El poder de navegación
Nancy DeMoss Wolgemuth: Hoy, Mary Kassian nos invita a preguntarnos, «¿cómo está mi barómetro espiritual?»
Mary Kassian: Tu comportamiento religioso puede ser impecable. Puedes tener devocionales todas las mañanas, dirigir un estudio bíblico e ir a la iglesia todas las semanas, pero nos salimos del camino cristiano cuando no somos sabias en la manera en que hablamos a nuestros familiares, a nuestro esposo, a nuestros hijos, a nuestra suegra, padres, compañeros de trabajo, vecinos; e incluso a nuestros enemigos. Esa es la verdadera señal de tu madurez. Tu boca es como un barómetro espiritual. Revela lo que realmente sucede debajo de la superficie.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: ¿Te has dado cuenta de que tu lengua es como un timón? Tus palabras marcan una ruta, le dan dirección a tu día y a tu vida. Hoy …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Hoy, Mary Kassian nos invita a preguntarnos, «¿cómo está mi barómetro espiritual?»
Mary Kassian: Tu comportamiento religioso puede ser impecable. Puedes tener devocionales todas las mañanas, dirigir un estudio bíblico e ir a la iglesia todas las semanas, pero nos salimos del camino cristiano cuando no somos sabias en la manera en que hablamos a nuestros familiares, a nuestro esposo, a nuestros hijos, a nuestra suegra, padres, compañeros de trabajo, vecinos; e incluso a nuestros enemigos. Esa es la verdadera señal de tu madurez. Tu boca es como un barómetro espiritual. Revela lo que realmente sucede debajo de la superficie.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: ¿Te has dado cuenta de que tu lengua es como un timón? Tus palabras marcan una ruta, le dan dirección a tu día y a tu vida. Hoy Mary Kassian te dirá por qué.
Si has escuchado Aviva Nuestros Corazones durante algún tiempo, sabrás que Mary es una amiga muy querida de este ministerio. Ella escribió un libro llamado «Conversación apacible» (que está disponible en inglés), en el que habla sobre la manera en la que utilizamos nuestras palabras. Y esta serie de episodios está basada en las enseñanzas que contiene ese libro.
Creo que como mujeres de Dios, este tema de nuestra forma de hablar y de las conversaciones que tenemos, es uno de los temas más importantes que debemos considerar. Así que le pregunté a Mary si podría ser nuestra maestra invitada para compartir acerca de esto con nosotras.
Aquí está ella para desafiarnos a usar nuestras palabras para la gloria de Dios.
Mary: Creo que todas nosotras nos hemos visto en situaciones incómodas, vergonzosas o que habríamos preferido evitar, por el uso que les hemos dado a nuestras palabras. Y para comenzar a pensar en esto quisiera hacerte algunas preguntas:
- ¿Alguna vez has «arruinado el momento» al decir algo que no debías decir? Yo sí, sin duda.
- ¿Has dicho algo incorrecto?
- ¿Has hablado de más?
- ¿Has perdido algo por causa de tus palabras?
- ¿Te has metido en problemas por expresar tu punto de vista?
- ¿Alguna vez al terminar una conversación te has sentido herida o destrozada por las palabras de alguien?
- ¿Te resulta difícil comunicarte y conectar con otras personas a un nivel más profundo?
- ¿Es difícil para ti abordar problemas complejos sin ponerte a la defensiva o a la ofensiva?
Bueno, hoy comenzamos una serie de enseñanzas sobre lo que la Biblia tiene para decirnos de las palabras y la comunicación.
Y hay muchos libros disponibles sobre la comunicación. En Amazon hay más de 19,000 libros disponibles en la categoría de comunicación. En la categoría de comunicación para padres y relaciones hay aproximadamente 3,000 títulos, 1,700 títulos en la categoría de las relaciones interpersonales y otros 6,500 títulos en la categoría de autoayuda –la que dice: «Me voy a transformar; mejoraré mi comunicación».
¡En total existen al menos 60,000 títulos de libros sobre la comunicación interpersonal! (y sería el doble si incluimos los libros sobre comunicación en el área laboral). Esa asombrosa cifra me dice dos cosas: Primero, lo desesperada que está la gente por aprender a comunicarse bien; y en segundo lugar, que probablemente la respuesta no se encuentra en esos 60,000 libros.
Tú puedes aprender todas las técnicas y habilidades de comunicación –y algunas son extremadamente útiles– pero si no tratas con los problemas en tú corazón, las técnicas por sí solas no resolverán tus problemas. En el fondo, los problemas de comunicación son problemas espirituales y necesitan soluciones espirituales. Y para eso debemos buscar a Dios.
En esta serie quiero que estudiemos siete elementos poderosos y transformadores basados en la Biblia. Dios establece un estándar alto para nuestro hablar y también para nuestros pensamientos y actitudes. Y aún más importante, Él nos revela el secreto de cómo alcanzar ese estándar. Lo alcanzamos cuando recurrimos a Su poder. No hay palabras, fórmulas o frases mágicas. No existe una técnica adecuada o una combinación perfecta de palabras para la comunicación. Se trata de Dios transformando nuestras palabras al transformar nuestro corazón… y cambiarnos de adentro hacia afuera.
Y bien, hoy quiero que veamos un primer elemento para transformar nuestra forma de hablar. Lo llamo el poder de navegación. Este trata de ser conscientes, y asumir la responsabilidad por lo que sale de nuestras bocas, pues esto determina la dirección de nuestras vidas. A dónde vas hoy depende de lo que digas hoy.
La Biblia compara la lengua con el timón de un barco y con un freno en la boca de un caballo. Aunque son relativamente pequeños, los tres –el timón, el freno y la lengua– tienen un poder tremendo.
Un timón hace girar un barco, unas riendas le dan dirección a un caballo y nuestras lenguas determinan el rumbo que tomaremos. Este poder de navegación es el elemento del habla que se analiza en el capítulo 3 del libro de Santiago, y hoy nos abriremos camino entre los versículos 1 al 12 y haremos algunas observaciones sobre la lengua. Permítanme comenzar leyendo los versículos del dos al cuatro:
«Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Ahora bien, si ponemos el freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dirigimos también todo su cuerpo. Miren también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere».
La primera observación sobre la lengua que quiero hacer es que la lengua es el mecanismo principal de dirección. Esta determina tu dirección. Recuerda: un timón hace girar un barco, un freno controla un caballo y nuestras lenguas dirigen nuestras vidas, determinan la dirección en que vamos.
Esa comparación entre controlar la lengua y manejar una nave, trae a mi mente uno de los peores accidentes náuticos de la historia de Grecia. En una ocasión, el capitán de un ferry griego puso el barco en piloto automático. Los capitanes deben vigilar el puente de mando durante las últimas siete millas antes de acercarse al puerto, pero él había navegado por esta ruta ya varias veces durante la misma semana, sin incidentes. Confiando en la configuración del piloto automático, el capitán decidió tomar una siesta. Mientras tanto, el primer oficial y la tripulación se pusieron a ver un partido de fútbol por la televisión. Y nadie se dio cuenta cuando las fuertes corrientes submarinas hicieron que el barco –el Express Samina– se desviara de su curso. A dos millas de su destino, la embarcación chocó contra un islote rocoso y se hundió. El islote estaba claramente marcado con un faro de luz; y ningún marinero atento lo habría pasado por alto.
Pero el capitán estaba durmiendo y no sabía que el piloto automático estaba dirigiendo el barco hacia el desastre. Se perdieron ochenta y dos vidas de las cuales la mayoría eran turistas. El Express Samina naufragó camino a una hermosa isla griega. Las emocionantes y prometedoras vacaciones de los viajeros terminaron en una tragedia y una pérdida indescriptible. El capitán y la tripulación fueron acusados de asesinato, de incumplimiento del deber y de violación de los procedimientos marítimos.
Qué insensato fue aquel capitán al abandonar y descuidar el timón de su barco. Y, sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos a menudo con nuestra boca cuando la ponemos en piloto automático y no prestamos atención a las palabras que salen de ella.
Tú lengua es un instrumento de dirección. Tú lengua navega tu barco.
La palabra «navegar» proviene de las palabras latinas navis, que significa «barco», y, agere, que significa «conducir». Navegar es planificar, dirigir y gestionar el movimiento y el rumbo. Y en su carta, Santiago señala que aunque los barcos son impulsados por vientos fuertes, son dirigidos por un timón muy pequeño a donde sea que el piloto quiera ir. Si un barco no es dirigido, quedará a merced del viento y de las corrientes, se perderá o se destrozará contra las rocas.
El capitán del ferry griego dio todo tipo de excusas por su comportamiento. Culpó a las circunstancias, culpó al barco, culpó a la tripulación. Pero él era el capitán y su responsabilidad era dirigir ese barco. Santiago dice: «Miren también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere».
Y el desafío que encontramos aquí es aceptar la responsabilidad de cómo diriges tú boca; lo que sale de tú boca, lo que dices y cómo respondes a las circunstancias es tu responsabilidad. Tu esposo no te hace decir cosas desagradables. ¡Eres tú! Tú eliges decir cosas desagradables. Tus hijos no te hacen irritable y explosiva. Eres tú. Tú eliges pilotear tu lengua de esa manera.
¿Y qué pasa con esa irritante y molesta compañera de trabajo que te da motivos para quejarte? Ella no es responsable de tus comentarios cortantes a sus espaldas.Tú eres la responsable, tú eliges –con el timón de tu lengua– pilotear tu vida contra las rocas de la calumnia y de la crítica. Tu lengua es el mecanismo de dirección principal, es por esto que debes prestar atención y dirigirla por la ruta en que deseas que vaya.
Ahora, continuemos con nuestra lectura en el capítulo 3 de Santiago. A partir del versículo 5 leemos:
«Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida. Porque toda clase de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el ser humano, pero ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal» (vv. 5-8).
¡Wao! Hay algunas fuertes metáforas en estos versículos. Y la segunda observación que quiero hacer sobre la lengua es que la lengua tiene un potencial tremendo –para bien o para mal. Construye o destruye. Es una parte relativamente pequeña del cuerpo, pero juega un papel importante en tu vida.
La lengua humana promedio mide 10.16 centímetros de largo. Tiene ocho músculos que sirven para moverla hacia arriba y hacia abajo, de lado a lado y para hablar. Pesa tan solo 70 gramos. Y sin embargo, esta pequeña parte del cuerpo nos puede llevar a un montón de problemas. Santiago compara el poder de la lengua con una chispa de fuego y con el poder de un animal salvaje indomable. Tiene una capacidad tremenda, tiene más poder de lo que creemos o incluso más de lo que podemos imaginar.
Las palabras son poderosas, pueden sanar o herir. Pueden cultivar un bello campo y pueden hacer sangrar como una daga. Las palabras pueden crear o terminar relaciones, pueden construir o derribar, pueden traer paz o conflicto. Las palabras determinan el destino de los individuos, familias, comunidades y naciones.
Proverbios 18:21, dice: «Muerte y vida están en poder de la lengua». Eso es mucho poder: muerte y vida. Las palabras importan, no son inofensivas. Tienen consecuencias.
El pueblo de Israel, después de ser liberado de Egipto, se quejó ante Dios. Dijeron: «Nos trajiste aquí para hacernos sufrir. ¡Vamos a morir aquí en el desierto!» Y Dios les dijo en Números 14:28: «“Vivo Yo”, declara el Señor: “que tal como han hablado a mis oídos, así haré Yo con ustedes”».
Y toda esa generación murió en el desierto. No porque Dios lo hubiese querido, sino porque obtuvieron lo que ellos mismos pidieron.
Amigas, nuestras palabras tienen consecuencias para los demás. Aunque Jacob engañó a su padre Isaac para obtener la bendición, una vez Isaac le dio su bendición a Jacob, no pudo retractarse. Isaac dijo: «Lo bendije y ciertamente será bendecido». No podía retractarse de sus palabras y estas tendrían un efecto.
Y esto me recuerda la historia de Karen Carpenter, una cantante que se alteró mucho cuando un periodista se refirió a ella como la «pequeña y gordita hermana de Richard Carpenter». Esto la llevó a un ciclo destructivo de comportamiento anoréxico y finalmente murió de hambre… Y aquí vemos el principio de sembrar y cosechar. Lo que sembramos con nuestras palabras tiene consecuencias sobre lo que cosechamos y también impacta las vidas de los demás.
Cuando te dices a ti misma: «soy un fracaso» o, «nunca tendré éxito» o, «soy una madre terrible»; o cuando te quejas y dices: «Me estoy cayendo a pedazos, estoy tan estresada y ¡ya no puedo soportarlo más!» O cuando dices: «Nadie me ama»… Tus palabras tienen consecuencias.
Cuando le dices a tu esposo: «¡Eres un tonto!», o a tu hijo, «no puedes hacer nada bien» o, «eres un vago». O hablas de tu líder a sus espaldas: «¡Él es tan incompetente!» Tus palabras tienen consecuencias. Tienen un efecto…y no puedes controlar el tipo de efecto que tendrán.
El incendio de Chicago en 1871 supuestamente fue iniciado por una vaca que tumbó una linterna. Un evento aparentemente pequeño e insignificante quemó una ciudad entera. Santiago dice que nuestras palabras tienen ese tipo de poder destructivo. «¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!»
Y lamentablemente, muchas de ustedes viven con los trágicos efectos destructivos de las palabras –palabras que ustedes han dicho o palabras que les han dicho. Ustedes saben lo poderosas que estas pueden ser.
Y Santiago continúa diciendo en el capítulo 3, versículo 8:
«… pero ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.¿Acaso una fuente echa agua dulce y amarga por la misma abertura?¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce» (vv. 8-12).
Aquí, Santiago se está refiriendo a una inconsistencia que nota en las vidas de sus amigos cristianos. La forma en que hablan con Dios es sana y positiva, pero la forma en que hablan con la gente es negativa y no es saludable. Bendicen a Dios, pero maldicen a la gente; alaban a Dios, pero critican a la gente; engrandecen a Dios, pero humillan a la gente.
Expresan gratitud por las acciones de Dios, pero por las acciones de sus hijos solo expresan desaprobación. Usan un lenguaje religioso agradable y limpio cuando oran, pero maldicen y utilizan un lenguaje grosero cuando bromean con sus amigos. Le hablan a Dios con respeto, pero son descarados e irrespetuosos con otras figuras de autoridad. Muestran cortesía hacia Dios, pero son groseros con el cajero que se mueve tan lento, o con el conductor que los interrumpe en el tráfico.
Y Santiago dice: «¡Esto no tiene sentido! Es una señal de que algo no está bien». Esto no debería ser así.
Y la tercera observación que quiero hacer sobre la lengua es que tu lengua revela lo que hay dentro de ti. Es un indicador de tu madurez. Cuando tus palabras son rápidas, desagradables, impacientes, críticas, sarcásticas, engañosas o groseras, es un indicio de que algo en tu corazón no está bien y que te falta madurez.
Tu comportamiento religioso puede ser impecable. Puedes tener devocionales todas las mañanas, dirigir un estudio bíblico e ir a la iglesia todas las semanas, pero nos salimos del camino cristiano cuando no somos sabias en la manera en que hablamos a nuestros familiares, a nuestro esposo, a nuestros hijos, a nuestra suegra, padres, compañeros de trabajo, vecinos; e incluso a nuestros enemigos. Esa es la verdadera señal de tu madurez. Tu boca es como un barómetro espiritual. Revela lo que realmente sucede debajo de la superficie.
En el capítulo 1 versículo 26, Santiago dice:
«Si alguien se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana». Es decir que si tu relación con Dios no está impactando tu lengua y la manera en que te relacionas y hablas con los demás, tu religión no tiene valor.
Un problema en tus palabras indica que hay un problema en tu corazón. Entonces, para recapitular un poco, hemos hecho tres observaciones basadas en estos versículos que nos hablan de la lengua:
- Tu lengua es tu mecanismo principal de dirección. Determina tu rumbo, el lugar al que vayas hoy depende de lo que digas hoy.
- Tu lengua tiene un potencial tremendo. Con esta construyes o destruyes tus relaciones. Lo que dices importa y tiene consecuencias espirituales.
- Tu lengua es como un barómetro. Esta revela lo que está pasando en tu corazón, es un indicador de tu madurez espiritual.
Si quieres saber cómo está tu relación con Dios, tómate un tiempo para evaluar lo que sale de tu boca cuando te relacionas con los demás. Puedes aprovechar el poder de navegación y dirigir tu lengua en la dirección correcta poniendo las cosas en orden en el timón de tu barco.
Y me encanta la manera en que Santiago concluye el capítulo 3. Dice:
«Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía. Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz» (vv. 17-18).
Si deseas tener una conversación apacible, debes poner las manos en el timón y asumir la responsabilidad de lo que dices…y reconocer que no puedes manejarlo sola. No tienes lo que se necesita para controlar tu lengua. Necesitas el poder y la sabiduría que vienen de Dios. Y a medida que confías en Dios, Él te transformará de adentro hacia afuera, transformará tu manera de hablar y te dará palabras apacibles.
A lo mejor te has sentido culpable al ver lo que Dios nos dice en el pasaje que hemos estado viendo. Piensas: «¡Oh no! Esa soy yo. No he estado usando mis palabras sabiamente. Soy como el capitán del ferry griego y he dejado que mi barco se desvíe hacia las rocas. Acabo de responder con ira, he dicho las cosas con dureza y estoy enfrentando las consecuencias».
Mira, la buena noticia es que, «… si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Santiago 1: 5).
¿No es esto maravilloso? Dios nos da abundantemente y sin reproche. Entonces, necesitamos pedir sabiduría y se nos dará.
Nancy: Has estado escuchando a mi amiga Mary Kassian desafiarnos a examinar las palabras que usamos. Ella regresará con unos breves consejos finales sobre cómo usar nuestras palabras sabiamente. Espero que después de escuchar este importante mensaje tomes un tiempo para ser intencional y no solo ser una oidora de la Palabra, sino ser una hacedora eficaz. Pídele al Señor que te muestre si hay algún aspecto de tu forma de hablar que debas rendir delante de Él hoy.
Y mientras escuchaba a Mary, hubo cosas que vinieron a mi mente, y me di cuenta de que esta es un área en la que necesito la gracia de Dios y Su poder transformador. Porque todas experimentamos la tentación de compartir un sabroso bocado de chisme, de lanzar un insulto, o de dar una respuesta sarcástica. Pero hay un camino más excelente.
Para ayudarte a profundizar en este tema nos gustaría recomendarte el libro de trabajo escrito por Mary titulado La conversación apacible. A través de este estudio Mary te lleva a lo largo de la Escritura para ayudarte a ver, que «muerte y vida están en poder de la lengua» (Prov. 18:21).
Este libro de estudio también te ayuda a pensar en maneras prácticas en que puedes aplicar lo que estaremos estudiando a lo largo de esta serie. Es una oportunidad para escuchar la verdad de la Palabra de Dios sobre este tema que afecta tu día a día, con seguimiento práctico para hacerlo parte de tu vida.
Encuentra el acceso para adquirirlo, en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com.
Mary Kassian dice que nuestras palabras son como plantas conectadas a las raíces de nuestras actitudes. Y que esas actitudes están enterradas en el suelo de nuestras creencias.
Mary: Si notas que tus palabras son sarcásticas, maliciosas, críticas, desagradables…toma tiempo y saca esa planta podrida y examina las raíces y la tierra donde está sembrada. Pídele al Señor que te dé discernimiento, que te señale las áreas donde tus actitudes y pensamientos no están alineados con Su estándar y luego extrae de ti con ayuda del Espíritu y en oración, esa tierra engañosa por medio de la confesión y el arrepentimiento. Esa es la única manera de tratar el engaño en nuestros corazones. Así es como Dios quiere que comiences a trabajar con tus palabras.
Nancy: Ella nos hablará más acerca de esto mañana. Y ahora regresa para orar y para cerrar nuestro tiempo juntas con un consejo que puedes poner en práctica en el día de hoy.
Mary: Una de las mejores formas de asumir la responsabilidad de tus palabras es utilizar declaraciones tuyas. Eso realmente me ha funcionado para hacerme responsable de mis palabras. Por ejemplo, en lugar de simplemente decir: «Eres grosero». Puedes decir: «Me dolió mucho lo que acabas de decir» o, «siento que estás siendo grosero». Ahí hay una gran diferencia.
La próxima vez que te enfrentes a situaciones difíciles, asume la responsabilidad de tus palabras y usa declaraciones que comiencen con yo, «Yo creo que…» «Yo siento que…» «Yo asumo tal o cual cosa…» Puedes expresar el mismo pensamiento y el mismo sentimiento, pero debes apropiarte de ello cuando pronuncies esas palabras.
Oremos.
Padre Celestial, gracias por Tu Palabra, gracias porque es tan práctica, gracias por darnos instrucciones sobre cómo manejar ese músculo en nuestras bocas que ejerce tanto poder. Oro para que podamos depender de ti. Ayúdanos a dirigir nuestro barco. Ayúdanos a asumir la responsabilidad y ayúdanos a no culpar a los demás por nuestra manera de hablar.
Oro para que seamos responsables y digamos: «Sí, Señor, soy responsable ante Ti y quiero decir lo que es correcto. Quiero dirigir mi barco de la manera correcta».
Padre, oro por todas las mujeres en este lugar y por las mujeres que están escuchando esta transmisión en todo el mundo. Oro para que examinen sus corazones; que tomen el timón que han descuidado durante tanto tiempo y conduzcan sus lenguas y sus vidas en la dirección correcta.
En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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