El río de Dios
Nancy DeMoss Wolgemuth: En los últimos 60 años, el grupo inglés de rock, Led Zeppelin, lanzó una canción que creo que refleja el deseo en cada corazón humano por aquello que es verdaderamente duradero.
Annamarie Sauter: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy: Las primeras letras de la canción dicen: "Si el sol se negara a brillar, yo seguiría amándote. Aún si las montañas se desplomasen en el mar, todavía seremos tú y yo".
¿Te das cuenta? La gente está buscando algo confiable, algo inamovible, algo o alguien en quien puedan confiar. A menudo las personas piensan que han encontrado eso en una relación o en una carrera o en una fuente de ingresos o en un amigo.
El hecho es que la mayoría de las personas hoy en día están poniendo su esperanza en lo que el escritor del himno llamó "arena movediza". Solo Dios es inquebrantable, y cuando …
Nancy DeMoss Wolgemuth: En los últimos 60 años, el grupo inglés de rock, Led Zeppelin, lanzó una canción que creo que refleja el deseo en cada corazón humano por aquello que es verdaderamente duradero.
Annamarie Sauter: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy: Las primeras letras de la canción dicen: "Si el sol se negara a brillar, yo seguiría amándote. Aún si las montañas se desplomasen en el mar, todavía seremos tú y yo".
¿Te das cuenta? La gente está buscando algo confiable, algo inamovible, algo o alguien en quien puedan confiar. A menudo las personas piensan que han encontrado eso en una relación o en una carrera o en una fuente de ingresos o en un amigo.
El hecho es que la mayoría de las personas hoy en día están poniendo su esperanza en lo que el escritor del himno llamó "arena movediza". Solo Dios es inquebrantable, y cuando las montañas se desmoronen al mar, y el sol se niegue a brillar, solo Él estará allí por siempre.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana estamos en la serie titulada Castillo fuerte es nuestro Dios. Nancy nos está guiando a lo largo del Salmo 46. Abramos juntas nuestras Biblias.
Nancy:
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo (Salmos 46: 1-3).
En los últimos programas, hemos estado viendo que tenemos aguas tumultuosas, agitadas, rugientes, y las inundaciones están devastando las montañas y todo lo que parecía estar seguro. Cuando pensamos en algo ‘seguro’, una montaña vendría a la mente, ¿verdad? ¡Uno simplemente no puede mover una montaña! Sin embargo, estas aguas están causando que las montañas sean arrojadas al mar. El resultado es el caos; la agitación.
Pero ahora, en el versículo 4 vemos otro cuerpo de agua que tiene un efecto muy diferente. El versículo 4 dice:
“Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo”.
Vamos a detenernos aquí y a meditar sobre esto por un momento.
En los versículos 2 y 3, vimos que las aguas eran amenazadoras, destructivas y mortales. Derribaron las montañas. Pero ahora en el versículo 4, por el contrario, tenemos un río, pero esta es agua con un efecto muy diferente, fertiliza la tierra, trae vida y vitalidad, refresca trae gozo y alegría
Casi se puede oír, en los versículos 2 y 3, los gritos de las personas que estaban aterrorizadas por estas aguas, como las de un tsunami. Y ahora, aquí tienes un río que hace que la gente se sienta feliz, ¿que trae alegría a la gente? Bueno, es el río de Dios, una metáfora de la presencia de Dios, de la gracia de Dios, del favor de Dios que bendice y alegra los corazones de Su pueblo. "Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios".
El pueblo de Dios aquí se asemeja a una ciudad, y la ciudad de Dios está siendo rodeada y amenazada por enemigos, y como las aguas rugientes de un tsunami, las fuerzas del mal amenazan con abrumar y con tragarse al pueblo de Dios y Su santa ciudad. Pero los habitantes de esa ciudad, en el contexto del Antiguo Testamento, Jerusalén, están calmados.
Se debe a que Dios es su refugio. Él es su fuerza. Él es su ayuda, y están confiando en Él para su protección.
Estas personas, con la invasión del ejército asirio de la cual hemos hablado en los últimos días, tienen toda la razón para sentirse temerosas y tal vez incluso furiosas. Pero el río de la presencia de Dios y de Su gracia que fluye en medio de su pueblo los alegra. Incluso cuando están rodeados y amenazados por sus enemigos, la ciudad de Dios, tiene una fuente inagotable de alimento y de sustento que fluye de ella. Nunca se secará.
Esta gente, el pueblo de Dios, no puede ser separado de su provisión. Sus necesidades serán satisfechas. Están seguros de esto porque saben en Quién han creído y en Quién han confiado, y que no hay necesidad de caer en el miedo o en la desesperación.
Quiero recordarte que no importa lo que está sucediendo a tu alrededor, sin importar las agitadas aguas turbulentas o las aguas tumultuosas que te rodean, Dios siempre tiene un río de gracia para llevar alegría y paz a Su pueblo. Es Su gracia. Es Su provisión. Es Su sustento en tiempos difíciles.
Ahora quiero mirar el río de Dios un poco más extensamente, pero antes voy a hablar de esta ciudad de Dios a la que se hace referencia aquí: "Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo".
¿Qué es la ciudad de Dios? Es el lugar sagrado donde Dios vive, donde Él reina, donde Él es adorado y donde Él es honrado. Se llama el Altísimo. Se trata de "la santa morada, la casa del Altísimo". Él es el gobernante soberano del mundo, y la ciudad de Dios es esa gente que está gobernada por el Altísimo.
Ahora bien, como ya hemos dicho, en el contexto del Antiguo Testamento, la ciudad de Dios era Jerusalén, la ciudad terrenal de Dios, y creemos que tal vez el motivo de la redacción de este salmo fue el momento cuando la ciudad santa, Jerusalén, estaba siendo amenazada por los ejércitos asirios del rey Senaquerib.
"La santa morada del Altísimo", era, en ese contexto, Jerusalén, pero la ciudad de Dios es mucho más que un lugar geográfico. Hay una ciudad espiritual de Dios, y esa es el pueblo de Dios, una comunidad santa de aquellos que son Sus verdaderos hijos. La Escritura nos enseña que Dios vive con Su pueblo. Dios mora en medio de Su pueblo. Ellos son Su santa morada.
Así que en el sentido del Nuevo Testamento, esto describe la Iglesia, que somos nosotros, los que realmente ponen su fe en Cristo. Nuestras vidas son Su templo, Su lugar santo. "La santa morada del Altísimo"—esa soy yo, esa eres tú, somos nosotros, es Su Iglesia—la ciudad de Dios.
Y por supuesto, también esperamos la ciudad eterna y celestial de Dios, que Gálatas llama "la Jerusalén celestial" que tiene su culminación definitiva en el cielo. La morada que Dios tiene ahora y está preparando para su pueblo, un cielo nuevo y una tierra nueva, donde habrá gozo y alegría eterna y sin fin—esa ciudad que vemos a la distancia… que no está lejos de Dios, aunque sí luce lejos para nosotras desde nuestra perspectiva.
En esa ciudad de Dios hay un río cuyas corrientes hacen la ciudad de Dios, el pueblo de Dios, la habitación de Dios, alegre.
Ahora bien, ese río es una idea central poderosa, fascinante y emocionante que se ve a todo lo largo de la Escritura, desde los primeros capítulos del Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis. Quiero tomar unos momentos para leerles algunos pasajes, por orden cronológico a través de la Escritura, que nos dan una idea de este río de Dios que se menciona en el Salmo 46.
Comenzando en Génesis, en el capítulo 2, en el versículo 8—esa es la primera referencia donde vemos este río. La Escritura dice: "Y plantó el SEÑOR Dios un huerto hacia el oriente, en Edén, el paraíso en la tierra; y puso allí al hombre que había formado. El árbol de la vida estaba en medio del jardín”. [Recuerda este versículo porque cuando llegamos al Apocalipsis, vas a ver otra vez ese árbol de la vida.] “Un río salía de Edén para regar el jardín, y allí se repartía en cuatro brazos”.
Así, en el Jardín del Edén, Dios creó un río para que sea exuberante, hermoso y fructífero, y ese río, como podemos ver a través de la Escritura, es una imagen de la presencia de Dios y de la gracia de Dios que nos sostiene y hace que nuestra vida sea bendecida y fructífera.
Este río en el Edén se divide en cuatro ríos, que son nombrados a medida que continuamos leyendo Génesis capítulo 2 y servían para regar toda la región. Pero es interesante que en el Salmo 46 leemos: "hay un río [singular] cuyas corrientes [plural] alegran la ciudad de Dios".
Así que hay un río de Dios, un río de la gracia de Dios, un río de Su presencia que fluye de Su corazón y se canaliza y distribuye en cada lugar de la ciudad de Dios—entre el pueblo de Dios.
Fluye hacia donde tú vives, hacia tu familia, hacia tu iglesia, hacia tu comunidad, hacia tu vida. Un río—la presencia de Dios—que luego se divide y se distribuye y fluye hacia todos los lugares—todas las ciudades donde se escucha este programa; en tu ciudad, en tu vecindario.
Si vives en Argentina, en un pequeño suburbio, el río de Dios tiene un arroyo que pasa por ahí. Y algunas de ustedes que viven en los EE. UU. o en Colombia, o en Guatemala o en México, donde quiera que vivas…el río de Dios tiene una corriente de agua que va hasta allí y por todas partes.
Ahora leemos en el Salmo 1 una descripción del hombre que se complace, que se deleita, en la ley del Señor. Dice: "Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera".
Aquí vemos la refrescante y vivificante provisión de la gracia de Dios que viene a nosotras, ¿cómo? A través de Su Palabra. Mediante la meditación de día y de noche en la Palabra de Dios, es como se llega a ese río que fluye dentro y corre por tu cuerpo.
El Salmo 46 se ha convertido, para mí en un río de Dios en estos últimos días, regando la sequedad de mi corazón, convirtiéndolo de un desierto a un lugar hermoso, un lugar fructífero, un lugar bendecido.
El Salmo 36 dice: "les das a beber del río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida”. En el Salmo 65, "Tú visitas la tierra y la riegas en abundancia, en gran manera la enriqueces; el río de Dios rebosa de agua”.
Estos versículos hablan de una abundante provisión, una provisión suficiente de la gracia de Dios y de Su presencia.
A veces nos sentimos como si el río de Dios fuera solo un pequeño goteo, minúsculo, corriendo por nuestras vidas. Y a veces nos sentimos como si el lecho del río se hubiera secado, ¿no es así? Ve a las Escrituras y recuerda que Dios te da a beber del río de Sus delicias. Él es la fuente de la vida, y en Él no hay sequedad, dice Su Palabra. "Tú visitas la tierra y la riegas en abundancia, en gran manera la enriqueces; el río de Dios rebosa de agua".
Ahora mismo yo estoy atravesando por algunas circunstancias desesperantes en mi vida, y algunas de ustedes también las tendrán. Pero quiero decirte que el río de Dios no nos falta. Está lleno. Está siempre lleno. Está lleno cuando yo estoy vacía. Está lleno aun cuando yo estoy seca. Él todavía está lleno. Y ese río de Dios puede correr a través de mi vida por la fe, si le permito ser mi fuente completa de provisión.
Luego escucha este pasaje de Isaías 8:
Y volvió el SEÑOR a hablarme de nuevo, diciendo: Por cuanto este pueblo ha rehusado las aguas de Siloé que corren mansamente, he aquí el Señor va a traer sobre ellos las aguas impetuosas y abundantes del Éufrates, es decir, al rey de Asiria con toda Su gloria, que se saldrá de todos sus cauces y pasará sobre todas sus riberas. Fluirá con ímpetu en Judá, inundará y seguirá adelante, hasta el cuello llegará, y la extensión de sus alas llenará la anchura de tu tierra, oh Emmanuel." (vv. 5-8).
En este pasaje se describen dos cuerpos de agua. El primero es el de "las aguas de Siloé, que fluyen suavemente". Ese es el agua de la provisión de Dios, Su protección. "Las aguas tranquilas de Siloé", dijo un comentarista, "eran una pequeña fuente, y un arroyo en las afueras de Jerusalén, que suministraban agua a una piscina dentro de la ciudad para el uso de los habitantes". 1
Así que no había un río que corría a través de Jerusalén, pero había una pequeña fuente y un arroyo que siempre proveían el suministro suficiente para las necesidades de las personas, y Dios dice aquí: "Yo soy como las aguas de Siloé, que fluyen suavemente, pero," Él añade: "Por cuanto este pueblo ha rehusado, no las quieren, las aguas de Siloé que corren mansamente”.
La presencia de Dios está representada como un río manso, que fluye apacible y Dios dice, "porque mi pueblo ha rechazado mi gracia y mi presencia, y el río de mis delicias, voy a traer contra ellos río torrencial que los vencerá, inundará, y abrumará." Es el río de los enemigos de Dios. En este caso, es el ejército asirio.
Dios dice: ¿Tú no me quieres?, ¿No quieres mi gracia? ¿Yo no soy suficiente para ti? ¿No puedes confiar en Mí? Entonces déjame mandar un poco de agua hacia ti. "Y Dios dice que si recibimos Su favor y Su gracia, ese río suave es suficiente para soportar las olas tumultuosas y amenazantes que se oponen a nosotros en el mundo. Pero si rechazamos ese río manso, y de suave fluir, de Su presencia, de Su gracia, vamos a terminar siendo abrumados por el adversario.
Realmente importa si confiamos en la presencia de Dios y en Su provisión para nuestras vidas. Tú dirás, "Bueno, me gustaría tener más". Dios dice: "Tienes suficiente. ¿De verdad quieres más? Te voy a dar algo que te dará más. . . Puedo enviarte agua, pero no quisieras que sea el ejército asirio que viene a desbordarte y a conquistarte. Dios dice: "Toma tu elección. Pon tu confianza en mí, o estarás abrumado por el enemigo".
Isaías capítulo 33 lo expresa de esta manera: "Porque allí, el Majestuoso, el SEÑOR, será para nosotros lugar de ríos y de anchos canales" (v. 21). Dios es para Su pueblo un lugar de ríos y de arroyos muy anchos. Eso sugiere abundancia, suficiencia. Su plenitud divina es la fuente inagotable de nuestra plenitud, de nuestra fecundidad, de nuestra paz y de nuestra alegría.
Escucha también lo que dice Jeremías capítulo 17:
Bendito es el hombre que confía en el SEÑOR, cuya confianza es el SEÑOR. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto (vv. 7-8).
Él está diciendo, "¿Quieres ser fructífera? ¿Quieres ser protegida de la sequedad espiritual? Pues plántate junto al río. "¿Y cuál es el río? Es el Señor. Él es la fuente de la vida y de la fecundidad, la protección contra la sequedad espiritual.
Veamos unos pasajes más. En Ezequiel capítulo 47— algún día tal vez haremos toda una serie sobre este pasaje, me encanta este pasaje. Al profeta Ezequiel se le da una visión en la que ve una corriente de agua que sale hacia delante del templo y riega la tierra. Este río, a medida que sale, da vida y salud a todo lo que toca.
Ezequiel capítulo 47, comenzando en el versículo 9:
“Y sucederá que dondequiera que pase el río, todo ser viviente que en él se mueve, vivirá. Y habrá muchísimos peces, porque estas aguas van allá, y las otras son purificadas; así vivirá todo por donde pase el río. . .
Junto al río, en su orilla, a uno y otro lado, crecerán toda clase de árboles que den fruto para comer. Sus hojas no se marchitarán, [¿Hemos escuchado esto antes?] ni faltará su fruto. Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para comer y sus hojas para sanar "(v. 9, 12).
Y Dios quiere que de nuestras vidas corran ríos de agua viva. ¿No es eso lo que Jesús dijo en Juan capítulo 7?
El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: "De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.” Esto dijo acerca del Espíritu, que recibirían los que creyeran en Él "(vv. 38-39).
Escucha, no habrá una fuente de río de agua viva, dentro de mí o dentro de ti apartados del Espíritu de Cristo de mora en nosotros. Pero con el Espíritu de Cristo que mora en nosotros hay un manantial inagotable, una fuente de agua viva. La presencia, la gracia y el favor de Dios pueden fluir a través de nosotros en la medida que el Espíritu Santo de Dios nos llena.
Bueno, vamos al último capítulo de la Biblia, Apocalipsis capítulo 22. Leamos el pasaje, o escúchalo en el contexto de los otros pasajes que hemos estado leyendo desde el principio en el libro de Génesis.
“Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero...”
¿Ves la ciudad de nuevo? Tienes el río y la ciudad juntos en el Salmo 46, y ahora de nuevo en Apocalipsis 22.
Además, a cada lado del río, está el árbol de la vida… ¿Recuerdas Génesis 2? ¡No habíamos vuelto a ver ese árbol de la vida desde que el hombre pecó! Pero ahora lo volvemos a ver, y está en la ciudad de Dios.] …Que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones (vv. 1-2).
Entonces, ¿qué es este río de agua de vida que fluye del trono de Dios y del Cordero? Pues bien, el Evangelio de Juan nos ayuda con un pequeño detalle, y está en el libro de Juan, capítulo 19, en el versículo 34. ¿Recuerda que en la cruz después de que Jesús murió uno de los soldados en Juan capítulo 19 dice: "le abrió el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua"? (V. 34).
Ahora bien, en Juan capítulo 2, el cuerpo de Cristo ya había sido identificado como el templo de Dios. Y de ese templo salió sangre y agua. El río que da la vida al mundo es la corriente de la gracia de Dios que brota del corazón de Cristo, entregado por nosotros en Su sacrificio en la cruz.
A partir de ese arroyo que fluye del costado de Cristo hay un río que bendice a toda la creación y que trae alegría y paz a la ciudad de Dios, al pueblo de Dios, y nos permite ser fructíferas y llegar a ser una fuente de bendición para otros en necesidad. "Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo".
Si tú eres morada de Dios, si tu vida es su templo— y lo es, si has puesto tu fe en Cristo—entonces Dios tiene la intención de que haya fuentes de agua viva llenándote, que fluyen a través de ti, dándote vida a ti y a los demás que te rodean, y es la vida de Su gracia.
Annamarie: Nancy estará de regreso para darte un mensaje especial y para orar.
Ella nos ha estado preparando para las tormentas de la vida, llevándonos a lo largo del Salmo 46. El mensaje de hoy es parte de una serie llamada, Castillo fuerte es nuestro Dios. Para escuchar este programa en línea, puedes visitarnos en AvivaNuestrosCorazones.com. También puedes escucharlo a través de la aplicación de Aviva Nuestros Corazones, y no solo escucharlo, sino que fácilmente puedes compartirlo con tus amigas o hermanas.
Como Nancy ha explicado, esta serie surgió a raíz de circunstancias personales, y sabemos que muchas oyentes se pueden identificar con lo que han estado escuchando.
Nancy: Bueno, yo sé que no soy la única que tiene que seguir viniendo al Señor para buscar fortaleza cuando los vientos rugen a mí alrededor. Nuestras oyentes suelen escribir y compartir con nosotros acerca de algunas de las luchas que están enfrentando.
Una mujer nos escribió diciendo: "He sido realmente probada en los últimos tiempos hasta el punto de darme por vencida. Sus palabras que nos dicen que debemos estar quietos y esperar en el Señor realmente levantaron mi espíritu."
Estoy muy agradecida de que hemos sido capaces de animar a esa mujer y día a día, a través de este programa somos capaces de ayudar a un sinnúmero más, justo como ella. Nuestras oyentes juegan un papel crucial en ayudarnos a seguir transmitiendo este tipo de mensaje esperanzador.
Si has sido alentada de alguna manera por Aviva Nuestros Corazones, si has encontrado esperanza en el Señor a través de los mensajes que has escuchado en esta emisión, ¿considerarías ayudarnos a difundir este mensaje a otras mujeres? Permanecemos en el aire gracias a las donaciones de oyentes como tú. Así que ¿podrías detenerte un momento y orar y preguntarle al Señor si Él quiere que te involucres en ayudar a este ministerio?
Annamarie: Solo tienes que visitarnos en nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com y hacer tu ofrenda conforme el Señor lo ponga en tu corazón.
Como agradecimiento por tu ofrenda de cualquier monto te enviaremos una copia del libro “En la quietud de Su presencia”, este es una invitación a fortalecer tu vida devocional con Dios. Visitanos en AvivaNuestrosCorazones.com, haz tu ofrenda e indica que quieres recibir el libro. Los envíos están disponibles a EEUU y Canadá.
Bueno, aquí uno de los temas más sorprendentes que encontramos en la Escritura: Dios habita en medio de Su pueblo. ¿Por qué es esto tan sorprendente? Nancy lo explicará en el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones. Ahora oremos juntas.
Nancy: Te doy gracias, Señor, por ese río de agua de vida, que cuando las circunstancias y el dolor, o las tormentas, los vientos y las olas están golpeando nuestra vida, en nuestro interior "hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo". Y a medida que confiamos en Ti y que tomamos de ese río, encontraremos abundancia y fecundidad, seguimos creyendo y recibiendo debido a la vida que nos has dado a través de Cristo, en cuyo nombre oramos con acción de gracias, amén.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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