ocupa el primer lugar en nuestras mentes y en nuestros corazones es el reino de Dios y Sus intereses. Que eso nos importa más que nuestras propias necesidades; incluso más que nuestras necesidades básicas. Que el reino de Dios es más importante para nosotras que tener algo de comer hoy o mañana o al día siguiente; que si morimos de hambre físicamente está bien si eso hace que el reino de Dios avance.
Ahora, hay un montón de enseñanzas de Jesús que rodean este pasaje que nos recuerdan que no vamos a morir de hambre; que Dios va a cuidar de nuestras necesidades. Estamos diciendo, «que el reino de Dios avance es más importante, más esencial que incluso nuestra necesidad de alimentos», por elemental que esto parezca.
Es en el contexto del Padrenuestro, al final de Mateo 6:33, que leemos: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas…», lo que vamos a comer, lo que vamos a beber, la ropa que vamos a usar, dónde vamos a vivir, cómo vamos a sobrevivir, «…todas estas cosas os serán añadidas».
Permítanme recordarles que cuando se haya establecido el reino de Dios, tendremos todo lo que necesitamos. Cuando está avanzando Su reino, les va bien a los súbditos de ese reino.
Estamos orando por nuestro propio bienestar y nuestro propio sustento y porque nuestras necesidades sean satisfechas, cuando estamos orando por encima de todo eso, que venga Su reino.
Permítanme retroceder un poco, y hacernos esta pregunta. ¿Qué es el reino de Dios? Cuando oramos, «venga Tu reino», ¿qué estamos pidiendo? ¿Qué queremos que suceda? ¿Qué es el reino de Dios? Este pensamiento del reino de Dios es un hilo que corre a través de toda las Escrituras.
Se trata de un tema importante que podemos ver en los evangelios. Lucas 4 nos dice que Jesús vino a predicar el reino de Dios (v. 43). Solamente en el Evangelio de Mateo hay unas cuarenta referencias al reino de Dios o al reino de los cielos.
Ahora, el reino de Dios o el reino de los cielos, no es un territorio geográfico, como pensamos de los reinos terrenales. El Reino Unido, por ejemplo, piensas en un lugar en el mundo que es el Reino Unido.
El reino de Dios nos habla del gobierno de Dios, el control soberano de Dios y Su autoridad. Y este reino tiene un Rey. Cuando oramos que venga Su reino es que reconocemos y nos sometemos a Su autoridad en todos los casos, ya sean grandes o pequeños.
Es honrar a Jesús como Rey. Se trata de valorarlo a Él por encima de todos los demás poderes terrenales y señores. Estamos diciendo que no hay poder en la tierra superior a nuestro Rey Jesús, nuestro Padre que está en los cielos.
Esta petición reconoce que ese Padre, a quien oramos, por más cerca que podamos estar de Él, por más íntimas que podamos estar con Él, ese Padre es también Rey. Nosotras somos Sus súbditos. Estamos orando por Su señorío y Su reinado.
El reino de Dios no es un reino terrenal. No es un reino de este mundo. Jesús le dijo a Pilato cuando lo estaba interrogando y torturando antes de ir a la cruz, en Juan 18:36, Jesús miró a Pilato que era el gobernador romano que representaba al imperio más poderoso de la faz de la tierra en aquellos días.
Él le dijo: «Mi reino no es de este mundo». «Tu reino sí es de este mundo», es lo que quedaba implícito. Y Jesús continuó diciendo: «Si Mi reino fuera de este mundo, mis servidores estarían combatiendo, y yo no habría sido entregado a los judíos. Pero mi reino no es de este mundo».
Eso significa que incluso –como veremos en las próximas sesiones– las tácticas, los objetivos, los métodos, las armas del reino de Dios, son muy diferentes a las de los reinos terrenales.
No vamos a conquistar el reino de Dios con poderío militar, con poder político, con argumentos, persuadiendo o con coerción. Esos son los medios a los que el mundo tiene que recurrir a fin de tener autoridad y poder.
El reino de Dios conquista de maneras muy diferentes. Todo este concepto del reino de Dios y cómo llegó a ser, no por espadas ni pistolas ni armas ni poder terrenal, era un concepto difícil de comprender para los primeros discípulos. De hecho, no creo que ellos lo hayan entendido mientras Jesús estuvo aquí en la tierra. Fue después de Su ascensión y de que vino el Espíritu Santo que ellos comenzaron a comprender.
Los judíos del primer siglo, las personas que estaban leyendo estos evangelios, las personas que habían escuchado a Jesús enseñarles a orar, «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre…venga Tu reino», esos judíos vivieron bajo la opresión del Imperio Romano.
Era un reino opresivo y poderoso. Los judíos, al igual que el resto del mundo, deseaban ver ese reino, el Imperio Romano, derrocado.
Por lo tanto, cuando Jesús vino anunciando que el reino de Dios estaba cerca, la esperanza surgió en sus corazones y ellos pensaron: «¡Fuera los romanos! ¡Nos libraremos de la opresión de los romanos!»
Ellos tenían una visión del reino de Dios, que era más física y política que espiritual. Cuando Jesús no parece especialmente preocupado por derrocar al gobierno romano, ellos se confundieron. Y entonces cuando Jesús fue condenado a muerte por los romanos, todas las esperanzas que pudieron tener los discípulos de Jesús quedaron deshechas. Esta fue una gran decepción porque parecía que todo lo que se había hablado sobre el reino de Dios había llegado a nada. En realidad, Jesús estaba interesado en algo mucho más grande que el gobierno romano.
La Escritura habla acerca del reino de Dios en tres sentidos. Hay un gobierno universal y reinado de Dios. Hay un reinado personal de Dios, y luego por último, un gobierno visible de Dios en esta tierra.
Quiero hablar de los dos primeros hoy, y en las próximas sesiones nos vamos a concentrar en ese tercer y último reinado visible del gobierno de Dios.
Pero en primer lugar, el gobierno universal y reinado de Dios, ese es el sentido en que reconocemos que Dios es rey sobre toda la tierra.
Él siempre lo ha sido, Él es ahora y siempre lo será. Sé que no se ve así, pero lo es. Él es el Rey. Por ejemplo, en el Salmo 47, leemos estas maravillosas palabras que comienzan en el versículo uno:
«Batid palmas, pueblos todos; aclamad a Dios con voz de júbilo. Porque el Señor, el Altísimo, es digno de ser temido; Rey grande es sobre toda la tierra» (vv.1-2).
Versículo 7: «Porque Dios es Rey de toda la tierra…Dios reina sobre las naciones. Sentado está Dios en su santo trono» (vv.7- 8).
Tal vez te preguntes, «¿aquí y ahora? ¿Dios?»
¡Sí! No de una forma visible, pero no solo en un futuro. Hay un sentido en el que en este mismo momento y también eternamente en el pasado y eternamente en el futuro, Dios ha sido, es y será siempre gran Rey sobre toda la tierra. Así que cuando oramos, «venga Tu reino», nos damos cuenta que Él es el rey del universo, y todos los demás poderes, todos los reyes y gobernantes están sometidos a Él.
Esos reyes, esos gobernantes que parecen tan poderosos en el mundo de hoy, pareciera que es su reino. Hay gobernantes en el mundo de hoy que tienen millones de personas bajo sus pies, bajo su dedo pulgar, bajo su tiranía. Pero los reyes y gobernantes solo tienen el poder en la medida en que Dios se lo permite. Dios sigue siendo el Rey. Esa verdad me da la perspectiva correcta. Me da valentía en medio de este mundo caído, caótico.
Estoy pensando, mientras conversamos, en un himno que me encanta:
El mundo es de mi Dios
Jamás olvidaré
Aunque infernal parezca el mal
Mi Padre Dios es Rey. 1
Dios es el gobernador. Nunca lo olvides. Si se te olvida, entonces, te encontrarás oprimida, destruida, exterminada, abrumada, siendo vencida por el temor, por el pánico, al ver el mal creciendo y aparentemente siendo tan fuerte en tu pequeña parte de este mundo. Pero, «el mundo es de mi Dios». Él es el gobernante. Ese es el reinado universal y el gobierno de Dios.
Luego está el aspecto de un reinado personal de Dios. El reino personal de Dios. Se refiere al reinado y al señorío de Dios en los corazones de las personas que lo reciben como rey.
Ese es un sentido que podemos experimentar aquí y ahora, sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor, podemos rendirnos, someternos al gobierno, al reino y al señorío de Dios en nuestras vidas. Podemos experimentar Su reinado personal. Por lo tanto, cuando oramos, «venga Tu reino», estamos orando por Su reinado y Su señorío en los corazones de Su pueblo.
Eso es lo que los discípulos no entendían. Jesús dijo, «el reino de Dios está aquí, entre ustedes, ahora». Los discípulos se preguntaban, «¿dónde? Los romanos aún siguen aquí. ¡Tú no los has exterminado!»
Jesús les estaba diciendo, «no, ustedes no entienden. Es en los corazones de aquellos que me reconocen como su Rey y que se someten al gobierno de Dios en sus vidas».
Oremos que Dios pueda ejercer Su reinado y Su imperio en los corazones de Su pueblo, empezando por nosotras.
¿Cómo luciría mi vida si Su reino viene a mi corazón? Afectaría todos los aspectos de mi vida:
- Cómo uso el tiempo
- Cómo gasto el dinero
- Mis metas
- Mis pasatiempos
- Mis hábitos
- Mis actitudes
- Mi forma de hablar
- Las relaciones
- La moral
- Mi matrimonio
- La forma en que crío a mis hijos
¿Deseas que el reino de Dios venga a cada área de tu vida? ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tu esposo! Eso lo sé. ¡Deseas que el reino de Dios venga a la vida de tus hijos! Yo lo sé. Quieres tratar de hacer que el reino de Dios venga, si pudieras, a las vidas de los demás a tu alrededor. Pero quieres que el reino de Dios, Su reinado, Su señorío, venga a tu vida? ¿O simplemente quieres que los demás se sometan a Él para que puedas tener una vida más fácil?
Oramos, Señor, que venga Tu reino a mi corazón; que reines en todas las áreas de mi vida. Cuando oramos, «venga Tu reino», ¿estamos simplemente diciendo repeticiones sin sentido, mecánicas, las vanas palabras que Jesús nos advirtió? ¿O lo decimos en serio? ¿De verdad quieres decir eso?
¿Cómo sería tu vida diferente si Su reinado, y Su gobierno fueran ejercidos en tu corazón? ¿Hay algún área de tu vida en que te estás reservando el derecho de tomar la decisión final?
- Tus hábitos alimenticios
- La manera en que les hablas a tus compañeros
- La forma en que manejas tus finanzas
- La forma en que gastas tu dinero
- Lo que compras para tu hogar
¿Estás sometiendo todas las situaciones de tu vida al señorío de Jesucristo? Eso es lo que significa cuando oramos y decimos, «venga Tu reino».
Jesús dice que para ser parte del reino de Dios tenemos que arrepentirnos de nuestros propios reinos. El primer mensaje de Jesús en las Escrituras se encuentra en Mateo 4:17:
«Desde entonces Jesús comenzó a predicar, y a decir: arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado». Para entrar en el reino de Dios, tener el reinado y el señorío de Dios en mi vida, debo estar dispuesta a arrepentirme, a dar media vuelta en cada área en la que he estado tratando de dirigir mi propia vida.
Aquellos que no son hijos de Dios, aquellos que no oran, «Padre nuestro», no quieren que venga el reino de Dios. Ellos desean dirigir sus propias vidas. Ellos quieren ser su propio Dios. Ellos quieren que su propio reino venga. No quieren someterse a ningún otro rey sino a ellos mismos.
La marca de una verdadera hija de Dios, es que desea que venga el reino de Dios a su vida. ¿Estás dispuesta a arrepentirte cuando Dios te revela los reinos en tu corazón que no han sido rendidos al señorío de Cristo? ¿Quieres que Cristo reine sobre cada partícula del universo, comenzando con las esquinas y rincones más profundos de tu corazón?
Cuando el reino del Señor viene a tu vida, todos los demás reinos rivales tienen que irse. Un reino no puede tener dos reyes, ni tampoco puede nuestro corazón.
- ¿Quién está gobernando el trono de tu corazón?
- ¿A qué reino y señorío estás sometida?
- ¿Estás realmente orando que «venga Su reino»?
Cuando oramos así, y mientras sucede, se supone que nuestras vidas deben reflejar el reino de Dios, Su reino, los valores y los principios de Su reino. Cómo es ese Rey debe ser evidente a través de nosotras.
Eso significa que nuestras vidas y las vidas de aquellos que se llaman hijos de Dios, deben ser fundamentalmente diferentes de las vidas de aquellos que no están en Su reino.
No estoy hablando solo de cuando estamos en la iglesia o cuando vamos a un estudio bíblico o cuando estamos cantando himnos de Cristo quien es el Señor de todos. Estoy hablando de cuando estás llevando los niños a la escuela, cuando estás lavando la ropa, cuando estás haciendo las comidas, trabajando en una peluquería o en un banco o en un consultorio médico, de vacaciones en la playa, o relajada en tu casa durante el fin de semana, echándole porras a tus hijos en los deportes que practican o cuando estás sentada en la iglesia.
En todo momento y en todas las situaciones, nuestras vidas deben reflejar lo que significa amar Su reino.
Yo estaba hablando con un amigo el otro día que me estaba contando cómo había estado recientemente; y me referí a este amigo anteriormente en esta serie, pero él había pasado por una época de depresión profunda.
Dios había estado usando El Padrenuestro como un verdadero medio de gracia en la vida de este hombre. Él me dijo: «Sabes, alguien me dijo, un hombre mayor le dijo: «Lo que necesitas hacer para comenzar es buscar el reino de Dios».
Este hombre mayor le dijo sabiamente a mi amigo: «Al buscar el reino de Dios, y en la medida que quieres que el reino de Dios venga, vas a salir de ti mismo y de tu reino y te vas a encontrar que no estás tan centrado en tus propios problemas, en tu propio mundo, y en tus propias situaciones».
Mi amigo comenzó a orar el Padrenuestro y a darle sentido a cada oración, a orar pensando y reflexionando, meditando en ella. Y él me dijo: «Esto ha impactado mi vida». «Es increíble cómo oras por tus hijos de manera diferente cuando estás orando, venga Tu reino». ¿Qué significa orar para que el reino de Dios venga a la vida de tus hijos?
Estás orando de manera diferente de lo que harías si estuvieras orando sobre sus calificaciones o sus eventos deportivos o sobre las personas con las cuales no pueden llevarse bien en la escuela o lo que sea. No es que esas cosas no sean una preocupación, pero la preocupación primordial debe ser que tu vida, tu matrimonio, tus hijos, la gente que trabaja contigo, que el reino de Dios venga a esas vidas.
Al orar por los demás, al orar por sus necesidades, nuestro enfoque, nuestra carga es que experimenten aún más del gobierno y del señorío de Dios en sus vidas. ¿Oras así por tus hijos?
No te limites a orar por un matrimonio feliz para tus hijos. No te limites a orar para que no se divorcien de sus cónyuges. Ora por eso, pero ora por mucho más que eso: «Señor, que Tu reino y gobierno vengan a la vida de mi hijo, a la vida de mi hija, a la vida de mis nietos, a sus matrimonios, a cada parte de sus vidas; venga Tu reino. Que Tu reino y Tu gobierno sean visibles en mi vida, en mi matrimonio, en mi familia».
Cuando el reino y el gobierno de Cristo vienen a tu familia y a tus relaciones, ya no hay combate, conflictos, lucha de voluntades; porque todas las voluntades se han sometido a Su voluntad.
Señor, que Tu reinado y Tu gobierno sean conocidos en mi iglesia, en mi lugar de trabajo, en el ministerio de Aviva Nuestros Corazones, en el mundo. Padre, te pedimos que nos enseñes lo que es decir, «sí, Señor» a nuestro Rey, para que Su reino y Su señorío sean activos en una forma práctica, real, cada día en nuestras vidas. Señor, que Tu reino venga a mi corazón; que Tú gobiernes mi vida. Ayúdame a tener un estilo de vida que diga: «Sí, Señor».
Me pregunto, al orar ahora, si deseas pedirle al Señor que examine tu corazón, y le digas: «Señor, ¿hay algún área de mi vida en la que no te estoy dejando gobernar?» Me pregunto, ya que nuestros corazones se inclinan aquí, en oración, ¿cuántas de ustedes simplemente dirían: «Hay algún área de mi vida, tal vez un montón de áreas, tal vez una que se me ocurre ahora, pero una o más áreas que actualmente no están siendo rendidas al reinado y al señorío de Cristo»?
¿Quieres decir ahora en relación con esa área o cualquier otra área que Él traiga a tu mente: «Quiero que Tu reino venga. Quiero que Tú reines y gobiernes en mi vida».
¿Quieres orar para que el reino de Dios venga a tu familia, a tu matrimonio, a tus hijos, a tus padres, a tus hermanos, y a tu lugar de trabajo? Oremos por el reino de Dios y para que Su señorío sea experimentado en Su iglesia, no solo en palabras, sino en realidad.
Entonces, Señor, te pedimos por el gran día cuando Tu reino, Tu señorío y Tu gobierno se experimenten de forma visible en toda la tierra. Oramos, venga Tu reino, amén.
Annamarie: «Venga Tu reino». Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a ver el significado de esta corta pero importante petición. Hoy y cada día, oremos, «sí Señor, me rindo, y quiero que Tus prioridades sean mis prioridades».
Y es que a menudo pensamos que rendirnos a Dios no nos traerá bendición y que es mejor construir nuestros propios reinos que prometen libertad. Pero la verdadera libertad se encuentra en orar, «venga Tu reino, Dios».
Nancy:¿De quién es el reino que estás construyendo? ¿Cuál reino estás defendiendo? ¿Cuál reino estás buscando? ¿Tu reino? ¿Quieres que sea a tu manera?
Annamarie: Mañana Nancy nos hablará más acerca de esto. ¡Te esperamos para este próximo episodio!
Orando «venga Tu reino» juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 «Este es el mundo de mi Padre». Maltbie D. Babcock.
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